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Sun Shower cap 2

Este había sido el día más inusual para Kim Jaejoong. Un error aquí y allá ciertamente no era nada nuevo, en realidad la perfección hubiera sido más asombroso, pero en este día nada había salido bien desde el principio. Para cuando hubo tirado accidentalmente su segunda taza de café (junto con otros accidentes que incluían tropezarse con los cordones de sus zapatos, romper su taza favorita y olvidar apuntar la cita de uno de los clientes más importantes del taller), supo que ese día estaba condenado.

- Sencillamente hoy no es tu día –, un compañero de trabajo comentó con una sonrisa compasiva.

Jaejoong pasó sus dedos en las largas hebras de cabello negro mientras arreglaba el daño causado por el café. – Lo único que me hace falta es que aparezca una exnovia en la puerta con un bebé en sus brazos –, bromeó.

Esa chica nunca apareció… no existía tal chica… pero el teléfono sonó.

- Jaejoong, es para ti. – el compañero de trabajo había cubierto el extremo final del teléfono y le guiñó un ojo. – Es una chica.

- ¿Sin bebé?

Ambos rieron.

- ¿Hola? – Jaejoong habló por el teléfono.

Por un momento, solo hubo silencio.

- ¿Hola? – repitió.

Después, escuchó la voz que menos esperaba. – Te escuchas igual.

Y ella también. Su voz le sacó el aire de golpe del cuerpo. Luchó para que sus palabras salieran. – Kim Eunsu.

- Lo recuerdas –, había un toque melancólico en su voz. – Ya sabes, han pasado cinco años.

¿Cómo podría olvidarse? Ningún dios era tan benevolente. – Cinco años es muy poco tiempo para olvidar cualquier cosa. ¿Por qué me llamaste?

Ella se mantuvo en silencio de nuevo ante el repentino toque frío y distante de su voz, como si le acabaran de dar una bofetada.

Él inmediatamente se sintió arrepentido; sabía que para ella no era sencillo hablarle, cualquiera que fuere el motivo. – ¿Estás bien?

¿Fue un sollozo lo que escuchó? ¿O se había confundido porque cuándo ella habló de nuevo, su voz estaba tan calmada como siempre? – Este domingo. Una de la tarde. El cementerio Kangwon.

Un entierro. Kim Eunsu. Eso sólo significaba una cosa.

- Él está… - Jaejoong no podía pronunciar la palabra “muerto”. Parecía ponerle un fin a tantas cosas.

- Falleció – Eunsu terminó por él. – ¿Irás? – pero su tono no indicaba pregunta. Era un hecho. Una obligación.

No tenía opción. – Ahí estaré.

- Nos vemos el domingo, Jaejoong. – había pasado tanto tiempo desde la última vez que escuchó su nombre de sus labios. Se sentía como en los viejos tiempos. Casi. Pero nunca más.

- Nos vemos el domingo. – repitió.

El tono para marcar los interrumpió.

Colocó el teléfono en su lugar, y se quedó inmóvil ahí por un momento, sus ojos desenfocados y sus emociones revueltas. Ninguna prioridad en este momento parecía más importante; todo lo malo que le había ocurrido durante el día desde la mañana no era nada comparado con esta llamada. ¿O acaso todo el mal karma que estuvo acumulando desde el comienzo del día, eventualmente explotó en esta catástrofe?

- Jaejoong, ¿te sientes bien? – preocupado, su compañero colocó una mano sobre la temblorosa de Jaejoong. – Estás más pálido de lo normal, y eso es decir mucho.

- Estoy… - su voz salió débilmente. – Necesito sentarme.

Su compañero esperó pacientemente a que Jaejoong dijera algo que explicara su comportamiento.

- Mi amigo… - ¿puedo llamarlo amigo? ¿Aún es mi amigo? No he usado esa palabra en años cada vez que pienso en él. Ni siquiera en mis pensamientos le llamaba amigo. Pero él solía serlo, y hubo una época en la que en verdad le quería como a un hermano. Pero llamarle amigo ahora, sería demasiado. – Bueno, se ha ido.

El otro chico captó la connotación en la frase “se ha ido” e inmediatamente sintió compasión. – Lamento tu pérdida. – en eso se dio cuenta de que algo estaba muy mal. Algo en el aire, algo en la curva de los hombros de Jaejoong. Acercó su mano de nuevo y tocó el hombro del otro chico, e inmediatamente retrocedió en sorpresa cuando sus ojos notaron el rostro de Jaejoong.

Jaejoong estaba sonriendo, lágrimas bajaban por sus mejillas, subiendo sobre las comisuras levantadas de sus labios para caer inútilmente al final de su barbilla.

Su compañero no quería preguntar si eran lágrimas de alegría o de tristeza; tenía miedo de la respuesta que le daría Jaejoong.

Y Jaejoong pudo percibir esa pregunta en el aire, pero no le dijo nada; tenía miedo de la respuesta que daría.

Cuatro días después, caminaba por el lobby de un motel, una maleta ligera con el mínimo equipaje colgaba de su hombro, estaba a diez kilómetros del cementerio Kangwon. Era sábado, aproximadamente venticuatro horas antes del funeral, y había llegado antes porque necesitaba algo de tiempo a solas, lejos del trabajo y de la gente que conocía, para prepararse.

Lo que no consideró, sin embargo, fue la posibilidad de que su idea no fuera enteramente original. Cuando se dio la vuelta en la recepción con la llave de su habitación en la mano, casi la tira cuando estuvo cara a cara con Shim Changmin, quien compartió su emoción pareciendo una persona que acababa de ver un fantasma.

