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Arualthings

Primera Plana: capitulo 20


Insostenible.

El ruido molesto del celular al no ser contestado. Lo hizo exasperarse.

La operadora indicándole que mejor dejará un mensaje, y Siwon lanzó el celular un poco lejos de ahí, dejándolo caer sobre el escritorio. Pasando las manos por su rostro, a media luz en su oficina, con ese montón de papeles en el escritorio.

Trató de despejar un poco su mente, pero no funcionó.

¿Dónde estaba Heechul?

Últimamente contactar con él fuera del trabajo era imposible. Y había fines de semana en los que para nada lograba siquiera que le contestara un mensaje. Luego, le sonreía con falsa inocencia acusando a la batería de su celular.

Pero hace mucho que Siwon había dejado de creerle. Su trabajo absorbía su tiempo de manera asombrosa. No tenía tiempo para el amor, al menos no para vivirlo, pero si para sentirlo. Y saber que Heechul, ni siquiera sospechaba lo que él se sentía era ya algo exasperante.

Él ya no era un chiquillo para andar amando a escondidas o en secreto. Era un adulto, estable. Y como tal necesitaba expresar lo que sentía, aceptarlo y vivirlo con madurez. Pero si Heechul no estaba ahí para presenciarlo. El resto carecía de sentido.

Sentía incluso que su amistad se veía afectada. Ya ni a almorzar salía juntos y entonces la pregunta más peligrosa asaltaba su cabeza. ¿Y si Heechul ya había encontrado a alguien?

Su pobre estado emocional luchaba con decir no. Con mantener la esperanza. Pero los cientos de llamadas perdidas, las salidas canceladas. La poca conversación y confianza que parecían tenerse ahora, eran prueba fidedigna, de que las cosas caminaban hacía ese lugar.





Boa miró de soslayo, la manera en la que el doctor charlaba con un serio Minho, que apenas hace poco había recuperado la conciencia. El muchacho asentía, escuchando tranquilo la platica del hombre. Con su padre a su lado.

Llamar a OhDae, y notificarle lo sucedido con Minho había hecho que le hombre se movilizará extremadamente rápido de regreso a su hogar. Boa solo pudo encogerse un poco de hombros, al no poder estar dentro y apoyar un poco al menor.

Yoochun sin embargo. Estaba apoyado en la pared, con sus brazos cruzados y la mirada en el suelo. Como si de pronto sintiera incluso un poco de culpa injustificada. Sus ojos se deslizaron en él y suspiró.

—¿Qué… fue lo que le pasó a Minho?

Había tantas cosas que ella ignoraba. Ella no estuvo en la infancia de Minho. En sus momentos más preciosos. Y cuando ella llegó, el carácter de Minho ya se había formado. Y el menor había decidido odiarla por intrusa, por querer ocupar el lugar de Rye.

Yoochun solo pasó una mano por su cabello, al parecer no muy cómodo con la idea de tener que contarle algo a Boa, pero aún así, como si necesitara sacar aquello de su sistema. Yoochun suspiró y miró la pared frente a él. Escuchando los suaves susurros del doctor dentro de la habitación de Minho.

—Cuando éramos pequeños. Jaejoong, Junsu y yo nos encargamos de hacerle la vida imposible a Minho. Lo culpábamos por la muerte de nuestra madre. De Rye. Por que quedamos huérfanos de madre a muy temprana edad y nunca tuvimos la oportunidad de crecer con ella. Por que ella estaba siempre muy enferma, y apenas la podíamos ver y el embarazo de Minho fue más complicado aún. Casi ni la veíamos, cuando ella murió culpamos a Minho. Ella era de las pocas cosas buenas en nuestra vida. La amábamos de verdad.

Mordió su labio inferior, sabiendo que Boa estaba atenta a sus palabras y sin embargo. Decirlo lo hacía caer en cuenta, de que hacerlo era más fácil. Por que al escucharse, sentía el peso de la culpa.

—Enloquecimos de dolor cuando nos enteramos de su muerte. Ella nos hacía sentir especiales. Era la madre ideal, perfecta. Y a cambio de ella, regresó Minho. Todo llegó a un punto que al crecer, nuestro odio por Minho se expandió entre nosotros. Y Minho empezó a odiarnos también. Pero la culpa que nosotros influenciábamos en él. Lo estaba carcomiendo por dentro muy lentamente.

De repente, Yoochun había empezado a jugar con sus manos, masajeándolas suavemente. Como si algo se atorara en su garganta.

—Padre trabajaba mucho, se sumergió en eso. Su amistad de años con el padre de Yunho por algún motivo sucumbió, todo estaba mal. Y nadie se dio cuenta que Minho había dejado de comer, que dormía mucho y que había empezado a consumir las pastillas que mamá usaba para dormir. Y nosotros seguíamos hundiéndolo más en el infierno… Éramos jóvenes, Minho era como seis años menor a nosotros… ¿Cómo pudimos hacerle tanto daño?

