YOOSU’ SPECIAL: THEIR LOVE STORY
Su madre, desde que tenía uso de razón, había sido una mujer de salud delicada, de modo que se solía enfermar bastante a menudo, por ese motivo no era raro que cada mes, más o menos y en el mejor de los casos, su padre se viera obligado a ir en busca del doctor, lo que suponía casi medio día de viaje hasta la casa del médico y otro medio para volver a la de la familia Park, para que la curase de sus dolencias, ya que el doctor vivía en otro pueblo. Por eso, cuando su madre empeoró súbitamente de su última enfermedad, y su padre quiso regresar a la casa con el médico, para que la atendiera, ya era demasiado tarde… el joven Yoochun, de apenas ocho años, lloraba desconsoladamente sobre el pecho de su madre, pidiéndole que no le dejara, que abriera sus ojos y despertara…
Sí, definitivamente aquello le había marcado, le había impulsado a querer ser doctor, mejor dicho, a querer ser el médico de aquellas aldeas cercanas a la suya, y cuyos habitantes se encontraban en la misma circunstancia que su familia… no quería que nadie más, si podía evitarlo, pasara por su mismo dolor, el de perder a un ser querido, sólo porque no había un médico lo suficientemente cerca como para sanar a ese enfermo y así, si se podía, salvarle la vida.
Su padre no se negó en lo absoluto a la decisión que él había tomado y de la que le hizo partícipe, tan pronto tuvo la determinación suficiente para decírselo, pese a la tradición que había en su familia de ser todos soldados y que se remontaba varias generaciones atrás; de hecho, le entregó como discípulo a un amigo suyo que ejercía como tal, y que se lo llevó a estudiar bajo su tutela a Seúl, donde trabajaba y daba clases a los futuros doctores. Desde entonces Kwon Chan Ok, se convirtió como en un segundo padre para él; era su tutor, su maestro, pero también su apoyo en los momentos en los que se venía abajo al recordar a su familia y lo lejos que estaba de su padre, la única que le quedaba ya; el doctor era un hombre íntegro que se preocupaba por los demás… un modelo en el que fijarse, en definitiva, su modelo a seguir.
Los inicios fueron duros, había mucho que estudiar y él no estaba acostumbrado a seguir tan estricta rutina de estudios, pues su padre se la había pasado intentando que entrenara los distintos estilos de lucha, pero siempre a escondidas de su madre, quien lo cuidaba y mimaba, y no quería que se hiciera daño por andar jugando con armas, aunque éstas fueran de madera y no tuvieran filo alguno con el que cortarse; pero pronto destacó por sobre los demás alumnos, mostrando una especie de don natural para la medicina, quizás el haber prestado atención y haber cuidado de su madre, las veces que ésta había caído enferma, le facilitaban las cosas…
Aún así, en los tiempos muertos, mientras los demás jugaban corriendo para arriba y para abajo o luchando, a modo de entrenamiento o en verdaderas peleas, en ocasiones por tonterías, él siempre se sentaba, en algún sitio algo alejado de todo el barullo que formaban sus compañeros, y leía los libros que su maestro y tutor le daba. Estaba decidido a convertirse en el mejor médico para que su difunta madre y su padre estuvieran orgullosos de él, por eso no cesaba de esforzarse, intentando dar siempre un poco más; y tampoco quería darle motivo alguno al amigo de su progenitor para que se arrepintiera de haberlo acogido y gastar parte de su tiempo en enseñarle su oficio.
En el tiempo que estuvo bajo el cuidado de Chan Ok, viviendo en Seúl, recibía cartas de su padre casi cada mes, quien le contaba cómo estaban las cosas por su antiguo pueblo y le preguntaba cómo le iban a él; tal vez, por eso, no le extrañó nada, cuando en una de las últimas misivas que recibió de su puño y letra, éste le confesase que iba a casarse por segunda vez, que contraería matrimonio con Hyo Jun, pues se la había pasado nombrándola en todas las anteriores, cada vez con más asiduidad, lo que sí le extrañaba un poco era que a ella no pareciera importarle la diferencia de edad que había entre ambos.
La recordaba perfectamente, era tres años mayor que él y la hija de unos sirvientes de la familia. De pequeños, antes de que él se fuera a Seúl con Chan Ok, se la pasaban medio peleándose, sobre todo porque ella le decía que tenía las manos demasiado finas, casi como chica, y que con unas manos así, jamás encontraría esposa, porque sus manos eran un claro indicativo de que no estaba acostumbrado a trabajar y las mujeres no buscaban hombres delicados, si no maridos fuertes, que pudieran hacerse cargo de su esposa y sus descendientes, protegerlos…, pero siempre era ella quien lo protegía, como si fueran familia, de cualquiera de los demás niños que quisieran hacerle daño, y es que, definitivamente, ella siempre había sido una mujer de carácter, que no toleraba que nadie abusara de un ser más débil y que se escudaba después con un “sólo yo puedo meterme contigo… hermanito”, pues no quería admitir que él le importaba de algún modo. Y podía ser… quizás siempre se habían visto así, como familia, y jamás de otro modo…
Por las cartas de su padre, supo que los padres de Hyo Jun habían dejado de trabajar, porque ya estaban bastante mayores, y que ella era la que lo había seguido cuidando, así que le estaba agradecido por ello, sabía de más que su padre no sabía vivir sólo, y sin tenerle a él cerca, el apoyo que ella pudiera ofrecerle era de gran ayuda, para que no cayera en depresión, para que no se hundiera y se sintiera incapaz de seguir adelante tras la muerte de su madre… estaba seguro que si a su “hermana” le había entrado en la cabeza que su padre comiera, saliera… en fin, que hiciera la vida de siempre… no iba a parar hasta que lo consiguiera, porque era muy persistente y raramente se daba por vencida.
Por desgracia y debido a los estudios, sobre todo porque coincidió con los primeros exámenes, no pudo asistir a la boda, pero les hizo llegar una misiva deseándole todo lo mejor en su nueva vida juntos, ya que para ambos no guardaba más que buenos deseos, y fue desde ese instante, en que empezó a tratar de usted a Hyo Jun, porque, de ser su “hermana mayor”, había pasado a convertirse en su “madre”.
Pasados casi dos años en Seúl, a Yoochun le hubiera gustado tener otro motivo para volver a la aldea y a la casa de su familia, ya que se encontraba allí para estar presente en el funeral de su padre. Chan Ok le había dado permiso para ausentarse el tiempo que estimara necesario, y le pidió que le diera sus condolencias a la viuda de su padre, puesto que no podría asistir al funeral de su amigo, ya que la reina madre estaba débil de salud y él, como médico de cabecera de la familia real, debía estar presente para cualquier recaída que pudiera acontecerle a la anciana mujer, y tras despedirse, diciendo que así lo haría, se puso en marcha, sin saber muy bien qué es lo que se encontraría a su regreso a la casa familiar.
Cuando llegó, nada más entrar por la puerta de la casa, Hyo Jun lo abrazó fuertemente, sin importarle que las demás personas presentes en el velatorio se le quedasen mirando, y por primera vez, desde que emprendiese el viaje de vuelta a la casa de su padre, se derrumbó y rompió a llorar.
