KINGDOM TVXQ!

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Arualthings

Primera Plana: capitulo 29


Eterno.


—Señorita, ¿podría contarnos sobre los hechos?

El crucero había tenido que hacer una parada imprevista, y las lanchas que circulaban de un lado a otro con sus luces y sus integrantes oficiales de salvamento no hacían mejor la situación que los rodeaba. Kyona era una mujer respetable y bella, que ahora permanecía con una manta sobre los hombros y su mirada en el piso.

Tenía la imagen fresca de esos dos muchachos lanzándose al basto mar con una tranquilidad tan asombrosa que las manos todavía le temblaban y ese reportero enfrente de ella no ayudaba en lo absoluto. Tenía tanto frío. Solo quería ir hasta su cama y dormir, olvidar ese hecho y dejarlo como algo completamente aislado.

—Señores por favor, la señorita no se encuentra con ánimos de rendir declaraciones.

Fue uno de los encargados principales de ese crucero quien posó una mano interfiriendo entre ella y el joven reportero que frunció el ceño y por suerte sin agregar algo más se alejó con cámara y todo. El sol ya había salido y Kyona solo pudo respirar profundo. Con el cabello despeinado moviéndose por el viento.

Al final, nunca los habían encontrado.




—¿Ha sido difícil?

Quizá era que la voz de Rain era pacífica, suave y calmaba un poco ese estado pasivo en el que estaba cayendo mientras apretaba sus manos y un nudo en el estómago le impedía derramar más lágrimas. Tan solo habían pasado unos días desde que hubiera enterrado a OhDae y entonces, unos pocos días después recibía la fatal noticia por parte del mayordomo Lee.

—Más de lo que me imaginé que sería.

Se encontraban ambos frente a dos lápidas, con un lugar vacío donde reposaban los nombre de dos de los hermanos Kim: Yoochun y Junsu. Y la mente de Boa viajaba a esos instantes en los que el manto de la verdad cayó sobre ellos y el caos terminó por derrumbar a esa familia. Del dolor intenso que ambos sufrían por un amor que era erróneo.

Boa a veces pensaba en ellos. En que sería bueno que estuvieran lejos, muy lejos de todo el mundo que los conociera. Incluso ya se había hecho a la idea que su desaparición sería para siempre, que seguramente estaban lo suficientemente lejos como para que el dolor no los volviera a abrazar. Pero nunca se imaginó que recibiría la noticia del suicidio de ambos, que tendría que preparar lápidas para esos dos jóvenes muchachos y sus cuerpos que jamás fueron encontrados entre las horas de la madrugada y el mar inmenso que los albergaba.

Era como una historia trágica, en que los pasos que los direccionaron eran predecibles que Boa no podía sorprenderse, pero si lamentar el final que la vida les había otorgado mientras ella solo podía ofrecerles un lugar decente donde irlos a recordar. Boa no guardaba muy buenos recuerdos de esa familia. Pero sentía el deber de al menos permitirles un descanso decente.

—Ya es hora de irnos— Rain miró el reloj en su mano y levantó la mirada para observarla, su rostro alicaído y el suspiro que abandonaba sus labios cuando por fin parecía dispuesta a dejar de contemplar aquellos dos nombres. —¿Te sientes bien?

—Si, no te preocupes— Trató de sonar estable cuando menos, sus pasos avanzando entre el césped verde y su abrigo sobre el cuerpo. –Es solo que pienso en la juventud que todavía poseían y no puedo evitar recordar a Minho y que lo extraño, empezábamos a tener una relación cordial y pues…

—¿Por qué no viajaste con él?
—Él necesita empezar a valerse por si solo, le espera una adultez muy diferente a la vida que llevaba antes. Necesita soledad y madurez, además no quiero presionar más nuestra relación.

—Eres su madre.
—Lo soy desde hace unos meses apenas. No creo que él me reconozca como tal todavía.

La mirada de Boa bajaba al suelo cuando su ánimo decaía y era generalmente por los últimos acontecimientos que rodeaban su vida. Pero los correos de Minho la mantenían con dejes de felicidad y algarabía, el muchacho le escribía pasando uno o dos días, le contaba sobre varias cosas y ella respondía rebosante de alegría. Como si estuvieran estructurando de a poco una relación más estable.

—Tal vez no es el momento— Habló Rain. –Pero ¿qué va a pasar con la herencia de OhDae? Es cierto que no quedó demasiado después de todo ese desfalco que tuvo y los problemas que se han cancelado a nombre de la empresa. Pero han quedado un par de propiedades que deberían ir a manos tuyas y de sus hijos.

—Lo poco que quede, no lo quiero— Boa se detuvo. –Ni acciones, ni propiedades. Al menos Minho y yo preferimos que todo sea vendido y el dinero dividido. No sé que piense Jaejoong, aunque hace días que nadie sabe nada de él. Ni de él ni de Yunho.

Rain la miró curioso y ella solo sonrió. –Era un amigo muy cercano a la familia. La supuesta mano derecha de OhDae. Jaejoong y él han desaparecido.
—¿Crees que ellos se hayan llevado parte de ese dinero que le fue desfalcado a OhDae?

Boa negó sutilmente.

—No, había algo en los ojos de Yunho que no era ambición. Aunque su desaparición me preocupa. Después de todo Yoona y él eran muy unidos. Aunque a Jaejoong eso parecía incomodarle más por Yunho que por su propia esposa.

—¿Jaejoong nunca vino a ver la tumba de Yoona?
—Ni Yunho, ni él.
—¿Ellos…?

Boa mordió su labio inferior, insegura y con un malestar creciente al tener que revivir cosas que no le placían. Así que prefiero cerrar los ojos y continuar caminando. –No lo sé y prefiero no saberlo.

