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El sacrificio de los Arcontes - Cap. 2

Un amor unido en la eternidad.

Primera vida: Amor YunJae como humanos.
Las fuerzas guerreras del imperio regresaban derrotadas al valle. Los yopica, viejos y sabios maestros del arte de la estrategia, aguardaban a dichos guerreros para pedirles una explicación ante tan vergonzosa derrota, pues al parecer había sido inútil entrenar en la Academia de Guerra. El ejército era comandado por un guerrero Yunho, que a pesar de la triste batalla, conservaba su altivez y el orgullo de su estirpe.

El pueblo entero lloraba la derrota. Las mujeres, avergonzadas, ocultaban sus rostros; solo una de ellas permanecía serena, mirando con asombro al fuerte dirigente. Ella era Jejuko, que quiere decir hermosa flor (bueno según la historia), quien al notar la mirada del guerrero dirigente sintió como si fuera desfallecer, ya que él era su fiel amante. Desgraciadamente Jejuko había contraído matrimonio con otro hombre, quien él había jurado falsamente que su amado, su dulce y fiel guerrero, había caído muerto en la guerra.

Jejuko le dijo a su marido que nunca le perdonaría el engaño y que por siempre en su corazón permanecería encendida la llama de amor a su fiel guerrero Yunho. En un instante de arrebato, ella corrió lo más lejos que pudo, hasta llegar a un lago. Su esposo, fue tras ella; el guerrero Yunho, al ver esta escena, empuño con furia el arma en su mano y los siguió.

Al verse cara a cara los dos hombres no dijeron nada, porque cualquier razón sobraba allí. Se entablo una ruda batalla. El esposo se defendía a toda costa, mientras que Yunho adquirió fuerzas increíbles, provocados por tantos días de espera, por tantas luchas que había enfrentado con avidez para regresar por fin a los brazos de Jejuko.

Finalmente, casi al atardecer, Yunho hirió de muerte a su rival, quien huyó hacia su país tal vez en busca de ayuda para vengarse de su enemigo.

El vencedor regreso buscando a su amada Jejuko y la encontró tendida para siempre, muerta a mitad del valle, porque ella no pudo soportar la vergüenza de haber sido de otro hombre. Yunho la contemplo con el corazón destrozado. Se arrodillo a su lado y lloro la más amarga pena.

Corto flores y lentamente cubrió el cuerpo de Jejuko, lo corono con algunas fragantes flores llamadas flor del corazón y rindió honores a la mujer de su vida. El ave de los cuatrocientos trinos, también rindió honores a los enamorados, cantando dulcemente toda la noche, hasta que el cielo se cubrió de nubarrones y el mensajero de la muerte, hizo su aparición.

Se dice que en un fragmento de segundo la tierra se estremeció y feroces relámpagos tronaron en el cielo. Cayeron piedras de fuego sobre los lagos y la gente del valle se llenó de pavor.

Al amanecer, estaban allí donde antes era valle, dos montañas nevadas; una tenía la forma inconfundible de una mujer recostada sobre un túmulo de flores blancas; la otra mostraba la figura de un guerrero arrodillado junto a los pies nevados de la impresionante escultura de hielo de la mujer yaciente.

En cuanto al cobarde engañador, fue a morir desorientado muy cerca de su tierra. También se hizo montaña se cubrió de nieve y le pusieron por nombre Cerro de la Estrella. Desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes, a quienes nunca podrá separar. Durante muchos años, las doncellas muertas en amores desdichados o por mal amor eran sepultadas a las faldas de Jejuko.




Primera vida: Amor Yoosu como humanos.

Junko era una bellísima doncella de larga cabellera castaña, dientes pequeños y blancos, sonrisa de sana picardía y andar cadencioso que derrama a su paso los perfumes de la juventud. Estaba enamorada de un joven llamado Yoochun.

Yoochun también amaba a la hermosa Junko y habían formalizado el compromiso. Él construía una casa en su poblado y cultivaba grandes tierras obtenidas con el producto de algunos años de trabajo.

En el reino, el rey Hyukjae estaba celoso de ese amor y deseaba poseer a la bella joven. Hyukjae ordeno al padre de la joven, sacrificar a Junko en su honor, para así satisfacer su apetito insano. El pobre padre tenía que obedecer a los deseos de ese poderoso rey, pues si le contrariaba podría provocar terribles males que diezmarían a la población o iniciarían guerras con pueblos vecinos.

