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Arualthings

Belong. Te pertenezco cap 9

Verdades al descubierto

Habían pasado semanas, semanas que se habían ido encadenando de manera casi eterna para él, desde que lo viera por última vez…. Aquella seguridad en sus ojos, esa determinación en quitarle la vida si no cumplía con su petición… lejos de hacer que lo odiara, había hecho que lo encontrase aún más irresistible, y que su deseo de volver a poseerlo se incrementara, si aquello era posible.
Aquel cuerpo casi femenino, pese a ser de hombre, que tantas veces había disfrutado, se le había mostrado sumamente masculino y bien definido, y aún así, toda su anatomía había reaccionado erizándose, con un conjunto de sensaciones recorriéndole por entero, provocándole una excitación que raras veces había experimentado antes, llegando incluso a venirse tan sólo soñando que lo poseía, despertando, al día siguiente, con su cuerpo impregnado ligeramente por el jugo que el placer sentido, bajo el manto de ilusiones creadas por Morfeo en su reino irreal, dejó libre en la noche. Definitivamente, tenía que encontrarlo de nuevo y, borrando con sus manos, labios y miembro todo rastro de otro hombre, volver a marcarlo como suyo.

Él sabía de más que en todas partes hay personas que están dispuestas a venderse, personas sin apenas escrúpulos dominadas por sus más bajos deseos, él sólo tenía que descubrir cuál era el precio a pagar, y así los tenía en su mano, hombres que le conseguían todo aquello que él pedía, para obtener lo que él les ofrecía; y fue a través de una de esas personas, que descubrió que era bastante probable que Jung Yunho siguiera vivo, algo que le sorprendía, teniendo en cuenta que le había clavado su daga en el costado, lo que solía implicar una muerte segura, y que seguramente habría perdido mucha sangre en su huída, pero si él lo estaba, entonces su amado Jaejoongieh también lo estaría, debía de estarlo.
Pidió permiso en el cuartel, y fue a contrastar la veracidad de la información que le habían dado. Si era falsa, aquel desgraciado pagaría con su vida; si era verdadera, le daría aquello que le había prometido, total, no era más que una orden de arresto contra un muerto de hambre, que no le suponía gran esfuerzo falsificar, pues aquella pobre alma no había hecho nada; y a cambio, el obtendría el mayor de los placeres que su cuerpo había conocido, poseer a Jaejoongieh, o en su defecto, a Yunho, al que acabaría matando, estrangulándolo con sus propias manos por haberse atrevido a tocar y poseer a su preciado tesoro y robarle su corazón, eso… si no es que disfrutaba tanto violándolo, como para perdonarle la vida y seguir vejándolo una y otra vez, hasta que se cansara, utilizándolo como su juguete sexual, alternándolo con aquel que era su obsesión y al que era totalmente adicto.
Antes de llegar al pueblo, se disfrazó de aldeano; no quería alertar a nadie que los conociera y pudiera darles la voz de alarma y hacerlos huir, no estaba dispuesto a perderlos otra vez. Una vez llegó, se mezcló entre la gente que había en ese momento en el mercado, esperando encontrarse con aquel que le había hecho llegar la información, sin embargo, mientras esperaba, escuchó algo más interesante, que hizo que se olvidara por completo de su confidente.

- Pobre señor Jung, espero que se recupere pronto. –decía una tendera a una de las clientas que estaba atendiendo en su puesto.
- Sí… ay… ya lleva casi un mes en cama en casa del doctor, sin poder levantarse, y más para el barrio de los muertos que para el de los vivos, del ataque tan salvaje del que fue víctima… ¿pero por qué le harían algo así, con lo bueno que ha sido con todo el mundo desde siempre? –respondía la mujer y preguntaba al tiempo.
- Pues quien sabe… -decía otra de las clientas- Los delincuentes son así… seguro eran mercenarios que lo atacaron por robarle o vete a saber qué otro motivo…. – él sonrió interiormente, pues era perfectamente conocedor de la razón que había provocado aquel ataque.
- Sí… pero, ay, qué bueno que lo encontraron a tiempo y pudieron salvarle la vida. –volvía a decir la dependienta.
- ¿Tú crees que sobreviva? Yo he escuchado que está realmente mal–preguntó una de las clientas.
- Sí… no tengo la menor duda de que saldrá adelante… está en muy buenas manos.
- Buenos días.
- Oh, buenos días doctor Park. –saludó atentamente la tendera- Justo estábamos hablando de usted.
- ¿De mí? –preguntó extrañado, al tiempo que señalaba aquellas verduras que quería comprar, para hacer la comida, y la mujer se las iba poniendo en la cesta.
- Sí. –respondió una de las mujeres que se encontraban comprando- Estábamos hablando del ataque que sufrió la familia Jung y nos preguntábamos cómo sigue el joven señor Jung, ¿se encuentra mejor de salud?
- Pues está bastante mejor; al menos su aspecto ya no es tan demacrado, se va recuperando poco a poco… gracias. –respondió, pagando su compra.
- De nada. Aquí tiene su cambio. –le sonrió amablemente la tendera, y casi todas las mujeres que estaban en el puesto, provocando una ligera sonrisa divertida en Yoochun, que se imaginaba la cara de Junsu si hubiera ido, mirándolas con desprecio, y deseando llegar a casa para comérselo a besos y recordarle, una vez más, que él le pertenece y que sólo podía tener ojos para Kim Junsu.
- Que tengan un buen día. –se despidió cortésmente, como le habían educado, y se dirigió de vuelta a la clínica, sin percatarse de que estaba siendo seguido por alguien, que procuraba mantener cierta distancia para no ser descubierto.

Entró en la habitación sin hacer ruido y se detuvo a unos pocos pasos de la única cama ocupada que allí había; observando por un instante, en total silencio y luchando contra su propio deseo, controlando como podía sus impulsos, la imagen que se presentaba ante sus ojos en aquella ansiada tarde, que sólo él sabía desde cuanto hacía que estaba esperando porque llegara, por volver a sentir, en todo su cuerpo, nuevamente, aquella sensación, que tenía algo olvidada.
Arrodillada junto al lecho, la figura que tanto había extrañado, con su largo y brillante cabello negro recogido en una trenza, sus manos seguramente estaban entrelazadas, suplicando a los dioses y espíritus de la familia que cuidaran de aquel que sus ojos estarían mirando, pues sólo parecía tener ojos para el joven Jung, torciendo un poco el gesto tras ese pensamiento. Puso su mano sobre uno de los hombros y le hizo voltear hacia él rápidamente, haciendo que perdiera algo el equilibrio y cayera, sentada, en el suelo, quedando perplejo, tanto por lo que sus ojos veían como por la punta de aquella inesperada espada que, rápidamente, rozó la piel de su garganta, de forma algo temblorosa, pero determinada a cumplir la amenaza de insertarse en ella, segándole la vida, si daba medio paso más.

