Autor: MizoRomi
Pareja: MinJae
Género: Slash
Extensión: Oneshot
Advertencia: Extremadamente ñoño y cursi <3
Reseña: "Estamos destinados". El cinto en el que creían era la prueba mas clara.
Mirando por la
ventana, Jaejoong siente que el calor que hay dentro de su casa no se compara
en nada con el frío del invierno que debía hacer afuera. Si bien sus manos
están entrelazadas bajo la manta que está sobre sus piernas el calor no es
suficiente para calentar la yema de sus dedos. Están heladas y por mucho que
juegue con ellas para hacerlas entrar en calor no es mucho lo que logra. Es
intento fallido tras intento fallido.
Su vista reposa
en los copos de nieve que forman pilas y pilas de la misma. Sabe que a la
mañana siguiente, cuando la tormenta haya finalizado, serán los niños que viven
en el condominio quienes se encargarán de jugar y desarmar todas esas pilas
recién formadas. Jaejoong sonríe para sus adentros formando ideas e imágenes
mentales de una mañana casi mágica en que el patio está cubierto de nieve. A él
le hubiese gustado jugar durante más tiempo de tal forma, sin preocupaciones,
simplemente jugando. Pero no se queja de cómo está actualmente, ¿cómo podría?
En su vida ha obtenido casi todo lo que ha deseado. A muchos les hubiese
gustado estar en su lugar. Pero, es sólo casi.
La puerta de la
casa cruje ante la entrada de una nueva persona en la estancia y una mínima
oleada de frío llega hasta los tobillos del dueño de casa, ese sector de sus
piernas que no tiene el calor de la manta.
Jaejoong deja
sus pensamientos de lado por un momento y esa escena que estuvo a punto de
formarse en su mente queda en algún rincón de la misma para más tarde.
La presencia en
la casa es de una de sus hermanas más pequeñas que ya tiene formada una
familia. A veces Jaejoong se pregunta cómo es que no olvida la cantidad de
nombres de sus sobrinas, pero no piensa eso en el momento, sino más bien en
cómo está uno de sus casi únicos sobrinos, ese que viene tomado de la mano de
su madre como sí aún tuviera cinco años cuando en realidad ya está bordeando
los dieciocho, y no lo culpa, su hermana pequeña tiene una manía con andar
siempre de la mano de la persona que está a su lado, por ello no sale sola de casa
y siempre es su hijo varón quien la acompaña.
—Jaejoong, ¿no
crees que la casa está muy fría? No quiero ni imaginar lo helada que deben de
estar tus manos, sobre todo las yemas.
Durante los
últimos años, esos que en donde los treinta habían aparecido y sus cuarenta no
estaban muy lejanos, Jaejoong se ha hecho tan cercano a su hermana Haneul que
ya no recuerda el tiempo que pasó lejos de ella y de todos. Todos.
—La vista desde
aquí es bonita. Te aseguro que casa está mucho más temperada que el patio, ¿no
es así?
—El tío tiene
razón, mamá, aquí está mucho más caliente que afuera.
—La verdad, es
que cualquier lugar es más temperado comparado al frío que hace allá. Es uno de
los inviernos más pesados que he sentido en años.
Y es así como
comienza una de las conversaciones más amenas que Jaejoong puede recordar a sus
casi treinta y cinco años.
Las risas, los
cambios de opiniones, los cubiertos chocando entre ellos y con los platos, es
el sonido que más se reconoce cuando los tres están sentados en la mesa del
comedor de la casa. Los colores oscuros y claros predominan. Con velas
iluminando sus caras (pues la luz se ha cortado) sostienen una conversación de
cosas que pudieron haber sucedido y de cosas que pueden llegar a pasar.
Jaejoong no puede estar más agradecido de sus dos familiares, porque gracias a
ellos ha dejado un poquito de lado esa nostalgia que tanto le embargaba por
años, esa que llegaba cuando menos quería y cuando menos lo necesitaba.
Jiwoong, el
sobrino de Jaejoong, no tarda en hacer una queja ante la tardanza del postre.
Los dos adultos por excelencia no pueden hacer más que sonreír y Jaejoong
estuvo a punto de recordar esa escena guardada en el rincón de su mente. Su
hermana se pone de pie para ir en busca del postre, ese que trata de leche
asada con caramelo, esa que no está helada, pues no se ha colocado en el
refrigerador. Es esa que Jaejoong aprendió a querer con el pasar de los años
cuando aún compartía estancia con alguien más, cuando su vida estaba en el
mundo del entretenimiento.
Jiwoong toma la
cuchara que reposa a su lado derecho con su diestra y no tarta en comenzar a
comer. La hermana de Jaejoong, sentada frente a su hijo, termina por copiar la
acción de éste, pues es así como se debe llevar a cabo. Por otro lado está el
dueño de casa. Jaejoong juega con la cuchara de postre en su mano, mirando la
leche asada como sí ahí estuviera oculto uno de sus mayores secretos... No era
del todo mentira.
Esa historia guardada
en su mente, esa que costó años volver a verla con tanta claridad, pasa por su
mente en el momento en que lleva la primera porción de postre a su boca.
•
•
•
Cinta
adhesiva, papel de regalo y algunas cosas para decorar, estaban desparramadas
por toda la mesa del comedor, esa mesa que tenía una vista perfecta a la lluvia
de invierno en el mes de Diciembre de ese año.
