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Amistad Olvidada, Santo Pecado - Cap. 5

Ya no le hablaba. No lo miraba, no le dirigía la palabra. Junsu definitivamente le había aplicado "la ley del hielo" desde ese día. Desde ese encuentro íntimo. Cielos, sí que había sido un idiota. ¿Cómo diablos se le había pasado por la mente llegar a eso? Se sentía horrible, se sentía tan sucio...

"Vine para recuperar a mi amigo... y terminé enamorándome de él"

Su pecho dolía de una manera que no creía ser capaz de soportar, aunque cielos, sabía que no se comparaba ni un poco al dolor físico causado por las monjas al marcarlo... y a pesar de eso, a pesar de que la herida que lo estaba lastimando no era superficial, estaba sintiendo que moría.

- Necesito hablar con el anciano... - se repetía algo nervioso, ansioso.

Junsu casi nunca estaba en la habitación entonces. Se la pasaba en la capilla orando más de lo normal, en el  comedor ni siquiera se encontraban porque al parecer se escondía de Changmin. Y las pocas, poquísimas veces que habían cruzado miradas durante las oraciones, lo único que notaba era cómo el nerviosismo de Junsu crecía, y entonces se equivocaba en la oración o tiraba algo que traía en las manos.

Definitivamente se le había salido todo de las manos.

Al preciso momento en que terminaron las oraciones y la monja que los acompañaba dio la orden de marcharse a sus cuartos, Changmin corrió hacia el confesionario, sintiendo la necesidad de contarle absolutamente todo (bueno, quizás no todo, habría que omitir algunos detalles que no serían de total importancia en la situación), de desahogarse como había aprendido a hacerlo, a no guardar todas sus penas, dudas y problemas para él solo.

Adoraba a ese anciano. Era sin duda una de las mejores personas que había conocido, y quién sabe, quizás que conocería en toda su vida. Jamás alguien lo había entendido de esa manera, jamás nadie se había ofrecido a pasar horas enteras escuchando sus problemas, sin quejarse, sólo para darle consejos y ayudarlo en todo lo que pudiera.

Pero una punzada en el pecho le dijo que algo había cambiado. Que algo no iba bien. Como fuera, ya había entrado al lugar y no había nada raro, debía ser su imaginación.

Tuvo que esperar un largo rato ya que habían varios chicos más haciendo fila. Y cuando ya estaba a punto de morir de aburrimiento notó que el último chico había terminado, y ¡Oh, sorpresa! Era ni más ni menos que Junsu, el cual notó la presencia de Changmin y, cuando cruzaron sus miradas, las alejaron al instante, ambos sintiendo un calor intenso envolverlos.

Entonces se levantó y caminó hasta llegar junto al anciano, se acomodó y suspiró pesadamente.

- A veces creo que lo molesto demasiado con mis idioteces, ¿No lo cree? - le preguntó, y el anciano rió suavemente, haciendo luego un sonido extraño.
- Si fuera así pequeño, ya me habría retirado hace mucho. ¿No crees?
- Buen punto. - Sonrió -En fin... yo le tengo ya mucha confianza, y sé que usted es la única persona en la que puedo confiar, sin temer que al contarle algo usted me delate.
- Eso me alegra bastante...
- Hice algo horrible - lo interrumpió - Bueno, no sé si horrible... ya que en el fondo no me arrepiento, pero usted sabe, soy un chico y tengo necesidades...
- Entiendo...
- ...y besé a alguien, pero ahora ese alguien me odia y no me quiere ni ver. Tengo tanto miedo, porque no he logrado mi objetivo... Siento que lo estoy alejando.
- Él también está asustado, pero no creo que te odie. Sus ojos no me dijeron eso...

"¿Eh? ¿Sus ojos? O sea que... ¿Sabe quién es?" se preguntó mentalmente, sonrojándose completamente.

- Usted sabe quién...
- Lo sé. Y sé que te has esforzado mucho, eres alguien muy especial, así que no tengas miedo... - se quedó en silencio. Changmin miró extrañado.
- ¿Usted cree? - Preguntó sonriendo, pero no  recibió respuesta - ¿Está bien?

El hombre comenzó a toser de pronto, se oía bastante mal. Volvió a preguntarle si se encontraba bien, pero no reaccionaba. Se levantó desesperado y abrió la puerta del confesionario, encontrándose con el anciano quién tosía horriblemente. Se desesperó. Gritó para que alguien viniera, mientras sacaba al hombre de ese enorme cuadrado de madera.