Rain entendió que las cosas para Boa eran mejores si las olvidaba o al menos pretendía que no habían sucedido, poco a poco las puertas de Boa se iban cerrando, dejándola caminar segura hacía un futuro que ella desconocía, pero que la liberaba de toda esa familia que un día la sumió en ese letargo de odio y resentimiento, del que apenas había salido a salvo.


Se encontraba realmente agotado, terminando de arreglar finalmente la pequeña habitación en la que se encontraba, con las pocas pertenencias que había adquirido y con un suspiro cansado en los labios. Minho sabía que esa sensación de poca pertenencia cambiaría con el pasar de los días, que poco a poco terminaría por adaptarse al país.

—Minho— Escuchó los toques leves en la puerta, por parte de uno de sus compañeros de departamento. –Te están llamando para una entrevista de trabajo— Cuando hubiera abierto la puerta, tomó el teléfono en manos del joven rubio que sonrió divertido ante su efusividad mientras hablaba por teléfono y asentía cada tanto. Esa juventud rebosante que le muchacho todavía poseía.

—De acuerdo, entonces ahí estaré.
—¿Tenemos trabajo nuevo?— Minho giró hacía su compañero y sonrió.
—Probablemente, me han llamado para una entrevista.

—Eso es una buena señal, créeme— El muchacho agitó los cabellos de Minho y él se sintió terriblemente nostálgico ante aquello. El mismo gesto que su padre tenía con él. —¿Todo bien?
—Si, solo me recordaste a mi papá.

—¡Hey, tampoco estoy tan viejo!
—No es por eso— Admitió Minho. –Es solo que todo esto de su muerte parece que no lo supero del todo.

—Esas cosas nunca se superan con facilidad— Minho tuvo que darle la razón al mayor, buscando entre sus cosas la pequeña laptop para poder escribir cuanto antes un correo. —¿Qué haces?

—Le escribo a Boa— Justo en ese momento Minho mordió su labio inferior y suspiró. –Quiero decir, le escribo un correo a mamá— Se corrigió, con una expresión más tranquila mientras sus dedos se deslizaban sobre las teclas con rapidez. –Se preocupa por el poco tiempo que compartimos.

—Las madres son así— El hombre se apoyó sobre la pared, observando el lugar carente de fotografías, aparte de la que Minho tenía junto a su madre y su tío. Y por supuesto la de ese muchacho más alto que él, que pasaba una mano por sus hombros y que según palabras de Minho se la habían tomado en una playa a la que él lo había llevado. —¿Los extrañas?

—¿A quien?
—A tu familia.

Minho terminó de enviar el correo y suspiró. –Mi familia no es un muy buen recuerdo que digamos. Se redujo a mi mamá y Siwon que es el hermano de ella. Y por supuesto Changmin.
—Ese amigo tuyo.— El hombre señaló con la cabeza la fotografía y Minho sonrió.

—No es solo mi amigo y lo sabes.
—Si, pero prefería no insinuar nada hasta que lo dijeras— Se sentó en la cama junto al más joven que con la fotografía en las manos parecía haberse perdido en sus recuerdos —¿Te está esperando?

—Probablemente.
—¿Probablemente?— Se burló, aunque a Minho no pareció importarle. —¿Y lo dices tan tranquilo?

—Nuestra relación empezó de una manera muy extraña, continúo así y el insiste en que no ha terminado. Solo estamos dando pasos en nuestras carreras, él en su trabajo, yo estudiando la mía. Pero que cuando eso termine, tengo que volver a Corea, o el vendrá a Estados Unidos.

—¿No tienes miedo que el tiempo y la distancia…?
—No lo sé y no me importa— Admitió Minho con una sonrisa segura en los labios. –Por que sé que al final de todo y a pesar de todas las personas que haya en nuestras vidas, de un modo u otro, volveremos a estar juntos.

El hombre rubio solo pudo suspirar. Ese amor de juventud que siempre parecía eterno. Su mirada en la pared de aquella pequeña habitación mientras él a punto de graduarse de la universidad todavía no encontraba ese amor que lo hiciera pensar con tanta seguridad sobre alguien como Minho lo hacía cuando le hablaba de Minho.

—Dime Eli, ¿tú no tienes a alguien?
Él solo sonrió y negó. –Soltero y feliz de serlo.

—Ah, claro… ¿Y Kevin solo es tu hermano postizo?
—Igual que todos mis amigos realmente cercanos.

Minho rió a carcajada limpia cuando Eli arrugó el entrecejo en ese instante.

—Claro, claro ¿y por eso le arruinaste la cena ‘romántica’ con ese muchacho de arquitectura ayer por la noche?
—Simplemente no le convenía, además no es mi culpa que planee una cena en el departamento en el que vive con dos amigos.

—Es su espacio y su tiempo, por algo nos pidió que no saliéramos esa noche de nuestras habitaciones.

Eli solo pudo agitar su mano murmurando un par de cosas que ya no eran entendibles para Minho mientras él solo lo miraba entretenido.

—¿Eli te perdiste en el camino?— La voz de Kevin se escuchó desde la cocina.
—¡Oh, cierto! La comida, se suponía que debía avisarte.

Minho rodó los ojos saliendo junto a Eli de la habitación, directo a esa pequeña mesa redonda cerca de la cocina donde Kevin terminaba de servir y el olor a comida casera se esparcía agradablemente por todas partes.

—Se ve delicioso.

—Gracias Minho— Kevin sonrió, para luego mirar con reproche al rubio que venía detrás del menor y que solo rodó los ojos. –Agradece que he preparado la cena Eli, solo para que Minho no pasara hambre, por que si fuera por ti hubiera dejado que te murieras de inanición. Y si, aún estoy enojado.

