La cena se había ido preparando a fuego lento, por fortuna, y no se quemó; de modo que pudieron disfrutarla, dándose de comer el uno al otro, sonriéndose y mirándose sin parar, regalándose, de cuando en cuando, algún beso lleno de ternura; los mismos que siguieron, una vez terminaron de cenar, en el dormitorio, mientras se iban desvistiendo lentamente el uno al otro, como si en un pacto no hablado, hubieran decidido que volver a hacer el amor, era el mejor postre que pudieran tener.
Les estaba costando mucho controlarse a ambos, y no ceder a los bajos instintos que despertaban en ellos la contemplación del cuerpo contrario desnudo; pero querían saborear cada instante, cada roce, cada caricia, por leve que fuera, cada beso, aunque en ellos sólo se unieran sus labios un mínimo instante, memorizar el tacto, las sensaciones, el olor y el sabor de la piel ajena… como si esa pudiera ser la última noche que se entregasen.
Yunho tumbó a Jaejoong lentamente sobre el futón, y comenzó a dibujar su rostro, bajando por su cuello, recreándose en el pecho, descendiendo cada poco, con besos… besos que hacían a Jae estremecerse, jadear y gemir quedito, morderse los labios, apretar las sábanas entre sus manos, mientras se dejaba delimitar su anatomía por los labios de su amor, quien, además, le había comenzado a regalar caricias por sus muslos, al tiempo que su boca comenzaba a dejar húmedas caricias muy cerca de su virilidad, que había empezado a despertar ante tanta atención recibida.
Su lengua comenzó a recorrer aquella extensión de carne firmemente erguida, notando como aquellas caderas que estaban entre sus manos temblaban, al igual que todo el resto de aquel cuerpo que tanto adoraba; y en cuanto la introdujo completamente en su boca, lo sintió estremecerse por completo de placer, provocando que su propia virilidad comenzase a despertar, a palpitar, como pidiendo le dejasen entrar en ese juego, esperando recibir también algún tipo de caricia o atención.
Pequeñas punzadas en su bajo vientre, le estaban indicando que, de seguir así, se iría en poco más; de modo que detuvo a Yunho dulcemente, tomando su cabeza entre sus manos y haciéndole subir, hasta que sus labios se unieron en un tierno beso. Y un escalofrío recorrió todo su cuerpo al notar la punta de aquel erguido e hinchado miembro, presionando ligeramente su entrada; provocando que gimiera en medio de aquel beso, y quisiera hacerlo más profundo y pasional.
Intercambiaron posiciones, y ahora Yunho estaba sentado sobre el futón, mientras que era Jaejoong quien le regalaba besos y caricias por todo su pecho e iba descendiendo lentamente, arrodillado frente a él; le regaló una rápida lamida a su erecto miembro, que lo hizo temblar y gemir de placer, un tierno beso en la punta, y lo sintió volver a ascender por su vientre, pecho y cuello, hasta que sus labios volvieron a unirse, mientras se sentaba sobre sus piernas, aprisionando sus miembros entre sus cuerpos, en una leve y placentera fricción, que no hacía más que le entrasen aún mayores ganas de sentirlo nuevamente suyo. Lo rodeo con sus brazos, pegándolo más a su cuerpo, logrando estar sólo piel contra piel, que nada molestase, ni tan solo el aire, que a esas alturas, ya era mucho más que cálido cuando se deslizaba alrededor de sus cuerpos.
Estaba sentado sobre las piernas de Yunho, disfrutando tanto de aquellos besos que se daban, como del abrazo y la fricción de sus miembros, notándolos palpitar y aumentar un poco más sus tamaños contra su abdomen. Separó un poco sus labios, y comenzó a lamerse dos de sus dedos con intención de lubricarlos y usarlos después para dilatar su entrada, tal y como hiciera antes, pero pronto Yunho los introdujo en su boca, aprisionándolos con sus labios, dedicándole lentas lamidas, dibujando sus formas con su lengua, provocando que todo su cuerpo se contrajera por el escalofrío que lo recorrió y lo estremeció de placer, soltando un gemido algo más sonoro, al sentir como eran succionados; después, los introdujo poco a poco en su entrada, comenzando a dilatarla, intercalándolos con los de Yunho, quien también quiso ayudarlo, haciendo que el proceso de adaptación fuera algo más corto, pues pronto Jae no pudo contener más las ganas de sentirlo dentro, y, retirando sus dedos, colocándose de cuclillas, tomó el miembro de Yunho, lo posicionó, y comenzó a descender lentamente, sintiendo como se iba enterrando poco a poco en su interior, obligándolo a morder su labio inferior en un intento de no aullar de placer, o gemir más fuerte y que hicieran pensar a Yunho que, más que gustarle, lo que pasaba era que le estaba haciendo daño. Cuando finalmente lo sintió enteramente dentro de él, se detuvo, para acostumbrarse a la envergadura de aquel miembro; buscó sus labios y lo besó lento, al tiempo que comenzó a ascender sus caderas, liberándolo poco a poco, si bien, volvió a bajarlas antes de sentirlo totalmente fuera de él, tan lentamente como había subido, mientras seguían besándose.
Aquella posición, llevaba a Yunho a la locura… toda su virilidad estaba en continuo contacto con las paredes internas de Jaejoong, y por las expresiones de éste y cómo sus manos se aferraban en sus hombros y espalda, sabía que estaba dando en ese punto exacto que lo hacía volverse loco de placer.
Hacía ya unos instantes que se habían dejado de besar, los jadeos y gemidos habían ganado su batalla por salir de sus labios; además que, al ser cada vez más rápidas las subidas y bajadas de las caderas de Jae, ayudado por Yunho, quien tomándole por las mismas le facilitaba el ganar rapidez en aquellos movimientos sin que se cansase demasiado, les costaba mucho más que el aire entrase correctamente en sus pulmones, pues sus respiraciones eran muy aceleradas y dificultosas.
Los gemidos y jadeos, las palabras entrecortadas y casi sin sentido, los intentos por decir el nombre de la persona amada a quien se entregaba o quien le era entregado… por pedir por más de aquella manera, por avisar que estaba cerca el tan ansiado clímax… el penetrante olor de dos cuerpos entregados al mayor de los placeres conocidos, acoplándose a la perfección, el calor desprendiéndose de ellos… inundaban el ambiente esa noche en la habitación; donde, pronto, se oyó un sonoro gemido al unísono, que anunció el final de aquel acto lleno de amor y pasión.
Yunho, algo cansado, pero con una sonrisa en sus labios, besó los de Jae, que casi no podía sostenerse, había acabado reventado de cansancio en aquella postura, pero completamente feliz, jamás había sentido tanto ni tan bien; después, le ayudó, aún sujetándolo por las caderas, a levantarse con cuidado, sintiendo como su miembro era liberado del interior del pelinegro, viendo como parte de su semilla caía sobre las sábanas, entre sus piernas algo entreabiertas.
Jaejoong sabía perfectamente que se había vuelto a ir contra el abdomen de Yunho, pues su miembro se había estado friccionando contra éste, tan deliciosamente, que empezó a irse un poco antes de que Yunho se viniera en él, acabando ambos, prácticamente, al tiempo. Se levantó con algo de dificultad ayudado por él, pues las piernas le flaqueaban un poco después del esfuerzo; y se sentó a su lado un instante, necesitaba recuperarse… sonriendo como tonto cuando sintió a Yunho abrazarlo y llevarlo, nuevamente, contra su pecho, más aún, al escucharlo susurrar en su oído que lo amaba y sentir aquel dulce beso que le regaló en la mejilla. Cuando se sintió con algo más de fuerza, se levantó y buscó algo con lo que pudieran limpiarse.
- Ah… -se quejó ligeramente.
