Abrió la puerta y la jovencita se lanzó encima de él. Junsu se tambaleó hacia atrás y a duras penas mantuvo el equilibrio.
-¡Junsu~~~~!
Justo cuando pensaba que sus pulmones estallarían por la fuerza con la que le abrazaba la chica ésta se soltó y lo miró sonriendo de oreja a oreja. En algunas cosas se parecía con su hermano.
-¿Donde está?-le preguntó mirando sobre su hombro, hacia el departamento. Junsu le indicó que lo siguiera y que guardara silencio.
El día anterior Jaejoong le había llamado diciéndole que sus hermanas morían por cuidar de Sungwoong y que lo buscarían al día siguiente. Junsu no estaba disgustado con eso, entendía perfectamente a las tías y aunque se había encariñado bastante con el pequeño, no podía negarles nada.
-Noona, esperame aquí.
Al entrar a su habitación miró a Sungwoong una última vez antes de entregarlo a su tía. Extrañaría al pequeño.
X
Miró la lista de pacientes para el día. No habían muchos en comparación a otros días, tampoco figuraba el nombre de Park Yoochun. Intentó pensar en otra cosa, o simplemente concentrarse en su trabajo pero no podía. Después del último paciente sacó su celular y marcó el número de Yoochun. No quería parecer demasiado dependiente, pero con tanto trabajo y el bebé él y Yoochun casi no pasaban tiempo juntos, solos... No, no podía pensar en esas cosas. Sacudió la cabeza de lado a lado y espero que Yoochun atendiera.
-Amor?
-Yoochunah...-se mordió el labio, no sabía que decirle-¿Estás bien?
-Perfecto, Su. ¿Por qué preguntas? ¿Estás bien?.
Notaba la preocupación en la voz de Yoochun, ¿en qué estaba pensando? Por un momento pensó en dejar el tema ahí, decirle que no importaba y cortar, pero no podía.
-Sí... Es que... quiero verte-susurró.
-Espera, Su...
Voces de fondo, Yoochun diciendo a sus alumnos que se callaran, risas. Junsu sabía que llamarlo en horas de clase estaba mal, pero lo seguía haciendo.
-Ya. ¿Que dijiste, vida?
-Quieroverte...
-No entendí...
-Ash, Park Yoochun, quiero verte. QUIERO VERTE.
-¿Ahora, ahora mismo?
-Sí, ¿Es posible?
Y la línea se cortó.
Miró su celular como si el aparato fuera capaz de responder todas sus preguntas y lo volvió a guardar. Seguro Yoochun estaría ahí en cuestión de segundo, solo restaba esperar, con paciencia, sin preocuparse... Arregló sus papeles, el escritorio y también la camilla donde atendía a sus pacientes. Pasaron cinco minutos, Yoochun no aparecía, bueno, tampoco podía llegar en cinco minutos. Salió de su consultorio y le preguntó a la secretaria si Yoochun había llamado o algo, no, nada. Volvió al consultorio, se sentó en su silla, miró por la ventana, lo único que podía ver eran edificios porque estaba en el décimo piso, suspiró.
Se repitió mentalmente que Yoochun no tardaría en llegar, máximo otros diez minutos, pero si había tráfico...
-¡Aish! Me preocupo demasiado...
De repente la puerta se abrió y Yoochun entró sonriendo, con sus libros de la universidad y un ramo de rosas. Junsu sintió mariposas en el estómago y se paró al instante, la distancia entre ellos era tan corta pero se sentía con ganas de correr hacia el mayor y llenarlo de besos. Después de tantos días privado de su Chun se sentía como loco, el hecho de solo ver esas sonrisita en sus labios lo enloquecía por completo.
-Chunnie...
Yoochun le acercó el ramo y lo besó sobre las flores, olía la colonia de Yoochun y la dulce fragancia de las flores, se mareó de amor.
-¿Para qué querías verme?
Junsu tomó las rosas e inhaló profundamente-Te extrañé. Estos días...
-Yo sé.