Yoochun empezó a mostrar su respiración inconstante. Como si eso que había guardado por tanto tiempo. Empezara a salir, y necesitara expiar sus propios dolores y culpas.

—La primera vez que nuestro padre nos abofeteó fue cuando Minho tenía doce años y se desmayó frente a todos nosotros. Minho tenía una gastritis severa, no comía y cuando lo hacía lo hacía a deshora, tomaba muchas pastillas a escondidas y casi ni bebía agua. Su cuerpo entero se estaba sobre esforzando. Sus defensas estaban sumamente bajas. Había bajado tanto de peso que estaba casi en los huesos. Padre nos gritó que debíamos cuidar de él, por que era nuestro hermano, por que era él último regalo de nuestra madre.

—¿Él…?

Boa avanzó un paso y Yoochun asintió en silencio.

—Él casi se deja morir.

Boa llevó las manos a su boca. Luchando contra sus propios instintos que luchaban por gritar y golpear a ese muchacho. Por el trato injusto que le habían dado a Minho.

—Desde entonces Minho lucha contra esa horrible enfermedad que le provoca severos dolores cuando olvida su medicación. Si se va de fiesta al día siguiente está de un horrendo humor por las repercusiones, tiene que cuidarse mucho de lo que come. De lo que bebe. De todo. Seguramente toda esta situación del diario y el rechazo de nuestro padre lo han puesto mal y ha dejado de comer y tomar sus pastillas. Cuando eso pasa, su cuerpo entero es vulnerable. Y empeora.

—¡Ustedes arruinaron su vida! ¡Él no puede ser un adolescente normal! ¡Está enfermo por su culpa!— Boa agarró por el brazo a Yoochun, sin importarle sus gritos. Sin embargo Yoochun solo se soltó, con una mirada fría. Ya no tenía tiempo para arrepentirse. –Ustedes lo convirtieron en lo que es hoy… Por eso odia tanto y es incapaz de querer…

—Minho, luego de recuperarse. Fue otro, nos devolvía cada insulto y golpe. Se escudó bajo la protección de nuestro para ponerlo en nuestra contra y volverse la victima y el hijo perfecto. Minho nos hizo pagar cada cosa que le hicimos. Entonces quedamos a mano, Minho se volvió fuerte, y volvimos a lo mismo de siempre. Solo que Minho no se dejó vencer más.

—¿Y eso es mejor para ti? ¿Eso aminora la culpa? ¡A él le tocó buscar el amor en otras personas fuera de su familia! ¡Por que gracias a ustedes ni siquiera sabía lo que era el afecto! Tú que dices amar tanto a tú madre, que dices profesar tanto amor por tu otro hermano. ¡¿Puedes dormir con la culpa de haberle arruinado la vida a un niño inocente que no tenía la culpa de nada?!

Yoochun cambió sus gestos completamente, lleno de rabia agarró a Boa por el brazo, haciéndola gemir de dolor, jaló tan fuerte, que la hizo doblegarse frente a él, con los ojos entrecerrados por la fuerza que ejercía el hombre en su agarre.

—Ya guarda silencio. Que por sobre todo, sabías a lo que te metías en este infierno. Nunca he terminado de entender por qué te preocupa tanto Minho y no me interesa. Pero no voy a dejar que creas que tienes el derecho de juzgarme.— Empujó a Boa con fuerza, hasta que el cuerpo de la mujer chocó contra la pared. —…Tú menos que nadie.

La mirada escalofriante de Yoochun antes de bajar las escaleras e irse, hizo a Boa temblar. Antes de sobar delicadamente su brazo. Aquel lugar rojo que Yoochun había dejado en ella. Trató de calmarse, aún llevada por la sorpresa.

Había traspasado la línea con Yoochun y su carácter fuerte.

Pero no había podido quedarse callada.

Por que empezaba a sentir, que mientras más conocía los secretos de esa casa, más sentía que los odiaba. Por haberle dado la vida que le dieron a Minho.




En cuanto la puerta de la habitación de Minho volvió a cerrarse, con la salida del doctor. Minho bajó un poco más la cabeza. Fijándose en las sábanas que tapaban sus piernas, con la poca luz de ese día entrando por la ventana.

Escuchó incluso el suspiro de su padre, provocando que su cuerpo entero se hundiera en sentimientos perdidos de nostalgia. Pero contrario a lo que esperaba, no escuchó regaños. Aún un poco mareado por lo ocurrido, pudo sentir a su padre sentándose junto a él.

El contacto de las manos fuertes y grandes de su padre sobre las suyas, fue reconfortante. Minho creyó nunca poder sentirse seguro otra vez, desde que era un niño. Y su padre era el único oasis en ese desierto de afecto al que otros llamaban hogar.

—¿Por qué te has descuidado con tus medicinas y tú alimentación?

