Orgullo.
La puerta fue abierta sin demasiado preámbulo.
Yoona se levantó de la silla con algo de preocupación marcada en el rostro. Dejando la servilleta de tela sobre la mesa, observando la figura de Yunho entrar al departamento. Se veía débil, demacrado y sin demasiadas fuerzas.
—¿Por qué has demorado en llegar? ¿Qué te ha pasado?
Yunho solo emitió un suspiro, uno profundo y cansado que hizo a Yoona suponer que hablar no era un recurso que al parecer, Jung quisiera usar en estos momentos. El suave olor de la comida dentro del departamento hizo a Yunho reaccionar, levantando la mirada directo a Yoona que lucía contrariada.
—¿Has cocinado algo?
—Pensé que llegarías un poco más temprano y te había preparado la cena. La verdad es que…— Yoona miró el reloj en su muñeca y suspiró. –Ya es muy tarde y no creo poder quedarme por mucho tiempo.
Yunho asintió un poco arrepentido de haber conducido tan lentamente mientras intentaba evaporar su pelea con Jaejoong a causa de las pastillas. Y un fuerte dolor de cabeza volvió a azotarlo con fuerza. Llevando una mano hasta sus cabellos.
—¿Te sientes mal?
Los brazos de Yoona cubrieron al cuerpo de Yunho, con un calor fraternal tan confortante, que Yunho no pudo evitar corresponderle al abrazo y cerrar los ojos. Perderse entre ese cariño inestable y su casi invisible seguridad.
—¿Tomaste las pastillas a la hora que es, Yunho?
—No…— Dudó entre si contarle la verdad a Yoona sería lo adecuado o no, pero luego recordó que él no le ocultaba a Yoona nada. Jamás. –Jaejoong descubrió las pastillas, discutimos y él las lanzó al suelo.
Yoona arrugó el entrecejo, alejándose un poco de Yunho y despojándolo de esa deliciosa comodidad en la que se había sumergido, seguramente molesta por el accionar de su esposo.
—¿Cómo se atrevió? ¿No le has dicho lo de tu enfermedad?
—No es propiamente una enfermedad.
—Lo es. Siéntate un rato, voy a llamar a la farmacia para que envíen un poco de medicina.
Yunho asintió, vagamente como si aquello en realidad no le importara en lo absoluto, apenas se quitó la leva mientras tomaba asiento y se percataba de los platos tapados sobre la mesa, descubrió uno a uno y se encontró con una deliciosa comida seguramente hecha por las manos de ella.
Aspiró profundo el aroma de la comida recién preparado. Con ese calor hogareño que tanto le había hecho falta desde hace tanto tiempo. Cerró los ojos y por un momento le gustó imaginar que su vida no era como justo ahora, que era tan solo un poco mejor.
Pero el dolor incesante en su cabeza continuaba y de pronto incluso el olor de la comida le resultó insoportable. Tapó nuevamente los platos y apoyó los codos en la mesa, tapando su rostro ante las nauseas repentinas que aquello le había provocado.
Sostuvo su estómago, tratando de concentrarse en alguna otra cosa, que alejara ese dolor de cabeza, esas nauseas y esa asquerosa enfermedad que no hacía más que atormentarlo por que no lo dejaba vivir en paz.
Por que podía ser algo llevadero para algunos, pero era insoportable cuando te pasaba a ti. Suspiró agobiado. Metido entre sus planes, problemas y deseos ocultos y profundos que prefería acallar con el odio.
Yoona era su bálsamo, su único puente de salvación y quería aferrarse a ella. Al futuro que le había prometido y quería cumplir con su palabra. Terminar con todo y llevársela muy lejos, donde algún día ella empezara a ver este presente tan solo como una mala pesadilla.
—Ya llamé, el mensajero estará aquí en unos quince minutos.
—No era necesario, podía esperar a comprarlas mañana.
—No es cierto.
Yoona ya tenía puesto su abrigo blanco, y Yunho deseó pedirle que se quedará un poco más, pero eso implicaría que ella tuviera que dar demasiadas explicaciones en la residencia Kim.
—Tomas tus pastillas y acuéstate a dormir temprano. Necesitas descansar.
Sintió el cálido contacto de los labios de Yoona sobre su frente en un gesto por demás etéreo entre toda esa vida que ahora llevaba. Apretó las manos de ella con fuerza, justo antes de que se marchara.
—Lo siento, siento mucho este infierno que te estoy haciendo vivir.
—Ya te he dicho que pares de disculparte, Yunho.
Le regaló una sonrisa, una hermosa sonrisa mientras acariciaba su rostro con amor. Con aquella mirada profunda y conciliadora que hizo a Yunho sonreírle de la misma forma e incluso cerrar los ojos en compás de aquella caricia furtiva.
—Ya vete, que luego se hace demasiado tarde.
Yoona asintió, sin argumentar algo más y con el tintineó de las pulseras que ya se había puesto como único sonido ante su paso lento al salir del departamento. Yunho se quedó sumido un rato más entre sus miedos y dolores. Suplicando por que aquel mensajero terminara de llegar, por que el dolor era ya insoportable.
Por que su vida en las últimas semanas no era más que una replica absurda de lo que una vez fue. Últimamente solo estaba cansado, deseando acabar con todo de una vez por todas.