Era divertido ver como Eli se negaba rotundamente a aceptar la verdadera razón por la que siempre terminaba arruinando las citas de Kevin. Eli era un hombre decidido y carismático, pero completamente negado para los sentimientos. Esa etapa en los dos mayores, le recordaba mucho a su adolescencia, a lo mucho que le hubiera gustado haber vivido una historia de amor normal y divertida.

Aunque no se arrepentiría jamás de la presencia de Changmin en su vida.

—¿Eh? ¿No hay postre para mí?
—No, Eli. ¿Qué parte de aún estoy enojado no entiendes todavía?




—Buenos días.

Heechul levantó la mirada de entre las fotografías que tenía en la computadora, los lentes cayeron por el puente de la nariz y finalmente enfocó al hombre que acababa de entrar en su oficina con dos vasos con café en la mano.

—Buenas, Siwon.
—¿Terminaste lo de la cumbre internacional?
—Aún no.

Siwon dejó descansar uno de los vasos sobre el escritorio de Heechul y su expresión tranquila. Sentándose justo frente a él mientras el mayor tomaba un poco de ese café y parecía despejarse cuando menos un par de minutos.

—¿Todo bien?
—Parece que si.

La contestación de Heechul sonaba tan casual que los fantasmas de Siwon iban desapareciendo, al parecer a la misma velocidad que los del propio Heechul.




—Me hubiera gustado ver su tumba una última vez.— Las palabras de Yunho se perdieron de repente. Sentado en aquella silla, con una escaza cena frente a él y un apetito nulo. Tenía las manos puestas sobre la mesa y Jaejoong parecía simplemente comer tranquilo. –Pero no creo haberlo soportado.

Los ojos de Yunho estaban vacios. Y el nombre de Yoona revoloteaba por todas partes sin que Jung tuviera la necesidad de pronunciarlo. Ausente como pocas veces, de ese rostro resplandeciente solo quedan sombras opacas que se esparcen y dejan tan solo un rastro patidifuso.

Y Jaejoong solo puede ver esos ojos, que se pierden de un lado a otro, esas pestañas pequeñas que parpadean de vez en cuando, esa boca fina que si pronuncian palabras ya no son de falso amor, ya no le mienten. Pero este Yunho es solo un vacío perenne que amenaza a su enferma felicidad.

—Yunho…— Y esos ojos lo miran fijamente de pronto, como si quisieran leer algo en sus ojos que Jaejoong no termina de entender —¿Por qué no has intentando irte de aquí?
—¿Qué más da?— Yunho sonríe –Aquí o en otra parte, mi realidad contigo no cambia.

Jaejoong aprieta los puños. Lo odia.

Odia ese sentimiento de resignación que es lo único que acapara a Yunho. Entonces lanza los platos de la mesa al suelo y el ruido hace a Yunho pegarse a la silla, Jaejoong dejó de lado las bondades, las palabras de amor y corre a su cuello, a sostenerlo con fuerza a mirarlo con odio.

—¿Qué soy Yunho, tú ancla de salvación?
—No lo sé— Admite Jung con la misma expresión vacía –No sé muchas cosas, solo sé que aquí o en el hospital mi final hubiera sido el mismo. ¿Crees que no sé lo que planeas?

Jaejoong aprieta el agarre, esa camisa de algodón que Yunho lleva puesta, blanca, tan blanca como la nieve, tan suave que Jaejoong en algún momento solo roza esa textura que le parece cercana, y Yunho respira suave, muy cerca de él.

—¿Por qué no lo puedes entender Yunho?— Acaricia su rostro, con delicadeza, contempla sus facciones, todo lo que él reclama como suyo y esos finos labios lo llaman. Lo tientan a un beso que sabe a pecado, que junta sus emociones y las vagas de Yunho, que más que un beso parece un roce virginal y desconocido —¿Por qué no puedes entender que nosotros estamos destinados a amarnos? En esta o cualquier otra vida.

Yunho no sabe cuanto tiempo ha pasado desde que Jaejoong lo trajo a ese lugar, no sabe del tiempo ni de lo que pasa fuera de esas cuatro paredes, tampoco lo necesita. Está ahogándose, se hunde a cada segundo y no hace nada por anclarse a la vida o la locura, tiene a Jaejoong cerca, muy cerca.

—Tú no me amas Jaejoong.
—Él que no me amas, eres tú Yunho.

En medio de esa masa confusa de emociones y sentimientos, Yunho vuelve a sentir los labios de Jaejoong sobre los suyos, como si pretendiera arrancarle el alma con besos. Como si no le quedara otra victoria que alcanzar, se siente débil. Disperso y cansino, pero Jaejoong con una mirada desbarata sus creencias y lo trae de vuelta a la realidad.

Yunho sabe que solo tiene que esperar.



—¡Ya basta, cálmense!

La voz de uno de los presentes dentro de la sala de juntas se dejó escuchar, con fuerza, golpeando las manos sobre la mesa. Su expresión cansada, las noches sin dormir, lo poco que había comido en estos días, era casi tan visible como el de la mayoría de socios que se encontraba ahí.

—He hablado con la viuda de Ohdae, más bien con su abogado— Empezó, entonces los murmullos empezaron –No parece dispuesta a quedarse al mando de ninguna de las empresas, es más ha preferido vender sus acciones y las de Minho, bajo permiso del menor. Como todos sabrán Yoochun y Junsu fallecieron en aquel incidente y de Jaejoong no se sabe absolutamente nada.

Una de las mujeres cruzó sus piernas, con las manos temblorosas buscando algún cigarrillo. Bufando hastiado con todo eso.

—Es decir estamos en la mierda— Buscaba el encendedor, con las miradas de los demás sobre ella —¿Cómo es posible que Ohdae lo haya perdido todo? ¿Qué pasa con nosotros, con nuestro dinero, nuestras acciones? ¿Y dónde demonios está la famosa mano derecha de Ohdae? ¡Él debería hacerse cargo de todo esto!