Y antes de que pudiera agregar algo más Yoochun lo estaba besando. El ramo cayó al piso, sintió bajo sus pies el crujir del papel cuando Yoochun lo llevó hacia atrás, y chocó contra su escritorio; sus labios quedaron a merced de Yoochun y su excesiva pasión, sus manos atrapadas a sus costados por las manos hábiles del mayor y sólo podía responder a todos los avances. Gimió bajito cuando las manos de Yoochun vagaron por su pecho y estiraron la tela de su uniforme de forma desesperada.
-Ey, ey, cuidado.
-Cállate, Su.
Volvieron a besarse y Yoochun ya no estaba tan cariñoso como el principio, Junsu notó ese cambio tan brusco en el comportamiento de su novio y lo apartó con suavemente, dándole a entender que no lo estaba rechazando sino que quería decirle algo. Pero Yoochun lo miró unos segundos cómo preguntándole qué pasaba antes de volver a reiniciar el beso.
-Espera, Chun…
De la mano lo llevó hasta la camilla y le indicó que se acostara, Yoochun se limitó a sentarse y a mirarle raro-¿Qué pretende Doc?
Estaba seguro que sus mejillas podían compararse a la luz que emitía una calefacción y miró sus zapatos mientras buscaba alguna excusa que contarle a Yoochun. Metió las manos en sus bolsillos y sacó un termómetro.
-Creo que tienes fiebre.
No era la primera vez que jugaba al doctor con Yoochun, pero esto ya era el colmo, por primera vez estaba tomando su papel en serio y no se negaba a actuar como un tonto, como a Yoochun le gustaba. Le metió el termómetro en la boca antes de que dijera alguna de sus ocurrencias y posó una de sus manos en el pecho de Yoochun.
-Acuéstate.
Yoochun hizo lo que le decía tan dócilmente que no parecía verdad. Desabotonó los botones de la camisa de Yoochun y expuso ese cuello y clavícula que lo volvía loco, tragó duro y desvió la mirada cuando Yoochun lo miró y le tomó la mano.
-¿Qué tienes, Su?-le preguntó entre divertido y serio, aguantando la risa y su sorpresa.
-Hace más de una semana que…
-Entiendo-sonrió, y eso era capaz de causarle un desmayo porque la sonrisa era sólo para él. Yoochun le besó el dorso de la mano, y el gesto le llenó tanto que ya no necesitaba hacer el amor con él.
-¿Su?
-¿Qué?
-¿Vas a besarme o te vas a quedar así toda la mañana?
Cloqueó un poquito antes de inclinarse a besarlo y atrapó las manos de Yoochun justo cuando iban a colarse por su uniforme, negó con la cabeza y siguió repartiendo besos aquí y allá. El delicioso cuello de Yoochun quedó descubierto y a su merced, relamiéndose los labios se inclinó hacia él y comenzó a succionar y mordisquear todo lo que podía, hasta poner nervioso al mayor y que comenzara a desesperarse.
-Relájate-apoyó ambas manos en el pecho de Yoochun y se sacó los zapatos antes de montarse encima de él en la camilla. Echó la cabeza atrás al sentir el miembro de Yoochun tan erecto debajo de él y movió sus caderas lentamente.
-Vamos a rompernos algo-suspiró Yoochun y Junsu le puso un dedo sobre los labios.
-Esta camilla es bastante resistente-le guiñó un ojo y volvió a frotarse contra Yoochun que siseaba debajo de él. Sabía que no le había echado el cerrojo a la puerta y que cualquiera podía entrar en cualquier momento pero eso lo hacía más emocionante. La tela de la camisa de Yoochun era demasiado áspera en sus manos, quería palpar todo ese pecho si era posible y también besar cada centímetro de piel. Le desabotonó lo que quedaba y recorrió con sus labios el torso de Yoochun hasta llegar a un pezón.
-Mierda, Su…
Yoochun intentó moverse pero le resultaba imposible. Junsu estaba sentado en su regazo y no era para nada liviano, además se sentía mareado por las repentinas caricias de Junsu y esos movimientos de cadera que lo habían tentado y llevado casi al límite. Intentó levantar a Junsu pero éste se rehusaba y tampoco hacía nada para calmar su excitación. Después de días sin tocar al doctor finalmente estaba recibiendo su recompensa pero no sin un poco de tortura.
