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Belong. Te pertenezco cap 8-2

Aquella sonrisa en el rostro de Jaejoong, hacia Yunho, lo había puesto de malas, de muy mal humor… porque no podía ser que aquel joven hubiera obtenido en tan poco tiempo lo que él tanto había ansiado, el amor de su Jaejoongieh, ese deseo que el pequeño tuviera de entregarse a él… aunque lo que más le gustase fuese poseerlo a la fuerza, pero es que, simplemente, no podía soportar que el menor tuviera a alguien más en la cabeza, debía pensar sólo en él, aunque fuera sólo en el miedo que le tenía, que lo hacía temblar y que a él tanto le excitaba; de modo que sacó una daga que llevaba oculta bajo la chaquetilla que llevaba puesta y la clavó, con un rápido movimiento, en el costado de Yunho.

“No”, aquel grito desgarró la garganta de Jaejoong, pero no tanto como sintió que su corazón lo hacía por el dolor, pensando que mataban al único y verdadero amor de su vida, a la única persona que le había demostrado que lo amaba por encima de todo, sin importarle nada más que el que él no se apartase de su lado, quien había borrado todo el daño que había sufrido antes de conocerlo y se esmeraba en hacerlo feliz, en que en su rostro siempre hubiera una sonrisa. Entonces la rabia le empujó a levantar nuevamente la espada que estaba en su mano y asestar un corte seco que alcanzó al general en parte del rostro y el brazo, que había utilizado para defenderse de aquel inesperado ataque producto de la rabia, aprovechando el momento en que éste se taponaba en parte las heridas por no desangrarse, para tomar a Yunho de la muñeca y llevárselo corriendo de allí a través del jardín, con dirección al lago que limitaba la propiedad de la familia Jung.
A varios metros ya de la casa, perdidos entre los árboles de bambú, paró para observar la herida que su amor tenía en el costado, pidiéndole que no dejase de mirarlo, al tiempo que acariciaba sus mejillas y le sonreía, intentando convencerse a él mismo también, de que todo saldría bien; revisó la puñalada que llevaba casi a la altura del vientre Yunho, y se rasgó las mangas del hanbok para vendarle, anudándolas entre sí previamente, la herida, evitando así , dentro de lo posible, que saliera más sangre de ellas; después, volvió a subir la mirada, sonreírle y besarle en los labios, para después ofrecerle su espalda y así llevarlo cargado, evitando que hiciera cualquier esfuerzo que pudiera hacerle perder más de aquel rojo líquido tan vital.

Tras el grito devastador de Song Hyu Neul, no tardaron en entrar en el salón los dos matones que lo habían acompañado, que enseguida lo ayudaron a taponar la herida de su brazo, mientras él sujetaba un trozo de tela, presionándola, contra la que tenía en el rostro.

- Quiero que me los traigáis ahora mismo… -ordenó, con su mirada destilando rabia pura.
- Sí señor. –fue la respuesta de ambos, que inmediatamente después se fueron, siguiendo las manchas de sangre que la herida de Yunho había ido dejando, en busca de los dos.
- Me la vais a pagar… los dos… -hablaba para sí mismo, lleno de furia.

Cuando estaban llegando al lago, Jaejoong escuchó las voces de aquellos hombres que los estaban siguiendo, seguramente por una orden expresa del general, e intentó acelerar un poco más el paso, cargando a Yunho en su espalda, hablándole de cuando en cuando; pero tan pronto puso su pie en las aguas, sintió un frío filo abrirle la piel del hombro, le estaban disparando con flechas, y esa casi lo había alcanzado, de modo que bajó a Yunho de su espalda, ya que si seguían así, era más que probable que lo hirieran a él otra vez, y tomados de la mano, se metieron en el lago y comenzaron a nadar lejos de sus atacantes; si bien, casi llegando al otro lado, Jaejoong tuvo que ayudarlo a llegar a la orilla, sintiendo como las fuerzas le abandonaban a él también tan pronto sus piernas tocaron tierra firme, cayendo casi desplomado al lado de Yunho, siendo él lo último que vio, antes de que sus ojos se cerrasen sin poder evitarlo.

Hyu Neul había salido a escondidas de la propiedad de los Jung, no podía arriesgarse a ser reconocido por alguno de los muchos habitantes del pueblo que lo conocían, menos, en compañía con los que iba, personas de no muy buena reputación y que podían manchar su honor, y se había dirigido hacia la guarida de aquellos dos hombres que había contratado para que le ayudasen a recuperar a su Jaejoongieh, maldiciendo todo lo ocurrido y lo difícil que le estaba resultando tenerlo nuevamente, y lo correoso que resultaba ser ese Jung Yunho que se lo había arrebatado. Allí esperaría hasta que llegasen, mientras otro de aquel grupo de mercenarios, a los que acudía de cuando en cuando, le curaba las heridas que su objeto de adoración le había ocasionado, definitivamente, aquello no iba a quedar sin castigo… ambos pagarían por lo que habían hecho.
Cuando los dos llegaron, hizo salir al tercero del lugar, aquel que le había estado sanando las heridas, para poder hablar con ellos a solas, ya que ellos dos eran los únicos que sabían lo ocurrido con todo lujo de detalles, y aquel otro no tenía necesidad de saber nada sobre lo que había pasado.

- ¿Y? –inquirió ansioso el general Song, esperando le dijeran dónde los tenían escondidos, ya que no parecían haberlos traído consigo- ¿Dónde están? –insistió nuevamente, viendo que tardaban en darle una respuesta que calmase esa ansiedad que tenía y le aprisionaba el pecho.
- Han conseguido escapar. –se lamentó uno de ellos, bajando el rostro, avergonzado, pues era de las pocas veces que habían fallado en una misión que era, a priori, tan simple.
- ¿Qué? –preguntó realmente enfadado y contrariado por la respuesta obtenida, no podía ser que lo hubiera vuelto a perder, a él, a su Jaejoongieh y a aquel otro chico, quien debía pagar el haberle robado a su “juguete”, ese Yunho, cuando había estado tan cerca de tenerlos a los dos- ¿Cómo es posible que se os hayan escapado?... se supone que sois los mejores… por eso os contraté… -reclamaba airado el general
- Lo sentimos… -volvió a repetir el primero de los hombres que respondiera, sin levantar apenas su rostro.
- Pero no se preocupe, general. –añadió el segundo- No creo que lleguen muy lejos… -y sintió en ese instante como la inquisitiva mirada de Song Hyu Neul se posaba sobre su persona, haciéndole temblar, pese a que él tenía casi el doble de corpulencia que el general- Bueno… usted hirió a uno… y cuando lo seguimos camino del lago, había bastantes gotas de sangre, por lo que es bastante probable que ése no sobreviva… y… para evitar que se nos escaparan, disparamos… y… estoy casi convencido de que herí al otro, que, mínimo, una de mis flechas alcanzó a aquel que iba vestido de mujer... –lo siguiente que este pobre diablo sintió, fue el filo de la espada de Hyu Neul insertándose en su cuerpo, cortándole ese hilo que lo mantenía unido a su miserable vida, después… la nada…o quizás el infierno le esperase, por los pecados cometidos, fuera donde fuese, llegó en silencio.
- Por tu bien… -dijo mirando al primero, que observaba estupefacto el cuerpo sin vida de su compañero, y cómo el general extraía su espada de él, haciendo que se desplomase, como si fuera un simple y vulgar saco de patatas- más te vale encontrarlos… y que estén vivos… -amenazó con la mirada.
- Ssiiii…. Sí señor. –dijo con voz temblorosa de miedo, y es que acababa de ver como aquel hombre asesinaba a sangre fría y sin mostrar señal alguna de remordimiento por lo realizado, sólo, porque no le había gustado lo que había escuchado… era un hombre sin escrúpulos… alguien peligroso, independientemente del lugar donde te lo encontraras.
- Aunque… pensándolo bien… -y tan apenas giró su interlocutor, quien salía presuroso a cumplir con la orden que él le diera, le clavó su espada en el vientre, hundiéndola casi hasta la empuñadura, atravesándolo prácticamente, asegurándose así de que le arrebataba la vida, al igual que había hecho con el anterior- Lo mejor es no dejar testigos que puedan decir algo en mi contra. –dijo en una mueca fría, como si lo ocurrido, fuera su plato de cada día; y sacó su espada de aquel cuerpo inerte, realizando un gesto de fastidio y desagrado, al ver aquella sangre salpicar ligeramente sus vestiduras.
- ¿Qué ha… -la pregunta de aquel que había estado curando al general, y que alertado por los gritos de dolor de sus compañeros, había acudido a ver qué pasaba, murió en sus labios, abiertos, que alcanzaron tan apenas a soltar un último quejido, el que le produjo el dolor de tener la espada de Song Hyu Neul hundiéndose sin piedad en su costado, insertándose entre sus costillas.
- No hay que dejar cabos sueltos… -sonrió fríamente el general, antes de limpiar su espada con uno de los trapos que encontró por ahí, envainarla y salir como si tal cosa; siendo consciente de que, por más que encontraran a esos tres muertos, nadie diría nada, pues eran ladrones, asesinos… mercenarios, que estaban buscados y sobre cuyas cabezas pendía una segura pena de muerte, de modo que nadie se molestaría en querer averiguar quién les había ahorrado el trabajo de ajusticiarlos.

