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Arualthings

Amistad Olvidada, Santo Pecado - Cap. 9

Volvió a pellizcar su brazo con sus uñas repetidas veces en un vano intento por despertar de esa horrible pesadilla que ahora mismo estaba viviendo. Su respiración aún no se normalizaba. Cada segundo que pasaba   le costaba más respirar. Era como si su garganta se estuviese cerrando de a poco, impidiendo que el aire entrara o saliera de sus pulmones.

- Junsu. Basta.

Dejó de pellizcarse al oír esa voz. Sólo en ese momento notó que todo un sector de su brazo estaba morado de tantos pellizcos. No quiso mirar a Changmin. Temió hacerlo. Temió por ese tono de voz tan frío que había usado.

"Esto no es un sueño" se resignó al fin, y lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas.

Una hora y trece minutos antes estaba todo bien. Una hora y trece minutos antes estaban disfrutando de la compañía del otro. Una hora y trece minutos antes estaban felices, tranquilos y sin temor a nada.

Una hora y doce minutos antes... Todo había sido un caos.

Sólo un minuto había bastado para que todo cambiara.

La monja había sido enviada por la directora para hablar con Changmin por sus trabajos. Golpeó dos veces, pero no tuvieron tiempo de nada. La mujer ya estaba ahí, de pie, con los ojos bien abiertos y la mano tapando su boca perfecta y completamente abierta.

- Oh Dios mío. Oh Dios mío - repitió una y otra vez recorriendo con la mirada aquella escena.

Estaban desnudos, en la misma cama. Junsu había olvidado incluso limpiar su vientre y parte de su estómago, los cuales aún tenían restos de su propio semen. Entró en pánico al notar cómo la mujer abría más sus ojos al notar eso y se limpió con la sábana. El aroma de sus cuerpos y la reciente actividad flotaba por la habitación.

Hubo un lapsus de tiempo en que estuvieron sin decir absolutamente nada, hasta que la mujer decidió hablar.

- Vístanse. Vístanse ahora. - habló rápido. Junsu tragó saliva.

- Uhm n-no, no es... - tartamudeó Junsu y la mujer gritó.

- ¡VÍSTANSE AHORA MISMO ANTES DE QUE...! ¡VÍSTANSE! - vociferó.

Changmin le apretó la mano a Junsu por debajo de la sábana, haciendo que lo mirase. Al hacerlo Junsu pudo ver la resignación en sus ojos, así que cedió con él.

Y ahora se encontraban fuera de la oficina de la directora, mientras la monja relataba lo ocurrido, estando a segundos de su fin. Junsu no paraba de pellizcarse el brazo. Su piel estaba morada. Intentaba despertar de esa pesadilla, pues no podía ser otra cosa. Era una pesadilla, la peor que haya tenido.

- Junsu. Basta.

Después de dudarlo largo rato miró a Changmin a los ojos, atemorizado, pero la mirada del más alto ya no reflejaba nada. No tenían alegría, no tenían enojo, no tenían miedo... No tenían ni un brillo que le diera esperanzas. Changmin sólo estaba ahí, serio, sin decir nada, sin darle tranquilidad como solía hacerlo cuando se sentía asustado. No. Ahora sólo esperaba en silencio a que el castigo llegara.

"Es porque los problemas siempre tienen solución, pero este... Este no la tiene"

La puerta se abrió entonces, y el miedo  en Junsu creció. La monja que los había descubierto les indicó que entraran, y al pasar por su lado se persignó, cerrando la puerta tras ellos.

- No puedo creerlo - comenzó a decir la directora al instante - aquí, en la casa de Dios. ¿Cómo es posible? - habló con lentitud. Parecía calmada, eso era muy extraño - De verdad no puedo creerlo... ¿Caer en la lujuria, en la  casa de Dios? - se giró con  la varilla con la que los golpeaban. Entonces Junsu recordó aquella vez hace años, cuando había comenzado a tocarse por primera vez. Había sido descubierto en el acto y había sido castigado por ello - creí que había bastado con esa vez - miró a Junsu. Este se sintió horriblemente avergonzado - No puedo creerlo

– habló despacio, pero con rabia, pues rompió la varilla con ambas manos. Seguía viéndose levemente tranquila, por eso Junsu se sentía más intranquilo. - Y ambos, desviados pecadores ¡Ambos hombres, cayendo en el pecado!

- Por favor... - dijo Changmin divertido, y los ojos de la mujer se abrieron de par en par. Junsu miró a Changmin totalmente descolocado.

- ¿Perdón? - preguntó la mujer, ofendida. Changmin rió de lado y frunció los labios.

-¿Somos nosotros los pecadores? Por favor... ¿Ahora se hace la santurrona?

- ¡Changmin! - gritó Junsu  palideciendo. ¿Qué demonios estaba pensando Changmin al decir eso? La mujer se sonrojó completamente, en parte por el enojo y en parte por la vergüenza por ese comentario tan desatinado.

- ¿Qué es lo que acaba de decir?

– intentó calmarse, pero la risa de Changmin comenzaba a sacarla de sus cabales.

- Usted es la menos indicada para criticarnos, cuando le coquetea al primer cura que ve

– rió y la mujer se sonrojó aún más - ¿Cree que no lo he notado? Se le nota en la cara cuánto le gusta - Junsu comenzaba a entrar en pánico. Lo iba a matar y Changmin lo sabía, ¡¿Por qué continuaba diciendo esas cosas?!

- Si no se calla en este mismo instante

– dijo la mujer aguantándose la rabia, pero Changmin rió a carcajadas, interrumpiéndola. ¿Qué diablos le pasaba a Changmin?

- Se le ve en la cara, señora Directora

– sonrió de lado – Que se revuelca con más de la mitad de la iglesia, para luego pedirle perdón a su Dios porque "Oh mi Dios no puedo evitarlo, me calienta todo el mundo y me hago la santa". Pero nadie le cree, porque ¡Oh, sorpresa! ¡Lo lleva escrito en la cara!