Aquella noche, tras el entierro, fue la primera vez, tras esos dos años, que ambos volvían a sentarse en la misma mesa; y, aunque en un principio guardaron un incómodo silencio, quizás debido a que ya no eran tan niños y la atracción física comenzaba a despertar en ambos, no tardaron mucho en romperlo y hablarse como antes de que se distanciasen.
- Ay, Yoochun, te he dicho que no me trates de usted; nos conocemos de toda la vida, y, aunque soy un poco mayor, no es como para que lo tengas tan en cuenta, además… me haces sentir más vieja y… ahora somos familia.
- Por eso mismo, Hyo Jun; mi padre me pedía en sus cartas que la tratase como si fuera mi madre, y eso es lo que hago.
- Yoochun… -resopló resignada, y es que el joven se había pasado toda la cena tratándola con respeto, cuando lo que ella había esperado, era a aquel revoltoso con el que discutía de cuando en cuando, casi siempre por el mismo motivo- Tus manos… -dijo con una tierna sonrisa, al tiempo que tomaba una entre las suyas, ignorando por completo la expresión de confusión del pequeño- siguen tan finas como antes. –rió divertida, mientras la acariciaba con ternura, más aún, al escuchar a Yoochun reírse también por aquel comentario.
- Bueno, sólo han pasado dos años, y me he dedicado básicamente al estudio, es normal que sigan igual…
- Supongo… -le miró, melancólica a los ojos- Lamento que nos hayamos reencontrado en estas circunstancias… -dijo con lágrimas al filo de sus pestañas, amenazantes con caer.
- También yo. –sonó madurez en su voz, al tiempo que acariciaba reconfortante, la mano ajena sobre la suya.
- Yoo… -quiso pronunciar su nombre, pero una súbita arcada, le hizo correr hacia un rincón del patio, donde su estómago se vació de todo lo tomado en la cena.
- Hyo Jun… -dijo asustado, yendo tras ella, ayudándole a recogerse el cabello, porque no lo ensuciara, y frotándole la espalda tras el esfuerzo y mientras ella intentaba recuperar la compostura- ¿Está bien?
- Sí… -respondió, limpiándose los labios y avergonzada porque él hubiera contemplado espectáculo tan desagradable.
- ¿Está segura? –ella asintió- ¿Quiere que la revise?
- No hace falta…
- Pero puedo hacerlo.
- Seguro, sólo ha sido por el día de hoy…
- ¿Sólo habéis tenido nauseas hoy? –preguntó, al tiempo que con un trapo húmedo, limpiaba el ligero sudor que se había desprendido en el rostro de Hyo Jun, al tiempo que la refrescaba.
- No… gracias. –dijo tomando el trapo entre sus manos y situándoselo en la nuca- otros días he tenido arcadas, pero es la primera vez que… bueno…
- ¿Desde cuándo le ocurre? –cuestionó, mientras le ayudó a sentarse.
- Desde hace un tiempo… -respondió, y tomó un trago de agua del vaso que Yoochun le ofrecía.
- Ya…. ¿Desde cuándo no sangra? –preguntó algo violentado, pero mirándola directamente a los ojos.
- ¿Qué? –dijo totalmente aturdida, ¿realmente le estaba preguntando por algo tan íntimo?, pero la mirada inquisitiva que seguía impresa en los ojos del pequeño, no dejaban lugar a dudas, sí que lo hacía y debía responderle lo mejor que pudiera- No lo sé… hará unos tres meses o así… desde que tu padre enfermase que él y yo… bueno… -respondió, notando como se ponía roja por momentos, y tan nerviosa, que no sabía ni para donde mirar.
- Oh… -dijo tras un rato en silencio, haciendo que ella lo mirase confundida, más aún cuando le sonrió- Entonces, lo más probable, es que esté embarazada.
- ¿Qué? –sus ojos se abrieron completamente- ¿Vo… voy a tener un hijo de…
- Va a darme un hermano –le sonrió con ternura, al tiempo que depositaba una de sus manos, sobre el vientre de Hyo Jun, que parecía estar en shock, tras la noticia.
A la matrona del pueblo, le costó entender cómo era posible que hubiera tardado tanto tiempo en darse cuenta de que estaba en estado de buena esperanza, pero él lo comprendía estupendamente, ella se había volcado tanto en el cuidado de su padre, que obviaba su malestar, dándole poca importancia, y se centraba en que su esposo estuviera lo mejor posible.
Yoochun le escribió una carta a su maestro, pidiéndole permiso para permanecer junto con Hyo Jun, la viuda de su padre, hasta que ésta diera a luz a su hermano pequeño, pues no quería dejarla sola mientras estuviera embarazada, aunque hubiera una matrona cerca. La respuesta no tardó mucho más en llegarle, dándole permiso y pidiéndole felicitase a la futura madre, algo que hizo de seguida, además de ayudarla a redactar la carta en respuesta a Chan Ok, dándole las gracias por todo, incluido el que dejase al joven Park quedarse durante esos meses que restaban de su embarazo, pues reconocía que era un gran apoyo para ella y se sentía más segura al tenerlo cerca, también le prometía que no lo iba a dejar descuidar sus estudios y que estaría al día con ellos, en el momento que le tocase volver a la academia.
Cuando Chan Ok le mandó una carta, donde lo llamaba de vuelta, casi dos años más tarde de que se marchara; en parte le sabía mal por su hermano pequeño, pues se había unido mucho a él, se habían tomado mucho cariño, y no quería separarse de su lado, pero estaba seguro de que todo iría bien, pues Hyo Jun había encontrado a un buen hombre, soldado, como fuera su difunto padre, que había mostrado un gran amor tanto por ella como por el pequeño, ofreciéndose a darle su apellido, si nadie tenía problema alguno en que lo hiciera. De modo que cuando se despidió de ellos, les dio permiso para casarse, y pidió que de cuando en cuando le llevasen, si es que iban a Seúl, a su hermanito, para él poder verlo.
Desde que tenía memoria, Kim Junsu siempre había sido molestado por su hermano mayor, Kim Changmin. Era como una especie de regla no escrita, por la cual, él debía padecer todas y cada una de las perrerías que su hermano quisiera hacerle, pero sólo de él; pues si tener un hermano mayor tenía algo de bueno, era que Changmin, siempre lo protegía de todos los líos en los que se metía y lo defendía de todas aquellas personas que pretendieran hacerle daño de alguna manera; la única persona ante la cual no lo defendía, era su madre, porque cuando ésta se enfadaba, daba mucho miedo, así que ambos procuraban no hacerla enojar. Lo malo, es que su hermanito mayor, no estaba siempre, había ocasiones en las que éste acompañaba a su padre en algunos viajes que hacía o al señor Jung y su hijo, mientras que él, que aún era pequeño, se quedaba en casa con su madre, y en esas ocasiones le tocaba padecer los abusos de los “matones” del pueblo.
Pero desde que su progenitor muriera, Changmin no volvió a irse de la villa; la parte buena era que siempre estaba cerca para protegerlo, la mala… que solía ser él el que más lo incordiaba, sobre todo cuando se aburría porque no había podido jugar con su amigo Jung Yunho, ya que el padre de éste le había prohibido que se vieran.
