Contrarreloj.
Fuzhou, China.
Cuando Changmin al fin se pudo quitar las gafas de sol.
Fue cuando las puertas corredizas del aeropuerto se abrieron ante su paso, apenas con una maleta bajo la mano y el cabello un poco alborotado. Changmin pudo ver la luz del sol imponerse sobre el resto de la población que pasaba a su lado sin inmutarse.
Y resultaba interesante, de las veces que había ido hasta China, era la primera vez que pisaba Fuzhou, miró de un lado a otro, buscando la cabellera castaña de aquel amigo que Heechul le había indicado era un poco más bajo que él.
Su mente divagó mientras buscaba al tal Hangen, como se le venía haciendo costumbre, pensó en Minho, en lo extraño que se estaba comportando últimamente. Lo bipolar que podía ser en ocasiones, y en que a pesar de lo que el resto del mundo le decía, él no se sentía ni mínimamente intimidado o asustado por Minho.
—¿Changmin?
La voz algo grave de aquel hombre que apareció frente a él, bajando de un cómodo auto verde lo hizo volver a la tierra y asentir tranquilo.
—Heechul me envío una foto tuya.— El muchacho sonrió. Enseñándole la foto desde el celular y Changmin se sintió aliviado por eso. De otra forma hubiera sido difícil que se encontraran. –Mucho gusto, soy Hangen.
—Changmin, igualmente.
—Bien, ¿tienes un plan trazado?
Changmin suspiró suavemente y se encaminó junto a Hangen hacía el auto en cuanto lo vio abrir una de las puertas traseras del auto.
—Pues me gustaría ir primero al orfanato Zen si no te molesta, luego al hotel.
—De acuerdo, ya se me el camino de memoria. Vamos.
Hangen cerró las puertas del auto, y Changmin subió junto al puesto del conductor. Hangen parecía no tener problemas con su presencia ahí, e incluso parecía muy sociable. Quizá por ello era amigo de Heechul.
Un poco de aire fresco lo recibió dentro del auto y pudo acomodarse tranquilo en su lugar, colocándose el cinturón de seguridad. Y Hangen a su lado, mientras encendía el auto solo sonrió.
—¿Te ha afectado el calor?
—Un poco.
—Tengo entendido que en Seúl está haciendo frío.
—Es solo que no soy bueno con esto de los cambios climáticos.
Luego de aquello Changmin apoyó la cabeza en el respaldar de su asiento, a gusto con la música en bajo que Hangen puso durante del camino y agradecido por sobre todo, con que no condujera demasiado rápido. Era bueno dejar de conducir de vez en cuando.
…
…
Seúl, Corea.
—Entonces, ¿es cierto que acaba de firmar un contrato para ser una de las imágenes para llamar al turismo en Corea?
Jaejoong sonrió, orgulloso. Llevando un mechón de su cabello tras la oreja. Sintiendo que los camarógrafos se empeñaban con sacar cualquier fotografía desde cualquier ángulo, ante el más mínimo de su movimientos.
—Así es, junto a varios artistas, actores y cantantes. Se hará una gran promoción y distribución a nivel mundial. Igual que la campaña pasada, solo que en esta ocasión serán nuevos personajes.
—¿Se ha confirmado que se hará un cortometraje igual que el año pasado?
—La verdad aún no hemos hablado de eso, aunque la idea está latente. Eso lo tendrían que conversar con los productores.
—Gan Seuk y Lee Hong Ki, serán los representantes del ambiente de actuación y música. ¿Se encuentra a gusto con ellos dentro de todo este proyecto?
—Oh, por supuesto los conozco a ambos, por un par de campañas en las que hemos coincidido. Sin duda será grandioso volver a trabajar juntos.
Jaejoong sonrió, de aquella forma inverosímil que podía encadenar a cualquiera, mientras se acercaba al micrófono, y movía sus labios deliberadamente. De algún modo consciente de que muchos veían sus labios moverse, como si se trata de algo hipnótico. Y se perdían en él.
—Tiene muy poco tiempo desde que se casó con la joven actriz Bae Yoona, ¿cómo lleva ella que ustedes no hayan tenido tiempo ni para la luna de miel por sus múltiples ocupaciones?
—Mi hermosa Yoona entiende a la perfección todo esto. Como lo acaba de decir, es también del medio. Y aunque por el momento está inactiva. Se encuentra analizando un par de guiones para una película. Pero apenas haya algo de tiempo, seremos solo ella y yo.