La mujer sin decir nada más le dio una fuerte bofetada que le dio vuelta el rostro a Changmin. Totalmente fuera de quicio lo tomó del brazo con fuerza y lo tiró contra el escritorio. Sacó de su bolsillo la navaja con la que siempre los marcaban y le levantó la camisa para, obviamente, marcarlo por su insolencia. Junsu la sujetó para que no lo hiciera.

- ¡Por favor! ¡No!

– intentó detenerla, pero sólo recibió una fuerte cachetada que le hizo caer al suelo.

Vio como sin ninguna piedad comenzó a hacer corte tras corte en la espalda marcada de Changmin. Este no hacía absolutamente ni un ruido. La sangre corría de las heridas por su piel hasta ensuciar su pantalón. Las manos de la mujer se encontraban ya llenas de sangre. Cegada por la rabia siguió tajeando, y no fue hasta que oyó un fuerte sollozo de Junsu que se detuvo.

Junsu tapaba su boca y las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos. Changmin se enderezó, sus piernas temblando con fuerza. Dejó salir todo el aire que había aguantado y se enderezó, bajando su camisa blanca, la cual al instante se manchó de rojo vivo. Sonrió algo debilitado por el fuerte dolor que probablemente estaba sintiendo. Suspiró y se apoyó en el escritorio de la directora.

- Yo tengo toda la culpa

– dijo de pronto, captando la atención de Junsu por completo, y obviamente, de la directora.

- ¿De qué estás hablando?

– preguntó la mujer algo confundida. Changmin echó la cabeza hacia atrás. Parece que se sentía mareado.

- Yo… obligué a esto a Junsu. Él no quería… - habló lento. Junsu abrió sus ojos de par en par

– Así que el castigado debe ser yo.

- ¿Changmin, qué estás…?

– intentó decir, pero Changmin lo interrumpió.

- ¡Me pidió que no! Pero le insistí, ¿Sabe? Soy un hombre, tengo necesidades y estaba caliente

– sonrió de forma cruel, rompiéndole el corazón a Junsu – Sólo lo usé, aunque para él no fue tan agradable… - se encogió de hombros. Sudor corría por su frente. A Junsu se le encogió completamente el corazón por la crueldad de sus palabras.

- ¿Estás diciendo que… fue una violación?

– dijo la mujer alterada y Changmin se encogió de hombros, restándole importancia.

- Si así quiere llamarlo…

- ¿Es cierto eso?

– se giró hacia Junsu alterada. Junsu entró en pánico y no pudo responder. En lugar de eso sólo comenzó a llorar. Claro que no era así, pero con ese llanto estúpido lo único que hizo fue afirmar aquella falsa autoacusación que se había hecho Changmin.

La mujer dijo un par de oraciones extrañas y unos cuantos "Oh Dios mío", muy alterada y enojada. Tomó con fuerza a Changmin del cuello de la camisa y lo arrastró fuera de la habitación. Junsu aún mantenía su boca abierta, sin creer lo que acababa de pasar. Tomó a Changmin por la manga de su camisa, esperando algún tipo de explicación. Changmin lo miró y le sonrió, con el mayor de los miedos en su mirada.

"Te dije que te protegería…" le dijo con la mirada, la mirada más atemorizada que haya podido ver en su vida, y antes de que pudiera decir algo la mujer se lo llevó.

Junsu se quedó en silencio, de pie, sin saber qué hacer, o qué decir, o qué pensar, o cómo diablos reaccionar.

"Acaba de echarse toda la culpa… para que no me hagan nada. Se echó la culpa por mí"

tapó su boca con ambas manos y cayó de rodillas al suelo, mirando a la nada, sin saber cómo debería reaccionar a algo así. Las lágrimas bañaban sus mejillas. La desesperación se apoderaba de él. Se quedó como un completo imbécil, quieto, sin hacer nada, hasta que su mente le gritó a todo pulmón "¿Qué demonios haces ahí sentado sin hacer nada? ¡Ve tras él!"

Se levantó y secó sus mejillas, y sin importarle nada comenzó a correr por los pasillos, gritando a todo pulmón el nombre de esa persona que acababa de dar su vida por la de él. Las lágrimas caían sin poder evitarlo a cada momento. Las secaba intentando que dejaran de salir, pero era inútil. La desesperación en su voz hacía eco por los pasillos. No sabía dónde ir. No sabía dónde lo habían llevado. Pero no paraba de correr. No se rendiría.

Chocó con fuerza con alguien, cayendo automáticamente al suelo. Se levantó algo confundido, notando que la persona con la que había chocado era el anciano del confesionario.

- ¡Dios mío, Junsu! - exclamó el anciano al verlo tan agitado - ¿Qué fue lo que te pasó? - lo ayudó a levantarse. Junsu se detuvo para poder normalizar su respiración.

- Oh, señor, es horrible - dijo apenas aún llorando - Changmin y yo... Y la monja y ¡Oh Dios! - volvió a llorar. El hombre lo sujetó por los hombros  para calmarse.

- ¡Respira, Junsu! Tranquilo.

- ¡No! ¡No puedo estar tranquilo!  ¡Nos descubrieron! ¡A Changmin y a mí! ¡Y Changmin se echó la culpa para que no me hicieran nada y ahora no sé dónde se lo llevaron! ¡Es toda mi culpa! ¡Yo lo presioné con esto! - volvió a llorar. El hombre sólo tapaba su boca, anonadado. Junsu jaló de su propio cabello por la desesperación, cuando una voz por uno de los altavoces de avisos se oyó.

"Se solicita al alumnado del internado a la sala del perdón, ahora mismo."

- Es la sala de castigos. Los peores - dijo el anciano.

- ¡Changmin! - chilló Junsu - ¡¿Dónde está esa sala?!

- Al final del edificio A, por afuera. Está pegada al muro. - le dijo, y Junsu corrió sin esperar ni una palabra más.