Hoy andaba corriendo otra vez, escapando de algunos chicos del pueblo, que se entretenían abusando de los más pequeños; su hyung había comenzado a trabajar en casa de los Hyo, una familia de origen japonés, para ayudar a su madre a mantenerlos, igual que él también realizaba algún trabajillo esporádico; de modo que estaba solo, ante esos matones, de los que se había visto obligado a huir, puesto que lo superaban en número.
Escondiéndose por entre los árboles de sus perseguidores, no se percató de un pequeño terraplén que había, y por el que cayó rodando, sin hacerse, por fortuna, demasiado daño, sobre todo, teniendo en cuenta el desnivel que había desde donde cayó, hasta a donde fue a parar.
- ¿Estás bien? –preguntó una voz, mientras lo ayudaban a levantarse.
- Sí… ay… eso creo… - se quejaba levemente al incorporarse, pues se había pelado un poco las rodillas y le dolían.
- ¿Seguro que estás bien? –preguntó otra vez
- Sí… - y al ver a quien le había ayudado, le entró miedo, haciendo que caminase temeroso hacia atrás, dándose contra un árbol en la espalda, quejándose por el dolor y sintiendo que se quedaba sin escapatoria alguna de aquel hombre con espesa barba negra y pelo desordenado.
- Aléjate de mi hermano… - gritó Changmin, desde arriba del desnivel, y de un salto llegó a su altura, poniéndose entre ambos, dispuesto a golpear a aquel tipo si intentaba algo con su hermanito, haciendo que Junsu se sintiera salvado.
- ¿Changmin? –preguntó en un principio- ¡Changmin! –se le vio sonreír contento y emocionado
- Ten cuidado… -susurró Junsu, al ver a su hermano acercarse a aquel hombre, que por algún motivo conocía el nombre de pila de su hyung, y se quedó de una pieza cuando lo vio levantarle el cabello que le cubría la frente, y tapando en parte la barba, comenzó a sonreír
- ¡Yoochun! –exclamó, y acto seguido, entre risas de felicidad, lo abrazó con fuerza, siendo abrazado de igual forma- Cuánto tiempo… madre se alegrará mucho de verte…
- Y yo.
Cuando llegaron a la casa, la madre de Junsu miró a aquel hombre de arriba abajo, hasta que sus ojos se detuvieron en sus manos, entonces esbozó una sonrisa y lo abrazó igual de efusivamente que Changmin lo había hecho anteriormente, repitiendo el mismo nombre, Yoochun; por lo que le quedó bastante claro al menor que lo conocían, aunque él no lograse entender de qué ni el porqué de tanta alegría por verlo, porque buena pinta… no es que tuviera, desde luego; al menos eso es lo que él pensaba mientras lo repasaba repetidamente con la mirada.
Su madre lo hizo pasar dentro, y él le pidió, cortésmente, que le diera una palangana con agua y un trapo limpio, que recibió casi de seguida; acto seguido, lo hizo sentarse, y, subiéndole el pantalón hasta por encima de las rodillas, comenzó a limpiarle las heridas. Aquellas manos resultaron cálidas, a pesar de parecer tan finas como la de cualquier estatua que sale, recién pulida, del estudio del artista; sus ojos viajaron de aquella fineza y suavidad, brazos arriba, hasta que se encontraron con aquel rostro que, aún escondido entre la barba y los mechones rebeldes de cabello que se empeñaban en cubrir la frente, se adivinaba dulce y bondadoso, amable… instantes después, aquella profunda mirada penetró la suya, entre interrogante y sorprendida por hallarse, y de aquellos labios de los que apenas se intuía su verdadera forma, pues sus líneas eran desdibujadas por el bello facial que los bordeaba, salió esa voz que destilaba ternura y a la vez era tan varonil, que le hizo estremecerse un poco, al escucharle preguntarle si estaba bien; y sólo atinó a afirmar brevemente, moviendo la cabeza tan apenas, desviando la mirada y comenzando a morder la parte interior de su labio inferior, algo que sólo hacía cuando estaba nervioso, pero sin poder evitar buscar de reojo aquella cara que tanto le había llamado la atención en tan poco tiempo, y que descubrió con una sincera sonrisa adornando su boca, mientras terminaba de limpiar sus heridas con sumo cuidado.
Durante la cena, Junsu se descubrió pendiente de todas y cada una de las aventuras que Yoochun relataba, absorto en los detalles que narraba de lo que había vivido en sus viajes de preparación junto con alguno de sus maestros, medio embriagado por aquella dulce y varonil voz, que tan distinta a la suya y a la de su hermano era. Y fue también ahí, donde descubrió que lazos los unía, era el hermano mayor de su hermano Changmin, por lo tanto, hermanos, aunque él hubiera sido desconocedor hasta ese mismo día de su existencia.
Como ya era tarde, y dado que la antigua casa Park hacía mucho que había estado deshabitada, pues Hyo Jun se había mudado a la casa de su nuevo esposo tras la boda, no había tenido un mantenimiento que garantizase su buen estado, así que su madre le ofreció a Yoochun se quedase con ellos en aquella casa para dormir y descansar de tan largo viaje, antes de que se asentase en su antigua casa, donde había confesado su deseo de abrir la nueva clínica. Entre Changmin y él, prepararon un futón, el que gastaba su difunto padre, para que descansase, mientras que su madre dormiría, como siempre, en la otra habitación.
En mitad de la noche, Junsu se despertó; algo extraño en él, que era de aquellos a los que su madre debe insistirles una y otra vez para que despierten, ya que adoraba dormir. A la tenue luz de las velas que iluminaban la estancia, sus ojos viajaron de las tablas que sujetaban y adornaban el techo, hacia quien dormía a su lado, sorprendiéndose de hallar aún más dulces aquellos rasgos, ahora que descansaba tranquilo, que cuando estaba despierto, era hermoso, pese a lo desaliñado de su aspecto; su mirada escudriñaba cada pequeño detalle, pero su curiosidad no se saciaba desde esa distancia, de modo que salió del futón y, gateando, se acercó a aquel en el que descansaba Yoochun, y con sus caras a apenas un palmo la una de la otra, se dedicó a seguir contemplándolo detenidamente, buscando, quizás, ese algo en que se pareciese a su hermano, a su madre o a él mismo. Sin saber cómo, al menos sin que fuera del todo consciente, los dedos de una de sus manos se dedicaron a colocar los mechones de pelo, que caían despreocupadamente sobre la frente de a quien miraba, bajando después a jugar con aquella fina barba de apenas unos días, asustándose un poco con los primeros movimientos y reniegos de un Yoochun aún adormilado, y que parecía espantar moscas con sus manos, al sentir cada caricia a contrapelo en su mejilla o mentón, por lo que acabó haciéndolo como algo divertido, al menos hasta que éste se giró, dándole la espalda, y tuvo que dar por terminado aquel jueguecito y regresó finalmente a su cama, quedándose dormido, prácticamente, al instante en que cerró los ojos.
