Intercambio de esposos... no... ídolos cap 8

Nunca me había gustado la playa: el sol y el calor tenían un efecto asqueroso en mí, me ponían de mal humor y me hacían sentir mal. Ese día fue distinto, armaba con Yunho un castillo de arena, pero me era imposible desprenderme de mi ropa, estaba asándome. Pensar en que él pudiera verme en traje de baño me hacía colapsar, a pesar de que se sentía cómodo en shorts, mientras yo veía su suave pecho con olas de fondo.

-¿Calor?- sonreía. Idiota, ¿querrá de verdad que me quite la ropa?
-No, estoy bien- sonreí también.

Tomé lo que quedaba de agua entre las manos y lo mojé con ella. Él no reaccionó al instante, se quedó quieto y luego se levantó, sacudiéndose la arena pegada a su bonito cuerpo. Me encantaba mirarlo, cada minuto, cada segundo. Caminó hasta la orilla de la playa, buscó más agua y se sentó de nuevo a mi lado. Creí que me mojaría, pues era lo lógico, mas sólo me miró con cara de niño travieso y siguió trabajando. No sabía lo encantador que se veía así.

Terminamos el castillo y toda mi familia se sorprendió de que supiera hacer algo más que una bolita de arena deforme, ¡Si se enteraran de que tuve ayuda!, me reí mucho mientras admiraban la construcción con la boca abierta. Los dejé ahí y me llevé a Yunho a un lugar más solitario, había ido a esa playa años antes y aún recordaba un rincón tranquilo donde se podía platicar.

Era una especie de cueva, pequeña, hecha por el roce constante de la vida marina. Nos sentamos en un espacio donde el agua tocaba los pies, y el frío me hizo resoplar; Yunho me miró con gracia y me abrazó. El mundo dejó de llamarse mundo, el tiempo se detuvo y el mar cesó sus sonidos, como si alguien hubiese activado el botón de pausa en el control remoto de mi vida.

Por un momento deseé ser todo lo que él quería que yo fuera, me quedé sin hacer nada y cerré los ojos con más fuerza de la necesaria. Me estaba resistiendo desde hacía mucho tiempo a lanzarme en sus brazos y ahora ya no hacía falta, no sé que sentía por él, pero ya habría tiempo de aclararlo. Por ahora lo único que sabía era que me encantaba estar con él, que me hiciera reír y que viera a una amiga más en mí.

-¿No te gusta?- me miraba con ternura. Oh, vamos, Yunho. Sabes que me gusta.
-Me siento bien, ¿sabes? Necesitaba un abrazo de alguien- sonreí con timidez. Dije “de alguien” cuando en realidad deseaba decir “tuyo”.

Me abrazó más fuerte mientras reía y mi corazón latió como nunca antes. Yunho no se daba cuenta, por suerte, pero dentro de mí había un montón de cosas que no pude describir. Dejé de pensar en eso y cambié el tema mientras me separaba de él. Hablamos durante largo hasta que llegó el atardecer y tuvimos que irnos. Nos levantamos y fuimos a reunirnos con mi familia de nuevo.

-¿Dónde estabas?- mamá me miraba suspicazmente-. Conociste a alguien, ¿verdad?
-Eh, sí, algo así- reí tímidamente, creo. Miré a Yunho para que camináramos y llegáramos al hotel pronto.
-¿Tienes hambre, cielo?- papá preguntón, pensé. Papá era genial pero algo irritante e inoportuno (no lo sabía, claro).
-Bastante- recordé que debía pedir dobles porciones.

Llegamos a un bonito restaurante y comimos, aún teníamos la vista de la playa. Me aparté de la mesa y tomé lo que quedaba de comida, Yunho esperaba en el pequeño jardín del local. Luego de terminar me sonrió y dio las gracias, caminamos al lugar donde nos quedábamos y en verdad quise saber cómo nos organizaríamos para dormir.

-¿Te divertiste?- le pregunté, mirándolo por fuerzas que no podía dominar.
-Como nunca antes- sonrió con dulzura.
-Entonces, ¿no piensas en Volterra?
-¿En qué?- reía con fuerza, y yo me reí también, contagiada.

Llegó lo que yo esperaba, estar en sus brazos otra vez.

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