“Yunho”, fue el grito que salió de sus labios, al tiempo que abriendo los ojos, se incorporaba rápidamente en la cama, sintiendo al instante un profundo dolor en su hombro, aquel que recordaba le habían herido, pero que ahora, sin embargo, estaba vendado. Echó un vistazo a su alrededor; nada de lo que veía en aquella habitación le era familiar… excepto la persona que yacía en uno de los lechos del costado, su amado Yunho, a quien también habían parecido curar. Salió de su cama, y se acercó a la de su amor, se arrodilló para verlo mejor, acarició su mejilla, algo cálida, al igual que el aliento que había golpeado su mano, y que ahora rozaba, cada vez de forma más clara, sus labios, hasta que finalmente lo besó, agradeciendo interiormente que estuviera vivo y aún junto a él.
Un carraspeo llamó su atención, haciendo que dejara de besar a Yunho al instante, levantando su rostro, encontrándose con el de un hombre, que miraba la escena desde la puerta; y los nervios se adueñaron de él, porque era más que obvio que lo había visto besándolo, y que sabía que ambos eran hombres, pues ni Yunho ni él tenían la parte superior de sus vestiduras, ¿qué pasaría con ellos ahora?

- Vaya… al fin despertaste. –dijo con una afable sonrisa, pero él aún seguía sin fiarse del todo, lo que había vivido, le había hecho desconfiar de los de su mismo sexo, de hecho, sólo se fiaba de tres hombres, Yunho, Changmin y el hermano pequeño de éste- ¿cómo te encuentras?
- Bien… gracias… -contestó aún sin fiarse mucho de aquel que le realizaba las preguntas, sobre todo porque lo trataba con bastante familiaridad, sin que él se la hubiera dado.
- Me alegro, ¿me permites? –preguntó aquel hombre, acercándose a la cama, arrodillándose donde antes estaba él, comenzando a deshacer el vendaje que cubría el abdomen de Yunho, con sumo cuidado- Tranquilo –le sonrió- se pondrá bien… es un chico fuerte.
- Yoochun, ¿dónde te dejo esto?
- Jun… ¿Junsu? –preguntó Jaejoong, totalmente sorprendido de verlo allí.
- Oh… vaya… ¿ya te has despertado?
- ¿Ves?, te dije que su herida no era tan grave… -respondió, al tiempo que le hacía una señal para que se acercase con la bandeja que llevaba entre las manos y tomaba algunas de las cosas que había en la misma- Junsu…
- ¿Sí?
- ¿Podrías llevarte a Jaejoongieh a la cocina?, de seguro que tendrá algo de hambre, desde ayer que no come nada, ah, y dale algo de ropa- ordenaba, mientras limpiaba y curaba nuevamente la herida de Yunho, quien seguía sin abrir los ojos- creo que algo mío le vendrá bien, no va a ir medio desnudo por ahí, y no hay otra cosa, hasta que Changmin consiga entrar en la casa y traer algo de su ropa…
- Claro… -sonrió, y le resultó graciosa la expresión de Jae de no entender nada, dejando la bandeja sobre la cama donde descansaba el joven Jung.
- Junsu… -lo llamó, al tiempo que le sujetaba por la chaquetilla que llevaba puesta el menor
- Dime. –respondió, girándose, encontrándose de pronto envuelto entre los brazos del doctor, que no tardó mucho más en besarlo dulcemente en los labios.
- Portaros bien… -sonrió, cuando se separaron, pues Junsu se había puesto rojo- recuerda que Yunho necesita reposo. –lo que quería decir: “por favor, nada de jaleo, ni peleas, ni voces, ni carcajadas demasiado sonoras… que nos conocemos…”
- De… descuida Chunnie… no haremos ruido. –dijo, aún algo avergonzado por el beso que le había dado, porque estaba acostumbrado a que se los diera cuando nadie más los podía ver, saliendo, tomando de la mano a Jae, de la habitación.
- ¿Qué tú y él…? –preguntó, cuando al fin salió del trance en el que pareció sumergirse al verlos besarse.
- Sí… -respondió tímido, y sonrojándose- esta… estamos juntos –dijo más rojo aún, no era fácil confesar a otra persona que ellos dos se amaban, menos con aquella ley vigente, que prohibía, bajo pena de muerte, el tipo de relaciones que ellos dos mantenían.
- Oh…
- Aquí. –dijo entrando en la habitación principal de la casa- A ver… ¿qué podría sentarte bien? –se preguntaba asimismo, mientras buscaba entre los cajones donde Yoochun guardaba su ropa, aunque no le hacía mucha gracia que otro hombre llevase la ropa de su amor- Vale, creo que esto estará bien. –dijo sacando, finalmente, unos pantalones y una camisa viejos, que el doctor había llevado durante sus viajes, antes de asentarse en el pueblo finalmente; y una vez Jaejoong se vistió, ambos fueron a la cocina, donde Junsu le sirvió un poco de sopa.
- Junsu…
- ¿Sí?
- ¿Quién nos encontró? –preguntó con miedo.
- Yoochun y yo, nosotros os encontramos.
- ¿He estado mucho tiempo inconsciente?
- Ayer cuando os encontramos, estabas un poco consciente, pero no tenías fuerzas ni para abrir los ojos, sólo emitías algún quejido, después… quedaste dormido, y hasta ahora en la tarde que no despertaste.
- ¿Y Yunho?
- Se pondrá bien… -dijo el doctor entrando en la cocina- Sólo es que ha perdido algo más de sangre y por eso le está costando recuperarse, pero saldrá adelante… te tiene a ti. –añadió mirándolo a los ojos, mostrando total confianza en sus palabras, y apoyando su mano en uno de sus hombros- Luchará por permanecer contigo Jaejoongieh… te ama demasiado como para irse de tu lado. –y no pudo evitar sonrojarse al escuchar esas palabras, al tiempo que le asaltaba una duda, ¿de qué conocía a Yunho, para hablar con tanto conocimiento de él?.
- Yoochun… -lo llamó Junsu en un puchero.
- Dime. –volviendo la vista hacia él.
- ¿Por qué a mí no me dices cosas tan bonitas? –preguntó con los ojitos brillantes y llenos de esperanzas de recibir palabras incluso más melosas.
- Pues…
- Doctor Park…. –se oyó gritar a una mujer desde la puerta de la casa.
- Voy… -dijo, hizo un gesto a Junsu por que le perdonase por no decirle, y se fue a atender a la recién llegada.
- ¿Doctor Park?... ¿doctor Park Yoochun? –preguntó Jaejoong- ¿Él es el doctor Park Yoochun?
- Sí… ¿ocurre algo? –preguntó sin comprender mucho la reacción que Jaejoong había tenido
- ¿Eh?, no… nada… sólo que ese nombre me suena…
- Es el mismo doctor que atendió a Sun Gen cuando se torció el pie, y que atiende a su madre en el Muñecas, bueno… a todas las chicas del Muñecas… -dijo con cierto retintín, odiaba que las mujeres se le tiraran encima a su amorcito, que casi se le ofrecieran en bandeja, que babearan cada vez que las tocaba, y que intentasen, tan descaradamente, que volviera a tocarlas.
- Ya decía yo… -Junsu lo miraba sin comprender del todo, porque de pronto la cara de Jaejoong se había oscurecido por la tristeza- Antes de conocer a Yunho, yo… vivía allí… como una más de ellas… -las pupilas del menor se dilataron al máximo de su capacidad- aunque la verdad sólo la conocían cuatro personas, y por razones obvias, el doctor nunca me vio personalmente… -y es que era claro que todos temían lo que podría pasar si se descubría su “secreto”.
- Ya veo…. Pero ya no tienes de qué preocuparte… Yoochun curará a Yunho, y vuestro secreto, con nosotros, está a salvo. –le sonrió sinceramente.
- Gracias, Junsu.