Al día siguiente, al despertar, no halló a nadie; su madre, seguramente, ya estaba preparándole el desayuno, Changmin ya habría ido a trabajar y comería algo en casa de los Hyo, porque la cocinera de aquella familia lo adoraba, pero… ¿y su “nuevo” hermano mayor?. Salió del dormitorio, después de haber recogido el futón, el único que quedaba, convirtiendo así la habitación en la sala donde pasarían el día hasta que volvieran a dormir, y encontró a Yoochun fuera de la casa, haciendo algunos ejercicios para estirar los músculos y tonificarlos, hasta que su madre le dio su plato de desayuno, que él aceptó con una amplia sonrisa, tomándolo entre sus manos y sentándose en el porche para empezar a comérselo.
- Buenos días –dijo jovial como siempre, sin poder evitar una sonrisa traviesa, cuando al mirar a Yoochun, recordó lo que había hecho la noche anterior.
- Buenos días hijo –respondió su madre, al tiempo que le servía el desayuno.
- Buenos días Junsu –dijo Yoochun, mirando extrañado aquella expresión del pequeño, y que se había dibujado en su rostro después de que sus miradas se cruzasen, haciendo que se preguntase si su cara tenía algo fuera de lugar que hiciera o pudiera provocar de algún modo, aquella sonrisa que, ahora que él lo observaba, estaba intentando reprimir, sin demasiado éxito; resultándole adorable aquel tono sonrosado que iba casi en aumento, por la vergüenza de sentirse descubierto, aunque no supiera él en qué- ¿Cómo están tus rodillas? –se preocupó.
- Bi… bien, gracias… ya no me duelen. -¿por qué se había puesto nervioso?, él no se había enterado de las caricias, ¿o sí?
- Me alegro –sonrió- Cuando termines de desayunar, me gustaría revisarlas, si no te importa…
- Claro –dijo algo ¿temeroso?, y es que, no entendía por qué, pero aquellos ojos clavados en los suyos, lo ponían nervioso.
Tras el desayuno, y después de ayudar a Hyo Jun a lavar algunos platos, en gratitud por su hospitalidad, Yoochun comenzó a revisar la evolución de las heridas que el pequeño Junsu se había hecho en las rodillas el día anterior, cuando el destino quiso que se encontraran. Estaban prácticamente curadas, de modo que sólo las limpió un poco y poniéndoles remedio, volvió a taparlas, “mañana ya podré quitarte las vendas, hasta entonces… procura tener cuidado” rió, recordando lo nervioso que, según lo que le había comentado Hyo Jun en la noche, era el pequeño, recibiendo en respuesta un “vale” impreso en una mueca entre fastidio y desagrado, que le expresaba claramente que, en ese momento, él no le caía nada bien, o lo que es lo mismo, que aquel comentario, en broma por su parte, había molestado a un Junsu que solía tomarse todo muy en serio.
De pronto, se andaba cuestionando qué fue aquello que vio de dulce en Yoochun hyung, o por qué se había pasado parte de la noche mirando cómo dormía y le había divertido el “jugar” con él… y es que estaba realmente molesto por el comentario que le había realizado en la mañana; aún así, se descubrió yendo con cuidado, prestando atención por dónde iba, aunque fuera medio refunfuñando durante casi todo el trayecto hasta la plaza del pueblo, donde habían quedado para ir a recoger hiervas medicinales varios chicos de la aldea, para ganar algo de dinero con el que ayudar a sus familias, e incluso cuando se adentraron en el bosque y comenzaron a buscar; así que refunfuñaba por lo bajo el estar haciéndole caso, haciendo que los que iban con él, se le quedasen mirando extrañados, pensando que el pequeño Kim Junsu o había tenido alguna pelea con su hermano Changmin o se había vuelto definitivamente loco.
Yoochun fue a la posada del pueblo en busca de su maestro, aquel que lo ayudaría a empezar en la nueva clínica que abrirían, y ambos se dirigieron a su antigua casa familiar para ver en qué estado se encontraba y ver qué reparaciones eran las pertinentes, antes de comenzar, encontrándose con que eran varias a realizar.
Las obras iban un poco lentas, porque era él mismo quien se encargaba de ellas, ya que su maestro, ya mayor, se hacía cargo de ir haciendo las visitas a los enfermos en los distintos pueblos, y apenas contaba con la ayuda de Changmin, que se pasaba por allí en algún momento libre que tenía en el trabajo, o la de Junsu, con el que le pasaba casi lo mismo, ya que el pequeño trabajaba con su madre en el puesto que ésta tenía en el mercado, eso cuando no trabajaba en otra cosa.
Estaba tomando un descanso, paseando por las calles, cuando vio a lo lejos a un grupo de chicos que estaban molestando a otro menor que ellos, y al acercarse, su indignación y furia contra aquellos que estaban abusando de aquel ser indefenso, creció, pues al que molestaban era a Junsu, cuya expresión de temor fue bastante patente, al menos hasta que le vio. Le bastó carraspear ligeramente, para que, nada más girarse y verle, todos salieran corriendo, dejando al pequeño, que contemplaba algo divertido la escena.
- Los asustaste con tu barba. –rió divertido, al tiempo que repetía el mismo gesto que durante las noches, acariciarla a favor y contra pelo- Tu presencia, así de desaliñado, da miedo.
- A ti no te veo correr. –dijo con sarcasmo, un poco molesto con aquellas caricias que le dañaban en cierto modo.
- Es que yo ya te conozco -le sonrió sincero, mirándole a los ojos, dejando de acariciarle- y sé que eres bueno y amable… -admitió.
- Así que bueno y amable, ¿eh? –preguntó con una mueca picarona en el rostro que no pasó desapercibida para Junsu.
- ¿Hyung? –dijo entre confundido y temeroso, antes de que éste le empezase a hacer cosquillas- Ya, ya… para… por favor… -pedía con lágrimas en sus ojos de tanto reírse.
- Junsu, ¿estás bien? –preguntó uno de los tenderos que tenía el puesto cerca de su madre.
- Sí, no se preocupe, él es mi hermano mayor Yoochun. –le explicó al hombre, al tiempo que el mencionado colocaba su mejilla contra la suya, frotándola ligeramente, como en muestra de cariño fraternal- Auch, aparta… -lo empujó- tu barba pincha. –dijo sobándose la mejilla.
- ¿Pincha?- preguntó, mientras se atusaba la barba.
- Ajá… es áspera y pincha. –respondió frunciendo el ceño y señalándola acusadoramente- Además… te da apariencia de delincuente. –añadió sin pensar mucho, deseando que se lo tragase la tierra al ver la expresión de molestia y enfado en la cara de Yoochun, poniéndose rojo al instante.
- Tu madre también me lo ha dicho. – confesó tras que su gesto se relajase, y vio a Junsu respirar tranquilo.