- ¿A qué se debe este escándalo? - habló la anciana monja que apareció corriendo por una puerta, totalmente molesta.
- Está mal, comenzó a toser de pronto, no sé qué le pasa... - dijo desesperado, sintiéndose completamente asustado. El hombre había dejado de toser tan fuerte, pero le costaba respirar y se veía pálido. Unos sacerdotes llegaron y se llevaron al hombre. La mujer le dio una mirada fría.
- Jamás debes faltarle el respeto al Señor gritando de esa manera en su hogar, muchacho.
- P-pero estaba mal, necesita ayuda, comenzó a toser de esa manera tan horrible de pronto y...
- Debió haber salido y buscar ayuda como una persona civilizada, no comenzar a gritar como un ser poseído.
- ¡Pero estaba muy mal!
- ¡Aún así jamás debe faltarle el respeto a...!
- ¡¿A QUIÉN MIERDA LE IMPORTA TU DIOS AHORA?! - gritó a todo pulmón, alarmando a las monjas que estaban orando más alejados y a los chicos que iban entrando al lugar - ¡ODIO ESCUCHAR ESAS MIERDAS UNA Y OTRA VEZ! ¡ESE HOMBRE ESTÁ ENFERMO, NECESITA AYUDA MÉDICA! ¡NO ME VENGAN CON SUS JODIDAS CREENCIAS Y ESTÚPIDECES RELIGIOSAS!

Había explotado. Sentía su rostro caliente, debía estar rojo, la sangre le hervía. Había dejado salir toda la rabia acumulada en esos días,  a causa de todas las cosas que ocurrían en ese lugar. La rabia que había acumulado por los sentimientos que estaban naciendo, por las cosas que comenzaba a experimentar en ese lugar respecto a Junsu y su propia vida. Por no poder lograr llevar a cabo el plan que había creado inicialmente, por no poder ser recordado por la persona más importante de su vida…

... y había sido el peor error que había cometido en los últimos días.

El peor...

No quería salir de su habitación. Ni siquiera se quería levantar. Se encontraba acostado en su cama boca abajo, los audífonos puestos en sus orejas, la música a todo volumen. Le dolía tanto la espalda, ¿Cuántos cortes habrán hecho esta vez? El dolor latente que cubría su espalda no le dejaba saberlo con claridad. Al segundo ya no pudo diferenciarlo.

Pecados. Marcas que dejan recordatorios de tus pecados.

Una mismísima mierda.

Y las heridas seguían abiertas, ardiendo con el simple contacto del aire, de las brisas que se colaban por la ventana semi abierta. Ah, si ese Dios Santo que tanto adoraban existiera, ¿Realmente querría todo ese sufrimiento para demostrarle su afecto? Realmente lo dudaba.

La puerta se abrió entonces, dando paso a aquella persona la cual no oyó. La música opacaba cualquier sonido que fuera emitido fuera de su pequeño mundo mental aislado. Estaba tan concentrado en sus pensamientos y en el dolor, que ni siquiera sintió cuando se sentaron en el colchón junto a él. Y fue sólo cuando sintió un ardor mayor en sus heridas y una mano acariciarle la piel sin llagas punzantes, que se sobresaltó al saber que ya no estaba solo en esa habitación.

Miró por sobre su hombro quitando rápidamente los audífonos, encontrándose con ese pequeño ángel... Aquel que tantas cosas le hacía sentir. Sus labios gruesos apretados contra sí mismos, sus ojos concentrados en su actual tarea, que consistía en limpiar las heridas en la espalda de Changmin, su cabello castaño cayendo suavemente sobre su frente. No dijo nada, el chico ni siquiera lo miró, así que se limitó simplemente a enderezar el cuello y mantenerse mirando la pared frente a su rostro, dejando que Junsu continuara.

Siempre hacía eso. Le molestaba tanto. Cada vez que recibía un castigo por sus pecados, Junsu llegaba y sin siquiera emitir una palabra comenzaba a curarlo, limpiando delicadamente cada una de sus heridas abiertas.

Y pues se había vuelto una costumbre, lo hacía inconscientemente. Cada vez que era lastimado, volvía rápidamente a su habitación y se recostaba sin camiseta sobre la cama, enterrando la cara en la almohada y sumiéndose en las melodías emitidas por los audífonos insertos en sus oídos.