El
invierno estaba calando fuerte ese día en que Jaejoong y Changmin habían decidido que era buena idea
comenzar a preparar los regalos de Navidad, fecha que sólo estaba a dos semanas
de llevarse a cabo. Sabían que el tiempo era lo que menos tenían, fue por eso
que aprovecharon esa tarde para dar comienzo a la preparación. Les habían dado
el día libre. Aunque sonase cruel, no había sido malo que Junsu enfermara y
Yoochun con él. Yunho había tenido que ir a la empresa a ver algunos detalles
de las actividades que venían encima.
—Hyung,
¿te acuerdas cuándo una mañana salimos a jugar con la nieve? Junsu había caído
nada más al pisarla.
Jaejoong
se permitió reír con tanta libertad que el papel de regalo que estaba en sus
manos fue tirado a algún lugar de la mesa. ¿Cómo olvidar eso si se habían
burlado casi una semana completa?
—¿Y
tú te acuerdas del berrinche que armaste porque preparé una comida al gusto de
Yoochun y no al tuyo?
Changmin
rió un par de segundos, unos en los que sus ojos hicieron esa particular forma
asimétrica que tanto le caracterizaba. Su risa no fue mucho lo que duró hasta
que notó que se estaba riendo de sí mismo. Nunca había tenido problemas con
eso, pero quería ser ese niño caprichoso que aparecía cada vez que estaba a
solas con Jaejoong, así como en ese momento.
—No
era por esa razón mi berrinche, esa misma tarde te lo aclaré, ¿recuerdas?
¿Cómo
no hacerlo? Esa tarde no la olvidó aun después de que había pasado poco más de
un año; un año en una relación que no quería que acabara, pero que sabía
tendría su fin en algún momento... porque lo perfecto no era eterno, y esa
relación era perfecta.
Jaejoong
sonrió de medio lado con el recuerdo fresco de esa tarde en que no había
preparado kimchi, pero sí algo menos saludable. Esa misma tarde, como Changmin
había mencionado, había sido testigo de una de las confesiones menos
románticas, pero más significativas de toda su vida. La atesoraría como lo más
importante.
—
¿En serio crees que lo olvidaría? —Jaejoong recargó su mejilla derecha en el
hombro izquierdo de Changmin en el momento en que habló. El menor no pudo más
que mirarlo de reojo y sonreír ante tal acto: su novio era como la ternura
personificada cuando se comportaba de tal forma. Las manos de Changmin
continuaban concentradas en envolver uno de los tantos regalos. —Ese día me
dijiste cosas que jamás creí escuchar de ti. —Changmin rió más fuerte esta vez.
Su
diestra empuñada fue hasta su boca para carraspear dos veces, cual anciano a
punto de contar una historia de sus memorias.
—"Hyung,
siento que mi estómago te quiere mucho más de lo que yo puedo expresar en
palabras. Y no sé si es bueno que te llamemos 'umma' porque tengo la sensación
de que tengo complejo de Edipo."
Jaejoong
dejó de recargar su mejilla en el hombro de Changmin para estirar su cabeza
hacia atrás y reír con tal libertad que su risa no tenía ni una pizca de ser
falsa. Era una auténtica, una de esas que siempre salían cuando Changmin estaba
a su lado.
—
¿Recuerdas tus palabras?
—Hyung,
tu expresión era épica, ¿cómo poder olvidar el motivo de ella? No me lo podría
perdonar, recuerda que una de mis razones de ser es molestarte hasta el
cansancio. —Jaejoong no podía estar más de acuerdo con eso último.
El
mayor miró al menor con tanto cariño que sabía que se podía leer sin problemas
todo lo que su mirada estaba transmitiendo en ese momento. Cualquiera que lo
conociera sería capaz de darse cuenta y, en esa circunstancia, quien mejor le
conocía era Changmin.
—Ha
pasado mucho tiempo, ¿verdad? —Jaejoong articuló volviendo a su antiguo puesto:
el hombro de Changmin.
—Ha
pasado y pasará mucho tiempo más. —Changmin respondió a una interrogativa que
no existía. Era un detalle.
Jaejoong
no sabía que tanto podía estar de acuerdo a lo que su pareja decía. Él quería
creer que eso sería eterno, que su relación no se acabaría jamás, pero una
parte de él, esa razonable que le hacía peso de vez en cuando, se dedicaba a
recalcarle que nada era eterno, que nada era para siempre.
Jaejoong
quería que su relación con Changmin fuera nada para que durara eternamente.
—Esto
se va a acabar algún día, Changminnie... —Muy lejano a como quería que su voz
saliera, firme y sin quebrarse, se había escuchado débil, con pesar.
—Eso
no es verdad. Se va a acabar si realmente quieres que sea así.
—Yo
quiero que no acabe, pero sé que todo tiene un límite, que no hay relaciones
eternas o perfectas.
—Pues
yo no opino igual que tú, hyung. Puede que la relación que mantenemos no sea la
que la sociedad quiere que tengamos, pero nunca me ha importado lo que ella
opine. Estoy seguro que mucho menos a ti.
