¿Apuestas?
Aquella mañana había amanecido nublado y una ligera neblina lo cubría todo melancólicamente. Pero como todas esas extrañas mañanas brumosas, aproximadamente a medio día comenzó a despejar y el sol se asomó tímidamente entre las franjas grises. Aunque el aire estaba más húmedo y se estrellaba con mayor frialdad contra el rostro, Yunho se alegró con el clima.
Por eso y porque la carga en su corazón repentinamente le parecía demasiado pesada, decidió tomar su bici y salir a dar la vuelta cuando regresaron del ensayo. Estaba cansado pero esa pudorosa luz duraría sólo un poco más, llamada por el cercano invierno.
Las calles se deslizaban fluidamente bajo las ruedas con una rapidez grata para su cuerpo que recibía las ráfagas de viento húmedo y frío como un consuelo. Volteó y encontró una calle especialmente empinada, con hojas de oro y cobre invitándole. Viró de golpe y se dejó ir por la bajada. Aquellas barreras invisibles colándose por su ropa y moviendo sus cabellos eran los suspiros que se apretujaban dentro de él, incapaces de salir. Abrió la boca y el gélido aliento del otoño suplió el suyo, congelando su lengua harta de ansias.
Tuvo que frenar esa inefable libertad cuando la banqueta se cortó. La bicicleta crujió tristemente.
En contra-esquina había un parque. No sabía de él pero resultó un hallazgo reconfortante. Fue hacia allá y se sentó en una banca adoselada de madera y vacías ramas de colorín, idénticas a todas las que dibujaban un contorno alrededor del campo de juego; un poco más allá se alcanzaba a ver un arenero y una fuente, cuyo rumor le llegaba como el de un secreto.
No había nadie en ese momento así que cómodamente se acostó en la banca. Observó las ramas gruesas que se iban separando y abriéndose en otras más delgadas, como vasos capilares. Respiró profundo. El aire exhalado se le figuro ceniza pesada que costaba sacar de sus pulmones. Sentía que algo iba cambiando y eso le preocupaba. El sol despuntó desde su lecho de gasa, regándole el rostro con rayos fríos.
La luz de pálido ámbar entraba por la ventana, iluminándolo todo débilmente, duplicándose en el espejo del fondo del salón. Él estaba sentado, esperando a que Junsu y Changmin terminaran de repasar una parte de la canción que parecía abrumar al más chico, fijándose cuidadosamente cómo éste repetía los pasos en cámara lenta. El sol coloreaba los contornos de su figura, se plasmaba casi cariñosamente sobre su piel, tiñéndola de azafrán. La música se fue apagando para él, quedando solamente ese cuerpo vibrando cadenciosamente, su expresión cambiando de la concentración al enojo y a veces a la complacencia, Y fue entonces cuando lo sintió, no sólo moverse frente a sus ojos, sino extenderse, meterse en su cuerpo y agitarse dentro con una calidez que le crispó. Conocía bien esa sensación, podía relacionarla fácilmente a un problema.
El viento sopló, arrastrando hojas de momiji hacia él, una lluvia como la de la noche que lo había besado pero a plena luz, su deseo velado quedaba ahora al descubierto. Las rojizas hojas se adhirieron a su carne viva. Recordó entonces la intrusión de Changmin mientras se bañaba. Había sido difícil para él tratar de comprender la intención del otro mientras yacía tendido entre los restos de su lujuria entregada, pero se había tornado indescifrable cuando lo encontró después en el comedor: lo había mirado con el gesto en blanco y había seguido comiendo su oden como si nada. Tampoco le había dirigido la palabra desde entonces, a cambio lo había acosado con distintas miradas mientras los demás no se fijaban; a veces lo veía con arrogancia, otras con complicidad, y cuando lo había descubierto viéndolo bailar… ¿Cómo invitándolo?
¡Lo sabía! Sabía que su juego podía traicionarlo y ponerse serio, y aún así lo había aceptado, ahora no podía detenerse.