Antes de efectuarse el sacrificio, Junko bailo una danza desconocida hasta entonces por los habitantes de la región, quienes habían acudido a observar la ceremonia, los movimientos gráciles de Junko despertaron la admiración de los espectadores, que arrojaba flores y quemaba incienso para agradecer el sacrificio.

Terminada la danza, el sacerdote encargado de extraer el corazón a la víctima para ofrecérselo al rey Hyukjae, pronuncio un terrible sermón en el templo. Menciono que pronto vendría gente de tierra lejana a someterlos y hacerlos prisioneros. Todo escucharon, pero no con la suficiente atención.

La profecía se cumplió transcurridos cinco días. Les arrebataron sus tierras, sus mujeres y su libertad.

Junko fue sacrificada en la piedra que servía para ese fin; el rey Hyukjae estaba ahora satisfecho, la hermosa mujer había sido ofrecida en su honor.

Dos noches seguidas, Yoochun lloro en el cuerpo de su amada, cubriéndola de besos. Al tercer día, cuando la gente fue a la piedra de los sacrificios para darle sepultura a la joven, miro, no sin estupor, que junto a la piedra crecían abrazados un delicado lirio y un fuerte rosal. Que no eran más que las almas de Junko y Yoochun.




Primera vida: Amor MinSu como humanos.

Junko era la bella esposa del cacique Chuin, y la única hija de un famoso guerrero. Vivian en las regiones donde la naturaleza era bondadosa con los pobladores, por eso se sentían contentos de vivir allí.

Una tarde, Junko estaba recolectando frutos del bosque cuando se encontró con Sajoo, un anciano hechicero, quien al verla a los ojos presagio muerte y aflicción para el pueblo, pues pronostico el encuentro con un guerrero poderoso del cual Junko se enamoraría perdidamente.

La mujer corrió asustada a contarle a su marido. Cuando el cacique Chuin supo del mal presagio, ordeno inmediatamente que se arrojara del pueblo a Sajoo.

Paso el tiempo y los habitantes de la región olvidaron el accidente. Pero un día, de las montañas llego un fuerte guerrero. Chuin lo recibió con los honores correspondientes. Al iniciar la ceremonia de bienvenida, el cielo comenzó a nublarse inexplicablemente y una fuerte tormenta eléctrica se apodero de la región.

El guerrero se presentó ante Chuin como Changmin; le explico que su destino era el regreso a su hogar, pero ante tan larga travesía él y sus guerreros necesitaban descanso, por ellos pedían hospitalidad. Chuin no podía negarse, ya que además de su fuerte presencia, Changmin tenía una fuerte mirada tan enigmática y penetrante que podía penetrar hasta el hombre más aguerrido.

En la región corría un fresco rio de corriente tranquila. Un día por la mañana Junko decidió tomar un baño para refrescarse con las aguas de aquel manantial. En su trayecto salió a su paso el guerrero Changmin. Al fijar sus hermosos ojos en los de Junko, esta quedo paralizada y muda ante la presencia del guerrero. En un breve instante la mujer se arrojó a los brazos seductores de Changmin y lo lleno de besos. Pasaron las horas la noche llego y la bella Junko no regreso.

Chuin presentía que algo terrible estaba por suceder, por su cabeza rondaba la idea de que las predicciones del viejo Sajoo se hicieran realidad. Los celos se apoderaron de su alma y mando traer a los más valientes hombres para ir a la búsqueda de su mujer. Al encontrarla la creyó muerta.

Totalmente agotados por el largo camino, los guerreros y Chuin decidieron regresar al poblado. El cacique caminaba triste y abatido cuando de pronto creyó escuchar algunas voces, pero como una especie de dulce murmullo. Inmediatamente se dirigió al lugar de donde provenían aquellos susurros. Lo que vio casi lo mata de tristeza y de ira. En los brazos fuertes de Changmin yacía Junko, extasiada de amor.

La furia se apodero de Chuin. Saco de sus ropas un filoso puñal y lo clavo en el pecho del guerrero, y de inmediato le arranco ferozmente los ojos maléficos que habían seducido a su mujer.

Junko había presenciado todo sin reaccionar; cuando vio muerto al guerrero, fue como si hubiera despertado de un profundo sueño. En un instante de desesperación corrió a la cascada y se arrojó al despeñadero, donde nacía esta. El presagio se había cumplido.

Después de la muerte de su esposa, el cacique enterró los ojos de su rival en un extraño árbol que hoy da sus frutos en forma de ojos misteriosos y de color café.


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