- ¿Te hice daño? –preguntó, reflejándose la preocupación en cada línea de expresión de su rostro.
- No… -negó al tiempo con la cabeza- Sólo que aún está un poco sensible. –especificó, refiriéndose a su entrada, que Yunho estaba limpiando.
- ¿Seguro?
- Sí. –afirmó, antes de robarle un beso- Lamento haberte manchado otra vez… -se disculpó algo apenado, mientras terminaba de limpiarle el pecho, pues hasta ahí había llegado parte de su esencia.
- No me importa. –sonrió
- Yunho…
- ¿Sí?
- Te quiero. –confesó, más rojo que un tomate, y volviendo a robarle otro beso después.
- Y yo a ti. –dijo, tomando la mano de Jaejoong que aún permanecía en su mejilla, y besándola con suavidad- Más de lo que jamás pensé que pudiera amar a alguien en este mundo. –le sonrió, sin apartar su vista de aquellas orbes negras, que se habían abierto desmesuradamente al escuchar aquellas palabras.
- ¿En serio? –preguntó, al tiempo que se dejaba recostar junto a Yunho, sobre el futón, y era cubierto por la manta, acurrucándose contra él.
- Sí. –afirmó, besándole en la frente- Mi corazón, mi mente, todo mi ser… te pertenece Jaejoong. –le dijo mirándolo a los ojos.
- ¿Cómo puedes pertenecerme si soy yo quien te pertenece? –preguntó algo confundido- Si todo mi ser te pertenece desde el primer día que te vi…
- Digamos entonces, que nos pertenecemos el uno al otro… -sonrió
- Sí… digamos eso.
No supo el instante en que quedó dormido, pero este despertar, era mucho más dulce que cualquier otro que hubiera vivido antes, aunque ya hubiera amanecido con anterioridad entre los brazos de Yunho; pero éste era el primero después de saber que su amor era correspondido, después de haberse entregado el uno al otro, después de saber que él le pertenecía tanto como él sentía que le pertenecía al ser que le abrazaba por la espalda, y que, al sentirlo moverse, lo había abrazado con más fuerza, apegándose a su cuerpo, y comenzado a murmullar algo ininteligible.
- Mmm… no… no te vayas… no me dejes aquí solito… -dijo abrazándolo más fuerte, después de que él intentase soltarse de su abrazo.
- No voy a dejarte solito, pero… tengo que preparar el desayuno. –rió divertido por la actitud que Yunho tenía.
- No… no quiero desayuno, te quiero a ti en mi cama, conmigo… -decía pegándose más cada vez, abrazándolo con más fuerza, impidiendo que Jaejoong se levantase.
- Yunho… -reprochó, pero ambos sabían que no era tal, que le encantaba estar así, sentirlo así.
- Sólo un rato más, ¿sí? –pidió algo más serio, y era como si temiese que al dejarlo ir, se fuera a despertar de un sueño, y no fuera real lo vivido en la noche.
Sintió el cuerpo de Jaejoong relajarse un instante entre sus brazos, después hizo un movimiento, que lo hizo aflojar su abrazo, permitiéndole girarse y mirarle a los ojos un momento, hasta que los cerró y le entregó un dulce y breve beso, que siguió otro y otro más… mientras que su brazo libre se perdía por sobre su cuello, y su mano jugueteaba con los mechones de cabello de su nuca. “Te amo Jung Yunho”, fue lo que susurraron los labios de Jaejoong contra los suyos, antes de fusionarse en un beso más pasional, donde sus lenguas se encontraban y bailaban juntas, negándose a separarse, aún cuando sus bocas se apartaban un leve instante para cambiar de posición.
Sun Gen se habría pasado más tiempo, esa noche, pensando en que era bastante probable que Yunho y Jaejoong ya se hubieran confesado su mutuo amor, si no fuera porque aquel beso que ella le había robado a Changmin, para que no molestase a sus amigos, no paraba de darle vueltas en la cabeza, haciendo que se le acelerase el corazón cada vez que lo recreaba en su memoria, y toda la sangre se le agolpase en las mejillas, haciendo que estas se tiñeran con un notable sonrojo. Por eso, esa mañana, no sabía cómo mirarle a la cara, ya que no podía evitar, al verle, que aquel recuerdo regresara, y por lo tanto, también el sonrojo repentino, mucho más vergonzoso porque él estaba delante.
“¿Qué es lo que he hecho esta vez?”, es lo que se preguntaba Chagmin al ver la actitud de Sun Gen con él, pues otra vez parecía estar ignorándolo, haciendo balance mental de lo pasado en los últimos días, intentando encontrar aquello que la hubiera podido molestar para pedirle perdón, y sonrojándose al recordar el beso que ella le robara el día anterior, sonriendo divertido al pensar que igual era aquel mismo recuerdo el que no le permitía a ella mirarlo a la cara. Por lo que, en todo el trayecto, no le preguntó ni una sola vez, ni se enfadó ni nada porque no le hablase y pareciese querer mantenerse distante; aunque moría de ganas por recriminarle sus silencios, y así tener una excusa para poder robarle un beso.
Al llegar a la casa, vio a Sun Gen perderse pasillo adelante hacia la cocina, sin mirar atrás; él dejó el caballo en la cuadra, junto al de Yunho, que ya parecía mucho más recuperado del largo viaje desde Seúl, y se fue a recoger algo de leña, para que no faltara en la noche en la casa.
Cuando Sun Gen llegó a la cocina, Jaejoong aún estaba encendiendo el fuego; cosa que le extrañó, pues a esas alturas solía tenerlo todo ya en la olla y calentándose.
- ¿Ocurrió algo? –le preguntó
- E… bueno… me levanté más tarde de lo habitual. –se limitó sonreír con un ligero rubor en sus mejillas, mientras colocaba los alimentos sobre la mesa y comenzaba a cortarlos.
- Ya se ve… -dijo, sentándose frente a él.
- Me cansé de estar solo. –soltó Yunho, entrando a la cocina desde el jardín, donde había estado haciendo un poco de ejercicio después de levantarse finalmente, y por despejarse el sueño, abrazando a Jae por la espalda, regalándole un sensual beso en el cuello.
- Yu… Yunho… -dijo nervioso y más rojo que un tomate.
- ¿Qué? –preguntó, extrañado de que en cierto modo pareciera reprocharle aquel gesto- Oh…- entendió después de levantar su rostro y ver a Sun Gen, sonrojándose avergonzado al instante, escondiendo nuevamente su rostro tras el hombro de Jaejoong- Lo siento… -se disculpó, sin atreverse mucho a mirarla- Avísame cuando esté el desayuno… -y volvió a besarle furtivamente en el cuello, antes de irse.
- Sí… -sonrió nervioso y súper rojo.
- ¿Jaejoong? –preguntó Sun Gen- ¿Os habéis declarado ya vuestro mutuo amor?
- E… sí… -respondió desviando la mirada y poniéndose mucho más rojo, pues aquellos besos le habían recordado los de la noche, y despertado sus deseos de volver a sentirlo.
- ¿Jaejoongieh?... –volvió a preguntar, extrañada por la reacción de su amigo.
- Es… es que… -decía nervioso, tenía la necesidad de compartir su felicidad con alguien- ayer él y yo… -y el rojo subió aún más de tono, si es que era posible, en todo su rostro, se mordía el labio inferior, esquivaba la mirada, jugueteaba con sus dedos…
- No me digas que… -dijo algo escandalizada
- Ajá… -afirmó muerto de la vergüenza- es que… ha sido tan distinto…
- ¿Distinto?
- Sí…
- Entonces… ¿es verdad lo que decía Jeon Bo?, eso de que entregarte a la persona amada es algo único.
- Sí… es increíble… mágico… no sé… -decía totalmente emocionado.