Yoochun había conseguido que le tomase cariño, tanto, que se entristeció cuando éste fue a la casa para despedirse, ya que iba a comenzar a vivir en la clínica, que aún estaba recibiendo las últimas reformas. Aún continuaba con aquella barba desaliñada, que le daba aquel aspecto de vagabundo pese a lo delicado de alguno de sus ropajes, y que le gustaba acariciar de cuando en cuando, a modo de burla, cada vez que iba a llevarle algo de comida que su madre había preparado. Más de una vez lo había salvado de aquellos chicos que se metían con él, y que habían optado por no volver a acercársele; muchas eran las tardes en las que se habían sentado en el porche y conversado casi durante horas sin darse cuenta, hasta que le venían a buscar para irse a trabajar; cada vez que pasaba cerca, aprovechaba para verlo, y si no podían pararse, lo buscaba desde lejos con la mirada…. Hoy era uno de esos días en los que su madre le había pedido que le llevase la comida; así que fue hasta la clínica, parándose un poco al ver a alguien que no reconocía, colocando el letrero que identificaba la casa como la del doctor, en la puerta de acceso; después lo vio girarse y quedársele mirando, sintió a todo su cuerpo estremecerse, había algo…
- Buenos días Junsu. –le sonrió, y él no podía creerlo, aquella voz… era Yoochun- ¿Tanto cambio sin barba? –preguntó entre risas, una vez estuvieron frente a frente.
- Pues… -“sí” quería decirle, tanto, que su corazón había dado un vuelco, que si antes lo veía hermoso, ahora más aún… casi sentía que le iba a resultar difícil apartar su vista de él.
- ¿Hyo Jun volvió a prepararme comida? –aquella pregunta abstrajo a Junsu de sus pensamientos, ahora que caía en la cuenta, su madre y él eran casi de la misma edad, y él siempre se refería a ella por su nombre y no como Changmin o él mismo lo hacían, pero siempre le había dado vergüenza preguntar.
- Sí. –volvió a contestar nervioso, sintiendo algo extraño en el estómago, su corazón latir rápido y su mirada prendada de la profundidad de la contraria.
- Dale las gracias de mi parte. –dijo, tomando el paquete de entre las manos del pequeño- Junsu, ¿estás bien? –preguntó, al verlo sonrojarse súbitamente.
- ¿Eh?... sí… sí… es… estoy bien… -¿por qué estaba tan nervioso?, sólo había sido un leve roce entre sus manos, y no es que fuera el primero, pero aún así… había sentido tanto en ese instante…
- ¿Seguro? –preguntó, poniendo su mano sobre la frente del pequeño, para ver si tenía fiebre o no, ya que estaba rojo hasta las orejas- Parece que tienes algo de calentura, ¿no te estarás resfriando? –cuestionó realmente preocupado, le había tomado mucho cariño, y realmente le importaba su salud, no quería que le pasara nada malo.
- No… no te preocupes… en serio, que estoy bien. –respondió, viendo la expresión de inquietud en el rostro de Yoochun.
- Está bien… -dijo, retirando finalmente su mano de la frente de Junsu, y sentándose en el mismo sitio en el que tantas otras veces habían disfrutado de la comida de Hyo Jun- ¿Tienes tiempo para comer conmigo? –le invitaba, golpeando con su mano el lugar donde él solía sentarse.
- Sí. –contestó a la invitación sentándose a su lado, acabando sus brazos por juntarse, pegarse, casi al final de la comida, y como a Yoochun no parecía incomodarle… él se dedicó a disfrutar de esas nuevas sensaciones que estaba descubriendo al lado de él.
“Hyung”, aquella palabra dolía, le abrasaba los labios como carbón encendido, y cada día quería decirla menos, sobre todo refiriéndose a él; quizás por eso, en las noches lo llamaba por su nombre, en silencio, dibujando su boca tan apenas las sílabas que lo componían, pero sin permitir a sonido alguno ir más allá de sus labios, de lo que pudiera escuchar su propio corazón, que sentía acelerarse en su pecho sólo con evocar su imagen en su memoria.
No podía evitar alegrarse cada vez que lo veía, daba igual lo cansado que estuviera, siempre que el escandaloso de Junsu aparecía por la puerta, una sonrisa se dibujaba en su rostro, le encantaba comer a su lado, sintiendo el calor de su cuerpo pegado a su brazo, descubrir aquellas miradas furtivas que le dedicaba, provocarle algún que otro sonrojo… sabía perfectamente que lo que estaba sintiendo no era lo correcto, pero no quería evitarlo y sentía que ya ni podría hacerlo.
Changmin era bastante observador, así que no le pasaron desapercibidos varios hechos, varias actitudes de sus dos hermanos; las miraditas entre ambos, aunque fuese primero de uno a otro y al esquivar éste la mirada al sentirse pillado, fuera observado por el otro; el estar medio ausentes, como si tuvieran la cabeza en otro sitio cada vez que estaban a solas…
- ¡Junsu! –tuvo que gritarle, pues el pequeño parecía no haberlo escuchado ni entrar a la habitación.
- Changmin, me asustaste.
- Pues no será porque no llevo tiempo llamándote…
- Sí… seguro… -lo miró desafiante, y en la mente de su hyung cruzó la frase “lo que me faltaba… que cuestione que lo he llamado antes de gritarle cerca del oído a ver si así sí me hacía caso…”
- Madre quiere que le lleves esto a Yoochun hyung. –tampoco había pasado por alto la sonrisa y predisposición de Junsu, que solía relatar, renegar y dilatar el cumplimiento de muchas de sus tareas o encargos, cuando tenía que ver con su hermano mayor; así como que ante su voz reaccionaba, aunque dijera “Junsu” en apenas un susurro.
- Está bien. –dijo tomando rápidamente el paquete- Oh… pesa… -dijo extrañado, ya que de normal no era tan pesado lo que debía llevarle.
- Madre puso más comida, porque Yoochun hyung le dijo que solía pedirte que te quedaras a comer con él y siempre te daba algo de su plato, así que esta vez ha puesto para los dos.
- De acuerdo… -dijo emocionado, pues más comida, significaba más tiempo junto a él, sintiéndolo- Me voy antes de que se enfríe. –añadió, poniéndose inmediatamente sus zapatos, ya viejos y algo desgastados, y saliendo por la puerta.
Estaba claro como el agua que ambos sentían algo el uno por el otro, algo más fuerte de lo que debía unirlos, y él no podía permitir que aquel sentimiento fuera a más, debía cortarlo, por el bien de los dos. De modo que un día, mientras Junsu andaba repartiendo algunos pedidos que habían hecho en el puesto de su madre, y aprovechando que él tenía algo de tiempo libre, se fue a casa de su hermano mayor y le pidió claramente que se alejase de Junsu, porque sus sentimientos no harían más que lastimarlo.
Lo que Changmin no se imaginó, fue lo que se desencadenó de su petición y el que Yoochun accediera a llevarla a cabo.
El jovial Junsu se fue apagando, consumiéndose lentamente en el dolor que le provocaba el no entender la repentina frialdad de aquel entorno al que giraba su mundo, porqué ya no le sonreía, porqué ya no le invitaba a comer a su lado… y el porqué, pese a todo, su corazón seguía latiendo presuroso al oír su nombre o su voz, o porqué parecía notar su presencia, aunque no alcanzara a verlo. Todas las noches no podía evitar que se le escapasen algunas lágrimas, que intentaba esconder, pero que Changmin sentía.