No podía evitarlo. Sentir las manos suaves en su espalda le hacía sentir tantas cosas. Sólo sentir la presencia de ese... grandísimo idiota hacía que su corazón se volviera un espectáculo de fuegos pirotécnicos. Todo su ser estallaba en sentimientos que jamás había experimentado, en sentimientos que se habían mantenido ocultos en lo más profundo de su ser por años.

Y sólo bastaba una mirada suya, una sonrisa suya para sentir que era feliz. Para sentir que lo tenía  casi todo.

 ... casi todo.

Sollozos. Nuevamente las lágrimas comenzaban a caer empapando la almohada. Cielos, era el ser más miserable que pudiera existir en la faz de la tierra.

- No llores...

Se enderezó para mirarlo a los ojos. Ya no podía siquiera sentir vergüenza por verse tan... ridículo. ¿Qué importaba? El pobre lo había visto tantas veces llorar que ya no era nada nuevo.

- No me gusta que llores, Changmin...

Oh, cielos... ¿Era en serio? ¿Así quería que no llorara?

- ¿Qué pretendes con eso? - dijo apenas, bajando la cabeza. Sus dedos arrugaron las sábanas blancas.
- Changmin, yo...
- ¡Maldición, Junsu! ¡¿Pretendes que siendo de esa forma conmigo deje de sentirme así?!

Silencio. Las miradas de ambos no se despegaron ni por un segundo. El ambiente se volvió extraño.

- Estoy tan cansado, soy tan miserable. ¡Soy una mierda! - llevó sus manos a su cabeza, tirando suavemente de sus cabellos. - Junsu, por favor... Sé que me odias, sé que te doy asco, sé que no quieres verme... ¡Pero por favor! No lo hagas, no me dejes...
- Por qué me dices eso...
- ¡Porque eres un idiota! No logro entenderlo, ¡cómo pudiste olvidarlo! ¡No me cabe en la cabeza semejante barbaridad!

Se levantó entonces, totalmente frustrado. Comenzó a caminar en círculos, de un lado a otro, intentando no comenzar a chillar en llanto como una niña nuevamente. Junsu se levantó y se paró frente a él, dándole una mirada intensa.

Se petrificó en ese instante.

- No  entiendo por qué siempre me dices estas cosas, y me gritas... - Le dijo suavemente, reflejando dolor en sus ojos. Changmin mordió su labio. - No te entiendo, yo...
- ¡No digas nada! - lo interrumpió y sin decir nada más lo empujó a la cama, encontrándose de un segundo a otro sobre su cuerpo totalmente tenso e impresionado.

Fue todo bastante rápido y confuso. De un momento a otro se encontraba sobre el cuerpo de Junsu, sus rostros frente a frente y bastante cerca. Junsu lo miraba con los ojos abiertos y las mejillas sonrojadas, abriendo y cerrando su boca sin saber qué decir.

Otra vez no había controlado sus acciones.

Nuevamente, el espectáculo de fuegos artificiales comenzó. Las mariposas revoloteando en su estómago, la sangre subiéndosele al rostro. Oh, oh...


- C-Changmin... ¿Qué haces?
- Oh, cállate - le dijo de manera dura y lo besó con fuerza, haciendo que se tensara más aún su cuerpo.

Lo sintió temblar. Intentó alejar su rostro, pero Changmin no lo dejó, siguió presionando sus labios contra los del joven temeroso. Sería un total mentiroso si decía que no había extrañado esa sensación de tener la boca de Junsu a su merced, pero una punzada en el pecho le repetía lo peligroso que era.

- A la mierda con eso... - susurró para sí mismo.
- ¿Uh? - preguntó Junsu algo confundido. Changmin negó con la cabeza.
- Nada... Olvídalo.

Se posicionó entre sus piernas, comenzando a besar y lamer su cuello. Sentía las manos de Junsu intentando sacárselo de encima, y debía admitir que su resistencia le parecía encantadora. Sabía que en el fondo lo deseaba, se lo había demostrado la vez anterior... De lo contrario su cuerpo no habría reaccionado de esa forma ante sus toques y caricias, ¿No?

- C-Changmin... Yo no... Ah... No creo que deberías... Uhm - balbuceaba Junsu, intentando quitárselo de encima, pero necesitaba más que eso para lograrlo.