Jaejoong
ya no apoyaba su mejilla en Changmin. Se miraban de frente, los papeles seguían
esparcidos en la mesa y las ganas de seguir conversando se veían tan tensas que
daban ganas de no continuar.
Changmin,
sin embargo, sonreía porque estaba feliz y porque sabía que lo que su pareja
tenía era la típica inseguridad de todos, esa misma que a ratos hasta a él
mismo le atacaba cuando el tiempo pasaba y los pensamientos se hacían
presentes.
—Hyung...
—Changmin suspiró—. Tenemos muchas razones para continuar juntos.
Jaejoong
no despegaba su mirada de la mesa hasta que la diestra de Changmin tomó su
mentón y la impulsó para que la mirada llegara hasta él, un 'objeto animado'.
—Yo
sé que recuerdas mucho mejor que yo todo lo que hemos pasado. ¿Recuerdas cuando
se lo dijimos a los demás? ¿Al manager y al staff?
Jaejoong
jamás en su vida podría olvidar tales acontecimientos. Estaban guardados con
mucho cuidado en su baúl de 'situaciones importantes', ese baúl que había
comenzado a tener menos espacio desde que su relación de noviazgo con Changmin
había dado inicio, y no lo lamentaba.
Una
mínima sonrisa se formó en el rostro de Jaejoong cuando recordó las expresiones
de cada uno de ellos. Yoochun no se sorprendió: él lo intuía. Junsu les deseó
lo mejor y Yunho dijo que a pesar de que ya sabía, no pensó que se daría a
conocer. Todos habían entendido y les habían apoyado. El manager no lo aceptó
sino a los meses después y parte del staff había guardado sus comentarios. Pero
de que el apoyo de todos ellos estaba presente lo estaba y eso, Jaejoong, se
los iba a agradecer por siempre.
—
¿Ves que lo recuerdas? Recuerdas... ¿Recuerdas cuándo se lo dijimos a mis
padres?
La
tranquilidad de Changmin se seguía notando. Estaba confiado de lo que decía.
Tenía el bendito don de la palabra. Sin embargo, Jaejoong cuando escuchó la
pregunta bajó la vista sin quitar su rostro de la mano de Changmin. También lo
recordaba.
—"Tienes
que cuidarlo, Jaejoong. Mi hijo, esta vez, realmente está en tus manos",
eso fue lo que tu madre me dijo cuándo le conté que estaba contigo... Creo que
he estado cumpliendo mi palabra.
—
¿Y me dices que esto no puede ser eterno? Si terminas conmigo faltarás a tu
palabra, hyung, esa de cuidarme que le hiciste a mi madre.
Jaejoong
se relajó, volvió a mirar a su novio y tras zafar su rostro de la mano
contraria, se acercó lo suficiente para dejar un beso en la comisura de los
labios del menor. Pero había sido el intento fallido de un beso inocente, pues
Changmin tan pronto había tenido la oportunidad, con su siniestra había tomado
la mejilla de Jaejoong para volver a acercarlo hacia sí y capturar los labios
contrarios con los propios. Era lento, un ritmo que muchas veces les
caracterizaba. No eran de quienes se inquietaban con sólo la unión de sus
labios, eran de quienes siempre se empeñaban en disfrutar hasta el más mínimo
movimiento, así como ellos estaban haciendo en el momento. Jaejoong, con
esfuerzo se separó. Tenían que continuar.
—Pero
no quiere decir que esto dure para siempre. ¿Quién me asegura que tu amor por
mí siempre será igual? ¿Me puedes afirmar que en algún momento no te aburrirás
de mí y me dejarás? —Sus miradas seguían juntas. Con ellas se decían tantas
cosas.
—Jamás
me podría aburrir de ti, hyung. Yo di el primer paso y si lo hice fue porque
realmente te amo. Por favor, hyung, comienza a creerme cuando te digo que me
haces feliz, que te amo y que jamás me aburría de ti. Quiero que te grabes eso
en la cabeza, nada más que eso.
Jaejoong
le miró con ojos entrecerrados, con el mentón tiritón y con el labio inferior
mordido. Jaejoong quería tomar a Changmin del cuello de la camisa y no soltarlo
jamás en su vida.
No
sabía qué decirle, eso era demasiado para él. Sentía que su corazón, ese que se
había vuelto loco, estaba a punto de salir de su pecho y él tendría
oportunidades nulas de poder combatir contra él. Tampoco tenía las ganas y las
fuerzas para hacerlo. Jaejoong estaba demasiado enamorado, por eso temía, por
eso tenía miedo, porque sus miedos se hacían presente cada vez que imaginaba la
mínima posibilidad de que no pudieran seguir juntos.
—Además,
hyung, estamos destinados. —Changmin dejó ir tal frase con tanta libertad, con
tan poco peso, que Jaejoong no tardó en verle con sorpresa: eso no lo acababa
de entender.
—
¿Cómo eso de destinados? ¿Qué estás diciendo, Changmin? ¿Cómo vamos a estar
destinados? —Jaejoong negó dos, tres veces con su cabeza y con una leve sonrisa
en su rostro, levantando apenas la comisura de sus labios. Un gesto claro que
dejaba ver su incredulidad
—
¡Claro que estamos destinados! ¿No ves este hilo? —Changmin tomó la mano derecha
de Jaejoong entre la suya a la par que tomaba un poco de la cinta de regalo
roja que estaba desparramada sobre la mesa junto a los otros materiales. Un
extremo de cinta la amarró en el meñique diestro del mayor y la otra la amarró
en el propio. — ¿Ves? Según lo que sé, esto —pasó su índice por el tramo de
cinta—, indica que estamos destinados. ¿Qué más prueba clara que esto? Es por
la eternidad, hyung, como un amor eterno.
