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Arualthings

Primera Plana: capitulo 17


Aniversario.

Yoochun se sintió terriblemente humillado.

Pero más que eso, se sintió hipócrita. Arrodillado junto a Junsu frente a su padre, ambos con la cabeza baja, evitando mirar a OhDae a los ojos. Como si la vergüenza los recorriera y el latido de su corazón fuera tan fuerte que incluso golpeteaba en sus oídos.

Podía sentir la mirada de él, ansiosa de creer en esas disculpas en ese arrepentimiento. OhDae incluso tenía el miedo plasmado en las pupilas, la angustia y la decepción que era francamente palpable en cada expresión que mostraba.

Yoochun apretó sus puños, sobre las rodillas flexionadas.

—Discúlpanos por favor, padre. Esto no volverá a pasar.
—¿Cómo puedo fiarme de su palabra?

Junsu levantó la mirada. Azorado.

—Por que sabemos lo mal que está lo que estamos haciendo, por que no queremos causarte más dolores.
—Tú estabas saliendo con KangTae, ¿qué pasó con eso Junsu?

—No funcionó, pero no volveré a casa padre, me iré del departamento de KangTae, buscaré donde vivir. Pero te prometo que haré lo posible. No volveré a estar cerca de Yoochun más allá de lo indispensable.

Junsu volvió a agachar la cabeza, disimuladamente Yoochun lo miró. Y la vista de OhDae por suerte estaba sobre Junsu. Yoochun incluso se sintió tan mal por mentirle tan descaradamente a su padre, que a pesar de todo, ese escozor no se marchaba.

Por que sabía que su amor lastimaba a muchas personas.

—Padre yo me iré a Estados Unidos, mi casa productora está planeando ampliarse. Para tu tranquilidad estaré un par de años fuera de aquí. Por favor, solo queremos tu perdón.

El escueto silencio que hubo luego de eso fue asombroso, Yoochun deseó tanto poder tomar la mano de Junsu, y apretarla con fuerza. Para que su fortaleza no tambaleara, pero OhDae solo continuó en silencio. Como analizando sus palabras. Verificando que todo fuera como se lo decían.

El corazón latía apesadumbrado, esperando una respuesta que no llegara. Un último voto de confianza que era lo único que necesitaban. Solo uno más. Que les abriera la última puerta de su escape.

Yoochun cerró los ojos, agachando un poco más la cabeza. Y no fue hasta que sintió las manos de su padre en sus mejillas que pudo abrir los ojos, sorprendido ante la mirada suave que OhDae por primera vez en muchos años le dedicaba.

El mayor se había colocado de rodillas ante él, para estar a la misma altura.

—Ustedes son mis hijos…— La caricia entonces pasó a las mejillas de Junsu, como si OhDae buscara marcar lo importante de su hermandad, que a veces ellos parecían olvidar. –Son lo más valioso que tengo, por favor no se hagan esto. No se lastimen de esta forma, ponga de su parte. Quiero creer en ustedes.

Yoochun asintió, pero Junsu pareció estático, mirando la expresión tan débil que por primera vez su padre les mostraba. Yoochun se preocupó severamente. Junsu de pronto parecía inerte, no movía ni una parte de su cuerpo y por un momento parecía que ni siquiera parpadeaba.

—¿Junsu?
—Padre lo siento mucho… perdónanos por favor.

Junsu se lanzó a los brazos de OhDae, abrazando con fuerza al mayor. Yoochun pudo notar las lágrimas que se le escapaban a su hermano mientras hundía el rostro en el hombro de OhDae. Un hueco se formó en su estómago. Esa era probablemente su despedida con OhDae.

Y por un minuto Yoochun decidió abrazarlo también.




Yoona bajó las escaleras, en cuanto había visto el auto de Jaejoong estacionarse en la residencia Kim, bajó con esa elegancia propia que las academias le habían dado. Y vio como una de las empleadas abría la puerta principal ante la llegada del mayor de los hermanos Kim.

—¿Dónde habías estado?

Su voz no sonó llena de reproche. Fue un comentario ligero con una sonrisa en los labios. Pero Jaejoong pareció no tomarlo de buena manera, por que la miró desdeñosamente, con una sonrisa en la comisura de los labios.

—¿Y eso por qué te importa?
—Eres mi esposo, ¿no podrías al menos saludarme?
—¿Me has saludado tú acaso, mi querida Yoona?