Distraídamente se llevó la mano a la mejilla y comenzó a acariciarla suavemente, adormilándose, repitiendo los rayos ambarinos en esa piel una y otra vez en su mente como un caleidoscopio de sueños.
~ o ~
Llegó a la casa después de que había oscurecido y lo recibió el sonido de las pantuflas de Jaejoong arrastrándose.
-Ya te iba a abrir- le dijo éste.
-Está bien, pero creo que tengo que cambiar mi llave, siempre me cuesta abrir- explicó.
-Ahí está la comida.
-Ya comieron ustedes, ¿verdad? ¿Están todos?
-No, Yoochun se fue con Junsu a Ginza a cambiar no sé qué cosa que compró la otra vez… O eso dijeron.
Eso quería decir que de nuevo eran pocos en casa, incluido Changmin, por supuesto. Una incierta anticipación rascó en su estómago.
Fue a la cocina a ver qué había para la cena. Su rostro se iluminó al ver el bibimbap dispuesto en la cazuela eléctrica.
-Sabía que te iba a gustar- le dijo Jaejoong sonriendo y se sentó en el desayunador.
-¿Por qué lo dices?- preguntó, tomando su lugar también.
-No sé, sólo tenía la impresión de que ya estabas harto de pura comida japonesa.
Yunho rió.
-No es eso, es que me he tenido que aguantar las ganas de comida coreana con eso de que de repente te dio por la cocina de acá.
-Pero si la otra vez te dejé jajang myun y ni te lo comiste.
-¿Qué? ¿Cuándo?- preguntó extrañado.
-Cuando nos fuimos Yoochun y yo a Ginza te guardé tu comida pero la dejaste ahí.
Yunho receló, Junsu le había dicho que no había quedado nada. Dejándolo de lado se sirvió y sin preludio alguno tomó una cucharada. Estaba muy caliente pero su antojo pudo más. Arroz, huevo, carne, verduras, todo revuelto, delicioso, le proveía un gusto que hizo reír a Jaejoong.
-¿Quieres té?- le ofreció.
Asintió sin interrumpir el bocado.
Cuando estaba a punto de terminar entró Changmin. Yunho vio cómo se quedaba mirando a su comida, (¿se le antojaba?), pero no le pidió. Sus ojos se cruzaron tan rápido que pareció no más que una ilusión.
-¿Encontraste la baraja?- preguntó Jaejoong.
-¿Eh?... Sí, estaba debajo de la cama- contestó aturdido.
-¿No juegas, Yun?
-¿Baraja americana? Sí.
-Entonces vamos a la sala. Ya acabaste, ¿verdad?
Asintió.
Jugaron canasta, poker y con quien hasta que como a las once, Jaejoong anunció su retiro.
-Ya me voy a dormir, me estoy quedando dormido sentado.
-¿Me puedo quedar con tus fichas?- preguntó Changmin para molestar.
-No, no es justo- protestó Yunho.
-Bueno, que descansen- dijo finalmente Jaejoong ignorándolos, se levantó y caminó perezosamente hacia la escalera.
Cuando su presencia desapareció por completo el ambiente se puso algo tenso. Ahora estaban los dos solos, acompañados solamente por la tenue luz de la lámpara de piso y la oscuridad del pasillo acechándolos.
-¿Quieres jugar otra cosa?- preguntó Changmin dejándose caer sobre el respaldo del sillón.
-Mm… ¿jugamos Black Jack?- sugirió Yunho.
Changmin aceptó distraído, frotándose los ojos con flojera. En ese momento pareció un niño, de nuevo la inocencia que cubría su rostro cuando lo había ido a buscar al baño para que fuera a comer. Ese recuerdo, que parecía distante ya, revoloteó sencillo e insistente. Le dio una idea.
-¿Apostamos?- deslizó, inclinándose hacia adelante.
-¿Qué quieres apostar?- preguntó el menor recelosa pero firmemente.
