¿Quién dijo enamorado?
Junsu había nacido para ser su esclavo.
Su esclavo para siempre.
Debía servirle y estar a su lado; no por nada sus padres lo habían comprado siendo un bebé.
No por nada le habían tratado como si fuese su propio hijo llevándole con los mismos tutores que a él e incluso habían compartido la misma habitación.
No por nada habían tenido una misma infancia. Conjunta. Siempre unidos.
¡¿Y ahora le decía que estaba enamorado?!
Yoochun pegó un golpe de puño a la mesa sin darse cuenta de que una grieta quedaba como prueba de su frustración.
Junsu era suyo.
Suyo. Y no pensaba dejar que esa sirvienta descarada lo apartara de su lado.
-¿hijo estás bien?- El pelinegro levantó la mirada de su plato clavándola en los ojos preocupados de sus padres antes de suspirar por décima vez.
-Junsu, está enamorado- Su madre sonrió y su ceño se frunció un poco más.
No había nada por lo que sonreír.
-¡Eso es maravilloso! ¿Se han comprometido?- Pero se calló de repente al ver como su hijo se levantaba de golpe con la mirada furiosa.
-¡No es maravilloso mamá! ¡Es horrible! ¡Ahora ya no nos volverá a ser fiel nunca más!- Quiso añadir que deberían echarle a la calle.
Que deberían castigarle por haberles hecho algo así.
Quizás encerrarle en las mazmorras.
Pero de repente el pecho le dolió al pensar en un Junsu herido y sólo pudo marcharse del comedor dejando a sus padres algo confundidos y preocupados.
Así que era eso.
Se repitió mentalmente.
No era que sintiese… Cosas por Junsu. Era que tenía miedo de perder su fidelidad. De no poder volver a confiarle sus secretos.
De perder esa relación de amistad que siempre les había unido.
Suspiró algo más tranquilo tumbándose en la cama y clavando la mirada en el pecho sin querer preguntarse si era normal que le doliese tanto el pecho sólo por miedo a perder a un amigo.
Porque la respuesta daba demasiado miedo.
Y así se lo encontró Junsu cuando entró en esa habitación que había sido siempre suya; de los dos.
Tumbado en aquella cama mullida sin mirar a ninguna parte.
Yoochun notó ese peso hundir el colchón a su lado, pero no hizo ningún movimiento; ni siquiera le miró.
Mirarle dolía demasiado.
-¿Estás enfadado?- Sintió aquella mano apartarle el cabello de la frente y sólo pudo cerrar los ojos intentando guardar la calidez del contacto un poco más.
Porque tenía que dejarlo.
Tenía que dejarlo marchar.
-No- Pero se giró dándole la espalda y aquello preocupó todavía un poco más al menor quien se tumbó con él abrazándole por la espalda.
-Era más fácil antes, cuando éramos pequeños- susurró queriendo volver por un momento a esos días en los que él y Yoochun corrían persiguiendo a los perros que vivían sueltos por el jardín o se quejaban por esas duchas frías cuando volvían llenos de barro.
Quiso volver a aquellas noches cálidas abrazando al cuerpo del otro en las que nada era más importante que estar juntos. Juntos para siempre.
-Pero ya no somos pequeños- Gruñó el pelinegro apartándose bruscamente y caminando hacia la puerta con el pecho algo oprimido.
Dolía. Dolía que le tratara con amabilidad.
Como a un hermano.
-Junsu ah…- Y Junsu sintió que las cosas estaban realmente mal al notar que no usaba ese “Susu”, ni siquiera “Su”.
-¿S-sí?- Yoochun bajó la mirada aún sin mirarle y su corazón comenzó a latir adolorido.
-Ya no quiero que seas mi sirviente personal; no hace falta que te vayas, te buscaré otro puesto en el castillo- Susurró antes de girar la manecilla de la puerta.
Iba a ser duro vivir sin Junsu.
Iba a ser difícil porque jamás desde que había nacido había pasado un día sin él.
Pero era mucho peor verle pegado a esa chica todo el tiempo.
Junsu sintió como esa primera lágrima le resbalaba mejilla abajo.
Ni siquiera podía creer lo que Yoochun acababa de decirle. No era posible que lo apartara de su lado.
Lo abrazó por la espalda enterrando la cabeza en el hombro del mayor sin ser capaz de hablar todavía, pero sintiendo como el pelinegro también se sacudía un poco, como si aguantase los sollozos.
-¿Qué he hecho mal hyung?- Se sorbió las lágrimas apretando un poco más el agarre en el estómago de su amigo -Lo siento… Lo siento… Castígame, castígame o enciérrame, pero no me apartes…- Y de nuevo ese sollozo que quebró su voz e hizo que Yoochun rompiera en llanto también.
-¡¿Es que no lo entiendes?!- Y de repente era él quien estaba aprisionado entre esa puerta y el cuerpo del mayor.
De repente esa respiración sobre su nariz que le ponía terriblemente nervioso.
Porque Yoochun había sido siempre como su hermano mayor. Porque le había cuidado y protegido.
Porque siempre había sabido que su finalidad en la vida era hacerle feliz. Hacer todo lo que pudiese para que el otro se sintiera un poco menos solo.
-N… No lo entiendo- Murmuró algo asustado pero sin soltarse.
No quería.
No podía.
No imaginaba una vida alejado de Yoochun.
-¿No lo entiendes Su…?- Susurró contra sus labios esta vez.
Junsu abrió mucho los ojos paralizado. Aquello no podía estar ocurriendo.
No podía.
Yoochun era casi… Su hermano. Un hombre.
Pero de algún modo sintió que si se marchaba ahora lo perdería para siempre.
Y aquello dolía.
Dolía saber que no volverían a burlarse de las chicas que no iban a pasear para no mancharse los vestidos ni se sentarían a ver esas puestas de sol sin hacer nada.
Dolía saber que no volverían a compartir miradas cómplices cuando alguien metiera la pata o que no podría estar allí para aliviar el dolor del mayor cuando sus padres le recordaban que ya era hora de que escogiese a una esposa que pudiese darle hijos.
Y los labios de Yoochun seguían moviéndose contra los suyos.
Sus manos a sus costados atrayéndole un poco más hacia él.
Su contacto cálido tan pegado a su cuerpo de ese modo tan… Raro.
Porque Dios. ¡No dejaba de ser Chunnie!
El niño que le había enseñado a montar a caballo y a nadar.
-Sé mío Junsu ah… Aunque sea sólo hoy…- Y de repente esas dos miradas asustadas.
Una ansiosa.
La otra aterrada.
waooooooo ahissss es que si me dice se mio chunnie me haga baba liquida
ResponderEliminaryo le entrego mi virginidad a chunnie
ResponderEliminarq sea el primero xd