Yoona arrugó el entrecejo, y estaba dispuesta a hablar nuevamente hasta que los pasos firmes de alguien acercándose por uno de los pasillos la detuvo y Jaejoong inmediatamente pasó un brazo por encima de sus hombros.

—Oh, hijo que bueno que has llegado. Junsu nos acompañará a cenar, se va mañana en la mañana.

Jaejoong enarcó una ceja. Contrariado con la expresión extraña en el rostro de su padre que había pasado junto a ellos regalándoles una sonrisa para nada convincente.

—De acuerdo, padre. Tan solo saludaba a mi esposa, ¿no es demasiado bella?

Yoona se sintió confundida, Jaejoong hablaba con un tono tan dulce, acariciando su rostro que por un momento se sorprendió ante la bipolaridad del muchacho. Ante eso, o lo estupendo que era para actuar.

—Vengan, ya todos deben estar en la mesa.

Pronto estuvieron en medio del gran comedor, para Yoona fue algo nuevo sentarse a comer con tanta gente alrededor. OhDae encabezaba la mesa, junto a Boa quien le sonreía en ocasiones como muestra de afecto. Yoochun y Junsu del lado derecho. Y Jaejoong y Minho del lado izquierdo. Era obvio que ahora ella estaría en el espacio vacío junto a su esposo.

—¿Y cómo ha sido tú primer día en la residencia Kim, Yoona?
—Definitivamente es un lugar muy hermoso, y Boa se ha portado muy amable conmigo.

—Tengo entendido que Jae estuvo casi todo el día fuera de casa.
—Tuve una campaña muy importante, padre.

Yoona aún no probaba comida, pero podía ver lo elegante de los movimientos de todos en la mesa, esperaba que fuera un poco más cálido al estar en un ambiente familiar. Pero el ambiente era como esas cenas frívolas de negocios. Llena de gente petulante que busca verse mejor que los otros hasta en la forma de comer.

—Pues no deberías dejar sola a tu esposa en sus primeros días de casado.
—Oh, no se preocupe señor OhDae, yo entiendo el trabajo de Jae, así como él entiende el mío.

Sonrió amable, consciente del gesto afable que OhDae le regaló por sus palabras, Yoona decidió comer un poco, probar algo de la deliciosa comida en su plato. Y por algunos segundos lo único que se escucho fue el ligero golpe de los cubiertos sobre los platos, tan suave que apenas era audible.

—Y dinos, Junsu, ¿por qué Kangtae no anda contigo?

La voz de Jaejoong estuvo repleta de una falsa cordialidad. Yoochun de inmediato levantó la mirada. Focalizando a su hermano mayor quien sonreía abiertamente con copa en mano. Jaejoong únicamente los estaba acorralando.

—Kangtae y yo ya no estamos saliendo.
—¿Tan pronto? Pero apenas hace unas semanas que te has ido de casa, ¿se puede saber el motivo?

—No, no se puede Jaejoong. Y ya deja de incordiar.

Yoochun miró fijamente a Jaejoong, pero él únicamente levantó los hombros, bebiendo un poco de agua, como si en realidad no le importara lo molesto que se veía.

—Solo sentía curiosidad, hace mucho que no veo a mi hermano. Te extrañaba, Su.

Minho sonrió divertido. La hipocresía en la voz de Jaejoong era evidente, tanto que el mismo OhDae arrugó el entrecejo. Pero a Minho le sonaba toda esa situación a algo más, Jaejoong sabía algo y sus comentarios por eso enfurecían con tanta facilidad a Yoochun.

Yoona solo se removió incómoda, tratando de no levantar la mirada de su plato. Y concentrándose en la cena de esa noche. Luego de esa noche no se cruzaron más palabras, aunque Yoochun en ningún momento dejó de mirar amenazadoramente a Jaejoong, mientras el mayor solo sonreía divertido.



Dentro de la cocina había mucho movimiento.

Changmin comió un poco de su plato sobre la pequeña mesa en la cocina, mientras las empleadas caminaban de un lado a otro recogiendo los platos que habían dispuestos durante la cena en la casa Kim.

Observó distraído la manera en que las muchachas conversaban de cualquier cosa mientras cargaban los platos hacía donde algunas ya se encargaban de limpiarlos, Minkih estaba ordenando donde guardar ciertas cosas y el mayordomo Lee se encontraba terminando de pulir los cubiertos de plata.