Hubo varias sonrisas y suspiros intermedios que se escucharon alrededor, haciendo rodar los ojos a unos y negar levemente a otros. Jaejoong sin embargo, siguió con la misma expresión afable en el rostro, más esa mirada vacía que casi siempre portaba.
—¿Y han pensado en tener hijos?
—Por supuesto que no, aún somos muy jóvenes. Con una carrera por delante, muchos planes y metas. Eso se verá más adelante.
La mirada de Jaejoong se deslizó por la prensa por las cámaras y la manera en la que algunos hacían su anotación correspondiente. Jaejoong solo quería huir de ahí. Se sentía tan asquerosamente falso, que incluso sintió fieles nauseas a su comportamiento acérrimo.
…
…
Lee pudo ver la expresión un poco cansada de su jefe.
OhDae tenía los hombros un poco caídos, y los ojos casi cerrados. Como si no hubiera estado durmiendo bien con el pasar de los días. Con una mano masajeaba la parte superior de su nariz y en la otra sostenía un vaso con whisky.
La bebida resplandecía desde el cristal, apenas acompañada por aquel solitario hielo dentro del vaso. El pecho de Lee sintió una pequeña opresión al ver a aquel muchacho que él vio crecer en ese estado tan deprimente. Que el ojo publico no captaba.
Y por un momento se preguntó, ¿qué era eso tan fuerte que su jefe había podido presenciar para que resultara en ese estado? Con el pasar de los días, era cada vez más recurrente verlo con un vaso con licor en la mano, cuando antes, OhDae difícilmente bebía un poco más allá de vino.
—Señor… si me permite, ya ha bebido suficiente por hoy.
Intentó acercarse, doblegando un poco su cuerpo hasta el escritorio y tratar de aferrarse a aquel vaso que ataba a su jefe a la inconsciencia pura. Pero antes de lograrlo el patriarca de los Kim se sacudió, y llevó vaso contra su pecho.
—Mi vida es un desastre Lee… no sabes cuanto la odio.
El hombre mayor intentó no rebatir aquella frecuencia inesperada de odio involuntario, y vio con un poco de pena al hombre de cuarenta y tantos años que justo ahora solo se veía un poco lamentable.
—Señor…
—Junsu, ¿ha vuelto por la casa?
Los ojos del mayordomo se abrieron con sorpresa, el nombre del muchacho había sonado en la boca de OhDae con tanto dolor y sufrimiento, que un pesado bloque se posó es un estómago. Lee llevaba años en esa casa, ver sin objetar, sin argumentar, sin hablar si quiera de lo que sus imperturbables ojos presenciaban.
Cuantas veces no había visto las manos de los jóvenes Yoochun y Junsu rozarse por error, hablarse tan cerca el uno del otro, tomados de la mano, con manos que viajaban más allá de lo debido. Esos ojos que cuando se encontraban con los del otro parecían brillar inclusive, y que ante su presencia únicamente se alejaban.
—No señor, el joven Junsu no ha vuelto por la casa.
—¿Y Yoochun?
—Él ha salido a su productora, señor.
La pena pasó a vergüenza. Por no haber sido capaz de confesarle a su jefe sobre sus dudas con respecto aquellos dos hermanos. Pensando seriamente, que de haber dicho algo a tiempo, tal vez lo hubieran podido prevenir.
Pero sin Minkih, los había descubierto, tal y como se lo había confesado la mujer, entonces era más que obvio que esto pasaría algún día. OhDae se refugió en lo que quedaba en su vaso y suspiro.
—Bien… si Junsu vuelve a casa, no dudes en avisarme. Ahora, por favor déjame solo.
—Pero señor no debería continuar beb…
—Fuera, Lee…
No fue un grito, pero si una aseveración lo suficientemente profunda como para que el mayordomo únicamente agachara la cabeza. Y se marchara con el leve arrastrar de la puerta al ser cerrada.
OhDae contempló un rato más el periódico sobre el escritorio, inmaculado casi sin ser tocado aquel día y en la portada de la sección de sociales se encontraba Kim Heechul, el fotógrafo estrella de aquel diario, recibiendo un reconocimiento especial por su trabajo.
La bella sonrisa del muchacho que lo había cautivado tantos meses atrás cuando se lo encontró en aquella inauguración. No se había tomado la molestia de leer la noticia. Solo contemplaba la imagen del joven muchacho, y esa sonrisa asombrosamente acaparadora.
Él amaba a Boa.