Al llegar la noche, Jaejoong, en gratitud porque estaban cuidando de ellos dos, preparó la cena para los tres. Recibió permiso por parte de Yoochun, para dormir en la misma cama con Yunho, eso sí, debía tener cuidado con no darle en la herida, pero el doctor parecía estar bastante convencido de que su cercanía le haría bien; así que, después de ayudar a Junsu a recoger las cosas de la cena, y cuando ya todos se fueron a dormir, él se acurrucó al lado de su amor, poniendo su cabeza en su pecho, después de haberle dado un beso en los labios y haberle deseado una buena noche, esperando que al despertar, Yunho también abriera sus ojos.
A la mañana siguiente, el joven Jung seguía sin despertar, pero Jaejoong respiró tranquilo, cuando Yoochun, después de hacerle un chequeo, le dijo que tenía mucho mejor color y que eso era señal de que se estaba recuperando, aunque seguía insistiendo en que igual sería un proceso algo lento, pero que finalmente se recuperaría por completo.
Junsu y él se fueron a por algo de leña y algunas plantas medicinales, mientras el doctor atendía a algunos pacientes que fueron llegando, y al volver, se encontraron a Changmin, quien le había traído ropa limpia a Jaejoong, la de hombre que Yunho le había regalado al regreso de aquel primer viaje a Seúl, y que él se había puesto tan apenas un par de veces, ya que el resto del tiempo, iba vestido con ropa de mujer, ya fuese la que había heredado de su madre o aquella que Yunho también le había comprado alguna vez.

- Hola Jaejoongieh… ¿estás bien?...
- Buenos días Changmin, estoy bien, gracias por preguntar.
- Aquí tienes algo de ropa… es la que he conseguido sacar sin llamar demasiado la atención… -lo que quería decir, sin que los que lo vieran pensasen que estaba robando la ropa de sus señores para venderla- ya le diré a Sun Gen que te traiga ella algo…
- No… -sonó quizás muy desesperado- No dejes a Sun Gen volver a la casa, menos quedarse sola… él… él quizás aún esté por ahí… -decía temeroso.
- ¿Él? –preguntó sin entender.
- Quien nos atacó a Yunho y a mí… -Changmin lo miraba expectante- También ha intentado forzar a Sun Gen alguna vez.
- ¿Qué? –el cuerpo se le tensó de la rabia que lo recorría en ese instante.
- Hasta que no volvamos nosotros… dile que no salga del Muñecas, por favor... –le pidió, mirándolo a los ojos, con una de sus manos sobre uno de sus hombros- Changmin… prométeme que protegerás a Sun Gen… que vas a cuidar porque nada le pase…
- Te lo prometo Jaejoongieh… nadie tocará a Sun Gen. –dijo con total determinación, mataría a cualquiera que intentase hacerle daño, y el rostro de Jae se relajó notablemente.
- Gracias. –sonrió

Sun Gen estaba dando vueltas por el patio del Muñecas; necesitaba saber que había pasado con Jaejoongieh y Yunho, si se iban a poner bien o no…. Aún recordaba cuando, a la mañana siguiente, después de que ambos se fueran a casa, tras haberla dejado en la suya, Changmin fue a por ella, como todos los días, pero su madre le pidió que le dijera al señor Jung que no iría a trabajar, pues lo veía muy repentino y quizás se resintiese del pie; poco más tarde él regresó, con el rostro desencajado por el temor, diciendo que no los había encontrado por ninguna parte de la casa, pero sí que había hallado un rastro de sangre, que iba hacia el lago, que entonces fue a la casa del doctor Park, que estaba cerca de la otra orilla, y allí el médico le dijo que los habían encontrado cerca de la noche el día anterior, que los dos estaban heridos, y que él los había estado curando, pero que no podía asegurar gran cosa, ya que ambos parecían estar en mal estado.
En cuanto sintió la puerta principal abrirse, fue corriendo y abordó a Changmin con preguntas, sin permitirle tan siquiera descender del caballo.

- Lo sabía…. –murmuró de forma apenas audible, y es que, antes de que Changmin le contará lo que le dijo Jaejoongieh, ella ya se había imaginado que Song Hyu Neul tenía algo que ver en lo sucedido a su amigo y la pareja de éste.
- ¿Sun Gen? –le levantó el rostro dulcemente, por verla a los ojos, preocupado por la expresión que se había dibujado en el rostro de la chica que le robaba todos y cada uno de sus sueños desde que la conociera.
- Ese hombre no va a detenerse tan fácil… -y sintió a Changmin envolviéndola entre sus brazos, protegiéndola, dándole sensación de seguridad- No va a parar hasta que Jaejoongieh vuelva a ser suyo… sólo suyo… -dijo, separándose un poco del menor, mirándolo a los ojos, para que le quedase claro que aquellas palabras eran las correctas para expresar las intenciones que el general llevaba con respecto a ambos.
- Todo estará bien… -decía acariciándole con dulzura el cabello- no permitiremos que os hagan nada… Junsu, el doctor Park y yo cuidaremos porque nada os pase a ninguno de los tres, al menos hasta que Yunho se recupere. –porque entonces sería él quien protegería a Jaejoongieh y él a ella.
- Changmin… -dijo, mientras se cobijaba más en su pecho, disfrutando de aquel nuevo abrazo.