Corrió lo más que sus piernas y sus pulmones le permitieron. Su pecho cada vez latía más fuerte. Finalmente llegó a la enorme sala. Era un edificio de aspecto tenebroso, hecho de piedras grises y una enorme puerta de oscuro metal.

Empujó la puerta con dificultad. Ya estaban todos adentro. Era mucha gente y no podía ver nada. El frío insoportable del lugar le heló los huesos al instante.

"El sueño"

pensó de inmediato, recordando cada imagen de aquella horrible pesadilla. Los gritos se apoderaron de su cabeza.

- ¡CHANGMIN! - gritó a todo pulmón, haciéndose espacio entre la gente. Llegó adelante y sus ojos se abrieron de par en par, derramando lágrimas al instante.

Se encontraba Changmin de rodillas al piso, sin camisa ni zapatos. Sólo traia puestos sus pantalones, los cuales se encontraban rasgados en las rodillas. Tenía los brazos atados en su espalda y la mirada escondida tras el flequillo. Estaba arrodillado sobre algo, granitos blancos. Parecía ser sal. Sus rodillas estaban rojas y llenas de heridas, totalmente irritadas. Del nudo en sus muñecas nacía una larga cuerda que llegaba al techo, a una especie de polea. Se veía adolorido. Su espalda tenía cortes con sangre seca,  otros cortes aún sangraban. Su espalda estaba roja y usada.

- ¡¡Changmin!! - gritó a todo pulmón, una vez más, captando su atención. Al verlo abrió sus ojos asombrado. Junsu intentó correr hacia él, pero alguien lo sujetó con fuerza desde la espalda.

- ¡Qué haces aquí! - dijo Changmin, moviendo sólo sus labios, ahora alterado al verlo ahí. Junsu quiso responderle, pero un ruido se lo impidió.

Lentamente Changmin comenzó a ser levantado por la cuerda atada a sus brazos, pero la posición en la que estaban amarrados no le estaba haciendo nada bien. El rostro de Changmin cambió a uno de total dolor, pues sus brazos estaban siendo doblados de una forma imposible.

- No, no - se quejó Junsu intentando soltarse, pero fue imposible.

Pudo oír a Changmin quejándose suavemente, mordiendo su labio. Apretaba sus ojos con fuerza. Su cuerpo se convulsionaba suavemente, pues sus brazos dolían mucho. Sus pies se estiraron lo más posible para seguir tocando el suelo y no cargar todo el peso en sus brazos, pero le fue imposible.

Aún sujetaban con fuerza a Junsu desde atrás. El frío en el lugar era insoportable. Miró a su alrededor, desesperado. Todos los chicos en el lugar se mantenían de pie, callados, mirando al suelo. Lo único que se oía era la respiración agitada de Changmin y sus leves quejidos y los sollozos de Junsu. Y entonces el lugar se llenó de un grito desgarrador.

Tras subir a cierta altura a Changmin, lo soltaron de una vez, y antes de que tocara el suelo lo volvieron a sujetar. Un horrible ruido de huesos llenó el lugar, seguido de un horrible grito de parte de Changmin.

- ¡Por favor! ¡Basta!

– rogó Junsu sin parar de llorar, intentando soltarse. Hizo fuerza para ser soltado, pero no funcionó. Cayó al suelo de rodillas, aún sujetado, llorando sin poder ayudar siquiera un poco a Changmin.

Este siguió quejándose y respirando con dificultad. Sus hombros se veían mal, horriblemente mal. De pronto apareció la directora, frente a él, con algo en la mano. Changmin levantó la vista, mirándola a los ojos con odio.

- Señor Santísimo

– habló sacando una botellita de su bolsillo – Perdona a este pecador, hijo de Satanás – comenzó a salpicarlo con el líquido de la botella, pronunciando más palabras de perdón sin sentido.

Entonces Changmin volvió a ser levantado con lentitud. Más gritos desgarradores salieron de la garganta de Changmin. Estaban tirándolo de los brazos una vez más. Volvieron a soltarlo, haciendo que un grito ahogado se oyera por todo el lugar, dando paso a fuertes sollozos de parte de Junsu. Notó cómo Changmin derramaba un par de lágrimas, probablemente por el dolor, pero intentaba disimularlas. Mordía sus labios con fuerza. Las venas en sus brazos estaban hinchadas, igual que la de su frente. Probablemente intentaba hacer fuerza para no cargar todo en sus hombros, cosa casi imposible por la forma en la que colgaba.

Su respiración agitada se entre cortaba a ratos. Miró algo debilitado a la mujer una vez más. Esta tomó con fuerza el objeto que traía entre sus manos. Era como un  fierro largo con algo en la punta. Changmin miró confundido. La mujer comenzó a recitar el Padre Nuestro sujetando un rosario con su otra mano. Estiró su brazo con la vara y apretó la punta contra las costillas desnudas de Changmin, haciendo que gritara con fuerza y tensara todo su cuerpo. Esa cosa tenía corriente. Estaban dándole corriente a Changmin.

Aún colgaba de esa cosa, con los pies en punta apenas tocando el suelo con sus dedos. Changmin sufrió unos cuantos espasmos cuando la mujer alejó la cosa metálica. Sudaba completamente. Su cabello goteaba y de su boca caía saliva. Junsu intentó soltarse sin éxito. Estaba viendo, frente a sus ojos, cómo torturaban a Changmin, a la persona que amaba. La mujer, sin dejar en ningún momento de recitar las oraciones, volvía a darle descargas al cuerpo de Changmin. Junsu cerró sus ojos con fuerza, sin dejar de derramar lágrimas. Comenzaba a sentirse mareado. El frío ya era insoportable. Soltó un grito desgarrador el cual le lastimó la garganta. La directora se quedó callada al fin y miró molesta a Junsu. Se le acercó y sin siquiera dejarlo reaccionar presionó el objeto contra su costilla, dándole una descarga. Fueron cinco segundos, pero el dolor que recorrió cada centímetro de su cuerpo fue grandísimo.

