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La sirenita

Titulo: La sirenita
Autor: AnSaGuCa
Parejas: YunJae / HoMin
Género: Slash, Tragedia
Extensión: Oneshot
Nota: El cuento de La sirenita es de Hans Andersen. Si con este fic consigo que lean la obra original (y quizá se extiendan al resto de sus obras) me daré por bien servida.
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Mar adentro, muy lejos, el agua es tan azul como el azul más puro, clara como el más limpio cristal, y tan profunda, que nunca nadie llegó al fondo. Harían falta muchos estadios superpuestos para calcular aquella profundidad.



No creas que el fondo esté, sólo cubierto de arena blanca. Allí también crecen árboles y plantas maravillosas, de ramas y hojas flexibles, que se mecen al más ligero vaivén del agua. Entre las ramas se deslizan toda clase de peces, igual que los pájaros vuelan entre los árboles en el aire. Y en lo más hondo se levanta el palacio del Rey de los Mares. Tiene los muros de coral, y las enormes ventanas son del más puro ámbar. El techo está adornado de conchas que se abren y se cierran según el movimiento del agua, lo que produce un espléndido efecto, pues cada concha contiene una perla tan preciosa que honraría la corona de una reina.



El Rey de los Mares era viudo desde hacía muchos años. Y su anciana madre gobernaba la corte. Era una mujer muy sabia y muy orgullosa de su nobleza; llevaba doce ostras en la cola, aunque la moda sólo imponía seis. Pero poseía excelentes cualidades, y la principal era que amaba de todo corazón a sus nietos, los herederos del mar.



Eran siete princesas y un príncipe, todas hermosas, destacándose en belleza el menor; tenía la piel suave y fina como el pétalo de una rosa, y su mirada era de color oscuro. Pero, como sus hermanas, carecía de piernas: su cuerpo remataba en una cola de pez.



Delante del palacio había un gran jardín con árboles de un rojo como el fuego y de un oscuro azul. Los frutos brillaban como el oro, y las flores, como brasas, mientras sus ramas se balanceaban sin cesar.



Cada princesa tenía su jardincito, donde podía plantar y cosechar a su antojo. Unas daban a su parcela la forma de una ballena, otras preferían la de una sirena; pero el más pequeño le dio la forma circular del sol y no plantó más que flores del color de sus rayos. Era un niño de temperamento especial, callado y pensativo. Mientras sus hermanas promovían grandes alborotos cuando hallaban cualquier extraño objeto procedente de naves naufragadas, a él sólo le entusiasmaba una hermosa estatua de mármol que cayó de algún naufragio al fondo del mar y que representaba un gentil mancebo.



Pero el mayor placer del pequeño tritón se cifraba en escuchar lo que su abuela contaba de los hombres que vivían fuera del mar; le encantaban aquellas historias de barcos, de ciudades, de personas y animales.



-Cuando tengáis quince años -les decía- podréis subir hasta la superficie de las aguas, sentaros sobre una roca al claro de luna y contemplar los grandes navíos; entonces veréis también ciudades y bosques.



Al año siguiente cumplió quince años la mayor de las hermanas. Pero cada una prometió contar a las otras lo que viera y lo que más le gustase el primer día, porque la abuela no podía contarlo todo y había infinidad de cosas que anhelaban conocer. Ninguna deseaba subir con tanta ansiedad como el pequeño, que era el que más había de esperar y que siempre estaba callado y pensativo.



Y como aquel día cumplió quince años la mayor de las princesas, obtuvo permiso para ascender a la superficie. Regresó con miles de cosas que contar, pero lo más bonito, según ella, era sentarse sobre la playa al claro de la luna, cuando el mar está en calma, y contemplar la gran ciudad situada no lejos de la costa, donde brillan centenares de luces, y escuchar músicas y ruidos de coches y de multitud entre el repique de campanadas de muchas torres altas.



El hermano pequeño era todo oídos. Cuando por la noche salió a la ventana para mirar a través del agua, de un azul oscuro, su imaginación le llevó a la gran ciudad ruidosa y hasta le pareció oír el repicar de las campanas.



Al año siguiente, la segunda de las hermanas obtuvo permiso para subir a flor de agua y nadar a su antojo. Llegó a la hora del crepúsculo. Le pareció aquello lo más maravilloso que viera en su vida. Todo el cielo semejaba de oro, y las nubes, de una belleza incomparable, se pintaban de rojo y violeta.