Junsu se acostó totalmente sobre él y Yoochun dudaba de que la camilla pudiera con el peso de los dos, estaba por recomendarle seguir con el juego en su departamento cuando Junsu metió su mano en su pantalón y comenzó a acariciarlo lánguidamente. No pudo hacer nada más que gemir y apretó el trasero de su novio generando otro jadeo y más caricias.
-N…No me toques Yoochun que me desconcentras.
Su rostro se encontraba a escasos centímetros de Yoochun y esa mirada llena de lujuria lo asustaba. Pero no iba a acobardarse, él había iniciado eso y así lo terminaría. Movió rápidamente su mano como si se estuviera tocando él mismo y cambió de posición, sus piernas a los costados de Yoochun y se arrodilló.
-Junsu, espera… voy a…
X
Revolvió su café con leche y sin levantar la vista de la taza dijo-Extraño a Sungwoong horriblemente.
Le tomó de la mano encima de la mesa y con una sonrisa intentó asegurarle que dentro de poco lo vería, después de todo Jaejoong con cara larga no era Jaejoong.
-¿Quieres ir a comprar algo?
-No sé…
Siguió revolviendo su café que seguro ya no era apto para diabéticos de tantas veces que le había puesto azúcar y apartó la taza de su campo de visión con cuidado.
-Es uno de los últimos días-intentó de nuevo-Mírame.
Jaejoong lo miró sin ganas y Yunho le sonrió por lo menos para probar suerte con que devolviera la sonrisa, pero nada. Siguió con su cara larga y comenzó a jugar con la azúcar en sobre.
-Vamos, Boo… No estés así. Yo también lo extraño.
Pero Jaejoong ignoró su comentario y miró por la ventana, hacia la calle dónde miles de parisinos paseaban con sus hijos en brazos. Acomodó chaqueta nueva y pensó que dentro de poco vería a su bebé y que no tenía que arruinarle los últimos días en París a Yunho con su humor. Se levantó de un salto, radiante como el sol y jaló a Yunho de la mano hacia la puerta del café.
-Vamos a comprar algunas cosas para Sungwoong-le dijo. El viento fresco le animaba más, después de todo el tiempo había mejorado y también su actitud.
Yunho lo tomó de la mano y enlazó sus dedos antes de susurrarle algo al oído que lo hizo reír como una colegiala y entró a la primera tienda para niños que vio.
Hacer las compras en París no era fácil. Y menos si ninguno de los dos sabía una pizca de francés pero él se las arreglaba con su lenguaje de señas y muecas raras. Las personas eran amables, sociables y solidarias, y a Jaejoong no le molestaría vivir ahí, aunque eso significaría un cambio drástico en sus vidas.
Recorrieron los estantes abrazados y Jaejoong paró frente a la sección de invierno, ¡Cómo adoraba la ropa infantil! Tan inocente y tierna, llena de frases lindas y colores pastel. Yunho apoyó su barbilla en su hombro mientras buscaba un overol que fuera de la talla de Sungwoong y no pudo evitar sonreír.
-Yunhoyah, ¿este te parece bien?
-Lo que quieras, Boo.
Hizo un pucherito y volvió a dejar el overol en su lugar antes de voltearse hacia Yunho con las manos en la cintura y el ceño fruncido.
-Dime si te gusta o no.
-Sí, si me gusta-respondió rodando los ojos.
Pero eso no era suficiente para Kim Jaejoong y salió de la tienda, Yunho lo seguía, podía escuchar sus pasos y paró en medio de la avenida.
-¿Estás enojado?
-No.
-Sí, si lo estás. Odias que te responda así, pero es lo que pienso. Soy feliz viéndote tan feliz eligiendo las ropas y… Es así-intentó explicarse, pero igual era incapaz. ¿Cómo podía sentirse feliz viendo que Jaejoong derrochaba el dinero? Pero era la pura verdad-Me encanta mimarte, Boo y lo sabes.