Minho miró directamente a los ojos de OhDae. Esos ojos que ya no lo veían severamente ni con decepción. Solo estaba ahí, otra vez esa calidez en los ojos de su padre que hicieron que Minho volviera a sentirse estúpidamente débil otra vez, como seis años atrás.

—Es solo que… han pasado muchas cosas.

Crecí y me di cuenta que dejé de importarte.

OhDae de pronto empezó a acariciar los cabellos de Minho, tan suavemente que fue reconfortante. OhDae pudo comprobarlo, cuando Minho cerró los ojos y poco a poco fue cayendo sobre su pecho, abrazándolo suavemente, como si tuviera miedo de ser rechazado.

—Sé que has pasado por muchas cosas, desde muy pequeño. Pero siempre has sido fuerte.
—Lo sé…

Me tocó ser fuerte, me tocó aprender solo a levantarme de cada golpe.

Las manos de Minho se afianzaron un poco más en la cintura de su padre y OhDae se vio obligado a acomodarse un poco mejor en la cama, para que Minho no se sintiera incómodo. A pesar de las pequeñas muecas de dolor que sentía, seguramente por el dolor en su estómago.

…Y no es justo.

—Me hubiera gustado tanto darte, darles esa familia que merecen. Darles más amor y felicidad. O al menos un poco de paz. Me hubiera gustado calmar ese dolor que tenías.
—Estás aquí. Solo eso importa.

Pero ansío tanto ser feliz… que hace mucho comprendí que eso solo es un sueño.

Como si de un niño pequeño se tratara, Minho cerró los ojos. Y OhDae continuó acariciando suavemente el cabello del menor.

—Minho…
—Lo lamento, haberme comportado de esa forma, haber arruinado tu campaña. Me comportaré mejor, pero… por favor no me odies.

Es solo que… necesitaba tanto, ser amado por alguien.

OhDae levantó el rostro de Minho. Para que esos ojos lo ubicaran. Las cejas de Minho estaban un poco unidas ante su gesto de desamparo. OhDae ya no sabía si Minho estaba jugando con sus sentimientos, o si Minho se sentía tan despojado en realidad. Pero quiso creer en él y afirmar sus palabras.

—Escúchame bien, Minho. Yo jamás podría odiarte. Eres lo más importante en mi vida. ¿De acuerdo?
—Si…

Necesito tanto de ti, papá. De tu aprobación. Del único cariño real que he conocido.

Luego de eso, Minho volvió a abrazarse a OhDae, un poco más. Por que lo necesitaba realmente, por que ese dolor en su estómago era insoportable. Por que sentirse tan frágil entre los brazos de OhDae le recordaba tanto a cuando era un niño, pequeño. Y todavía no conocía del odio o el rencor.

Por que con Changmin… no sé a qué atenerme.




No debía beber, pero hace mucho que a Yunho dejó de importarle su salud.

El sabor del vodka se quedó en sus labios, leyendo atentamente la carpeta en sus manos. Lleno de hojas, copias y fotografías. De datos fundamentales que bien le podían servir más allá de lo necesario, como si de un golpe de suerte se tratara.

Desde que aquel muchacho pisara su departamento, semanas atrás.

Yunho supo que algo no andaba bien, que habían muchas preguntas y silencios que no eran fáciles de ignorar. Su instinto jamás fallaba. Y sabía que lo había visto en algún otro lugar.

Choickang Changmin o Shim Changmin. Sería quien le ayudara a terminar de una buena vez por todas con todo. Su mente estaba trabajando lo más rápido que podía. Tratando de unir de manera adecuada lo que en realidad pudiera requerir de aquel reportero. Que seguramente estaba buscando la forma de destruir a OhDae.

Sin problemas, y sin demasiadas complicaciones.

El final de su plan, había llegado en bandeja de plata, gracias a Changmin.




Junho pisó tierra Corana en mucho tiempo.

Sus ojos se deslizaron de un lugar a otro, curioso.

Con unos pequeños tintes de nerviosismo mientras sostenía la pequeña maleta en su espalda. Entre el montón de gente que había. Por supuesto parado junto a Changmin para no perderlo de vista, aún así. Su mirada andaba de aquí para allá. Como si la curiosidad no bastara y necesitara un poco más para cubrir esos nervios y el montón de preguntas que tenía.

Su hermano había crecido entre mucho dinero. Gastos indefinidos, buena vida, buenas escuelas casi nada de esfuerzo para lo que quiere. Y empezando por ahí, los dos eran muy distintos.

—Si. ¿Me escucha? Por supuesto necesito hablar hoy mismo con usted, ¿podría a las dos de la tarde?

Giró cuando pudo distinguir un poco la voz de Changmin, tapando uno de sus oídos mientras con el otro procuraba escuchar adecuadamente.

—Exacto, en esa cafetería, muchas gracias.