Jaejoong
rió con tantas ganas, con tanta naturalidad, que Changmin no pudo contener las
ganas de acercarse a besarlo. Y no se contuvo. Con sus meñiques atados, con una
historia infantil como excusa para no volver a separarse, durante minutos se
besaron de tal forma que poco y nada les importaba que alguno de los enfermos
llegara reclamando algo o que Yunho llegara de la empresa. Eran ellos y esa
diminuta cinta que decía que estaban unidos, destinados a estar juntos.
El
mayor sentía que se había ganado la lotería y que Changmin era su único premio,
premio que si algún día llegara a terminar, él se dedicaría en disfrutarlo al
máximo con cada una de sus letras, en cada momento, en cada circunstancia y
paisaje posible. Jaejoong lo amaba, de eso no cabía duda alguna. Su corazón
vuelto loco se lo recalcaba y ese cuento infantil entre sus manos le ayudaba en
la tarea.
—Te
amo, ¿sabes? No puedo creer que me hagas creer en esto. ¡Changmin no es para
siempre! —Jaejoong continuaba riendo. Su frente estaba pegada a la de Changmin
y sus miradas estaban tan entrelazadas entre ellas que realmente eran ellos y
el mundo. El menor también reía.
—No
me importa que no lo creas, hyung. Sólo me interesa que creas en mis palabras,
en mis pensamientos y esperanzas y ahora en este cinto que nos une. —Changmin
sabía que se escuchaba extremadamente cursi, que eso iba muy poco con su
personalidad, pero lo que menos quería, lo que menos deseaba era que esa
persona que estaba entre sus brazos se sintiera insegura o que quisiera
alejarse de su lado. No creía poder soportarlo, no cuando se había hecho casi
dependiente de él.
—Siento
que me he ganado la lotería contigo, Shim Changmin, y no sé si eso puede llegar
a ser sano.
—Siento
no poder decir lo mismo, hyung, porque yo contigo me he ganado un título de
niñero de un hombre de veintisiete años.
—Soy
un hombre que necesita de la compañía de los demás para seguir, así que hazte
cargo de mi dependencia, es lo mínimo que puedes hacer.
Sus
miradas continuaban en contacto, sus sonrisas no desaparecían y ambos, esta
vez, se acercaron para dejar constancia del cariño que se profesaban. Un beso
lento, tierno y significativo para ambos.
Los
regalos, durante la tarde, no se volvieron a tocar de la mesa.
•
•
•
Haneul mueve el
brazo de Jaejoong para que éste salga de ese pequeño trance al que ha entrado
luego de que comiera la primera cucharada de leche asada. Para la mujer no hay
otro pensamiento de que no ha quedado buena.
—Jaejoong…
Jaejoong… Vamos, no creo que esté tan mala como para no volver a probarla.
El hombre la
mira de tal forma que da a entender que no entiende de qué está hablando. Es
por la misma razón de su expresión que su vista baja hasta su postre que está
casi intacto bajo su cuchara pequeña ya vacía. Había entrado demasiado en sus
propios pensamientos como para darse cuenta de que había dejado ahí el postre.
Jaejoong vuelve a mirar a Haneul de una forma en que ella comprende de
inmediato qué es lo que pasa por la mente de su hermano. ¿Cómo no hacerlo? Han
sido muchos años juntos.
— ¿Aún la
recuerdas? –La pregunta llega tan de pronto que cuando Jaejoong es capaz de
reaccionar ante ella sólo ríe. ¿Qué más puede hacer?
— ¿Cómo no
hacerlo? De hace casi cinco años que no la puedo olvidar. —Su hermana sonríe
ante la respuesta.
— ¿Y crees en
ella? —Jaejoong sisea, mira hacia donde está su sobrino jugando con una consola
portátil. Repentinamente siente que todo le recuerda a su otro extremo de la
cinta, incluida la pregunta que le ha formulado Haneul.
—Realmente
quiero creer en ella, pero… no lo sé. Es extraño… muy extraño si me lo
preguntas de forma seria, Haneul.
—Te estoy
preguntado de forma seria, Jaejoong. —Haneul se ríe con tal libertad de su
hermano que incluso su hijo ha levantado la vista de la consola para mirar con
una sonrisa a su madre. —Deberías comenzar a creer más en esas historias. Nunca
está de más ser un poquito infantil y creer en ellas y mucho menos guardar un
poquito de esperanza. No te hace menos adulto. —La mano de Haneul se apoya en
el hombro de Jaejoong y éste no puede más que sonreír. En serio agradece que
esas personas estén junto a él en tal momento.
Las horas siguen
pasando, las conversaciones vuelven a ser protagonistas en la mesa del comedor
y la luz de las lámparas en el techo es la que ahora ilumina sus rostros. La
luz ha vuelto.