Por otro lado, Yoochun parecía centrarse en el trabajo, pero se le veía triste, e iba como alma en pena cuando no tenía pacientes que atender y más de una vez Changmin lo había escuchado suspirar tristemente el nombre de su hermano pequeño, Junsu, y comenzar a llorar cuando no se sentía observado, pidiendo perdón por hacerle daño…
¿Le odiaba?, necesitaba saberlo, necesitaba una explicación al cambio tan radical en su actitud con respecto a él, así que fue en busca de ésta, decidido a no irse hasta haber obtenido una bien convincente, aunque con eso se ganase que le odiara más de lo que ya parecía hacerlo; y, auto convenciéndose de que ese dolor que le provocase el saber la respuesta, sería menor del de amarle sin remedio y muriendo con cada leve esperanza destrozada, se marchó hacia la casa de Yoochun, donde le tocó esperar a que la clínica se quedase sin pacientes, casi todas de género femenino, que babeaban por el joven doctor.
- Hyung, ¿podemos hablar? –preguntó, viendo como éste le daba la espalda e iba de un lado a otro recogiendo cosas.
- ¿No puede ser otro día? –quería sonar frio, indiferente, aunque se le desgarrase el corazón.
- No… ti… tiene que ser hoy. –especificó algo molesto de que ni se hubiera girado para hablarle.
- Es que estoy algo ocupado… -se excusaba y luchaba contra su impulso de girarse y mirarlo, de memorizar su figura una vez más.
- Pero es que…
- Está bien… si quieres hablar, empieza, te escucho. –dijo, mientras colocaba algunos utensilios, aún sin mirarle.
- ¡Yoochun! –le gritó, ya cansado de ser ignorado.
Y no pudo evitar lanzarse a él, rodear con sus brazos su cuello y besarlo, como todo su ser le impulsó a hacer, cuando lo vio sonreírle como antes lo hacía, al girarse, después de que él le gritara por su nombre; tampoco el estremecerse, al sentir por primera vez la delicada piel de los labios de Yoochun contra los suyos, ni el miedo que recorrió todo su ser, cuando los fue lentamente separando; temía mirarlo y encontrar odio o reproche en su mirada, pero aquella indiferencia que halló… le dolió tanto, que le hizo saltar las lágrimas.
De pronto, Changmin entró en escena, y lo vio golpear a Yoochun, que permaneció en silencio, impasible, como si considerase que merecía aquel golpe.
- Hyung, no… he sido yo… -quiso explicar, pero Changmin seguía con la mirada fija en Yoochun.
- Idiota… -lo insultó- ¿desde cuándo el hermano mayor hace caso de lo que el menor le dice? –cuestionó; había estado escondido viendo todo lo sucedido, porque temía por lo que pudiera acontecerle a Junsu, ya que Yoochun había mostrado mayor determinación en alejarse del pequeño, pero éste parecía estar empeñado en quedarse al lado del mayor, pese a todo.
- Desde que el menor parece tener más cordura y sentido común. –fue la respuesta que obtuvo.
- Sí… seguro… -dijo con sarcasmo, al tiempo que sacaba la mano de Yoochun de detrás de la espalda de éste- Junsu, dame algo con lo que curarle. –pidió, mientras abría la mano y mostraba un corte en la palma, al tiempo que caía al suelo un trozo de porcelana rota, de un jarrón que se había roto al caerse unos minutos antes de que Junsu entrara en la consulta, y que Yoochun había tomado para sacarlo fuera y evitar que alguien se cortara por accidente.
- Se ha cortado mientras me besaba… ¿tanto me odia? –cuestionó con sus ojos comenzando a anegarse en lágrimas.
- Se ha centrado en el dolor del corte, por no responder tu beso, la pregunta correcta, Junsu, sería ¿tanto te ama?
El pequeño abrió los ojos de par en par, ¿podía ser cierto lo que decía Changmin? ; la mirada esquiva y el sonrojo que cubría las mejillas de Yoochun, no daban lugar a otra explicación, él lo amaba, tanto como él lo hacía; y sus ojos comenzaron a brillar de nuevo, y otra vez las lágrimas acudieron, pero esta vez de felicidad, su corazón volvía a latir descontrolado… jamás pensó que pudiera ser tan feliz.
Changmin vendó la mano de Yoochun, mientras veía la reacción de Junsu por el rabillo del ojo y notaba el nerviosismo de su hermano mayor. Cuando terminó, colocó al pequeño al lado del otro, y, mirándolos a los ojos, les dijo “como se te ocurra hacer llorar a mi hermano, te las verás conmigo”; haciendo que ambos se mirasen confundidos y después sonrieran, entendiendo que esa era su forma de desearles lo mejor.
Tanto Yoochun como Junsu, iban con sumo cuidado de no ser vistos en actitud demasiado cariñosa, sobre todo porque conocían las posibles consecuencias que acarrearía el ser descubiertos como pareja; lo malo era que cada vez querían pasar más tiempo juntos y no sabían cómo podían justificarlo, porque no siempre Hyo Jun podía hacerle la comida a Yoochun, además que se vería muy extraño que sólo invitase al pequeño a su casa, cuando casi todo el pueblo intuía que había algún tipo de vínculo familiar que los relacionaba a ambos, algunos pensando que la señora Kim y el doctor Park eran hermanos, otros que eran amantes o estaban empezando a ser novios, o que él era el verdadero padre de los niños, y unos pocos, conocedores a medias de la verdad, aseguraban que en realidad, los hijos de Hyo Jun y Yoochun eran hermanos.
Ambos necesitaban más que sólo aquellas caricias disimuladas o a escondidas, que aquellos besos lentos y tímidos que nacían en la oscuridad de la noche en el bosque, a mitad de camino entre la casa Kim y la clínica, que aquellas miradas desde lejos cuando se cruzaban por el mercado… querían poder entregarse sin tener miedo de ser descubiertos en cualquier momento.
- Yoochun hyung.
- Dime Changmin. –dijo, mientras limpiaba y colocaba los instrumentos que había utilizado con el último paciente de ese mañana.
- Desde que tu maestro murió… -empezó a explicarle, mirando como iba de un lado a otro
- Si….
- Debes estar saturado de trabajo, ¿no?
- Un poco. –respondió sin hacerle mucho caso.
- Necesitarías de alguien que te ayudase…
- No me vendría mal…
- Alguien de confianza…
- Changmin… -dijo mirándolo por primera vez- ¿creía que estabas bien en casa de los Hyo?
- Y estoy bien… hablaba de Junsu. –sonrió al ver la cara de sorpresa, primero, y de ilusión después, que Yoochun puso- Si él se convirtiera en tu discípulo, podríais pasar más tiempo juntos, e incluso vivir bajo el mismo techo, sin levantar sospechas….
- Tienes razón. –le miró ilusionado, y no pudo evitar abrazarlo con todas sus fuerzas
- Ay, ya Yoochun hyung… me asfixias….
- Lo siento. –aflojó el abrazo.
- Creía que no te agradaba la idea de que estuviéramos juntos… -dijo Junsu, que había salido al jardín a sacudir unas alfombras, entrando en la habitación.