El hombre que momentáneamente presidía la junta suspiró.

—¿Alguien ha sabido algo de Yunho?

Pero solo recibió silencio y negativas, apretó sus puños con fuerza, con la cabeza gacha y los labios apretados. Pensaba en su familia, en sus lujos, en todo a lo que habían estado acostumbrados antes que el acabose llegare.

—Bien, entonces tendremos que ingeniárnoslas para ver como salimos de esta, señores.

Sin embargo parecía una tarea demasiado difícil, y la tarde se pasó, demasiado pronto. Entre discusiones, salidas que no funcionaban del todo y una búsqueda desesperada por hacer algo por lo poco que quedaban de las empresas que una vez encabezó la familia Kim.




—Entonces ¿te vas a quedar?

La voz de Heechul sonaba amena, Kibum para ese momento no pudo evitar sentirse complacido, asintiendo con seguridad y notando la mirada amistosa que Siwon le ofrecía a unos pasos de él.

—Me han propuesto quedarme después de todo me gradúo en unos días y ya soy mayor de edad. Así que he aceptado de inmediato.
—Eso suena excelente— Siwon palmeó un poco su espalda –Solo no vayas a descuidar los estudios universitarios.

—Siwon tiene razón— Heechul en cambio lo abrazó, tan cálidamente que Kibum por primera vez sintió que pertenecí ahí, no solo como trabajador sino como un ente importante –Pero sé que lograras hacerlo todo muy bien.

—Sí y necesito que reúnas a los jefes de cada sección para planificar lo del especial que vamos a tener para este mes.

Changmin apareció de repente, al parecer un poco atareado entre su celular y su secretaria que a cada paso le indicaba lo que tenía que hacer ese día, mientras le confirmaba las órdenes que el muchacho le daba.

Pudo ver esa expresión seria en el mayor y Kibum por un momento sintió, que aunque Changmin y él no podían ser amigo, al menos eran buenos compañeros de trabajo, se entendían bien y todos decían que era el vivo recuerdo de Changmin cuando entró a trabajar ahí.

Cuando esos ojos de Shim finalmente lo ubicaron, él asintió respetuosamente y Changmin hizo lo mismo antes de continuar hacía su oficina. Ahora mucho más ocupado que antes. Hasta esa oficina con el titulo de editor, donde el nombre de Changmin colgaba orgulloso.

Ellos podían no ser cercanos, pero al menos había un respeto.
Un cómodo respeto que les permitía trabajar sin incomodidades y como adultos maduros.
De a poco, Kibum sentía su vida tomar un rumbo fijo y tranquilo.




—Listo, todas tus pertenencias ya están aquí hijo— Taemin sintió el abrazo de su madre, caluroso y lleno de amor –Cuídate mucho. Arregla las cosas bien y cualquier cosa, sabes que puedes llamar a casa.

Taemin quiso decirle que no iba a ser necesario, que estaba dispuesto a aprender de los golpes que la vida había empezado a darle desde la adolescencia, pero únicamente acarició los cabellos de su madre y sonrió.

—Claro mamá. Ustedes cuídense también.
—Mucha suerte, muchacho.

Luego vino el abrazo de su padre y fue igual de reconfortante. Cuando Taemin pudo darse cuenta ya se encontraba acompañándolos a la salida de la Universidad, directo en el lugar donde habían estacionado el auto. Suspiró agitando su mano, despidiéndose por un tiempo de ellos mientras su época universitaria le abría nuevas puertas.

Cuando caminó de regreso a las habitaciones pensó en muchas cosas, entre ellas lo mucho que iba a extrañar a sus amigos, lo bien que le había sentado hablar con Minho por últimas vez. Pensaba y pensaba, con sus pasos tranquilos entre los pasillos algo aglomerados por estudiantes que buscaban alojarse correctamente.

Así que no tuvo tiempo de reaccionar debidamente cuando lo vio ahí, apoyado ligeramente junto a la puerta de su habitación, con un pequeño regalo entre las manos, los ojos de Taemin se abrieron de par en par, detenido justo frente a él y Jinki como costumbre le regaló una sonrisa. Una bella sonrisa.

—Hola.

Su voz parecía no haberla escuchado en un buen tiempo y Taemin no pudo más que sonreír y acercarse un poco más a él.

—Hola, Jinki.
—Pasaba por aquí y pensaba en visitarte un rato.

Sonaba a excusa pero Taemin se encontraba verdaderamente agradecido por ello, por la presencia de Jinki, por su sonrisa, por su regalo considerado. Tanto que se acercó lo suficiente, lo abrazó y susurró muy cerca de su oído.

—Te extrañaba.
Entonces la sonrisa de Jinki hizo aparición, mientras correspondía al abrazo y suspira. –Yo también, Tae. Estoy aquí después de todo.

Quizá su imaginación no lo dejaba ser objetivo, pero Taemin sabía que ambos estaban muy cerca de cruzar esa sutil línea de amistad.



Los pasos de Jaejoong eran como un sonido hueco que Yunho identificaba así estuviera a lo lejos. El día de hoy estaba más cansado de lo habitual, su cuerpo le pesaba y los suspiros acudían, casi por inercia cada se perdía en sus pensamientos, en sus recuerdos.

Él alguna vez fue imponente, envidiado y adorado.
Quizá no en el nivel de Jaejoong, ya que él no era una imagen publica, pero se sabía acaparador de la atención de varios. De una belleza singular y de pretender tener el mundo a sus pies, aunque en realidad nada de eso fuera absolutamente real.

La voz de Jaejoong, esa voz que sonaba con amor la sentía siempre muy cerca de su oído, como si por si sola buscara el camino a su corazón. Yunho lloraba en las noches, cuando se acordaba de Yoona, cuando recordaba a sus padres, cuando legaba a la conclusión de que si su relación con Jaejoong no hubiera estado tan dinamitada, probablemente se hubiera enamorado de él.