- Suelte a mi esposa. –dijo con voz temblorosa y seca, pero firme.
- ¿Qué sucede aquí? –preguntó Yoochun, entrando en la habitación, tras escuchar la voz que su amigo había dado- Yunho… -se acercó a su cama y, poniendo su mano sobre su brazo, ejerciendo un poco de presión, le hizo bajar la espada- No debes moverte tan bruscamente aún, ¿quieres que se te vuelva a abrir la herida? –lo regañó, consciente de que igual no soportaría una pérdida de sangre, aunque fuera leve, otra vez, ya que todavía seguía bastante débil.
- Pues que deje en paz a mi esposa. –decía amenazando con volver a levantar la espada, todo y pese a la advertencia del doctor Park.
- Yunho…
- Ésta… -dijo, señalándola con cierto desprecio- no es su mujer.
- Sí es su esposa. –lo miró Yoochun fijamente, desafiante, a los ojos.
- ¿Ocurre algo? –preguntó el alcalde del pueblo, a quien el doctor le estaba haciendo una revisión de rutina, entrando alertado por el jaleo.
- ¿Cómo te llamas? –le preguntó a la mujer, que estaba terminando de colocarse la ropa, sobre todo la parte superior, que se le había abierto y dejado entrever la parte superior de sus senos, tras aquel agarre que le había hecho caer al suelo, ignorando la pregunta del nuevo presente en aquella habitación.
- Rimha, y sí, soy la esposa del señor Jung Yunho. –respondió muy digna.
- Alcalde, la esposa de Jung Yunho se llama Jaejoongieh, de modo que si ésta asegura ser su mujer también, está cometiendo bigamia, un delito castigado con la cárcel. –dijo, casi masticando con rabia cada palabra de aquella acusación.
- Señor, -dijo Yoochun- sería realmente bigamia si él estuviera casado con ambas al tiempo, pero Rimha es la segunda esposa.
- ¿Segunda esposa? –preguntó el alcalde- ¿qué le ocurrió a la primera?
- Que está muerta. –dijo Yoochun, con la mirada clavada en quien la tenía impresa en Yunho, que intentaba no derrumbarse, aunque las lágrimas ya recorrían sus mejillas.
- ¿Muerta? –preguntó, clavando entonces su mirada en la del doctor- ¿Está seguro? –cuestionó, con su rostro ligeramente tenso.
- Sí; quien lo rescató a él, vio como el cuerpo de la señora Jung se hundió en el lago, antes de traerlo, sin poder evitarlo.

Entonces el rostro del general se nubló, no podía ser que su objeto de deseo se hubiera desvanecido, mientras que aquel que se lo había arrebatado y a quien hirió, prácticamente, de muerte, siguiera con vida; y su deseo de venganza fue creciendo hasta límites insospechados, incluso para él mismo, pues se había descubierto ideando la forma de infligirle el máximo de daño posible y por más tiempo, no iba a matarlo a las primeras de cambio, no, Jung Yunho debía pagar el haberle arrebatado a Jaejoongieh y el que ahora ya no pudiera volver a poseerlo, como tanto había ansiado desde la última vez que lo tuvo entre sus brazos, temblando, sintiéndolo vibrar contra su piel.

A Park Yoochun le había quedado claro que aquel aldeano, no era uno cualquiera, sabía expresarse correctamente y no como los demás, cuya forma de hablar solía estar llena de meteduras de pata, que a menudo le hacían reír, por otro lado, la mirada de odio de Yunho pocas veces había sido tan intensa, como la que le dedicaba a aquel hombre, además que, si él no lo hubiera detenido, su joven amigo hubiera acabado con su vida aún a costa de la propia, y el hecho de que conociera y mostrara tanto interés por Jaejoongieh… le hacían pensar que era más que obvio que aquel hombre había tenido algo que ver, de alguna forma, con lo que les había ocurrido a los Jung. Y si ya sólo por eso, por su presentimiento de que él era el causante del mal estado en el que se había encontrado a su amigo, le tenía algo de rabia y no se fiaba mucho de él, cuando al entrar Junsu, con las medicinas y ungüentos para limpiar y sanar nuevamente la herida de Yunho, se percató de aquellas miradas, casi hambrientas de deseo, que le dedicaba a su amor; hicieron que empezase a odiarlo más.

Los ojos de Yunho estaban anegándose en lágrimas, que apenas dejaba bajar corriendo por sus mejillas, nublando su mirada, que vagaba, de cuando en cuando, perdida por la habitación, hasta que se detuvo en la imagen que en ese instante cruzaba la puerta; se salió de la cama, se puso de pie, y fue, con algo de dificultad, andando hacia aquella persona, hasta que, abrazándole, se dejó caer, entre fatigado y feliz.

- Jae… -sollozó entre sus brazos, abrazándole con la poca fuerza que su débil cuerpo le permitía; sintiendo como lo abrazaba en respuesta con sumo cuidado.
- Vaya –dijo Song Hyu Neul al ver la escena- si que se muestra cariñoso con otro hombre. –le comentaba, con cierto rin tintín, al alcalde.
- Señor –le comentó Yoochun al gobernador del pueblo- usted, también se comportaría así, si un sirviente arriesgara su vida por salvarle; porque, no nos engañemos, todos sabemos que no es muy habitual que la servidumbre tenga en tan alta estima a su amo, como para exponer su vida por él; de hecho, y hasta ese momento, creía que sólo el rey gozaba de tal privilegio.
- De modo que salvaste a tu señor… - preguntó el alcalde, mientras Jaejoong y Yunho rompían el abrazo, y con ayuda de Junsu, lo llevaban a la cama, para que descansara y pudieran curarle la herida.
- Señor –dijo Yoochun- no podrá responderle, porque es mudo. –después se dirigió a donde estaban Yunho, Junsu, Jaejoong y Rimha y con una sonrisa, dijo- Bueno, como tienes fuerzas suficientes para moverte, ya puedes volver a casa, yo iré cada semana a ver como evoluciona la cicatrización de la herida.
- Pero doctor Park. –intervino Rimha- ¿Quién lo cuidará? –preguntó, pues las pocas veces que había visto la herida de su marido, le había dado tanta grima, que no se veía capaz de ser ella quien debiera realizarle todas las curas necesarias.
- Jaejoong sabe cómo hacerlo. Junsu, recoged sus cosas y acercarlas a su casa, -ordenó, viendo con desagrado que aquel hombre no le quitaba los ojos de encima a Junsu, y tampoco a Jae- en cuanto termine de hacerle las curas, lo llevaré en el carro.
- No hace falta que te molestes.
- Sí que hace falta, no puedes montar en tu estado, Yunho. –le regañaba ligeramente, consciente de que, seguramente, eso era lo que tenía pensado hacer.
- Pero…
- No seas tozudo Yunho, ya has oído a mi hermano.
- Changmin. –medio se quejó, porque su mejor amigo no le hubiera dado la razón
- Min, ayuda a Jaejoong y Junsu a llevar las cosas de Yunho a su casa y acompañad a su esposa. –pidió Yoochun, temiendo que aquel desgraciado, que cada vez le caía peor y le repugnaba más su presencia, intentara hacerles algo en el camino, si los tres iban sin escolta alguna, y su hermano pequeño, al igual que su amigo, sabían defenderse bastante bien.
- Claro hyung.- accedió, y acto seguido abandonó la habitación tras los otros dos, para meter las cosas en el carro.
- Y ¿podría decirme cuándo murió su esposa? –interrogó el general, desafiante, a Yunho.
- Disculpe señor… -se interpuso, seriamente, Yoochun entre ambos- me temo que voy a tener que pedirle que abandone la habitación, el joven Jung Yunho debe descansar, y no consiento que nadie moleste a mis pacientes en mi clínica.- argumentó, haciendo énfasis en las partes posesivas.
- Discúlpeme, tan sólo es que me extraña que se halla casado tan pronto tras enviudar.
- Yo fui la que escogió su padre para ser su esposa. –respondió, rápidamente Rimha
- Entonces ¿desobedeció la voluntad de su padre con el primer matrimonio? –preguntó extrañado, ya que suponía que Yunho, al ser hijo de familia aristócrata, habría seguido la voluntad de su difunto padre, como era costumbre en aquel tiempo, accediendo, sin rechistar, al matrimonio que él quisiera concertarle.
- Me enamoré –respondió, clavando su mirada en la del general- perdidamente… estoy seguro que lo entiende. –agregó, desviando con desprecio la mirada, dudando mucho de que aquel hombre supiera siquiera lo que significaba el amor, aquel que él sentía por Jaejoong y que le daba fuerzas para continuar; dejando que Yoochun comenzase a desvestirlo y sanase su herida.

Ante la respuesta que le dio el joven Jung, el general se indignó más, ¿cómo osaba comparar los sentimientos que tenía con los suyos?; de modo que se fue con un notable enojo, pero procurando no descargarlo públicamente, de la habitación; atravesando toda la clínica y saliendo, finalmente a la calle, seguido por el alcalde.