Por eso se había negado a pensar en él, en especial cuando aquel reportero Choi se acercó a ellos, cuando platicaban la primera vez que se encontraron. Pero había sido irrefrenable había sentido la sangre en su piel correr como nunca antes, y esos ojos del joven fotógrafo habían implorado por su atención.
Esa boca sonrosada, esos labios que cuando hicieron contacto con los suyos fue como vivir luego de tantos años. Sentir su pecho vibrar, su cuerpo alcanzar niveles insospechados, y un olvido constante del resto del mundo.
El teléfono celular sonó y OhDae al identificar su número, palmeó su rostro y esperó no escucharse tan afectado por licor.
—¿Si?
—¿Me viste en el diario? Me hubiera encantando que estuvieras ahí.
Heechul era un ente tan lleno de energía y vitalidad. Su secreto más valioso e importante, sin dejar de lado a sus hijos, quizá de todos sus secretos, el único bueno e invaluable que nadie más conocía.
—Te veías estupendo, Chul. Yo no te habría hecho falta.
—¡Claro que me hiciste falta!— Por un momento le pareció incluso imaginar a Heechul moviendo un poco su pie y morder su labio inferior. Indeciso, fiel a su costumbre. –Yo… me preguntaba ¿si tenías un poco de tiempo?
Escuchó un suspiro luego de su mutismo.
—…Quiero verte.
—Pasaré por tu casa luego del trabajo, ¿te parece bien?
—De acuerdo, procuraré llegar antes para prepararte algo de cenar. Nos vemos.
Heechul no exigía nada, no pedía nada. Solo su compañía. ¿Podía ese joven muchacho amarlo de verdad? ¿Amarlo como alguna vez lo amó su primer amor, su Rye?
Podía volver a sentir con él que era así, podía sentirlo en su entrega, en su emoción en todo lo que rodeaba a Kim Heechul. OhDae junto a él, volvía a sentir que no le debía nada al mundo, aunque no fuera realmente así.
Aunque por un lado, a veces, sentía que era incorrecto dejar que Heechul se enamorara de alguien como él, por que al final, Heechul solo sufriría a causa de ese amor.
…
…
Yoochun ojeó entre todos aquellos panfletos.
Con una leve sonrisa entre los labios, mirando uno a uno cada lugar que le ofrecían, casi sin fijarse en el precio, únicamente viendo las promesas paradisiacas que les regalaban, y las imágenes que ilusionaban hasta al más serio.
—Es muy difícil decidirse.
—Oh, estoy segura que su acompañante adorara el lugar que escoja.
La joven mujer sentada junto a él, habló con un tono tan dulce que incluso lo hizo sonreír. No terminaba de decidirse por que camino tomar para empezar su escape con Junsu, cuando aquella imagen atravesó sus sentidos y sus ojos prácticamente brillaron ante el nombre, y todo lo que aquellas dos páginas le ofrecieron.
—¿Qué es este lugar?
—Oh, es un lugar un poco difícil al que llegar, queda muy, pero muy lejos, y por tanto es muy costoso. No hay muchos viajes hacía allá. Incluso hay que hacer varias paradas.
—No importa, ¿por qué se llaman las Islas Encantadas?
—Por la belleza paradisiaca que ofrecen. Su flora y fauna es única en el mundo. Solo ahí se las puede encontrar. Es un paraíso sin igual, tantas cosas por descubrir y ver. Su nombre no es en vano. Le puedo asegurar que no se va a arrepentir si lo escoge. Incluso al país al que pertenecen goza de tener en varias de sus ciudades el mejor clima del mundo. Es un lugar espectacular, Francia incluso tuvo hace poco la intención de comprarlas.
—¿Las islas?
—Así es, son muy codiciadas, y visitadas por muchos extranjeros. Incluso los reyes de Inglaterra y otros países han estado ahí. Y si mal no recuerdo, están postuladas como una de las nuevas maravillas del mundo.
Yoochun sonrió satisfecho. Era un lugar encantador, perfecto. Era el lugar que necesitaba, un encanto que lo hiciera flotar más lejos de lo habitual. Completamente fuera de lo que alguna vez conocieron. Un pequeño toque de magia lejos de aquí.
—Quiero dos pasajes, para este crucero por favor.
—Muy bien, en seguida comienzo con todo el trámite.
…
…
—¿Estás seguro de lo que estás haciendo?
—¿Desde cuando te importa lo que hago? Solo hazlo.
Yunho se movió dentro de la oficina, con el celular en sus manos, y esperando mientras escuchaba a través de las líneas, el tipiar constante de aquel muchacho. Mordió discretamente su labio interior, y movió los dedos sobre el escritorio.