Jaejoong seguía atentamente todos y cada uno de los movimientos que el doctor Park efectuaba para lavar y curar las heridas de Yunho; quería aprender lo que debía hacer por si se daba el caso de que tuviera que curarle alguna vez él, ya que el doctor solía estar bastante ocupado, porque él era el único médico que había para varios pueblos y aldeas en la redonda, así que había veces que le tocaba estar fuera varios días, o estaba ocupado durante horas atendiendo a los enfermos que venían desde los otros pueblos.
Al llegar la noche, Jae no conseguía dormir, así que decidió acercarse a la cocina y tomar algo de agua, a ver si eso le ayudaba a conciliar el sueño; de camino, pasó por delante de la puerta del dormitorio del doctor, desde donde escuchó la voz de Junsu, algo que ya no le extrañaba, pues sabía que eran pareja.

- Yoochun… -decía en un puchero.
- Dime Junsu.
- Quiero… quiero que me hagas el amor… -dijo completamente colorado.
- ¿Por? –no es como si no le gustase lo que le había dicho, pero era la primera vez que se lo pedía, lo normal era que, simplemente, comenzando a besarse, aquello se diera de forma natural.
- Es que… tengo miedo de que pueda ocurrir algo que haga que mañana no podamos estar juntos… -respondió, evitando la mirada de Yoochun
- ¿Te refieres a que temes que nos pueda pasar algo como a Yunho y Jaejoongieh? –obteniendo un movimiento afirmativo con la cabeza en respuesta- Junsu… -dijo levantándole el rostro, para que lo mirase a los ojos- nunca se sabe lo que puede pasar mañana…
- Por eso –dijo sin dejarlo terminar- quiero que… -Yoochun silenció sus labios con un dedo
- Jamás permitiría que alguien te dañara… ni mañana ni nunca-lo besó dulcemente
- Yoochun… -suspiró tras ese beso.
- ¿Sigues queriendo hacerlo?
- Sí… -respondió, antes de besarlo de igual forma que lo había sido antes.
- ¿Por amor? –preguntó entre besos.
- Sí… no por miedo a perderte. –respondió, mientras sentía el cuerpo de Yoochun acoplarse sobre el suyo, y las manos de su amor descender por su pecho, regalándole caricias que le hacían arder la piel, y los besos en su cuello, hervir la sangre a su contacto; escapando los primeros gemidos de sus labios, aferrándose a ese cuerpo que lo hacía delirar.

Yoochun no tardó mucho en retirar la ropa que cubría el cuerpo de Junsu, como tantas otras veces, desde que ambos se entregaran por primera vez, habían hecho, cubriéndolo con besos y dulces caricias, que prendían la piel del pequeño y la suya propia; cuando lo tuvo completamente desnudo, esperó a que fuera él quien lo desvistiera, siendo él quien ahora recibía las caricias y los besos que lo hacían querer fundirse una vez más con él, ansiar volver a convertirse en uno solo.
Volvió a tumbar a Junsu sobre las blancas sábanas, y fue recorriendo con sus labios aquel rostro tan perfecto, que estaba bañado en aquel precioso tono carmesí, mientras que las yemas de sus dedos rozaban, en leve caricia, aquellos pezones que no tardaban en erguirse, como si buscasen más de ese contacto, y los gemidos de labios del pequeño, como demandantes, lo hacían sonreír de cuando en cuando, satisfecho por ese deseo hacia su persona que había engendrado en Junsu, antes de que el suyo propio lo hiciera sucumbir nuevamente a querer besarle todo el cuerpo.

Era un hecho, Yoochun sabía perfectamente que hacer para que todo su cuerpo reaccionase, que se curvase en busca de aquella mano o aquellos labios que habían dejado de acariciarlo, buscando más… pidiendo más contacto con aquel cuerpo, ansiando convertirse en un solo ser. Sabía de más, que sus ojos estaban bañados en deseo, por eso se sonrojaba de vergüenza, pero es que… era tanto el placer que su Chunnie le otorgaba con una sola caricia, era tan adictiva esa sensación… que no podía evitar querer más y más cada vez, hasta llegar el momento en el que sus cuerpos se conectaran, se entregaran el uno al otro… la expresión suprema de ese amor que se tenían y que no pudieron evitar que naciese, de apoco, en sus corazones.

Sólo los suspiros y jadeos de Junsu, lo habían conseguido encender, que su virilidad despertase, y la contemplación de aquel miembro erecto… le indicaba que su amor lo deseaba tanto como él, pero antes debía prepararlo, para que no le doliera, pues pese a todas las veces que lo habían hecho antes, sabía que seguía siendo algo molesto, como para hacerlo sin lubricación ni dilatación previa alguna; de modo que bajó hasta la intimidad de Junsu, le dedicó algunas lamidas y succiones, escuchando como el menor intentaba controlar el volumen de su gemidos, tapándose la boca, pues en la noche los sonidos son más audibles, y ahora no estaban solos en la casa; sonrió con algo de malicia, mientras con una de sus manos seguía masajeando el miembro de su amor y le lubricaba la entrada, paseando su lengua por el borde de ésta, disfrutando de la notable mayor dificultad que Junsu tenía para controlar los gemidos ante tan íntima caricia, no pudiendo evitar, al tenerlo tan cerca, apresar con su mano libre, una de sus perfectas nalgas, apretándola, arrancando un gemido, que escapó sonoro aún entre las manos sobre los labios que el menor mantenía, pero que no parecían lograr alcanzar su cometido…

“Yoochun…ah… ya… por favor… qui… quiero sentirte ya dentro de mí…” pidió, ya ansioso por sentirle, su cuerpo no podía aguantar más deseo en su interior, y si iba a gemir sin control, si iba a alcanzar el clímax, si debía irse… quería que fuera por unirse con él, por tenerle en su interior. Y no tardó en ser complacido, pues su amor deseaba esa unión tanto como él. Lo notó introduciéndose poco a poco en su interior, haciendo que su cuerpo se contorsionase levemente, buscando adaptarse a aquella intromisión tan ansiada, hasta que finalmente lo supo dentro de él por entero; sus piernas se enroscaron en las caderas de Yoochun, que se recostó levemente sobre él, dedicándole dulces besos sobre los labios, hasta que su movimiento, los hizo un poco más pasionales y que comenzaran las primeras embestidas, lentas en un principio, algo más necesitadas conforme se iban acercando al ansiado clímax.

Los jadeos y gemidos de Junsu tan cerca de su oído, eran como música celestial, que lo trasportaba al mismísimo cielo; sentir aquel cálido aliento golpearle tan seguido la sensible piel de su cuello… sabía que no tardaría mucho más en irse, de modo que se incorporó, tomó las caderas del menor con una de sus manos, para no perder el movimiento e impulso, llegando más hondo en él, al tiempo que con la otra masajeaba el duro miembro del menor, que anunciaba estar cercano también a estallar de placer.

Su cuerpo se curvó una vez más, al notar la mano de Yoochun hacer preso su miembro y comenzar a masturbarlo. Su respiración era ya tan acelerada, que ni los gemidos le salían más allá de lo que ambos pudieran oírlos, los nudillos de sus manos estaban igual de blancos que las sábanas que aferraban, en un intento de asirse a la vida y no morir del puro placer que recorría todo su cuerpo en ese instante; hasta que con aquella última embestida, notó todo su cuerpo relajarse al tiempo, y sus manos liberaron aquella tela, como su miembro liberaba su esencia en la mano de su amado Yoochun, quien había alcanzado el clímax y derramado dentro de él.