O quizá lo estaba, pero tanto dolor no le dejaba ver.
Pero ¿ahora de que servía? ¿De qué le servía el amor cuando ha perdido las ganas de vivir? Si continua respirando es por que no le ve causal justificativo a acabar con su sufrimiento ahora, no la merece. No merece la paz, no todavía.

Carga sobre su espalda con más penas que alegrías, con más remordimiento que amor en el corazón. Ha llorado tanto, que se sorprende cuando lo vuelve a hacer, por que en cada ocasión cree que las lágrimas se le han agotado. No hay cicatrices que terminen de desaparecer en su pecho, aún la herida de bala escuece y su pecho de vez en cuando sufre de sacudones extraños. Está muriendo, pero parece prepararse mentalmente primero.

Jaejoong se ha sentado frente a él en algún momento, balancea entre sus manos ese pequeño frasquito que Yunho ha visto hace unos días, su mirada está perdida, más bien concentrada en el liquido de aquel pequeño frasco, viste esa camisa de seda negra y tiene el cabello un poco más largo de lo habitual, Yunho recién parece reparar en lo mucho que Jaejoong ha cambiado, en todo el peso que ha perdido. En que su mirada es diferente.

—Siempre quise saber a que sabía el amor— Habló de repente Jaejoong, todavía ausente con su mirada en el liquido casi transparente que tenía en las manos –Sin embargo no nos hemos podido amar como se debería— Jaejoong de repente lo miró, esta vez muy diferente a las veces anteriores, con una tristeza tan absoluta que Yunho prefirió callar –Yo… siempre he pensado que esta es la peor vida que nos ha tocado vivir.

Yunho fue audaz, tranquilo acarició ese rostro. Esa piel que ya no era tersa, notó los ojeras bajos los ojos, siempre le había gustado acariciar a Jaejoong, sentía un complemento extraño a su alrededor cuando eso sucedía. Tanto que Yunho a veces pensaba que le robaba vida a Jaejoong cuando lo besaba, cuando lo abrazaba. Él tan carente de amor, y Jaejoong amándolo tanto.

—Jaejoong, tú aquí y en cualquier otra vida, siempre serás hermoso.

Los ojos de Kim se llenaron de lágrimas, de unas delgadas y casi invisibles que rodaron por sus mejillas y Yunho acaparó con sus labios, en el primer gesto, la primera frase sincera que parecía escapársele por error en muchos años. Los labios de Yunho de pronto quemaban en su piel y Jaejoong tuvo que cerrar los ojos un instante.

—Este amor…— Pronunció Jaejoong, como si la voz ya no le fuera suficiente –Yunho un amor como el nuestro es inmortal, vence incluso a la muerte cuantas veces sea necesario ¿lo sabes, verdad?

—¿Quieres otra oportunidad, una vida mejor?
—La quiero junto a ti— Jaejoong de pronto tomó las manos de Yunho y lo miró a los ojos. –Acompáñame, Yunho. Sé que tendremos una y mil oportunidades hasta que podamos estar juntos en verdad. No podemos estar condenados a estar separados para siempre.

Yunho miró más de cerca el veneno, ese que Jaejoong aún sostenía entre las manos, como si de verdad le tentaran las palabras de Jaejoong, sus promesas. Que sonaban a excusa para ambos, lo vio destapar el frasco y beber la mitad, sus ojos recorrieron el cuello de Jaejoong mientras el mortal líquido hacía su paseo.

Fue cómo una acción hipnótica su mano tomó la de Jaejoong, guiando el veneno a sus labios, el sabor áspero y amargo paseando por su lengua, matando tantos sentidos como podía en el camino. Busco un alivio, un dulce beso de la boca de Jaejoong.

Pensando firmemente, que si tuviera la oportunidad…
Una sola oportunidad, le retribuiría a Jaejoong por todo el daño. Lo amaría como se lo merecía, le daría una vida de oportunidades, esa que una vez le prometió a Yoona.

Si Yunho tuviera la oportunidad, hubiera elegido una muerte como esa.
Besando los labios de la persona que más ha estado cerca del amor para él.
Antes de que el dolor lo consumiera y su vida se apagara, los labios de Jaejoong eran el aliciente, esos besos que ahora eran salados por las lágrimas que se mezclaban. Antes de que fuera imposible. Yunho lo dijo.

—Te amo, Jaejoong.

Kim tosió, con la respiración entrecortada y el veneno haciendo efecto, cayó de rodillas frente a él, agachado, haciendo presión en su estómago, por lo que Yunho se acostó en el piso con él y lo abrazó, aunque más tarde el dolor lo acribilló también.

—Yo también te amo… Yunho.

Mantuvo los brazos cerrados alrededor de Jaejoong, aunque tosía y casi no podía respirar bien, con la mano temblorosa recogió un mechón de ese cabello negro de Jaejoong, lo llevó tras la oreja y sonrió, contemplando ese hilillo de sangre que corría por la boca de Kim. Era simplemente hermoso, aún en esas condiciones.

Yunho juntó sus frentes, los ojos de Jaejoong lo miraban con tanta adoración que él solo pudo llorar apagadamente, con el sabor metálico esparciéndose por toda su propia boca. La palidez de Jaejoong, su cuerpo que empezaba a perder calor, casi al mismo tiempo que el suyo.
Si tuvieran la oportunidad…
Si la tuvieran, ellos solo quisieran una vida más. Una vida mejor.
Esa que todo el tiempo le fue negada.




Años después

Si Kibum se aferraba con fuerza a la cintura de Joonghyun mientras estaban en la moto, él ya sabía que debía bajar la velocidad, pero a Joonghyun a veces le divertía aumentar la velocidad, y que el muchacho detrás de él comenzara a lanzar improperios mientras intentaba golpearlo suavemente, eso claro, por que no quería provocar un accidente, cuando se detenía lo golpeaba en serio.