Sabiendo que ya no había marcha para atrás. Que había caído presa de su propia mente más la fecha que lo había consumido. Siendo patéticamente débil entre los brazos de Jaejoong. Pero él no podía darse el lujo de dudar.
No ahora que todo estaba prácticamente a punto de terminar. No ahora que Yoona solo contaba los días para poder salir de esa casa de OhDae. Yunho no podía darse el lujo de dudar. Por eso hizo esa llamada a primera hora, apenas se encontró solo.
—Listo, ya está hecha la transferencia.
—Perfecto, te llamo luego para cuadrar el resto de cuentas.
Colgó la llamada y pasó las manos por su rostro, con una gran sonrisa en los labios. Una que incluso deformó su rostro en una mueca extraña que hubiera asustado a cualquiera. Yunho empezó a reír. Viendo finalmente realizado su plan. Esperando por que todo tan solo empezara a caer por su propio peso.
Ya no había vuelta atrás.
Estaba tocando las puertas del mismo infierno, pero él no se iría solo, OhDae se iría con él. Y Yoona podría ser libre al fin. Yoona era lo único bueno en su vida, lo único que valía la pena. No había más. Y daría hasta su vida por verla libre al fin de toda esa locura, era lo único que le quedaba después de todo.
…
…
—Joven lo buscan.
Key despegó los ojos de su libro, dejando los lentes caer sobre el colchó de su cama, mirando hacía la puerta donde la empleada había abierto apenas un poco la puerta para poder asomarse.
—¿Quién es?
—Agh, tantos formalismos de verdad fastidia.
Joonghyun se abrió paso, terminando de abrir la puerta y mostrándose ante un Kibum que de pronto sonrió complacido al verlo ahí, movió un poco su cabeza, logrando que la empleada entendiera y entonces se marchara con un leve asentimiento. Cerrando la puerta tras ella.
—¿Y bien? ¿Qué te trae por aquí? No creo necesitarte hasta el día de la fiesta.— Kibum pareció recordar algo y abrió el cajón junto a su cama. –Oh, por cierto conseguí la invitación. Irás conmigo. Será suficiente para que me ayudes con lo que quedamos.
Hubo algo extraño que Kibum no pudo identificar, la fija mirada de Joonghyun sobre él, penetrante e intensa. Tanto que por un momento esa confianza extrema en Kibum tambaleó, así que decidió herirlo un poco para no sentirse tan inquieto. Sonriendo con sorna.
—¿No me digas que has venido para intentar ver por casualidad a Minho? Ni yo, que vivo junto a él soy tan patético.
—No he venido por eso.
Joonghyun dio un paso hacía él, y por un momento Key levantó las cejas, sorprendido por lo imponente que le resultaba la presencia del muchacho tan cerca de su cuerpo.
—Entonces, ¿para qué has venido?
—No lo sé…
Otro paso… Y el pecho de su corazón latió ante la anticipación. Ante esa altura que Joonghyun portaba y que lo hacía verlo hacía arriba, con sus cuerpos cerca. Y sus rostros probablemente más cerca aún. Le agradaba tener esos labios de Joonghyun por encima de los suyos.
—Creo que si lo sabes.
Los brazos de Key rodearon el cuello de Joonghyun y sus labios besaron los de él. Con un juego de pasión que los envolvía con tal de estar cerca. En un juego peligroso en el cual sentían estaban perdieron el control.
Las manos de Joonghyun se presionaron contra la cintura de Kibum, levantándolo y sentándolo contra el escritorio. Joonghyun abrió sus piernas, para posesionarse entre ellas y pegarse más contra ese cuerpo. Contra sus labios y esas manos que acariciaban su espalda.
Metió las manos jugando con la hebilla de ese cinturón que seguramente era más caro que toda su ropa junta. Joonghyun mordió esos labios finos y delicados de Key. Y palpó su pie. Tan excitante, tan pasional. Tan enloquecedoramente adictiva, que Joonghyun temía que se convirtiera en su nueva droga.
…
…
Yoochun acarició el cabello de Junsu con cuidado.
Ambos sobre la cama. Junsu sentado entre sus piernas, ambos viendo la televisión frente a la cama, en aquella habitación de hotel. Que Junsu usaba como excusa mientras el día de la fiesta de su padre llegaba.
Cerró incluso los ojos ante la caricia, tan propia de cuando eran apenas unos pequeños y Yoochun lo calmaba de aquella forma, que nadie más conocía, que solo Yoochun había descubierto.