- Querido general Song Hyu Neul, no debería mostrar tanto interés por una mujer casada… menos aún si no es la suya, podría meterse en problemas.
- Mejor no hable alcalde, cuando usted mismo me pidió esto. –dijo, molesto y enfadado, encarándolo con rabia, al tiempo que sacaba un papel que llevaba guardado en el pliegue interior de su camisa, cerca del pecho.
- ¿Es la orden de arresto? –preguntó, casi arrebatándole el pergamino de las manos, de forma, quizás, demasiado ansiosa.
- Sí… esto le garantiza quitarse al marido de su adora Sae Bo del medio; son varios cargos por robo, que le permitirán arrestarlo y mantenerlo en la cárcel hasta el fin de sus días, o hasta que usted se canse de acostarse con su mujer. –lo miró con superioridad y algo de asco, para irse poco después, perdiéndose entre las personas que poblaban la calle, lamentando, en parte, el haber dado al alcalde aquello que habían acordado por la información de que el joven Jung seguía con vida, pues él no había obtenido el resultado esperado.


Jeon Bo se había levantado sobresaltada aquella mañana, y la sensación de desasosiego, de que algo malo podía ocurrir, no le había abandonado en todo lo que llevaban de día, algo que no pasó desapercibido para Sun Gen, que la había notado bastante nerviosa y distraída; pero, después de tanto tiempo juntas, sabía perfectamente que daba lo mismo que le preguntara, pues la respuesta sería que nada ocurría, ya que Jeon Bo era una mujer bastante reservada con sus problemas, solía decir que eran simples tonterías y que se acabarían solucionando solas, así que nadie más debía porqué preocuparse.

Llegada la noche, la pequeña Kang, que había ido a casa de los Kim a entregarles un cesto de setas, regalo que su madre quiso hacerles en gratitud por los días que les acogieron en su casa, mientras Sun Gen estuvo con el esguince, aún no había regresado; de modo que Jeon Bo comenzó a servir en el salón, esperando que no tardase mucho, pues hoy parecía ser una noche movidita y necesitaría de su ayuda, pero cuando, al cabo de un rato, las puertas se abrieron dando paso a un nuevo cliente, deseó que la pequeña no regresase aquella noche a casa, y entendió entonces a que se debía aquella sensación de desasosiego que le había acompañado todo el día, aquel temor, aquel presentimiento de que algo malo ocurriría… todo aquello se había materializado en un persona, un ser tan abominable o más que aquel con el que se veía obligada a convivir, de nombre Kang Chul Yong, pues, para su desgracia, compartían el mismo techo; el general Song Hyu Neul acababa de entrar y en su rostro leía perfectamente que iba con ganas de desahogarse con la primera que cayera entre sus manos, lo malo era que también sabía que no se iría hasta estar completamente satisfecho, hasta no borrar por completo aquello que le había llevado allí, esa especie de frustración que parecía embargarlo aquella noche, y que le daba una mayor apariencia de depredador que otras veces, como si fuera un lobo hambriento que no se detiene ante nada, hasta que su hambre es completamente saciada.
Recordaba como años atrás, lo había visto deslizarse hasta el dormitorio de Sun Gen y allí intentar abusar de ella, a pesar de haberle escuchado prometer, por su honor, a Chul Yong que no tocaría a su hija, de modo que salió del Muñecas sin que la vieran, fue corriendo hasta uno de los soldados que estaban haciendo la ronda e hizo que dieran una voz de alarma, que era falsa, porque nadie atacaba la aldea, pero que sabía le bastaría para hacer que el general saliera de la habitación sin dañar a la pequeña, o eso esperaba; aunque no respiró aliviada hasta que lo vio subirse en su caballo y salir al galope en la dirección que ella había indicado al soldado, y entró en la habitación, encontrándola aún con la ropa y sin señal alguna de que hubieran abusado de ella, ya que, después de tanto tiempo viviendo en aquel local y viendo prácticamente de todo, casi se había convertido en una experta en saber qué mujer se había entregado de corazón y a cual se lo habían desgarrado, arrebatándole su mayor y preciado tesoro de la forma más horrible; y por desgracia, había visto más veces la segunda opción que la primera, de la que tan sólo le quedaba un leve recuerdo de la suya, y una gratitud eterna con Lee Ann, que había impedido que sufriera la segunda, y que era el destino que tenían la mayoría de las mujeres, por no decir todas, las que acababan en el Muñecas.

Por eso se asomaba cada rato que podía, para ver si la veía llegar y le avisaba de que él estaba ahí, para que así no entrara en el salón y el general la viera, pues temía que a Song Hyu Neul aún no se le hubieran pasado las ganas de poseerla, puesto que se enorgullecía de haber estado con cuanta mujer le apetecía, y sabía de algunas que, entre llantos, habían dado fe de que así era, tanto si habían accedido de buena gana, como si no; y es que tanto intimidaba, que con sólo una mirada de aquellos fríos ojos, te helaba el corazón y te incapacitaba para decir no, aunque toda el alma te gritara que lo dijeras.


Cuando bajaba del carro, Jeon Bo se le acercó y le pidió que se fuera directamente a su cuarto, que ella ya se encargaría de atender las mesas, y, aunque en un principio no le quería hacer caso, en cuanto la mujer mencionó “general Song”, obedeció sin rechistar. Encerrada en su dormitorio, tan sólo alumbrada por el resplandor tintineante de las lámparas de aceite del patio y la luna, que entraban por la pequeña ventana, seguía sintiendo el mismo escalofrío de aquel día que el general entró en su habitación con intención de tomar su cuerpo, el que le seguía recorriendo cada vez que escuchaba su nombre, lo veía o escuchaba su voz… cerró los ojos y, abrazándose las rodillas, con su espalda recostada contra una de las paredes, respiró hondo y deseó que su “babo” estuviera allí con ella, rodeándola con sus fuertes brazos, haciéndola sentir segura.

Lo que Sun Gen ignoraba, era que justo a las afueras del muro que rodeaba la casa, camuflado entre las hojas de los árboles, “su idiota” favorito, hacía guardia porque nada le pasara, vigilando todos los pasos que aquel hombre daba, hasta que su vista se iba, irremediablemente, por unos instantes, hacia el interior de su habitación, donde la intuía moverse en penumbras.
Yoochun le había hecho entender que aquel hombre, que se hacía pasar por aldeano, era en forma alguna el responsable de lo que le había ocurrido a Yunho y Jaejoong, a parte se percató de las miradas que le dedicaba a su hermano Junsu, lo que le hizo ponerse en alerta; pero cuando, tras dejar a Jae en casa, mientras volvían, vio a aquel hombre ir en dirección al Muñecas, no dudó un instante en seguirlo, y menos en tener ganas de patearle, cuando lo escuchó preguntar, con la voz tomada por el deseo, por Sun Gen, dando gracias a que aquella mujer que lo recibió, le dijera que no estaba, y se mantuviera en esa afirmación, aun cuando la pequeña Kang ya estaba dentro de la casa. Le daba lo mismo lo que aquel desdichado tardara en irse, aunque tuviera que pasar toda la noche en vela y casi helándose de frio, estaba decidido a no quitarle el ojo de encima hasta que abandonara el local, y si le apuraban, juraba que hasta verlo salir del pueblo.

La cama volvía a sentirse enorme, todo y pese a compartirla, pues quien dormía a su lado aquella noche, le dejaba bastante espacio, quizás, por temor a dañarle si le rozaba, accidentalmente, la herida. Yoochun lo había acercado a su casa, unas horas después de que aquel desgraciado volviera a aparecer en su vida, aunque él le había insistido en que lo llevara antes, pues temía lo que pudiera hacerle a Jaejoong si lo había reconocido, sabiendo que él no iba a estar allí para impedirlo; pero por fortuna, el general parecía haberse creído que su “amada” Jaejoongieh había muerto en el ataque que él mismo mandó, lo que le indicaba a Yunho lo poco que en verdad Song Hyu Neul amaba a Jae, pues aunque esa tarde fue la primera vez que lo vio con el cabello corto, lo había reconocido al instante, y es que, para él, aquellos ojos, aquellos labios, aquella expresión, la sonrisa… toda la complexión física de Jaejoong, era inolvidable, inconfundible; como el calor que desprendía su cuerpo, que tantas veces había sentido, y que ahora extrañaba, pues él no estaba a su lado.