-El que gane podrá hacerle al otro lo que se le antoje, y el otro no podrá oponerse- explicó con una sonrisa traviesa.
Changmin pareció avaluarlo. ¿No aceptaría? Levantó la vista despacio y una mirada salvaje lo atravesó.
-Está bien- dijo simplemente, recogiendo los naipes.
Yunho se quedó viendo ensimismado cómo sus manos ágiles separaban el mazo y revolvían las cartas una y otra vez, torturándolo con la espera. Su corazón bombeaba expectante. ¿Por qué? ¿Por qué perdía el control con algo tan simple. Debía serenarse.
Changmin cortó la baraja y repartió dos cartas para cada uno. Yunho destapó una: ocho de tréboles. Sin esperar, el otro abrió una suya también: cuina de diamantes. Siguieron; un diez de corazones para Yunho y un cinco de tréboles para Changmin.
-¿Quieres otra?- insinuó el menor en un tono neutro que lo puso nervioso. Se mordió el labio. Estaba muy cerca del 21, necesitaba sacar tres o menos. Miró a Changmin, la cálida luz caía grácil sobre su rostro, las sombras delineaban sus rasgos, se hundían en los bordes de sus labios haciéndolos más carnosos. Decidió arriesgarse.
-Dos- exhaló aliviado al ver su carta.
Changmin frunció el ceño, lo miró de reojo y se puso una en su mano: cuatro de picas. Resopló y meneó la cabeza.
-Gané- anunció triunfante Yunho, escondiendo su sonrisa y se acomodó quedando de frente a Changmin.
-¿Entonces?- le cuestionó éste con una pizca de amargura.
-Cierra los ojos- ordenó con voz leve.
El otro obedeció. Yunho miró con cuidado su rostro, la piel tersa, sus rasgos tensos. Respiró lento. Se acercó. Pensó si sería buena idea hacerlo así o si sería mejor optar por algo más agresivo.
Era tarde, sus labios se habían encontrado ya. Se estremeció ante su tacto tibio y el de los restos de agua lustral que había en ellos. Se quedó un momento saboreando la sensación, seguro de que esta vez no se separaría, luego abrió lentamente la boca, capturó el labio inferior y lo recorrió con la punta de la lengua, tan suave, tan grato. Lo succionó suavemente y lo haló, separándose apenas unos milímetros para volver a presionarlo, a degustarlo parsimoniosamente deseando que el otro correspondiera el beso.
Sus manos, obedeciendo a un instinto más profundo, acariciaron su clavícula y subieron para tomar su cara. Dio lenes mordidas en sus labios, logrando que se abrieran un poco, libó la comisura con calma, recibiendo lentamente la humedad de esa boca hasta colmarse de ella y encontrar tímida la aterciopelada lengua del otro; la atrapó con ternura entre sus dientes y la fue liberando poco a poco. La respiración de Changmin se impregnó en su rostro, era una buena señal para él, ya no era besarlo, era besarse con él, sentía lo que ambos, percibía el gusto del otro en el vaivén encendido que compartían. Siguieron el contacto, entrelazándose en el beso. En las otras ocasiones no había podido disfrutar tan minuciosamente la forma de su belfo, el vaho aromático extendiéndose en su boca, hechizándolo por completo, ni solazarse en su aroma tibio que lo envolvía como un rezo.
Sus cuerpos se juntaban más y más instintivamente, como una ilusión se presentían, se duplicaban como los dibujos de un biombo que esconde un enigma.
En algún punto del que Yunho no fue consciente, Changmin lo había tomado de la nuca y había comenzado a acariciar su cabello. Ese toque resultó increíblemente agradable, lo hizo hundirse completamente en el otro y un curioso calor lo atrapó. Se dejó arrastrar por ese ritmo que no venía de ninguna parte y que los movía a los dos en bermejas olas, hasta que ese calor se alejó de él. Abrió los ojos despacio, se encontró con el rostro sonrojado de Changmin y una expresión inefable. Entonces cayó en el hecho de que había descobijado aquel sentimiento del que había sospechado pero que ni si quiera se había permitido aceptar, transmitiéndoselo al otro. Inseguro de cómo debía actuar, recogió los naipes y los barajeó. Ahora él repartió.