—Hay que llevar por si acaso esa receta de cuando eras pequeño, no vaya a ser que recaigas enfermo una vez más. Y tu inhalador no lo olvides, el asma aunque ya casi no existe en ti, nunca desaparece. Debes cuidarte.
Yoochun vio a Junsu asentir, sin casi mediar palabra. Desde que era prácticamente un niño, que Junsu ya no sufría de esos ataques. Pero Yoochun no quería dejar que algo se le escapara de las manos, y luego les pudiera faltar. Sin embargo no quería a Junsu tan mudo.
—¿Recuerdas cuando te daban esos ataques de pequeño?
Junsu se removió incómodo.
—No me recuerdes eso Yoochun, fue horrible. Odiaba todas esas medicinas, y tratamientos raros que me hacían.
—Lo bueno es que el montón de de doctores de papá lograron menguar esos ataques de asma que te daban.
Junsu apretó las manos de Yoochun con fuerza, agachando un poco la cabeza.
—No… no lo menciones.
—¿A quien?
—A papá… me siento extraño.
Yoochun cerró los ojos, pero Junsu se alejó de él, bajando las piernas de la cama, apoyando los codos en sus rodillas. Y tapando su rostro. Como si cargara con un gran dolor sobre la espalda.
—No puedo olvidar que somos hermanos, Chun. ¿Estamos haciendo bien?
Yoochun se bajó de la cama. Arrodillado frente a Junsu, tomando sus manos con fuerza. Viéndolo a los ojos, sin mentiras, sin dudas. Simplemente mostrándose desnudo del alma frente a él.
—Te amo, y quiero que estés seguro antes de hacer algo, Junsu.
Esos ojos de Junsu lo enfocaron con determinación. Como si pretendiera leer su mente con tan solo mirarlo a los ojos, con contemplarlo y palpar el toque de sus manos. Junsu suspiró y se arrodilló frente a él, ambos a la misma altura.
Un tímido beso compartido, que hizo a Yoochun mantener los ojos cerrados, más allá del tiempo debido, aún más cuando Junsu se aferró a él en un abrazo cálido.
—Te amo tanto, Yoochun. Que estoy dispuesto a olvidar que tuve una vida antes de ti.
Sonó a promesa, a la promesa de amor más verdadera que había podido sentir, o que él había podido expresar. Buscó ese rostro que tanto amaba, esos ojos, esos labios, y acarició su piel, como si estuviera descubriéndolo una vez más.
Selló su verdad con un beso, con uno más que lo llevó a la gloria.
Sentado en el suelo de aquella habitación de hotel. Yoochun juró secretamente que haría lo fuera, con tal de ser feliz con Junsu, con tal de amarse sin remordimientos. Yoochun anhelaba más que su propia felicidad, la felicidad de la persona a la que más amaba en este repulsivo mundo, de su hermano, de Junsu, de su única motivación para seguir adelante con todo.
Solo por una sonrisa de sus labios, Yoochun era capaz de morir.
…
…
Fuzhou, China.
Hangen masticó un poco de la goma de mascar que acaba de probar.
Jugando con las llaves entre sus manos, apoyado en el automóvil mientras esperaba por el muchacho Coreano, que llevaba más de veinte minutos dentro de aquel orfanato. Averiguando cosas, que para él aún no estaba muy claro.
Changmin había entrado con el firme propósito de poder lograr algo que para él era mucho más que imposible. Había intentado por todos los medios poder hallar un poco más de información respecto a esos hermanos Kim, pero sencillamente se habían negado.
Y lo poco que había averiguado, había sido a través de un par de artimañas. Que no cualquiera conocía. Cuando lo vio salir por la puerta principal, con el ceño fruncido, supuso que las cosas habían pasado como había imaginado.
—Son unos imbéciles, que no pueden darme ninguna información, por que es confidencial. Y no sé cuanta porquería más.
—Te lo advertí, Changmin.
Shim bufó sonoramente. Mirando despreocupadamente hacía uno de los laterales del lugar. Percibió el humo del cigarrillo que Hangen acababa de encender, muy cerca. Pero aún así, la atención de Changmin permaneció en aquel lateral del jardín.
Aquel hombre anciano, que limpiaba los lugares aledaños con cuidado, con una edad suficiente como para hacer las cosas de manera lenta, pero no por eso menos eficiente. Las palabras de Sungmin resonaron con cuidado en su cabeza. Averiguar por el lado menos oficial, era uno de los mejores trucos de cualquier reportero.