Y así, las demás.



La primera vez que subieron a la superficie quedaron como encantadas de todo lo que vieron; pero luego, al repetir los ascensos a su antojo, todo lo veían con indiferencia, se apresuraban a volver a su elemento y, al cabo de un mes, ya decían que el fondo del mar era lo más maravilloso.



-¡Si tuviese quince años –suspiraba el pequeño tritón,- cuánto amaría a ese mundo de arriba y a los hombres que lo habitan!



Y, por fin, llegó a la edad.



-¡Hasta la vista! -gritó, elevándose con la rapidez de una burbuja.



Cuando sacó la cabeza fuera del agua, ya se había puesto el sol, pero las nubes aun reflejaban sus dorados resplandores y en el cielo brillaba el lucero vespertino. El aire era suave y fresco, y el mar estaba como un espejo. Cerca, se mecía una nave de tres palos con sólo una vela desplegada, pues no soplaba el viento y los marineros podían descansar. A bordo se oían música y canciones, y al anochecer se encendieron mil luces de colores como si las banderas de todas las naciones flotaran en el aire. El tritón se acercó nadando a los tragaluces de una banda del buque y, al levantarle las olas, vio adentro mucha gente ricamente vestida, siendo el más hermoso de todos era el príncipe adolecente, de grandes ojos negros y cuyo cumpleaños se celebraba en aquel momento. Los marineros bailaban sobre el puente, y cuando el Príncipe subió se dispararon más de cien cohetes, que iluminaron el cielo como si de pronto se hubiera hecho de día, de tal modo que el tritón tuvo miedo y se sumergió. Cuando sacó de nuevo la cabeza le pareció que caía sobre él una lluvia de estrellas. ¡Qué hermoso era el príncipe! Estrechaba las manos a todo el mundo y sonreía amistosamente mientras la música resonaba en el silencio de la noche.



El tritón no podía separar sus ojos de la nave y del hermoso príncipe. Se levantó el viento, inflando una tras otra las velas de la nave, que fue acelerando la marcha. Las olas crecían y grandes nubarrones se acercaban. Cayó un rayo y se desencadenó una horrible tempestad. Los marineros arriaron las velas, el buque se balanceaba a los embates del mar embravecido. Las olas se levantaban como negras montañas que fueran a derrumbarse sobre los mástiles; pero la nave se deslizaba entre ellas como un cisne y aparecía de nuevo sobre ella en una furiosa acometida. El palo mayor se quebró por la mitad y la nave quedó ladeada y llenándose de agua.



Entonces comprendió el tritón el peligro que corrían los hombres, pues él mismo tenía que evitar el golpe de las vigas y los tablones que flotaban. Durante un rato, estuvo el mar tan negro que nada se veía; pero la claridad de los relámpagos lo alumbraba todo y los ojos del pequeño tritón buscaron al joven príncipe, viendo cómo nadaba cuando el barco se fue a pique. Su primera impresión fue de alegría, pensando que pronto lo tendría por compañero; pero luego recordó que los hombres no pueden vivir dentro del agua y que él llegaría ya muerto al palacio de su padre. ¡No, no permitiría que muriese! Huyendo de los restos del naufragio, que podrían matarlo, se hundió bajo el agua y volvió a la superficie buscando al Príncipe entre las olas. No tardó en descubrirlo en el momento en que le faltaban las fuerzas y apenas podía nadar en el mar enfurecido. Desfallecían sus brazos y sus piernas, se cerraban sus ojos, y se hubiese ahogado si el tritón no corriera en su ayuda. Lo cogió manteniéndole la cabeza fuera del agua, y se abandonó a merced de las olas.



Al amanecer se serenó el tiempo, pero ya no quedaba el menor rastro del navío. Rojo y radiante salió el sol del agua y pareció reanimar al príncipe, pero sus ojos permanecían cerrados. El tritón besó su hermosa frente y, al echarle atrás los mojados cabellos, descubrió una extraordinaria semejanza con la estatua de mármol de su jardín. Continuó besándolo, con ardientes deseos de que volviese a la vida.