Changmin suspiró. Cortando la llamada y finalmente guardando el celular.

—¿Quién era?
—Junsu.

Y el estomago de Junho recibió un pequeño retorcijón.

—¿Él… quiere verme?
—No creo que sea bueno abordar el tema por teléfono. Hablaré y trataré de explicarle todo cuando nos veamos.

—Cuando me vea, va a empezar a entender, ¿no?

Changmin respiró hondo, Junho tenía un muy buen punto. Supuso que debía tratar de dejar al muchacho en un buen hotel y luego dirigirse donde Junsu. El problema real era que no tenía la menor idea de cómo empezar a hablar con él.

Al menos no, sin darle el susto mortal de ver su rostro en el cuerpo de alguien más.




—¿Qué te dijo?

Yoochun miró con algo de reticencia a Junsu quien guardaba su celular, un poco intrigado también por la razón que el chofer lo hubiera llamado.

—Me dijo que papá le había dado un recado para mi, y que necesitaba verme.
—Es extraño, Changmin tiene vacaciones.

Junsu apenas giró, mirando a su hermano sentado en la cama de aquella habitación de hotel. Que estos últimos días había estado ocupando.

—Supongo que debió haber regresado hoy al trabajo.
—Pues antes de venir aquí, no lo vi. Es mejor que no vayas.

Como si un presentimiento lo recorriera por completo. Yoochun se levantó de su lugar, tomando suavemente le brazo de Junsu.

—Tengo que ir Yoochun.
—Junsu, no. Por favor…
—Yoochun basta.

Junsu caminó hasta la chaqueta que reposaba en una de las sillas de la habitación, colocándosela sin apuros y Yoochun rodó los ojos. Algo exasperado por la actitud de Junsu.

—Al menos déjame acompañarte.

Y si la duda en lo ojos de Junsu vaciló en algún instante, él no lo notó. Junsu lo miró directo a los ojos, y luego de un par de segundos asintió. Como si su presencia en realidad no fuera problemática.

Y esperaba no equivocarse.




Evidentemente Jinki y Taemin habían llegado un par de horas antes.

Ya vestidos para la ocasión, con sus elegantes trajes, mientras lo meseros y demás personas alistaban los últimos detalles. Onew pudo notar mientras hablaba con el bar tender, acerca de las bebidas. Que Taemin lucía realmente preocupado por que todo ocurriera bien.

El lugar estaba provisto de toques elegantes y lo más lujoso que el hotel les podía ofrecer, y pronto, la gente estaría llegando sin falta. Uno más elegante que el otro. Haciendo pomposidad de su poder y dinero.

Y sin embargo, sin algo faltante en la presentación. Onew seguía sintiéndose nervioso y por sobre todo con un extraño dolor en la boca del estómago. Como si de un mal presentimiento se tratara.




Changmin entró en el restaurante.

Divisó a lo lejos la espalda de Junsu, su cabello y por supuesto a su lado Yoochun, como era de esperarse, ambos sentados del mismo lado de la mesa. Si bien no había tomado en cuenta esa posibilidad, tampoco es como si no lo esperara.

Respiró hondo, jugando a su suerte.

Tenía en sus manos la puerta a su nuevo puesto y debía manejar las cosas adecuadamente. Llevado por una impulsividad inoportuna de hacer las cosas ahora mismo. Caminó hasta los dos muchachos y con un leve asentimiento se colocó frente a los dos.

—Buenas tardes.
—Hola, Changmin.
—No sabía que ya se te hubieran acabado las vacaciones.

Yoochun fue directo, mirándolo con algo de desconfianza. Pero Changmin únicamente se sentó frente a los dos, con aparente calma.

—Necesito que por favor me escuchen atentamente. Por que lo que voy a decirles es de absoluta importancia. Y sumamente vital para ustedes.

Brevemente Yoochun miró al menor con algo de reticencia, como si en realidad solo quisiera salir de ahí y llevarse a Junsu de la mano de ahí. Esa desconfianza extrema que de pronto se había apoderado de él, era angustiante.

—¿Qué tendrías que decirnos?
—Es sobre sus respectivas madres. O al menos la de Junsu.

Junsu arrugó el entrecejo, tensando su cuerpo y colocándose a la defensiva de inmediato.

—¿De qué demonios estás hablando? Nuestra madre es la misma.
Changmin negó suavemente. –No es así. OhDae es padre de ambos, pero Rye no era la madre de Junsu.

Estaba cruzando y arriesgando demasiado. No le convenía aún develar demasiado. Y la respuesta de Junsu fue inmediata. Soltando la servilleta en sus manos y levantándose de su lugar.

—Me hiciste venir bajo la excusa de que mi padre te había encargado algo, pero no creo que eso sea verdad. Ahora por favor deja de inventar estupidez tras estupidez. Kim Rye es la mujer más elegante y digna que ha tenido mi padre como esposa. Y ella, y solo ella puede ser mi madre.