- Ya veo… -desvió la mirada
- ¿Ocurre algo Sun Gen?
- ¿Eh?... no… nada…
- ¿Qué a caso te has planteado el entregarte a…
- Buenos días Jaejoongieh –saludó Changmin con una amplia sonrisa
- Oh, buenos días… precisamente estábamos…
- Aún no está el desayuno, así que nada se te perdió por aquí… -cortó rápidamente Sun Gen.
- Está bien… -respondió el castaño, al tiempo que giraba sobre sus pasos lentamente, esbozando una sonrisa.
- ¿Estás segura que no te pasó nada con Changmin? –le preguntó casi al oído.
- Yo… le besé… -dijo poniéndose roja.
- Oh…
- ¿Sólo oh? –le miró, recriminándole un poco
- Bueno, es que es obvio que se gustan… y no creo que tenga nada de malo que se besen si se quieren…
- Ya… pero… -suspiró resignada- Él es mucho más joven que yo…
- Sólo dos años.
- Sí… pero pesan…
- Yo creo que a él no le importan… si incluso se estaba riendo por la orden que le diste….
- Es cierto… fui dura con él, cruel sin motivo… pero se rió… Chang
- ¿Me llamabas?
- Que rapidez… -susurró Jaejoong por lo bajo
- Esto… an… antes…
- ¿Sí?
- ¿Por qué te reías? –demandó Sun Gen una respuesta a su actitud, viendo que no se le borraba aquella estúpida sonrisa de la cara
- Porque pensaba que no ibas a hablarme en todo el día, y me alegra saber que me equivoqué. –sonrió más ampliamente
- Oh… -y no pudo evitar sonrojarse un poco, al saber que con tan poca cosa, su chico favorito era feliz.
- Jaejoongieh…
- Dime Changmin.
- ¿Dónde está Yunho?, quisiera preguntarle qué tal le fue el viaje y qué fue lo que le pasó.
- ¿Qué? –y lo siguiente que vieron fue a Jaejoong saliendo rápidamente de la cocina.
Tanto Changmin como Sun Gen lo siguieron, algo preocupados. Lo vieron llegar hasta la biblioteca, abrir la puerta casi de golpe, irse directamente hacia Yunho y comenzar a desnudarle la parte superior del cuerpo, como buscando algo.
- Jaejoong, ¿se puede saber qué te pasa? –preguntó, sorprendido por tanto ímpetu, que sabía no iba por tener ganas de sexo otra vez, e, intuyendo qué era lo que buscaba, detuvo sus manos y lo abrazó fuertemente- Estoy bien Jae… no te preocupes.
- Pero… -dijo, separándose de él ligeramente y mirándole a los ojos.
- Que conste que yo no he dicho nada… ni tiempo me dio a decir que te desvaneciste. –se excusó Changmin, quien estaba en la puerta de la biblioteca, junto con Sun Gen, y de parte de quien recibió un codazo en el estómago, por hacer preocupar a su amigo al decir aquello.
- ¿Te desvaneciste? –preguntó asustado, y reprochándole
- Sólo fue cansancio… quería regresar lo antes posible contigo y me forcé más de lo que debía… eso es todo. –sonrió y le besó dulcemente en los labios.
- Yunho… ¿de dónde has sacado estos manuscritos? –preguntó Changmin, intrigado, tras recoger del suelo el libro que su amigo había tenido entre sus manos, antes de que Jaejoong se abalanzase sobre él.
- Oh… de la biblioteca real… bueno… esos, en verdad, creo que estaban en el registro militar del cuartel de Kangnun…
- ¿Estás loco? ¿sabes cómo se pondrá el rey cuando sepa que te trajiste estos documentos? –casi gritó, consciente de la prohibición de extraer cualquier libro, pergamino o lo que fuera, de las paredes de la biblioteca, no digamos más allá de los muros de palacio.
- No pasa nada, Changmin… -respondió, aún rodeando con sus brazos el cuerpo de Jaejoong, que estaba la mar de a gusto entre ellos- Fue el mismo monarca quien me dio permiso para traerlos y estudiarlos en casa.
- ¿El rey?... ¿pero no que odiaba a toda tu familia? –fijando sus ojos en su amigo, sin lograr entender qué era lo que había podido cambiar.
- Sí… pero ahora… se podría decir que… nos hemos hecho amigos. –sonrió, recordando las largas charlas que habían mantenido el monarca y él, desde aquella noche en la biblioteca, y en las que, en cierto modo, se habían sincerado el uno con el otro.
- ¿Amigos? –preguntó Jae, separándose de él, y con un tono marcadamente molesto.
- ¿Celoso? –y no pudo evitar reír ligeramente, al verlo esquivar su mirada- No tienes porqué estarlo… mi corazón y todo mi ser sólo te pertenecen a ti. –le susurró, y en cuanto Jaejoong giró su rostro por verlo a los ojos, él le robó un beso, haciendo que se sonrojara al extremo.
- La única forma que se me ocurre, para que pasase de odiarte a perdonarte lo que hizo tu padre… -reflexionaba Changmin en voz alta- Es que tú le hayas salvado la vida… -y el rostro de Jaejoong volvió a tensarse y a buscar con la mirada algún tipo de marca o algo en el torso de Yunho.
- Estoy bien… -dijo tomando el rostro de Jae entre sus manos, mirándolo fijamente a los ojos, antes de volver a besarlo.
- Pero… arriesgaste tu vida… -medio le reprochó.
- Te recuerdo que soy muy bueno defendiéndome… además… cuando eso pasó… yo aún no sabía lo que sentías por mí. –confesó, poniendo su frente contra la de Jae, notando como él lo abrazaba cada vez más fuerte por su cintura; volvieron a darse un breve beso y quedaron por un tiempo en silencio, abrazados, escondiendo su rostro en el cuello del otro; por lo que no vieron que fue esta vez Changmin, quién sacó a Sun Gen, por dejarlos solos.
Mientras desayunaron, Yunho les contó, por encima, todo lo que había vivido en palacio, reiterando lo agradecido que estaba al monarca por haberle permitido estudiar aquellos manuscritos en casa. Después fueron los otros tres quienes contaron lo ocurrido en casa, durante ese tiempo que él se había ausentado, mirando con cierto reproche a Jaejoong, cuando Changmin le explicó el episodio “no quiero salir de la habitación, ni comer, ni nada…” que había padecido por más de un día, y que tanto les había preocupado tanto a él como Sun Gen, riendo al poco, cuando le contó la forma en la que lo había sacado de su trance; “tienes el tacto…” “sí, ya sé… el tacto de mi padre”…
Después de desayunar, mientras que Yunho volvía a meterse en la biblioteca a seguir leyendo aquellos documentos que el rey le había dado, y que al ser confidenciales y por cumplir la promesa que le hizo al monarca, tan sólo los iba a leer él, y Changmin limpiaba la cuadra; Jaejoong y Sun Gen terminaron de fregar los trastes y se fueron a lavar la ropa, más tarde se acercarían al mercado y limpiarían la casa, si podía ser, antes de que Yunho se cansase y decidiera que era hora de entrenar, quedándose en ese instante, Sun Gen, completamente sola para realizar todas las tareas de la casa, porque seguramente Changmin también querría unirse a la rutina de entreno.
Hacía frío allí fuera, pero era donde debía estar, porque, al menos esta noche, no podía entrar como si nada pasara… él no estaba solo. Se abrazó un poco más a sí mismo, buscando entrar en calor, bajo aquella capa negra que lo cubría, mientras se reprochaba el no estar en la puerta de la habitación, como otras veces. Desde dentro, se escuchaban algunos murmullos, y de cuando en cuando, la risa de su amado Jin, rompiendo en sus oídos.