Entonces apareció por primera vez a sus ojos la tierra con altas montañas. Al pie de la montaña, cerca de la costa, había magníficos bosques verdes y una iglesia o convento, no estaba seguro de ello; pero, en todo caso, era un edificio. En el jardín crecían limoneros y naranjos, y ante la puerta ondeaban las palmeras. El mar formaba allí una cala donde el agua era tranquila, pero profunda y rodeada de peñascos. Nadó hacia aquel sitio con el Príncipe y lo tendió sobre la arena, cuidando de levantarle la cabeza. Repicaron todas las campanas de la casa blanca. Y un grupo de muchachos salió al jardín. El tritón fue nadando a esconderse detrás de las rocas, se tapó hombros y cabeza con algas para que nadie pudiese descubrir su hermoso rostro, y esperó los acontecimientos.



Al poco tiempo, un muchacho se acercó a la bahía. Al principio parecía muy espantado, pero se recobró enseguida y llamó a los otros. El pequeño tritón vio cómo el príncipe se reanimaba y sonreía a los que le rodeaban. A él no le sonreía porque ignoraba que era su salvador. Entonces se entristeció el corazón del tritón, y cuando el Príncipe entró en la casa, se sumergió bajo el agua y regresó al palacio de su padre.



Desde entonces, aún estaba más callado y pensativo, y cuando las hermanas le preguntaron que había visto, nada les dijo. Mañana y tarde hacía frecuentes visitas al lugar en que dejó al Príncipe. Vio recoger los frutos del jardín, vio brillar la nieve en las altas montañas, pero no vio más al Príncipe, y cada vez volvía a su casa más afligido.



Su único consuelo era pasarse las horas en su jardín, abrazando la estatua de mármol que tanto le recordaba al príncipe. Al fin y al cabo no pudo contenerse más y confió su pena a una de sus hermanas, que, como es de suponer, lo contó a las otras. Éstas y otras sirenas de la vecindad, amigas intimas para quienes no tenían secretos, eran las únicas que estaban enteradas. Una de ellas sabía dónde estaba el país sobre que reinaba el Príncipe.



-¡Ven, hermanito! -le dijeron las otras princesas.



Y cogidas de brazo, formando una guirnalda, subieron a la superficie, frente a donde se hallaba el palacio del Príncipe YunHo. Era de piedra resplandeciente y tenía grandes escalinatas de mármol que descendían hasta el mar. Magnificas cúpulas doradas coronaban el tejado y entre las columnas que rodeaban el edificio había estatuas de mármol que parecían vivas. A través de las altas ventanas se veían los grandes salones, cuyas paredes estaban cubiertas con preciosos tapices de seda y magníficos cuadros.



Ya sabía el pequeño tritón donde vivía el Príncipe, y muchas tardes y noches iba allí nadando. Ninguna de sus hermanas se atrevió a llegar tan cerca de la tierra como él. Llegaba hasta el estrecho canal que rodeaba la escalera de mármol, se sentaba allí y contemplaba al joven príncipe, que pensaba estar solo bajo la hermosa claridad de la luna.



Cada vez quería más a los hombres y deseaba con más ardor vivir entre ellos, porque su mundo le parecía mayor que el de él. Los hombres podían navegar sobre el mar, llegar a las nubes escalando las más altas montañas; la tierra se extendía entre los campos hasta perderse de vista. Quería saber muchas cosas que sus hermanas no podían explicarle, y fue a preguntarlas a su abuela, que conocía muy bien el mundo superior.



-Si los hombres no se ahogan, ¿pueden vivir eternamente? -le preguntó.- ¿No mueren, como nosotros en el mar?



-Si -dijo la anciana,- han de morir y su vida no es tan larga como la nuestra. Nosotros podemos vivir trescientos años, pero cuando se nos acaba la vida nos convertimos en espuma. Nuestra alma no es inmortal; por eso no tenemos una segunda vida. Pero los hombres tienen un alma inmortal que sobrevive, y cuando el cuerpo baja a la tumba, ella asciende a través de los aires hasta las estrellas luminosas.



-¿Por qué no habremos recibido un alma inmortal? -preguntó tristemente el tritón.- Daría de buen grado mis trescientos años de vida por ser hombre durante un día, y tener mi parte en el mundo celestial.



-No hay que pensar en ello -dijo la anciana.



-¡Pero tendré que morir y convertirme en espuma! Entonces, ¿no oiré más el canto de las olas?