Fuera de todo límite y consciencia que su pobre entendimiento fuera capaz de soportar, Junsu se negó a la realidad. A que una de las pocas cosas buenas que le pertenecían le fuera arrebatado de sus manos sin clemencia. Yoochun lo miró con aprensión, confundido aún. Pero antes de que Changmin abriera la boca nuevamente, Junsu giró dispuesto a salir de ahí.

Pero sus pasos fueron detenidos por la presencia de aquel hombre que ingresaba en el restaurante. Un par de centímetros más alto que él. Con el cabello oscuro y esos ojos perturbablemente parecidos a los suyos, desde los rasgos físicos hasta ese escalofrío que recorrió a su cuerpo entero.

Yoochun se levantó de su lugar, asombrado por aquel hombre que acababa de ingresar y que se había colocado frente a ellos. Asustado, Junsu retrocedió, chocando contra la mesa y sosteniéndose de ella para no caer. Pegando su vista a ese rostro un poco más serio y maduro que el suyo.

—Mariah fue empleada en la casa de OhDae, se embarazó de él y tuvo gemelos. La única razón por la que te entregó a él, es por que de pequeño estabas enfermo y ella no podía costear los gastos de tu enfermedad. Sin embargo, OhDae nunca supo nada de Junho.

Con bocanadas de aire que pretendía asemejar a su respiración, Junsu fijó su vista en Junho otra vez. Como si las palabras de Changmin se estuvieran repitiendo dentro de su cabeza constantemente, como un mantra molesto e imperturbable.

—No… no, es posible.
—Su…

Yoochun colocó una mano en el hombro de Junsu, pero él se sacudió de inmediato. —¡No es posible!
—Junsu, cálmate.

—¡¿Cómo quieres que me calme?! Tengo… ¡¡Tengo tantos pensamientos contradictorios en mi cabeza ahora!!— Las manos en la cabeza y Junsu cerró los ojos enceguecido por el dolor. —¡Lo odio! ¡Lo odio por mentirme tantos años! ¡Por engañar a Rye, a nuestra madre! ¡Y al mismo tiempo siento que me hundo cada vez más, por que lo que más pedía… lo que más quería se cumplió a medias!

Yoochun caminó hasta él, los pocos pasos que los separaban.

—Junsu…
—…Por que al final de todo si tenemos la misma sangre, por que de un modo a otro seguimos siendo hermanos…

Los ojos de Junsu enfocaron solamente a Yoochun y la pena ingresó en su alma de la misma forma que cuando lo veía derrumbarse frente a él, como si el resto sencillamente hubiera dejado de existir.

—Tenemos que hablar con Changmin, tiene mucho que explicar. Siéntate y…
—No, no quiero saber nada más, no necesito saber nada más.

Casi de inmediato, sin volver a mirar a Junho, Junsu salió del restaurante. Con el paso apurado y sin mirar atrás. Junho luchó contra sus propios instintos que gritaban que fuera tras su hermano. Pero optó por dejarlo asimilar las cosas a su manera.

Yoochun sin embargo se detuvo un rato más, mirando a Changmin fijamente.

—Ve a la casa, Minho está mal. Ni siquiera estoy seguro de que vaya hoy a la fiesta.
—¿Qué le pasó?
—Tuvo una recaída.

¿Una recaída? ¿De qué?

Los ojos de Changmin persiguieron innecesariamente a Yoochun hasta que salió del lugar, sin saber a lo que se refería, ni el por que Minho de pronto se había puesto mal. O la razón por la que veía necesario informarlo de ello.

—Creo que las cosas no salieron tan bien.

Changmin miró a Junho, recordando su presencia ahí. Justificando su tiempo a todo lo que tenía pendiente. Sintiendo que su lugar debía ser, en ese preciso instante en la residencia Kim, donde seguramente Minho se encontraba.




El vestido negro que se ajustaba al cuerpo de Yoona, fue contemplado por Jaejoong de primera mano, desde aquella habitación que compartían, mientras él terminaba de colocarse la respectiva leva, su esposa ahí, trataba de darse los últimos retoques frente al espejo, contemplando su cuerpo entero.

Su cabello largo, en una hermosa trenza, con varios detalles de pequeñas rosas y pétalos plateados que combinaban a la perfección con los zapatos de tacón alto. Y aquel suave semi abrigo. El collar que permanecía guardado en una caja de madera lo hizo sonreír.

—Realmente bella, Yoona.

Su presencia pareció tomar por sorpresa a la mujer, que giró asombrad ante el halago, pero Jaejoong solo se acercó imperturbable. Tomando el costoso collar entre sus dedos. Colocándolo alrededor del cuello de ella.

Observando la imagen de ambos que el espejo les devolvía, con ese hermoso collar como acompañante. En un momento de extraña intimidad.

—Tú también te ves bien, Jaejoong.
—Ambos, amor. Por eso somos la pareja ideal.