Cayó al suelo sin remedio. El acólito ya no lo sujetaba. Cayó al suelo mareado, viendo cómo los pies de la directora volvían a su lugar inicial. Entonces los ruidos ahogados de dolor de Changmin volvían a apoderarse de sus oídos, y las lágrimas volvían a salir de sus ojos.

"Por qué soy tan inservible… Por qué… Por qué"

Se regañaba mentalmente, sin moverse del suelo gélido. Sus ojos se cerraron intentando no pensar en todo lo que estaba pasando. No podía hacer nada para ayudar a Changmin. Porque era un inservible, porque era un debilucho, porque el gran amor que sentía por él no servía de nada en una situación como esta.

Quería despertar. Sólo deseaba que fuera una pesadilla, una horrible pesadilla. Cuando despertara todo estaría bien, como siempre. Estaría en su cama, acostado junto a Changmin quien lo abrazaría con fuerza, y al verlo despertar le daría un tierno beso de buenos días. Junsu le contaría ese extraño y feo sueño, y Changmin le sonreiría y le diría "Oye, fue sólo un sueño, ¿Si?"

Pero no. No era un sueño. Estaba pasando. Los gritos de Changmin eran verdaderos. El dolor de Changmin era real. Todo estaba pasando de verdad. Era horrible. Ya no sabía qué hacer.

- Por favor… Por favor – rogó apenas, su cuerpo convulsionando por los sollozos – Ya déjenlo…

Entonces una imagen fugaz llegó a su mente.

- ¡Ya déjenlo! – gritó a los chicos que tenían sujeto a Changmin. Uno de ellos, el más alto, sostenía el muñeco con su brazo extendido.
- Uhh la nenita está llorando – se rió uno de ellos - ¿Qué pasa? ¿No te gusta ver así a tu novio?
- ¡Cállate! ¡No es mi novio! – se sonrojó con fuerza dándole un empujón. Uno de ellos lo empujó de vuelta.
- ¡No te atrevas a tocarlo de nuevo! – le dijo Changmin golpeándole la entrepierna con la rodilla. El chico cayó al suelo comenzando a quejarse.
- ¡Oye que te pasa! – gritó uno, pero Junsu le quitó su muñeco de un salto y Changmin le quitó su mochila. Comenzaron a correr al instante.

Corrieron llegando a la plaza cercana a sus casas. Se escondieron en uno de los juegos y ahí se quedaron, comenzando a reír.

- No te preocupes, Junsu, ese idiota no volverá a molestarte – sonrió el más alto poniéndose la mochila.
- Gracias – sonrió Junsu apretando su muñeco, contento, pues habían logrado recuperar su muñeco nuevo.
- Yo siempre te protegeré. ¡Ahora soy bajito, pero cuando sea grande voy a crecer mucho, mucho y voy a defenderte de todos los idiotas!
- ¡Pero ya eres muy alto! – se quejó, haciendo alusión a su propia altura. Changmin rió.
- ¡Pero creceré más! – rió y Junsu rió también, imaginándose a un Changmin gigante defendiéndolo de todos los males del mundo.

Abrió sus ojos de par en par y jadeó con fuerza. Ese recuerdo. Era Changmin. El del recuerdo era Changmin, y él. Ambos eran pequeños. No estaba dentro de ese internado. ¿Estaban juntos?

Se enderezó y otra imagen volvió a su mente.

Los dos corriendo hacia una casa, riendo. Pronto otra imagen apareció frente a él: ambos jugando en un baño con espuma, y una mujer entrando al baño, riendo y haciéndoles cosquillas.

- ¡Mamá! ¡Para, para!

Sus ojos comenzaron a derramar más lágrimas. Su pecho se encogió. Changmin ya no gritaba. Estaba muy débil para eso. Sólo se tensaba ante las descargas eléctricas y se dejaba caer cuando la mujer detenía las descargas.

- ¿Mamá? – susurró.

Tapó su boca. ¿Tenía una mamá?

Y entonces otro recuerdo llegó a su mente.

El sonido de una pelota de goma botando contra el suelo se oía. Se acercaba a un chico solitario que botaba la pelota.

- Hola… - susurró luego de dudar un momento. Habló bajito, apenas audible. Pensó que no lo oiría.

El chico se giró y lo miró. Tenía la pelota roja entre sus manos. La apretó suavemente.

- Hola – respondió levantándose del suelo. Era un poco más alto que él. Se veía tímido.

Se sentía nervioso. No solía hablar con muchos niños de su edad. Miró fijamente la pelota, jugando con sus dedos.

- Qué linda pelota… - susurró y el chico sonrió tímido, asintiendo.

- Lo es – se encogió de hombros - ¿Quieres… jugar conmigo?
- ¡¿En serio?! - respondió asombrado por aquel ofrecimiento. El chico asintió.
- Claro, de todos modos nadie juega conmigo...

Habían jugado y conversado y reído toda la tarde. Jamás en su vida se había divertido tanto. No se conocían, jamás se habían visto, pero por alguna razón que ninguno comprendía, sentían como si se conocieran de siempre. Automáticamente se había formado una conexión casi de fantasía. Y al final del día se hicieron la más bonita promesa que dos pequeños solitarios podían hacerse.

- ¿Quieres ser mi amigo? - le había dicho Junsu, tímido, y el rostro del chico se había iluminado por completo.
- ¡Sí! ¡Seremos amigos por siempre! - le ofreció su dedo meñique y Junsu lo entrelazó con el propio, sonriendo enormemente, sellando su promesa.

No sabía cómo reaccionar. Pronto su mente comenzó a bombardearlo con recuerdos que no sabía que existían. Changmin y él leyendo comics. Changmin y él jugando con globos llenos de agua en el jardín. Changmin y él comiendo pastel en sus fiestas de cumpleaños. Changmin y él "acampando" en el jardín, mirando las estrellas. Changmin y él robando galletas de la cocina. Changmin y él jugando en la nieve. Changmin y él... Siendo felices juntos...

