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Arualthings

Amistad Olvidada, Santo Pecado - Cap. 4

Últimamente había estado pensando en muchas cosas. Cosas que antes tanto adoraba, y que eventualmente había dejado totalmente de lado. Gente, gente que se preocupaba por él y que él les daba la espalda… Como su madre, sus hermanas… Las quería tanto pero las había dejado de lado. Y ahora que no estaba con ellas como todos los días se daba cuenta de que las necesitaba, de que las extrañaba y de que  No sabía por qué había comenzado a pensar en todo aquello tan de la nada, pero desde hacía unos días no podía dejar de quitarse a su madre de la cabeza.

- No sé por qué… Me he sentido extraño estos días… - le dijo en voz baja al hombre tras la rejilla de madera – Siento que me faltan cosas, y que estoy descubriendo algunas nuevas que no me agradan del todo.
- Debe ser el cambio, nada más que eso – contestó ameno – Recuerda, llevas casi un mes aquí, nada más… El resto de los chicos han estado desde pequeños aquí.
- Es cierto…

Y una mañana común, al ver el calendario que colgaba de la pared, se había dado cuenta de que el mes que le había pedido a su madre ya estaba por terminar, sólo 2 días faltaban, y su madre era una mujer de palabra y cumplía todo muy puntualmente. Eso no era nada bueno. En parte, lo único que quería hacer era irse de ahí y no ver jamás el rostro de la monja que le gritaba siempre a la hora del almuerzo, ni a la que lo regañaba porque le daba sueño estar en la misa, pero otro lado… Todavía no lograba avances con Junsu, aún no lograba hacerle recordar su pasado… Sea lo que sea que le hayan hecho, debía arreglarlo.

El problema ahora era… ¿Cómo le diría a su madre que necesitaba un poco más de tiempo en ese antro de locos fanáticos religiosos? No tenía su teléfono celular, se lo habían quitado apenas llegó, y desde el comienzo de su estadía en ese lugar no había visto nunca un teléfono.

- Sólo hay un teléfono en todo el lugar – le había dicho Junsu, cerrando su libro – está en la oficina de la directora, pero jamás podrías entrar ahí, está prohibido.
- Entiendo… - se levantó rápidamente – debo hacer algo, ya vuelvo.
- ¿Qué llamada tan… importante debes hacer? – preguntó tímido, antes de que Changmin terminara de salir por la puerta.
- No puedo decírtelo ahora… debo terminar lo que empecé.

No recordaba exactamente el lugar en donde se encontraba la oficina de la directora, mucho menos qué pasillos debía tomar. El maldito internado era enorme, lleno de pasillos que se cruzaban unos con otros. Recordaba haber visto la película Harry potter, el lugar debía ser como esas escaleras que se cambiaban de sitio a cada momento, porque realmente nunca encontraba los caminos a cada sala… Y aquello era una razón más por la cual llegaba atrasado a las misas (además de que nunca quería ir).

Y milagrosamente (sólo por decir, los milagros no existían) llegó a la tan buscada puerta, aquella enorme que tenía un color feo y una enorme cruz de oro colgada. ¿Debería golpear? Claro que no, si lo descubrían ahí lo matarían.

Miró a su lado, buscando algo donde esconderse, sólo encontró una enorme maseta con una planta con muchas hojas, si se agachaba tras ella podría esconderse y esperar a que la directora saliera, para poder ir en busca del teléfono y poder llamar a su madre… que siendo sincero, realmente la extrañaba y necesitaba oír su voz.

Se quedó esperando y esperando largo rato, y sin darse cuenta las horas pasaron… comenzaba a tener frío, sentía sus piernas dormidas y los ojos somnolientos, así que no fue extraño que al cabo de unos instantes terminó quedándose medio dormido, mientras esperaba… pero un fuerte tirón en el brazo lo sacó de su sueño, levantándolo a la fuerza.

- ¡¿Se puede saber por qué está en este horario rondando por los pasillos?!
- ¿Eh? – respondió algo atontado, aún con los efectos del sueño.
- No son horas para que los internados deambulen por los pasillos, ¡Vuelva a su habitación ahora!
- Perdón… - susurró y comenzó a caminar luego del impulso que le dio el empujón de la mujer, indicándole que se apurara.