Pero en esta ocasión, Joonghyun decidió bajar la velocidad e ir un poco más lento de lo normal, le gustaban los brazos de Kibum alrededor de él, su perfume y su voz cuando le hablaba tan cerca del oído. Había tantas cosas que le gustaban de él, que a pesar de los años juntos no se cansaba de descubrir.

—Hey, que aquí es mi empresa.

Joonghyun se detuvo a tiempo, con una sonrisa torpe en el rostro y Kibum solo miró recelosamente.

—¿Ya se te olvida hasta donde trabajo?
—No, en realidad— Confesó avergonzado –Me gusta que me abraces, así que fingí olvidarlo a propósito.

Kibum sonrió un poco, quitándose el caso, y luego haciendo lo mismo con el de Joonghyun, peinó un poco su cabello complacido con esos pequeños segundos que se estaba tomando antes de entrar, Joonghyun lo miraba y Kibum sentía todavía esos revoltijos de nerviosismo cuando la mirada de él se posaba fija sobre su rostro.

—Ten un buen día, Joong.

Besó sus labios, apenas unos segundos antes de que las manos de Joonghyun lo atraparan por la cintura y profundizaran un poco más bajo el beso. –No olvides que hoy es la final de fútbol y tienes que estar ahí.
—Estaré, no te preocupes.

Joonghyun finalmente lo dejó ir y suspiró una vez lo vio entrar y saludar a alguno de sus colaboradores ahí dentro, guardó el casco de Kibum y se colocó el suyo, dispuesto a conducir por un par de horas más antes de ir al estadio. Se sentía de un buen ánimo hoy.



—¿Ya llegó Kibum?

Preguntó Heechul, mientras se complicaba la vida con un par de fotografías que todavía no lo complacían, por lo que Siwon sonrió divertido. –Si, está por ahí. Revoloteando con una sonrisa en el rostro. Seguramente es por el partido de Joonghyun.
—Joonghyun, ¿él que nos presentó en la fiesta de navidad de la editorial el año pasado, no?— Siwon asintió y Heechul sonrió. –Me cayó bien, hacen buena pareja.

Choi todavía se mantuvo cruzado de brazos observando a Heechul tomar una y otra fotografía que tenía sobre el escritorio, analizarla y después no decidirse por ninguna, se acercó con cuidado y tomó una de ellas, con su cuerpo muy cerca de el de Heechul y con sus rostros también cerca.

—Creo que ésta, está bien.

Se le entregó al mayor y Heechul sonrió complacido, con un pequeño gesto de alegría mientras mordía su labio inferior, como si los acercamientos entre ambos ya no le resultaran tan ajenos como antes.

Siwon sabía que las cicatrices de Heechul ya habían cicatrizado hace mucho, que su mirada un día volvió a resplandecer y que sus lazos se habían fortalecido tanto como él siempre había querido. Solamente les faltaba un paso de confirmación y entonces, tal y como toda la editorial esperaba, lo suyo sería oficial.

—¿Te gustaría ir a cenar está noche? Yo invitó.— Se apresuró a decir Siwon mientras la sonrisa de Heechul se ampliaba y asentía vigorosamente.
—De acuerdo, pasa por mí a las ocho.

Y faltaba ese paso, ese único paso que les otorgaría a ambos una nueva oportunidad.



En esos años de carrera, Taemin había aprendido muchas cosas. Entre ellas que la virtud de leer era más importante de lo que muchos pensaban. Estar informado era vital y le gustaba pasar las horas de la mañana en aquella cafetería, leer un buen diario y dejar los primeros minutos de su día pasar, antes de tener que ir al trabajo y luego a las clases de la universidad.

Había aprendido a planear las cosas con tranquilidad y le gustaba su rutina, pero seguía gustándole que cuidasen de él, pensó en ese momento en Jinki y suspiró, la aceleración en su pecho persistía al no saber por que el mayor lo había citado esa mañana de repente, pero se alivió al sentir sus manos tapándole los ojos.

Reconocería su tacto como fuera.

—Buenos días, Jinki.
—Oh, Tae. No es justo ¿por qué siempre me reconoces?

Jinki se sentó frente a él, con un pequeño puchero en los labios, que luego se convirtió en sonrisa antes de besarlo brevemente y sentarse frente a él en la mesa.

—¿Y bien que tenías que decirme?

Taemin estaba ansioso, ya había cruzado sus manos y lo miraba atento, casi impaciente. Pero Jinki parecía tomarse su tiempo mientras buscaba algo entre su bolsillo; y luego después de una larga espera para Taemin, el muchacho finalmente colocó una llave sobre la mesa y él solo pudo fruncir el ceño.

—¿Una llave? ¿Me vas a regalar un carro?— Preguntó divertido, a lo que Jinki respondió con una risa, antes de negar certeramente.
—Son las llaves de mi departamento— Taemin parecía no haberlo sospechado, por que sus ojos se abrieron de par en par inmediatamente –Tendrías muchos beneficios si aceptas, mi departamento te queda cerca del trabajo y yo cuidaría muy bien de ti, además…

Pero antes de que Jinki pudiera continuar enumerando las razones por las que decir que ‘si’ era buena idea, Taemin ya se había levantado de su asiento y abrazado por el cuello, algo sentado en sus piernas besaba su boca con tanta vigorosidad que llegó a sentirse abrumado.

—¿Eso es un si?
—¿Tu que crees tonto?

Jinki sonrió, con la boca de Taemin nuevamente sobre la suya, con esa felicidad en el menor tan contagiosa, que le confirmaban que había sido buen idea, y que había sido en el momento exacto.