-No -dijo la abuela,- a no ser que un hombre te ame tanto que seas para él lo más importante. Si te entrega todos sus pensamientos y todo su amor y deja que un sacerdote ponga su diestra en la tuya con la promesa de serte fiel en esta vida y en la otra, entonces te dará su alma y tendrás un poco de la felicidad reservada a los hombres. Mas eso no puede ser; lo que aquí encontramos más hermoso, que es nuestra cola de pez, en la tierra les parece feo. Para ser hermoso entre los hombres hay que tener dos extremidades que ellos llaman piernas.



El tritón suspiró mirando tristemente su cola. Abandonó, pues, el palacio de su padre y fue a ocultar su desconsuelo a su pequeño jardín. De pronto, oyó unos sonidos que venían apagados a través del agua, y pensó:



-Ahora navega por arriba aquel a quien quiero más que a nadie, y en cuyas manos confiaría mi vida y mi felicidad. Me atreveré a todo por conquistarlo y obtener un alma inmortal. Iré a ver a la bruja del mar.



Entonces, el tritón dejó el jardín y se encaminó a la atronadora vorágine en que vivía la bruja. Por allí no crecían flores ni algas, sólo una arena negruzca se extendía hasta la gruta, por donde el agua se precipitaba en remolinos ensordecedores y espumeantes. Los árboles y los arbustos era pólipos, mitad animal y mitad plantas, que parecían serpientes de cien cabezas salidas de la tierra, y las ramas eran viscosos brazos con dedos que se retorcían como gusanos moviéndose desde la base hasta la punta. El tritón se detuvo asustado ante aquellos monstruos; su corazón latía violentamente, y estuvo a punto de huir. Pero se revistió de valor pensando en el Príncipe y en el alma humana. Cruzó sus manos sobre el pecho, y se lanzó con la rapidez de un pez entre los espantosos pólipos que extendían hacia él sus horribles brazos. En seguida llegó a un sitio pantanoso, donde silbaban enormes serpientes, entre las cuales se alzaba una casa construida con esqueletos de hombres ahogados. Ante aquella permanecía sentada la bruja.



-Ya sé que deseas –dijo la bruja del mar.- Es una locura, pero se cumplirá tu voluntad. Has de abandonar tu cola de pez y sustituirla por dos piernas como las que usan los hombres al andar, si quieres que el Príncipe te ame y obtener con su amor un alma inmortal. –Y lanzó una estrepitosa carcajada.- Voy a prepararte un brebaje y, antes de que el sol se levante, subes a la superficie y, sentado en la orilla, te lo bebes. Entonces tu cola se partirá en dos, convirtiéndose en lo que llaman piernas los seres humanos; pero eso te producirá un gran dolor, como si una afilada espada te rajase por la mitad. Todos confesaran que no han visto muchacho más guapo. Estarás lleno de gracia y ninguna danzarina competirá en agilidad y ligereza con tus movimientos; pero a cada paso te parecerá que pisas un cuchillo y que sangran tus pies. Si estas decidido a soportar esos sufrimientos, te ayudaré.



-Lo estoy –dijo el tritón con voz temblorosa.



-Pero ten entendido –prosiguió la bruja- que, una vez hayas tomado figura humana, ya no volverás a ser tritón ni podrás bajar al fondo del mar. Y si no conquistas el amor del Príncipe, no tendrás un alma inmortal. Al día siguiente de casarse él con otra, se te romperá el corazón y te reducirás a espuma de mar.



-Lo acepto todo –dijo el tritón.



-Pero me has de pagar, y no es con dinero lo que te pido por mis servicios. Tienes la voz más bonita que se oye en el fondo del mar. He de cobrar, con lo mejor que posees, la preciosa bebida que te daré, porque la he de preparar con mi propia sangre para que el brebaje tenga la fuerza de una espada de dos filos. ¿Te has acobardado acaso?



-Sea –dijo el tritón. Y la bruja puso el caldero al fuego para preparar el mágico cocimiento. Se hirió el pecho y dejo verter su sangre negruzca. Se levanto un vapor espeso que formaba las más fantásticas figuras, tan horribles que cualquiera se hubiese espantado. A cada ingrediente que echaba la bruja en el caldero, hervía este con unos ruidos que parecían llanto. Por fin, el líquido adquirió toda la virtud y una transparencia de agua pura.



-Aquí lo tienes –dijo la bruja, y cortó la lengua del tritón, que desde aquel momento fue mudo y ya no pudo cantar ni hablar.



Aun dormía el sol cuando llegó ante el palacio del príncipe y tocó la magnífica escalinata de mármol. El tritón se bebió el afilado y ardiente brebaje, y sintió hundirse en sus tiernas carnes una espada de dos filos; se desmayó y quedó como muerto.