Yunho: tres de picas. Changmin: siete de corazones.
Respiró profundo, conteniendo el aire dolorosamente, aún no se recuperaba por completo pero al menos el volver al ambiente de juego le ayudaba.
Abrieron de nuevo. Él, nueve de diamantes; el menor, nueve de tréboles.
Apretó la boca. De nuevo era arriesgado pero aunque se plantara tenía menos que Changmin. Se puso una carta. Su mano tembló ligeramente. Rojo: ocho de corazones. Miró a Changmin de reojo; la victoria automática lo hizo esbozar una sonrisa y se lamió los labios completándola. Yunho bajó la mirada y esperó.
Siguiendo la pauta que había marcado Yunho, se acercó despacio, rodeó su cintura, descansando en su cadera, y su rostro se dirigió a su cuello, donde plantó un beso de saúco. Yunho recibió cabalmente el sello de sus labios. Perplejo por la sutileza de la acción, se estremeció y ofreció el manto para que el otro lo probara a su gusto. Entonces, Changmin empezó a intercalar besos y leves toques de su lengua por el contorno y por su garganta, pinceladas de rocío que se abrían como brotes de lumbre por toda su composición.
Sin que pudiera evitarlo, la respiración de Yunho se hizo más pausada y profunda. Percibió el olor del cabello de Changmin, indescifrable, pero le gustaba, así como la tersura de las fibras que le rozaban la piel. De pronto, a las suaves caricias se sumaron ligeras mordidas que lo hicieron temblar. El otro capturó después su lóbulo, lo chupó y luego recorrió su oreja con una calma insoportable. El toque se iba haciendo cada vez más tenue hasta volverse un casi ilusorio cosquilleo que le causó escalofríos. Su cuerpo se inclinó, entregándose inconscientemente. Las manos de Changmin se abrieron paso por su ropa acariciando su cadera y la base de su espalda con una suavidad inusitada, mientras le acariciaba el cuello con su aliento cálido
Yunho exhaló pesadamente. El otro, presionó sus labios de nuevo contra su cuello y se apartó.
Más sorprendido aún, Yunho volvió a recoger las cartas y se las dio al otro, quien las barajeó y repartió como si nada.
Abrieron.
Yunho: Rey de diamantes; Changmin: diez de picas. Estaban parejos en el arranque. Se inquietó. Quería ganar, lo último lo había dejado con ganas de más, pero ahora quería imprimir un ritmo un poco más atrevido.
Destapó su carta: diez de picas. Fantástico. Miró la cara concentrada de Changmin, casi saboreando la siguiente escena. Éste abrió. Se le fue el alma a los pies.
As de diamantes.
-Black Jack- exclamó Changmin ufano-. Se paga doble.
Yunho abrió los ojos sorprendido. ¿Qué significaba eso?
-Quítate la playera- le ordenó, y no le quedó más remedio que obedecer: una apuesta era una apuesta-. Ahora voltéate.