Por un momento suspiró y dejó de comer.

—Mayordomo Lee…— el hombre mayor giró hacía él. Con una expresión tranquila y mirándolo directamente. —¿Usted cree posible que el señor OhDae pudiera darme unos días de vacaciones?

—¿Para qué muchacho?
—Tengo unos asuntos familiares importantes que resolver. Y no he tenido tiempo, pero ya no los puedo retrasar más.

El hombre asintió, continuando con su tarea, aparentemente pensando lo que él acababa de preguntar.

—¿Cuánto tiempo sería?
—Tan solo unos días, a los sumo dos o tres.

La puerta de la cocina se abrió intempestiva, la mayoría de los empleados dentro de la cocina giraron hacía el lugar donde Minho se asomaba y caminaba con parsimonia hacía uno de los mesones, agarrando una de las rojas manzanas que ahí había.

—¿Y tú para que quieres tanto tiempo libre?

Changmin se mordió la lengua antes de responder. Ese tono altanero y prepotente en Minho mientras lo miraba por encima del hombro le molestaba. Era exactamente el mismo niño molesto de cuando lo conoció, como si las barreras de Minho hubieran vuelto a levantarse.

—Son asuntos familiares, y tendría que viajar fuera. Pero será por poco tiempo.

Lentamente, el trabajo de la cocina fue reanudándose, con disimuladas miradas hacía donde Minho, Changmin y Lee se encontraban. Con susurros cada vez más bajos para poder escuchar. En especial por esa mirada extraña que el menor de la casa tenía.

—Pues ojalá mi padre te de una respuesta directa, por que si me pone a decidir a mí, créeme que no irás a ninguna parte.

Minho abandonó la cocina, jugando con la manzana en sus manos. Y Changmin, sentado aún en la mesa, solo apretó los puños. La cocina se había vuelto a llenar de silencio, todos compartiendo miradas preocupadas ante lo que acababa de ocurrir.

Lee levantó un poco la cabeza y Minkih de inmediato comprendió el gesto.

—Bueno, ¿qué esperan? Continuemos con el trabajo, que al señor OhDae no le gusta que la cocina permanezca sucia por demasiado tiempo.

El ruido volvió a ser el mismo de antes que Minho ingresara, y Changmin solo alejó el plato de su lugar. Con el apetito evidentemente perdido.

—¿Ya no quieres, Min?
—No, gracias Minkih.

La mujer le sonrió un poco y recogió los platos. La mayoría de los empleados ya habían cenado. Y cuando el mayordomo Lee terminó con sus deberes, se acercó sutilmente hacía él. Con su voz grave y su expresión ceñuda.

—Ven conmigo muchacho.

Changmin no estaba muy seguro de lo que iba a hacer. Pero siguió al mayordomo hasta el jardín, unos pasos más allá de la entrada donde seguramente nadie más lo seguiría. Para sorpresa suya, el hombre sacó un cigarrillo de uno de sus bolsillos.

Con aquella pose elegante y sobria propia de los años trabajando para aquella casa, a Changmin no le quedó más que observar. Y saber que esa conversación sería algo extraña.

—¿Sabes cuantos años tengo trabajando en esta casa?
—La verdad, no. Como bien sabe, soy nuevo. Apenas tengo meses aquí.

—Exactamente muchacho. Yo estoy en esta casa, desde que el señor OhDae era un adolescente, comencé trabajando como jardinero desde muy joven. El señor OhDae era un ejemplo de virtudes igual que lo es el joven Minho. Absolutamente perfecto en todo, pero su hogar era igual que este, solo un bloque de apariencias.

El hombre se encargó de darle una larga calada a su cigarrillo, y Changmin pronto sintió el frío de la noche, cruzándose de brazos disimuladamente.

—Fui entrenado por el antiguo mayordomo de la familia Kim, un hombre muy amable que me acogió como un hijo y me enseñó a escribir, leer, sumar, reglas de etiqueta. Me enseñó todo lo que ahora sé. Es por eso que el señor OhDae unos años después, cuando se casara con la señora Rye, su primera esposa, me dio el puesto de mayordomo.

De repente Lee, soltó una gran cantidad de humo por la boca, estirando el cigarrillo hacía él, un poco titubeante Changmin aceptó el cigarrillo. Llevándolo a su boca y sintiendo un poco más de calor al darle la primera calada.