Cuando el sol se levantó sobre las aguas, despertó y sintió el dolor de su carne lacerada; pero ante él estaba el hermoso príncipe, mirándole con sus ojos negros tan fijamente que el tritón bajó los suyos y vio que ya no tenía cola de pez y, en cambio, poseía las piernas más bonitas que cualquiera pueda desear; pero, viéndose desnudo, se apresuro a taparse. El Príncipe le preguntó quién era y como había llegado, y él le mando una mirada de inmensa dulzura, velada en tristeza, con sus profundos ojos oscuros, porque no podía hablar. Le cogió de la mano y lo llevó al palacio. A cada paso que daba, como le advirtió la bruja, le parecía pisar puntas de agujas y cuchillos afilados, pero lo sufría con alegría y caminaba con la ligereza de una burbuja de jabón al lado del Príncipe, quien, como todos los demás, admiraba la gracia de sus movimientos.



Le vistieron con finísimas ropas de seda y muselina, y era la principal belleza del palacio; pero era mudo y no podía cantar ni hablar. Hermosas esclavas vestidas de seda y oro vinieron a cantar ante el príncipe y su familia real, y el príncipe aplaudía sonriendo a una que cantaba mejor que las otras. El tritón languidecía de pena, porque sabía que antes podía cantar incomparablemente mejor que aquellas, y pensaba:



-¡Si al menos supiera que para estar a su lado he tenido que perder mi voz para siempre!



Luego, las esclavas bailaron al son de una música deliciosa, ligeras y graciosas, y entonces él levantó sus hermosos brazos, se elevó sobre la punta de sus pies y se deslizó sobre el suelo, bailando como nadie sabía hacerlo; y aunque sangraban sus pies de modo que aun los otros podían verlo, él seguía sonriente.



Por la noche, el tritón bajaba a la amplia escalinata de mármol para refrescarse en el mar los pies ardorosos, y entonces pensaba en la familia que había dejado en lo hondo.



Una noche subieron sus hermanas nadando, cogidas del brazo y cantando melancólicas tonadas. Les hizo señas llamándolas y ellas le reconocieron y le explicaron la pena que su ausencia les causaba. Desde entonces, subían a verle cada noche.



Cada día quería más al príncipe, y este le amaba como se ama a un muchacho bondadoso y encantador, pero nunca tuvo la menor intención de hacer más. Pero era preciso que lo aceptase, de lo contrario no gozaría de un alma inmortal y, al día siguiente de la boda del Príncipe, se reduciría a espuma de mar.



-¿No me quieres más que a las otras? –parecía decirle con los ojos cuando él lo abrazaba, besándole en la frente.



-Si –dijo él,- porque tienes más corazón que todas, me amas mucho y te pareces a un chico que vi un día y no he vuelto a ver más. Cierto día naufrago mi barco y las olas me arrastraron a la orilla, cerca de un santo templo. El más joven me encontró en la arena y me salvó. Solo le vi dos veces, y es la única persona del mundo a quien podría amar; pero tú eres semejante a él y, viéndote, noto que se borra su imagen de mi corazón.



-¡No sabe que fui yo quien le salvo la vida! –Pensó el tritón.- Yo lo conduje entre las olas al bosque donde se levantaba el templo y, oculto entre la espuma, esperé a ver si alguien se acercaba a él. Conozco a la persona a quien ama más que a mí –suspiró profundamente, ya que no podía llorar.



Pero no tardó en correr el rumor de que el príncipe iba a casarse con el hijo del Rey vecino y que sólo por eso se lanzaba al mar en un magnifico navío. Se decía que, con el pretexto de hacer una visita protocolaria, el Príncipe quería ver a su prometido, y que un séquito magnifico había de acompañarlo.



-He de ir –le había dicho.- He de visitar a ese joven, ya que mis padres así lo han dispuesto; pero no me obligarán a traerlo a casa como novio. No podría amarlo, porque no se parecerá al chico del templo como tú. –Y besó sus labios de coral, y le acarició el cabello, y oprimió su cabeza contra su corazón, tan tiernamente, que el pobre empezó a soñar en la felicidad humana y en el alma inmortal.



