Intercambio de esposos... no... ídolos cap 10

Llevábamos un buen rato esquivando el tema de la ida a dormir. Sabía que Yunho ya había dormido “conmigo”, pero nunca en la misma cama. Aquí no había sofá que me salvara, si es que necesitaba salvación alguna. Lo bueno era que mis padres, al querer privacidad (pensé en otra luna de miel y decidí obviar mis pensamientos), me habían pedido un cuarto aparte al de ellos.

La cama era matrimonial, como todas en el hotel, y perfectamente cabíamos dos. Me cambié de ropa, esperé a que él también lo hiciera y me senté en mi lado de la cama a ver la tele, aparentemente. Él, sin pena ni gloria, bailaba una coreografía que no lograba recordar, con la excusa de que aún tenía energía y quería gastarla. Lo miraba al mismo tiempo que al estúpido programa del que fingía interés.

-En verdad me gustaría que me dijeras si te molesta dormir conmigo- dijo, dejando de bailar.
-¿Eso quieres? Pues sí, me molesta dormir contigo- reí mientras me miraba-. Eres un tonto, ¿cómo me va a molestar?

Su expresión de seriedad se hizo más intensa y caminó hasta mi campo de visión frontal, tapando por completo la pantalla. Llevó sus labios a mi mejilla y me besó, haciendo que la mente me quedara en blanco. Dejó que el beso descendiera al cuello y se instalara allí, como si fuera su propia casa. Mientras veía fijamente al frente, Yunho se acostó a mi lado y me sostuvo entre sus brazos, como a una niña pequeña.

Sentí una especie de corrientes eléctricas que me recorrían, pero no podía dejar que él se diera cuenta. Como pude, le dije que parara y me levanté de la cama, casi corriendo hacia la ventana. La abrí y respiré el aire salado de la playa, no muy lejana, traté de calmarme. Sentí que Yunho se levantaba y se paraba detrás de mí.

-Lo siento, no quería que te sintieras mal. Hoy mi cerebro no quiere obedecer las órdenes que le doy- sentía la pena en su voz.

Me di vuelta y lo miré, dándole a entender que nada había pasado. Pero si era válido que su cerebro no le respondiera, lo era también si el mío actuaba de la misma forma. Avancé un par de pasos hasta donde él estaba y lo miré a los ojos, antes de lanzarme a sus brazos como hacía un par de minutos. Creí que me empujaría (sí, pienso incoherencias) pero no fue así, me sujetó como me gustaba, fuerte.

Estar con Yunho me volvía irracional, más de las proporciones normales, y eso me encantaba. Lo solté y volví a la cama, aún sin sueño. El se recostó también, tan lejos de mí como creyó prudente y se concentró en la tele, que ahora transmitía un programa de opinión que aburriría a cualquiera. Luego de varios minutos Yunho me miró y estuvimos hablando por largo rato, de cosas con sentido y de cosas que carecían de él. Jugó con mi cabello, a pesar de que no me gustaba que hicieran eso, mientras yo jugaba con la camisa de su pijama.

-Tengo algo que interpreto como ganas de besarte- pensé que mi atrevimiento me costaría caro.
-¿Me besarás?- aguardó un momento y se acercó más a mí-, ¿o quieres que yo lo haga?

Tuve ganas de gritar que sí, de que mi grito se escuchara en los confines del mundo, pero no lo hice. De nuevo me preguntaba qué me estaba sucediendo, quizá ya Yunho había comenzado a gustarme.

Se acercó más y más, enloqueciendo mi corazón con cada centímetro. Posó su mano sobre la base de mi cuello y besó una zona muy cercana a mis labios. En ese momento supe cómo sería morir de desesperación, pues mi corazón me indicaba que debía besarlo en ese mismo instante y mi mente me obligaba a permanecer quieta. Continuó con lo que había estado haciendo, sin tocar eso que tanto lo llamaba, hasta que decidió detenerse.

El tiempo entre el momento en que se detuvo y el momento en que habló pareció durar mil años, pero mis latidos volvieron a calmarse y dejé de hiperventilar.

-Te prometo- cerró mis ojos- que cuando esto pueda pasar como tú y yo queremos, lo amarás y no lamentarás haber esperado. Hoy no te besaré y tú tampoco me besarás a mí- algo de lo que decía sonaba contradictorio. Quizá quiera que no le haga caso, que lo desobedezca.

¿Se preguntan si lo hice? Pues lo hice, lo desobedecí y lo besé. Fue un beso corto y limpio, me sonrojé en la oscuridad, y el calor de sus mejillas me confirmó que el también se había sonrojado.

-Lo siento, señor- me burlé.
Yunho sonrió y apagó la tele con un rápido movimiento de sus dedos, recorrió la línea de mi cabello una vez más y me deseó buenas noches. Lo que él no tenía en cuenta es que esa noche sería la mejor de toda mi vida, la mejor entre muchas otras que pudiera vivir.

Sigueinte