- Digamos que me acostumbré a verlos así y que odio verles tristes por no poder estar más tiempo juntos… -Junsu lo miró en plan “di la verdad, que esa no me la creo”- Está bien… no puedo dormir contigo hablando toda la noche de él. –señala a Yoochun, que se puso rojo, igual que el pequeño.
- Changmin… -le reprochó, como si aquello fuera un secreto que él debería haber mantenido guardado.
En la noche le comentaron a Hyo Jun, que no puso impedimento alguno, pues conocía muy bien a Yoochun y sabía que su hijo pequeño estaría perfectamente cuidado; y a partir del día siguiente, Junsu comenzó a vivir bajo el mismo techo que su amor.
La primera noche que pasaron juntos, ambos estaban bastante nerviosos… sus sentimientos habían cambiado a los de aquellas noches en que dormían junto con Changmin en la misma habitación; sus cuerpos se habían acostumbrado a sentir el calor ajeno con las limitaciones que suponía el temer que alguien pudiera verlos, pero ahí y en ese instante, no había por qué tener miedo, estaban solos, en el mismo dormitorio, sobre el mismo futón, con sus manos y miradas entrelazadas, y en sus corazones el deseo emergente de más unión, de sentir el cuerpo del otro a un nivel superior. Pero por esa mezcla entre vergüenza y miedo a estropear lo que había, lo que los unía, sólo se limitaron a dormir el uno junto al otro, abrazados, pegados, sin dejar apenas aire circular entre sus cuerpos, besándose de tanto en tanto.
El tiempo pasó relativamente rápido; todos parecían tomar como algo normal que el pequeño Junsu se quedara en casa del doctor, ya que era su ayudante y discípulo; además que, a muchos de los pacientes, sobre todo los ancianitos, les encantaba el trato y la forma de ser del nuevo enfermero. En las noches, los besos y caricias previos a quedarse dormidos habían aumentado su intensidad y erotismo, haciéndoles cada vez más difícil la tarea de controlarse para no ir más allá…
Quizás por eso, aquella noche no quisieron poner límites, y se dejaron arrastrar totalmente por el deseo que los embargaba, hasta donde éste los quisiera llevar. Los besos nacieron tímidos, igual que siempre, y como de costumbre, fueron ganando intensidad y pasión; sus manos se paseaban lentamente, delineando la figura del ser amado, arrebatando de paso la ropa que lo cubría, con una cadencia tan exquisita como desquiciante para el deseo de sentirlo más, pero es que aún existía un atisbo de duda sobre si era la voluntad de ambos o solo el antojo propio lo que llevaba a esa situación; liberados sus cuerpos, se vieron cubiertos por el tono rojizo que provoca la vergüenza y la inexperiencia de ambos en amar, si bien, pronto las caricias y las bocas, ávidas de sentir la delicadeza y calidez de la otra piel, recorrieron el cuerpo contrario, arrancando los primero jadeos y gemidos que hacían estremecer el propio, vibrando en perfecta consonancia, como bailando bajo el influjo de una bella melodía de amor.
Todo el cuerpo de Yoochun ardía, tanto como aquel pequeño y delgado que estaba bajo el suyo, estremeciéndose, casi al tiempo, con cada caricia que le dedicaba; sabía que para ambos ya no había marcha atrás, habían llegado a ese punto en el que el paso más lógico era la mutua entrega; su erguido miembro ya llevaba tiempo acariciando y presionando levemente la entrada de Junsu, que parecía sumido en un placer comparable al suyo, y aún seguía notando esa estrechez, aquella que le decía que era bastante probable que le doliera si se introducía en él así sin más, de modo que optó por allanar el camino de su virilidad, lamiendo dos de sus dedos e introduciéndolos en la entrada del pequeño lentamente, al tiempo que lo besaba con dulzura, odiándose un poco por hacerle daño, pero es que su cuerpo ya no podía más.
La primera sensación de los dedos de Yoochun en su interior, fue de incomodidad, pero conforme pasaba el tiempo y sus dígitos se movían fuera y dentro de él, esa sensación se transformaba en una de placer que jamás había experimentado. Aquella mezcla entre timidez y vergüenza, hacía que se mordiera el labio inferior en un intento de que sus jadeos no fueran tan sonoros, pero tan apenas conseguía acallarlos, como si fuera la voz de su alma intentando comunicarse con la de su amor, indicándole lo feliz que estaba de haberle hallado finalmente.
Quizás fuera porque sus ganas se vieron incrementadas al escuchar los jadeos del pequeño, o tal vez porque el rostro de Junsu se destensó y cambió su expresión a una de placer, a una que le indicaba que estaba disfrutando de aquello; pero la cuestión es que Yoochun se posicionó mejor entre las piernas del menor y fue introduciendo su miembro en él, poco a poco, deteniéndose cada vez que veía algún gesto de dolor, besando con extrema suavidad los labios de Junsu, para hacerle olvidar todo lo desagradable que pudiera sentir en ese instante, sintiéndose en el paraíso cuando estuvo, finalmente, dentro de él por completo; esperó un momento, antes de comenzar a moverse de nuevo, para que él se acostumbrara, para que el interior de Junsu no se cerrara tan firmemente alrededor de su miembro, pues si se movía en ese instante, era de seguro que le haría daño.
Le estaba costando un poco acostumbrarse a la intromisión de la virilidad de Yoochun en su intimidad, pero no se arrepentía, porque desde lo más profundo de su ser, sabía que era aquello lo que había estado esperando por tanto tiempo, casi desde el día en que se conocieran. Cuando, finalmente, se adaptó a ella, empezó a moverse lentamente, pues si bien era cierto que le había dolido, también había sentido algo de placer mezclado al irle Yoochun penetrando; volviendo a escaparse de sus labios aquellos jadeos que ya no hacía por ocultar, que poco a poco, y en cada embestida, se iban convirtiendo en gemidos cada vez más sonoros, conforme se iba aproximando al clímax.
El sentir los brazos de Junsu rodearle y apretarle contra él, los espasmos de su cuerpo cercano al clímax… hicieron a Yoochun acercarse a él también, aumentando inconscientemente su ritmo, jadeando tan sonoramente como lo hacía su amor, buscando de cuando en cuando sus labios y besándolos con ansia cuando los hallaba, hasta que en un ronco gemido, se vino finalmente en el interior del pequeño, mientras que el esperma de Junsu manchaba sus vientres. Lo besó dulcemente en los labios mientras extraía su miembro de su interior, tumbándose a su lado y acogiéndole cuando se acurrucó pegándose a él, abrazándole con ternura, acariciándole hasta que ambos se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente, Junsu encontró una nota en el lugar donde durmió Yoochun, “Tuve que salir temprano a la casa de un paciente. Intentaré volver lo antes posible. Te amo… Yoochun” y un sonrojo se apoderó de todo el rostro del pequeño, cuando éste leyó, en particular, aquellas dos últimas palabras, previas a la firma. Se levantó de la cama y comenzó a adecentar, como venía siendo costumbre en él, ahora que vivían juntos, la casa; sonrojándose de cuando en cuando, cada vez que recordaba la noche de entrega, de su primera entrega, lo mágica que había sido, sobre todo porque fue con la persona amada.