Aquella gente que presenciaba, los acontecimientos, pasando desapercibido para los demás. Aquellas personas que podían ser insignificantes para muchos, pero que sabían tanto al mismo tiempo.
—¿Quieres?
Hangen le ofreció un cigarrillo, pero Changmin únicamente sacudió un poco su mano, declinando educadamente. Caminando hacía el hombre que terminaba de echar a la basura lo que había recogido, portando el uniforme del orfanato.
—Buenas tardes, Shim Changmin. ¿Usted trabaja aquí cierto?
—Así es joven, ¿en qué puedo ayudarlo?
—Bueno… me preguntaba, ¿hace cuanto tiempo trabaja aquí?
—Oh, muchos más de los que se puede imaginar.
Changmin sonrió amable, viendo como Hangen se paraba junto a él y apagaba el cigarrillo. Asintiendo suavemente ante el hombre mayor.
—Verá es que estamos buscando algo sobre los hermanos Kim, que fueron adoptados hace veinticinco años o más. ¿Los recuerda?
El hombre arrugó un poco el entrecejo, apoyando la escoba junto al tacho de la basura.
—Usted es coreano, ¿cierto joven? Lo sé por su acento.
Changmin se sintió sorprendido ante aquello, pero aún así asintió.
—¿Y por qué está aquí? ¿Por qué quiere averiguar tanto sobre ellos? No es la primera vez que vienen a preguntar por esos hermanos.
La mirada del hombre se deslizó cuidadosamente hacía Hangen y tanto Changmin como Hangen se miraron directamente. Para luego volver su atención al hombre mayor.
—Conozco a Minho, y quiero ayudarlo. Hay muchas cosas malas en su familia, y…
—Ninguno de los hermanos Kim se llamaba Minho.
—Lo sé, Minho es el hermano de aquellos tres muchachos.
El hombre solo suspiró, encorvado como era su posición durante los últimos años, y solo se vio capaz de agarrar nuevamente la escoba, para poder encaminarse otra vez de regreso al interior del orfanato.
—Lo siento, no los puedo ayudar con eso.
—¡Espere! Esto es muy importante para mi, yo… la madre de Minho sufría de leucemia, y ahora todo es tan confuso que no sé lo que en realidad está pasando. Necesito su ayuda.
—No hay nada que este pobre viejo pueda hacer pos ustedes, lo siento mucho.
—¡Por favor!— Changmin volvió a interponerse, colocándose frente al hombre, con sus manos un poco levantadas. –Se lo estoy pidiendo como un gran favor, quiero ayudarlos.
—¿Ayudarlos a qué? No hay nada que puedas hacer por ellos, muchacho.
—Merecen saber la verdad.
—Si quisieran saberla, la buscarían.
—Ellos no saben que son adoptados.
El hombre vio la desesperación en las facciones de Changmin. Esos ojos profundos que lo capturaban como si planeara agotar todas sus opciones con tal de convencerlo, y por ende suspiró.
—Mi memoria no es buena, han pasado muchos años como podrás saber.
—No me importa, cualquier cosa es importante para mí.
Hangen miró atento al hombre mayor, la manera en que Changmin esperaba ansioso por una simple contestación. Incluso sintió la adrenalina esperando por que ese caso fuera finalmente desmarañado.
—La historia de los hermanos Kim, es una historia extraña y complicada. Hermanos adoptados por su propio padre, unos niños hermosos, de mujeres hermosas por fuera, pero horribles por dentro. Exceptuando a una de ellas. Ella solo dio a su hijo por amor.
Changmin asintió, un poco más calmado. Bajando las manos y mirando al hombre frente a él, que ahora parecía dispuesto a colaborar.
…
…
Seúl, Corea.
Yunho bajó al estacionamiento, cerca de las ocho de la noche.
Agotado y con el trabajo incluso rondando por su cabeza a pesar de que el trabajo en la oficina, hoy había terminado. Cansado más allá de lo habitual puesto que había tenido que ayudar a Onew y Taemin, Yunho se dedicó a cerrar los ojos mientras su viaje hasta el ascensor lo llevaba al estacionamiento.
Masajeó un poco su sien en cuanto estuvo en la poca iluminación del lugar, caminando entre los autos, directo hacía el suyo, entre la nulidad de personas que había. Supuso que cuando llegara a su departamento se sentiría mejor, pero cuando divisó su auto, Jaejoong estaba ahí. Apoyado en él, esperando.
—¿Qué haces aquí?