“¿Que me volteé? ¿Qué está pensando?” La incertidumbre lo hizo sentirse desnudo y algo excitado, aceptó con un poco de vergüenza. Lo hizo. Casi inmediatamente sintió a Changmin acomodarse encima del sillón, justo detrás de él. Primero esas manos tibias en su cadera que se fueron moviendo despacio por su cintura y sus costados, entrando al área de su pecho, rozando con aleves huellas que iban despertando los botones que sólo rodearon y como una cascada de sal sobre su abdomen, delinearon sus músculos detalladamente hasta desembocar en los huesos de su cadera, pasando debajo de su pantalón para lograrlo; ascendieron nuevamente con más fuerza, atrayéndolo al cuerpo de Changmin, quien se dejó ir hacia atrás para recargarse en el brazo del sillón, llevándolo consigo. Sin pensarlo, se acomodó en ese torso confortable. Las huellas siguieron subiendo, aplicando más presión hasta alcanzar las bayas que yacían expuestas. Las atrapó con sus dedos, provocando que su cuerpo se agitara, incluso un jadeo se estancó en su garganta debido a la gratificante sensación. Después, acunó su cabeza en la unión de su cuello y la rebosó con deleitosos besos. Palpó todo su pecho, deteniéndose para volver luego a tentar los frutos maduros, a pellizcarlos con delicadeza, obteniendo roncos jadeos cargados de placer. Dejó uno y recorrió el terso manto hasta llegar de nuevo a su cadera, a bajar con tortuosa lentitud hacia su vientre, calcando insinuadoramente la línea de su pelvis.
La sangre palpitaba con fuerza, mezclada con azogue. Se meció contra el otro, consciente de que alcanzaba su sensibilidad.
Al salir, esa mano rozó entre sus piernas, encendiendo la mecha de su concupiscencia. Deseó ver a Changmin entregado, como él ahora, pero su deseo tendría que esperar… Quizá.
Las caricias cesaron y sintió cómo el otro lo impulsaban para que volviera a sentarse.
Seguro, Changmin tomó las cartas y las revolvió evitando su mirada.
Dos para cada quien.
Abrieron: tres de tréboles para Yunho, dos de picas para Changmin.
Destaparon de nuevo: cinco de picas para el primero y cuatro de corazones para el segundo.
Habían empezado muy bajo, obviamente no podía plantarse ninguno, así que asintió cuando Max le hizo una señal para ver si quería una carta.
Seis de diamantes para Yunho y siete de tréboles para su contrincante.
Aún quedaba bajo. Pidió otra más: un cuatro de picas.
Changmin hizo el amago de tomar un naipe. Se miraron. Su propio deseo se reflejaba en esos ojos almendrados. Comprendieron que el siguiente paso era decisivo de alguna manera. Tranquilamente, el otro tomó su carta y la reveló. Yunho no pudo reprimir una sonrisa al ver ése único trébol impreso en medio. Changmin se mordió el labio, lo cual le pareció sumamente atractivo.
-Ponte cómodo- le dijo sin poder evitar el efluvio de sensualidad que empañó su voz.
Changmin lo miró algo confundido, entonces, Yunho lo empujó por los hombros y lo hizo apoyarse en el brazo del sillón con cuidado. El otro se dejó hacer, estiró sus piernas y las abrió un poco, dejándole espacio para acomodarse en medio. Yunho quedó ligeramente suspendido encima. Enfrentó esa mirada contradictoria, distinta a otros momentos en los que habían estado a punto de…
Inclinó la cabeza.
-Quiero probarte- murmuró, apenas rozando sus labios.
Bajó lentamente por su cuerpo; se detuvo cerca de su pelvis y tomó una posición más estable. Con una lentitud que rayaba en lo desesperante, subió la playera, revelando la mitad de su abdomen esculpido y besó su vientre. Lo sintió estremecerse, seguro que ya se figuraba lo que pretendía. Iluminó gustoso el suave dibujo, disfrutando plenamente la cata de su piel, la erótica tensión que enviciaba todo a su alrededor. Descendió tomándose su tiempo para captar el sabor de ese cuerpo, para percibir sus reacciones. Habiendo alcanzado la línea de juncos ensombrecidos, la bordeó, y conforme iba descubriendo al otro, iba explorando el terreno con sus labios. Se detuvo un poco más en el cuenco de su ingle. Un furtivo jadeo llenó sus oídos. Continuó bajando hasta sus muslos y atarazó uno delicadamente, al tiempo que acariciaba el otro con las yemas de los dedos. Paró un momento para posicionarse. Sus ojos se encontraron. Sí, esa era la mirada que deseaba, suavizándose, revelando la misma sensualidad que expresaba su cuerpo entero.