Jaejoong tomó la quijada de Yoona, presionándola sin demasiada fuerza. Haciendo que se fijara en esa imagen de los dos. Hermosos y relucientes con aquellas costosas ropas. El matrimonio envidiable del momento. Sin embargo Yoona solo guardó silenció y Jaejoong besó su mejilla.

—Te espero abajo.

Yoona asintió, escuchando los pasos de Jaejoong al salir de la habitación. Contemplando por un rato más su imagen en el espejo. Esa imagen de papel que se había encargado de llevar por tanto tiempo, que ahora era incluso hasta una costumbre tan normal.




OhDae sentía las hábiles manos de Boa arreglando el moño de su corbata, con presteza y cuidado. Vestida en aquel fino vestido comprado semanas atrás. Pero OhDae solo pudo ver a su hijo menor que bajaba las escaleras. Con una expresión apacible, llamando la atención de los dos.

—Minho, ¿en verdad piensas ir? ¿no quieres descansar un poco?
—Estoy bien padre, quiero ir.

Esa afirmación, luego de la corta conversa que habían compartido temprano, hizo que OhDae asintiera tranquilo. Mirando con atención a su hijo. Regalándole una pequeña sonrisa de agradecimiento y aliciente.

A los pocos segundos Jaejoong bajó, y poco tiempo después Yoona los alcanzó.

En un extraño mutismo entre todos, que fue difícilmente opacado en el transcurso que duró el viaje hasta el glamuroso hotel.





Cuando Changmin llegó a la recepción, escudándose bajo el hecho de que era el chofer de la familia Kim, se sintió intimidado. Con tantos periodistas por todas partes. Su rostro bajo mientras se abría paso entre las personas, lo más pegado a la pared que podía.

Y el lugar estaba repleto de personas cargando encima miles de dólares, nada más en vestimenta y joyas. Las bebidas costosas, los empleados a disposición. Todo a aquel nivel que la familia estaba más que acostumbrada.

La música instrumental en vivo, el logo de la empresa, y el símbolo de los años que se celebraban. Todo, por donde se viera era abruptamente sorprendente. Y Changmin sintió que sería casi hasta imposible encontrar a Minho.

—¿Qué haces aquí?

El susurro agresivo de Junsu lo tomó por sorpresa. Giró por completo, solo para encontrarse con el muchacho vestido y arreglado de acuerdo a la ocasión. Con su cabello cayendo casualmente en su frente. Asombrosamente apuesto.

—Necesito que me escuche.
—No necesito más mentiras.

Changmin abrió los ojos sorprendido, recién captando el hecho. De que Junsu estuviera como si nada en la fiesta de las empresas de su padre. Obviando lo sucedido en la tarde apenas hace unas horas.

—Pero…
—Pero, nada. Lárgate ahora mismo.

Junsu avanzó un paso hasta él, sosteniéndolo por el brazo con fuerza. Dispuesto a sacarlo a jalones si era necesario. Pero Yoochun llegó en ese momento, agarrando a Junsu delicadamente de aquel brazo.

—Su, por favor. Todo mundo está aquí y la prensa especulará cualquier movimiento extraño.
—Yo solo vine para hablar con mi padre, pero no soportaré verlo aquí hasta que mi padre no me haya aclarado toda la verdad.

Yoochun miró preocupado a Changmin, como pidiéndole que se marchara. Pero antes de que Changmin si quiera pudiera acceder a ello. Minho apareció detrás de él. Paralizando por completo a Changmin, dejando que un aire frío cubriera todo su ser.

—¿Qué pretendes?

El tono amenazante de Minho, fue directo hacía Junsu. Y el agarre que tenía sobre Changmin. Sus ojos se posaron directos en los de su hermano mayor, pero Junsu solo soltó a Changmin con fuerza. Antes de girar y alejarse con Yoochun hacía algún lugar de la fiesta.

El estómago de Changmin sufrió los estragos, por esos días sin verlo. Sin saber de él, por los días que lo antecedieron, su pelea, su poco contacto. El enterarse que había estado mal. Todo fue un revoltijo de sensaciones imperiosas y enloquecedoras mientras giraba hacía el menor de la familiar Kim.

Minho estaba ahí, con una mirada fría y desafiante, con una copa de champagne en las manos. Casi mirándolo como el día en que se conocieron.

—¿Dónde habías estado?

Changmin no se tomó la molestia de responder, por que jaló de su brazo. Lo más discreto que pudo, llevándolo lejos de las miradas.

—¿Qué haces?

Minho se apresuró en mirar de un lado a otro, en que nadie pudiera ver la manera impulsiva en la que Changmin estaba actuando frente a todos. Aprovechando la poca gente que había y que la frente estaba más fijo en Jaejoong y Yoona, Minho se dejó llevar.