—Esta casa esconde tantos secretos. Pero como cada familia de élite, esos secretos mueren en sus casas. Nada sale de aquí de ninguna forma. Es regla. Una regla jamás pronunciada pero que todos deben acatar. Conozco a los miembros de esta familia como la palma de mi mano. Por eso Changmin, si en verdad tienes que irte, vete. Te ayudaré hablando directamente con el señor OhDae para el permiso.

Changmin le extendió el cigarrillo de regreso al hombre. Y lo miró confundido, un poco extrañado a pesar del fuerte viento que había.

—¿Por qué me has dicho todo esto? ¿Por qué quieres ayudarme?
—Por que el joven Minho pude ser tan o más peligroso que sus hermanos, y se está obsesionando contigo, muchacho.

Changmin de inmediato reaccionó, abriendo mucho sus ojos y sacudiendo la cabeza.

—¡Nosotros no…!

—No, Changmin. Entre ustedes jamás podrá haber un ‘nosotros’. Eso, primeramente. Además no intentes negarlo, pequeño. Minkih y yo somos los ojos y oídos de este lugar. Y nunca antes había visto al joven Minho tan atrapado con alguien.

Hubo otro corto silencio, Changmin se quedó observando al hombre, que miraba el oscuro cielo con el cigarrillo en la boca. Perdido un momento en aquella imagen, antes de lanzarlo al suelo y pisarlo con cuidado.

—Minkih y yo hemos hablado. Tememos por ti muchacho, por que esa obsesión traspase los límites y no para convertirse en amor precisamente.

Changmin sintió un escalofrío que nació desde su nuca y recorrió su cuerpo entero. Como si aquel hombre pudiera ver una parte de Minho que él aún desconocía.

—Minkih una vez me advirtió que no me enamorara de él.

—Pero esto ya es distinto. Por que tú lo dejaste llegar a ti, y ahora él ya te ha mirado, por primera vez de manera diferente. Generas en él, cosas que nunca habíamos visto y eso es peligroso tanto para ti como para él.

El mayordomo colocó una mano sobre su hombro, palmeando un par de veces antes de regresar a la casa y Changmin se quedó ahí un rato más. Sintiendo que estaba tanteando un terreno peligroso y que al final su historia con Minho podía no ser tan simple como lo parecía, a pesar de sus propias mentiras.




Temprano en la mañana, casi como si fuera algo automático.

Yunho abrió los ojos.

Sus pupilas se clavaron en el blanco techo de su habitación y su respiración fue acompasada, pudo sentir el edredón sobre su cuerpo, y casi no sintió frío durante aquella mañana de invierno. Fuera incluso le pareció ver neblina, pero lo dudó seriamente.

Se sentó y pasó las manos por su rostro, tratando de quitar las marcas que podía tener. Con su pantalón y su camisa de algodón cubriéndolo escasamente del frío que sintió cuando se quitó de encima el edredón.

Bajó las piernas y sus ojos viajaron automáticamente hacía el pequeño cajón junto a su cama. La foto de él cuando era pequeño lo lleno de nostalgia, la imagen de los tres en esa fotografía, fue reconfortante. Su padre y su madre, sonreían. Tan hermoso como antes.

<< …Prometiste que lo harías, Yunho… >>

La voz retumbó inadecuada en su cabeza.

Volvió a dejar el retrato en el cajón, con una mano en su cabeza. Y sacando las pastillas del mismo cajón, con su mano temblorosa y bebiendo de la botella con agua sobre la pequeña mesita.

Se sintió fresco momentáneamente, con el dolor siendo menguado, mientras pasaban los segundos y la medicina hacía su efecto. No tenía ánimos ni para levantarse a desayunar. Optó por lo más sano para él en ese instante.

Recostarse, nuevamente.



—Con suerte hoy será un buen día.

Taemin sonrió ante las palabras de su madre, mientras él terminaba de colocarse los zapatos, dispuesto a ir al trabajo. Ella le regaló un dulce beso en la frente. Y Taemin supuso que ella estaba feliz por verlo retomar su ritmo normal de vida.

Si bien las prácticas habían finalizado y ahora se encontraba con los últimos detalles antes de su graduación, Taemin había encontrado trabajar en las empresas de la familia Kim, más allá de lo incómodo que sería ante lo ocurrido con el diario hace unos días.

Taemin ya tenía un plan de vida por decirlo de algún modo, seguiría trabajando en la empresa, y al mismo tiempo se dedicaría a estudiar la universidad. Necesitaría hacer muchos sacrificios pero a Taemin le parecían que valían la pena.