—Patético y triste… ¿cómo puedes arrastrarla a todo esto?
La voz de su padre volvió a sonar.
¿Por qué siempre lo acosaban cuando Yoona se marchaba?
Tapó sus oídos vehementemente, cerrando los ojos con fuerza y gimiendo adolorido ante ese dolor de cabeza que se acentuaba con cada sonido que se asemejaba a la voz de su difunto padre.
—Eres una decepción como hijo…
Pero el timbre de la puerta lo hizo levantarse altivamente. Rezando por que se tratara de la medicina. Para acallar esas voces y poder dormir profundamente y solo si pudiera, si no fuera tan cobarde, poder hacerlo eternamente.
…
…
Fuzhou, China.
La covacha de aquel hombre era discreta, repleta de cosas en su interior que alguna vez la gente pudo haber usado como último lujo, con fotografías, recortes de periódico, y seguramente varios objetos que simbolizaban algún momento especial.
Changmin se movió con cuidado dentro del lugar, cuidadoso de no empujar algo, con Hangen a su lado que miraba curioso cada cosa dentro del lugar. Cuando el anciano, hizo un pequeño gesto para que tomaran asiento. Changmin obedeció.
Lo vio rebuscar entre uno de los cajones, como si buscara algo en especial o particular que pudiera servirle, Changmin se descubrió interesado por el hecho de encontrarse en China averiguando más sobre el pasado de lo Kim, llevado más por el hecho de que Minho estaba involucrado que por su puesto de Editor.
—Eran mujeres realmente hermosas, lástima que su alma no fuera igual. Por dentro estaban ambiciosas de dinero y poder, nada más. Renegadas de la vida por que nunca pudieron obtener el titulo de señora, solo el de amante.
Changmin tomó las fotos con cuidado, eran muy antiguas. Y podía ver en ella, a los integrantes del orfanato. A más de las personas que parecían trabajar en él, entre ellos el anciano hombre y dos mujeres embarazadas.
—Ellas no querían a sus hijos, solo los quisieron cuando creyeron que serían su pasaporte al señor OhDae, pero nunca fue así. Esos niños vivieron pocos año aquí, hasta que claro el señor OhDae vino por ellos y se los llevó a Corea.
Hangen observó las fotografías en manos de Changmin. Las hermosas mujeres que permanecían junto a las encargadas del orfanato que ahí se veían más jóvenes. Pero esas hermosas mujeres solo mantenían un rictus serio que espantaría a cualquiera. Carcomiéndose por dentro.
—El niño menor de los tres, fue llamado Yoochun.— El anciano hombre se sentó, con un poco de dificultad, sosteniendo un diario sobre las manos. –Su madre era de Seúl, pero cuando ella salió embarazada y OhDae se negó a dejar a su esposa. Vino hasta acá, gracias al dinero que OhDae le ofrecía.
Changmin levantó la mirada. Observando al hombre frente a él, así que el menor no era Junsu, sino Yoochun.
—Ella era una mujer demasiado libertina, estaba segura de poder obtener más que dinero de OhDae, quería poder, fortuna. Una vida de comodidades ilimitada, que siendo la amante jamás obtendría. Cuando Yoochun nació, lo dejó en el orfanato y unos meses después sencillamente desapareció.
Hangen comprendió, que aquel hombre anciano que ahora desvelaba todos esos secretos. Era aquel que había observado todo de lejos. Aquella persona a la que a veces se le confían historias sin saber por qué, solo por desahogarse, y parecía ser que esta era la primera vez que el hombre repetía esos secretos.
—El de en medio llevó por nombre Jaejoong. Igual que el padre de OhDae que llevaba el mismo nombre. Ella era un poco especial, decía amar al señor OhDae con locura, pero más que amor, eso parecía obsesión. En esos tiempos el señor OhDae tenía muchas aventuras a escondidas de su esposa, a pesar de que decía amarla.
—Apariencias…
—No tanto así, el señor OhDae solamente descubrió muy tarde lo enamorado que estaba de la señora Rye, y ella afortunadamente murió sin saber lo despreciable que podía ser su esposo. Pero esa es otra historia, muy lejana al de la adopción.
Changmin prefirió terminar, primero con aquello de los tres hermanos y asintió, dejando que el hombre continuara.
—La madre de Jaejoong, era antes la secretaria del señor OhDae. Devota a él, con un amor incondicional que la llevó al borde de la locura, cuando quedó embarazada creyó que ese niño sería su pasaporte al corazón de OhDae, pero se equivocó, las cosas no cambiaron e incluso descubrió a las otras amantes de OhDae, y no pudo soportarlo.
—¿A qué se refiere?
—Intentó suicidarse cuando estaba en los cuatro o cinco meses aproximadamente. Sin embargo OhDae anhelaba tanto a esa vida que ella llevaba dentro, que le pidió que no lo hiciera, que se quedara con él, que se separaría de su esposa. Por ella, por ese niño en camino. Y ella le creyó.
El anciano bajó la mirada, negando sutilmente, Hangen entonces comprendió.
—Pero él nunca cumplió con su palabra. ¿Cierto?
