Ya habíamos llegado a la habitación, desde la que se veían los jardines del hotel, me sentí complacida. El lugar tenía dos cuartos, en uno dormirían mis padres con mi hermano y en el otro yo, agradecí la “soledad”. Jaejoong miró la cama que había en la estancia, era más grande que una individual, sin llegar al tamaño de la otra. Me senté en el borde mientras buscaba mi pijama, uno de ovejitas y fondo azul.
Jaejoong también buscaba su pijama junto a mí, porque antes de salir de casa compartíamos equipaje. Me sonrojaba por el hecho de que tocara mi ropa mientras buscaba la suya y me rozara en el proceso, sin poder evitarlo me daban muchas ganas de reír. Él se reía también, con mucha ternura, hasta que se cansó del juego y me tomó de las manos con firmeza.
-¿Cómo dormiremos?- extendió la palma de mi mano derecha y comenzó a acariciarla con un solo dedo. Si no sabía que los nervios de esa zona podían reaccionar, me enteré en ese momento.
Me puse de pie mientras aún estaba unida a él, y el piso bajo mis pies se volvió blando, lancé la maleta al otro lado de la cama con el brazo disponible y luego me paré en frente de Jaejoong. Aún sentado soltó mi mano mirándome fijamente, sólo para sujetar mi cintura de nuevo, esta vez con más precisión. Intenté mirarlo también, pero no pude, comencé a respirar pastosamente y con muchas pausas.
No veía nada que no le perteneciera, me atrajo hacia sí reduciendo más violentamente mi respiración, sentí que me iba a desmayar en cualquier momento; no importaba. Reuní fuerza y lo abracé, ya no podía pensar con claridad y no era consciente de nada más, su olor jamás se había sentido tan cerca. Creo que dije su nombre en susurros y el dijo el mío por primera vez junto a mi oído, haciéndome sentir más desorientada.
Por favor, detente…
-¡Hija! Santo cielo, ¿estás bien?- mi mamá corría hacia mí y me sujetaba por un brazo, sentándome en la cama.
De repente volví a donde estaba, la habitación, y mi mamá me miraba con una expresión muy preocupada. Me dijo que me había puesto pálida y me preguntó una y otra vez si me sentía bien. Mi papá y mi hermano llegaron detrás de ella, corriendo desde el pequeño saloncito con TV. Después de regresarme a mi estado natural se fueron, haciéndome prometer que si seguía el malestar los llamaría.
Jaejoong estaba horrorizado, me miraba con culpa desde el otro lado de la habitación. Mientras mi familia me atendía se alejó un poco, caminando de lado a lado, con nerviosismo. Cuando noté dónde estaba lo llamé y se acercó lentamente, con cautela, quizá temiendo que volviera a suceder lo mismo (qué patética me sentí). Se arrodilló frente a mí y lo abracé, lanzándome al piso también. El abrazo duró muchísimo tiempo, o eso creo, y mi respiración terminó de normalizarse, mientras él recorría mi espalda con sus manos y suaves movimientos.
Sin saber porqué, me eché a llorar, estaba confundida. No entendía la razón de que todo eso pasara, sabía que no era su culpa y mucho menos mía, él seguía abrazándome. Me apoyó contra el borde de la cama y secó mis lágrimas, bajando su mano suavemente por mi cuello. Pude sentir la humedad que se arrastraba desde mis mejillas y se volvía caliente por el roce de la piel de sus dedos. Cerré los ojos e intenté relajarme, por suerte funcionó, se acercó un poco más y llevó su cara hasta mi hombro.
Pude sentir su aliento entrecortado y pensé que quizá también se sentía nervioso, acaricié su cabello en la zona de la nuca, haciendo que se estremeciera. Extendí mi otro brazo hasta su cuello y me quedé junto a él un momento que me pareció eterno y cuyo fin llegó de forma sorpresiva.
-Ahora podemos dormir, ¿verdad? Puedo quedarme en el suelo si lo deseas, así no te incomodo- la idea me pareció tontísima, pero le sonreí y lo tomé del brazo para levantarnos.
-Es hora de dormir, pero no dejaré que lo hagas en donde planeas- apagué la luz y caminé hasta la cama de nuevo.
-¿No te cambiarás de ropa?- le contesté que no y rió en la oscuridad-. Yo tampoco.
Me acosté en el lado derecho de la cama, él ya sabía en qué lado debía ir. No se resistió ni un minuto, y sentí su peso al recostarse a mi lado. Antes de caer en el sueño más profundo del mundo, sentí por última vez en aquella noche una caricia que descendió de mi mejilla a mi clavícula, eso me bastó para dormir feliz.
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me encanta, no puedo decir más... que inoportuna familia, yo habría puesto el seguro
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