Al día siguiente, llegó la nave al puerto de la magnífica ciudad del rey vecino. Diariamente se celebraban fiestas; bailes y reuniones se sucedían incesantes; pero el Príncipe ChangMin aun no había llegado. Todos sabían que estaba educándose en un lejano convento donde aprendía todas las virtudes de la realeza. Por fin, llegó. El tritón, que ansiaba verle, tuvo que confesar que nunca había visto un ser tan adorable; tenía la piel blanca y finísima, y bajo sus negras pestañas sonreían unos nobles ojos cafés.



-¡Tú eres aquel! –Exclamó el príncipe.- ¡El que me salvó cuando estaba medio muerto en la arena! –Y estrechó en sus brazos a su novio.



-¡Que feliz soy! –Dijo al tritón.- Mí más ardiente deseo, que jamás me hubiera atrevido a esperar, se ha realizado. Tú que me amas más que nadie, has de alegrarte de mi felicidad.



El pequeño tritón besó sus manos y sintió que su pecho se le rompía. La boda del Príncipe le acarrearía la muerte y su cuerpo se transformaría en espuma de mar.



Los campaneros echaron al vuelo todas las campanas, corrían los heraldos por las calles anunciando el lujoso acontecimiento de las nupcias. Los sacerdotes mecían los turíbulos levantando nubes de incienso, y los novios unieron sus manos para recibir la bendición del obispo.



Aquella misma tarde los novios se embarcaron. Tronaban los cañones, flotaban las banderas, y en el puente del navío se levantaba una tienda de purpura y oro, con un magnifico tálamo donde la dichosa pareja había de descansar en el silencio de la fría noche.



El viento hinchó las velas y la nave se deslizó suave como un cisne, dándose a la mar quieta. Por la noche se encendieron luces multicolores y los marineros bailaron a bordo, llenos de alegría. El tritón no pudo menos que recordar la primera noche que subió a flor de agua y vio aquel mismo esplendor de fiesta jaranera. Y se mezcló en el baile, deslizándose, girando y esquivando los encuentros con la celeridad y agilidad de una golondrina perseguida, y todos la aplaudieron, porque nunca había bailado tan admirablemente. Afilados cuchillos se hincaron en sus delicados pies; pero ya no sentía aquel dolor, porque era mucho más grande el de su corazón. Sabía que era aquella la última noche que pasaba al lado de él, de él, por quien abandonó casa y familia, perdió su dulce voz y sufría diariamente penas sin fin, de las que él no tenía la menor idea. Era la última noche de respirar el aire que el Príncipe respiraba y de ver el mar inmenso y el cielo estrellado; noche eterna, sin pensamientos ni ensueños para él, que carecía de alma porque no pudo conquistarla. Duró la fiesta y el rebullicio del barco hasta la madrugada, y él no cesaba de bailar, con la idea de la muerte oprimiéndole el corazón. El Príncipe besó a su pareja, y, cogidos del brazo, se retiraron a descansar a la magnífica tienda.



Entonces se produjo en el barco un hondo silencio. Todos dormían menos el timonel que gobernaba la nave, y el tritón, apoyado en la borda, mantenía fija su mirada en dirección a Oriente, esperando que los rosados dedos de la aurora abriesen paso al sol, cuyos primeros rayos habían de matarlo.



De pronto, vio que sus hermanas se acercaban entre las ondas, tan pálidas como él mismo y sin mata de pelo que flotase al viento, pues se la habían cortado.



-Se lo hemos dado a la bruja, con objeto de que nos ayudase para que no mueras esta noche. Nos ha dado un puñal: aquí lo tienes. Antes de que el sol aparezca lo has de clavar en el corazón del Príncipe, y cuando su sangre salpique tus piernas, volverán a adquirir su antigua forma de cola de pez. Recobrando así tu primitiva condición de tritón, podrás bajar con nosotras al fondo del mar y vivir trescientos años antes de convertirte en espuma salada. ¡Date prisa! Él o tú habías de morir antes de salir el sol. ¡Mata al príncipe y vuelve con nosotras! ¡Date prisa! Mira aquella banda rojiza en el horizonte. ¡Dentro de muy poco saldrá el sol y morirás sin remedio! –Y lanzando un hondo suspiro, desaparecieron bajo las olas.