—Así es, cuando Jaejoong nació, ella le exigió a OhDae que cumpliera con su palabra, que la amara. Pero OhDae solo le daba excusas, le pedía cada vez más tiempo. Y ella comenzó a tomar pastillas para dormir, para la depresión, no podía cuidar bien del pequeño. A veces los ataques de ansiedad eran tan fuertes que tenían que sedarla. Sufrió mucho en nombre de ese amor, y finalmente en el primer cumpleaños de su hijo, cuando todos celebraban en el patio el cumpleaños del bebé. Ella tomó el arma del celador y se suicidó, un único disparo en la cabeza.
Changmin cerró los ojos, moviéndose disimuladamente a un lado ante el impacto de aquella historia. Un poco receloso de cómo manejar toda aquella situación. Necesitó un poco de tiempo para respirar hondo y tratar de comprender todo lo que estaba ocurriendo, lo difícil que era asimilarlo.
Sin embargo Hangen parecía más que dispuesto a continuar, apoyándose un poco en la mesa.
—Pero, ¿y la otra mujer? Por que en la fotografía solo figuran ellas dos.
—Oh, a tercera, es la madre del hijo mayor de OhDae. Ella es una mujer muy distinta a las otras dos. Si por ella fuera nunca hubiera dado en adopción a uno de sus hijos.
Las cejas de Changmin se levantaron, observando el periódico que el hombre acababa de desdoblar sobre la mesa. En la página principal aparecía un hombre muy parecido a Junsu, abrazando amorosamente a una mujer algo mayor. La noticia hablaba sobre la apertura de un hospital en el pueblo, y aquel muchacho figuraba como uno de los médicos en plantilla.
—¿Se te hace conocido cierto?
—Se parece mucho a Junsu.
El anciano sonrió, y Changmin solo pudo observarlo.
—Es por que es el hermano mayor de esos cuatro muchachos, su nombre es Junho.
—¿Cómo?
—Mariah es una mujer realmente hermosa, llegó del extranjero y empezó trabajando como sirvienta en la residencia Kim. Indudablemente se enamoró de OhDae, de su porte elegante y se entregó a él por amor, un amor puro y sincero que OhDae jamás correspondió. Cuando quedó embarazada y OhDae le impidió que le contara a alguien sobre ello. Huyó, sin saber que caía en el fondo de un pozo sin retorno.
Changmin tomó el diario, analizando las facciones de aquel muchacho que sin duda era igual a Junsu, solo que un poco más serio. Buscó su nombre entre las letras y su nombre figuraba como el pediatra de aquel hospital. Changmin estaba sorprendido.
—Viajó hasta acá, con la esperanza de nunca tener que volver a ver a OhDae, pero su embarazo fue muy complicado, ella era muy pobre y OhDae le seguía la pista. Pasó momentos verdaderamente difíciles. Incluso pidió ayuda en el orfanato, mucho antes de que esas otras dos mujeres viajaran hasta acá también.
Hangen tomó un poco de agua que le era ofrecida y Changmin solamente asintió agradecido cuando el vaso estuvo justo frente a él.
—Cuando los niños nacieron. Mariah estuvo débil varios días, pero afortunadamente todo estuvo mejor unos días después. Sin embargo uno de ellos, el menor, era muy débil. Y sufría de ataques respiratorios muy extraños. Ella no tenía el dinero para hacerlo tratar. Y además tenía que viajar en esos tiempos a Beijin, que era él único lugar donde ofrecían ese tratamiento. Y de todas formas, todo era muy costoso para ella. Que ni siquiera tenía un trabajo.
Changmin sintió una punzada en el estómago, viendo aquella imagen del periódico atentamente. Mientras el anciano bebía del agua en su vaso, casi hasta dejarlo vacío, seguramente un poco cansado por hablar tanto.
—Finalmente OhDae dio con ella. La había buscado por mar y tierra, ella se escondió todo lo que pudo, pero la enfermedad del pequeño Junsu empeoró hasta un punto en el que casi pierde la vida, y los doctores le indicaban que de no hacerse tratar, el niño podía morir en medio de cualquiera de esos ataques respiratorios.
Hubo un corto silencio, que el hombre aprovechó para respirar hondamente.
—Entonces decidió que así ella pudiera hacer un esfuerzo enorme y llevarlo a Beijin, de nada serviría por que, Junsu necesitaba tratamientos constantes, durante varios años, necesitaba medicamentos y un sinfín de cosas que ella no podía darle. Así que se dejó encontrar por OhDae. Haciéndole creer que solo había tenido un niño. Escondiendo a Junho de él. Entregó a Junsu para salvarle la vida. Y OhDae se marchó prometiendo que lo traería ocasionalmente para que lo viera, pero Junsu jamás volvió por Fuzhou y ella estuvo muy triste por eso.
Changmin juntó sus cejas, en un gesto triste y repentino mientras veía la imagen, contempló la fecha y se dio cuenta que el periódico tenía fecha de tres años atrás.
—Se dedicó a Junho a darle lo mejor que podía, y él resultó un niño maravilloso, inteligente y fuerte. Repleto de salud, que pronto como podrán ver se convirtió en médico. Y le dio una vida digna a su madre. Aunque no sé si algún día se enteró de que tuvo un hermano gemelo.
Hangen tomó el periódico un rato, analizando la situación frente a sus ojos.
—Entonces son cinco hijos, Junho que viene a ser el mayor de todos. Luego Junsu, Jaejoong, Yoochun y finalmente Minho.
—Así es… aunque del tal Minho no sabía nada, de todas formas el señor OhDae hace mucho que no pisa estas tierras.