Abrió su camisa, pudiendo ver su pecho desnudo, suave y blanco. Lentamente deslizó sus manos por su piel, sus dedos temblorosos sentían el calor que emitía. Sus ojos chocolate lo miraban fijamente, con miedo... pero escondidos en ellos se encontraba el deseo, lo sabía. Lo sentía.

Deslizó sus dedos por la fina cadena dorada que rodeaba su cuello, llegando lentamente al crucifico que Junsu sujetaba con su mano. Una risita burlona se apoderó de su rostro al notarlo.

- ¿Crees que Dios se enojará contigo si haces esto? - le preguntó con un dejo de burla en su voz.
- Esto... Esto es un pecado. Además entre dos hombres...
- Entonces...  - deslizó su otra mano por su pecho hasta su estómago - si hago esto... - siguió bajando su mano lentamente hasta su vientre. Junsu se sobre saltó - ¿Dios se enojará contigo y... - finalmente llegó hasta su pantalón, el cual levantó con suavidad, internando su mano - Satanás te llevará contigo?
- No es gracioso... - frunció el ceño al notar el sarcasmo, pero las caricias que Changmin comenzó a proporcionarle fueron suficientes como para cambiar instantáneamente la expresión en su rostro y hacerle temblar la voz - N-no te... no te burles de mí...

Junsu apretó con más fuerza el crucifijo dorado, cerrando sus ojos; y Changmin, sin dejar de tocar la entrepierna del menor, sonrió. Deslizó sus dedos por su pecho lentamente, subiendo hasta su cuello. Acarició la mano que sujetaba el crucifijo haciendo que lo soltara, y con delicadeza lo tomó él mismo entre sus dedos, llamando la atención de Junsu completamente.

Entonces sonrió más, y de un solo tirón arrancó la dorada cadena de su cuello, dejando una suave marca roja. Junsu abrió sus ojos totalmente impresionado.

- P-pero qué... ¡¿Por qué lo hiciste?! - gritó desesperado al ver cómo Changmin arrojaba lejos la cadena con el crucifijo, sin siquiera mirarlo.
- Si es Dios el que te impide hacer esto, entonces... - lamió con gula el rasguño en el cuello de Junsu y una nueva sonrisa se formó en sus labios - entonces olvidémonos de él un rato... y divirtámonos...

Dicho esto las palabras ya no fueron necesarias. Sólo eran suaves gemidos y quejidos de ambos individuos los que inundaban el interior de las cuatro paredes blancas, las paredes que los refugiaban de aquella extraña gente de allá afuera.

Las manos de Changmin tocaban toda la piel a su mano, como queriendo aprender de memoria su cuerpo, su camino al placer. E impresionantemente Junsu no se quejaba, al contrario, incluso parecía que lo estaba disfrutando.

Y Changmin notó entonces que ya no había vuelta atrás. La lujuria había crecido en su pecaminoso cuerpo, a tal punto de ya no poder controlarse ni mucho menos esperar. Con rapidez se quitó la camisa y el pantalón, quedando sólo en su ropa interior, la cual le molestaba bastante. Junsu bajó la mirada por inercia, y sus ojos impresionados se posaron sobre su entrepierna. Se abrieron al instante y sus mejillas se sonrojaron.

- ¿Por qué esa cara de impresión? Esto - se quitó la ropa interior (¡¿Por qué había hecho eso de manera tan natural?! ¡Lo estaban viendo desnudo y excitado! ¿Acaso no le daba vergüenza?)-  No es muy distinto al estado en que tú estás... - susurró con cierta coquetería fingida, escondiendo la vergüenza que sentía. Junsu alejó la mirada. - Si quieres puedo ayudarte a solucionar tu pro-problema - no pudo evitar tartamudear. Toda esa confianza que había adquirido al principio se estaba esfumando, dejando ahora al verdadero y tímido Changmin.

Le quitó el pantalón a Junsu, sin mirarlo a los ojos. No, eso lo cohibiría más. Y luego de que sus ojos recorrieran todo ese cuerpo delgado, comenzó a acariciar su miembro, recibiendo un fuerte gemido.

Si decía que no estaba totalmente extasiado (a pesar de sus nervios) sería un enorme mentiroso. Si decía que saber que Junsu era tan inocente y puro no le excitaba en demasía sería un mentiroso peor. Y aunque él mismo también era virgen (como un chico normal se había tocado alguna que otra vez, pero nada más), el hecho de que Junsu ni siquiera supiera cómo lo hacían dos hombres (Y quizás ni sabía cómo lo hacía una pareja hetero), o cómo se sentía ser tocado le parecía en cierto modo bastante adorable. Y muy atractivo.