Aquella caseta estaba tan llena de recuerdos… en ella había dormido, por primera vez, piel contra piel con Yunho, sintiendo su dulce calidez, su aliento erizándole el cuerpo… ese era, sin duda alguna, el mejor lugar para comenzar su nueva vida, la que había decidido que debía empezar sin tenerlo entre sus brazos, sin sentir sus caricias, sus besos… pues era la mejor, por no decir que sentía que era la única, forma de proteger a su amor de Song Hyu Neul, de evitar que algo como lo que les había ocurrido, les pasara nuevamente, pero sin tener en esa segunda ocasión, la suerte de que él sobreviviera; jamás se perdonaría que algo malo volviera a pasarle a Yunho por su culpa.

Odiaba aquella voz, que pretendía sonar atrayente y despertar deseo… odiaba imaginar aquellas manos tocando parte de ese cuerpo, que sabía que se le entregaría si venciera sus temores y le diera la oportunidad… odiaba el torturarse de aquella manera, clavándose las uñas en la pierna cada vez que escuchaba algo similar a un gemido… pero sobre todo, odiaba que pareciera no comprender lo que le decían…

- Hoy es uno de mis días fértiles. –decía insinuante desde la cama.
- No me apetece. –volvía a rechazarle, por quinta o sexta vez, desde que entrara en su dormitorio sin ser invitada, como hacía siempre.
- Tu pueblo quiere un heredero. –ronroneaba, al tiempo que gateaba hacia la otra punta de la cama donde su marido estaba sentado- y hoy es el último día de este mes en el que tienes más probabilidades de dejarme embarazada, para contentarlos. –le susurró a la oreja, mientras lo abrazaba, antes de lamérsela, sabiendo del compromiso que éste tenía con todos los ciudadanos de su reino, sobre todo a la hora de engendrar a un próximo monarca que los liderase a su muerte.
- Pues deberán esperar un mes más. –sentenció, deshaciendo el abrazo del que se sentía como presa.
- Jin Hyo… -le exhortó, no entendía por qué la rechazaba de esa manera.
- Hoy no. –le encaró nuevamente- No me apetece tener nada contigo.
- Pero…
- Te he dicho que hoy no. –la tomó del brazo y comenzó a sacarla de la habitación, casi arrastras, cansado ya de ella y que, hoy, su capricho fuera tener sexo con él.
- No. –gritaba, intentando frenar el avance de su marido, para permanecer en la habitación, pero, a pesar de la poca corpulencia que parecía mostrar su esposo, le estaba resultando imposible detenerlo.
- General Kim, -dijo, nada más abrir la puerta, sacándola de sus aposentos de un último jalón, haciendo que casi se cayera- quiero que escolten a la reina hasta su dormitorio. –y tan pronto pronunció esas palabras, cerró las puertas, dejando a su esposa fuera y con un notable mosqueo.
- Como usted ordene, majestad. –respondió en una reverencia, hacia donde antes estaba su hermano, con una pequeña sonrisa dibujada en su cara, que, por fortuna, la reina, al estar a su espalda, no veía- Alteza. –se giró y le indicó, entonces a la reina, que iniciara el camino a su dormitorio particular.
- Hmmm… -bufó, y comenzó a caminar con paso desairado hacia su habitación, seguida por Tae Woon- General Kim, ¿tiene prisa? –preguntó, insinuante, una vez dentro de su cuarto, pasando, seductoramente su lengua por los labios, y queriendo hacer como que no se daba cuenta de que lo hacía.
- Sí, alteza, he de regresar de inmediato a mi puesto. –se excusó con una leve reverencia y se dispuso a abandonar aquella instancia.
- ¿De verdad? ¿no quiere hacerme compañía un poco más? –preguntaba, al tiempo que le acariciaba lentamente el brazo, atrayéndolo, disimuladamente hacia sus fulgentes pechos, que se dejaban entrever por bajo la fina bata de satén azulado que cubría su cuerpo.
- Lo lamento… -respondió, mientras apartaba la mano de la reina de su brazo, e hizo una nueva reverencia- pero mi lealtad para con el rey, su esposo, es inquebrantable. –dijo, dándose la vuelta, dispuesto a marcharse, dándole la espalda a la reina, algo que sabía de más que no debía hacer por respeto, pero, realmente, no quería volver a verle la cara, ¿cómo podía estar coqueteándole a él?, todo y que no supiera que eran hermanos, seguía siendo el general encargado de la seguridad del monarca.
- Kim Tae Woon –le gritó, haciendo que se girara a verla, completamente desnuda- ¿está seguro? –volvió a preguntar.
- Seguro. –respondió, apenas mirándola, saliendo finalmente.

En cuanto las puertas se cerraron tras el general Kim, la rabia que había nacido dentro de su cuerpo, explotó sin control alguno, comenzando a lanzar todo lo que estaba al alcance su mano contra el suelo, rompiendo casi todo aquello que decoraba su habitación en mil pedazos. No estaba acostumbrada a que la rechazaran o a no obtener lo que deseaba, por no decir que era la primera vez que le ocurrían las dos cosas, porque, por un lado, debía admitir que el general era un hombre bastante atractivo y al que ya le había echado el ojo hacía tiempo, pero al que, por distintos motivos, hasta el día de hoy, no le había podido decir gran cosa, y por otro… la había rechazado, pese a mostrarle todos sus encantos… aquel cuerpo del que estaba tan orgullosa y que a tantos hombres había hecho sucumbir a su deseo. Se sentía frustrada, su marido la había rechazado, al igual que el general Kim, y su amante predilecto, el general Song, llevaba días ausente de palacio; tal parecía que se iba a quedar con las ganas, a no ser que, por esa noche, bajara un poco el listón, y se conformara con algunos de los soldados que custodiaban su puerta.

- Apestas a ella… -se quejó Jin Hyo, cuando Tae entró al dormitorio, para indicarle que la reina ya descansaba en sus aposentos- pero no has estado tanto tiempo, como para que hayas satisfecho todos sus deseos.
- Tranquilo, jamás la tocaría sin su permiso. –respondió, pues acababa de entrar Chan Ok acompañado de un enfermero.
- ¿Y si te lo diera?
- ¿Qué? –rogaba a los dioses no haber escuchado bien.
- El pueblo quiere un heredero –cuando se marchó el ayudante- y si quedases embarazada a mi mujer, seguiría teniendo sangre real y siendo de la dinastía Kim. – comentó, pues sabía que el viejo doctor Chan Ok era conocedor de su unión fraternal.
- ¿Estás hablando en serio? –preguntó en voz baja.
- Tranquilo –respondió, y añadió cerca de su oído, para que el médico no le escuchara, y aprovechando que estaba de espaldas a ellos dos- te amo demasiado, como para someterte a tal tortura. –sonrió levemente, provocándole, con el aliento, un cosquilleo en su cuello; antes de, cerciorándose de que seguían sin verle, robarle un beso.
- Jin… -se quejó, sonrojándose un poco.
- Majestad –intervino el doctor, dándose la vuelta y mirando hacia donde se encontraban los dos- es hora de que se tome su medicina. –dijo, ofreciéndole un cuenco.

Tae esperaba la típica pataleta, que su hermano siempre hacía cada vez que debía tomarse alguna medicina; por eso, en parte, se había quedado allí, porque él solía ser el único que conseguía que se la tomara, y rió al recordar cómo, en una de las últimas veces, le tocó taparle la nariz y cuando abrió la boca para respirar o protestar, le vertió el asqueroso mejunje dentro, la cara de asco que puso después de tragarlo le hizo reír a carcajadas, y el puñetazo que le soltó volvía a dolerle sólo de recordar lo fuerte que le pegó, “se supone que tienes que protegerme, no intentar matarme”, le había dicho en esa ocasión; pero aquella rabieta no llegó, y, asombrado, vio como su hermano pequeño tomaba el recipiente entre sus manos y comenzaba a beber el contenido sin rechistar ni renegar.
Él quería que hiciera lo de siempre, porque aquello le daba la oportunidad de tocarlo, de hacerle rabiar para que todos los sentidos de su hermano estuvieran fijos en él, porque le gustaba sentirse y saberse tan especial en la vida de Jin Hyo, y porque él también necesitaba sentirlo cerca; lo amaba más allá de lo que él nunca sabría.