Corrió a su habitación, lamentándose por no haber podido llevar a cabo su plan. Ahora el tiempo que le restaba disminuía, sólo un día quedaba para poder llamar a su madre y pedirle más tiempo… Sólo un día, el cual decidiría si seguiría con Junsu o si debería irse y recurrir a policía para poder sacarlo de ahí…

Pero ahora que lo pensaba… ¿De qué serviría decirle a su madre que lo había encontrado? ¿Decirle a la policía que lo tenían “raptado”, por decirlo así? Si Junsu no lo recordaba, de seguro tampoco recordaría a su familia… No recordaría que tuvo una familia que lo quiso, que tuvo un hermano a quién perdió años antes de su desaparición, que iba a la escuela y tenía amigos, que adoraba jugar fútbol los sábados por la tarde…

Si no recordaba todo eso, entonces… todo sería en vano. Creería que todos estaban locos, les aseguraría que siempre ha vivido en el internado y que no conocía a ninguno de las personas que decían conocerlo desde pequeño.

No serviría, así que debía actuar rápido…

Esa noche nuevamente tuvo un desagradable sueño… Esos desagradables sueños en que él y Junsu eran partícipes de explícitas situaciones, totalmente eróticas, las cuales nunca podía acabar… Ya que siempre despertaba cuando estaba por comenzar lo mejor, quedando totalmente decepcionado, avergonzado y con una mancha enorme en sus pantalones…

Era desagradable, porque cada vez se hacían más frecuentes esos sueños, cada vez se hacían más presentes en su mente… y no sólo de noche, no, ahora también tenía fantasías durante el día… mientras estaban en la iglesia, mientras comían, mientras rezaban… A cada momento sentía la necesidad de tocarlo y hacerlo suyo, de poseer su cuerpo desnudo. De tocar y ser tocado…

- ¡SHIM CHANGMIN! – gritó la mujer frente a él, notablemente furiosa, haciendo que Changmin saliera de sus pensamientos impuros.
- ¿S-Si?
- ¡Tercera vez que le hablo, debe continuar!
- ¿Continuar? ¿Continuar qué?
- ¡Qué falta de respeto! Debe continuar el rosario… - le entregaron un collar de perlitas rojas con una cruz. Todos lo quedaron mirando, el silencio envolvió la sala. ¿Qué mierda debía decir? ¿Qué mierda debía continuar?
- No sé qué sigue… - respondió bajito, y tal como se lo esperaba una fuerte cachetada le giró el rostro en un abrir y cerrar de ojos.

Se quedó en silencio, aguantando el dolor que ese golpe le causó, y aguantando la vergüenza de ser golpeado nuevamente frente a todos.

- No repetiré otra vez. Debe seguir.
- N-No la sé… - volvió a repetir y volvió a recibir una cachetada.

Odiaba esto. Nunca en su vida había recitado una oración, y tenía muy mala memoria con cosas que le desagradaran. ¡Jamás podría aprenderse tantas oraciones!

La mujer volvió a insistir en que la dijera, pero Changmin simplemente se quedó callado y bajó la cabeza. Cuando la mujer iba a darle una tercera cachetada alguien le quitó el rosario de entre las manos y una voz comenzó a recitar lo que seguía, evitando que lo golpeara. Al mirar notó que el que lo había “salvado”, por decirlo así, era ni más ni Menos que Junsu.

La mujer le dio una última mirada y volvió a su lugar. Todos dejaron por fin de mirar a Changmin y siguieron como hacía un momento.

Cuando por fin pudo salir de ahí caminó por los pasillos pensando en un plan. Ese era el último día que le quedaba, debía llamar a su madre. Pero realmente no sabía cómo. Definitivamente no podía ir a pedirle el teléfono a la directora, de seguro le gritaría y lo echaría al instante.