Bien. Debía admitirlo. Ahora que avanzaba más y llegaba al punto en que tendría que hacer algo con su propio "asunto", comenzaba a sentir miedo. ¿Y miedo por qué? Pues porque sabía que por la situación y el conocimiento de cada uno, él debía ser el hombre en la relación, y Junsu la "mujer", pero como jamás había hecho esto antes (¡Mucho menos con un hombre!)... ¿Y si lo lastimaba? ¿Y si no era lo suficientemente delicado? ¡Ah! Estaba tan nervioso que ya no sabía bien qué hacer.

Debía hacer memoria. Recordaba haber visto o leído algo gay. Quizás habría visto un video porno gay por curiosidad. ¿Qué debería hacer primero?

- ¡Prepararlo! - dijo de pronto, cuando intentó recordar el primer paso. Junsu lo miró confundido.
- ¿Preparar... qué?

Changmin dejó de tocar su miembro, y pudo ver la leve mirada de decepción que se formaba  en los ojos chocolate de Junsu (pequeño pillo, primero se quejaba y luego disfrutaba). "Debo hacerlo bien" se repetía mentalmente, al mismo tiempo que levantaba su otra mano y la llevaba a su rostro.

- No quiero lastimarte - le dijo entonces, con la mano tapando su boca - intentaré... - tragó saliva, ansioso - ... prepararte bien.
- Tengo un poco de miedo... - susurró Junsu antes de que hiciera cualquier cosa, y Changmin acarició su cabeza.
- Yo también, pero es parte de la magia, supongo - rió nervioso y besó sus labios.

Luego de humedecer bien dos dedos de su mano, le dio una mirada rápida a Junsu. Este lo miraba curioso, ansioso. Parecía un gatito observando cómo se preparaban para alimentarlo. Bajó su mano de una vez, tembloroso. Con la otra mano separó las piernas de Junsu. Este las abrió sin preguntar nada, y con vergüenza metió un dedo en su interior, viendo cómo el menor daba un salto de impresión.

- ¿Q-Qué haces? - preguntó nervioso. Tomó el brazo de Changmin con una mano con intenciones de alejarlo, pero este movió su dedo de adentro hacia afuera lentamente, haciendo que un gemido escapara de Junsu.
- ¿No es obvio? - siguió moviendo sus dedos de adentro hacia afuera. Su corazón latía con fuerza. - ¿Cómo se siente? - preguntó de pronto, curioso. Necesitaba saber si le estaba haciendo daño o no.
- ¿Uh? - levantó su mirada con rapidez y lo miró con impresión. Volvió a alejar su mirada en seguida, avergonzado. Agachó su cabeza y entrecerró sus ojos. - Hmm... - se quedó largo rato callado. Mordió su labio. - Raro... yo... Ah... - terminó por cerrar sus ojos con fuerza, y para gran impresión de Changmin, llevó su propia mano a su miembro y comenzó a tocarse con lentitud, movimientos torpes.

Estaba ensuciando su mente pura. Estaba enseñándole el pecado de la lujuria. Ah, ah, se sentía tan bien...

- Voy a... - retiró sus dedos y tomó su miembro con la misma mano. Dolía un poco. La urgencia por hacérselo a Junsu era inmensa. - Uhm, si te duele sólo dilo. No dudes en decirlo, por favor...

Junsu asintió y dejó de tocarse. Se notaba que no sabía cómo hacerlo. Changmin le indicó que abriera más sus piernas y que levantara un poco su parte inferior, para hacer el trabajo más fácil. Junsu obedeció sin quejarse, y lentamente Changmin se internó en ese cuerpo virgen, sintiendo la estrechez rodearlo, la presión que amenazaba con llevarlo al clímax rápidamente.

Esto era la gloria. Esto era la gloria.

La expresión de Junsu cambió drásticamente. Su boca se abrió pero ningún sonido salió de ella, sus cejas se fruncieron y su cabeza se movió hacia atrás. Sus manos arrugaron las sábanas y las apretaron con fuerza.