Así ocuparía su mente en cosas más importantes que en Minho.

—Hijo, ¿cómo así vas tan informal al trabajo?
—Oh, es que hoy no voy a la empresa. Voy a estar casi todo el día fuera con Jinki. Tenemos que ver lo del hotel donde será la recepción de la fiesta de la compañía.

Bajó junto a su madre hasta el comedor, mirándose brevemente en el espejo antes de tomar una pequeña tostada y darle un pequeño mordisco, para cuando tuvo el jugo de naranja en su boca, el claxon de un automóvil lo hizo apurarse.

—Ya me tengo que ir, trataré de volver temprano.
—Ve con cuidado.

Taemin asintió, con una pequeña sonrisa en los labios. Llevándose una tostada extra para Onew que seguramente como siempre había salido sin desayunar. En cuanto abrió la puerta saludó agitando un poco la mano. Con la leve impresión de que si, hoy sería un buen día.




Yoona bebió un poco de su jugo de naranja, y vio a Jaejoong apenas probar un poco de su ensalada de frutas. Particularmente desanimado ese día. Incluso al levantarse de la cama, esa mañana Jaejoong ni siquiera la miró ni para pronunciar un escueto ‘Buen día’

—Hoy es el aniversario de la muerte de los padres de Yunho. No estaré en casa la mayor parte del día.

OhDae dejó el café en sus manos, asintiendo suavemente. Yoona a veces sentía que su matrimonio no existía para Jaejoong, jamás se justificaba con ella. Tan solo con su padre, pero nadie parecía darse cuenta de ello.

—Es un día muy complicado para ese muchacho. Siempre pide permiso en el el trabajo para este día, dile que espero que tenga mucha paz el día de hoy.

Jaejoong asintió, regresando su mirada a su plato a medio comer, Yoona durante aquel desayuno volvió a sentirse como un punto más en la pared. Aunque afortunadamente, luego de unos segundos, Boa empezó a hacerle conversa, y eso mejoró un poco su situación.

Odiaba esta parte de su infierno, por que había resultado peor que lo esperado.




El timbre sonó, y Kangtae abrió los ojos con disgusto.

—Diablos…

Estiró su mano hasta el reloj más cercano y comprobó la hora, demasiado temprano como para que alguien llegara de visita. Pero como el timbre volvió a sonar. Decidió levantarse, medio pasar una mano por su rostro y abrir la puerta.

La imagen de Junsu, con su rostro un poco serio fue lo primero con lo que se encontró.

—No pensé que volverías.

Junsu solo suspiró, levantando la mirada una vez más. Con su voz un poco cansada, más de lo habitual.

—Mi padre ya lo sabe.

La sorpresa en las expresiones de Kangtae fue evidente, él no necesitaba aluna otra aseveración que le indicara sobre lo que estaba hablando, solo abrió la puerta un poco más y le permitió a Junsu entrar una vez más en su vida.

El amor, verdaderamente, era un asco. Por que no conocía de restricciones.




<< ¡Has faltado a tu palabra, Yunho! >>
Alterado, Yunho tapó sus oídos.

Escuchando esas voces tan cerca de su oído, que por un momento pensó que estaba empezando a perder la razón, podía incluso ver a su padre con el rostro molesto apoyándose en la cama, mirándolo con reproche, mientras él sentado se apoyaba en el espaldar de la misma. Asustado. Aterrado.

<< ¡Nos ha decepcionado! ¡¡Tú lo prometiste!! >>

Y ahora era la dulce voz de su madre, grabándose en su memoria tan mortificadoramente que solo podía tapar con más fuerza sus oídos y cerrar los ojos. Encogiéndose en su lugar como si las alucinaciones así terminarían.

—Ya basta… por favor, ya basta…— Y sollozó, dentro de sus fantasmas, rememorando todo lo hecho hasta ahora en busca de su objetivo. Todo lo que ha logrado. Podía sentir la mirada de su padre, la bipolaridad de su madre siendo dulce y luego agresiva por que cumpliera con su palabra. —¡Cállense!

La puerta de su habitación se abrió bruscamente, Yunho se pegó más al respaldar, tiritando de frío y con las lágrimas cayendo vertiginosamente por su rostro.

—¡Yunho! ¿Por qué no abrías la puerta?