Entonces chocó con alguien, y lo primero que hizo fue agachar la cabeza y cerrar los ojos, resignándose a recibir un golpe o un fuerte regaño. Pero no recibió nada, y cuando miró notó que el hombre con quien había chocado era un ancianito que creía nunca haber visto.

- Oh, perdón… - se disculpó al verlo tan tranquilo.
- Despreocúpate, jovencito – sonrió. Esa voz… Le parecía familiar. La había escuchado varias veces… Le había dicho cosas importantes. ¡Oh, ya recordaba!
- ¡Usted es…! – dijo asombrado.
- ¿Sí? – sonrió más.
- ¡El hombre del confesionario! – dijo al fin, y el anciano comenzó a reír.
- Es raro encontrarnos aquí… ¿Qué te trae por estos pasillos?
- Pensaba… - bajó la mirada – necesito… - se quedó callado.
- ¿Necesitas? – preguntó el hombre.
- Necesito hacer una llamada, urgente… pero jamás me prestarían el teléfono, y debo hacerla hoy y…
- Puedo ayudarte con eso.
- ¿En serio? – dijo asombrado, porque no se esperaba esa respuesta y porque jamás se hubiera esperado que una persona de ese lugar se ofreciera a ayudarlo.
- Claro, puedo entrar a la oficina cuando quiera. Puedo llevarte allá diciendo que debo hablar contigo en privado, y podrás usar el teléfono.
- ¿En serio haría eso por mí? ¿En serio, en serio de verdad? – dijo totalmente emocionado, y el hombre asintió.

Comenzaron entonces a caminar en dirección a la Oficina. Una vez ahí el anciano golpeó la puerta tres veces y la abrió, diciéndole a la mujer que se encontraba leyendo que necesitaba hablar a solas con el muchacho.

Cuando estuvieron adentro el anciano le dijo que no demorara demasiado, pues podían descubrirlos. Llamó a su casa y al escuchar la voz de su madre, se sintió solo… Sintió que la extrañaba demasiado y que quería abrazarla…

- Sólo un mes más, ¿Si? Es lo único que te pido… - le dijo tranquilo, jugando con el cable del teléfono.
- Está bien, hijo… Si así lo quieres. – habló la mujer al otro lado de la línea.
- Debo colgar – habló Changmin, tragando saliva – Te… te amo mamá – dijo al fin, y sintió una paz increíble envolver su corazón. La mujer hizo un sonido extraño al otro lado de la línea.
- Yo también hijo… yo también, no sabes cuánto.
- Adiós – colgó el teléfono y se quedó callado un rato, con la mirada perdida. Pronto salió de su trance y miró al anciano, sonriéndole enormemente – De verdad gracias…
- No hay de qué, ahora vete rápido, antes de que llegue la directora.
- Muchas gracias – caminó hacia la puerta, pero se devolvió y le dio un fuerte abrazo al anciano. Este comenzó a reír y le acarició la espalda.
- Ve…

Changmin se alejó y luego de darle una última sonrisa salió de la oficina y corrió a su habitación

--


La semana pasó, sin ninguna señal que le indicara que Junsu lo recordaba, pero a pesar de todo se sentía más tranquilo. Al saber que tendría más tiempo… pero diablos, era tan difícil… Era tan doloroso sentir que cuando estaba junto a él estaba junto a un extraño. Que ya no era el mismo chico feliz y risueño que recordaba… le dolía, quería a su amigo de vuelta, quería a Junsu de vuelta…

Lo necesitaba tanto…

Como deseaba poder retroceder el tiempo y volver a esos años, esos tiempos hermosos en que era tan feliz… Cuando tenía a su mejor amigo, cuando tenía a la persona más importante para él… Cuando la relación con su madre y sus hermanas era tan buena… ¿Podría volver a ser así? ¿Podría volver atrás, y arreglar todos sus errores? Cómo lo deseaba, cómo… cómo lo anhelaba, pero no podía volver atrás, evitar que eso pasara, que Junsu saliera solo… Evitar que pasara lo que ocurrió mientras él esperaba.