Sonreía ante los comentarios de sus concubinas, del estilo “usted es mucho más bello que cualquiera de nosotras” mientras dejaba que le regalasen masajes, le cepillasen el pelo, le cuidaran las uñas… o le deleitasen con bailes, música y canciones… todo al tiempo. Ellas eran las únicas que conseguían arrancarle una sincera carcajada o algún tipo de caricia, de esas, que, en verdad, se moría por darle a quien no le permitían…. Pero pronto desapareció todo el buen humor que reinaba en la habitación, cuando la reina hizo acto de presencia y echó a todas de mala manera, poniéndole a él aún más de malas, de lo que ya de por sí le ponía su sola presencia.
- ¿Qué quieres? –preguntó sin tan siquiera mirarle, dedicándole una última sonrisa coqueta a una de sus concubinas, porque sabía que a ella le fastidiaba verle coquetear con cualquier otra en su presencia, porque era como si para ella, él, debiera estar encantado de que entrase irrumpiendo y sacando a las otras.
- Soy tu esposa…
- ¿Y? –preguntó, mientras colocaba sus ropas, una vez más, ignorándola.
- Se supone que debo ser yo la que engendre a tu heredero, y no una de esas… -dijo de forma bastante despectiva, provocando una sonrisa socarrona en el monarca, pues aquellas a las que se refería la reina, tenían menos de indecentes y desvergonzadas que ella
- ¿Y has venido a eso? –preguntó en el mismo tono
- Sí… -sonrió con suficiencia- Hoy es uno de mis días fértiles… -añadió, al tiempo que comenzaba a desnudarse sensualmente- así que es un buen día para intentar engendrar al próximo rey, ¿no crees? –preguntó, sentándose a horcajadas sobre las piernas del rey, comenzando a besarle el cuello.
- Puede ser… -se limitó a decir y a dejarse hacer.
Odiaba aquella voz, como odiaba los sonidos que se emitían ahora mismo… le apretaba el corazón, amenazando con estrangularlo, con partírselo por la mitad, llevándose una parte, dejando otra, la que seguirá amando de por vida.
Y, aunque se tapó los oídos, aún seguían resonando en ellos, como si considerasen que no había sufrido lo suficiente, que todavía debía aguantar más dolor, más sufrimiento, más tortura… como si no fueran suficientes todas y cada una de las lágrimas lloradas… aquellos gemidos de dos personas en plena entrega. Pero no se movió de allí....
Dormida sobre su cama, se encontraba aquella que habían elegido como su esposa; aquella mujer que sólo lo buscaba unos días al año, cuando se suponía tenía mayor posibilidad de concebir, según los médicos de palacio; y es que a eso, precisamente, era a lo que se reducía su matrimonio, a la búsqueda de un heredero que satisficieran las demandas de los reinos que habían quedado aliados tras sus esponsales.
Decidió entonces salir a tomar algo de aire… volvía a sentir que el ambiente en su dormitorio estaba viciado, cargado, enrarecido; cubrió su cuerpo con una de las mantas, envolviéndose en ella, y salió al pasadizo que recorría las afueras de todas las habitaciones, apoyándose en la barandilla de fina madera tallada, acariciándola con sus manos unos instantes, respirando profundo y dejando que su aliento se dibujase de color blanquecino en el frio aire de la noche.
- Acabarás poniéndote enfermo… -dijo sin mirar, pero sabiendo de sobra que él estaba ahí, sentado en el suelo del jardín, apoyando su cuerpo contra uno de los pilares que levantaban el pasadizo en el que él se hallaba.
- No me importa… -se oyó su voz medio ahogada.
- Pero a mí sí, Tae. –miró hacia abajo, y le dedicó una sonrisa.
- Jin… -esperó un instante, como pensando si preguntar o no- ¿estás seguro que no amas a tu mujer?
- Sí… estoy seguro.
- Esta noche parecía lo contrario… -sentía correr sus lágrimas, pero aún así, su voz había sonado como si nada importase, había aprendido a disimular sus sentimientos, a actuar dejando a un lado su corazón.
- Al final acaba habiendo algo de placer… pero no amor… no podría amar a nadie más… lo sabes… o deberías de saberlo. –respondió, viendo como se incorporaba y saltaba hacia el pasadizo, por detrás del pilar.
- Es difícil creerlo… -dijo, tras secarse las lágrimas y forzar una sonrisa, que sólo porque era para él, quiso que fuera creíble y sincera, antes de salir de detrás del pilar y enfrentarle- sobre todo cuando escuchas risas con concubinas y jadeos y gemidos después con tu esposa… -añadió, aún obligándose a sonreír y comenzando a colocarle mejor aquella manta, pidiéndole a sus antepasados la fuerza suficiente para poder controlar sus deseos de poseerlo, al entrever, fugazmente, el cuerpo desnudo de su hermano.
- No seas cruel…
- ¿Cruel? –preguntó, mientras sus manos aún permanecían aferradas a la manta que cubría a Jin Hyo, rozando, lentamente, su piel con sus pulgares.
- Sí… cruel… porque sabes que no debería… que no me dejarás… demostrarte, de modo que no te quede duda alguna, que te amo. –sonrió, con la tristeza reflejada en sus ojos, y luchando por no abrazarle y besarle.
- Lo lamento… -se disculpó, soltándolo, desviando la mirada.
- No te disculpes… no es tu culpa Tae Woon… tú no tienes la culpa de que te ame como lo hago y de… -suspiró, intentando aguantar el llanto que, con ese nudo en la garganta, parecía querer hacerse presente- que tú no sientas lo mismo por mí.
- “Si tú supieras que mis sentimientos son iguales o mayores que los tuyos hacia mí…” –quiso decirle, si bien, no abandonaron su mente- Será mejor que entres… el aire es frío.
- Está bien… -accedió, dirigiéndose hacia su habitación, pero pronto se dio media vuelta, y sin dejarle tiempo para reaccionar, de forma fugaz, le robó un beso- Buenas noches.
- Buenas noches… -sonrió, cuando él ya se había perdido tras las puertas correderas cerradas, acariciando sus labios.
Algunos días habían pasado ya, Yunho estaba en la biblioteca, terminando de ojear el tercer volumen que componían los manuscritos que el monarca le había dado; cuando halló aquello que tanto tiempo llevaba buscando, las respuestas a todas sus preguntas se encontraban en aquellas cinco últimas páginas. Después de leerlas, su semblante era algo serio, cerró el libro y tomó el siguiente, por ver si había más información; pero en cuanto escuchó unos pasos acercándose, cerró el libro, y en sus labios se dibujó una sonrisa, que se amplió al abrirse la puerta y ver a Jaejoong sonreírle a su vez, indicándole que ya estaba la comida preparada.
Sun Gen estaba por extender la ropa, mientras los chicos entrenaban, pero al bajar del voladizo que daba acceso al jardín, su pie no apoyó bien, y se le dobló, haciendo que se daleara, casi como si fuera a caerse, pero logró mantenerse de pie y continuó haciendo lo que debía… pero cuando salió de la casa, junto con Changmin, para irse a la suya, el dolor que sentía era tan intenso, que no pudo dar un paso más; así que él la subió al caballo y se fueron a la casa del doctor, para que le checase el tobillo, por donde más le dolía, a ver qué era lo que le pasaba y si podía darle alguna medicina para el dolor.
Al llegar, debieron esperar un poco, pues había gente siendo atendida, aunque para ambos era más bien, mujeres que estaban intentando cazar el corazón del doctor, quien parecía no darse cuenta o no querer darse cuenta. Cuando por fin pudo atenderlos, saludó cordialmente a ambos, y estuvo hablando, sobre todo, con Sun Gen, ya no sólo porque le dijera dónde le dolía o qué sentía si hacía tal o cual movimiento, también le preguntó por su madre y Jeon Bo, alegrándose al saber que ambas estaban bien; le sonreía y parecía tratarla con cierta complicidad o algo así… algo que faltaba cuando trataba al resto de personas.