Pero el reconocer la voz de Jaejoong lo hizo abrir los ojos, sumiéndose en la realidad tan impactantemente que incluso volvió a temblar. A pesar de la confusión y preocupación en los ojos de Kim.

—¿Yunho?
—No, aléjate…

Estiró una mano hacía Jaejoong evitando que lo tocara, en cuanto lo vio acercarse demasiado, sintiendo incluso los labios secos ante su respiración inconstante. Preocupando aún más a Jaejoong.

—¿Yunho, qué te pasa?
—¡Que no me toques!

Y el empujón llegó de la propia mano de Yunho, haciendo que Jaejoong trastabillara descuidadamente hacia atrás. Yunho se encogió aún más, apoyando la cabeza en sus propias rodillas, asustado como un niño.

—Tranquilízate, ¿de acuerdo? Voy a prepararte un poco de te.

Yunho no le respondió en ningún momento, aún así, Jaejoong dejó su pequeño bolso en el piso, dedicándole una última mirada a Yunho antes de salir de la habitación directo a la cocina.

Casi de inmediato, antes de que Jaejoong abandonara por completo la habitación, Yunho volvió a sentir a su padre demasiado cerca. Susurrándole tan cerca del oído, que su cuerpo entero volvió a estremecerse.

<< ¿Hasta cuando tengo que esperar, Yunho? >>



Caminó por el pasto verde, entre la poca gente que había ese día. Con su ropa costosa encima, las gafas de sol en sus ojos y aquel enorme ramo de rosas entre las manos. Abriéndose paso hasta un lugar que se conocía de memoria.

Suspiró concienzudamente, quitándose las gafas de forma parsimoniosa. Leyendo cuidadosamente cada letra ahí escrita. Ahondada entre sus conflictos propios y emociones derivadas, como si de repente estuviera hueca con tan solo estar ahí.

Se arrodilló cuidadosamente, con el césped tocando sus piernas y depositó las rosas sobre las lapidas, suspirando una vez más. Juntando sus manos en una expresión de rezo mientras cerraba los ojos y se sumía en los recuerdos.

Yoona tenía un presente, casi tan tormentoso como su pasado.

Pero hasta ese momento, Bae Yoona, no estaba segura de cómo sería su futuro. Ella no había pensado en nada más allá que culminar con su plan con Yunho, y ya luego irse muy lejos. Tan lejos que nadie la reconociera. Y por fin, poder tener una vida tranquila.

No pedía lujos, ni extravagancias, tan solo un poco de paz.




—¡No me da la gana! Es MI chofer, ¡no tienes ningún derecho!

La residencia Kim había estallado en gritos, a pesar de las puertas cerradas en el estudio, podía escucharse con claridad la discusión que allí adentro se llevaba, despertando la curiosidad de varios de los empleados.

—¡Tú no estás para exigir absolutamente nada, Minho! ¿O qué? ¿También quieres arrastrar a Changmin en medio de toda tu locura?
—¡No es eso padre! Él me pertenece, es MI chofer.

Y no fue hasta que algunas de las muchachas llegaron hasta la cocina, alborotadas por los gritos que habían, que Changmin se permitió salir de la cocina y acercarse al estudio, allí donde Minkih y Lee esperaban a una prudente distancia.

—¡Es un ser humano, Minho! ¡No un objeto! Si él tiene problemas familiares no puedes acapararlo.

Changmin escuchó la voz de OhDae, con una fuerza asombrosa, que hizo a varias de las empleadas regresarse a la cocina, se atrevió incluso a estar tan cerca como lo estaban Minkih y Lee, acercándose al hombre mayor con un leve asentimiento.

—¿Qué sucede? ¿Por qué discuten así?

—Conseguí tu permiso.— Lee sacó de su leva un pequeño sobre con el sello de la familia Kim y sus ojos se abrieron con sorpresa. ¿Por eso era la discusión? –Es un permiso de cinco días, el señor OhDae accedió sin problemas pero el joven Minho no parece muy de acuerdo.

—Changmin, si piensas irte, vete ahora si es posible.

Minkih se encargó de tomar el sobre que Changmin aún no tomaba, depositándolo en las manos del muchacho quien asintió. Sintiendo que de alguna forma era una exageración que prácticamente saliera huyendo de Minho.

Pero las puertas del estudio se abrieron con fuerza, siendo azotadas con brusquedad, y la expresión llena de fura de Minho fue lo que los mantuvo a raya. Changmin escondiendo velozmente tras su espalda el sobre blanco.