Cuando se detuvieron, estaban tras unos pilares. Fuera del alcance de los demás y de cualquiera que pasara. Changmin lo soltó con algo de brusquedad, contra una de las paredes. Y el corazón de Minho palpitó fuerte.

Las manos de Changmin, algo frías, estuvieron en sus mejillas. Sosteniéndolo con fuerza, acercando su boca a la de él. Sus labios se encontraron después de mucho tiempo y fue como si Changmin en ese beso le robara aire y fuerza.

Participó de ese beso, de la pasión con la que sus bocas volvieron a descubrirse, como si hubiera pasado mucho tiempo. Dejando que la lengua batallara por un poco de territorio y poder dentro del beso. Empezando a sentir el calor de la ropa sobre si.

El vaho de la boca de Changmin, cuando se alejó fue sensual. Sus ojos cerrados, sus frentes juntas y el perfume de Minho envolviéndolos por completo, antes de que Changmin hablara tan bajo, que casi fue como un murmullo ajeno que confortó a Minho.

—Te extrañé…




—¿Listo?

Joonghyun se removió incómodo. –Si. Ya hablé con las muchachas para que distrajeran a los de seguridad mientras Boa destruye a su familia.

Key sonrió ladinamente, rodando los ojos ante la visible culpabilidad anticipada en Joonghyun. Temía por que el muchacho se arrepintiera a última hora. Pero él solo necesitaba de un par de minutos de distracción, en los que Boa haría lo suficiente.

Solo necesitaba un poco de manipulación y los implementos adecuados.

Caminó hasta él, a esa expresión insegura y besó cortamente los labios de Joonghyun. Llamando la atención del muchacho.

—Tú solo confía en mí.
—No, gracias. Hace mucho que aprendí a no confiar.

Key sonrió, complacido de alguna manera con esa respuesta. Hurgó en su bolsillo, mientras sostenía la copa de champagne en su otra mano. Sacando entre sus dedos la pequeña capsula.

—¿Estás seguro de que está eso bien medido?
—Tú tranquilo, ahora me toca a mi, mi parte.

Abrió la capsula a la mitad y dejó que el poco polvo cayera en la bebida, desapareciendo casi al instante, sacudió un poco la copa y sonrió complacido. Dejando atrás a Joonghyun y su expresión un poco desconfiada aún.

Caminó poco, ahí donde Boa se encontraba sentada en una de las mesas, en una de las esquinas un poco desoladas, como si se encontrara verdaderamente metida en sus pensamientos.

—Hola, Boa.

La mujer giró sorprendida al verlo ahí.

—Oh, Kibum. No esperaba que te acercaras.
—Quise saludar un poco, tenga.— Le ofreció la copa a Boa, y confiada, la mujer sonrió agradecida. Bebiendo un poco del licor. –Y, ¿cómo están las cosas por la residencia Kim?




—¿Dónde habías estado?

Jaejoong se acercó sonriente, con aquel vaso con whisky entre las manos, apenas pudo ver a Yunho libre de ese montón de gente que siempre lo rodeaba. Mientras el resto se la pasaba de lado en lado pretendiendo disfrutar de la recepción.

—Saludando a los contactos que van a llevar a la presidencia a tu padre.

Sonoramente, Yunho chocó su propio vaso con el de Jaejoong, logrando que el mayor sonriera un poco más.

—En una hora vámonos de aquí.
Yunho frunció el ceño. —¿Te has vuelto loco? ¿Y los invitados? ¿Y Yoona, y tú padre?

Jaejoong rió discretamente, fingiendo que deslizaba su mirada hacía los otros invitados con interés. Captando la imagen de su padre siendo entrevistado por varios periodistas del medio.

—Regresaremos en una hora, Yunho. Nadie notará nuestra ausencia.

Aunque la respuesta de Yunho demoró. Cuando Jaejoong giró nuevamente hacía él, para fijarse en sus ojos y esperar su respuesta. Yunho únicamente terminaba de beber el contenido en su vaso. Para luego cerrar los ojos y asentir sin problemas.

Con una leve sonrisa en la boca.




El mayordomo Lee resguardó en la mesa de la cocina un rato más.

Con una pequeña taza con café como acompañante, con su mirada perdida en aquella pared. Ese día no se había cocinado en la residencia Kim. Y prácticamente la noche, los empleados la habían tenido libres.

Todos gozando de aquella glamorosa fiesta en aquel hotel.

Los años, le habían dado el poder de antecederse a lo que ocurría. Sabía que desde la muerte de la señora Rye, esa casa se fue desmoronando. Tal vez, había sido un error que el señor OhDae hubiera traído a todos esos niños a casa.

Por que entonces, otra sería la historia de todos ellos.

Justo ahora lo tienen todo materialmente, dinero, poder y belleza. Pero están tan vacíos por dentro, que Lee tiene la firme creencia que de nunca haber llegado hasta Seúl, ellos hubieran podido ser felices en verdad. Entonces, otra sería su historia.