Su corazón dolía tanto. Eran demasiados recuerdos. Tantas cosas hermosas... pero seguía sin entender lo más importante... Hasta que ese recuerdo apareció.

Era su cumpleaños. Estaba en el jardín. Una mujer le hablaba y le ofrecía llevarlo y darle la paz que no tenía. Recordó a su hermano. El día que había fallecido. La mujer lo sabía. Junsu lloraba por la culpa y esa mujer le había ofrecido algo que no le dio. Él era pequeño, inocente y débil... no sabía lo que hacía.

Y finalmente recordó todo. Todas esas veces que lo castigaron por razones que no comprendía. Aquella vez que lo descubrieron masturbándose y lo habían castigado. Todos los consejos del anciano. Cuando ese cura degenerado le había obligado a hacerle sexo oral, y cuando luego casi había abusado de él en el baño. Cómo el anciano lo había salvado. Cuando su compañero de cuarto se había suicidado frente a sus ojos.. y ese horrible y triste día en que había decidido olvidar todo su pasado... Para dejar de sufrir.

"Yo tengo una mamá. Tengo papá y tuve un hermano. Tuve unos simpáticos vecinos de apellido Shim. Y tuve... no. Tengo un mejor amigo llamado Shim Changmin, quien a pesar de los años jamás me olvidó, y ha soportado cada uno de estos sufrimientos sólo para hacerme recordar..."

Miró hacia adelante, viendo todo de distinta manera ahora. Había dejado de llorar. Su rostro se había relajado.

- Ya es suficiente... - susurró serio, siendo ignorado por el acólito que lo sujetaba.

Miró a su alrededor. Los alumnos mantenían las cabezas bajas. El acólito que lo sujetaba mantenía su vista al frente, igual que el resto de monjas y acólitos en la sala. Miró hacia atrás. Estaba el anciano de pie, mirándolo con dolor. Se veía cansado. Con la mirada le hizo un gesto, indicándole que mirara a su alrededor. Junsu obedeció, confundido. La sala era completamente de piedra gris, pero las paredes eran cubiertas por largos cortinajes rojos y tapices de diferentes colores, con bordados cristianos, con detalles dorados y plateados. La sala era iluminada por antorchas, velas y lámparas de aceite, en cada centímetro de la sala. Tuvo una idea.

Volvió a mirar al anciano. Este lo miró fijo y asintió.

"Al diablo todo esto. Dejaré de ser un imbécil por una vez en mi vida" pensó decidido. Hizo unos cuantos calculos mentales. La distancia a la antorcha más cercana, la distancia de las antorchas a los cortinajes, la distancia de los cortinajes a la monja, y por ende, a Changmin. No habría una segunda oportunidad. Debía hacerlo bien.

Le dio una última mirada al anciano, comprobando el plan. El anciano sonrió levemente y sacó la mano que, hasta ese momento, había mantenido en su bolsillo. Y Junsu sonrió, pensando que el anciano no podía ser más inteligente. Una pistola. El anciano movió los labios, haciendo una cuenta regresiva. Junsu lo miró fijo. Apretó sus puños.



Tres...



Dos...



Uno...



Un fuerte disparo se oyó en toda la sala, causando un grito colectivo. Junsu aprovechó el momento de pánico y le dio un fuerte codazo en el estómago al acólito que lo sujetaba. A toda velocidad corrió hacia una de las antorchas grandes, tomándola entre sus manos y arrojándola con fuerza hacia el tapiz más cercano.  Los alumnos comenzaron a correr hacia todos lados, empujándose entre ellos, impidiendo que las monjas se le acercaran (tal y como había planeado).

"Sólo tienes una oportunidad, Junsu"

Sin detenerse corrió con otra antorcha en la mano, y con fuerza golpeó varias lámparas de aceite. El aceite hirviendo saltó hasta los tapices y cortinas. El fuego comenzó a arder con intensidad, apoderándose de cada trozo de tela a su paso.

Junsu corrió entre los alumnos asustados, escabulléndose para no ser agarrado por las monjas desesperadas que intentaban calmar a la multitud.

Dividó a Changmin entre la gente, aún amarrado de los brazos. La directora no se alejaba de su lado, mirando con odio y rabia cómo toda a tranquilidad desaparecía, volviéndose el lugar un infierno en llamas. El calor comenzó a hacerse notar de inmediato.

Sin que la directora captara su presencia, Junsu se arrastró de rodillas hasta llegar a su lado. Changmin lo miró fijamente. Sus ojos se abriero de par en par. Junsu le hizo una señal con el dedo, indicándole que guardara silencio. Estiró su mano y de un golpe certero le quitó la cosa con la que le daba corriente a Changmin. Antes de que pudiera siquiera reaccionar Junsu presionó con fuerza la punta contra la pierna de la mujer, haciendo que soltara un grito y callera al suelo, contrayéndose por el dolor. Se acercó a Junsu y lo tomó del rostro con ambas manos, besando sus mejillas.

- Te voy a sacar de aquí - habló con rapidez - Vamos a irnos de este maldito lugar.

Changmin intentó hablarle, pero los recientes gritos y el dolor no se lo permitieron. Cansado asintió, dejándose caer una vez más. Junsu se levantó, intentando desamarrar la cuerda que lo mantenía colgado. Comenzó a desesperarse cuando notó que no podía. Buscó a su alredeor algo que le sirviera. En el bolsillo de la mujer vio la punta del cuchillo que usaba para marcarlos. Con rapidez se lo quitó y cortó la cuerda. Changmin cayó de rodillas, quejándose con fuerza por el dolor.

Junsu lo ayudó a levantarse. El lugar estaba en llamas casi por completo. Changmin enderezó un brazo, pero el otro le fue imposible. Su hombro estaba dislocado.