Diferente a lo que pensaban, Minho fue hacía el mayordomo Lee, a unos pasos de distancia apenas.

—Esto, no se va a quedar así. No me importa si tienes siglos en esta aparatosa pantomima a la que a mi padre le gusta llamar hogar. Pero no tienes por que intervenir en ningún asunto que no te concierna, peor aún si son míos, sirviente de cuarta…

—¡Minho…!

La voz de Changmin se levantó sola, pero automáticamente Lee estiró su mano, colocándola sobre el pecho de Shim quien solo se dio cuenta de su imprudencia y desvió la mirada. Minho arrugó el entrecejo, más molesto todavía. Y el mayordomo únicamente bajó la cabeza.

—Le presento mis más humildes disculpas, joven Minho. No sabía que esto lo molestaría. Yo solo quería ayudar a Changmin que tiene unos asuntos familiares que resolver.

Minho fue evidente, soltando una carcajada cruel que incluso estremeció a Minkih. No le había creído ni una sola palabra al hombre mayor frente a sus ojos. Sin embargo no optó por decir algo más, le regaló una desdeñosa mirada a Minkih quien solo agachó la cabeza y luego subió las escaleras.

Casi sin volver a prestarle atención a Changmin.

—¿Por qué se ha puesto así?

Changmin torció un poco la boca en cuanto Minho estuvo fuera de su vista.

—El joven Kibum por algún motivo te tiene entre sus planes. Y Minho sospecha que puedas ponerte de su lado.

Sorprendido, Changmin giró hacía Minkih.

—¿De qué hablas?
—Ayer, Soonhye, la empleada de la familia del joven Kibum me comentó que lo escuchó hablar por teléfono con alguien y que particularmente te mencionó un par de veces.

—¿A mí? ¿Por qué?
—No lo sabemos, pero el joven Kibum está muy resentido por lo que le hizo el joven Minho y es muy peligroso, por eso el joven Minho está tan a la defensiva.

Lee sacudió un poco la cabeza, empezando a darle un pequeño empujón a Changmin.

—Ya ve a empacar, muchacho. Luego preocúpate por el resto.

Changmin asintió, aún un poco preocupado por todo eso. Algo le decía que en aquella ocasión Kibum no hablaba de él solo por el asunto de las invitaciones. De algún modo, Changmin sintió que estaba jugando contra reloj. Por ahora, solo tenía que comprar sus pasajes a China cuanto antes, y hablar con Heechul para que contactara con su amigo.




—Se supone que la pequeña sinfónica debe ir en el escenario que vamos a poner de ese lado, después de todo la prensa va a estar instalada en la oeste del salón, ¿verdad?

Taemin asintió, mirando analizadoramente el lugar.

—Si, pero de todas formas tenemos que evitar que los invitados importantes estén demasiado cerca o el sonido alto podría incomodarlos.

Jinki movió un poco su mano, cediéndole aquel acierto al menor que junto a él caminaba por el amplio salón de recepciones de aquel hotel. Una vez que hubieron terminado con aquello, Jinki se quedó mirando los grandes ventanales desde donde se observaba la pileta del hotel, hipnotizado con aquello casi sin darse cuenta.

—¿Onew?
—Si… Minho apareciera, a pedirte disculpas, ¿volverías con él?

Taemin se encontró un poco sorprendido por la manera en que Onew abordó el tema, pero contrario a eso, solo suspiró, pegando la pequeña libreta en sus manos a su cuerpo, con la vista en el mismo lugar que Jinki.

—En realidad, Minho aún no ha pedido disculpas por nada. Y no creo que lo haga, pero si lo hiciera, no sé si podría confiar nuevamente. O si al menos pudiera disculparlo realmente.

Onew sonrió, con un suspiro en sus labios.

—Eres increíblemente maduro, Taemin. Mucho más que yo.
—¿Por qué lo dices?

—Por que temo caer ante él si eso pasa, creo que eso es lo que me ha estado atormentado estos días. No ser lo suficientemente fuerte, y eso que yo soy el adulto.
—Pues si gustas, con gusto te golpeo si es que eso llega a pasar.

Onew dejó escapar una risa, especialmente por la franqueza con la que las palabras habían salido de la boca del menor a su lado. Lo miró por unos segundos. Y sonrió un poco más. Sacudiendo esos cabellos castaños.