Jiwoong continúa
jugando, riendo a cada historia que cuenta su tío y madre, hasta que recuerda
algo que ha olvidado casi por completo. Agradece internamente cuando su tío
nombra a su antigua banda.
—Vi a tío
Changmin el otro día. Estaba caminando a unas cuadras de aquí. Mandó saludos y
preguntó por ti, tío.
El muchacho está
tan concentrado en pasar la etapa de Kirby que no nota la tensión de su tío al
momento de decir que Changmin ha preguntado por él. Un extraño cosquilleo
perturba la garganta del mayor de la habitación; con frenesí pasa su diestra
para que se vaya, para que se aleje, pero no es mucho lo que logra. Siente que
sufrirá un ataque de ansiedad.
—Le dije que
estabas bien, que seguías viviendo en el mismo lugar y que los días sábados por
la noche nos juntábamos a ver películas. Le dije que viniera un día si es que
estaba cerca. Me dijo que haría lo posible.
Jaejoong mira a
su hermana de tal forma que ésta entiende de inmediato cómo se siente. Los ojos
de Jaejoong se han vuelto pequeños, rojizos y algo amenaza con salir de sus
lagrimales. El mayor muerde su labio inferior y hace el ademán de levantarse
del lugar, pero su sobrino, con una nueva frase, le detiene.
—Deberías hablar
con él, tío. Cuando hablé con él sentí que te extrañaba mucho. Ustedes hace
mucho tiempo que no hablan.
Jaejoong en ese
momento se pregunta si Haneul le ha dicho algo a su hijo sobre su relación con
Changmin de hace unos años atrás. Al parecer aquella pregunta se refleja en su rostro, pues al volver a
mirar a Haneul ésta solo se encoge de hombros.
—Tal vez tienes
razón, Jiwoong, tal vez ya sea tiempo de juntarnos una vez más.
Jaejoong, con
esfuerzo, forma una sonrisa al elevar la comisura de sus labios; Jiwoong hace
lo mismo, pues siente que ha hecho una buena acción. Haneul, por otra parte,
quiere estar segura de que Jaejoong si volverá a hablar con Changmin, aunque
eso pueda llevar a delatarla. No le importa en realidad.
—Jaejoong, ¿me
acompañas? Te quiero mostrar algo. —Cómico era para Haneul decir tal cosa, pues
lo que menos haría era mostrar: se dedicaría a hablar.
Jiwoong les mira
con curiosidad cuando ve que ambos se encaminan hacia la sala de estar, ahí
donde Jaejoong había estado mirando por la ventana cuando habían llegado ambos,
él y su madre. Sin embargo, todo comentario es dejado a medio camino y Jiwoong
vuelve a concentrarse en la etapa del juego.
Cuando Jaejoong
llega con su hermana hasta su sofá preferido, ese predilecto, mira a la mujer
con una duda clara en su mirada. Los rastros de una acción a medio camino son vistos
sin mayores problemas. Quiere preguntar qué es lo que le quieren mostrar pero,
antes siquiera de que articule alguna palabra, es callado por las de su
hermana.
—Vas a juntarte
con él. Por ti, por él, por ustedes. —El hombre mira a Haneul como sí ésta
hubiese dicho una clase de disparate, una clase de frase prohibida para ellos,
pues sus ojos se abren más de lo normal y sus labios dejan un hueco entre uno y
otro.
— ¿Qué estás
diciendo? Yo no estoy mal, Haneul. Lo extraño, sí, pero lo normal, como se
extraña a la mejor relación que se ha tenido.
—Todavía no
puedo entender qué fue lo que los llevó a que terminaran.
—Nos dimos un
tiempo.
—Tiempo que ha
pasado a ser años. —Haneul habló de forma ruda y Jaejoong bajó la vista tan
sólo unos centímetros. —Tienes que dejar de mentirte. Lo sigues amando, ¿por
qué siguen de esta forma? Ambos han tratado de formar algo nuevo, pero es nulo
lo que logran. ¿Qué más razón, qué más prueba quieren de que tienen que estar
juntos otra vez?
Jaejoong no sabe
que decir. Su vista se ha perdido en algún punto del piso cuando su hermana le
ha tocado el hombro derecho con su siniestra. Es signo de apoyo que ha estado
presente entre ellos durante años.
—Deja de ser
infantil para estas cosas, Jaejoong. Mejor cree un poco más en los que fueron y
son sus palabras.
El mayor asiente
dos veces y siente que ya no es el mayor de la casa, sino que todo lo
contrario. En un impulso, uno muy común de
él, abraza a su hermana pasando sus brazos por los hombros de ella. Ríe
un poco y Haneul lo hace con él.
—A veces me
pregunto qué haría sin ti.
—Mejor
pregúntate cómo serían las cosas si tuvieras a otra persona a tu lado.
Jaejoong vuelve
a reír y Haneul deja caer un golpe suave en el brazo de su hermano.
La visita se da
por finalizada, Jiwoong está inconforme por su pérdida en el juego y algunas
porciones de postres quedan olvidadas en la mesa del comedor.
Con más calor en
sí, Jaejoong recoge las cosas de la mesa después de que han pasado diez minutos
desde que su hermana y sobrino han cruzado la puerta de entrada de la casa.