- ¿Estás bien? - le preguntó Junsu, limpiándole el sudor de la frente. Changmin asintió con dificultad.

Corrieron hacia el anciano que seguía en la puerta. Este tomó la mano de Junsu y le dio una llave - Apresúrate. Vete de aquí y avísales a la gente sobre todo lo que pasó - le habló al oído. Se quitó el abrigo y envolvió a Changmin con él. Este ni siquiera reaccionó. Se mantenía con los ojos cerrados, respirando con dificultad, apoyado sobre Junsu. Este miró al hombre con temor.

- Nos volveremos a ver, no te preocupes - le dijo - ¡Vete, vete!

- ¡Muchas gracias! - le agradeció y sin siquiera esperar comenzó a correr por los pasillos, cargando a Changmin con dificultad. Era mucho más alto que él. Era muy difícil llevarlo.

Tras un largo rato corriendo y escondiéndose de las monjas que corrían de aquí y allá, gritando "Fuego, fuego" con todas sus fuerzas, llegó hasta la puerta gigante de entrada. Por su mente pasó el recuerdo de ese día en que vio a la mujer discutiendo con una monja en la entrada. Se detuvo y su corazón también.

"Era la madre de Changmin" recordó el rostro de la mujer. Miró a Changmin a su lado. Este abrió sus ojos al fin. Junsu lo arrastró hasta esconderte detrás de unos arbustos.

- Changmin-ah... Changmin-ah... ¿Estás bien? ¿Me oyes? - le susurró preocupado, rodeando su rostro con sus manos, mirándolo fijamente. Changmin lo miró con los ojos medio abiertos, cansado. Su respiración comenzaba a normalizarse de a poco.
- S-Sí... Sí - respondió con voz rasposa. Junsu sonrió algo aliviado y sin esperar un segundo lo besó en los labios con suavidad. Changmin correspondió apenas el beso.
- Escúchame, Changmin - le susurró, intentando calmarse - Necesito que me pongas atención. Es lo último que debes hacer. Debemos correr a la puerta. Necesito que corras conmigo, como puedas. Debemos salir antes de que nos atrapen - le susurró, sujetando su rostro. Changmin lo miró, débil - ¿Entiendes? - Changmin asintió con suavidad.
- Espera, ah... Sólo un poco - suspiró enderezándose. Junsu obedeció y le dejó descansar un poco. Cuando Changmin estuvo listo, asintió, levantándose con la ayuda de Junsu.
- ¿Listo?
- ... Listo.

Junsu miró a su alrededor y salió de detrás de los arbustos. Justo en ese momento oyó un grito furioso. Era la directora.

- Mierda. Mierda, mierda... - susurró Junsu, sintiendo que el plan había sido arruinado. Los habían encontrado. La mujer corría hacia ellos furiosa, seguida de unos cuantos acólitos. Junsu se quedó de pie, mirando. Pensó por unos instantes en rendirse, pero entonces varias imágenes recorrieron su mente.

Su madre. Su padre. Su hermano gemelo. Sus compañeros de clase y las tardes en la casa vecina. Su infancia con Changmin. Su Changmin. No quería desperdiciar más su vida. No podía.

- Debo recuperar el tiempo perdido... - susurró, dejando caer una lágrima, y sin esperar más, apretó la mano de Changmin, indicándole que corriera.

En ese momento sintió como si el tiempo se detuviera. Ya no oía los gritos de la mujer. Ya no oía ni su propia respiración. Todo su ser estaba puesto en llegar a esa maldita puerta y abrirla. Huír de ese infierno y terminar de una vez por todas con ese sufrimiento. Apretó la llave entre sus dedos. Estiró el brazo, tocando al fin el frío acero de la reja gigante. Sonrió temeroso.

"Es tu última oportunidad..." pensó, y comenzando a llorar en desesperación, metió la llave de una sola vez, girándola, oyendo un fuerte click.

Brillo. Todo lo que vio en ese momento fue brillo. Una ráfaga de viento le dio de lleno en las mejillas y sus lágrimas cayeron, siento empujadas por la ventizca.

Sin siquiera notarlo había corrido una gran distancia. Changmin corría a su lado, sin decir absolutamente nada. Miró hacia atrás. No veía a nadie. Volvió la vista hacia adelante y comenzó a llorar, viendo a lo lejos a unas cuantas personas.

Gritó con todas sus fuerzas, pidiendo ayuda. No paraba de llorar. Changmin no pudo más y cayó de rodillas. Junsu cayó con él. Siguió gritando con todas sus fuerzas, rogando que le ayudaran. Rogando que lo sacaran de esa pesadilla. Sentía miedo. No quería volver ahí. No quería volver nunca más ahí. Las personas a lo lejos comenzaron a correr hacia ellos.

- ¡¿Están bien?! - podía oír las voces preocupadas acercarse. Siguió de rodillas, su respiración agitada y su corazón aliviado.

Pero el alivio desapareció cuando lo agarraron del brazo con fuerza.

Era la monja, la directora.

Gritó a todo pulmón al verla, comenzando a llorar aún más - ¡AYÚDENME, POR FAVOR! - gritaba intentando soltarse, abrazándose a Changmin. La gente llegó ante ellos y lo alejaron de la mujer.

Y cuando una mujer de exquisito olor lo abrazó con fuerza, acariciando su rostro, preguntándole si se encontraba bien, supo que todo había terminado, y tras las últimas lágrimas y un último suspiro... cayó desmayado, dejando todo el sufrimiento atrás.

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Despertó en una sala blanca que olía rico. Se sentía descansado, limpio. Abrió sus ojos y una linda chica con traje de enfermera le sonrió ampliamente, dándole los buenos días, para luego retirarse, seguramente para ir a buscar a un médico. Se estiró como un gato y miró a su lado algo inquieto, sintiendo un gran alivio cuando comprobó que Changmin se encontraba durmiendo en la cama junto a él.