- ¿Estás... bien? - preguntó Changmin, quedándose quieto un rato. Necesitaba moverse, pero la seguridad de Junsu estaba primero. Junsu sólo asintió repetidas veces... Y Changmin comenzó a moverse

Junsu gemía bajito, casi de manera inaudible. Suponía que era porque podrían escucharlo si lo hacía muy fuerte, así que lo único que podía escuchar de él eran suaves quejidos y su respiración completamente agitada.

Su pecho explotaría en cualquier momento, estaba casi seguro de ello. Lo besó con suavidad repetidas veces, y al mismo tiempo comenzó a masturbarlo. Las piernas de Junsu rodearon con fuerza sus caderas.

Continuó besando sus labios. Movió sus caderas repetidas veces. Movió su mano en el miembro de Junsu. Este dejó de respirar por un momento. Había terminado. Sólo escucho un "ugh" de su parte. Changmin no necesitó mucho tiempo para terminar también, era su primera vez, no iba a durar mucho. Mordió su labio y se quedó estático, sintiendo cómo todo su cuerpo se tensaba y relajaba al llegar al orgasmo. Arrugó las sábanas con fuerza y se dejó caer sobre Junsu.

Este respiraba totalmente agitado, su pecho subía y bajaba a gran velocidad, el rojo de sus mejillas comenzó a bajar su intensidad de a poco.

Pasó un momento en que ninguno de los dos habló. No se escuchaba nada en la habitación, sólo sus ahora calmadas respiraciones. El sudor sobre sus cuerpos se había secado

En ese momento de silencio, en ese momento luego de haber terminado, luego de haber unido sus cuerpos, había comprendido que era el momento más perfecto que haya vivido. No le importaba lo que pudieran pensar otros, no le importaba lo que dijeran de los pecados... No, ya nada importaba. Al carajo las monjas locas, al carajo Dios y sus leyes. Al diablo la Biblia y su palabra.

Amaba a Junsu. Con locura, con pasión, con todo su ser. Y aunque no lo recordase aún; en este momento, por primera vez luego de tanto tiempo, aquello había dejado de importarle.

Siguieron callados durante largo rato, abrazados. El frío invadió sus cuerpos de pronto, así que se cubrieron con las sábanas. No podía creer lo que habían hecho... realmente, era tan vergonzoso, era tan increíble.

- Junsu... - decidió hablar luego de largo rato callados. Tenía que preguntarlo, sino no estaría tranquilo... aunque le atemorizaba la respuesta - Luego de que este momento de silencio termine, y cuando analicemos lo que acabamos de hacer, tú... ¿Me odiarás?

Un silencio sepulcral llenó la habitación de paredes blancas. Tal y como se lo había imaginado... lo odiaba, eso debía ser, pos eso no contestaba.

- Algo que siempre nos han enseñado en este lugar, es que jamás hay que mentir. - hablo con lentitud y tranquilidad - no te odio. Jamás podría hacerlo. Y no sólo porque odiar es malo, sino porque tú... - se quedó callado y se enderezó. Changmin siguió acosado boca abajo. Sus dedos se pasearon por su espalda, tocando las heridas que comenzaban a cicatrizar. - Quizás luego comience a pensar sobre lo que hice y me sienta el ser más sucio sobre la faz de la tierra. Y entonces correré a la iglesia y rezaré y lloraré... Y el causante de ese llanto no será el asco, sino el miedo... El miedo de no saber qué pasará más adelante. Pero a fin de cuentas... - miro a Changmin a los ojos al ver que había girado su rostro - a fin de cuentas jamás me sentiré arrepentido... E incluso... Incluso quiera repetirlo más adelante. Pero por el momento sólo te diré... - se acercó a su oído - gracias...

¡Bravo, había dado justo en el blanco! Su corazón había dado un fuerte salto, y una idiota sonrisa se había formado en su rostro. Una sonrisa de completo idiota, un completo y totalmente feliz idiota, porque estaba enamorado, y cuando se está enamorado, se es un completo idiota... Era la ley de la vida.

Y entonces miró a Junsu a los ojos, con una tranquilidad que no había experimentado hace mucho... Sonrió y se quedó profundamente dormido.

Al despertar una mañana tres días después se encontró completamente solo. Junsu no estaba en la habitación, pero no le extrañó... Mucho menos al ver la hora y darse cuenta de lo atrasado que estaba para la misa del domingo.