Changmin había tenido un día pesado en el trabajo. De esos que te provocan darte una ducha y echarte a dormir apenas llegas a casa, le dolía un poco el cuello, la espalda. Por suerte la pastilla que le había dado su secretaria de algún modo había calmado el dolor de cabeza que había empezado a tener.

Por eso cuando el timbre en su departamento empezó a sonar, primero pensó en ignorarlo, luego cuando el sonido fue insistente, bufó hastiado, procurando poner la peor cara, por que después de todo. Minho no había llamado en días y se sentía estúpido esperando por él.

—Hola.

La voz de Minho llegó para azotar sus sentidos, colapsó en los latidos de su corazón e hizo que mantuviera la puerta abierta todavía sin creer que el menor estaba ahí, con su cabello corto un poco ondulado y esa sonrisa desconfiada en el rostro, con un montón de maletas a sus pies, tantos años después.

Así que como Changmin no parecía mostrar indicios de vida, Minho optó por caminar hasta él y abrazarlo con fuerza, como desde hace tiempo necesitaba. Y una vez que su boca estuvo cerca, muy cerca del oído de Shim, Minho por fin pudo susurrar un escaso y cálido. –Ya estoy en casa.

Que le pasó factura a Changmin, por que sus brazos apretaron el cuerpo de Minho y un suspiro inundó y opaco al silencio. Con los ojos completamente cerrados para ese instante.




—¿Y?

Rain parecía impaciente y Boa solo mordía su labio inferior, con la prueba de embarazo en sus manos, frente a ese compañero y amigo que se había conseguido en la vida. Frente a ese hombre que unos años después se había convertido en soporte y más tarde en amor. En una confianza retribuida y una convivencia amena.

—Espera un poco más— murmuró la mujer, aún más impaciente que el mismo Rain, mientras esperaban sentados en el mueble de la habitación, por esa respuesta que tardaba tanto en llegar. –Dos rayas— susurró —¡Dos rayas! ¡Estoy embarazada!

Boa de pronto se levantó con sus manos en alto y una sonrisa deslumbrante en la boca, abrazándose fervientemente a los brazos de su compañero, que más que compañero, que amante, que amigo, era su amor. Boa no necesitaba de bodas, ni de un anillo en su mano para saber que esos ojos de Rain la miraban con amor, que la besaban con entrega. Que él iba a estar para ella siempre. Por que confiaba, por primera vez confiaba totalmente en alguien.

—No lo puedo creer, vamos a ser padres.

Rain destilaba energía, vitalidad, parecía más ilusionado que ella. Y momentáneamente Boa recordó esos instantes en el pasado cuando anhelaba tanto por una noticia así, pero estaba vez era distinto. Esta vez tenía a la persona correcta frente a ella.

—Lo sé, tendré que tener mucho cuidado. Pero sé que todo va a salir bien.
—Y yo estaré ahí todo el tiempo.

Boa asintió, con un corto beso en los labios de él, con esa expresión de alegría, ilusión y esperanza que se entremezclaban y formaban un matiz de emociones dispersas que culminaban en las lágrimas de felicidad que la mujer ahogaba en el pecho de Rain.




—Espera… Espera… ¡Changmin!

Minho apenas tuvo tiempo de hablar entre besos, entre las caricias de Shim y esas manos que buscaban reconocer su cuerpo con velocidad, por los años perdidos, por el tiempo que tuvieron que esperar. De pronto se encontró riendo, ante la manera en que ambos tropezaban ante la habitación.

—¿No piensas preguntar como estoy?
—Veo que muy bien— Sonrió Changmin –Así que el resto lo preguntaré luego.

La boca de Minho fue atacada nuevamente por Changmin, por esos besos que sabían a menta fresca y que le recordaban a Minho no haber comido absolutamente nada desde el avión. Desde su llegad sorpresa y los besos hambrientos que ahora Changmin le repartía.

Finalmente Minho había sentido la cama contra sus piernas, el equilibrio lo había perdido y la mullida cama lo recibió sin problemas, con el cuerpo de Minho sobre el suyo, con esa mirada profunda que iba directo a los ojos y que de pronto lo hizo sonreír.

Se tomó el tiempo de analizar a Changmin, sus facciones que habían cambiado muy poco, su cabello que estaba un poco más largo de lo que recordaba, sus pestañas, su nariz. Minho parecía recordar todo en él, como si nunca se hubiera ido de ahí. Acarició el rostro de Changmin y el mayor pareció cómodo con eso, tanto que cerró los ojos y suspiró.

—Changmin— su voz fue como un murmullo, como un llamado perdido entre el aire que ambos respiraban –Te había extrañado, más allá de lo permitido.
—Estabas excediendo tu tiempo limite, mocoso— Lo reprendió Changmin, con una mirada que pretendía ser severa. –Un mes más y te hubiera ido a buscar.

Lo necesitaba, otro de esos besos que roban el aliento y que te dejan con los ojos cerrados, aletargado en algún tiempo, en algún lugar, en algún recuerdo. Minho cerró los ojos y solo sintió la nariz de Changmin muy cerca de la suya otra vez.

—Te amo…

Ese susurro que le supo a gloria y lo hizo levantarse un poco más, aferrado al cuello de él, a su aroma, a su ser, a su vida.

—Yo te he amado siempre.

Y luego hubo más de esos besos, más de esas miradas y esas caricias. De ese amor libre que antes no se le hubiera permitido vivir, que consolaba su alma dolida y sus cicatrices apenas visibles. Ese amor que había madurado a fuerza de golpes, que solo él y Changmin podían entender.





No se cansaba de acudir ahí, cada año como una rutina establecida por los dos. Minkih ya no lloraba y Lee se sentía aliviado por eso, por los ojos que una vez mostraron tanta tristeza el día de hoy parecían haber encontrado la calma. Haber cuidado de esa familia, que a ella le había tocado enterrar.