- Vaya… ¿hoy no haces pataleta como niño chico –dijo mientras se acercaba, y, tomando entre sus manos las de su hermano, que aún sujetaban el cuenco, oliendo el contenido, añadió- a pesar de que sigue apestando y debe estar malísimo? –poniendo cara de asco.
- Ya no soy un bebé Tae Woon. –medio le reprochó- además, yo le pedí que me hiciera algo que calmara mis nervios, que ya te imaginarás por quién, se me han puesto peor de lo que los tenía esta mañana…
- Aún así… -ciertamente, la reina lograba sacar de quicio a cualquiera- me resulta raro. –por no decirle que le gustaba que se comportase como un bebé a quien él debía cuidar, sentir que lo necesitaba.
- Bueno… alguna vez tenía que crecer y dejar de darte un trabajo que no… ah –bostezó en medio de la frase, liberando una de sus manos de las de Tae, tapándose la boca- que no te pertenece. –terminó de decir. –dejando el cuenco sobre uno de los muebles que adornaban la habitación.
- Mi deber es protegerte Jin Hyo.
- Sí, lo sé, nuestro padre te escogió para que lo hicieras; pero tú lo has dicho –Tae le miró sin comprender- tienes que protegerme, no ser mi ama de cría… -rió levemente y volvió a bostezar, esta vez, estaba bien cargada la infusión, como lo había pedido.
- ¿Estás bien? –preguntó, notablemente preocupado, y es que no era normal que tuviera tanto sueño de repente, ya que no era esa la primera vez que se tomaba una infusión igual
- Estoy bien… -respondió, moviendo la cabeza, intentando mantenerse medio despierto.
- ¿Chan Ok? –clavó sus ojos negros en el doctor, como instándole a que le diera una pero que muy buena explicación.
- Lo vi demasiado nervioso, Tae Woon, por eso subí un poco más la dosis. –intentó sonar lo más convincentemente posible.
- Ash…
- Ya te dije… -reprochó, mientras se quitaba los adornos que mantenían recogido su cabello, moviéndolos ligeramente con los dedos y la cabeza, para que adoptasen su forma natural- era por mis nerv… nervios –dijo, frotándose los ojos y casi cayéndose del sueño.
- Jin… -lo sujetó, esbozó una divertida sonrisa, recordando lo que había dicho de que no quería que fuera su ama de cría y ahora le iba a tocar acostarlo, y retirando algunos mechones de la cara de su hermano, añadió- no puedes dormirte con la ropa puesta… -recibiendo un farfullo ininteligible, que murió tan pronto los labios del monarca dieron contra su pecho- va… -lo tomó en brazos- vamos a la cama. –reía divertido e intentando no pensar nada más.
- Ya… -medio enrabietó, golpeándole en el pecho, pero apenas unos segundos- no soy tu bebé…
- Siempre serás mi hermanito pequeño, te guste o no. –lo cierto es que, quizás, a él era al que menos le gustaba aquella unión.
- Hmm –bufó resignado y, enroscando sus brazos alrededor del cuello de Tae, se volvió a quedar dormido.
- Tae Woon. –le llamó el doctor.
- Ya me encargo yo de él, Chan Ok, gracias.

Mientras el doctor terminaba de recoger sus trastos, Tae Woon comenzó a desvestir, como podía, a Jin Hyo, que colaboraba muy poco, pues estaba más dormido que despierto; después, con sumo cuidado, lo colocó sobre la cama y lo cubrió con las ropas del lecho, retiró, nuevamente, aquellos mechones rebeldes de cabello que se empeñaban en cubrir la cara de su hermano, y se quedó un instante mirándolo, absorto en su belleza, hasta que la voz de Chan Ok diciendo “el antiguo rey hizo una buena elección al escogerte a ti para protegerlo”, lo hizo reaccionar; él se limitó a asentir tímidamente, y volvió a mirar a su hermano, escuchando de fondo como se cerraba la puerta.
Perdido en sus facciones, no pudo, ni quiso, evitar aquella caricia que ahora le estaba regalando, pues sentía que necesitaba saciar su deseo de tocarlo, aquel deseo que había nacido y aumentado, pero no desaparecido, al tener que desnudarle para ponerle su ropa de dormir; y, en apenas un susurro, le dijo en el oído a su hermano, “te amo Jin… más que a mi propia vida”, acabando sus labios tan cerca, que quiso robarle un beso, pero al sentirlo moverse, se retiró rápidamente, arrepintiéndose de lo que había estado a punto de hacer y esperando que no le hubiera escuchado. Salió de la habitación y volvió a su puesto, dando gracias a que parte de su rostro quedaba en penumbras, y girándose un poco, dejó a las lágrimas recorrer sus mejillas, sin ser visto.

El tiempo fue pasando, para algunos más lentamente que para otros, como Yunho. Le mataba no poder dormir con Jaejoong cada noche, y, cuando éste debía curar su herida, aprovechando que Rimha se iba, ya que le seguía dando grima verle la cicatriz, aprovechaba para acariciarle, abrazarle e inclusive besarle lentamente, hasta que su esposa volvía a entrar a la habitación; entonces, veía a Jae hacer una leve reverencia y marcharse.

Por su parte, Changmin seguía intentando tener algo más con Sun Gen, algo más que simple amistad, porque realmente la amaba, y andaba maldiciendo, de cuando en cuando, esa herencia tan especial que había recibido de su difunto padre, la escasez de tacto, sobre todo, porque “su amorcito” se la pasaba enojándose con él cada dos por tres por culpa de ésta, volviendo a no hablarle, en ocasiones, durante varios días e inclusive semanas; también intentaba ayudar a Jaejoong con las nuevas tareas de la casa, porque la nueva señora lo quería todo perfecto, y a Yunho con las traducciones que había vuelto a retomar, sin olvidarse de proteger a Sun por sobre todas las cosas.

Yoochun iba de cuando en cuando a casa de los Jung, y se alegraba de ver la buena evolución de la herida de su amigo, porque era consciente de que su estado de ánimo, estaba lejos de ser el perfecto, ya que le faltaba, en cierto modo, tener a su amor a su lado; y, aunque se había esforzado por dejárselo claro el primer día que despertó, mientras le curaba la herida, no cesaba en repetírselo una y otra vez, cada que lo veía, Jaejoong lo había hecho para protegerlo, porque lo amaba.
Seguía con su rutina particular, aunque en el último mes había cambiado ligeramente, pues, por petición de su maestro y mentor Kwon Chan Ok, se había puesto a realizar estudios con distintas hierbas medicinales, combinándolas entre sí, experimentando con nuevas… aunque sin dejar de lado a su amado Junsu, pasando con él tanto tiempo como le era posible.

Sun Gen estaba preocupada; aunque el general Song había vuelto a Seúl y no deberían inquietarse por él en un tiempo, lo que la tenía así era ver la tristeza que Jaejoong sentía y eso hacía que se le encogiera el alma, más aún cuando veía a Yunho en las mismas circunstancias, ambos viviendo casi bajo el mismo techo, pero como si estuvieran a millas de distancia, echándose, constantemente, de menos; y también le preocupaba la salud de Jeon Bo, sobre todo porque ésta se había resentido mucho últimamente, siendo varios los días en los que la mujer tuvo que permanecer en cama, ya que ni fuerzas tenía para levantarse, y ella debió dejar de ir a la casa Jung para poder cuidarla, junto con su madre, puesto que mientras una estaba con ella, otra debía estar pendiente de la cocina y el salón del local, para no tener el negocio desatendido, porque su padre apenas atendía más allá de abrir la puerta y cobrar a los distintos clientes, una vez éstos escogían con que mujer pasaban el rato o la noche.
En cuanto a Changmin… juraba que no lo entendía y ya casi lo estaba dando por imposible, tan pronto le decía cosas hermosas que le hacían soñar con que él era el hombre de su vida, como metía la pata hasta el fondo haciéndola enojar más de lo que quisiera, aunque, en realidad, lo que la enojaba era la actitud de Min Hee y ese afán de querer quitarle a su hombre.