Changmin se removió de repente, recordando algo.
—Un momento, usted hace un rato dijo que Rye jamás supo como era OhDae. ¿Cómo pudo llevarlos a su casa y ella nunca objetar nada?
—Oh, es que la señora Rye no podía tener hijos. Y ella siempre visitaba el orfanato buscando adoptar niños, pero el señor OhDae siempre se negaba. Hasta que claro, milagrosamente él cambió de opinión, y llevó a esos tres niños.
—Por eso cambió las fechas de nacimiento, para que ella no sospechara que se trataba de sus hijos naturales, y que no coincidiera con la salida del país de su secretaria y empleada. Por que me imagino que de la amante nunca supo nada.
El anciano asintió. Y Changmin tapó un poco su boca, pasando la mano por su rostro. Tratando de encajar todo adecuadamente.
—Pero…— Hangen intervino una vez más. —¿A que se refería con aquella otra historia que no tenía nada que ver con los hermanos Kim.
—Oh, eso es sobre uno de los amigos del señor OhDae. Que también cometió una indiscreción años atrás. Pero no creo que eso le interese.
Changmin abrió los ojos desmesuradamente. Con su instinto pugnando por que averiguara un poco más sobre ese amigo personal de OhDae. Como si las cosas empezaran todas a tomar forma de repente.
—Ese amigo de OhDae, ¿cómo se llamaba?
—Eso nunca lo supe, joven. Solo supe que la amante de aquel hombre murió durante el parto. Y él al estar casado, y con un hijo no podía hacerse cargo de la niña, así que la trajo hasta este orfanato y la dejó aquí, lejos de lo que la prensa coreana pudiera especular sobre él. Al menos eso es lo que contaban las señoras que trabajaban en el orfanato. Pero aquel hombre jamás dejó un nombre ni nada, quería pasar totalmente desapercibido.
Changmin mordió su labio inferior, jugando a armar ese rompecabezas extraño, que de pronto lo había alejado de la historia de los hermanos Kim, pero que del mismo modo lo mantenía anclado a ella.
—¿Y esa niña? ¿Qué pasó con ella? ¿La adoptaron?
—Solo supe que hace algunos años, aquel hombre amigo del señor OhDae vino por ella, vino con toda su familia, no sé como habrán sucedido las cosas, pero ese hombre se la llevó, junto con su esposa e hijo. No supe más de ella. Era una niña cuando eso pasó, tendría unos ocho años más o menos. Vivieron los cuatro un tiempo China, luego se marcharon.
—¿En qué piensas? ¿Qué tiene que ver eso con OhDae?
Hangen a su lado lo analizó fijamente, pero Changmin solo agitó un poco su mano.
—Nada importante, solo creo que acabo de dar con un eje en medio de todo esto. Aunque no estoy seguro como podría ayudarme esta información y de todas formas me tocaría comprobarla.
Shim volvió a posar su atención en el anciano, con un repentino entusiasmo.
—¿Sabe donde puedo encontrar a Junho?
—Por supuesto, muchacho…
Y los ojos de Changmin brillaron ante la anticipación.
…
…
Seúl, Corea.
—¿Estás loco?— Joonghyun se removió sin cuidado alguno, negando vehementemente mientras Key junto a él en el sillón sonreía sardónicamente. –No pienso hacer eso…
—Oh, vamos no es tan difícil.
—¡Por supuesto que lo es! No pienso seducir a nadie para que me ayude con este plan descabellado. Esto es entre tú y yo.
La mano de Joonghyun se posó sobre el pecho de Kibum y luego sobre el suyo propio. Pero aquellas palabras tuvieron un calibre mucho más fuerte del esperado. Por que ambos se quedaron viendo fijamente a los ojos como si ese ‘tú y yo’ fuera algo muy difícil de soportar.
Kibum fue el primero en reaccionar, carraspeando discretamente y dirigiendo su mirada hacía el televisor frente a ellos, dentro de la casa de Joonghyun. Resultaba curioso como habían terminado en la mitad de la sala ‘conversando’ plácidamente, por así decirlo. Key sintió que estaba cometiendo un grave error y que debía marcharse cuanto antes.
—Bueno ya luego hablamos sobre eso, ya cumplí con traerte hasta tu casa. Tengo el auto afuera y no puedo llegar muy tarde a la mía.
—Eh… si, claro.
Joonghyun bajó la cabeza, un poco contrariado también por ese pequeño momento de estupefacción mutua en la que ninguno sabía muy como comportarse, en especial por que Key se había ofrecido a traerlo a casa luego de aquella doble sesión de… bueno, ¿pasarla bien?
El caso es que Key nunca era amable, eso Joonghyun lo había aprendido con el tiempo.
—No olvides que pasado mañana es la fiesta de la compañía de OhDae, tienes que ir con traje.
Joonghyun asintió, mirando el perfil de Key mientras revisaba llevar todo, entre ello las llaves, celular. Lo poco que había llevado al salir de la casa. Quiso preguntarle la razón por la cual había optado por traerlo a casa, pero prefirió morder su labio.