“Si tan solo hubiera ido con él… Quizás nada de esto habría pasado”

Solía lamentarse mucho. Toda su vida, desde aquel día, se había echado la culpa de todo. Su madre le repetía miles de veces “No es tu culpa, no te lastimes así”. Pero por más que se lo dijera, ¡Mierda, realmente no podía no echarse la culpa! Sentía que todo había sido por su culpa. No le costaba nada ir con él y acompañarlo. No le hubiera costado nada ir a buscarlo en seguida cuando sintió que demoraba mucho.

- No soporto esto… Ya no sé qué hacer – le solía decir al anciano – duele tanto… Duele saber que alguien a quien amaste tanto no siente ningún cariño por ti. Que no eres más que un “alguien más” para él… - bajó la mirada – sé que siempre lo digo, que siempre lo repito, pero…
- Lo sé – lo interrumpió – Lo sé y lo entiendo. Pero algo debió haber pasado para que eso ocurriera, y así como ese cariño que alguna vez existió por algún motivo desapareció, puede volver a aparecer en cualquier momento – le habló con su voz rasposa y cansada – Quizás ese sentimiento aún sigue ahí, escondido, temiendo salir. Quizás algo lo atemoriza, quizás algún trauma, y sólo tú puedes darle la confianza y alentarlo para dejar que ese sentimiento florezca. Que ese sentimiento vuelva a nacer.

Changmin sonrió enormemente, sintiendo unas enormes ganas de llorar, y de ser abrazado por ese anciano tan sabio a quien estimaba mucho, demasiado…

- De verdad gracias… No sé qué haría sin usted – le dijo bajito – Ahora creo que será mejor irme y dejar que otras personas le cuenten lo pecadores que se sienten por rezar una vez menos o porque se imaginaron a una monja en poca ropa – rió y el anciano lo imitó.
- Ve, pequeño… Sé valiente, como lo has sido siempre, y sólo confía en ti – tosió un poco y aclaró su garganta. Se le escuchaba un poco enfermo – Pero no te apresures, y no hagas algo tonto.

Changmin se levantó lentamente, con el alma tranquila y el corazón liviano, salió de la capilla y se dirigió a su habitación. En ella se tiró sobre la cama, y luego de ponerse los audífonos el mundo desapareció para él, dando paso nuevamente a su pasado, a sus recuerdos más añorados…

Jugaba con su pelota. Los otros niños corrían y jugaban a la distancia, pero él estaba solo… Solo como cada día desde que tenía memoria.

Jamás hacía amigos, nunca lo lograba… Por lo que siempre se sentía solo. Jugaba con su pequeña pelota roja, le daba botes contra el suelo, la volvía a tomar con sus pequeñas manos, una y otra vez… una y otra vez…

- Hola…

Se giró lentamente para mirar al “alguien” que le había saludado. Era un chico, más bajito que él. Se le notaba tímido.

- Hola – le respondió levantándose del suelo, parándose derecho frente a él, con la pelota entre sus manos.

Se quedaron callados un rato, mirándose fijamente, de manera inocente. El chico bajito comenzó a mirar fijamente la pelota roja, jugando tímidamente con sus dedos.

- Qué linda pelota… - dijo bajito. Changmin la miró y sonrió.
- Lo es – asintió y se quedó callado nuevamente. Luego agregó - ¿Quieres… jugar conmigo?
- ¡¿En serio?! – dijo totalmente ilusionado el chico.
- Sí, nunca nadie juega conmigo, y jugar solo es un poco aburrido.
- ¡Sí, sí quiero! – sonrió enormemente.

Había sido una tarde maravillosa. No recordaba haber reído tanto con alguien. Corrieron tras la pelota como si no hubiera un mañana, tirándose la pelota roja. Pateándola y gritando. Reían. Reían felices, hasta que el sol se puso y el cansancio no les permitió nada más.