Su brazo se encontraba vendado, al igual que todas sus heridas. Dormía plácidamente, con una expresión totalmente tranquila en su rostro. Sonrió al verlo así, tan tranquilo y relajado, luego de haber visto cómo lo torturaban frente a sus ojos.

- Changmin-ah... - susurró despacio, con intenciones de despertarlo. Sabía que lo ideal era dejarlo descansar, pero no podía esperar más. Y no quería que el corazón lastimado de Changmin siguiera esperando. Se enderezó en su propia cama y estiró su brazo, picando el hombro sano de Changmin - Changmin-ah~

El menor se removió en su cama, frunciendo el ceño. Se quejó levemente y abrió sus ojos, viéndose totalmente tierno. Abrió sus ojos y miró a Junsu, algo confundido.

- ¿Dónde estamos? - susurró, mirando a su alrededor, intentando asimilar todo lo que había pasado - Tuve un sueño extraño... - masajeó su sien con sus dedos - Soñé que... nos íbamos. Que dejábamos el internado.

Junsu rió suavecito, levantándose de la cama. Changmin lo miró confundido.

- No fue un sueño, idiota.

Changmin lo miró confundido y soltó un leve bostezo. Junsu se le acercó lentamente, con una sonrisa en sus labios. Una vez a su lado lo miró fijamente, apretando sus labios. Changmin preguntó - ¿Qué pasa?

Junsu lo abrazó suavemente, comenzando a llorar en silencio. Pero no era un llanto con dolor o con tristeza. No, era un llanto de felicidad. Changmin, asustado, le preguntó repetidas veces qué le pasaba. Junsu sólo susurraba "Al fin terminó", derramando lágrima tras lágrima, mojando la camiseta de Changmin.

Pasó largo rato antes de que Junsu se separara de Changmin. Cuando lo hizo le sonrió profundamente, y suspiró.

- Sólo... Quería pedirte perdón - susurró secando sus lágrimas, sonrojado. Changmin lo miró confundido.
- ¿Por qué?

Junsu rió entre sollozos, tapando su boca con su mano - Por... Por no volver ese día, hace tantos años. Ese 15 de diciembre.... - susurró. Su sonrisa se torció - No traje los juguetes como prometí - rió, y bajó la mirada, comenzando a llorar.

Changmin lo miró fijamente durante largos e infinitos segundos. Sus ojos estaban totalmente abiertos. Una mano temblorosa se posó sobre boca abierta, cubriéndola. Sus ojos se humedecieron por completo.

- Es... Es una broma ¿Cierto?

Junsu negó con la cabeza. Changmin jadeó con suavidad, y sin poder evitarlo, lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

- Sufrí mucho, Changmin... El miedo de que me olvidaras me llevó a esa decisión - habló entre sollozos - No sabes cuánto lo siento... De verdad. Perdóname, por favor - le rogó, llorando amargamente, escondiendo su rostro en el pecho del más alto.  Changmin rió, también llorando.
- Jamás... Jamás en mi vida podría olvidarte, Junsu - hizo que se moviera para mirarlo a los ojos - Oh Dios, no puedo creerlo... - rió y lo abrazó con fuerza con su brazo libre, escondiendo su rostro en el hombro del más bajo. Junsu envolvió el cuello de Changmin con sus brazos, sintiendo su corazón latir con más fuerza que nunca.

Y el tiempo se detuvo. Permanecieron abrazados, sintiendo la escencia del otro, disfrutando el saber que ya no eran más un par de desconocidos. No. Luego de tantos años, volvían a ser Changmin y Junsu, los amigos inseparables.

Una enorme sonrisa se dibujó en los labios de Junsu, y un suspiro llenó la habitación.

Y la puerta se abrió de pronto, haciendo que ambos rompieran el abrazo. Miraron hacia la puerta, encontrándose con un médico, quien era seguido por un hombre y una mujer. Los ojos de Junsu se abrieron de par en par al verlos, y automáticamente se puso de pie.

No podía equivocarse. Ellos eran...

- Mamá... Papá - susurró tapando su boca con sus manos. La mujer dejó escapar un sonido de angustia y soltó un fuerte grito, corriendo hacia Junsu, abrazándolo con fuerza. El hombre no se hizo esperar y se unió al abrazo, comenzando a llorar con fuerza.
- Mi bebé, oh, Junsu, mi bebé - repetía llorando la mujer, sin dejar de besar su rostro. El hombre no decía nada. Sólo lloraba con fuerza, apretando el cuerpo de Junsu.
- Lo siento tanto, mamá, papá - lloró Junsu con fuerza, sintiendo su corazón oprimido comenzar a relajarse - De verdad lo siento, perdónenme - se sintió como un niño pequeño otra vez, siendo acariciado por sus padres a quienes no veía hace tanto, tanto tiempo.

Desde la camilla Changmin miraba feliz, cubriendo avergonzado su rostro lleno de lágrimas. El sonido de tacones contra las baldosas le hizo levantar la vista, y una enorme sonrisa se dibujó en sus labios al ver a su madre sonriéndole con los ojos húmedos.

Sin decir más le dio un fuerte abrazo, cuidando no presionar su brazo lastimado. Changmin suspiró, sintiendo el aroma de su madre llenar sus sentidos.

- Lo hice, mamá... - susurró Changmin, dejándose hacer por las caricias de su madre - Logre traerlo de vuelta...

- Eres el muchacho más valiente, Changminnie - le besó la frente repetidas veces, secándole las lágrimas con un pañuelo - Estoy tan orgullosa de ti.

Finalmente había terminado todo. Si bien había terminado con unas cuantas heridas, era lo de menos, pues había logrado completar su objetivo. Junsu estaba de vuelta. Sus padres al fin volvían a sonreír tras años de dolor. Su madre volvía a sonreír al ver a Changmin contento una vez más. Y Changmin... Changmin al fin podía sentirse vivo, vivo y completo, porque había recuperado la parte de su ser que le faltaba.

- Al fin acabó todo... - sonrió y cerró sus ojos.