El tritón apartó el cortinaje de purpura de la tienda y vio al encantador chico dormido con la cabeza recostada en el pecho del príncipe. Se acercó y lo besó en la frente. Alzó la vista al cielo, por donde se iba extendiendo la rosada aurora y, luego, la bajó, mirando el afilado puñal, para contemplar después al príncipe, que en aquel momento pronunciaba en sueños el nombre de su novio. ¡Ah! Sólo este ocupaba sus pensamientos. Por un instante, el puñal fulguró en la manita del tritón; pero, de pronto, lo arrojo a las olas del mar, que se tiñeron de purpura en el punto en que cayó, como si brotara de las aguas un chorro de sangre. Miró por última vez al Príncipe con ojos sombríos y, de un salto, se tiró al agua, donde sintió como el cuerpo se le disolvía en espuma.



FIN~

14 Comentarios:

  1. La leeré...la leeré...no sé por qué nadie comenta...¡¡¡es YunJae!!!...(Y LA LEÍ YO...que no me gusta el YunJae)...siempre he querido leer la versión original...vi un dibujito alemán creo de la versión original y lloré...pero ahora creo que moriré de dolor...¡¡¡por qué la vida es tan injusta!!!...Jae merecía un alma mínimo...se me caen las lágrimas...es demasiado doloroso...y con fondo de Keane...cuando organice mis ideas y no pueda llorar más creo que comentaré de nuevo...T_T

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  2. ToT pobre Jejung...y no fue YunJae, acabo en HoMin...pobre Jejung! Yunho baboso que no te diste cuenta que era el mismo?! Me gusto...

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  3. yunho te odio!! eres cruel T0T

    jae.... pobre jae... cuanto dolor debiste haber sentido

    leere la obra yo vi esto en un canal
    la histria fue triste y me puse a llorar
    igual que en estos momentos T^T

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  4. ohh me traume... la sirenita es mi historia disney favorita y ahora... buaa hubieras hecho esa version u.u pero esta es la original? q mal... prefiero la otra version
    de toos modos fue interesante leerlo pensando en el Yunjae, aunque no acabo para nada asi...

    (por cierto no creo q pueda leer a ese autor ahora... xdd)

    jaeboo hubiera matado a Yunho!! umh el no merecia la vidaa!

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  5. woow esta version la habia leido
    pero no pense k era la original
    me di penita jae , era tan bueno u.u
    todo por amor :D

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  6. Anónimo12/12/2010

    tengo penita, necito pañuelos... mucho amor de parte de jae

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  7. ya lo habia leido de esta sacaron las demas versiones de la sirenita me encantoo llore ah no pobre jae el todo lo que hizo por yunho baboso menso ahhhhhh no puede ser u_u

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  8. lalablog-fan^^12/14/2010

    aaaaaaaaaaaaaa LA VOY A LEER ;o; que hermosoooooo !!!! estuvo exelenteeee !!!

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  9. He terminado llorando. Cuando lei la Sirenita original en primaria, nunca pense que años despues me encontraria con una versión Yunjae...claro, sobre todo por que aún no conocia el Yunjae xD
    Ese cuento en particular siempre me gustó, a pesar de que terminaba llorando y el dolor era mucho más agrio descrito así; con cuchillos y con sangre.
    ¡Disney que nos pone todo color rosa!, me gusta más la obra original y ahora esta le acompaña, haz hecho un excelente trabajo, termine llorando igual y ha sido un bonito flashback a mis recuerdos que habian olvidado un poco ese libro con olor a viejo de mi biblioteca de primaria que casi nadie tocaba.
    Gracias, por favor no dejes de escribir ;)

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  10. Anónimo8/11/2011

    uyy las fans del yunjae q se ponen pesaditas¬¬!! por eso me caen mal son unas pesadas XD


    awante el HOMIN, es lo mejor y me alegra que haya acabado en HOMIN!!! ohh si *_____*

    y bueno para q sepan como es q tu tvxq siempre sufre en la mayoria de fics no? ya era hora q le tocara a Jae

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    1. no somos pesadas las fans de yunjae ,si te caen mal no hables asi,no estamos aqui para insultar . TVXQ SON 5 Y LAS FANS QUEREMOS A TODAS LA PAREJAS. Que yunjae son mas verdaderos ,y que hay mas fans de esta pareja no tienes que hablar asi. QUEREMOS A LOS 5 PORQUE SON Y SERAN SIEMPRE 5.

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  11. que triste nunca me a gustado la verdadera historia de la sirenita siempre lloro como ahora buuuuaaaaa

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  12. Suuper triste,por ESA razon odio Los cents tristes TwT me ha dejado un undo en la carganta aunque es super buena ^^

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