Ambos sonreían tontamente, viendo como el cuerpo del otro era movido por los espasmos de lo recién vivido, de todo aquello que habían experimentado, del placer que los había recorrido sin control alguno….
Finalmente, Yoochun salió del interior de Junsu, le dedicó un dulce beso en los labios, y, aunque quiso moverse por buscar algo con lo que limpiarse, el menor lo abrazó fuertemente, reteniéndolo a su lado, haciendo que se recostase sobre la cama bocarriba, con él usando su pecho de almohada, lo que hizo que sonriese tiernamente, y es que su pequeño, siempre quería momentos así después de entregarse el uno al otro, momentos en el que la pasión volvía a convertirse en puro amor.

Esta noche, era la segunda que Jin Hyo permanecía bajo la vigilancia de los médicos de palacio, quienes montaban guardia fuera de la habitación real, sin dejar entrar apenas a nadie, independientemente del grado que tuviera, ni tan siquiera a la mismísima reina, según parecía, por orden expresa de el mismo monarca; y eso tenía a Tae Woon más angustiado aún, pues no entendía a qué venía esa actitud con él también.
El día anterior, habían estado dando una vuelta por los jardines del patio principal, como lo hacían siempre, ya que lo tenían por costumbre; habían estado riendo, haciendo broma sobre lo serios que eran algunos ministros, sobre todo Won Hyuk Mo, el tío del joven Jung Yunho, que parecía escandalizarse casi por cualquier cosa y oponerse a casi todo lo que se propusiera y no fuera la reacción habitual, cuando de pronto lo vio desvanecerse; por fortuna lo tomó entre sus brazos antes de que cayese al suelo, pero le asustó el que no le respondiera, más aún, el que tardase tanto en volver en sí, pues no lo hizo hasta que él lo dejó en su habitación y los médicos comenzaron a tratarlo.
Otra cosa que lo preocupaba, era que los doctores se negaban a explicarle qué era lo que le había pasado o lo que le pasaba al rey, por mucho que él les preguntara, y se limitaban a pedirle que tuviera fe en la pronta recuperación del monarca, le decían que estaba en buenas manos, porque ellos eran los mejores de toda Corea y que por ese motivo trabajaban para el rey; pero eso a él la daba lo mismo, como si querían ser los mejores de toda Asia, lo único que podía tranquilizarlo, en ese momento, era ver con sus propios ojos a su hermano, pero no le permitían el pasar al interior de la habitación; de modo que optó por hacer lo que hacía siempre que alguien le impedía verlo, o, simplemente, cuando no podía aguantar por más tiempo sus deseos de contemplarlo, colarse en su dormitorio, sin ser visto, por unas de las puertas que daban al jardín.

Jin sabía perfectamente que su hermano estaba preocupado por él, había sido así desde que eran niños, además los médicos no cesaban en decirle que el general preguntaba continuamente por su salud, y exigía saber qué era lo que le ocurría, con bastante insistencia; pero no quería que nadie le dijese nada, ya se recuperaría, igual que otras veces lo había hecho, pese a que el jefe de los médicos le aconsejaba, según decía, guiado por sus años de experiencia, el comentarle algo, más que nada, porque así se tranquilizaría y lo dejaría descansar, que era lo que más le convenía en ese momento. De modo que no le extrañó en lo absoluto que, haciendo gala de la cabezonería que Tae Woon había heredado de su padre, se estuviese colando esa noche, como había hecho otras veces, en su habitación, evitando, sólo los dioses sabrían cómo, que los propios soldados que él había adiestrado porque lo protegieran, consiguieran verlo.

- Jin… -dijo, en apenas un susurro, cuando estuvo frente a la cama de su hermano, acercándose para verlo mejor.
- No. –dijo, al tiempo que sujetaba las cortinas del dosel de su cama, manteniéndolas cerradas, dándole la espalda, evitando así que Tae Woon pudiera verlo.
- ¿Por qué? –preguntó aún más preocupado, porque resultaba ser cierto lo que los doctores habían dicho, que era él mismo quien le negaba acceder a verlo, aunque no quisiera creérselo de boca de ellos.
- Porque estoy horrible. –se quejó riendo levemente, como si estuviera haciendo broma- Si me ves así, seguro que vas a quererme menos.
- Ja… -quería poder decirle que eso era imposible, que no había nada en el mundo que pudiera hacer que dejase de amarlo como lo hacía- eres un presumido, -dijo levantando un poco las cortinas y sentándose en los pies de la cama, si Jin Hyo no quería que lo viese, él no iba a contrariarlo, porque el sentir su voz como siempre, lo tranquilizaba- igual que tu difunta madre…
- Y tú la desobediencia y altanería de nuestro difunto padre, que no aguantaba que nadie le llevase la contraria… en ocasiones me pregunto qué aptitudes fue las que vio en ti para decidir que fueras soldado… y más aún, parte de la guardia real… -se defendió del ataque de su hermano.
- ¿Quizás mi forma de luchar? –rió
- Será lo único… -dijo con tono burlón, de más imaginaba todos los valores que su progenitor vio en él, la lealtad, la conciencia del deber, capacidad de liderazgo… y el afán protector que tenía sobre su persona, lo veía perfectamente capaz de arriesgar la vida por él y le dolía tenerlo tan claro.
- Jin Hyo, ¿qué es lo que te pasa? –tenía pensado no irse de allí hasta saber la verdad sobre lo que le pasaba a su hermano pequeño, al amor de su vida.
- Nada, sólo cansancio. – respondió, como en toda la conversación, dándole la espalada, para que no pudiera ver su rostro.
- Mentiroso… si fuera sólo cansancio, ya te habrías recuperado. –debatió la escueta explicación.
- Tae Woon, -refunfuñó ante tanta insistencia, estaba claro que no se iba a ir fácilmente y dejarlo dormir- yo no tengo la misma fortaleza que tú y Jung Yunho; por eso tardo más en recuperarme. –no le gustaba mentir a su hermano, pero no podía decirle lo que pasaba, más bien, no quería decirle lo que en verdad le ocurría.
- Está bien… -se levantó de la cama, si era eso lo que Jin decía que le pasaba, ¿por qué iba a dudar de su palabra y de la del doctor de cabecera, que le había dicho exactamente lo mismo? –Entonces descansa, -dijo frotando ligeramente, por sobre la manta, los pies de su hermano- y recupérate lo antes posible… el país te necesita… -en verdad quería decir “yo te necesito”, pero esa frase era una de las muchas que estaba condenadas a morir en sus labios antes de ser pronunciadas.
- Gracias Tae Woon… -ahogó sus ganas de llorar, porque nuevamente, como siempre, había deseado que aquella leve caricia no fuese por amor fraternal, si no por el mismo tipo de amor que él le procesaba.
- De nada….Buenas noches. –dijo, saliendo de la habitación, al tiempo que cerraba los puños, aguantando su deseo de abrazarlo y decirle que todo saldría bien, pero que necesitaba que se recuperase, para él estar más tranquilo, que necesitaba que volviera a ser el Jin Hyo de siempre, sonriente, aquel del que se enamoró sin remedio.
- Buenas noches. –respondió, y lágrimas silenciosas comenzaron a recorrer sus mejillas, que tan apenas habían recobrado algo de color desde que despertara.