Pasados otros veinte minutos, Jaejoong ya tiene todo en su lugar. Tiene ganas
de hacer más cosas para así lograr distraerse, pues las cosquillas de sus manos
son cargantes y sabe que continuarán hasta que marque ese número que sus
dígitos se saben de memoria.
Antes de que se
dé cuenta, Jaejoong ha sacado su móvil y ha marcado un número que hace poco más
de tres meses no había vuelto a ver en la pantalla de su teléfono, pero sí en
su mente.
El sonido de que
el número se ha marcado, de que se está llamando, hace acto de presencia cuando
Jaejoong alcanza el auricular a su oreja. No logra entender por qué su pulgar
izquierdo está en su boca, corriendo peligro de ser mordido por sus dientes.
Tampoco logra entender de dónde sale la fuerza para no cortar la llamada antes
de que le contesten al otro lado. Y así mismo, tampoco entiende cómo es que no
ha caído cuando escucha la voz grave de Changmin al otro lado. Le han
contestado, no ha costado y su pulgar sufre esa mordida que ha estado pensando.
— ¿Aló? —La voz
de Changmin vuelve a llamar a su interlocutor, pero la repuesta no llega, no
como al menor le gustaría que lo hiciera.
La respiración
de Jaejoong es agitada: está nervioso, eso cualquiera que lo viera (o que le
escuchara) sabría reconocerlo, y Changmin lo conoce, por ello sin necesidad de
verlo sabe cómo está y cuánto le ha costado hacer esa llamada.
Changmin suspira
casi con resignación antes de volver a hablar: —No llames si te sientes
presionado, hyung, sabes que no me gustan las llamadas así.
— ¡No! O sea, no. No llamo por obligación...
Quiero saber cómo estás.
—En este momento
estoy parado en la entrada de una pastelería.
— ¿Con este
frío?
—Tenía hambre y
en casa no tenía algo que me apeteciera
comer. —Jaejoong ríe imaginando la expresión de Changmin al hablar: ceño
fruncido y ceja media alzada.
— ¿En qué
pastelería estás comprando? —Jaejoong pregunta sin saber realmente el porqué.
La interrogante salió antes de que lo pensara.
Changmin tarda
un poco en contestar a la pregunta que ha escuchado provenir de la otra línea
del teléfono: —En la que está cerca de donde vives.
Jaejoong supo de
inmediato porqué la respuesta ha tardado en llegar.
— ¿Te queda
mucho tiempo ahí?
—Si la fila
sigue avanzando igual de lento a como está ahora lo más seguro es que esté
durante media hora más esperando. —Changmin ríe y Jaejoong no puede evitar
hacer lo mismo.
Entre ambos se
forma un silencio no incómodo; un silencio que deja escuchar a los
automóviles pasar y a la gente
conversar. Jaejoong quiere preguntar algo y no tarda en hacerlo.
— ¿Crees que ya
es tiempo? ¿Será que ha pasado mucho?
Alguna
aclaración es innecesaria, pues Changmin capta de inmediato lo que el mayor
quiere decir. Con sonrisa dibujada, una que Jaejoong no puede ver, Changmin
responde.
—Será tiempo
suficiente sólo si tú quieres que sea de esa forma.
Jaejoong, sabe
que por el tono de voz de Changmin que éste está sonriendo y él no puede evitar
hacer lo contrario.
—Siento que ya
es tiempo suficiente, Changmin-ah...
—Pensé que
demorarías más tiempo en llamar, hyung.
Jaejoong ríe,
Changmin le imita y es como si todo el tiempo que estuvieron separados fuera
nulo. Como sí nunca hubiesen dejado de hablar y como sí las cosas volvieran al
lugar en el que siempre debieron estar. Jaejoong no puede evitar pensar de tal
forma.
—Quiero verte.
—Ya sabes dónde
estoy, hyung.
Jaejoong sonríe
para sí mismo y con un rápido "espérame, no te muevas" se despide de
Changmin para ir en busca del mismo y hacerle frente después de mucho tiempo.
Con el abrigo
puesto, con las llaves y móvil en uno de sus bolsillos, Jaejoong está listo
para salir de la casa. Los nervios le recorren por completo: le es inevitable
no acordarse de esa primera vez que salió al escenario para cantar. Sabe que
son situaciones distintas, pero no sabe decir cuál es peor (claro, si es que
existe algo como tal).
Al momento de
poner un solo pie fuera de casa y que el frío le recorriera las piernas, brazos
y manos, a la mente de Jaejoong llega ese recuerdo que siempre es capaz de
torturarle. No creyó que lo volvería a ver en ese momento, pero no le es del
todo extraño, ya que después de mucho tiempo, será capaz de hablar el tema de
frente.
•
•
•
—Tal
vez sea buena idea darnos un tiempo.
—
¿Eso es lo que crees, hyung? —Para Changmin fue imposible no hacer que su voz
sonase dolida, pues las palabras de Jaejoong no son capaces de hacerle sentir
de otra forma.
Jaejoong
sintió culpa, su vista bajó hasta sus pies y las ganas de decir que era todo
mentira, que formaba parte de una sorpresa, le tentaban. Pero sentía que eso
era lo mejor. ¿Sus razones? Sólo su intuición.
—Creo
que es lo mejor, Changminni-
—No
me vuelvas a decir así, no sí aquí terminan los años que llevamos juntos.
