¿Y?… No lo recordaba.
No lo recordaba.
Vaya que dolían unas simples palabras. Y se sentía tan idiota por eso… Estaba llorando, como una niña, y no hacía nada para evitarlo.
Se enderezó aún bastante dolido y secó sus mejillas, pero era inútil. No paraban los sollozos, no paraban las estúpidas lágrimas, no cesaba el dolor. Hacía mucho que no le afectaba tanto algo… La última vez que había llorado tanto había sido cuando…
“Cuando Junsu se fue…” recordó “Cuando Junsu me dejó… Cuando desapareció sin dejar rastro”.
Y ahora que lo había encontrado, ahora que lo había visto luego de tantos años de dolor, Luego de que lo había encontrado cuando creía que su felicidad ya no volvería, ¡Luego de que había creído que podría volver a sentir la felicidad! Justo ahora…
“No me recuerda…”
Y no se le había pasado ningún momento por la mente que podía no ser Junsu. Porque si, él era Junsu. Lo sabía, lo sentía, y estaba totalmente seguro de aquello.
Se levantó y se golpeó las mejillas, secando sus ojos con las mangas largas de su chaleco. Miró el horario que colgaba en su puerta (lo había anotado todo porque no quería problemas) y vio que en 5 minutos sería la misa de la tarde.
Suspiró pesadamente y salió de la habitación con rumbo a la iglesia, pero antes pasó al baño para mojarse la cara y normalizarla. Sus mejillas y ojos estaban bastante rojos por las lágrimas. Y al mirarse al espejo notó que estaba mucho más delgado que cuando había entrado a ese maldito internado… Definitivamente esa idea lo estaba matando.
Una vez que llegó a las puertas de la iglesia observó a los chicos que entraban y las cosas que hacían, suspiró y se acercó imitando los actos de arrodillarse y persignarse frente a las imágenes de yeso.
Una vez adentro experimentó la aburrición más enorme de toda, TODA su vida. Fue una hora y media de puro “blablá“, de oraciones, de pararse y sentarse una y otra vez, y de canciones trágicas y aburridas.
Aburridas… hasta que llegó la última canción. Era una voz suave, melodiosa, en un idioma que al principio no reconoció… y que tampoco importó mucho. Miró hacia el coro, de dónde venía esa voz y ahí lo vio… Parado con los ojos cerrados, cantando como si ya no hubiera nadie a su alrededor.
Ahí estaba Junsu, con una hermosa voz que desconocía, cantando una canción que ahora le parecía hermosa… Y su corazón comenzó a latir rápidamente, de manera extraña. Se sintió liviano, sintió una paz interior que no había sentido nunca…
Todo el mundo desapareció cuando escuchó su voz, ahora eran sólo los dos… pero pronto tuvo que volver a la realidad, cuando la misa terminó y sus cantos cesaron.
Miró a su alrededor, todos se levantaban lentamente, volviendo a hacer reverencias en la puerta y yéndose cada uno a su respectiva habitación.
- Shim Changmin… - le dijeron cuando se levantó también, y se encontró con la mujer que había recibido a su madre y que también le había hecho esa marca en la espalda.
- ¿Sí? - fingió totalmente ante su presencia, ya que verla le causaba rabia, una molestia enorme.
- Necesito que vaya a buscar sus cosas, le cambiaremos de habitación… Las habitaciones personales son sólo por los primeros días, ahora compartirás habitación.
- Está bien - respondió confundido. La mujer le indicó que fuera a su oficina en unos minutos.
Fue a buscar sus cosas tal y como la mujer anciana le había indicado, y a los minutos estaba fuera de la oficina. Estuvo a punto de golpear la puerta cuando esta se abrió. En seguida salió una monja más joven y le indicó que la siguiera.
Changmin obedeció en silencio y la siguió, con maleta en mano, hasta una habitación cualquiera. No tenía número, así que no tenía ni idea cómo diablos la reconocía… y tampoco sabía cómo la reconocería él si esta era su habitación.
- Esta es tu habitación ahora. Adentro conocerás a tu compañero, no deambules por los pasillos muy tarde o recibirás castigo. - le dijo la mujer y lo dejó sólo.
Changmin asintió y fue a abrir la puerta, pero decidió primero golpear por si acaso… No recibió respuesta así que sólo la abrió, y su corazón casi se le salió por la boca. Sin querer soltó la maleta y un quejido ahogado.
- Oh…. - dijo el chico levantando la mirada del libro que leía.
- L-Lo siento, solté mi maleta… - se agachó sin cruzar miradas, sintiendo su cara sonrojarse, y recogió la maleta. - Seremos… compañeros de habitación. - Comenzó a recoger las cosas que se habían caído de esta al abrirse.
- Sí - respondió suavecito, haciendo que el corazón de Changmin diera un golpe. De pronto unas manos se unieron a su tarea de recoger las cosas y al levantar la mirada sus ojos se encontraron de frente con unos ojos brillantes, almendrados y color chocolate.