Se levantó en cuanto Key terminó de escribir algo en el celular y estuvieron frente a frente. Cierto es que se habían acostado ya tres veces, y que Joonghyun había descubierto en Key un perfecto escape para toda esa locura en la que se vio inmersa por Minho. Pero al mismo tiempo le resultaba tan impoluto tenerlo cerca. Que casi quería creer que Key era algo más que un bálsamo para esa decepción amorosa que tuvo.
Los labios de Key estaban cerca, demasiado cerca. Era tan fácil alejarse un paso y paso despedirse con un simple apretón de manos. Pero Joonghyun siempre prefería complicarse la vida, y sin pedir permiso o darle un atisbo de lo que estaba a punto de hacer, pasó su mano por ese cuello de Kibum y lo acortó la poca distancia que le quedaba.
Key respondió a su beso sin problemas ni complicaciones, jugando a mantener el poder que no tenía dentro del beso, por que Joonghyun lo pegó contra su cuerpo y afianzó su boca a la contraria, intentando quitarle el poco aire si era posible. Sin escuchar siquiera la puerta principal abrirse.
—¡Ejem!— El carraspeó suave de su madre los hizo separarse, y avergonzado Joonghyun bajó las manos que hace un momento pegaban tanto a Key contra su cuerpo. Kibum sin embargo sonrió divertido. –Lo siento, hijo. No sabía que habías traído a un ¿amigo? a la casa.
—No se preocupe señora, de todas formas yo ya me iba.
—Oh, no cariño. ¿Por qué no te quedas a comer algo?
—No, en serio. Gracias. Pero ya es tarde y me están esperando.
—Ya veo, entonces en otra ocasión será.
Kibum se mordió la lengua para no contestar con un sarcástico ‘Si, como no’ así que a cambio sonrió amablemente, o por lo menos lo mejor que pudo fingirlo y salió por aquella puerta por la que la mujer había entrado.
Cuando Kibum hubiera abandonado la casa Joonghyun bufó con resignación, su madre había llegado en un mal momento.
—No sabía que estabas ya en plan de superar lo de Minho.
El tonito juguetón de su madre fue poco más que traumante, por lo que Joonghyun solo torció un poco la boca. Evitando gritarle un ‘¡Claro que no! ¡Con él jamás!’ pero el anuncio televisivo anunciando a OhDae como candidato a presidencia lo entretuvo momentáneamente en tanto su madre se dirigía a la cocina.
La duda lo invadió en ese momento.
—Oye, mamá… ¿Una campaña política cuesta mucho?
—Mucho más dinero del que te puedas imaginar. ¿Por qué lo preguntas?
—Justo salió un anuncio de la campaña de OhDae.
El intento de cambio de tema pareció funcionar, por que su madre se concentró en contestarle e incluso pareció olvidar a Key, o por lo menos momentáneamente.
—Una campaña presidencial involucra invertir más dinero del que tu y yo podremos tener en todas nuestra vida, ¿como así tan interesado por la política?
—Me preguntaba cuanto dinero puede tener esa familia.
La mujer sonrió levemente, empezando a sacar un par de cosas de la nevera mientras preparaba lo que parecía ser unos emparedados. Repentinamente interesado, por las repercusiones que su plan con Key tendrían. Joonghyun se sentó frente a ella en la mesa de la cocina.
—Kim OhDae es uno de los hombres con más dinero en el país y mas influyentes y si me preguntas, él no necesita hacer ninguna campaña, su familia es perfecta y ha pasado casi toda su vida haciendo obras buenas. Así que tiene casi comprado la mitad de los votos.
—¿Por que importa tanto la familia…?
—Pues por que en la sociedad hipócrita de hoy si el hombre tiene cosas turbias no puede ser un buen presidente, sino puede ser un buen jefe de familia, ¿como va a ser un buen jefe de estado?
Joonghyun asintió un poco inestable ante toda la información que acababa de recibir y toda esa lógica perturbadora, pero su madre sonrió de repente, sirviéndose un poco de jugo de naranja.
—Entonces, dime hijo. ¿Cómo se llama ese apuesto muchacho?
—Oh, no fastidies mamá. Solo es un amigo.
—Oh~ ya hubiera querido yo tener ese tipo de amigos en mi adolescencia, así de guapos. Mira que en mis tiempos no besaba a mis amigos de esa forma, ni mis manos viajaban tan rápido.
Sintió la mirada atenta de su madre, mientras enarcaba una cena. Y Joonghyun se sintió terriblemente avergonzado.
—Mamá por favor, en serio cambiemos de tema. O vas a traumarme de por vida.
La mujer rió alegremente.
—Bien, bien. Dime entonces ¿fuiste a ver tus notas al instituto?
—Esa es una charla más amena y normal entre madre e hijo. Y si, fui a ver mis notas y ya me gradué, solo falta la ceremonia, tengo la invitación en mi habitación.
—¡Perfecto! Estoy muy orgullosa de ti~
Y lo siguiente que recibió Joonghyun fue un asfixiante abrazo por parte de su progenitora. Fuera del acostumbrado sentido de exceso de amor. Joonghyun se preguntó momentáneamente si alguna vez Key habría recibido un abrazo así, o al menos unas palabras que fueran su equivalente.
De las pocas veces que había ido a la casa de él, sus padres nunca estaban y Key jamás le hablaba de ellos, así que mucha afinidad no debían tener. Y era bien sabido que esa familia era perfecta, más no demasiado afectiva. Generalmente la gente con mucho dinero era así. Y Joonghyun sintió algo de lástimas por eso.