Minkih decía que aunque le había costado tener que reconocer el cuerpo del joven Jaejoong y su mejor amigo Yunho, ella tenía que comprobarlo. Por que secretamente aún guardaba la esperanza por Yoochun y Junsu, sus cuerpos nunca habían sido encontrados, y por más ingenua que fuera su esperanza, al menos esa llama no se apaga todavía.

Lo de Jaejoong y Yunho era completamente diferente, esa palidez que habían observado en los que en algún momento fueron buenos amigos de pequeños, que crecieron frente a sus ojos y se convirtieron en hombres. Ver esos rostros de ojos cerrados y ante el mudo secreto de un suicidio compartido.

Minkih aún no borra esa imagen de su mente, los labios azules y la piel tan blanca como nunca antes. Esa belleza cautivadora se había ido con sus almas y en el fondo, solo le quedaba  la resignación de saber que al menos habían conseguido un poco de paz.

—¿Nos vamos?

La voz de Lee sonó detrás de ella y Minkih suspiró, dejando el ramo de rosas sobre la tumba, con una mirada apena todavía, cerrando los ojos una última vez antes de levantarse y caminar.

Minkih quería aferrarse a la idea de que al menos ahora descansaban de tanto dolor.
Y en secreto, por las noches, rezaba por que la vida les diera otra oportunidad, más adelante quizá. Donde el mundo no estuviera tan ensombrecido para ambos.

Minkih se aferraba a esa idea y rezaba.
Por que era lo único que le quedaba.




—¡Micky!

Los cabellos del hombre se movieron al igual que el movimiento veloz de su cabeza, el grito de la enérgica muchacha haciéndolo alarmarse un poco, pero cuando notó la sonrisa radiante de ella, solo pudo respirar aliviada y rodar los ojos mientras dejaba la fotografía que tenía en las manos sobre el buró.

—¿Por qué siempre tienes que gritar tanto?
—Lo siento, es parte de mi personalidad— La castaña le guiño un ojo y curiosa fue a tomar la fotografía que él acababa de dejar y sonrió. –Ustedes se ven tan bien juntos.

—¿Gracias?
—Claro que debes agradecerme, eso no se lo digo a cualquiera.

Micky rió un poco, antes de despeinar a la muchacha y caminar por un poco de agua, pero la joven lo siguió de cerca, con los ojos brillando de anticipación, justo como cada vez cuando planeaba sacarle secretos de la boca.

—¿Desde hace cuanto que se conocen?
—Muchos años, Sarah y ya no seas tan curiosa.

—Es que los envidio, sanamente— aclaró de inmediato, riendo un poco ante la manera en que el hombre solo levantó un poco los hombros. –Ya quisiera yo tener a alguien que me quiera de la forma en que ustedes se quieren.

—No desees tan fuerte, que te pueden escuchar y quizá te den la oportunidad.
—¿Ah?

La muchacha se quedó un rato estática, tratando de entender esas palabras, pero el hombre solo rió divertido.

—Nada, ¿venias a decirme algo?
—¡Oh, si! Xia, te está buscando. Dice que Junho llega en unos minutos al aeropuerto.

Micky asintió apurado, tomando un par de pertenencias antes de salir de la modesta casa en la que vivían.

—Oye, ¿el hermano de Xia es tan guapo como él?
—Son gemelos, ¿qué esperas?— La muchacha rió nerviosa, con las manos en sus mejillas y moviéndose de un lado a otro. –Es doctor y muy buen persona. Tal vez los pueda presentar.

—¿En serio?— La muchacha se mostró emocionada. –Espero que sea igual de genial que ustedes.— Micky sonrió, mientras continuaba buscando las llaves y la muchacha giraba alrededor de él curiosa. –Xia me comentó que nunca conocieron a sus padres y que su madre murió hace unos años, la única familia que le queda es Junho. ¿Tú no tienes famiia?

—¡Aquí están!— Gritó eufórico el hombre a lo que la muchacha se lo quedó mirando extrañada, pero él solo sacudió un poco su mano. –Lo siento, es que no encontraba las llaves. Pero no, fuera de Xia no tengo a nadie más, soy huérfano.

—…Y por eso su historia es tan romántica.

Sarah se movió enternecida y con las manos juntas, provocando otras sonrisa en Micky mientras negaba sutilmente, saliendo de la casa junto a la joven mujer que le hablaba de historias de amor utópicas y sabrá ella de que más.

—¡Micky, apúrate! El avión llega en unos minutos.
—Ya voy~

Agarró por las mejillas al hombre más bajo y besó sus labios, dejando una sonrisa que pareció contagiar a Xia antes de tomar su mano y subir al modesto auto que tenían.

—Adiós Sarah— se despidió Xia, con una de sus grandes sonrisas en el rostro, mientras Micky solo agitaba su mano en señal de despedida.
—Se cuidan y no demoren— Sarah agitó su mano también –Yo mientras sigo preparando la cena para Junho.

El auto arrancó y ella solo pudo suspirar complacida mientras los veía marcharse de ahí, ambos le habían pedido que prepara uno de sus platos típicos y ella había aceptado gustosa, Sarah era de esas mujeres demasiado sociables y curiosas, así que Micky y Xia habían llegado a su vida en un momento en el que ella pasaba por una mala relación y ellos necesitaban ayuda.

Aún no entiende muchas cosas de ellos dos, pero está agradecida ínfimamente. Por que ellos la salvaron de ese salvaje que le había dado por golpearla, ellos le dieron el valor para que botara al idiota ese de casa, ella admiraba esa relación tan profunda que solo los dos parecían tener.

Sarah era muchas cosas en esta vida.
Pero justo ahora, Sarah era la mejor amiga de aquellos dos muchachos que un día aparecieron en aquel lugar, dispuestos a armar una nueva vida.


..:: FIN ::..

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