Alejó la mirada y terminó de meter sus cosas desordenadamente dentro de la maleta, le dio las gracias y se alejó dejando sus cosas sobre la cama. Junsu volvió a su lectura y Changmin lo miró de reojo.
Si lo miraba detenidamente, se daría cuenta de que en realidad no había cambiado mucho. Sus facciones ahora eran un poco más maduras, pero sólo un poco… seguía teniendo la misma cara de inocencia y ternura que tenía hace años.
Estaba sentado en su cama, mirando fijamente por la ventana con la mirada totalmente perdida. Había pasado un mes desde que Junsu había desaparecido. Ya no salía de casa, no reía, no jugaba y casi no comía… había bajado demasiado de peso y su madre había tenido que llevarlo al hospital varias veces por desmayos.
Miró sus manos, estaban muy delgadas. Se levantó y se sacó la camiseta para ponerse el pijama, y se miró en el espejo que estaba en su pared. Sus costillas se notaban demasiado, de verdad estaba delgado y bastante ojeroso.
Escuchó un ruido, y luego de ponerse la parte superior de su pijama miró por la ventana. En la casa de al lado, la casa de Junsu, unos policías caminaban hacia la puerta. Changmin se asomó más al ver que golpeaban la puerta.
Salió la madre de Junsu, notoriamente más delgada y se ahora se veía mayor. Los policías le dijeron unas cosas y le mostraron algo, era ropa… en ese momento la mujer se tapó la boca y comenzó a llorar desesperada, gritando al cielo y cayendo de rodillas al suelo.
- ¡¿Por qué, Dios, por qué?! - gritaba a todo pulmón llorando desconsolada, en seguida salió su padre y la abrazó con fuerza, comenzando a llorar con ella.
Changmin entró y cerró la ventana con fuerza, cerró las cortinas, la puerta, apagó las luces y se metió bajo la cama. Siempre se metía ahí cuando sentía miedo o se sentía solo. Se quedó ahí acurrucado, sintiendo un enorme dolor en su pecho… un dolor que le impedía respirar, un dolor que le impedía moverse.
Junsu se había ido, se había ido… lo había dejado para siempre…
Esa noche lloró como nunca había llorado. Gritó y golpeó el suelo, se rasguñó y tiró de su cabello. Su madre golpeó la puerta repetidas veces, pero Changmin no salía de su escondite. Finalmente el padre de Changmin tiró la puerta abajo…
Le rogaron que saliera, pero Changmin no escuchaba… El dolor lo había cegado y había bloqueado todos sus sentidos. Su padre logró sacarlo de debajo de la cama, le hablaban, pero Changmin seguía llorando desesperado. Ese dolor, ese maldito dolor aumentaba…
- ¡HIJO POR FAVOR, REACCIONA! - le rogaba la mujer, pero no había caso. Changmin sólo se aferró a su madre y gritó contra su pecho, apretando su vestido con sus manos. La mujer comenzó a llorar de desesperación, Changmin nunca había actuado así. Nunca.
Tuvieron que llevarlo al hospital esa noche, ahí lo sedaron para que se quedara dormido. Y cuando despertó al día siguiente, no volvió a hablar. No volvió a dirigir la palabra…
- Oye… ¿Estás bien?
Salió de su extraño trance y levantó la mirada para mirar a aquel que le había dirigido la palabra. Lo miró confundido.
- ¿Por qué?
- Estás… - indicó sus ojos y Changmin llevó su mano a sus mejillas, notando que estaban húmedas.
Tocó sus ojos y recién notó que había comenzado a llorar. Se sintió completamente avergonzado y secó sus mejillas rápidamente con sus muñecas.
- Lo siento… - se disculpó y se giró para que no lo siguiera mirando.
Siempre, siempre le pasaba aquello. Cada vez que recordaba ese día, comenzaba a llorar sin remedio… Pero no podía evitarlo, y menos ahora que tenía frente a él a aquella persona que había extrañado y necesitado tanto tiempo…
Y al saber que no lo recordaba…
- No sé tu nombre… - le dijo de pronto, y Changmin sonrió dolido.
- Changmin…
- Soy Junsu.
“Lo sé” fingió una sonrisa y Junsu volvió su vista al libro entre sus manos.
--
Una semana y media. Ya había una semana y media y Junsu no daba señales de recordarlo… Pero muy por el contrario de lo que esperaba encontrar ahí, pronto comenzó a sentirse bastante extraño, y a tener sueños bastante… desagradables.
Y no era nada extraño, típicos sueños húmedos de adolescentes… pero el problema era quiénes eran los que participaban de esos sueños.
No era nada de Changmin con alguna chica, no… lo malo era eso. Últimamente Changmin tenía repetidos sueños de él y Junsu en situaciones sexuales bastante explícitas, y sabía que aquello no era bueno. Nada de nada.
- Hmm… - se quejó despertando bruscamente.
Estaba todo oscuro, pero podía ver un poco por la luz tenue que entraba por la ventana. Se destapó hasta las rodillas y se encontró con el notable problema entre piernas. Las noches anteriores no había llegado tan lejos, pero ahora… necesitaba tocarse para acabar con eso.