Pero el destino juega de maneras insospechadas.

En medio de un matrimonio por obligación, el señor OhDae nunca se sintió a gusto con ello. Nunca compartió la idea de aquello, aunque fuera su obligación. Convirtiendo los primeros años de matrimonio en un dolor de cabeza.

¿Se estaría repitiendo esa historia con Yoona y Jaejoong?

Aunque contradictoriamente, ellos se habían casado por voluntad. Sin embargo, tarde, OhDae se había dado cuenta del amor que había desarrollado con el paso de los años por la hermosa Rye. La dulzura de su ser y ese calor maternal con el crío esos pocos años a Jaejoong, Yoochun y Junsu.

Pero ese amor llegó tarde y vivió poco.

Rye cayó enferma y la felicidad no duró. Desde entonces todo ha sido parte de una pantomima mal estructurada en las que todos al final, solo terminan haciéndose daño. Entre las muchas cosas, Lee solo pide por un poco de paz para todas esas almas.

Solo una reivindicación.

Un renacer, que los saque de la oscuridad. Y de una manera u otra, les de paz.




—Junsu, ¿qué vas a hacer?

Yoochun agarró del brazo a su hermano, pero determinado, Junsu solo se soltó caminando directamente hacía donde OhDae se encontraba, conversando con varias de sus amistades, con una sonrisa en los labios.

—Padre, necesitamos hablar.

OhDae giró sorprendido por la tensión que rodeaba a Junsu, por sus palabras carentes de emociones, y por la manera acelerada en que Yoochun se acercó a ellos. Se disculpó con los presentes y se alejó un poco, para poder hablar con los dos.

—¿Qué sucede?

—¡Hey, gente presente!

El sonido molesto del micrófono tomó por sorpresa a todos, y OhDae abrió los ojos demasiado, al ver a Boa ahí, parada en la pequeña tarima para el discurso de los años de la empresa. Los camarógrafos se ubicaron de inmediato y los hijos de OhDae solo pudieron permanecer horrorizados en su lugar.

Como si el tiempo de pronto se hubiera detenido.

—¡Mi gran amigo, Key tiene razón!— Boa agarró con fuerza el micrófono. Mirando severamente a OhDae y con su otra mano ocupada en un poco de whisky. –No tengo por que permanecer guardándoles el secreto de nada. Cuando no lo valen. Cuando son un asco de personas y me tratan mal.

El corazón de todos latió fuerte. Onew corrió a buscar a los guardias de seguridad y Taemin intentó subir a pesar de que la mujer lo detuvo con gesto de su mano.

—¡Quieto ahí niño lindo!— Boa bebió un poco de whisky y rió. —¿Quieren saber algo, todos ustedes asquerosos pedantes elitistas? Esos niños, herederos Kim a los que ustedes tanto admiran, ninguno, absolutamente ninguno es hijo de la hermosa y altruista Kim Rye.

Junsu avanzó, casi sin darse cuenta, y Yoochun arrugó el entrecejo. Yunho pudo mirar de soslayo a Jaejoong a su lado, que había empezado a apretar la copa en sus manos con fuerza. Y Minho, solo había empezado a caminar deliberadamente hacía donde los demás se encontraban.

—Jaejoong es hijo de una loca, ex secretaria de OhDae. Yoochun de una semi prostituta que solo buscaba abrírsele de piernas al mejor postor, Junsu de una don nadie que no tenía ni en que caerse muerta. ¡Si, señores. OhDae no el perfecto hombre de familia que ustedes creen! ¡¡No es más que un maldito embustero y mentiroso!!

OhDae caminó lo más rápido que pudo hacía el escenario, abriéndose paso entre la gente. Entre los susurros y las miradas que a cada paso pesaban más y más.

—Y Minho…— Los ojos de Boa de pronto se posaron en el menor. La mirada obnubilada de la mujer, a punto de brotar lágrimas. –Mi Minho… te juró que yo jamás hubiera querido dejarte… he sufrido tanto estos años con tu rechazo, hijo…

Los ojos de Minho se abrieron, retrocediendo asustado ante lo que escuchaba. Las miradas sobre él, las cámaras de la prensa. Todo enloqueciendo por completo.

—¡No! ¡Suéltame…!

OhDae fue el encargado de arrancarle el micrófono de las manos a Boa, en tanto la seguridad se hacía cargo de lo demás. Jaejoong, sintió que el lugar empezaba a dar vueltas que a donde viera solo había afiladas y crueles miradas, susurros mal intencionados.

Entre la locura y la desesperación, Junsu solo pudo ver a Yoochun, separados por un par de metros de distancia. Que se hacían enormes, por que al menor movimiento todos parecían dispuestos a juzgar.

Era la destrucción total, de una perfecta casa de naipes.

El viento había soplado y destruido su construcción.

Casi sublime y etéreamente.



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