Un poco despreocupado por si Jaejoong había tomado a mal sus palabras o no, Yunho quitó el seguro, pero Jaejoong solo sonrió.
—Me aburría, así que vine a verte.
—¿No deberías estar con tu esposa?
Jaejoong solo torció un poco la boca y Yunho abrió la puerta del carro para poder echar ahí su pequeño maletín.
—Ah, Yoona está en casa seguramente, haciéndose amiga de Boa, ¿puedes creer? Con lo que odio a esa mujer y ella va y se hace amiga de Boa.
Sentía la voz de Jaejoong como pequeños taladros en la cabeza, y lo único que pudo hacer, fue llevar una mano a su sien, mientras respiraba hondamente.
—¿Y qué pretendes que haga por ti, Jaejoong?
En esta ocasión, Kim arrugó el entrecejo. —¿Se puede saber por qué andas tan hosco últimamente, Yunho?
—Me duele la cabeza Jaejoong, tuve un día pesado en el trabajo, tenga la campaña de tu padre sobre los hombros, la fiesta también se viene encima, estamos transando una negociación muy importante con Japón, ¿y a ti lo único que se te ocurre es venir a buscar sexo?
La indignación palpable en la voz de Yunho, dejó pasmado por un instante a Jaejoong. El suficiente tiempo como para que Jung comprendiera su craso error, aún más, cuando lo vio retroceder un paso hacía atrás.
—No… no es lo quería decir, Jae… entiende estoy muy estresado y…
Pero Jaejoong no quiso escucharlo, únicamente abrió la puerta del automóvil y Yunho sin entender lo que sucedía lo dejó hacer, tratando de excusarse mientras lo veía hurgar entre sus pertenencias, pero finalmente Jaejoong volvió a enderezarse frente a él, mirándolo ahora con mucha rabia, sosteniendo entre sus manos aquel frasco de pastillas que lo hizo palidecer.
—Pues si tan mal estas, entonces tomate tus pastillas mágicas, a ver si se te pasa.— Jaejoong no midió el poder de su enojo, lanzó el frasco al suelo y las pastillas se esparcieron por el suelo, ante un impávido Yunho que solo lo veía francamente asustado. —¡¿Cuándo pensabas decirme que estabas enfermo?!
—No… yo…
—¡Responde!— Yunho solo negó con su cabeza, cerrando los ojos y Jaejoong hábilmente lo atajó por los brazos, obligándolo a que se detuviera. —¡Yunho dime!
—¿Jae!
La voz de su padre los hizo girar. OhDae salía del ascensor en ese momento, y a Jaejoong no le quedó de otra más que soltar lentamente a Yunho, y Jung se obligó a recomponerse a fuerza, respirando profundo. Rogando por que OhDae no viera las pastillas en el suelo.
—¿Está todo bien?
—Si, OhDae, tranquilo… Jae y yo solo acabamos de tener una pequeña diferencia.
Yunho y Jaejoong se miraron por un breve momento, antes de que OhDae caminar un par de pasos acercándose a los dos muchachos que en ese momento solo se alejaron mutuamente un poco más.
—¿Te sigues sintiendo mal?— OhDae colocó una mano sobre el hombro de Yunho, pero él solo negó suavemente.
—Estoy bien.
—¿Seguro? ¿No quieres que te llevemos a casa?
—No, tranquilo OhDae. Y ya es mejor que me vaya, quiero descansar.
OhDae asintió un poco intranquilo, por lo afectado que se veía Yunho, incluso por la forma en que sus manos incluso temblaron al momento de agarrar las llaves cuando subió al auto. Yunho demoró en arrancar, seguramente mientras respiraba profundo. Y se calmaba.
Pudo notar la mirada de Jaejoong fija en el auto que empezaba a alejarse mientras salía del estacionamiento. Y por un momento vio un destelló en los ojos de Jaejoong que sabían más a rabia que a preocupación.
—¿Vienes a casa Jae?
Jaejoong pareció salir de su letargo, girando hacía él, con un suspiro instantáneo mientras asentía y caminaba junto a él.
—Supongo que si, padre.
Y OhDae sintió, que ideas no muy buenas pasaban por la cabeza de su hijo mayor, por que lo conocía tan bien, que incluso podía percibir ese aura oscura que lo rodeaba cuando las cosas no salían como él quería.
…
…
Minho arrojó la pelota que tenía en las manos hacía el techo.
Recostado en la cama, volvió a atajarla con tranquilidad, ahogado en sus pensamientos. Preocupado por le hecho de que ni siquiera había logrado salir de su casa. Como si sin Changmin no pudiera hacerlo.