Al comenzar a despuntar el día, Sun Gen ya estaba de pie, comenzando a asear su cuarto, para después ir a ayudar a Jeon Bo, su madre y las demás chicas, a limpiar las zonas comunes, puesto que Changmin le había dicho que de momento Jaejoongieh no iría a la casa, así que, hasta nuevo aviso, ella se quedaría allí, donde sabía perfectamente que su madre y Jeon la cuidarían y evitarían que Song Hyu Neul pudiera hacerle algo. No iba a negar que le hubiera gustado tener a Changmin defendiéndola también, pero era consciente de que él debía proteger a Jaejoongieh y a Yunho, porque ambos estaban heridos, y ni el doctor Park ni su hermano Junsu parecían tener conocimientos de lucha, y sabía que él los tenía porque se había criado con el señor Jung, siendo amigos desde la infancia, compartiendo en parte los entrenamientos militares que el padre de Yunho les dio.

- Buenos días hija mía, ¿cómo has amanecido?
- Padre… -dijo con cierto desprecio, haciendo una reverencia, porque, aunque sabía que le debía respeto y obediencia, también que era por él, que Song Hyu Neul había descubierto donde estaba oculto su amigo- Bien, gracias… si me permite, tengo que ir a ayudar a mi madre y a Jeon Bo.
- Espera… ¿cómo está Jaejoongieh? –y no podía creer que tuviera el descaro de preguntar.
- Pregúntele al general… quizás él lo sepa mejor que nadie… -respondió desafiante, y marchándose de allí, la visión de aquel hombre, por más que fuera su padre, le repugnaba.
- ¿El general Song? –le preguntó, sujetándola de la muñeca, evitando que se fuera.
- ¿Quién si no él?... –se giró y le sostuvo la mirada- Para ser franca con usted, padre, lo único que sé es que hace dos días atacaron la casa de los Jung y desde entonces nadie ha visto ni a Jaejoongieh, ni a su esposo Yunho. –no iba a decirle la verdad- Y aunque no tengo nada que pueda demostrar que fue él… estoy prácticamente convencida –de hecho lo sabía a ciencia cierta, pues las palabras que Jaejoong no dejaban lugar a duda alguna- de que el general Song tuvo algo que ver… -hizo un movimiento seco y se libró del agarre de su padre, marchándose, aprovechando el estupor en que parecía haberse sumergido su progenitor.
- Sun Gen… -la llamó Jeon Bo desde el patio.
- Siento llegar tarde… me crucé con mi padre…
- No te preocupes. –le sonrió dulcemente, mientras entre ambas comenzaban a sacar agua del pozo para realizar la colada.
- ¿Podría ser verdad que mi padre no sepa nada de lo ocurrido? –preguntó sin saber muy bien si considerar del todo esa opción o no- Pareció extrañarse con lo que le comenté…
- Bueno, cabe esa posibilidad; con lo posesivo que ha sido siempre el general con Jaejoongieh, no creo que le dijera a tu padre lo que tenía pensado hacer una vez lo encontrase…
- Tiene razón Jeon Bo.
- Hablando de ellos, ¿cómo están?
- Jaejoongieh está bien, pero… según me dijo Changmin, Yunho perdió demasiada sangre y… Jeon Bo… -gritó al ver como la mujer se llevaba su mano al pecho- Jeon Bo ¿está bien?
- ¿Qué sucede? –preguntó Lee Ann, alarmada por las voces de su hija
- Es Jeon Bo… necesita al médico… -decía asustada, sin saber muy bien cómo actuar.
- Enseguida lo hago llamar.

Unas horas después, Park Yoochun estaba en el Muñecas, examinando a la mujer, mientras las mujeres de la familia Kang, esperaban fuera de la habitación de Jeon Bo, ansiosas por saber qué era lo que le había pasado.

- Doctor, por favor, dígame la verdad. –pidió Jeon Bo
- Ha empeorado señora Lee. –respondió con toda sinceridad- Su corazón está cada vez más débil…. Debería intentar cuidarse más…
- Lo sé… pero, dígame… Jaejoongieh y el joven Jung… ¿cómo están?
- Están bien… -la tranquilizó- Jaejoongieh es el que primero se ha recuperado, porque sus heridas eran más leves; pero estoy seguro que Yunho no tardará en despertar también…
- Gracias doctor… -dijo, viéndose notablemente más relajada.
- No tiene que agradecerme… ahora intente descansar señora Lee. –le aconsejó, al tiempo que la cubría con la manta de su cama.
- Doctor, ¿cómo está Jeon Bo? –le asaltó Lee Ann, nada más lo vio salir de la habitación, recibiendo un gesto con el que le pedía algo de silencio, haciendo que se sonrojase de vergüenza por la impaciencia que había demostrado.
- Necesita descansar… no realizar trabajos demasiado pesados o fatigosos… -respondió una vez se alejaron del dormitorio de Jeon Bo.
- Pero… ¿es grave? –preguntó Sun Gen con el alma en un puño.
- Si no se cuida… sí. –sabía lo importante que era para ambas aquella mujer, así que no iba a mentirles diciendo que no era nada.

Se despidió de ellas, después de darles unas directrices a seguir para que la enfermedad de Jeon Bo no empeorase, ya que, en verdad, no había gran cosa más que pudiera hacer por ella, y regresó a casa, donde, tras comentar el motivo por el que había sido llamado al Muñecas con tanta urgencia, le tocó tranquilizar a Jaejoong.

Después de asear a Yunho y cambiarle de ropa, Jaejoong y Junsu fueron a hacer la colada al lago, ese mismo en cuya otra orilla estaba su casa, aquel en el que había intentado quitarse la vida tiempo atrás, y que le permitió dormir piel contra piel con su amado esa misma noche por primera vez… y, al igual que los recuerdos, las lágrimas no tardaron en aparecer.

- Jaejoongieh –lo llamó Junsu al verlo llorar- ¿estás bien?
- ¿Eh?... sí… sólo… recordaba… -sonrió melancólico, y se secó las lágrimas, antes de empezar a lavar la camisa de Yunho, intentando borrar las marcas de sangre reseca que habían quedado en ella tras el ataque del que habían sido víctimas.
- Ya veo… -no se sintió con derecho a preguntar, además que él tampoco parecía tener ganas de hablar sobre lo que había recordado, y que parecía ser algo triste o malo, porque lo había hecho llorar.
- Junsu…
- Dime.
- Se te va uno de los pantalones de Yoochun. –Señaló algo divertido, la dirección en la que se iba la prenda, llevada por la corriente.
- Ay no… vuelve aquí…. –gritaba mientras iba tras ellos, hasta que finalmente los cogió- te pesqué… pantalón malo…. –decía regañando a la prenda de vestir, haciendo que Jaejoong riera a carcajadas al ver la escena, y el sonriera complacido, pues había conseguido que aquella expresión de tristeza que se había instalado en su rostro, desapareciera aunque fuera un instante.
- Junsu…
- ¿Sí? –preguntó, una vez estuvo de nuevo a su lado y hubo metido los pantalones fugitivos en el cesto, para que no volvieran a irse con la corriente.
- Gracias… por hacerme reír. –le sonrió
- De nada.

Terminaron de lavar la ropa y fueron a extenderla. Poco después, Junsu se fue a ayudar a su madre en el puesto que tenía en el mercado, porque Changmin había ido a recoger leña y hacer algunos remiendos en la casa, que falta le hacían pues parecía que fuera a caerse en cualquier momento, sobre todo cuando corría fuerte viento; Yoochun se fue a ver a algunos ancianos del pueblo para hacerles sus chequeos y ver que tal estaban… de modo que era como si estuviera solo en aquella casa.
Se puso a hacer la comida para los tres y la sopa que darían de beber a Yunho; y luego se fue al cuarto a hacerle algo de compañía a su esposo, se tumbó junto a él y empezó a regalarle caricias, mientras le pedía nuevamente que se recobrase pronto, porque necesitaba sentirlo; entonces tomó una de las manos de Yunho y la pasó por sobre su cuerpo, haciendo así que le abrazase, con su cabeza sobre el pecho, escuchando como le latía el corazón.