Se quedaron ahí en lo que pareció una eternidad, ambos admitiendo la presencia del otro en silencio y temerosos de expresar verbalmente cualquier cosa que pudiera asegurar que ese momento en serio era real.

Finalmente, Changmin aclaró su garganta, algo de color regresaba a sus mejillas, -‘ Yo’.

Jaejoong asintió, aún no confiaba en su voz.

- Tal vez podríamos vernos después –, dijo Changmin vagamente, expresando claramente su interés en hacer exactamente lo opuesto a sus palabras.

Jaejoong asintió de nuevo; esta vez encontró sus palabras. – ¿Mañana?

- Digamos, ¿a las doce cuarenta? Podríamos compartir un taxi.

- Me parece bien.

El recepcionista del motel observó con muy poco disimulado interés como el primer cliente, el de cabello negro se iba rápidamente, desapareciendo al inicio de las escaleras, y el segundo se acercaba a la recepción con una expresión enfermiza en el rostro.

- Una habitación, solo para esta noche. – parecía querer decir más, pero estaba dudando. Finalmente, se decidió. – Ese tipo, el que estaba hace un minuto aquí.

- ¿Si, señor?

- ¿Podría decirme en que habitación está? – apenas pudo pronunciar las palabras.

- Lo siento señor, pero no puedo hacer eso. Políticas de privacidad, como comprenderá. – intentó sonar profesional; quizás algún día el sería el gerente del lugar.

El joven parecía nervioso. – Claro, claro. Entonces, ¿podría darme una habitación en un piso distinto al suyo?

-Por supuesto –, dijo el recepcionista confundido, pero no estaba en posición de hacer preguntas personales a los clientes. Eligió el segundo piso para este cliente (el otro estaba en el cuarto) y el cambio fue hecho. Este recepcionista no escuchó más de ambos jóvenes hasta el siguiente día cuando checaron su salida y juntos tomaron un taxi a quién sabe dónde.

Changmin jugueteaba nerviosamente con la llave de su habitación mientras se alejaba de la recepción. Debió haberse dado cuenta de que diez kilómetros aún estaba demasiado cerca del cementerio. No hubiera querido encontrarse con nadie de su pasado, no antes de que absolutamente tuviera que hacerlo.

Rápidamente subió las escaleras aunque estuviera seguro de que no se encontraría con Jaejoong; si llegara a necesitar algo, lo pediría por teléfono a la recepción.

Resultó que su habitación miraba hacia el oeste, por lo tanto la luz del sol no entraba directamente en su cuarto. Además, la ventana resultó ser más pequeña que su maleta, lo que disminuía cualquier posibilidad de entrada de luz natural.

Por lo tanto, Changmin inevitablemente se encontró tanteando en el desconocido cuarto buscando el interruptor de luz. La mayoría de los interruptores se encontraban del lado izquierdo tan pronto uno entraba, pero este no lo hallaba por ningún lado. Sintió su frustración crecer, igual que su ansiedad; nunca le habían gustado los lugares desconocidos, mucho menos oscuros. El sudor comenzó a brotar de su frente.

El motel era más viejo de lo que pensó. Este era uno de los edificios más viejos, de cuando la mayoría de las luces se encendían usando un candelabro que colgaba del techo. Diez minutos después, a Changmin finalmente se le ocurrió y encontró dicho candelabro. La luz llenó la habitación.

Debería tomar una ducha, pensó, pero en vez de eso se tiró pesadamente sobre la pequeña cama junto a la minúscula ventana y se quedó recostado ahí silenciosamente hasta que el sudor se secó, dejando únicamente un débil rastro en su piel.

Exceptuando su cabello castaño que estaba ligeramente húmedo en la raíz, haciendo sentir su cabeza demasiado pesada. No se pudo mover de su posición en la cama.

Permaneció inmóvil como una estatua hasta que el sol se hubo metido y la ventana no era más que un pequeño cuadro negro. Poco después, su estómago rugió en protesta al haberse saltado tanto el almuerzo como la cena, pero su cerebro no podía procesar la información. Comida era lo último en su mente en estos momentos.

Mientras permanecía recostado durante interminables horas, todo lo que pudo recordar fue la última vez que habló con Junsu. Aún podía ver vívidamente la torcida e insegura sonrisa en el rostro de Junsu, la que forzaba cuando se sentía mucho menos que confiado. Claro está que Changmin no podía estar seguro de esto ya que en los últimos meses antes del incidente, Junsu había desarrollado nuevas expresiones y nuevas habilidades en actuación que Changmin no había visto antes.

Pero esa sonrisa se veía igual, a comparación de otras diferencias que comenzaron a aparecer en Junsu. Y el nervioso temblor en su voz había permanecido igual también.

- ¿Tienes algo que decirme, Changmin? – había preguntado, buscando los ojos de Changmin como si algo estuviese escondido ahí, alguna verdad.
Changmin, siempre bueno escondiendo sus emociones, le había dado una gentil sonrisa como respuesta, segura y confiada. – No, nada. Te veo mañana.

Junsu nunca respondió, solo intentó devolver la sonrisa.

Ahora, cinco años después, Changmin se encontraba solo en la habitación de un motel, recordando esa insegura sonrisa.

Lo último que le había dado a Junsu fue ese momento.

La traición seguro era un arrepentimiento duradero.

2 Comentarios:

  1. Anónimo1/10/2011

    Aaaaaaaaaaaah quiero más!!!
    De qué murió Junsu????
    Por qué se sienten culpables???
    Muy bueno sigue ^^

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  2. si que onda que hicieron los traviesitos y por que mataon al delfin si el ni hace nada

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