- Nadie nunca juega conmigo, porque dicen que soy raro – dijo el chico bajito, cortando algo de césped con sus manos.
- A mí no me pareces raro – sonrió Changmin, mirando su pelota roja.
- Dicen que soy demasiado chillón cuando grito, y sólo me molestan. ¡A mí no me parece gracioso! – infló sus mejillas, haciendo un puchero.
- Los demás niños se burlan de… bueno, se ríen de mis orejas – dijo Changmin sonrojado, agachando la mirada y tapándolas con sus manos.
- A mí no me parecen graciosas. Además eres muy simpático.
- ¿Tú crees? – se sonrojó – Gracias, tú también me agradas – sonrió enormemente – Ah, me llamo Changmin.
- Yo soy Junsu – le respondió - ¿Quieres… que seamos amigos?
- ¡Sí! – sonrió enormemente, sus ojos brillaban. – ¡Seremos amigos por siempre!
- Para siempre, es una promesa – levantó su dedo meñique frente a él. Changmin hizo lo mismo.
- ¡Una promesa! ¡Los mejores amigos! – cruzaron sus dedos sellando su promesa, sellando su palabra.

Sellando lo que serían seis años, seis hermosos años de bella amistad… hasta ese día…

Se enderezó sentándose en la cama, quitando los audífonos de sus oídos y tapando su rostro con ambas manos. Las lágrimas nuevamente se habían apoderado de él, como cada vez que soñaba con él.

Ya era de noche, y al mirar a su lado notó que Junsu estaba sentado en su cama, mirándolo extraño, como con tristeza.

- Siempre sueñas con alguien… - le dijo, Changmin no dijo nada - ¿Es alguien a quien extrañas mucho? – le preguntó suavemente, haciendo que más lágrimas brotaran de sus ojos.
- Demasiado… - dibujó una sonrisa dolorosa en su rostro, la cual se torció, dando paso a más lágrimas - …Demasiado – llevó sus manos a su rostro nuevamente, sintiendo ese amargo sabor en su garganta y ese nudo en su pecho.

Los sollozos se apoderaron de él, el dolor comenzó a envolverlo una vez más. Le dolía tanto que él, que él le preguntara esas cosas, siendo él mismo quien lo tenía así… mierda, deseaba tanto volver a como todo era antes, los recuerdos y las nuevas cosas, los nuevos sentimientos que Junsu le estaba haciendo sentir lo superaban, era demasiado para su corazón.

Y todo se salió de su control cuando esos brazos cálidos lo rodearon, cuando ese cuerpo cálido se apegó al suyo, cuando esa suave mano acarició su rostro para consolarlo.

- Tranquilo… - le susurró, y no pudo seguir aguantando.
- Por qué me haces esto, dime… por qué – le dijo sintiéndose totalmente desesperado, correspondiendo con fuerza el abrazo.
- ¿De qué hablas? – respondió confundido.
- ¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿Cómo pudiste olvidar todo tan fácilmente? – se aferró a su espalda. La suya propia temblaba a causa de los fuertes sollozos. Realmente había soportado mucho, pero ya no podía más…
- Changmin… - susurró – No sé de qué…
- No lo entiendo… - alejó su rostro de su hombro, mirándolo a los ojos – Hicimos una promesa… ¿Cómo pudiste olvidarlo todo? Cómo fuiste capaz… Desapareciste todos estos años, sin dejar rastro, ¡Sufrí tanto! Y cuando te volví a ver… fui tan feliz, ¡Pero no me recuerdas! – las lágrimas cayeron en mayor cantidad.
- Yo… Yo no…

Y todo se quedó en silencio de un momento para otro. No lo había dejado hablar, no lo había dejado continuar. Había hecho lo que jamás había imaginado que sería capaz de hacer, pero que en el fondo de su ser, deseaba completamente.

Lo había besado…. Lo había BESADO.

- C-Changmin… Q-Qué… Qué… - balbuceó Junsu tras separarse de sus labios. Su rostro estaba completamente rojo, y sus ojos reflejaban miedo.
- Lo siento, lo siento tanto… Yo… - lo quedó mirando fijamente, y sin poder controlarse volvió a besarlo, aprisionando sus caderas con sus brazos, sintiendo su cuerpo tensarse con el contacto.

No sabía qué estaba haciendo, pero lo mejor era detenerlo ahora… Debía parar, debía parar.