Tuvo que correr a toda velocidad. Todo lo que sus pobres y delgadas piernas le permitieron, para llegar al lugar de la misa y notar que no había nadie. ¿Qué era esto? Deberían estar todos ahí, escuchando la aburrida charla, sentados todos quietos como estatuas. Pero no. En su lugar sólo había soledad y vacío. Nadie.

Caminó entonces por los pasillos cercanos a la iglesia, buscando a alguien. Se distrajo por un momento, al mirar al cielo para observar las enormes pinturas que llenaban los techos. Debía admitir que nunca se había dedicado a mirarlos con dedicación, y si lo pensaba bien podría decir incluso que eran bastante bonito.

Tropezó con alguien, al no prestar atención al camino que seguía. Entonces notó que la persona con el que había chocado era ni más ni menos que Junsu.

- ¡Ah!- exclamó asombrado. No se esperaba ese encuentro. - ¿Por qué estás aquí? Uh, ¿Por qué no hay nadie aquí?
- Salieron a hacerle una visita al Padre de otra iglesia.
- ¿Y por qué estás aquí tú? - preguntó curioso. Junsu se encogió de hombros.
- Debíamos ir en pareja, y por más que lo intenté jamás despertaste. Les dije que estabas enfermo, así que me dejaron aquí para que te cuidara.
- "Algo que nos han enseñado siempre en este lugar es a no mentir"- repitió lo que Junsu había dicho días antes, en forma de burla. Este frunció el ceño.
- Evité que te regañaran, ¿No? - volvió a encogerse de hombros.
- Cierto... Gracias. - le regaló una enorme sonrisa,

Estuvieron juntos toda la mañana, conversando de cosas sin mucho sentido. Changmin le contaba cosas sobre "la vida allá afuera" como Junsu le decía. Changmin había resoplado y suspirado varias veces, hasta que

Junsu se decidió a preguntar.

- Has suspirado mucho los últimos minutos, ¿Pasa algo?
- Uh, no es nada - sonrió y volvió a suspirar. - Es que... Verás, he estado muy preocupado. El anciano del confesionario es... Podría considerarlo como un viejo y buen amigo. Hace unos días se sintió muy enfermo mientras hablábamos. Se lo llevaron y desde entonces no he sabido de él.
- ¿Por eso estás así? - dijo en tono neutro. Luego rió - pudiste haberlo dicho antes. Ven, debe estar en la sala de enfermos.

Caminaron por varios pasillos que se cruzaban unos con otros. ¿Había una sala de enfermos?

Siguieron por un largo pasillo sin cuadros ni adornos. Cuando llegaron al final del largo pasillo se encontraron con una puerta vieja mal pintada, con una pequeña cruz de madera bastante gastada y unas hojas y ramas secas de fuerte olor clavadas a un lado. Junsu abrió la puerta sin siquiera golpear, Changmin sólo lo siguió sin preguntar. Se sentía como un pollito siguiendo a su mamá gallina.

Adentro de la amplia habitación había dos largas filas de camas, a ambos lados de la habitación. Un olor a cloro y enfermos flotaba por el aire. Había sólo una ventana al final de la habitación, justo frente a la puerta. Era un ambiente muy poco acogedor y triste. Miró cada una de las camas, muchas de ellas vacías. Habían dos camas mujeres viejas (monjas, posiblemente), un hombre con cara de cura, y al final de la habitación, exactamente junto a la ventana, estaba el anciano,  con un semblante tan triste que Changmin sintió que le destrozaban el corazón.

Se le acercó rápidamente, haciendo que se girara a mirar. Al verlo una tierna sonrisa gastada se dibujó en su rostro seco y arrugado. No pudo evitarlo, estaba tan feliz que verlo que lo primero que hizo fue regalarle un decentemente fuerte abrazo al anciano, quien correspondió enseguida.

- Ah, ah, me alegro tanto de que esté aquí - le dijo realmente contento, sin dejar de abrazarlo. Cuando lo soltó se sintió realmente avergonzado al notar que estaba llorando... Y mucho.
- Perdón, perdón - repitió varias veces, intentando secar sus mejillas húmedas. Las lágrimas no querían parar, era bastante vergonzoso, y más aún cuando se le escaparon fuertes sollozos. - Estaba tan asustado cuando comenzó a toser de esa forma tan violenta... Creí que moriría y... Yo le tengo mucho cariño, y no quiero volver  perder a alguien querido... - al decir esto su voz se quebró, al volver a recordar el día en que la policía le había entregado las ropas a la madre de Junsu... Ah, aún recordaba sus dolorosos gritos que se habían llevado su felicidad y su voz...

