En nuestra sala reinaban las penumbras pero se sentía habitado el lugar; escuchaba voces distantes en algún rincón. Cuánto pesaba Yunho, cuánto pesaba mi culpa, cuánto pesaba presenciar su dolor y su patético comportamiento. A duras penas llegué a nuestro viejo sofá para tratar de acostarlo ahí. Pesaba bastante y con mucho esfuerzo pero poca acción logré acomodarle. Al no poder aguantar el cansancio me dejé caer sentado en el suelo mientras lo contemplaba.
Yacía acostado boca abajo entre dormido y despierto y su borrachera pasándole factura; balbuceaba en una voz casi inaudible unos esfuerzos de frases. Uno de sus brazos pendía del filo del mueble como escurrido y casi sin vida. Allí sentado me sentí maravillado en poder contemplar a Yunho en sus más bajos momentos pero a la vez con tanta solemnidad; me maravillaba el hecho de poder encontrarlo tan hermoso aun en tales condiciones: con su brazo tendido y en media inconciencia gracias a su ebriedad pero bizarramente… adorable.
Aquella posición me recordó tanto a cuando solíamos dormir juntos; él siempre boca abajo con medio rostro enterrado en su almohada entonando su suave respiración, rendido al sueño y con aquella misma cualidad solemne suya que me maravillaba. A veces resultaba casi angelical, tan angelical como cuando lloraba en mi regazo tratando de decirme no se qué… aun si entender sus lagrimas, aquel padecimiento de Yunho que parecía tan real… tan real que me confundía.
Extendí mi mano hasta dar con sus cálidos dedos. Con tan sólo rozarlos, sentí una angustia comparable con la que sentía cuando comenzaba a enamorarme de él. Una angustia creada por el miedo de no poseer mi voluntad nuevamente, miedo de volver a caer en sus encantos, en sus estafas, en sus confusiones… a caer rendido en él.
- Déjame ir… - Musité con ganas de llorar y aun acariciando sus dedos.
“¿Es justo que él sufra así?” Pensé “Ya estoy loco”
- Apareciste… - Dijo la voz de Yoochun provocándome un sobresalto de terror. En el acto hice el intento de secar unas lágrimas inexistentes, porque por un momento pensé que lloraba.
Me levanté con cierta lentitud e igualmente me volví hacia él. Casi no se le veía el rostro debido a la oscuridad de la sala. No tenía tanto miedo ya, pero sí tenía una sensación de grima recorriéndome toda la piel. Le eché un último vistazo a Yunho en su lecho y volví a mirar a Yoochun casi para demostrarle que estaba listo para lo que sea que vendría.
- Trataré de decirlo rápido y sin rodeos.
- Dilo… - Dije con expectación.
- Llamaste para… - Agregó dando otro paso más hacia delante – sólo para hacerme daño… Hacerme daño a mi, Jaejoong. Tú… Basura.
Tragué grueso y se me contrajo el estómago. Esas eran las palabras de mi mejor amigo. Yoochun dio un paso más hacia delante y las sombras se abrían paso para descubrir su rostro ilegible que causaba más pánico que cualquier otra cosa.
- Eres un asco de ser humano, Jaejoong.
Miré hacia abajo y me mordí los labios, luego cerré los ojos lentamente, resoplé y volví la vista hacia él nuevamente, sólo para notar que estaba casi frente a mí.
- No es mucho peor que tú – Comentó señalando a Yunho con el rostro – A veces hasta siento pena por él… por haberse topado contigo.
- Se que… - Dije con un sutil gesto para aliviar el nudo en mi garganta – Se que..
- ¡Tú no sabes nada! – Me interrumpió – Crees saberlo todo en esa mente retorcida tuya, crees que juzgando a los demás conseguirás responder todas las dudas de tu vida. Con todo ese odio con el que vives todo el tiempo siempre estás maquinando cómo herir y vengarte de otros.
- Se que estás dolido – Contesté lentamente, sus palabras me dolían tanto porque eran ciertas - Se que… se que me odias ahora.
- No hay nada que puedas decir para cambiar lo que hiciste. Nada.
Volví a mirar a Yunho nuevamente y luego aparté la mirada con asco. Desde donde estaba, él parecía la victima y yo el victimario.
- Debes aprender de la peor manera que tus acciones tienen consecuencias.
- Lo he aprendido hace mucho tiempo... – Le dije poniéndole una mano en el hombro, a lo que Yoochun no miró con buenos ojos – Estoy dispuesto a pagar cualquier precio para que me perdones.
- No vine a perdonarte – Contestó removiendo mi mano de su hombro.
- Tú me vas a perdonar, Yoochun, porque... tú no eres como yo.
En ese momento, la expresión de él comenzó a cambiar. Al fin abandonaba esa despiadada mirada poco natural que me provocaba miedo. Me percaté de la presencia de Junsu husmeando desde su habitación atentamente. Miré hacia arriba y mis ojos comenzaron a ahogarse en lágrimas agrias pero me oponía a derramarlas.
- Pronto entenderás esto que siento – Agregué mirando a sus ojos – Se que no tengo justificación alguna.
Yoochun miró hacia abajo y se quedó en silencio por un instante.
- Les tengo mucha envidia, Yoochun – Continué mientras se me quebraba la voz y observaba a Yoochun apretar los ojos – Me da envidia su amor. Me da rabia que no esté todo manchado de traición entre uds. Me da rabia aceptar que entre uds. sólo hay un amor puro y sin resentimientos.
De nuevo ese silencio ensordecedor y enloquecedor…
- Les tengo una envidia horrible – Comenté ahora mirando a Junsu a lo lejos y sin poder contener las lágrimas.
Yoochun me empujó, me empujó sin mirarme.
- Se que me perdonarás algún día.
Me empujó de nuevo casi sin fuerzas y volteando el rostro; creo que él también quería llorar. Le habían conmovido mis palabras y le molestaba mucho aceptarlo.
Me di media vuelta y caminé hasta dónde estaba Yunho, ahora sí, dormido. Me arrodillé para acomodar su brazo hasta llevarlo nuevamente arriba y me puse de pie, mirando hacia la terraza del apartamento… aquella terraza nuestra.
- No te vayas, hyung – Dijo Junsu con un tono de angustia desde el marco de su habitación. No tenía idea alguna de cómo sabía que estaba a punto de marcharme nuevamente, pero el hecho era que lo sabía.
Volteé el rostro pero sin mirarlo y le dediqué una sonrisa. Caminé hasta la puerta disponiendo a marcharme y enrosqué la perilla lentamente.
- Tus acciones tienen consecuencias – Dijo Yoochun.
- Lo sé… amigo.
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