Estaba limpiando la caseta en la que ahora vivía, cuando sintió como le abrazaban por la espalda y lo atraían hacia un cuerpo, cuya complexión y olor conocía bastante bien, el de su amado Yunho, que tanto había extrañado y que le estaba haciendo temblar y desear parar el tiempo.

- Te he extrañado tanto… -le susurró al oído, antes de besarle en el cuello, y excitarse más al escuchar su jadeo.
- Yunho… -le suspiró contra los labios, tras girarse, por mirarle a los ojos.
- Ya creía que jamás volvería a escuchar tu voz. –dijo, antes de besarle pasionalmente los labios.
- Vuelve a hacerme sentir que te pertenezco. –le pidió con la voz tomada por el deseo, lo necesitaba tanto como el respirar… el tiempo que había estado sin sentir a Yunho, lo había ido matando poco a poco.

Aquellas palabras, terminaron por encenderlo. Comenzó a besarlo con desesperación, abrazándolo, pegándolo a su cuerpo todo lo que podía, dejándose impregnar por el olor y el calor que desprendía el cuerpo de Jaejoong, que aumentaba de temperatura al mismo tiempo que el suyo.
Se separaron tan apenas unos centímetros, mirándose a los ojos, y deleitándose con lentas y dulces caricias, antes de volver a besarse, primero con ternura, con más pasión a cada segundo transcurrido. Pronto las manos comenzaron a perderse por debajo de la ropa, regalando roces mucho más placenteros, que les hacían hervir la sangre en un deseo que ya no eran capaces de controlar.
Por eso, Yunho no tardó en deshacer la lazada que mantenía abrochada la camisa de Jaejoong, y retirársela, acariciando sus brazos y espalda, al tiempo que besaba su cuello, embriagado por los dulces gemidos que escapaban de los labios de su amor; y llevado por el embrujo, que era escuchar su nombre de forma tan sensual, fue marcando con su boca el torso descubierto, sin dejar apenas un pedazo de piel que su lengua no hubiera saboreado, deteniéndose a jugar con los pezones, lamiéndolos y haciéndolos erguirse, hasta que quiso volver a besarlo, y entonces dejó que fueran sus dedos quienes siguieran el juego, mientras su lengua se perdía en la boca de Jaejoong, bailando en aquella danza destinada a aumentar sus deseos.

Por todos los dioses, cómo había echado de menos aquel cuerpo, tan caliente que le abrasaba la piel con el más leve roce, cuanto había extrañado aquellos besos y caricias… al sentirlo abrazarle, se había dado cuenta, de todo lo que le necesitaba, porque, simplemente, no sabía vivir sin Yunho, sin sentirse tan de él, como sabía que él era suyo.
Se sentía arder por dentro y sus ganas de sentirlo más no hacían más que ir en aumento, sobre todo al notar contra su miembro, el palpitar del de su amante y único dueño; de modo que no tardó en quitarle la camisa y regalarle toda clase de besos y caricias, incluyendo la cicatriz que la herida le había dejado, lamiendo desde ella, todo su pecho y cuello, mordiendo ligeramente su mentón, antes de volver a besarlo y comenzar a masajearle la entrepierna, introduciendo su mano como pudo por debajo de la ropa, notando como se hinchaba y endurecía en su mano.

Sus jadeos morían… el aliento se le iba y volvía en cada beso que Jaejoong y él se daban. Sus manos habían bajado por aquella nacarada espalda, hasta apresarle el trasero, apegándolo más a su cuerpo, si es que podía, apretándolo cada vez que sentía más placer. Cuando sintió que las ganas podían con él, tomó a Jaejoong, lo llevó dentro de la habitación y lo tumbó sobre el futón, que aún seguía en el suelo; después, le retiró lo que le quedaba de ropa, besando la parte interior de sus muslos, hasta llegar a su miembro y propinarle una rápida lamida a lo largo de toda su extensión, para después apresarla entre sus manos y comenzar a masajearla, mientras que sus labios seguían su camino por el torso, hasta llegar a la deliciosa y adictiva boca de Jae, ansiosa por devorarle entre gemidos de placer.

Si Yunho seguía así, acabaría yéndose antes de tiempo; además, él también quería saborearle, hacía mucho que no lo sentía y ansiaba volver a sentir el sabor de su piel; de modo que lo giró, acabando él encima, sonrió travieso y realizó el camino con sus besos a la inversa del realizado por Yunho, acabando por introducirse el miembro en su boca, aprisionándolo con los labios, al tiempo que giraba su lengua alrededor del mismo, apretándolo contra el paladar, succionándolo de cuando en cuando; sus manos jugaban delineando sus piernas, como si sus dedos quisieran memorizar, nuevamente, el tacto de aquella piel tan ardiente; los gemidos de Yunho lo encendían, haciendo que su erección no desapareciera y palpitara. Rió al escuchar “¿quién se supone que tenía que hacer que sintiera que pertenecía a quién?”, así que se detuvo, se relamió los labios y le robó un rápido beso, antes de tomar una de las manos de Yunho e introducirse dos de sus dedos en la boca, empezando a lamerlos sensualmente, chuparlos y darles pequeñas mordidas cuando llegaba a las yemas, lubricándolos así, para que pudiera prepararle para la inminente penetración que seguiría. Cuando ya los había humectado lo suficiente, él mismo los llevó hasta su entrada, amortiguando su gesto de molestia en un beso, que pronto le arrancó un jadeo, que fue seguido de otros, en cuanto los dedos de Yunho empezaron a moverse en su interior; cambiando a un fuerte gemido cuando los sustituyó por su miembro, que entraba lentamente, acoplándose perfectamente a su estrechez.

Sus movimientos eran lentos al principio, dejando que la entrada de Jaejoong se fuera adaptando a la intromisión que suponía su miembro, puesto que, aunque antes habían estado sus dedos, por un lado, no había tenido la paciencia necesaria para dilatarlo lo suficiente, y por otro, sus ganas de poseerlo, habían aumentado considerablemente con aquellos gemidos, que escapaban de esos labios que ahora eran apresados por los suyos, pero fueron ganando velocidad. Se aferraba a las caderas de Jae, ayudándole a subir y bajar con el ritmo que le volvía loco; notando como sus manos le oprimían un poco el pecho y sus dedos amenazaban con quedarse marcados en su piel durante un rato; adoraba ver aquella expresión de deseo que lo llevaba al paraíso, la presión sobre su cuerpo cuando se reclinaba para besarlo y los gemidos que escapaban de sus labios, cuando volvía sentarse sobre sus caderas, siguiendo el ritmo que él le marcaba.

Lo único en lo que conseguía centrarse todo su cuerpo, era en sentir todo aquel placer que le otorgaba el sentir a Yunho. Todo su ser se tensaba, cercano al clímax; sobre todo cuando sintió aquella cálida mano apresar su miembro y masturbarlo casi al tiempo de las embestidas que recibía, estallando, finalmente, en un hondo gemido, sintiendo como la semilla de Yunho impregnaba su interior y la suya manchaba la mano y el pecho de su amor. Se levantó con cuidado y se dejó recostar a su lado, sonriendo satisfecho, recibiendo todos los besos que él quería darle y entregando otros en respuesta; lo abrazó con fuerza y quiso que se detuviera el tiempo en ese instante, para sentirlo así eternamente.