- Changmin.- lo llamó.
- ¿Sí?, ¿es grave lo que tiene?
- No… no te preocupes… pero debe guardar reposo… así que procura que no mueva el pie, ¿de acuerdo? –hablaba con él, y Sun Gen notaba en esa conversación, el mismo deje que cuando hablase con ella.
- De acuerdo.
- Se lo he fijado bien, así que no debería dolerle, siempre y cuando no lo fuerce… -le comentaba seriamente.
- No te preocupes, cuidaré de ella.
- Bien… recuerda que debe estar sin moverse una semana, en el mejor de los casos.
- Sí.
- Changmin…
- ¿Sí? –preguntó, girándose hacia donde estaba él, después de haber tomado en brazos a Sun Gen.
- Cuídate… y dale recuerdos a tu madre de mi parte.
- Lo haré… -le sonrió
- Changmin…
- Dime… -dijo, volviendo a mirarlo.
- Discúlpame con ella por no haber ido a cenar ayer… realmente siento el haberla dejado plantada, pero… me llamaron urgente…
- No pasa nada… se imaginó que algo de eso había pasado… así que no se molestó. –le sonrió.
- Me alegra saber eso…. Bueno, Sun Gen… cuídate tú también. –dijo, dedicándole una tierna sonrisa.
- Así lo haré… gracias doctor Park.
- No hay de qué.
- Doctor… -le llamó un soldado- Tenemos algunos heridos en el cuartel, ¿puede venir?
- Claro… adiós… -se despidió nuevamente de Sun Gen y Changmin, mientras comenzaba a preparar su bolsa con lo necesario.
Si no debía mover el pie, era una locura llevarla hasta el Muñecas, porque, aunque fuera en caballo, sí o sí, se le movería, y le dolería… de modo que optó por lo más razonable, dejarla en su casa; ignorando un poco, bastante, los reproches que ella le hacía, de que no podía quedarse allí con él, que la llevase a su casa porque tampoco estaba tan lejos… pero se negó en rotundo, “el doctor dijo que no debías moverte, y no vas a moverte…” . La acomodó sobre la cama de su madre y le pidió a Junsu, que recién llegaba de recoger algunas hierbas, que cuidara de que no se moviese de allí, mientras él se iba al Muñecas, para avisarle a la señora Kang de lo ocurrido y de que, al menos mientras tuviera que permanecer en reposo, se quedaría con ellos en la casa.
Sun Gen se quedó perpleja ante la actitud de Changmin… jamás pensó verlo actuar de forma tan adulta, tan madura… quizás porque últimamente se la había pasado fastidiándola, haciéndole rabiar, robándole besos cada dos por tres, usando las excusas más tontas que había escuchado nunca, aunque le encantaba que lo hiciera, pero claro… no iba a dejar que él lo supiera, así que acababa golpeándolo, sabiendo que, lo más seguro, otro beso siguiera a ese bofetón que ella diera.
La señora Kim no solía tardar tanto en volver a su casa, pero hoy se había entretenido hablando con una amiga, de la que hacía semanas que no había tenido noticias, de modo que iba apurada, preguntándose si sus hijos llevarían mucho tiempo esperando por la cena, o ya se habrían puesto a experimentar, dejándole la cocina hecha un desastre.
Cuando llegó a casa, le sorprendió no ver aún el caballo, que le indicaba que Changmin había llegado; así que entró llamando a Junsu, que pronto salió de la habitación, indicándole, con el dedo sobre sus labios, que guardase silencio, “Sun Gen está dormida”, fue la explicación que recibió, a la pregunta que, en su mirada, atravesó el cuerpo de su hijo menor, por haberla mandado callar.
Le había tocado esperar a que la señora Kang le diera unas directrices a Jeon Bo, porque no tenía pensado dejar a su hijita sola, por más que él le había dicho que ella se quedaría con su madre… pero entendía perfectamente que se preocupara por ella, ya que era su única hija. Así que ahora se encontraba pensando en el modo de decirle a su madre que, de ser sólo tres, pasarían a ser cinco en la casa, al menos durante una semana; porque algo que estaba dispuestísimo a impedir, dándole igual contra quién debiera enfrentarse, era que Sun Gen se moviera antes de ese tiempo.
Al llegar a casa, su madre ya estaba sirviendo la cena, de modo que, mientras la tomaban, les explicó lo ocurrido y el consejo del doctor de que no se moviera lo más mínimo, motivo por el cual la había llevado allí, ya que era la casa más cercana a la del médico.
Junsu hoy no dormía en casa, le tocaba guardia, así que se despidió de todos poco después de cenar; pero aún así… sólo había tres futones en la casa, y nada más una habitación, la de su madre, porque él y el pequeñajo, como le llamaba en ocasiones, dormían en el salón, de modo que sabía perfectamente que le tocaba dormir en el suelo esa noche.
Sun Gen se desveló a media noche, el poco que había dormido antes de cenar, le había hecho tener menos sueño ahora. A su lado, dormía su madre, y un poco más allá la madre de Changmin. Se incorporó en la cama, resoplando, cansada de no poder darse la vuelta y cambiar de postura al dormir, porque lo poco que movía el pie, comenzaba a dolerle… entonces vio el resplandor del fuego aún encendido, y como pudo, se arrastró hasta la puerta, sin mover demasiado aquella extremidad vendada, encontrándose a Changmin acurrucado, apoyándose entre la pared y el suelo, tiritando un poco, ya que la hoguera estaba comenzando a apagarse y hacía frío, y resoplando por no poder dormir, pero por motivos bien distintos a los suyos. Volvió sobre sus pasos, tomó una de las mantas de su futón, y, arrastrándose nuevamente, se acercó hasta él y comenzó a cubrirlo con ella.
“No deberías moverte”, fue lo que dijeron sus labios, cuando, al abrir los ojos, vio a Sun Gen a su lado, tapándole con una manta; sonriendo al notar su dedo haciéndole callar, para más tarde ser remplazado por su boca, en un beso fugaz, tanto, que casi dudó y pensó que fue una ensoñación suya, pues se estaba rindiendo al cansancio.
Despertó al notar algo moverse contra su brazo, abriendo los ojos desmesuradamente al ver, a la tenue luz de la hoguera, a Sun Gen durmiendo, con la cabeza recostada sobre su brazo, abrazándolo por la cintura… y todo el frío que pudiera tener, se fue con el hirviente sonrojo que inundó sus mejillas. Si bien, no tardó en darse cuenta que, la posición en la que ella estaba, no era, ni de lejos, la más adecuada para que su pie se curase; así que se levantó cuidadosamente, la envolvió con la manta, la tomó entre sus brazos y la llevó de nueva cuenta a la habitación, esperando que ninguna de las otras dos se despertase en ese instante y pensaran lo que no era…. Al dejarla sobre el futón, acarició suavemente su rostro y no reprimió su deseo de besarla, dándole uno dulce y lento, lleno de toda la ternura, amor y cariño que sentía hacia ella, y que, tan pronto parecía querer aceptarlo, como no….
Al día siguiente, fue a casa de Jaejoongieh y Yunho, y les comunicó lo pasado con Sun Gen, para que supieran que ella no iba a poder ir en unos días; estuvo ayudándolos a adecentar la casa, y después los tres fueron a visitarla, alegrándose, de paso, la señora Kim por ver otra vez a Yunho, a quien hacía ya bastante que no veía. Comieron todos juntos y después los acompañó de vuelta, quedándose prácticamente, hasta la misma hora que de costumbre; volviendo a casa justo para cenar.