Después de terminar los remiendos en casa de su familia, Changmin fue camino del puesto que su madre tenía en el mercado, para que así Junsu pudiera ir a casa de Yoochun y cuidar de Yunho y Jaejoong; pero algo le llamó la atención, y eso era que, aunque muchos cuchicheaban por lo ocurrido en la casa de la familia Jung, y el hecho de que nadie parecía saber qué era lo que había pasado con ellos, había algunos que parecían poner más atención que otros a lo que se decía o rumoreaba… ¿podrían ser hombres contratados por aquel que atacó a sus amigos y que había intentado hacerle daño también a su amada Sun Gen?, no lo descartaba en absoluto, aunque también cabía la posibilidad de que simplemente les pagase por algo de información, ya que parecían no tener nada, y el hambre… es muy mala consejera, haciendo que en ocasiones te fíes de quien no debes, que pactes incluso con el mismísimo diablo. De modo que cuando llegó a donde estaba su madre, tras saludarla, habló a Junsu al oído, advirtiéndole sobre lo que había descubierto, pidiéndole que ambos, tanto Yoochun como él, tuvieran cuidado con aquello que decían, pues no sabría decirle con exactitud quienes eran los que aquel maldito había pagado por saber dónde se encontraban Yunho y Jaejoongieh, y ya sabían las posibles consecuencias que podía tener el que los localizase; también le pidió que, de momento, no le dijera nada a Jae, porque tampoco ganaban gran cosa, haciendo que se preocupase más.

Tae Woon estaba fuera de la habitación de su hermano, hablando con Jang Yoo Moon sobre los turnos de las guardias en los próximos días, cuando sintió abrirse la puerta, y no pudo evitar que en sus labios se dibujase una enorme sonrisa de felicidad, al ver a su hermano de pie y tan hermoso como siempre, sin percatarse demasiado de la cara con la que el joven soldado lo miraba al notar aquella reacción.

- Debería descansar un poco más, alteza, es muy precipitado que comience ya con su trabajo y responsabilidades… -le aconsejaba, siguiéndole como buenamente podía los rápidos pasos que daba Jin Hyo, precisamente por evitar que lo siguiera y le dijera lo que no podía o no debía hacer aún.
- No pienso volver a la cama Chan Ok. –se quejaba al anciano doctor- Ya he estado mucho tiempo en ella, además… tengo varios asuntos que atender, un país no se maneja solo…
- Pero puede funcionar solo un par de días más. –le reprochó Tae Woon tiernamente, mirándolo con dulzura- Debería hacer caso de su médico majestad, lo dice por su bien...
- General Kim… -le reprochó, al tiempo que se acercaba para poder susurrarle casi en el oído- si no recuerdo mal, ayer eras tú mismo quien me decía que el reino me necesitaba.
- Lo sé… pero necesita un rey sano. –ahora era él quien también miraba con cierto reproche- Yoo Moon… -se giró hacia donde habían estado sentados, para ver al joven soldado
- Sí, mi general…
- Vete a la corte de ministros y disculpa al rey ante ellos, diles que aún no se encuentra bien del todo, pero que mañana en la mañana retomará sus funciones. –ordenó, mientras miraba de reojo a su hermano, obviando nuevamente la cara de circunstancias que tenía el pobre Yoo Moon, que no entendía por qué parecían tener tanta complicidad el rey y el general, aunque había oído rumores entre algunos soldados ya veteranos, acerca del parecido que el general Kim tenía con el difunto monarca, casi más incluso que el propio rey, de modo que podía que fueran hermanos, pero él mismo tenía dos, y no se llevaba tan bien con ellos, de hecho, cuando más pequeños, más de una vez habían peleado, crispándole a su pobre madre los nervios, ya que su padre, siempre estaba haciendo alguna guardia o en alguna expedición, y solían portarse bien las pocas veces que estaba presente en la casa.
- General Kim Tae Woon, ¿qué cree que está haciendo? –le reclamó, mientras el joven soldado salía de la sala dispuesto a cumplir la orden que le habían dado- Tae… bájame ahora mismo… -pataleaba, mientras su hermano lo cargaba sobre su hombro, como cuando eran pequeños- Kim Tae Woon, no me hagas repetírtelo dos veces… que me bajes…. –seguía medio chillando, pataleando y golpeando con sus puños la espalada de su hermano, mientras era metido de nueva cuenta a la habitación.
- Si Chan Ok dice que debes descansar un poco más… debes hacerle caso. –dijo dejándolo suavemente sobre la cama, viendo como le volvía la cara, igual que cuando eran pequeños y Jin se enfadaba con él, haciendo que sonriera divertido por un momento- Es un buen doctor y sabe lo que se hace… así que obedece sus indicaciones.
- No quiero… -dijo, intentando levantarse.
- ¿A dónde crees que vas? –le empujó, haciéndolo caer nuevamente sobre la cama.
- Tae… -reprochó, incorporándose un poco.
- No vas a moverte de la cama… -dijo, clavando su mirada en la de su hermano, acercando su rostro un poco al de él.
- Oh… ¿y vas a quedarte aquí, a mi lado todo el día, para comprobar que no me voy a ningún sitio? –espetó medio desafiante, acercando su rostro un poco más al de Tae Woon, quien lo miraba impasible, al menos hasta el instante en que se levantó de la cama, pero por algún motivo, no se sentía vencedor de esa batalla de miradas que habían parecido echar…
- Jaja… -rió el anciano médico- se nota que son hermanos… actúan como cuando eran más jóvenes. –los miró con ternura, pues había sido él y la comadrona, quienes habían ayudado en los partos que los trajeron al mundo, de modo que sabían perfectamente de aquel vínculo de sangre que los unía, y aunque no le hubieran dicho, ambos poseían algún rasgo del antiguo soberano, sobre todo el general Kim, quien era casi idéntico físicamente hablando, a su difunto padre.
- Yoo Moon. –dijo Tae abriendo la puerta de la habitación tan apenas, después de haberse levantado de la cama, ignorando el desafío que le habían lanzado, y sabiéndose seguido por la mirada de su hermanito, con los mofletes hinchados, esperando explicaciones y enojado por ser ignorada su pregunta, dándole indicaciones al soldado- El rey debe descansar, así que no quiero que le permitas la entrada a nadie.
- Sí, señor…
- Ni tan siquiera a la reina. –ordenó, al tiempo que le dedicaba una sonrisa burlona a su hermano, que al verse observado en ese instante, volvió a girarle la cara, para indicarle que aún seguía medio molesto con él.
- Sí, señor… -y aquello le parecía algo ya vivido al joven soldado, y es que, en las pocas veces que el monarca se había puesto enfermo y había necesitado de reposo, siempre le habían prohibido el paso a la soberana.
- Entonces no tengo escapatoria, ¿no? –renegó Jin Hyo, al tiempo que se cubría hasta arriba con las sábanas de su cama, tapándose hasta la cabeza.
- Es por tu bien, Jin. –respondió Tae, acercándose y poniendo su mano sobre las piernas del pequeño, al tiempo que tomaba asiento.
- Cuide de que descanse general Kim. –pidió el doctor- Le vendrá bien todo lo que pueda dormir, antes de volver a ejercer sus funciones.
- Descuide, lo haré.
- ¿Por qué eres así conmigo?, cuando se trata de que seas tú el que siga las directrices de Chan Ok o los demás doctores, no haces apenas caso, pero si debo ser yo… -se quejaba, aún bajo las sábanas, cuando tuvo seguro que el doctor se había ido de la habitación- Te afanas en que cumpla hasta la última de sus indicaciones…
- Porque me preocupo por ti… te quiero. –dijo sin pensar
- Idiota…
- ¿Qué?
- Nada… es por mí… -respondió, al tiempo que alguna lágrima furtiva escapaba- por un momento quise pensar que… sentías lo mismo que yo…
- Jin Hyo… -se moría por abrazarlo, por decirle que era así, o tal vez más… pero no podía.
- Tae Woon… - dijo destapándose y lanzándose sobre su hermano sin previo aviso, tirándolo sobre la cama, abrazándolo, hundiendo su rostro en su cuello; sintiéndose envolver por sus brazos al cabo de un rato. Y es que no podía evitarlo, lo necesitaba más que a nadie en el mundo, pese al dolor que su corazón pudiera estar sufriendo por esa cercanía, por ese abrazo.