- Te amo Jaejoong. –le confesó, besándole la frente con ternura.
- Y yo a ti, Yunho. –respondió, mirándole a los ojos, robándole un breve beso de los labios
- Entonces… ¿por qué has querido que me casase por segunda vez? –la forma en la que se había entregado, le había dejado claro que realmente lo amaba, pero necesitaba saber el porqué lo estaba alejando, saberlo de sus propios labios.
- Porque mientras que Jaejoongieh siguiera viva, Song Hyu Neul nos haría daño. –respondió, sobre el pecho de Yunho, mirando hacia su cicatriz- Y no quiero sentir otra vez el temor de que puedo perderte por su culpa. –notando como las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas, deslizándose hasta mojar la piel contraria.
- Jae… -lo abrazó con fuerza
- Deberías vestirte… no creo que tu mujer tarde mucho en volver. –pero no lo soltaba y en su voz se notaba el dolor en cada palabra.
- Está eligiendo vestidos con Sun Gen en el mercado, -explicó, sin soltarle- aún tardarán un rato, es demasiado presumida. –rió ligeramente, moviéndose, haciendo que Jae levantara su cabeza y él pudo robarle un beso- Déjame ser egoísta y tenerte un poco más así, sólo para mí. –añadió, arrancándole una sonrisa.
- No nos conviene que Rimha sospeche que hay algo entre nosotros.
- Prefería las cosas como estaban antes. –se quejó- Cuando podía tomarte de la mano, abrazarte o tocarte sin tener que esconderme…
- Como estaban antes, te hacían correr peligro por mi culpa… -mirándole a los ojos- por más que nos duela… es mejor así. –dijo, besándole después.
- Supongo. –dijo resignado, porque, aunque fuera así, a escondidas, al menos podía tenerlo, no lo había perdido.

Había estado mirando vestidos con la que se había convertido en su sirvienta, Sun Gen, pero vinieron a buscarla, y se largó sin decirle a donde iba… así que, por la cabeza de Rimha, pasó la idea de que tenía que dejarle bien claro que ella era ahora la señora y que no podía hacer lo que se le diera la gana como, quizás, lo había estado haciendo hasta hoy; no, las cosas iban a cambiar, todo debía adaptarse a su gusto, porque ella era la que mandaba. Como se había quedado sola y, por tanto, sin nadie que le cargara los paquetes de regreso a la casa, decidió volver sin comprar nada, y pasear por las tierras que pertenecían a su nuevo hogar. Estaba próxima al lago, cuando oyó el trote de un caballo, que se acercó y detuvo frente a ella, quedando extrañada por el jinete que descendió de él.

- Buenos días, señora Jung. –saludó cortésmente el desconocido.
- Buenos días, señor…
- General Song. –se presentó.
- Oh, disculpe… no entiendo de galones militares… -se disculpó, intentando hacer memoria de qué era que le sonaba aquel apellido.
- No tiene por qué disculparse, no se preocupe.
- Pero usted sí que me conoce.
- A su esposo. –puntualizó- De hecho, venía buscándolo a él; ¿está en casa?
- Pues lo desconozco, salí a pasear y no sé si aún siga allí.
- Rimha. –gritaron desde lejos, asustando levemente a ambos- No te tengo dicho que no quiero que te acerques aquí. –le encaró Yunho.
- Sí, pero…
- Pero nada, vuelve a la casa… -le ordenó
- Buenos días señor Jung. –le saludó el general.
- Y usted lárguese de mi propiedad. –le dijo, clavándole la mirada, desafiante.
- Pero amor… no pasó nada…
- Te he dicho que no quiero que andes sola cerca del lago. –volvió a repetirle- Ya perdí aquí a Jaejoongieh, no quiero perder a nadie más.
- Pero yo no soy ella… además… no estaba sola. –dijo señalando al general
- Debería ser Sun Gen quien estuviera contigo y no él… -le encaró.
- Y que culpa tengo yo de que ella se fuera…
- Sun Gen… -alzó la voz, cuando la vio acercarse- ¿ocurre algo? –cambió por completo el tono, le preocupó verla tan cabizbaja y llorosa, cuando tan apenas le había gritado.
- Es… es Jeon Bo… -respondió, intentando amortiguar su llanto para que pudiera comprenderla, obviando la presencia del general.
- Jaejoong está en su cabaña –le dijo sin pensar, pues se imaginaba que algo malo le pasaba a la mujer, que llevaba varios días frágil de salud, y que había vuelto a buscarlo para ir a verla, pues para ambos ella era importante, como una segunda madre.
- Gracias. –dijo en una reverencia
- Sun Gen… hoy no hace falta que volváis, quedaos con ella.
- Gracias, señor Jung. –repitió, y se fue en busca de su amigo.
- Vuelve a casa. –repitió a Rimha.
- Señor Jung. –dijo Changmin, llegando en ese momento- ¿Me necesita para algo más?
- Sí… acompáñame a la biblioteca. –respondió, comenzando a andar
- Como usted ordene. –empezando a seguirle.
- Lamento la escena. –se excusó Rimha con el general.
- No se preocupe, entiendo cómo se siente…
- Bueno… tengo que irme.
- Ha sido todo un placer conocerla. –dijo besando su mano- Espero que otro día tengamos mayor oportunidad de hablar.
- Claro… será un honor.

Song Hyu Neul había regresado de Seúl antes por una simple razón, vengarse de quien consideraba único responsable de la muerte de su adorado juguete, Jaejoongieh; y eso era algo que no podría hacer desde la capital, sobre todo si quería regodearse con los logros que fuera obteniendo; además, en el caso de que surgiera cualquier inconveniente inesperado, él podría hacerle frente más rápidamente si se encontraba allí, y ya había trazado mentalmente cada paso hacia el hundimiento de su enemigo, hacia su tan ansiada venganza.
El plan del general era simple, seducir a la nueva esposa de Jung Yunho, arrebatársela de igual modo que él sintió que le había robado a Jaejoongieh; y por lo poco que había hablado con ella, le daba la sensación de que no sería muy difícil hacerla caer bajo sus encantos, sólo debía dejarse caer más veces por casa de los Jung y seguir cortejándola disimuladamente, disfrutando del hecho de saber que, incluso con su sola presencia, lograba enfadar a Yunho, cuya miradas de odio, eran realmente penetrantes.
Subió a su caballo, volvió a dedicarle una leve reverencia y una sonrisa seductora, antes de marcharse, tranquilamente, de vuelta al cuartel, satisfecho de haber mantenido la mirada de Rimha fija en su persona, tal y como lo había hecho la reina otras veces, antes de que se le entregara y, ahora, lo buscara.
Desvistiéndose para ir a tomar un baño, recordaba aquella reacción que había tenido el joven Jung al verle, si bien no se había enojado tanto como quería o esperaba, le había gustado ver su expresión de odio cuando lo corrió de su casa; y al dejar la ropa en el cesto que había junto a la bañera, se percató del moratón de su pierna, el mismo que él se había provocado al pellizcarse para, centrándose en el dolor, no saltar, cuando Yunho habló de la muerte de Jaejoongieh, y sintió que, si pudiera, volvería a matar aquellos dos desgraciados, que le habían disparado para detenerle, y a él, le clavaría aquella daga, cuya empuñadura resplandecía sobre la ropa, por haberse cruzado en su camino y haberle arrebatado lo que más deseaba en el mundo.


Lee Ann se había pasado la mañana al lado de la cama de su amiga Jeon Bo, en la noche se había quejado de que le dolía un poco el pecho, y hoy ni tan siquiera se había podido levantar de la cama, señal de que había empeorado de la dolencia que tenía en los últimos días y que había hecho que más de una vez, tuviera que quedarse en su cuarto, lamentando el darle tanta faena, en lugar de ayudarle, como se suponía que debía hacer.
Había llamado al doctor Park, pero, tras revisar a la mujer, le había dicho que, por desgracia, no podría asegurarle que sobreviviera a aquella noche, ya que el estado de Jeon Bo se había agravado bastante, pues no era normal tantas recaídas en tan poco tiempo; por eso mandó llamar a Sun Gen, porque sabía que su hija sentía a su amiga como una segunda madre, de hecho, había cuidado de la pequeña cuando ella no podía, durante esos meses que no hizo más que llorar, y cada vez que le daba el bajón y se pasaba semanas en su dormitorio, sin ganas de ver nada ni a nadie… sí, había sido gracias a ella que Sun Gen se había convertido en la mujer que era ahora.