Se levantó silencioso tapándose el “problema” con la parte superior de su pijama. Salió de la habitación sin hacer ruido y caminó sigilosamente hasta llegar al baño, pero cuando fue a entrar una mano se apoyó en su hombro haciéndole saltar del susto.
Se giró encontrándose con la monja desgraciada que siempre lo molestaba. Esta lo miró fijamente, con el ceño fruncido.
- Está indicado estrictamente que no se puede deambular por los pasillos muy tarde.
- Lo siento, yo… quería venir al baño y… - La mujer notó en seguida su nerviosismo, y que se tapaba demasiado con el pijama. Le quitó las manos, encontrándose con la notoria sorpresa. En seguida se persignó escandalosamente.
- Dios Santo… ¡Dios Santo! - exclamó. Changmin se tapó avergonzado. - Que Dios se apiade de tus pensamientos impuros, pecador. El placer carnal es uno de los peores pecados.
Changmin sintió ganas de irse, y se arrepintió de haberse levantado de su cama. Intentó irse, pero la mujer lo tomó del brazo y comenzó a caminar arrastrándolo tras ella. Changmin no sabía a dónde mierda lo llevaba, pero lo primero que se le vino a la mente fue cuando le quemaron la espalda.
Llegó a una habitación completamente oscura, no lograba ver nada. Alguien lo empujó y le levantó la camiseta. Se movió repetidas veces, pero sólo sintió algo frío apoyarse en su hombro derecho.
- Dios nuestro, Señor, perdónalo por sus pensamientos impuros, llévalo por el buen camino… - sintió el objeto frío enterrarse en su piel hasta hacer un corte. Gritó. - Este marca es la muestra de su cambio, la muestra de su fe hacia ti, Señor… La muestra de que hará el bien. - siguió enterrando aquel objeto frío y con filo y Changmin gritó nuevamente.
- ¡AHH! ¡MIERDA, DÉJAME! - se quejó y se movió más, pero lo único que consiguió fue que sacaran esa cosa y comenzaran a hacerle otro corte.
- Saca al demonio que corrompe la inocencia de esta criatura…
Changmin logró golpear las manos del que lo sujetaba y al fin logró soltarse, pudiendo ya ver mejor en la oscuridad golpeó la mano de la mujer haciendo que soltara la navaja.
- ¡Están locos! - les gritó, pero lo único que recibió fue un fuerte golpe en el rostro. Luego otro, y otro más.
- Estás marcado mocoso, ya eres de nosotros… Ahora, sólo debes creer, y rogar porque Dios tenga piedad de ti.
Lo sujetaron, le bajaron la camiseta y sintió que comenzaban a caminar llevándolo a cuestas. No reaccionó muy bien luego de los golpes, así que simplemente se dejó arrastrar.
Abrieron la puerta de su habitación y lo tiraron dentro, cerrando la puerta al instante. Junsu, quién dormía en su cama, despertó asustado por el fuerte ruido y prendió la luz, encontrándose con Changmin tirado en el suelo, levantándose con dificultad.
- ¿Estás b…? - fue a preguntar, pero Changmin lo interrumpió con un grito de rabia. Vio como golpeaba la puerta y luego tiraba al suelo el mueble de la esquina. - ¡Tranquilízate! ¡Van a venir! - se levantó y lo sujetó, tapándole la boca para que dejara de gritar.
Changmin al sentir su cuerpo cerca del suyo y su suave mano cubriendo su boca se tranquilizó al instante. Pronto se sintió cohibido y un tanto avergonzado.
- Me duele… - se quejó una vez más tranquilo, y Junsu lo miró confundido.
- ¿Qué cosa?
- La espalda…
- Oh…
Le miró la espalda encontrándose con una mancha roja, suspiró y le indicó que se sentara. Changmin le hizo caso, y Junsu sacó algo de debajo de la cama. Era un botiquín.
- Eso se puede infectar… - se sentó a su lado - Gírate un poco y quítate la camiseta… Pero hazlo rápido, si nos descubren recibiremos castigo.
- ¿Por curarme?
- No, digo… Si te descubren sin camiseta frente a mí, es pecado mostrar tu cuerpo desnudo frente a alguien. Ni siquiera dentro del matrimonio debería ser permitido.
“¿Qué mierda te hicieron?” pensó Changmin al escuchar eso, pero sólo accedió a quitarse la camiseta.
- ¿Por qué me hicieron esto?… - preguntó luego de un rato, sintiendo el pequeño ardor del alcohol desinfectando las heridas.
- Cada marca es por un pecado. Nos marcan para recordarnos nuestras faltas, y así evitar volver a repetirlas.
- Están locos… - susurró abrazando sus rodillas y dejando que Junsu siguiera con lo que hacía.
Luego le curó las heridas del rostro, y luego de hacerlo sólo de acostó y se tapó entero, intentando dormir para olvidar todas las desgracias que estaba viviendo.
¿En qué lío se había metido? Sabía que esto recién estaba comenzando… pero debía hacer que Junsu lo recordara, o no podría seguir con su vida tranquilamente.
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