A Sun Gen le sabía mal… era consciente de que no tenían más futones, pues sólo eran ellos tres de familia, y, seguramente, Changmin debería volver a dormir en el suelo, porque, aunque Junsu tampoco dormía en casa aquella noche, su madre tampoco había regresado al Muñecas, así que seguían estando todos ocupados…
- Ya está… -dijo estirando otro futón en el suelo.
- ¿Y este futón?
- Es de casa de Yunho, me lo ha dado, porque tienen de sobra… -respondía, al tiempo que extendía las sábanas y las mantas, ya que su madre y la de Sun Gen estaban lavando los trastes de la cena.
- Oh… mi madre y la tuya parece que se llevan muy bien… -sonrió, al escucharlas reír desde la cocina.
- Sí… eso parece… ¿dónde está...?... oh, aquí… -tomando la almohada- Ya está… tu cama preparada… -sonrió a Sun Gen.
- ¿Mi cama? –preguntó extrañada.
- Sí… en la que estás… es algo vieja y desgastada, en esta estarás más cómoda.
- Oh… y ¿quién dormirá entonces en él?
- Yo.
- Ah…
- Vamos… -le indicó con la mirada el futón.
- ¿Qué?
- Cambio de cama… -dijo con cierto retintín
- Aah… -dijo, extirando los brazos, cual si fuese bebé que quiere ser cargado.
- ¿Qué?
- No puedo moverme, ¿recuerdas?
- Anoche tampoco y bien que viniste a donde estaba…
- Y tú te enfadaste… -rebatía, estirando aún los brazos, esperando a que su idiota favorito captase que quería que la abrazase, sentirlo cerca… más o menos, salvando distancias, como en la noche anterior.
- Está bien… -aceptó, agachándose al lado de ella, estremeciéndose al sentir sus brazos enroscarse en su cuello y su respiración tan cerca de su oído- Ya está… en su nueva camita. –sonrió nervioso, dejándola delicadamente sobre el futón, tapándole las piernas poco después, y medio incorporándose para irse.
- Changmin… -lo llamó, tomándole de la manga
- Di… -y sus labios no pudieron terminar la palabra, pues los de Sun Gen estaban sobre ellos, regalándole un tímido beso.
- Gra… gracias… -dijo más roja que un tomate y sin atreverse mucho a mirarlo a la cara.
- De nada… -respondió con una sonrisa tierna y una dulce caricia en su mejilla, que ella no se esperaba- Llámame si necesitas algo… -añadió, besando su frente, y saliendo de la habitación arrastrando tras de sí, el viejo futón de su madre, que ahora gastaría él.
Song Hyu Neul acababa de llegar, tras un largo viaje, por fin, al cuartel; pero viendo lo tarde que era, y lo cansado que él mismo se encontraba, decidió que iría al Muñecas al día siguiente, a preguntarle al señor Kang, después de tanto tiempo, si ya había conseguido dar con el paradero de su Jaejoongieh. Desempacó todas aquellas pertenencias que se había llevado, las guardó en sus respectivos lugares y se tumbó sobre su cama, no tardando en quedarse dormido.
A la mañana siguiente, tras realizar los ejercicios pertinentes, y rellenar el formulario necesario, notificando su estancia, se llevó una sorpresa… Jang Yoo Moon, uno de los soldados del general en jefe Kim Tae Woon, acababa de llegar, y eso le extrañaba… sobre todo porque Yoo Moon se la había pasado, últimamente, siendo uno de los centinelas incondicionales del rey, y el que estuviera allí… ¿sería acaso que el monarca se encontraba de incógnito por el pueblo?... pero lo descartó enseguida de su mente, pues, al dejar sus papeles, leyó los del joven soldado, viendo que sólo permanecería un día allí, de modo que, lo más seguro era que, sólo estaba de paso.
Yoo Moon buscó la dirección que el mismo rey le había escrito. Había recibido una carta, y tan pronto la había terminado de leer, le pidió le hiciera un favor… “debes ir a esta dirección, allí recoges un paquete y, sin abrirlo, me lo traes”… esas habían sido sus palabras, y como toda orden que le daban, tenía pensado cumplirla a rajatabla.
En cuanto dio con la casa, y tras que le abrieran la puerta, lo que primero le llamó la atención, fue la belleza de la mujer que le dio la bienvenida, y una vez dentro, el hecho de reconocer a aquel joven que le entregaba el paquete, el mismo con el que el rey había estado hablando últimamente, y del que seguía desconociendo tanto el nombre como la relación que parecía tener con su majestad… sintiéndose un tanto celoso o envidioso.
Tomó el paquete y volvió al cuartel, guardándolo muy cuidadosamente en su habitación, preocupándose porque nadie lo viera hacerlo, ya que, supuestamente, era algo secreto, algo que nadie debía saber… y, después se fue a comer algo, ya que no saldría hasta el día siguiente, a primera hora, de vuelta a Seúl.
Jeon Bo estaba sola frente al local, atendiendo a los clientes, mientras maldecía, de cuando en cuando y por lo bajo, que Kang Chul Yong no estuviera presente, haciéndose cargo de su negocio…. Cierto que Lee Ann lo había mandado a comprar cosas en los pueblos vecinos, pero ya era para que hubiese regresado, y ella pudiera estar, dentro de lo posible, sobre todo teniendo en cuenta el volumen de clientes esa noche, relajada en la cocina, preparando los pedidos y las bandejas con los licores y distintos vinos caseros que se ofertaban, o la cena de las chicas, que iban comiendo por turnos, conforme libraban de los servicios ofrecidos.
El doctor Park Yoochun, fue a casa de los Kim, donde Changmin le había dicho que estaba Sun Gen, para revisarle el pie, y ver si ya podía andar, algo de lo que estaba prácticamente seguro, pues sabía que no sólo él se había encargado de no dejarla moverse para prácticamente nada, si no que también su madre y la madre de ésta, Lee Ann, que se había asentado con ellos en la casa.
- Buenos días Yoochun. –le saludó con una amplia sonrisa la madre de Changmin.
- Buenos días Hyo Jun. –devolvió el saludo- ¿cómo ha estado?
- Bien, bien… pero ya te he dicho que no me trates de usted, me hace parecer vieja, y sólo soy tres años mayor que tú. –sonrió al hacerle aquel reproche, que se había repetido por años.
- Ya… -se disculpó avergonzado, pero es que no se atrevía a tratarla de forma más familiar, bastante tenía con llamarla por su nombre de pila y no por el apellido de su segundo esposo.
- Buenos días Yoochun. –le saludó Changmin, dejando la leña que había recogido, cerca de la entrada a la casa- ¿Viniste a checar el pie de Sun Gen?
- Sí… y de paso a hacer una visita. –respondió, mirando a la señora Kim, que sabía se enojaría un poco si se limitaba no más que a ver el pie de la joven y se marchaba poco después.
- Oh… buenos días doctor Park. –saludó Lee Ann.
- Buenos días señora Kang… que grata sorpresa encontrarla aquí… -sonrió amablemente- ¿cómo se encuentra?
- Bien, bien… gracias por preguntar… -devolvió la sonrisa- ¿vino por mi hija?
- Sí… Changmin me dijo que estaban aquí.
- Claro… pase, pase… -le indicó, casi como si estuviera en su propia casa, y es que, después de cinco días, poco más o menos, que habían pasado desde que se instalase por estar cerca de su hija, y siendo recibida en el modo que fue, prácticamente la sentía como suya.
- Gracias… con permiso…
Tal y como se imaginó, el pie estaba perfecto, unos dos días más y podría andar sin problema alguno, como si nada le hubiera pasado, y así se lo dijo, mientras volvía a vendárselo con vendas nuevas. Y ya que estaba allí, aprovechó para hacerle un chequeo a la señora Kang, para asegurarse que estaba bien, independientemente de lo que ella dijera.