Arrugó el entrecejo ante sus pensamientos. Cinco días, Changmin había pedido demasiados días a su parecer. Y la cabeza le atormentaba el hecho de que Key cumpliera su amenaza y lograra meterse entre los dos.
Sabía que Kibum era capaz de cualquier cosa, y que Key se hubiera dado cuenta de que Changmin era para él más de lo que podía manejar o aceptar, lo desestabilizaba. Se sentó, con la pelota entre sus manos y con la otra revolviendo su cabello.
—¡Imbécil!
Lanzó la pelota contra la puerta de su habitación, sin demasiada fuerza pero si la suficiente como para que esta llegara hasta allá y regresara rodando hasta sus pies. Escuchó un par de toques en la puerta y bufó con molestia.
—¿Minho?
A pesar de que él no pronunció palabra alguna, Boa ingresó a su habitación y con eso, el humor de Minho empeoró.
—¿Qué quieres? ¿Te dije acaso que podías ingresar?
—¿Fuiste a ver las notas al instituto?
Pero Boa al parecer tenía planeado ignorar por completo sus palabras, solo se asomó un poco por la puerta y Minho rodó los ojos. No creía que realmente a la mujer le importara un poco si se graduaba o no.
—Si, me gradúe, gané el premio al mejor estudiante de todo el maldito país, ¿por qué no habría de graduarme? Además me gradúe con las mejores notas y el director me pidió que diera el discurso de despedida, ¿contenta? Ya pues ir a fingir donde mi padre que eres una buena y preocupada madrastra.
—Minho por favor…
Boa sonó acongojada, pero el ánimo de Minho no era el mejor, mucho menos si se trataba de ella. Sentía hoy más que nunca que esa intrusa solo quería ocupar el lugar de su madre. De aquella valiente mujer que murió por darle la vida a él. La odiaba, odiaba infinitamente a Boa, por pretender que podía siquiera ser la mitad de lo que su madre Rye lo fue alguna vez.
—¡¿Qué no oyes?! ¡Ya lárgate!
El grito de Minho hizo saltar un poco a Boa. La mujer cerró la puerta y una vez lo hubiera hecho, Minho descargó toda su furia lanzando la pelota contra la fuerza, provocando un ruido lo suficientemente sonoro, mientras la pelota rebotaba alto en el piso. Boa solo había llegado en un mal momento y empeorado la situación que Changmin había empezado con su ausencia.
—Maldita sea… ¡asquerosa intrusa!
Y Minho esperó, que Boa lo hubiera escuchado.
…
…
Cuando Key abrió los ojos una vez más, ya había anochecido.
Se levantó con cuidado, con la sábana deslizándose por su cuerpo, confrontándolo al frío y su cuerpo desnudo, recibió la sacudida del viento que ingresaba por la ventana. Parpadeó un poco dormitado. Y descubrió a Joonghyun aún sobre su cama, junto a él.
La amplia y varonil espalda de Joonghyun estaba completamente desnuda, el muchacho dormía boca abajo, con la sábana apenas tapando su cadera hasta las rodillas, incluso las piernas se encontraban a la vista y Key encontró esa imagen demasiado excitante.
Era un poco preocupante que Joonghyun no se hubiera marchado aún, pero justo en ese momento. La sonrisa que bailaba entre los labios de Key, demostraba que eso mucho no le importaba ahora.
Descubrió desde su lugar una pequeña charola con comida tapada para dos, y pudo ver incluso la puerta con seguro. Nada de eso antes de que Joonghyun entrara estaba así. Supuso entonces que alguna de las empleadas debió entrar cuando dormían. De seguro se debió haber infartado cuando los encontró así.
Sacudió un poco su cabeza, seguro de que quien fuera no diría nada. De todas formas, ellas no sabían nada. Repasó con su mano aquella espalda blanca, esos músculos y el cuerpo de Joonghyun empezó a removerse sobre sus caricias, con pequeños quejidos.
—¿Qué haces?
La voz grave de Joonghyun al estar medio dormido lo hizo aventurarse sobre su cuerpo. Besar esa espalda y sentir como se estremecía bajo sus caricias.
—¿No es obvio? Si no te has marchado aún, tomaré eso a como que estas dispuesto a otra ronda.
Los dientes de Key mordieron el hombro de Joonghyun y él gimió sonoramente, arqueando un poco su espalda. Complacido con las caricias, en especial, por que cuando Key lo tocaba, el recuerdo de Minho se hacía cada vez más y más borroso.
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