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Miró las paredes de su habitación tras meses sin estar ahí. Todo estaba igual a como lo había dejado. Los cuadernos, la computadora, los papeles en el papelero. Se sentó en su cama, apretando con sus manos el abrigo que el anciano le había dado para cubrirse. Suspiró triste, preocupado, sin saber qué sería de él. Al apretarlo una vez más, oyó un sonido, como de papel arrugándose. Curioso, metió la mano al bolsillo en donde se sentía algo. Efectivamente era un papel, doblado unas cuantas veces. El bichito de la curiosidad le picó aún más fuerte, y sin esperar un segundo más, desdobló el papel, comenzando a leerlo.

Joven Changmin, si estás leyendo esto, pues lógicamente encontraste la carta en el bolsillo de mi abrigo.

(Changmin rió al leer esto)

Durante toda mi vida intenté ser bueno. Y más aún en el internado, claro. Jamás golpeé a un niño ni mucho menos lo humillé ni le hice sentir inferior. Pero no me enorgullezco tampoco por mis actos, pues toda mi vida fui cómplice del sufrimiento que cada uno de estos niños vivía.

Probablemente, te preguntarás... ¿Por qué Junsu? ¿Por qué tenía que ser él quien se lo llevara?

Efectivamente, esta carta es para eso, para explicártelo....

La directora conoció a los padres de Junsu cuando era joven. Aún no se casaban, y ni siquiera pensaban en tener hijos. La directora, como ustedes la conocen, en su tiempo fue alegre y tranquila, una mujer feliz que compartía una gran amistad con los padres de Junsu. Pero claro, había un problema: estaba enamorada del padre de Junsu.

Quizás no suena tan dramático al leerlo de esa forma, pero para ella claro que lo fue al enterarse de la boda años después, cuando ya no se hablaban. Ella jamás consideró a la madre de Junsu lo suficientemente buena para tener los hijos de su esposo. Y creyó comprobarlo cuando se enteró de la muerte de Juhno, el hermano de Junsu.

La directora estaba cegada por el enojo, asegurando que ese matrimonio no sería capaz de cuidar bien a Junsu, habiendo perdido ya a uno de sus hijos por un descuido. Claro que no fue su culpa, pero ella no lo entendió así. Es por eso que se llevó a Junsu lejos de ellos, para quedárselo y cuidarlo bajo el nombre de Dios.

Me avergüenza saber que supe de eso tantos años y callé. Pero soy un hombre viejo, y aunque no es excusa, me sentí atemorizado por las amenazas de la directora.

Es por eso que quiero disculparme con ambos. Contigo por hacerte sufrir tantos años. Con Junsu por permitir que todo esto pasara. Con sus familias, porque un gran vacío debió quedar en sus corazones todos estos años.

Pero ahora estoy feliz, porque todo volvió a cómo debía ser.

Me queda una cosa más para decirles...

No volveremos a vernos, Changminnie. Estuve muy enfermo durante muchos años, pero no dije nada. No te dije nada, para no preocuparte.

Es irónico, pequeño. Hace unos años me diagnosticaron cáncer. Es irónico, sabiendo que aquella enfermedad fue la que alejó a mi esposa de mi vida. Pero estoy feliz, porque la misma enfermedad que se llevó su vida, será la que me reuna con ella una vez más, en el reino de Dios.

No te sientas triste por mí, Changmin. No queda nada por hacer. Sólo me quedan unos cuantos días más, pues poco a poco me voy desvaneciendo. Pero el saber que logré regresarles la vida que les fue arrebatada a ustedes me hace sentir perdonado con Dios.

Así que sean felices. Por mí. Sólo eso les pido.

Me dieron días de felicidad en la oscuridad de ese internado. Y ahora, satisfecho con lo que logré, estoy listo para descansar... y reencontrarme con mi mujer, que me espera allá arriba.

Los quiero mucho, pequeños. Mis nietos platónicos, pues jamás pude tener hijos.

Muchas gracias por todo. Sean felices, y que Dios los bendiga por siempre.

Una lágrima cayó sobre el papel arrugado de la carta, haciendo que la tinta se corriera levemente. El anciano se iría. Y Changmin lo sabía. Secó sus mejillas y suspiró pesadamente, sonriendo al instante, pues el anciano estaba feliz por eso.

- Conque te reencontrarás con tu esposa... - susurró, levantándose y mirando por la ventana - Parece que hubieron algunas cosas que no nos contamos... - suspiró y  volvió a doblar la carta, para guardarla una vez más en el bolsillo del abrigo. Abrió su armario y lo colgó en él, sonriendo.

Y una vez más se asomó a la ventana, mirando a la casa de al lado, contento. Las cortinas de la ventana del frente se movieron, y un rostro angelical se asomó por la ventana abierta.

- Estoy un poco aburrido aquí ¿Sabes? - le habló desde la otra ventana, sonriente. Changmin rió.
- ¿Quieres que vaya? - sugirió y Junsu asintió, eufórico.
- ¡Claro!

Changmin sonrió y le hizo un gesto, indicándole que esperara. Corrió escaleras abajo directo a la cocina, donde su madre se encontraba cocinando algo rico.

- Voy donde Junsu - le dijo con rapidez, depositando un beso en su mejilla rápidamente - ¡Vuelvo en seguida! - gritó desde la puerta, y la mujer sonrió, contenta, por haber recuperado a su hijo al fin.

Y Changmin sintió el sol brillando con fuerza una vez más, como no lo sentía hace años. Suspiró, sintiéndose vivo luego de tanto tiempo, y corrió a la casa de Junsu, para reencontrarse con él como en los viejos tiempos.

Al parecer Dios no era tan malo como creía.

1 Comentarios:

  1. Anónimo7/08/2013

    Ah no puedo evitar llorar tanto,,,,,,,,,,,,, q feo ese lugar muy triste como paso todo pero al fin fue lo mejor al fin todo acabo al fin llego la paz buuu el cura q pena

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