Luego se lo reprochó mentalmente al estar pensando en él, de esa forma tan profunda cuando ellos apenas y compartían su desprecio mutuo por Minho y nada más. Por que cuando aquella fiesta de la empresa acabará… Sería innecesario que se siguieran viendo, ¿no?
…
…
OhDae respiró profundo ese poco aire fresco desde el balcón de aquel alto departamento, cerró los ojos y sintió un poco de paz con aquello. Como si bastara para calmar sus demonios y pasado.
Por más que estos lo acosaran día con día.
Miró la cantidad abrumante de edificios, varios seguramente realizados por su constructora, y no pudo ofrecer una sonrisa de orgullo ante eso. Pudo percibir el franco aroma del café recién preparado y sonrió. Girando ante la imagen de un placido Heechul que se encontraba unos pasos detrás de él.
—Pensé que querrías beber un poco.
El buzo, que le quedaba un poco grande a Heechul, le cubría casi toda la mano y resultaba refrescante observarlo de esa forma mientras tomaba entre sus manos el jarro que le era ofrecido, y Heechul únicamente se apoyó contra el escritorio, donde su laptop aún se encontraba encendida.
—¿Terminaste tu trabajo?
—Aún no, estoy a la espera de un amigo que ha viajado a China.
El cuerpo de OhDae se tensó.
—¿China? ¿Y eso?
—No lo sé, un reportaje investigativo supongo. ¿Qué sucede?
—Es solo que hace mucho que no voy para allá, y me pregunto cuanto habrá cambiado.
Heechul asintió, con una tranquila expresión en el rostro. Bajando un poco la cabeza. Observando sin querer la portada del día anterior del diario donde el rostro de la esposa de OhDae se encontraba en la primera plana de Sociales, anunciando su nueva obra.
—Boa es una mujer muy hermosa.
—Lo es.
La mano de OhDae acarició el rostro de Heechul, y un poco arrepentido Heechul lo miró.
—Es solo que… por alguna razón llamaste mi atención OhDae. Y no puedo dejar de sentir esto, pero Boa no es mala y hacerle esto… no me gusta.
—¿Quieres alejarte de mi, es eso?
Heechul suspiró. Un poco alicaído, mientras abrazaba a OhDae y apoyaba su rostro en el pecho fuerte de él, suspirando una vez más. Sintiendo esa seguridad entre sus brazos.
—No quiero alejarme, pero no me quiero sentir mal queriéndote de esta forma.
OhDae acarició los cabellos finos de Heechul. Ese cabello en el que podía enlazar sus dedos y perderse en el momento de paz que solo aquel muchacho podía regalarle. Y por primera vez en mucho tiempo, pensó en que esta era su verdadera segunda oportunidad.
Lejos de sus matrimonios fallidos luego de Rye. De Boa que en ocasiones parecía hasta odiarlo. Heechul era todo lo que alguna vez le faltó vivir de la mano del amor y que el confundió con deseo. Heechul era su última oportunidad para sentirse vivo.
Y tal vez, estaba dispuesto a arriesgarlo todo por él.
…
…
Yoochun sacudió un poco sus cabellos, esa mañana cuando el clima parecía incluso estupendo, había aprovechado para salir a correr un rato, con el fresco aire de la mañana y el sol lo suficientemente fuerte como para solo iluminar el día.
Limpió un poco el sudor en frente, dispuesto a subir las escaleras cuando divisó a Boa al pie de las escaleras, charlando con una de las empleadas. Y decidió por todo lo ocurrido recientemente, sencillamente ignorar a la mujer.
—Bien, ve a hacer lo que te pedí.
La empleada asintió, con las sabanas entre las manos, dispuesta a arreglar las habitaciones y Boa se acercó suavemente hacía Yoochun, sin pretender que ese gesto se mal entendiera. Con una voz pasiva. Más de lo normal.
—¿Cómo está Junsu? Hace mucho que no se de él.
Antes de empezar a subir las escaleras, Yoochun se detuvo, mordiendo un poco su labio, suspirando luego y resignándose a contestarle solo para llevar la fiesta en paz. Por que estaba aburrido de todo y finalmente Junsu le había contado sobre su platica con ella.
—Está bien, se está hospedando en un hotel en tanto consigue un departamento.
Boa asintió, sabiendo que no tenía una razón más por la que retener a Yoochun y el muchacho empezó a subir las escaleras, su mirada se alzó un poco y pudo ver a Minho empezando a bajar.
Pudo ver la manera en que aquellos dos hermanos apenas y compartieron una breve mirada, sin dirigirse la palabra, continuando con su camino. Boa se sintió preocupada. Minho lucía pálido, y algo demacrado, fuera de lo habitual. Incluso le parecía que estaba más delgado aunque fuera tan sutil que pudieran tildarla de exagerada.
—¿Minho?
Se acercó, subiendo los primeros escalones en cuanto vio al menor sostenerse con fuerza del barandal de la escalera, e incluso Yoochun que ya había terminado de subir las escaleras, giró discretamente hacía donde ellos se encontraban.
Pero Minho no le respondió solo llevó una mano a su frente y cuando Boa estaba dispuesta a terminar de subir los pocos escalones hasta él. El cuerpo de Minho perdió total equilibrio y cayó precipitadamente hacía adelante.