Se habría pasado horas mirándolo dormir, tan hermoso… pero habían venido a buscarle bien temprano, y dio gracias a que el pequeño estuviera tan cansado que ni se enteró, de modo que le dejó una nota; revisó al anciano hombre, cuyo hijo había ido a buscarle, y le recetó lo necesario para sanarle la inmensa indigestión que había sufrido después de darse un buen atracón de comida, luego a la mujer, que se había resfriado un poco, y ya de paso, revisó al resto de la familia, antes de volverse a casa, deseando ver a su amor. Cuando llegó, se encontró con la clínica llena de gente y Junsu pidiéndoles cortésmente que esperasen, pues no debía tardar; dedicándose una sonrisa cuando sus miradas se cruzaron y antes de que los pacientes empezaran a atosigarle, ya que su maestro había muerto hacía unos meses, y ahora él era el único doctor.
Le hubiera encantado que no hubiese tanta gente, porque así podría haberlo tenido para él un poco más, aunque sonase egoísta, pero Yoochun era un encanto de persona y un buen doctor, por eso todos los pacientes lo adoraban. Estaba ayudándole llevando algunas ampollas de vidrio llenas de remedios e infusiones medicinales, cuando se le cayó una al suelo, al irla a colocar en uno de los estantes; rápidamente Yoochun lo llevó hacia una de las salas contiguas, después de llamarlo como si lo estuviera riñendo, temiendo que fuera a reprimirle, pues era la primera vez que se le caía algo y organizaba tal estropicio, pero lo que el mayor hizo, tras cerrar la puerta, fue besarlo con toda la pasión y el amor que podía haber en su corazón, diciéndole después, aún sobre sus labios, lo mucho que lo había extrañado; teniendo que cortar el beso, en el que sus labios habían vuelto a fusionarse, pues algunos de los pacientes los llamaban con voz algo temerosa; saliendo primero Yoochun y él detrás, con un pañuelo donde meter los trozos de vidrio para que nadie se cortase, sonriendo a todo el mundo, respondiendo que el doctor sólo se había preocupado por si se había cortado o algo, a quien le preguntó, y empezó a limpiar, mientras su amor terminaba de revisar a todos los que habían acudido a la consulta esa mañana.
Pasado el tiempo, Changmin seguía insistiéndoles en que se cuidaran de ser vistos por alguien, sobre todo porque él ya los había encontrado más de una vez, sin querer, besándose, y, aunque le encantaba verlos así de felices, le seguía dando grima, quizás porque ambos eran hombres, o tal vez porque los seguía viendo como sus hermanos, a pesar de saber que entre ellos, el único lazo de unión que había, aparte del amor que se tenían, era él. No podía evitar que ciertos escalofríos le recorriesen el cuerpo, cuando había encontrado y leído alguna de las cartas que Yoochun le escribía al pequeño Junsu, ya que para evitar suspicacias, de cuando en cuando el menor volvía a casa para dormir y no despertar sospechas de lo que había entre ambos, y que duraba ya año y medio.
A pesar de aceptar la relación de sus hermanos, lo cierto era que no llegaba a entenderlo del todo, hasta el día en que se enamoró de Sun Gen; entonces entendió el que Junsu se la pasase embobado pensando en Yoochun cuando estaban lejos; cuando besó por primera vez aquellos suaves labios, comprendió el porqué a sus hermanos les costaba tanto el controlarse cuando estaban a solas y tenían, en teoría, pues él en ocasiones estaba delante, libertad para besarse, porque él mismo deseaba sentir nuevamente aquellos labios sobre los propios, y para ese fin se inventaba todas las escusas que podía.
Quizás fue entonces cuando también entendió a su amigo Yunho y los sentimientos que éste tenía, y con quien pensaba que tenía más en común, hasta que descubrió que Jaejoongieh, no era una chica; pero para esas alturas, ya estaba más que acostumbrado a ver a dos hombres juntos, ya aceptaba el amor que se tenían sus hermanos, así que aceptó sin problemas el que su amigo sentía por quien hasta ese instante, consideraba que era su mujer.
Había pasado tiempos felices, Yoochun conseguía que no le tuviera miedo a nada, con él se sentía seguro, a salvo de todo y todos… hasta que, dando una vuelta por el lago, mientras buscaba algunas hiervas medicinales para llenar la botica, encontró a Yunho y Jaejoongieh con claras señales de haber sido golpeados y heridos. Desde que los rescató, no paró de darle vueltas a lo mismo, es decir, el joven Jung siempre había ido con cuidado, Jaejoongieh realmente parecía mujer con aquellas vestiduras, al menos lo parecería antes de que fueran rasgadas de aquella forma, pues sus rasgos eran bastante finos, y aún así… parecían haberlos descubierto, y empezó a temer que eso mismo les pasara a Yoochun y a él, que los descubrieran y les obligasen a separarse.
No le había pillado de sorpresa el cuerpo masculino de Jaejoongieh, y no porque Changmin le hubiera dicho, si no porque el propio Yunho se lo comentó, cuando ambos estuvieron en palacio, pues hasta ese instante aún seguía el joven Jung sin poder explicarse cómo era posible que se hubiera enamorado de otro hombre; y por la descripción que recordaba, no cabía duda que era él a quien su amigo amaba. Tampoco pasó desapercibida la cara de preocupación de Junsu, pero en ese momento lo achacó a que se preocupaba por el amigo que tenían los tres en común, ya que Yunho había perdido bastante sangre y no se sabía si sobreviviría a aquella noche; pero no fue hasta que Jaejoongieh se recobró y el joven Jung mostró signos de mejoría, que Junsu le comentó de su temor, y para ser franco, a él también le pasaba, incluso de antes de lo ocurrido a sus amigos, pero, si tenía que perderlo todo algún día, aprovecharía el momento al máximo, cada instante que pudiera pasar con él, lo haría; y aquella noche, quiso demostrárselo una vez más, mostrarle que para él, él era lo más importante, y que mientras que lo tuviera, sería feliz, porque su corazón y su alma le pertenecían a aquel pequeño, a Kim Junsu.
kyaaaaaaaaaaaaa me encanto sorry por las demas pero por comentar primero es mio mio mio mio mio adoro tu fic y la verdad amo al yoosu no tanto como el yunjae pero lo amo mucho son mis niños todos (yo siempre hijeando a todos XD)
ResponderEliminarwaa me encanta **le da abrazos y besos a la escritora*** waaaa eres mi diosa *o*
el lemon estava super >w< quedo super tierno y todo amo a yoochun ***huye de junsu antes de que le pegue***
hahahahahah gracias por al fico ^^
Aaayuu Que Booooniitooo¡¡¡ en serio que te volaste la barda¡¡¡ este especial Yoosu fue precioso, moría por saber como había sido su primera vez y el inicio de sus sentimientos. Ame a ChangMin todo un Hyung protector de su pequeño Junsu y amé más que fuera testigo de cuanto amor le tiene mi Ratón a Junsu. Pobre Minnie ahora entiendo su necesidad por corroborar a SunGen jajaja. Me encanta este fic. Cada couple merese ser feliz con un amor libre de prejuicios y restricciones.
ResponderEliminar