—Estas
siendo cruel y no me entiendes...
Changmin
dejó escapar una carcajada que tuvo que acallar con los asentimientos de su
cabeza. Fue una risa burlona, una que Jaejoong jamás en su vida iba a poder
olvidar.
—Había
olvidado que sólo tú sufres, hyung, lo siento mucho. —Dolía, a Jaejoong le
dolía escuchar a Changmin de tal manera, pero lo conocía tan, tan bien que
sabía que las palabras eran la máscara de la pena que el menor sentía.
—Perdóname...
No te quiero hacer daño con esta inseguridad. No es bueno para ti ni para mí
que yo sea frío contigo solo por estos raros sentimientos. —Jaejoong se acercó
a Changmin casi con miedo, como si creyera que el menor le iba a rechazar, pero
para su sorpresa Changmin se le había adelantado y él lo había abrazado: un
abrazo necesitado, uno donde Changmin estrechó sus brazos tan fuerte alrededor
de la figura de su hyung que se notaba a leguas que no le quería soltar.
—No
se te ocurra decirme adiós, hyung. Te juro que sí lo haces eso jamás en mi vida
te lo voy a perdonar. —Jaejoong rió.
—Jamás
te voy a decir adiós, mi vida, jamás. Sólo será un tiempo, esto acabará cuando
ambos estemos de acuerdo.
Changmin
asintió y enterró su rostro en el hueco del cuello de Jaejoong, como si se
tratara de su refugio, uno que no iba a dejar nunca.
—
¿Puede terminar ahora? No me gusta estar mucho tiempo separado a ti.
Jaejoong
rió y se dio cuenta que entre ellos jamás habría rencor.
—Sólo
dame unos días, sólo unos días y te prometo que todo volverá a la normalidad.
Changmin
asintió, no sabía si creer, pero no tenía muchas otras opciones, no en ese
momento.
—Voy
a esperar el tiempo que creas necesario para arreglarte, hyung, no puedo
obligar a tus inseguridades que se vayan cuando yo ya he hecho todo lo que está
a mi alcance.
—Esto
no es por ti...
—Lo
sé, pero quiero que sepas lo que yo tengo en mente. —Changmin salió del
escondite que era el cuello de Jaejoong en ese momento para él. —Te voy a
esperar. Y aunque suene muy repetitivo, recuerda que tenemos un lazo que nos
une.
Jaejoong
volvió a abrazar a Changmin, aguantando las ganas de dejar caer sus
sentimientos por los ojos: pena convertida en lágrimas.
—Gracias
por entenderme.
—Te
dije que siempre lo haría, hyung.
•
•
•
Antes de que
Jaejoong lo notase ya está a sólo unos pasos de la pastelería. Changmin no está
al alcance de su vista, pero sabe que está ahí, pues en el camino le ha llegado
un mensaje de texto en que el menor le ha avisado que la fila avanzó rápido y ya estaba dentro
del local a unas cuantas personas para comprar.
El mayor saca su
móvil y teclea un nuevo mensaje para el menor:
"Te estaré
esperando fuera del local, ahí donde siempre ^3^ Te amo~"
Le fue
inevitable no reír ante su propio mensaje.
Los minutos
pasan, la gente camina, entra y sale del local y Jaejoong está demasiado
entretenido en el juego que están formando sus pies en ese momento que no nota
la figura que se ha parado frente a él. Ella lo agradece, porque no recuerda
cuánto había extrañado ver al mayor jugando de tal forma, tan infantil, tan él.
Changmin quiere
llamar, pero está demasiado concentrado en la vista que el mayor le otorga. Su
diestra se encuentra empuñada en las orejas de la bolsa que contiene el dulce
que ha comprado y su siniestra está dentro de su abrigo apretando algo
demasiado significativo, demasiado importante y que nunca deja de lado. ¿Ñoño?
Lo más seguro. Lo debe reconocer.
—Hyung...
—Jaejoong levanta la vista y ver a Changmin frente a él con esa sonrisa tan
propia, con los años cargados en los bordes de los ojos, con el cabello largo
(casi tapándole sus orejas) y con su siempre característica altura, no puede
hacerle más que pensar que lo que tiene frente a sí no es Changmin sino que
otra persona.
— ¿Changmin? —El
mayor pregunta con tanta duda, con una expresión que deja entrever tantas
preguntas que para Changmin no puede haber mejor reencuentro que ese, no cuando
ya han pasado tres largos años desde la última vez que se habían visto y la
tensión entre ellos estaba presente.
Jaejoong tiene
los años en su boca, las arrugas de esa sonrisa siempre presente comienzan a
hacer aparición y así mismo aparecen las arrugas del ceño y esas famosas patas
de gallo. Changmin nota que el mayor no ha hecho esfuerzo alguno por hacerlas
invisibles. Lo agradece, le gusta. Demasiado.
—Con el mismo.
—El menor se encoge de hombros, sus labios se contraen y es un gesto propio de
no hay de otra, un gesto que por mucho tiempo Jaejoong había extrañado.
—Creo que te
extrañé mucho todo este tiempo. —Jaejoong articula como quien no quiere la
cosa. Changmin sonríe formando las líneas de los costados de su boca y las
mínimas margaritas del mayor también se hacen presentes. Demasiada felicidad
junta.