Así, Jin Hyo acabó quedando dormido, sobre el pecho de su hermano mayor, abrazado a él; y cuando Tae Woon se dio cuenta, comenzó a moverse lentamente, con cuidado de no despertarlo, y lo colocó sobre la cama y la almohada, tapándolo con la sábana; se quedó un instante mirándolo… era tan hermoso incluso cuando dormía…, le ordenó algunos mechones de su cabello y dejó a su mano acariciarle el rostro libremente por un momento, apenas el instante en que sus labios, después de pronunciar su nombre, se posaron sobre la boca de Jin, robándole un dulce y tierno beso, que tan apenas calmaba el dolor que sentía su corazón, por amarlo como lo amaba y no poder decírselo por miedo. Se levantó de la cama y, abriendo las puertas correderas que daban al patio, salió al jardín un instante, comenzando a tomar las flores más hermosas que veía, para hacer uno de los ramos más bellos que pudiera, y con él, adornar la habitación de su querido hermanito, de su amado Jin Hyo.

Cuando Junsu llegó a casa, Jaejoong estaba poniendo la mesa para comer, mientras que Yoochun terminaba de ordenar algunos trastos en la sala donde atendía a los pacientes, dejó la cesta en la que había traído algunos productos del mercado, que sabía que hacían falta, y se puso a ayudar, sirviendo la comida. Al terminar, y mientras el doctor Park volvía a su quehaceres, Junsu y Jaejoong limpiaron la mesa, fregaron los trastes gastados para la comida, fregaron el suelo… y ahora estaban recogiendo la ropa que habían extendido en la mañana, y que, de seguro, ya estaba seca, pues había hecho buen día, bastante soleado y con algo de aire, que siempre venía bien.
Al pequeño le preocupaba el silencio y la tristeza en la que Jaejoong se había sumido esa tarde, pues de sus labios no había nacido ni una sola palabra, y, tan de cuando en cuando, una leve sonrisa, por algo que él o Yoochun decían, pero que desaparecía casi tan rápido como se formaba. Era más que obvio, que estaba preocupado por Yunho, por el hecho de que pasaban los días y seguía sin despertar, pero ya le avisaron que debía ser paciente, que las heridas de ambos eran muy distintas…. Además, se había imaginado alguna vez cómo actuaría si fuera Yoochun quien no despertase, y envidiaba la entereza que Jaejoong parecía mostrar la mayor parte del tiempo, porque él no podría soportarlo.

- Jaejoong…. –lo llamó
- Dime Junsu. –lo miró, pero él se sentía como si no lo estuviera viendo, porque sus ojos estaban como ausentes, como si su alma no estuviera presente ahí, en ese momento.
- Yoochun es muy buen médico… si él dice que Yunho se va a recuperar, seguro que lo hace, sólo… ten paciencia. –le pidió, con su mirada destilando ternura.
- Lo sé Junsu, no lo dudo. –dijo volviendo a doblar la ropa que habían recogido, pero aún como ausente.
- Está bien… -dijo con cierta resignación, comenzando a ayudarle, notando como volvía a instalarse el silencio dentro de aquella habitación.
- Ayer os oí. –dijo Jaejoong de pronto.
- ¿Nos oíste? –preguntó sorprendido y rojo de la vergüenza, imaginando que fueron sus gemidos y jadeos lo que había escuchado el mayor.
- Sí, oí cuando le decías a Yoochun que temías que os pasase lo mismo que a Yunho y a mí. –confesó mirándolo a los ojos.
- Oh…
- Junsu…
- ¿Sí?
- A Yunho y a mí, no nos atacaron porque descubrieran que ambos éramos hombres y manteníamos una relación.
- ¿No? –preguntó totalmente perdido, pues había dado por hecho que aquel era el único motivo.
- No… -respondió meneando la cabeza- Yo soy el culpable de que Yunho esté así…
- ¿Tú?... vamos… no digas eso…
- Sí, Junsu, yo soy el único culpable, porque el hombre que nos atacó… me buscaba a mí… está obsesionado conmigo… con la idea de que le pertenezco, y sé que no parará hasta que yo vuelva a su lado… -le comentaba, mientras ambos limpiaban la habitación principal de la casa.
- Pero no piensas volver, ¿verdad? –pues se intuía que lo había pasado mal cerca de aquel hombre que describía.
- No… cuando estaba con ese hombre, en lo único que pensaba era en escaparme, en huir lejos de él… además… amo demasiado a Yunho, no podría dejarlo… no podría marcharme de su lado, después de conocerlo y sabiendo que él también me ama… no podría pagarle así todo el amor que me tiene y me ha dado, todo el tiempo que ha estado haciéndome feliz… yo… ya no sé vivir sin tener a Yunho a cerca… -le confesó a Junsu
- Ya… -lo comprendía, porque él tampoco podría dejar a Yoochun ahora.
- Pero… -añadió, mientras comenzaba a limpiar la espada de Yunho, que Changmin había traído la segunda vez que fue a casa de los Jung, junto con algo de más ropa- soy consciente de que mientras siga vivo, cabe la posibilidad de que Yunho salga herido otra vez por mi culpa, por defenderme, por salvarme de él… -dijo con notable desprecio en el tono de su voz, al referirse al hombre que los atacó y que hirió tan grave a su amor
- ¿Jaejoongieh? –aquella expresión y aquellas palabras no le estaban gustando nada a Junsu
- Por eso… para que no vuelva a ocurrir… Jaejoongieh debe morir… - dijo desenvainando la espada.

4 Comentarios:

  1. noooooooo jae no te mates si te matas me suicidooo XD naaa ya entendi dijo jaejoongien se cortara el pelo verdad?? espero que sea asi sino deverdad me suicidoo O.O

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  2. Anónimo3/28/2012

    quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee? noooooooooooooooooooo, yo también espero que sólo se corte el pelo T_T (corre a leer el siguiente cap, aún sin cenar)

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  3. Anónimo1/01/2013

    no quiero que muera...si el muere yo me muero con el

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  4. NOOO Jae, No puede estar pasandote por la cabeza el intentar quitarte otra vez la vida. TENGO MUCHAS MUCHAS GANAS DE SABER COMO FUE QUE ENPESÓ EL ROMANCE ENTRE MI YOOCHUN Y JUNSU y su primera vez¡¡¡ en serio me.encataría que mas adelante cuentes cómo fue que se enamoraron¡¡¡ Minnie siempre suspicas, no esta nada equivocado en sus sopechas.

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