Yunho se inclinó entre sus piernas; sus dedos tomaron los bordes de la ropa interior y la deslizaron poco a poco, revelando el esplendor de su lujuria. Se lamió los labios descaradamente, tan cerca que alcanzó a rozarlo. El otro tembló notablemente.
Lo torturaría un poco más… Marcó la parte baja de su abdomen con aterciopelados toques y siguió por el borde lateral de su pelvis, se apartó e hizo lo mismo del otro lado, placido por los bajos jadeos que le llegaban ornamentados de gozo. Acarició con la lengua los frutos que quedaron a su alcance, el toque fue casi un amago pero fue recompensado con un violento gemido. Sediento de más, los libó con afán, sintiendo su redondez plasmarse contra su boca; con una leve succión obtuvo una deliciosa sucesión de notas eróticas que se debatían entre el control y la entrega total, esperadas plegarias que hicieron fluir plomo por sus venas, llenando su cuerpo de una voluptuosidad que le manaba por los poros.
Sintiendo cómo el otro iba perdiéndose, ansioso, lo probó finalmente. Un exquisito jadeo rumbó en la sala. Changmin se llevó la mano a la boca y la mordió con fuerza. Yunho no se detuvo, recorrió toda su extensión con llamas líquidas hasta la cima; el rumor lejano de otro gemido atrapado se esparció por todo él. Siguió besando con ansias mientras lo acariciaba, primero lento y suave, aumentando la intensidad del contacto paulatinamente. El otro enredó sus dedos en su cabello: el mensaje era claro. Yunho complaciente lo envolvió por completo. Changmin gimió, tratando de no hacer mucho ruido. Yunho saboreó la agradable sensación contra su lengua, los espasmos de ese cuerpo con riendas rotas. Calculadoramente detuvo el vaivén. La respuesta fue la esperada: la cadera del otro buscó el contacto mostrándole el ritmo que anhelaba. Después de hacerlo esperar un poco lo satisfizo imitando la cadencia, intercalando gotas de lumbre, filosos roces y libaciones profundas. Respuestas dulces, desesperadas se adherían a sus oídos, lo hacían sufrir a él también, aumentando el calor en su propia trana. Sin poder resistirlo más, buscó su mirada. Lo que vio se le clavó bajo el vientre como una marea desbocada; esos ojos canela impregnados de crudo placer, más intensos aún que aquellos que había encontrado alguna vez velados con vapor. Con la excitación creciendo a expensas de esos labios, carmines en flor, siguió degustando al otro, tocándolo insistentemente. Ambos cuerpos reverberando en un espacio propio, único, con el deseo entremezclándose, hinchiéndose, atrapándolos en una vaporosa cárcel de de tintes de belladona, hasta que el otro se rindió con un gemido puro. Yunho lo siguió acariciando hasta que su cuerpo dejó de temblar, después, subió por él hasta quedar de frente.
-¿Te gustó?- preguntó con voz ronca contra su belfo.
Changmin no contestó, sólo cerró los ojos con fatiga y más que evidente satisfacción. Luego, para su sorpresa, se alzó hacia él.
-¿No quieres seguir jugando?- le preguntó con voz suave.- Tú todavía no has terminado.
Yunho sonrió. Se dejó hacer por Changmin, quien lo presionaba para que se tendiera.
Se sobresaltó de momento.
-¿Oíste eso?- dijo, pero su pregunta fue ahogada por los labios del otro sobre los suyos. Despreocupado se dejó llevar hacia el abismo, con la tenue luz de la lámpara para mostrarle a aquél que lo estaba acabando.
hagdsjasdghjh me encanta, cada vez mejor! ♥ ♥
ResponderEliminarTHE MOST AWESOME FANFICTION HOMIN THAT I EVER READ. ;__________; PLZ, CONTINUE.
ResponderEliminarhomin juegen todaaaaaaaaaaaaaaaaaa la vidaaaaaaaaaaaaaa si continuala
ResponderEliminar