KINGDOM TVXQ!

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Arualthings

Privilegios cap 1

La primera vez que Yoochun lo vio fue algo así: él, un profesor de inglés recién egresado de la universidad, hijo del rector de la escuela en la que acababa de entrar a trabajar, y a la cual, eventualmente, terminaría dirigiendo (Oh sí, Yoochun era un hombre con suerte), y aquel joven (llamado Shim Changmin, supo después) de expresión neutra y presencia impecable, sentado en la esquina de la sala de clases, la mirada perdida en algún punto del horizonte, la luz del medio día dándole un brillo especial a sus cabellos castaños, a sus pómulos juveniles, a sus mejillas tersas. Así fue como lo vio por primera vez.

Un oasis, un remanso en un mar de calamidad y estruendo adolescente. Chicas de voz imposiblemente aguda hablando a la velocidad de la luz, chicos con actitud altanera y de superioridad que de seguro se pavoneaban de sus músculos recientemente desarrollados. Personas, todas distintas la una de las otras (listones rosa, lentes cuadrados, cuadernos amarillos, verdes, rojos…), y a la vez todas tan iguales.

Personas, y él.

Yoochun no pudo evitar sentir cierta fascinación. Evidentemente, en su vida adolescente, y luego al entrar en la universidad, había conocido a mucha gente introvertida, o simplemente callada. Pero a su parecer, la mayoría de ellos no encajaba en el grupo, en la sociedad. Fallas de fábrica, gente sin habilidades sociales que simplemente no estaban hechas para vivir como se debía, gente que no se adecuaban a su estilo de vida alborotado y libre donde lo más importante era vivir el momento. El aquí, el ahora. A su parecer, ése tipo de gente nunca estaba hecha para grandes cosas. A lo mejor muchos de ellos podrían ser genios, pero ¿Es mejor ser un genio retraído e incomprendido que vivir con algarabía, tomando, sintiendo, haciendo tuya cada una de las cosas que la vida te entregaba?

Para Park Yoochun, la respuesta era un rotundo no.

Pero aquel chico, Changmin… Él parecía parte del escenario, una pieza imprescindible de una máquina invisible y a la vez tan tangible con la cual se enfrentaba por primera vez. Como si su silenciosa presencia estuviese en armonía con el universo. Yoochun sintió que esa paz que irradiaba no la podría perturbar ninguna risa, ningún grito, ningún golpe.

Un universo inmerso en otro. Él, y los demás.

Y aún así todo funcionaba. Él funcionaba.

Ésa fue la primera vez que Yoochun creyó en la perfección, aunque no pudiese explicar en ese momento qué tenía que ver la perfección con un chico ensimismado en sus propios pensamientos, ajeno al alboroto del primer día de clases.

Cabe decir que el sentimiento lo descolocó (¿Qué rayos, Park Yoochun? ¿Qué mierda es esa que te acabas de mandar? Concéntrate y domina a esta jauría, que eso es lo que de verdad debes hacer. No pierdas el tiempo. Muéstrale quién eres.), pero Yoochun era un hombre que se jactaba de su desplante, y de su capacidad para manejar cualquier situación. Así que, pensamientos inquietantes a un lado. Yoochun tenía un trabajo que cumplir.
-Chicos, chicos - Yoochun habló, haciendo uso de su sonrisa más carismática – Tomen asiento y cierren sus boquitas. Ahora es tiempo de llenar sus cabezas con algo útil… -


****

Las reglas eran simples: Nadie hablaba durante su clase, excepto si él lo autorizaba. Nadie dormía, ni comía, ni leía otras cosas durante su clase. Yoochun se había educado durante años para meter algo de inglés en esas mentes ociosas, y eso iba a hacer. Las reglas eran simples, pero estrictas. El truco estaba en cómo saber imponerlas.

-Así que ya saben, chicos- Sonrió, mirándolos como si de verdad los quisiera, como si de verdad tuviese vocación para esto – Será mejor que cumplan con las reglas, a menos que quieran terminar cantando todo el repertorio de Hannah Montana en la próxima ceremonia estudiantil.

Las (predecibles, inevitables) carcajadas inundaron la sala de clases por un buen tiempo. Y no es que Yoochun pretendiera ser un tirano, claro que no. Pero bien sabía él que a los alumnos había que mantenerlos bajo cierta presión, si quería resultados satisfactorios.

-Hablo enserio- Rió él también, pero su tono delataba cuán enserio estaba hablando – Ya saben que mi padre es el director de esta escuela, ¿No? Pues no será difícil convencerlo. Ya saben lo mucho que ama aquel hombre la disciplina. Pero la idea es que ustedes mantengan su dignidad, ¿Cierto? Yo menos que nadie quiero que terminen cometiendo suicidio social en frente de toda la escuela. Así que, háganse un favor a sí mismos y acaten las normas. Porque, aunque me duela, debo criarlos como gente civilizada que sabe seguir las reglas, así que no dudaré en imponer la ley. ¿Les ha quedado claro todo esto, alumnos?

Todo esto lo dijo utilizando su tono más amigable. Porque sí, Park Yoochun sabía cómo tratar a la gente. Sabía cómo obtener lo que él quisiera de la gente.