- Lee Ann –le llamó, con la voz seca, haciendo que saliera de sus pensamientos y volviera a la cruda realidad, al hecho de que, quizás, hoy perdería a su única y mejor amiga, a su confidente, a su apoyo… para siempre.
- Dime Jeon.
- No llores… -le sonrió, y alzó lentamente su mano, hasta secar una de las lágrimas que recorrían las mejillas de su amiga
- No quiero que me dejes. –dijo, tomando la mano de su mejilla y estrechándola entre las suyas, llorando un poco más fuerte, no quería perderla, sin ella, temía sentirse sola en aquella casa que, a veces, le parecía extraña, más que su hogar.
- No estarás sola, aunque yo me muera; tienes a tu familia. –intentó confortarla, le dolía verla así de triste, sobre todo porque ella veía su propia muerte como una liberación, más que como algo horrible.
- Tú eres parte de ella. –Jeon Bo sonrió con ternura, pero como si hubiera algo más que ese sentimiento que tenían de ser ya, después de tanto tiempo viviendo juntas, casi como hermanas.
- Lo sé… por eso… cof cof
- No te esfuerces… -le pidió, y pasó sus dedos humedecidos por los labios de Jeon, para que no tuviera la boca tan seca y pudiera seguir hablando, aunque le conviniera quedarse en silencio y ahorrar fuerzas para intentar recuperarse, a pesar de que el médico hubiera dicho que había pocas probabilidades, siempre quedaba la esperanza.
- Tengo que decirte algo… necesito que me perdones. –pidió, con sus ojos empezando a llenarse de lágrimas.
- ¿Qué te perdone? ¿qué debería perdonarte?
- El haberte escondido la verdad por miedo. –le respondió, apretando con sus manos las de Lee Ann.
- ¿Qué? No entiendo…
- No soñaste… realmente lo escuchaste… -Lee Ann le miraba sin comprender- lo escuchaste llorar –y de pronto las lágrimas también se apoderaron de los ojos de su amiga- tu hijo nació vivo… yo vi como Chul Yong se lo llevó, porque no soportaba que fuera el fruto de tu aventura, que hubieras querido tenerlo a pesar de no ser hijo suyo y no haber vuelto a ver a quien te dejó embarazada. –Lee rompió a llorar, se había pasado catorce años pensando que estaba loca, porque ella juraba y perjuraba que había escuchado a su bebé, cuando su marido le repetía una y otra vez que aquello era imposible, porque el niño había nacido muerto- Perdóname… Chul Yong me tenía amenazada, decía que me mataría… -pero ahora que se sabía tan cercana a la muerte, ya todo ese miedo daba igual, el viejo Kang ya no podría hacerle nada- por eso temía decirte la verdad…
- Mi hijo vive… pero… ¿dónde estará? –se preguntaba a sí misma, medio ida aún por lo que Jeon Bo le había confesado.
- Más cerca de lo que piensas. –Lee Ann volvió mirarla extrañada, con su rostro denotando todas las dudas que le acechaban en ese momento.
- ¿Tú sabes quién es, dónde vive…?
- Durante un tiempo, estuvo aquí contigo… piensa… ¿a quién más intentaste apartar de este mundo? –los ojos de Lee se abrieron de par en par- incluso sin saberlo, lo protegías… vuestra sangre os estaba hablando.
- Pero lo volví a perder…
- Madre… ya estamos aquí –dijo Sun Gen, entrando a la habitación

16 Comentarios:

  1. Wuuaaaaaa porque siguen torturandome de esa manera!!!!!

    Este fic es una adicción para mi, sé que es muy facil pedir que suban mas capis (claaro como no soy ya la que lo escribe... y que bueno sino lo arruino XD)

    pero aun asi graciiiiaaasss... graciiiaass por actualizar este fic.

    Espero que aun falte mucho para el final porque por mi que hubiera 50 capitulos seria lo maximo.

    es que esta geniaaal!!!!!!!!

    bueno, me despido porque voy a leer los nuevos capis (es que me vine hasta el ultimo capi que llevan para comentar jeje)

    hasta pronto!!!

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  2. estuve esperando tanto tiempo por la actualizacion!! pero al fin, bueno, espero que los siguientes capitulos no se tarden tanto. Gracias!!! Me fascina tu fic!!!

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  3. ALTAIR1/12/2011

    waaaaaaaaaaaa muerooooooo
    ta muy bueeeeeeenooooooooooooooooooooooooooooooou~~
    y seguire muriendo esperando la actualizacion~~~~

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  4. Anónimo1/12/2011

    waaaaaaaaaaaaa ia te habia dichooo!!!
    adorooooo~ tu ficc!!! *O*
    como haces sufrir al YJ </3
    kiero qke esten juntoooooos~
    maltdito general lo odio (con odio jarocho)
    *es del odiooo malosoooo~ xD*
    kiero contiiiiiiiiiii~
    DIOS AMOO estooo kiero saber qke pasaa!
    kiero junto al YJ se aman demaciadooo!!!!!
    soy una adictaaaa kiero maaas!!!

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  5. Anónimo1/12/2011

    yaaa grandisimo general hijo de ******* o no me digas q jae si es hermano de de sun gen? grrr por fa dime q les pasara algo muuuuuuuuy pero muuuuuuuy malo al general y al viejo kang(mi lado malo exise vengansa!! )
    actualisa pronto por fa
    espero qu el sol brille para el yunjae

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  6. Anónimo1/15/2011

    woaaaaaaaaaaaaaaaa este fic es sin duda muy bueno y que shido que el amor entre yunho y jae se haya consumado, yupiiiiiiiiiiiiii. y la parte del yoosu igualllllllllllllllll

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  7. T^T snif snif

    LO AMÉ!!!!!!!!!!!!!! Es hermoso pero triste, aunque es impresionante, me lo leí todo del tirón T^T es hermoso, esperola conti con mucha impaciencia!!

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  8. no puede ser cierto ahora mi jae de esposo a amante que mal no continualo por piedad u_u me encanta el yoosu muy lindo ah no lo ame dr park y el enfermero junsu

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  9. KimRyz1/30/2011

    En casa me podré a leer con la paz y tranquilidad.... Amo este fc ojalá que tengas para rato me encanta!!!

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  10. Anónimo2/12/2011

    owww espero que suban pronto el caoitulo nuevo!!! esta muy buenooo!!

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  11. oh por dios
    me dejan muy con la emocion a tope
    espero y conti pronto animo XD

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  12. ALTAIR3/16/2011

    ÑAAAAAAAAAA AUN NO HAY ACTUALOZACIOOON Y---YY

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  13. Anónimo3/29/2011

    WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!
    QUEDO BUENISIMOOOOO!!!! OoO!!!
    TOT
    ME HICE ADICTA A ESTE FIIIIIC!!!
    ACTUALIZAAAA PORFIIIISSS~~
    ESTA DEMASIADO BUENO TOT!!!!

    -Sara-Kim-

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  14. waaa sigue con el fic porfis no me digan que ahora jae es el hijo waaaaa esto se pone mas interesante pero sigo sufriendo por mis niños que no pueden demostrarse su amor libremente =`(

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  15. Anónimo5/17/2011

    este yunjae es el mejor que leido lolei hasta la madrugada es muy bueno felicitaciones a la autora ojala que siga adelante yo la apoyo atte viqui

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  16. Ay Por Diioos, Esto si que no me lo esperaba, esto se pone bueno, por donde sea que se le vea y todo apunta a que a cierto rufian le va a ir muy mal¡¡¡ De donde carajos salió esa pesada de Rihma? Lo unico bueno que hara ese tipejo es quitarla de ser una piedra en el zapato para el YunJae.

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