—Por momentos
creí que yo había sido el único. — ¿Bromeando? Jaejoong aún no comprende como
todavía le cuestan algunos segundos en captar esas bromas que Changmin hace de
vez en cuando, así como en esa situación donde la separación parece más de
horas que de años.
Entre ambos se
vuelve a formar un silencio. No es incómodo, es necesario. Sus miradas están
entrelazadas, comunicándose como ellas solas saben. Sus sonrisas son
impenetrables, no hay forma alguna de que se deshagan. Pero la necesidad se
hace presente, el cosquilleo en las manos y pies tortura, y alguien debe dar el
primer paso.
— ¿Puedo...? —El
mayor pregunta con inseguridad y antes de que pueda decir una nueva palabra o
siquiera pensar en continuar con la pregunta, Changmin ya ha pasado sus brazos
por su cintura y para Jaejoong no puede haber mejor calor que ese.
Lo necesitaba,
¿a quién trató de engañar por tanto tiempo, por tantos años? ¿A sí mismo? No
tenía otra respuesta. Pero tiene una excusa: estaba asustado, de hecho aún lo
está. Tiene miedo porque se ha dado cuenta de que se ha vuelto dependiente de
otra persona. ¿Y si ya no está? No lo quiere pensar, pero sabe que es
inevitable.
Sus brazos
rodean el cuello de Changmin y ahoga un suspiro cuando su boca se entierra en
el hombro del mismo. Tiene ganas de que no existan posibilidades de volver a
separarse. Es demasiado perfecta la sensación, tanto que no quiere que vuelva a
desaparecer, tanto que no quiere que esté lejos de su alcance. No lo podría
soportar.
Su miedo quiere
darse a conocer. Jaejoong no sabe cuánto tiempo más podrá mantenerse callado,
sin embargo no sabe porqué concreto de no querer hablar, pues también sabe que
Changmin estará a la disposición de escucharlo.
— ¿Aún me
quieres?
Changmin sabe
que su risa es cruel, esa risa que ha dejado escapar tan pronto el mayor
formula la pregunta.
—Hyung, yo te
voy a amar aun así estés lleno de arrugas, si pareces pasa e incluso si el día
de mañana no tienes ni la menor idea de quién soy yo.
Jaejoong aleja
su rostro de su escondite y busca la mirada de Changmin: necesita verla,
necesita estar en contacto con ella.
— ¿Lo prometes?
—Te prometí que
te iba a esperar todo el tiempo necesario y ahora estoy aquí hablando conmigo,
¿por qué no crees un poco más en mí? Me ofendes. —Changmin no estaba molesto,
su sonrisa aún dibujada en su rostro lo reafirma. —Además, hyung, recuerda que
es un amor eterno, tengo una cinta en mi mano que lo comprueba. —Jaejoong tiene
una idea, no comprende sino hasta que Changmin alza su siniestra y en ella se
ven los dos extremos de esa cinta que años atrás habían utilizado para no
separarse.
—Estamos
destinados, Changminnie. —Changmin había extrañado que le llamaran de esa forma,
que Jaejoong lo llamara de esa forma.
—Y hasta que me
crees. —El menor ríe esta vez y en un impulso que ni él mismo fue capaz de ver,
junta su frente con la de Jaejoong sin hacer que sus miradas se separen:
hacerlo sería un pecado que no tendría perdón alguno.
—Creeré siempre
de ahora en adelante. —Jaejoong, tentado por algo que quería hacer del
principio, acerca sus labios a los contrarios hasta capturarlos con los
propios. Changmin reacciona segundos más tardes, pero eso no impide que el
enlace sea significativo, que cobre vida y que sea el comienzo a una segunda
oportunidad a su relación.
—Te amo más que
a mi vida, hyung. —El mayor muerde sus labios conteniendo las ganas de una
acción que ha tentado a hacerse presente del momento en que Changmin estuvo
frente a él: Jaejoong no quiere llorar.
—No pienso
dejarte nunca más.
Y las palabras
se vuelven nulas, las manos se entrelazan, el cinto toma su lugar
correspondiente en cada meñique y un nuevo enlace de sus bocas es suficiente
para emprender el paso a un lugar que no conocen. Es un lugar nuevo al cual las
encargadas de llevarlo son sus piernas. Las conversaciones se hacen presentes a
medio camino y las ganas de no volver a pasar por lo mismo se hacen presentes y
ambos saben que no se irán.
Después de todo,
como el cinto lo dice, están destinados y es un amor eterno.
FIN~
amooooor tan aaaaa lindo
ResponderEliminarPrecioso ♥ me llego al corazon !!!!
ResponderEliminarVengo a comentarte porque te quedó realmente precioso, amiga <3 y debo decirlo... Mi parte favorita es la declaración de Changmin con complejo de Edipo ;3; me gustó demasiado, y nghh la parte donde se dan un tiempo ahhh <3
ResponderEliminarDebo decirlo, tú sí mereces ganar UwU no como yo xDDDDDDDD Te ami *-* <3
realmente hermoso!!!! quiero decir que los sentimientos estuvieron bien expresados y eso cuesta un monton.... fue hermoso *-* y quiero que ganes.... por muchas razones las cuales dejare a tu imaginación XD
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