Sun Gen temía que su madre se pusiera de casamentera, e intentase “venderla” como la esposa ideal al doctor, quien, dicho sea de paso, y así, limpito y afeitadito, ganaba mucho… no como cuando lo vio la primera vez…; pero, sorprendentemente, ella no hizo un solo comentario al médico, que, entre risas, disfrutaba de la comida y la conversación que tanto Changmin como su madre le ofrecían; y se sorprendió a sí misma, siendo incapaz de apartar la vista del más pequeño que estaba en la mesa en ese momento, ya que Junsu había salido temprano en la mañana a trabajar con varios chicos más, recogiendo la fruta que estaba de temporada, para venderla después en el mercado, y aún no regresaba, de hecho, todos lo esperaban para la noche.
Pasado dos días, Sun Gen ya podía andar, y decidieron volver a casa; así que Changmin y Jaejoong, al saberlo, se ofrecieron para ayudarles y acompañarlas, además de que así, el pelinegro, vería a Jeon Bo, a quien ya hacía tiempo que no veía y a quien extrañaba mucho, porque para él había sido como una segunda madre; pero como Yunho tenía algunas cosas que hacer, se volvió a la casa en cuanto se despidió de ellas, deseándoles un buen viaje de vuelta, y recordándole a Sun Gen que no era necesario que volviera a la casa, hasta que se sintiese completamente restablecida, siendo secundado por su “mujer”, quien le dio un beso en los labios, que al principio era tierno, aunque subió un poco de tono al final, porque ese simple contacto los prendía más de lo que podían imaginar, al despedirse de él y subir al carro con destino el Muñecas.
En otras circunstancias, no le hubiera dejado ir ni loco… pero sabía perfectamente que ese día el señor Kang no estaba en el local, ya que la madre de Sun Gen le había dicho la noche anterior, que le hiciera el favor de ir a comprar telas para los hanboks en un mercado que había unos tres pueblo más allá, y acompañado por dos de las chicas más presumidas, de esas a las que no les valía cualquier tela… debía ser la mejor… vamos, que no esperaban que apareciese hasta que estuviera atardeciendo; por eso y porque sabía de lo importante que era Jeon Bo para su querido Jaejoong, es que lo dejó ir, aparte de que sabía perfectamente que ninguna de las Kang, ni Changmin, permitirían que aquel viejo le tocase un pelo a su amorcito.
Al llegar a casa, limpió un poco por encima, y se metió en la biblioteca a terminar la traducción de aquel documento que le había mandado su tío Won Hyuk Mo, y que necesitaba, con relativa, urgencia, según la carta con la que lo acompañaba, en la que, también, hacía incapié en que sólo se fiaba de su traducción, “como si los demás traductores que están en el palacio y trabajando para el rey, fueran a engañarlo…” fue lo primero que pasó por su cabeza, pero su tío iba a pagarle por ese trabajo, y, teniendo en cuenta de que los Hyo no habían vuelto de su último viaje a Japón, aquel dinero no le venía nada, pero que nada mal.
- Jaejoongieh… -casi gritó la mujer de la emoción al verlo nuevamente
- Jeon Bo… -y fue rápidamente a abrazarla
- ¿Cómo has estado?
- Perfectamente. –dijo con la más amplia de sus sonrisas adornando su rostro.
- Ya veo, ya veo… estás radiante… -le sonreía con dulzura
- ¿Y usted?
- Bastante bien… no puedo quejarme…. Sun Gen… ¿ya estás mejor? –preguntó en cuanto la joven llegó a su altura
- Sí… al menos ya puedo apoyar el pie sin que me duela….
- Pero recuerda lo que te dijo el médico y Yunho… -adjuntó Changmin- No te fuerces…
- Sí… ya lo sé… -medio renegaba, pero a los ojos experimentado de Jeon Bo, era más que obvio que aquella preocupación que se desprendían de las palabras del joven, le había agradado a Sun Gen, pues todo en sus expresiones se lo indicaban.
- Jeon… -la llamó la señora Kang.
- Dime Lee Ann…
- Mi esposo aún no volvió, ¿cierto?
- No… aún no regresó…
Entraron dentro del local, y a Jaejoong no le sorprendió en lo más mínimo que muchas de las chicas, de aquellas que aún permanecían ahí, no le saludaran… por lo que no le dio mucha importancia a ese hecho, y se centró en hablar con su querida Jeon Bo y la madre de Sun Gen, las dos únicas personas del Muñecas, aparte de su amiga, por las que sentía aprecio de alguna forma; el resto… le resultaban, simplemente, indiferentes.
Por descansar un poco la vista, había ido a la cocina, servido un vaso de agua y tomado una pieza de fruta, que se estaba comiendo de vuelta a la biblioteca, porque el hambre le había picado un poco, y aquella manzana parecía tener muy buena pinta…
Sentado, nuevamente, ante su escritorio, su mirada se desvió un instante a unos papeles que tenía en un lado… aquellos en los que había tomado algunas notas de lo descubierto en los manuscritos que el rey le prestó, y, guardándolos en uno de los cajones de uno de los muebles de la biblioteca, se preguntó si aquel soldado, Jang Yoo Moon, le haría llegar la carta, donde le expresaba al monarca, toda la gratitud que sentía hacia él por haberle permitido ver aquellos documentos.
Volvió a sentarse a la mesa, frotó sus sienes, el puente de su nariz, y a modo de mantra, se pidió a sí mismo concentración, pues apenas le quedaban una cinco páginas por traducir. Releyó lo último escrito, y se reafirmó en la traducción; después, continuó leyendo el documento y escribiendo, muy cuidadosamente y con buena caligrafía, la traducción de cada párrafo, pues no quería tener que repetirlo; y, quizás por eso, era que antes de escribir, se repetía unas tres o cuatro veces la traducción, para ver si era correcta, sonaba como debía, o debía adaptar algo…
A falta de una página o así, llamaron a la puerta. Se levantó pesadamente y notando una punzada de dolor en sus piernas, por haber estado tanto tiempo sentado casi en la misma posición, pero sonriendo, pensando en el enorme beso que le plantaría Jaejoong en los labios, nada más le abriera la puerta; si bien, no fue a él a quien encontró al otro lado, después de abrirla.
- Vaya… así que has sido tú… -le sonreía con suficiencia y mirándolo de arriba abajo, aquel hombre uniformado, que por alguna razón, le sonaba de haberlo visto antes, pero no conseguía recordar dónde.
- ¿Ocurre algo, oficial? –preguntó, tras haberle desaparecido la sonrisa de su rostro, y tornarse su expresión en una temerosa, ¿le habría pasado algo a Jaejoong?
- ¿Puedo pasar? –preguntó, clavando sus profundos y pequeños ojos en los suyos.
- Cla… claro… adelante… -se hizo a un lado, dejándolo pasar, pero tan pronto aquel oficial se adentró, sintió a dos más echárseles encima, inmovilizándolo rápidamente, llevándolo arrastras hasta el salón, en medio del cual, aquel hombre se había detenido.
- Así que tu nombre es Jung Yunho… -dijo, al tiempo que se giraba, y pareciendo saborear cada una de las letras que componían su nombre, algo que le dio escalofríos, sin saber porqué; mientras intentaba zafarse del agarre de aquellos dos hombres más corpulentos que lo apresaban aún por los brazos, impidiéndole escapar.
- ¿Se puede saber qué es lo que tiene en contra mía? –preguntó nervioso, y en su mente empezaron a conjurarse más de una idea del porqué aquel soldado, con uniforme de la guardia real, actuaba de esa manera, como si fuera a juzgarlo y llevarlo a prisión.