Boa observó con horror como las cosas sucedían, pegó un pequeño gritito de horror ante la manera en la que Minho rodó por las escaleras y bajó lo más rápido que pudo hacía el cuerpo inconsciente del muchacho que de seguro se debió haber golpeado duramente.
Escuchó los pasos acelerados de Yoochun bajando las escaleras, sosteniendo con cuidado la cabeza de Minho, como asegurándose de que no tuviera algún daño grave. Y por primera vez pudo ver algo de preocupación en esos ojos, una que no iba dedicada exclusivamente a Junsu.
—Dile a Minkih que llame al médico, ¡rápido!
Boa se levantó asustada y preocupada por lo que acababa de presenciar. Como si toda la entereza suya de pronto hubiera desaparecido, convirtiéndose en un temblor nervioso en sus manos mientras veía a Yoochun en el suelo palmeando suavemente el rostro del menor.
—Minho… ¡Minho, reacciona!
Y antes de que pudiera alejarse corriendo a la cocina en busca de Minkih, alcanzó a escuchar la voz algo alterada de Yoochun.
—Maldición… otra vez no. ¡Minho, despierta!
¿Otra vez?
Se quedó un momento observando la escena, pero luego sacudió su cabeza. No era el momento, ya luego preguntaría por esas otras veces que ella desconocía. Que seguramente habían ocurrido antes de que ella llegara. Y su voz retumbó con fuerza dentro de la casa.
—¡¡Minkih!!
…
…
Fuzhou, China.
—Y este es el hospital que nos dijo el anciano.
Hangen cerró la puerta del auto y Changmin bajó observando con cuidado el lugar, no demasiado grande en comparación a los que habían en Seúl, cerró la puerta con cuidado y miró de un lado a otro, hacía todas las personas que esperaban su turno y que se hacían atender en el lugar.
Llegaron pronto a la sección de pediatría. Y por la hora notó que el turno de Junho acabaría en prontos minutos. La puerta donde figuraba el nombre que buscaban se abrió, y por ella apareció aquel hombre vestido con esa bata blanca mientras le sonreía a una niña pequeña indicándole que se cuidara un poco más, ante la madre sonriente que tomaba a la menor de la mano.
—Muchas gracias por todo, doctor.
—No se preocupen, que tome las medicinas y en un par de días estará como nueva. Pero que es esta vez tenga más cuidado.
Las dos sonrieron agradecidas y Junho agitó los cabellos de la niña antes de erguirse y acercarse a su secretaria para indicarle que por el día ya habían terminado. Se quitó la bata sin problemas y pronto sintió a aquellos dos adultos acercándose a él. Con un aspecto algo sofisticado para ser del pueblo.
—¿Desean algo?
—¿Es usted Lan Junho?
El doctor asintió, un poco confundido por la presencia de eso dos frente a él. Pero Changmin fue un poco más hábil, estirando su mano hacía él y presentándose como es debido.
…
…
—Así que son periodistas…
Changmin aceptó una de las bebidas enlatadas que Junho les ofreció, de aquella maquina casi a la salida que daba al jardín del hospital, la apretó con algo de fuerza, mientras veía a Junho abrirla y beber un poco de ella.
—La verdad no entiendo como una historia como la mía pueda entretenerlos. No es nada fuera de lo normal, solo soy el hijo de una luchadora mujer que se equivocó al enamorarse del hombre incorrecto. Hay muchos casos así, por todas partes. No entiendo por que tendrías que venir hasta China desde Corea, solo por eso.
—Por que tu padre no es cualquier persona.
Junho se removió un poco incómodo. Tomando asiento en una de las solitarias bancas.
—No me interesa saberlo tampoco.
—¿Junho sabes que tienes un…?
—¿Hermano gemelo?— Changmin y Hangen se mostraron sorprendidos ante la revelación por parte de Junho. –Mi madre me lo confesó el año pasado. He tratado de averiguar quien es para al menos saber algo de él, pero eso implicaría averiguar sobre mi padre, y eso es lo que me detiene.
Junho bajó un poco la mirada, con una sonrisa pequeña que plasmaba resignación mientras le daba vueltas a la lata en sus manos.
—Si no te molesta quisiéramos conocer a tu madre, hay un par de cosas que nos gustaría preguntarle y…
—Eso es imposible.— Junho volvió a tomar un poco de su bebida.
—Pero nosotros…
—Ella falleció el año pasado. Me confesó lo de mi hermano y lo de mi padre en su lecho de muerte. Lo siento mucho.
Changmin agachó la cabeza un poco. Y Hangen suspiró un poco decepcionado con su suerte.
—Lamentamos escuchar eso, pero podrías acompañarnos a Seúl y conocer a Junsu sin necesidad de ver a tu padre o saber de él.
—¿Junsu? ¿Así se llama?
Ambos asintieron, percibiendo un poco de emoción en las palabras del mayor.
—Si gustas puedes acompañarme, viajo de regreso a Seúl esta noche. Y podrías conocerlo sin problemas. Yo me encargo de eso.
Junho pareció pensárselo un poco.
—¿Y por qué quieres ayudarme?
—Por que por lo visto ya no logré indagar más, pero obtuve la suficiente información que necesitaba. Así que necesito equilibrar las cosas y hacer mi buena obra del día.