—Trato hecho.

Taemin asintió, viendo como Onew retomaba el paso nuevamente, ajustando un par de cosas, y concentrándose en el trabajo otra vez. Y por un momento pensó. Que todo estaba un poco mejor ahora, al menos ya no vivía en la inconstancia de saber si Minho lo quería o no.

Por que al final de toda esa historia, Minho nunca había querido a ninguno de los cuatro en verdad.




Últimamente, la vida de Kangtae había estado repleta de giros apresurados que lo habían tomado por sorpresa. Aún más cuando se trataba de Kim Junsu. Sus instintos dictaban que no lo dejara ir tan fácilmente, por que Junsu podría caer ante su amor por Yoochun en nueva cuenta.

Pero él ya había hecho lo posible, y según las palabras de Junsu, el que su padre los hubiera descubierto, le ponía un punto final a ese amor que sentían. Por que si, Junsu le había confesado que desde el comienzo Yoochun y él habían estado juntos.

Kangtae lo suponía, uno no podía amar unilateralmente a alguien con tanta intensidad y culpa a la vez. Pero no le quedó más que aceptar las decisiones de Junsu, de ese ser al que tanto amaba, pero que tanto complicaba su atiborrada vida.

Amar a Junsu era complicado, pero sobre todo era extenuante.

Lo dejaba ir por su propio bien, y el del mismo Junsu que aseguraba que irse del departamento era lo mejor para ambos. Si Junsu más adelante volvía a caer en el mismo error estaba fuera de sus responsabilidades. Y si Junsu pensaba que yéndose estaría bien, entonces Kangtae no los detendría.

Por eso cuando lo vio salir de la habitación, con las maletas en mano, suspiró un poco. Antes de dejar la botella con cerveza sobre la mesita junto al sillón donde se encontraba esperando.

—¿Tienes todo?
—Si, gracias por todo Kangtae.
—No tienes nada que agradecer, Su.

Abrazó a Junsu con fuerza, prefirió ahorrarse el pensamiento que pasó por su cabeza “Quise salvarte, Su. De verdad quise hacerlo” por que en el fondo sabía que Junsu no cumpliría con su palabra, si es que no planeaba hacer algo más radical que marcharse o fugarse con Yoochun como venía sospechándolo.

Pero Kangtae había decidido dar un paso hacía atrás con respecto a él.

—¿Seguro que no quieres que te lleve?

—Tengo mi auto abajo. No te preocupes, me quedaré en un hotel mientras encuentro un departamento.— Junsu le sonrió otra vez, antes de tomar las maletas nuevamente y regalarle una última mirada. —…Adiós.

Kangtae vio a Junsu marcharse de su vida como nunca antes, con el leve presentimiento de que de alguna forma esa sería una despedida. Por que sentía por esa desazón en su boca, que Junsu de algún modo no volvería a pisar aquel lugar.

Por que ese amor que se le salía por los poros, solo le pertenecía a Yoochun.




—¿No quieres ir al cementerio?

A Jaejoong le había costado horrores, que Yunho se calmara, que se controlara un poco y bebiera el te. Pero aparentemente, Yunho estaba más cansado que atormentado y había optado por rendirse, recostándose sobre la cama otra vez.

—No, hoy no, por favor…

Jaejoong simplemente se había recostado junto a él, rodeándolo con sus brazos cuidadosamente para que no volviera a portarse tan extraño como hace un par de horas y finalmente Yunho había quedado entre sus brazos, con su rostro apoyado en el pecho de Kim.

Escuchando los latidos del corazón de Jaejoong, Yunho prácticamente se había embelesado casi hasta el punto de quedarse a medio dormir, un poco ido, empezando a caer en el mundo de los sueños, sintiendo uno de los brazos de Jaejoong rodeando su espalda, mientras su otra mano acariciaba sus cabellos.

Era cómodo y relajante al mismo tiempo.

Yunho se dejó llevar, por esas sutiles caricias de Jaejoong. Envuelto en sus brazos encontró un poco de paz, y no se quiso mover de ahí.

—Así deberíamos estar siempre, Yunho…— El susurro de Jaejoong pasó desapercibido para Jung que prácticamente estaba ya dormido entre sus brazos, por lo que Jaejoong únicamente suspiró y sonrió delicadamente, apoyando la cabeza sobre los cabellos de Jung. —…Siempre.



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