Mierda…

- Changmin… - susurró entre sus labios cuando el aire se le acababa.
- Lo siento – volvió a besarlo con fuerza – Lo siento tanto… - lo besó nuevamente, repetidas veces. No podía parar, no podía… y siguió, hasta que Junsu cedió, dándole paso total a su boca, a su lengua, a su calor…

Al placer…

Cielos, ¿Existiría de verdad el paraíso? Porque de ser así, estaba viviéndolo en ese mismo instante. ¡Esa boca era la gloria!

Todo fue confuso, de un momento a otro (no podía asegurar cuándo), Junsu se había sentado en sus piernas, dejando las suyas a cada lado de sus caderas, dejándose besar por un, ahora, hambriento Changmin…

Esto se estaba poniendo peligroso, demasiado peligroso.

De pronto Junsu gimió… Y ese gemido fue suficiente para liberar todo el hambre sexual de Changmin, toda su libido… y cielos, también fue el causante de la enorme ola de calor que se desató a través de su cuerpo, llegando finalmente a su entrepierna, la cual poco a poco comenzaba a despertar.

- N-no… – se quejó despacito entre sus labios, pero este no le hacía caso. Una de sus manos acariciaba su nuca, jugando con sus cabellos finos, mientras que la otra se internaba en zona prohibida. Zona santa… bajo su camiseta, tocando su piel pura. - ¡Ah!
- Lo siento tanto… - seguía disculpándose con el otro, besando sin piedad sus ya sonrojados e hinchados labios - … no puedo… no puedo soportarlo…

Dejó sus abusados labios para dirigirse a su cuello suave, besándolo y chupándolo, y su mano, aquella traviesa que tocaba su espalda con parsimonia, comenzaba a descender suavemente hasta posarse en su trasero, haciéndole dar un salto de impresión… Y viajó por sus caderas, hasta posarse en cierta parte de su anatomía, la cual en su actual estado era definitivamente imposible disimular… Y cuando se le ocurrió mover su mano, cuando se le ocurrió frotar… Un fuerte, fuerte gemido de parte de Junsu resonó en la habitación, y en seguida este lo empujó con fuerza cayendo él mismo al suelo…

- ¡N-NO! – le gritó completamente rojo, y sus ojos completamente abiertos. Entonces se miró su propia entrepierna (realmente despierta… y cielos, realmente notoria) y se sonrojó más aún, tapándose como pudo – no, no… Esto no es bueno, Dios mío jamás debí hacer esto – se levantó totalmente agitado.
- Espera, Junsu… - Changmin se levantó y lo tomó del brazo, también agitado, por haber sido interrumpido en aquel momento tan… delicioso.
- No… - intentó alejarse pero Changmin volvió a besarlo con fuerza. Junsu se alejó y le dio una bofetada suave para alejarlo. Este lo miró totalmente sorprendido. – Esto es horrible. Dios santo soy un pecador, un horrible pecador – dijo con los ojos húmedos y la voz desesperada, tapándose la boca con una mano y la entrepierna con la otra.

Retrocedió con lentitud hasta llegar a la puerta, y al chocar de espaldas con ella se giró rápidamente y Salió de la habitación, dejando a Changmin con ese enorme problema entre piernas.

Changmin quedó parado en medio de la habitación, totalmente sonrojado, avergonzado, y lo peor… excitado. Miró hacia su zona baja y ahí yacía orgulloso su caliente y duro problema, pidiendo que lo solucionara.

Junsu lo había dejado solo, y justo cuando creyó que…

“Por la grandísima, ¡grandísima mierda!” gritó pateando el borde de su cama y se tiró sobre ella, sintiendo aún el cuerpo tibio de Junsu apegado al suyo. Su calor y su aroma…

Oh, ¿Había sido Changmin el que había logrado dejar a Junsu en ese estado? Sí, había sido él… aquello se sentía bien, pero no se sentía bien ser ahora él quien había quedado sin poder atenderse ni poder terminar lo que había empezado.

Ah, Como fuese… ahora debía pensar en cómo solucionar su “problema”

Todo esto definitivamente estaba yendo de mal en peor…

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