Changmin sonrió, un poco. Y Hangen se quedó expectante a la respuesta del doctor que parecía pensárselo con cuidado. Aunque finalmente asintió, con una pequeña sonrisa en los labios, terminando de beber el contenido de la lata.
—Supongo que al fin podré tomarme esas vacaciones que tanto necesito.
Y Changmin asintió, con una pequeña sonrisa en los labios. Al menos algo bueno y productivo saldría de todo eso, aunque le hubiera gustado poder indagar un poco más en el pasado de OhDae y su esposa, pero eso ya parecía más que imposible.
…
…
Seúl, Corea.
Jinki comprobó la hora en su reloj y se sorprendió al notar que el día se le había pasado casi volando. Ya eran horas de la tarde y conducir por esas calles siempre era un poco estresante por la cantidad de autos que había.
Miró a su acompañante y Taemin dormía profundamente, apoyado en el cristal de la ventana del auto, con su expresión apacible y serena. Sonrió ante la imagen del muchacho, rendido ante el trabajo del día de hoy que había sido en extremo exhausto al ser mañana la gran ceremonia al fin.
Supuso que tanto trabajo había sucumbido el cuerpo de Taemin y lo habían hecho dormir de aquella forma, suspiró, regresando su mirada a la calle, y conduciendo sin demasiada velocidad para no despertar al menor.
A veces era muy cómodo estar junto a él. Aunque últimamente se le pasaran trabajando.
Y si se concentraba en el sentimiento, Onew podía sentir inclusive, que lo de Minho empezaba a doler menos. Y le preocupa notar también, que ver a Taemin dormir tan pacíficamente le arrancaba sonrisas a lo tonto.
Y él no quería caer dos veces en lo mismo.
Aunque Taemin fuera muy distinto a Minho.
Sencillamente no quería caer otra vez en lo mismo.
…
…
Jaejoong dejó el cubierto con algo de disgusto sobre la mesa.
Masticando la poca comida que le quedaba en la boca. Limpiando sus labios con aquella servilleta a su disposición.
—¿Podemos ya terminar con esta farsa y decirme por qué me has invitado a cenar a tu departamento?
Yunho levantó la mirada, un poco cansado de esa actitud cansina en Jaejoong que parecía reflejarse en un estado de constante molestia. Seguramente por el hecho ocurrido la noche anterior cuando le descubrió las pastillas.
Dejó los cubiertos un rato y suspiró, mirando a Jaejoong a los ojos.
—Lamento mucho no haberte dicho lo de las pastillas, es solo que… no sabía como hacerlo.
Jaejoong desvió la mirada, fingiendo no estar muy interesado en escuchar explicaciones. Pero Yunho se acercó un poco, tomando su barbilla, haciendo que lo mirara que sus ojos se encontraran y Yunho incluso sintió un retorcijó en el estómago.
Como si esos ojos de pronto lo vieran pidiendo auxilio.
A veces sentía, que a pesar de todo, Jaejoong no merecía todo esto.
—¿Qué tienes Yunho?
—Una migraña, muy fuerte y algo avanzada.
Los ojos de Jaejoong lo miraron con presta atención, y pronto sintió el suave tacto de la mano de Jaejoong contra su mejilla. E inconscientemente cerró los ojos.
—¿Es por eso que el día del aniversario de la muerte de tus padres estabas tan alterado, gritando y… alucinando?
Yunho asintió, no queriendo deshacerse de esa sensación agradable que de pronto el solo tacto de Jaejoong había enmarcado en él, traspasando sus barreras tan de repente que él no había tenido oportunidad de reaccionar. Así que se perdió en esa caricia suave y ligera, cerrando los ojos.
—A veces es tan fuerte que me provoca alucinaciones… cosas, que prefiero no recordar. El doctor dijo que debía relajarme por que esas alucinaciones pueden convertirse en algo peor.
Jaejoong miró con preocupación a Yunho, acercándose un poco más a él.
—Deberías pedir vacaciones.
—Lo haré, cuando finalice la campaña de tu padre.
Yunho abrió los ojos de repente, con el tono un poco más frio ante la mención de OhDae y Jaejoong pudo percibirlo con facilidad. Pero no quería perder ese ambiente que se había formado de pronto. Quería aferrarse a él y punto.
—Todo este asunto no te permite descansar. Y yo solo te causo más problemas, ¿cierto?
Una sonrisa algo resignada se posó en los labios de Jaejoong. Y Yunho solo pudo repetir el gesto de Jaejoong hace unos segundos y posar su mano en la mejilla de él.
—No, pero quisiera que no discutamos más, ¿vale?
—De acuerdo.
Esta vez la sonrisa de Jaejoong fue un poco más sincera, y se aventuró a besar esos labios, con un poco de entrega y sin demasiada pasión de por medio. Un beso sencillo, algo casto, reparador, más como una muestra de cariño y apoyo.
De esos que pocas veces se daban.
Y los brazos de Jaejoong rodearon el cuello de Yunho, disfrutando de esos labios, de ese beso que danzaba entre sus bocas peligrosamente por que ambos corazones empezaron a latir de manera diferente.
Por que Jaejoong quería resguardar a ese ser, para siempre.
Por que era suyo. Y nadie jamás cambiaría eso.
Por que era su deber, solo suyo, cuidar bien de Yunho. Por que nadie más lo haría mejor que él.
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