-¡Hmp! A veces pienso que no te importa-dijo cruzándose de brazos y sintió las manos de Yunho en su cintura, rodeándolo con sus brazos.
-Me importa, y mucho-anadió, besándole la mejillas y atrayéndolo más hacia sí, si es que eso era posible.
Jaejoong bajó la mirada al suelo avergonzado, estaban en medio de la vereda, abrazados y algunos transeúntes los miraban interesados y sonriendo. Se dijo a sí mismo que dejara de sonreír como un tonto, pero no podía evitarlo, Yunho sabía lo que tenía que hacer en esos momentos y le susurraba cosas lindas al oído.
-Eres un cursi-dijo volteándose y dándole un golpe en el pecho con el puño cerrado.
A pesar de eso lo siguió abrazando como si su vida dependiera de ellos, inhalando la colonia de Yunho, tan masculina y fresca que lo volvía loco.
-De una forma u otra me quieres así.
-Vamos.
De la mano lo llevó a ningún lugar en especial, no tenían destino fijo, eran apenas las diez de la mañana y aunque a Jaejoong le pesaban sus bolsos llenos de… puro amor hacia Sungwoong, quería seguir errando por las calles de París. Entraron a una antigua librería y Yunho lo siguió caminando tan manso como un perrito faldero a sus espaldas, eligió un libro, lo hojeó y lo volvió a dejar en el estante antes de adentrarse más al fondo del local.
-¿A dónde vas?-le preguntó Yunho pegándose a su cuerpo, apresándolo contra uno de los estantes y robándole la respiración, todo al mismo tiempo.
-¿Qué estás haciendo?-pronunció cada palabra con cierta dificultad mientras sus ojos vagaban por la tienda, o lo que podía ver de ella. Pero nadie llegaba a ese lugar tan al fondo y suspiró aliviado-No querrás asustar a alguien…
-A ti sí-le susurró al oído, casi canturreando la oración.
Jaejoong rió divertido y se recostó contra el cuerpo de Yunho mientras revisaba los libros que tenía enfrente, cómo si entendiera algo, cómo si le importara lo que la gente podía llegar a pensar al verlos tan amorosos, extremadamente amorosos. Esa sección de la librería estaba medio oscura y completamente vacía, parecía un tanto fúnebre en comparación con la demás parte del local pero Jaejoong pensaba que con Yunho ahí a su lado no podía ser diferente a el hotel cinco estrellas donde se alojaban.
-Ya vámonos. Quiero hablar contigo-le dijo tomándole de la mano y agarrando todos los bolsos que había dejado a su costado.
Salieron afuera y la luz del sol lo cegó momentáneamente y pensó en lo mucho que le faltaban unos lentes de sol que combinaran con su gabardina. Divisó un parque a lo lejos y le suplicó a Yunho quedarse a descansar ahí antes de comer en algún restaurante.
-Está bien, Boo-dijo rindiéndose ante esos ojitos y ese pucherito tan característicos del mayor.
Se sentaron en una banca y guardaron silencio mientras alrededor de ellos el parque estaba lleno de vida; niños y niñas gritando por aquí y allá, bajando el tobogán, correteando por ahí.
-Yunnieah…-miró la mano de Yunho en la suya y se mordió el labio-Quiero que vuelvas a trabajar.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Bueno… Sungwoong ya cumplirá un año y no veo porqué no puedas volver a trabajar.
Yunho guardó silencio y Jaejoong temió su reacción ante todo eso. Esperaba que Yunho accediera, con toda el alma.
-Ya no quiero verte caminando por la casa como alma en pena, ya no quiero que llamen tus socios y pregunten dónde estás y porqué no estás trabajando más… Ya no…
-Shh… Tranquilo.
Veía todo borroso a causa de las lágrimas y el rostro de Yunho se reducía a una mancha rara frente a él, le tocó el brazo buscando alguna señal de afirmación a lo que solicitaba y Yunho asintió levemente.
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