- Tengo… -dijo, jalándole de los cabellos, la cabeza hacia atrás, acercando bastante su cara a su rostro- que sé que eres tú quien me ha robado algo muy preciado para mí.
- ¿Yo? No sé… -y entonces comprendió y supo quién era
- ¿Vas a tener la desfachatez de decirme que no sabes a qué me refiero? –clavó su furiosa mirada en él, casi escupiendo ira en cada palabra; Yunho se limitó a esquivar su mirada, aprovechando que le había soltado el pelo- Muy bien… -dijo alejándose de él, acariciando el gancho donde colgaban la olla para cocinar- entonces… haré que sepas, perfectamente, a qué me refiero... –volvió a gritar con furia- Traedlo. –ordenó a sus subordinados, que no tardaron en obedecerle, y, forzándole a poner sus brazos por delante, ató a Yunho por las muñecas, y a otra orden suya, uno de ellos lo colgó por las ataduras, del gancho que antes había estado tocando.
- Suélteme… -gritó Yunho, intentando zafarse, pero, inmediatamente, recibió un puñetazo en la boca del estómago, por parte del líder de aquellos tres indeseables que se habían colado en su casa.
- Tú, aquí, no das las órdenes… -sonreía, mientras buscaba la mirada del joven, que había agachado la cabeza y cerrado los ojos, en acto reflejo, por el dolor que aquel golpe le había producido- Ahora soy yo quien manda…
- ¿Qué… qué quiere de mí? –preguntó, con dificultad, tras haber recuperado algo de aliento
- Simplemente que me devuelvas lo que es mío… quiero que me regreses a Jaejoongieh…
- Jamás… -gritó sin pensar, y recibió otro golpe, aún más fuerte que el anterior- argh
- No te conviene hacerme enfadar… no tengo mucha paciencia… -le dijo, jalándole nuevamente del cabello- ¿Dónde le escondes?
- Hmm –rió- no pienso decírselo. –dijo desafiante, siendo ahora él, quien clavaba su mirada en las orbes contrarias; recibiendo un fuerte guantazo, que le hizo sangrar ligeramente, seguro, por algún corte en el labio.
- No me refutes… no tienes idea de quién es Song Hyu Neul… -aquel nombre… era el que alguna vez Jaejoong había llorado en sus pesadillas, antes de que ambos se amasen, el mismo que había escuchado pronunciado con desprecio en los labios de Sun Gen, del general Kim y del mismísimo rey…
- Jamás… jamás volverá a tu lado… ahora… me pertenece… -y volvió a sentir otro golpe.
- Se ve… que a ti también tendré que domesticarte… -dijo, haciendo un gesto para que los otros hombres se fueran, y una vez los dos a solas, le arrancó la parte superior de sus vestiduras- No eres como él, pero… -dijo mirándolo con ojos hambrientos, y paseando su lengua lascivamente por sus labio- tampoco estás mal…
Yunho apenas podía moverse, aquellos puñetazos tan seguidos, le dolían cada que probaba incorporarse, y si intentaba luchar, recibía más de aquellos golpes; pero no iba a permitir que nadie más que no fuera Jaejoong, tocase su cuerpo.
Le extrañó un poco el ver la puerta de entrada sólo entornada, cuando solía estar cerrada siempre, así que entró llamándolo, preocupado; pero lo que vio, lo dejó de piedra
- Yunho… -salió, casi ahogado, de su garganta
- Jaejoong… -lo nombró al subir la cabeza y verlo- Vete… -le gritó, intentando con renovadas fuerzas, zafarse de las ataduras- Vete… vete… huye…
- ¿Qué…
- Vaya… tenía yo razón… -escuchó una voz, para su desgracia demasiado conocida, a su espalda- eras tú… mi Jaejoongieh –y un escalofrío recorrió todo su cuerpo
- General Song… -pronunció algo temeroso, sin moverse del sitio.
- Y él que decía que no me serviría de nada esconderme… -rió con suficiencia; y es que, mientras estaba intentando antes comenzar a forzar a Yunho, escucharon la puerta abrirse, y al notar la tensión y el miedo dibujados en el cuerpo del menor que tenía entre sus brazos, imaginó quien era quien iba a entrar, y se escondió porque no huyera nada más verlo- Bienvenido…
- ¿Qué demonios hace aquí? –preguntó Jaejoong
- Ese vocabulario… tsk tsk –negaba con la cabeza- antes no eras así de mal hablado.
- ¿Qué hace aquí? –volvió a preguntar, masticando la rabia en cada palabra
- ¿No es obvio?, he venido a recuperarte. –respondió, mirándole fijamente a los ojos- Eres mío.
- Ya no… -fue la respuesta que obtuvo
- Ja….-rió sonoramente- Siempre… serás mío… -dijo, comenzando a acariciarlo de forma lasciva.
- Suéltalo… déjalo… -comenzó a gritar Yunho.
- Ah… -se quejó- Pero mira que puedes llegar a ser escandaloso… -dijo soltando a Jaejoong y dirigiéndose a él- Está bien… ya que tanto insistes… empezaré la fiesta contigo. –aquellas palabras hicieron a Yunho tensarse, y accionaron algo en la mente de Jaejoong, “no voy a dejar que él pase por lo mismo que me hizo a mí”, que tomó rápidamente la espada del general y la situó contra su cuello.
- Suéltelo… -ordenó, ya sin pizca alguna de miedo en su voz.
- ¿Jaejoongieh? –preguntó extrañado de la reacción- no juegues con esto, podrías hacerte daño. –dijo, retirándola de su cuello con su antebrazo.
- Le he dicho que lo suelte. –volvió a amenazar, situando rápidamente la espada contra su cuello otra vez.
- Jaejoongieh… -le reprochó
- Tengo razones más que suficiente para matarlo ahora mismo… -lo miró desafiante- No quiera darme otra…
- De acuerdo… -respondió, soltando, muy a su pesar a Yunho, pero pensando que ya se encargaría después, cuando salieran de la casa, de hacer que los matones que le habían acompañado, los encontrasen para él y vengarse poseyéndolos, haciendo que cada uno viera como abusaba del otro.
- Jaejoong… -la respiración era algo dificultosa, su pecho se movía como descontrolado, y podía ver una fina línea de sangre seca bajando de su labio.
- Yunho… -sonrió al verle libre y andar hacia él.
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waaaaaa jae matalooo¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ ese desgraciado como se atreve a tratar asi a mis niño **lo abraza como omma protectoa***** abuuuu que colera me voy a leer el siguiente capi ojala todo acabe bonito poruqe sino me muero
ResponderEliminaraunque ahora mismo ya me muero de hambre XD
Maldito general de Mier.#$$@@#...
ResponderEliminarYo de Jae lo mato de una buena vez.... Es que no los va a dejar en paz....
aaaaaaaaaa maldito asqueroso desgraciado hijo de su mamasita mira que quererle hacer daño lo mato lo mato
ResponderEliminarSólo suplico que ese general de mierda sea castrado!!! MAldito, desgraciado!
ResponderEliminarAsqueroso Viejo, tenía que llegar a romper la armonía de ese hojar. Jae debió asegurarse de que cieta cosa más que asquerosa jamás le volviera a funcionar ahora que tenía la oportunidad. Ay Dios esta historia tiene tantas cosillas sueltas que me como las uñas por saber, por ejemplo la relación entre los Kim y mi amado Yoochunnie, cómo es que él es Medio hermano de ChangMin y Junsu?? Eso supone que no voy a tener Yoosu Love aquí???😭😭😭. Que es lo que Yunho buscaba con tanta urgencia sobre su pasado??? Ven ??? SON MUCHAS INCOGNITAS¡¡¡ Ellos deben huir antes de que ese tipejo intente algo.
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