Un coro de “Sí, profesor” se elevó, y Yoochun echó nuevamente un vistazo a aquel grupo al que inevitablemente terminaría conociendo muy bien. Y mientras recorría el salón con la mirada, observó aquel par de ojos lejanos que lo miraban con interés, una sonrisa (¿Divertida? ¿Intrigada?) en el rostro de aquel joven que lo había cautivado desde que pisó el suelo de aquella sala.

No pudo evitar devolver la sonrisa, mientras en su mente le advertía a aquel chico que sí, las reglas también se aplicaban para él, y por un instante creyó ver en esos ojos el brillo burlón de quien dice “ya veremos”.

-En todo caso, si son unos chicos buenos, todo irá de maravillas- Dijo para toda la clase, aunque su mirada seguía fija en aquel joven, sin saber qué pretendía: Si intimidar a aquel insolente que lo miraba como si él fuese un chiste o memorizar cada uno de sus rasgos.

¡Ah!- Dijo Yoochun, rompiendo el contacto visual antes de que éste se volviese evidente (¿Cuánto tiempo se habían quedado así, mirándose con descaro? Realmente, aquello había sido completamente innecesario...) – ¡Antes de que me olvide!- y entonces se dirigió a su bolso, sacando un sobre lleno de papeles – ¡Les he preparado una evaluación diagnóstica! ¡Regocíjense las masas!

Un quejido generalizado fue la única respuesta que obtuvo.

-Que no cunda el pánico, estudiantes- Rió, haciendo señas con los brazos para que se calmaran – La evaluación diagnóstico no será calificada, así que no se preocupen si no recuerdan como se dice “Puedo ir al baño” o algo así (que por cierto, se dice May I go to the restroom, please?). La idea es saber qué tal está su nivel de inglés, así que sólo preocúpense de responder utilizando todos sus conocimientos.

Obviamente, el suspiro aliviado de la clase estaba dentro de sus predicciones.
Tan predecibles…

-Y como Bonus Track, les diré que el que obtenga el puntaje más alto del nivel tendrá el honor- recalcó esta última palabra elevando sus brazos con dramatismo -el privilegio de ser mi alumno ayudante

Silencio. Cejas arqueadas. Miradas expectantes. Todo como lo tenía planeado.

-“¿Y por qué quiero ser yo la mascota del profesor?” se preguntarás ustedes – Sonrió, mientras volvía a guardar sus manos en los bolsillos – Bueno pues, la verdad no necesito mascotas, cuando joven tuve una experiencia no muy grata con el gato de la casa, así que ya he tenido mi dosis de eso, muchas gracias. Pero esto, damas y caballeros, es más que el título de ayudante, oh sí. Porque aquel suertudo o suertuda que demuestre tener la competencia para ser mi ayudante, se hará acreedor de suculentos beneficios!

Que buena forma de ensalzar en hecho de que en realidad buscaba a un nerd cualquiera para que hiciera sus labores de corrección de evaluaciones, para librarse de aquella fastidiosa tarea. Lo haría sentirse importante, especial, para que trabajara sin chistar, mientras él disfrutaba de su tiempo libre en cosas más importantes, como comer, dormir o salir a algún bar en busca de compañía. Y bueno, después lo eximiría de alguna evaluación o algo, ya vería él.

Yoochun tenía un plan. Un cómodo, comodísimo plan.

-Así que esfuércense queridos alumnos – Dijo, mientras repartía una por una las evaluaciones – Porque todo esfuerzo trae provechosa recompensa, ¡Amén!

Dicho esto y entregada las evaluaciones, Yoochun procedió a sentarse, dispuesto a pasar la media hora restante de clases dormitando con los ojos abiertos. Ni siquiera pasaría lista. Era primer día de clases... Nadie faltaba a su primer día de clases.

Bueno, en realidad sí faltaban (él mismo había faltado un par de veces), pero bueno, que aquellos que faltaron consideren esto como parte de su benevolencia.

“Lo estás haciendo bien, Chunnie” Se dijo para sí mismo, satisfecho. Porque éste era el primer día del resto de su vida, y todo hasta el momento marchaba de maravilla. Hasta que su mirada reposó nuevamente en aquel muchacho de la última fila, que reposaba su cabeza en una mano con tranquilidad, su hoja de respuestas dada vuelta sobre su pupitre, mientras miraba quién sabe qué por la ventana. Y entonces, ahora sí que no pudo reprimir aquella voz interior que decía “total y absolutamente apetecible”. Porque sí, aquel fue el primer pensamiento que se le vino a la mente apenas vio a aquella figura esbelta de piel bronceada y labios bonitos. Pero Yoochun era un profesor, y aunque no negaba que la belleza masculina le atraía tanto como la femenina, aquel chico era un estudiante. Un estudiante mínimo siete años menor que él.

Yoochun quería tener al menos algo de ética laboral. Por su propio bien.

-Se acabó el tiempo, chicos – Habló con claridad, levantándose de su escritorio – Ahora sólo queda saber quién será el afortunado. ¿Quién será, quién será?- canturreó, recibiendo los documentos mientras despedía a los alumnos que salían de la sala.

¿Quién será? Preguntaba, pero en el fondo de su corazón, algo le decía que ya sabía quién iba a ser aquella persona.

4 Comentarios:

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