El anciano lo abrazó con fuerza riendo. Su risa era enternecedora, era un abuelo riendo tiernamente, con total felicidad.

- Pequeño, tranquilo. - le dijo sonriendo, mirándolo fijamente a los ojos. - me hace muy feliz tu preocupación... Estoy muy bien, sólo fue un resfriado. Ya sabes, soy viejo, un simple resfriado me afectará mucho más que a ti. ¿Está bien tu espalda? Escuché que te regañaron luego de pedir ayuda. Jamás he estado de acuerdo con los castigos para expiar los pecados... Pero - se acercó a su oído, para que sólo él oyera - nadie nunca podrá hacer entender a esta gente loca. - rió y Changmin lo siguió.

Luego de hablar con el anciano decidieron que era peligroso seguir ahí. Los alumnos del internado no tenían permiso para ingresar a la sala de enfermos u otras salas sin autorización, la cual jamás daban. Así que decidieron irse.

- Queda cerca de una hora antes de que lleguen todos - dijo de pronto Junsu, luego de mirar el reloj.
- Oh, ¿Qué hacemos entonces?

Junsu se quedó callado, mientras Changmin lo miraba fijamente. Este último pudo notar cómo el primero se sonrojó y agachó la cabeza.

- ¿Uh? ¿Pasa algo? - preguntó sonriente, con toda la inocencia del mundo rodeando su mente. Junsu se sonrojó aún más.
- Quiero hacer algo - habló con confianza fingida, ya que su voz sonaba igual de temblorosa que antes. - lo mismo de ese día, quiero repetirlo.
- Oh... - respondió con voz suave y se quedó callado - ehh, yo... ¿Ahora?
- Ahora.
- Bueno...

Caminaron a la habitación con rapidez, pero sin desesperación. De un momento a otro sus cuerpos se encontraban desnudos, excitados, sus bocas uniéndose eróticamente, jugando con sus lenguas como si no hubiera un mañana. Sus respiraciones agitadas resonaban por toda la habitación, y se mezclaban con sus jadeos y gemidos.

En este momentos Changmin realmente agradecía los videos varios de índole sexual que había visto por Internet. Gracias a eso se le ocurrían varias cosas para hacer.

- Móntame... - le dijo con un tono deseoso, sacando sus dedos de su entrada. Junsu se sonrojó más aún.
- M-montarte... - repitió. Tragó saliva y se levantó, viendo cómo Changmin se recostaba. Se subió sobre él. Sintió su miembro duro rozar su trasero y se le escapó un gemido.

Lo tomó él mismo con una mano y se posicionó con lentitud. Terminó por sentare con rapidez, sintiendo cómo entraba completamente en él. Un largo gemido se escapó de su garganta. Changmin tuvo que controlarse para no terminar en ese mismo momento. La cara de Junsu era digna de un orgasmo. Se enderezó un poco y se apoyó en su codo derecho, con la espalda encorvada levemente hacia delante. Con la mano libre comenzó a masturbar a Junsu con delicadeza.

- Muévete... - le ordenó, y Junsu obedeció. Comenzó a moverse con dificultad, y con cada movimiento soltaba un nuevo gemido. - A-Ah... Junsu, acércate - dijo casi en un susurro. Junsu le hizo caso y se inclinó hacia delante. Changmin lo besó suavemente en los labios, y al separarse se encontró con el rostro sonrojado e impresionado de Junsu. Al parecer no se esperaba eso.

Junsu dio un par de saltos sobre Changmin, y se corrió en la mano de este, ensuciando parte de su pecho. Changmin se enderezó completamente y se sentó. Con ambas manos acarició la espalda de Junsu, sintiendo cada una de las cicatrices en ella. Besó sus labios con fuerza y se corrió en su interior.

La frente de Junsu se apoyó en el hombro de Changmin. Sus respiraciones jadeantes resonaban dentro de las cuatro paredes. Changmin no podía creerlo, le costaba creerlo aún... Haberlo hecho dos veces con su amigo de la infancia.

... Y haberse enamorado de él.

Pero una cosa era segura...

Ahora, sus sentimientos eran más fuertes, y el deseo de que lo recordara mayor... Lo lograría. Estaba seguro. Junsu lo recordaría, aunque fuera lo último que haga.

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