KINGDOM TVXQ!

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Arualthings

Primera Plana: capitulo 21


Irreversible
—Sabe extraño.

Boa compungió un poco su rostro, en una expresión algo conflictiva, como una mueca mal establecida, pretendiendo no ser demasiado notoria ante el tranquilo Kibum, que sentado frente a ella había arrugado el entrecejo.

—¿En serio? Lo siento mucho…
—Oh, no te preocupes.

Boa negó suavemente, dejando el vaso sobre la mesa. Con una sonrisa y el sabor amargo y extraño del champagne en la lengua, tratando de entender por que de repente se sentía incluso mareada, si apenas había bebido y ni siquiera había movido fuertemente la cabeza.

—Boa, dígame. ¿Alguna vez OhDae le ha hablado de sus antiguas esposas? Eran mujeres todas muy hermosas y de buena familia, sin embargo, poco se sabe de usted.

Key sonrió tan tranquilamente, con una mano apoyada en su quijada. Que Boa no pudo notar malas intenciones, solo se removió un poco y trató de fingir.

—Pues OhDae siempre ha sido muy reservado con su pasado.
—Oh, por supuesto. Lo que me sorprende es que los hermanos Kim, siendo tan… territoriales, posesivos, snob y elitistas. Hayan aceptado su presencia con tranquilidad y armonía.

Volvió a sentirse incómoda, mirando hacía cualquier lugar que no fuera aquel muchacho. Como si sus comentario fueran finar agujas, decidió entonces que necesitaba un poco más de champagne. Y el sabor extraño volvió a estar en su boca.

—No fue fácil al principio, ellos…

—Jaejoong, Yoochun, Junsu y Minho siempre se han vanagloriado de la madre que tienen. Rye era sin duda la envidia de todos. Tan sublime, poderosa y millonaria, hermosa como ella sola. Toda una dama. Y OhDae sin duda inteligente, de buena familia, apuesto y todo un caballero. Él uno para el otro, ¿no cree?

Kibum llevó a sus labios un poco de champagne. Bebiendo algo despreocupado, sabiendo que había llamado por completo la atención de la mujer.

—Cuando OhDae y Rye se comprometieron, según mis padres. Fue la unión perfecta. No había quien no los envidiara. Y por lo mismo, los cuatro hermanos Kim están orgullosos de lo que son, la sangre que corre por sus venas, es más importante que ellos mismos inclusive. Son lo más snob que hay en este país, todos hermosos, inteligentes, con un futuro por delante, y más viniendo de las familias que vienen.

Boa sintió un atisbo de fuerza extraña, Key había posado sus ojos en ella, fijamente. Recalcando sus palabras con cuidado, vertiginosamente el mundo a su alrededor desapareció y se concentró en el menor. En esa información que ella no había contemplado.

—Ellos veneran etéreamente a Rye, a su padre y todo lo que él representa. Están en un altar y todos los envidian, por que de existir la realeza aquí, ellos serían herederos legítimos, príncipes herederos. La imagen inverosímil que proyectan es tan magnifica. Que pase lo que pase, hagan lo que hagan. Ellos nunca dejaran de ser lo que son.

Key sonrió en cuanto notó el primer pliegue de debilidad en Kwon Boa, su mirada alicaída, posada en el borde del mantel, como si analizara y sobre todo un peso enorme hubiera caído sobre ella. Tan metida en sus pensamientos como para percatarse de sus intenciones.

Levantó su mano derecha, llamando a uno de los meseros, agarrando un poco de whisky entre las manos, ofreciéndoselo a la mujer. Con una expresión pasiva e inocente.

—¿Malos recuerdos?

Boa miró el vaso, los hielos acompañando a la bebida, su boca sedienta aclamaba un poco de salvación e inconsciencia. Y cuando tomó el vaso entre sus manos, incapaz de ver la sonrisa en los labios de Kibum, su cabeza dio mas vueltas y se sintió terriblemente frágil. Como si todo perdiera razón y ella se sintiera más desinhibida que antes.

La mirada sutil y cuidadosa de Key se deslizó por entre las personas, ubicando a Joonghyun apoyado en uno de los pilares, con sus brazos cruzados. Mirándolo seriamente, afianzó el contacto de sus miradas y Joonghyun asintió, entendiendo sin gestos, sin palabras, tan solo con observarlo a discreción.

El susurro discreto de Joonghyun sobre dos muchachas, directo a sus oídos. Fue encantador, las muchachas encantadas asintieron marchándose de ahí, y acercándose a los dos hombres que rondaban y cuidaban la tarima de presentaciones. Boa hipó en ese momento y Key supo que el momento de su jugada había llegado.

—Boa, ¿todo está bien en su familia?

Los ojos un poco desorbitados fue lo primero que vio, lucía un poco frágil y desconcertada, con su cuerpo no reaccionando adecuadamente para su gusto.




El lente de la cámara enfocó con claridad a Kim OhDae.

Perpetuo y elegante.

Como si se tratara de una vaga contemplación, Heechul se quedó imperturbable mirando al hombre, ocultando su rostro gracias a la cámara. Como si grabara el momento en su memoria, mientras OhDae estrechaba la mano del gobernador.

Su dedo se deslizó cuidadosamente, para captar el momento exacto que la editorial necesitaba. Que su trabajo requería, pero aún así permaneció ahí. Observando a OhDae y su expresión seria y sofisticada, sonriendo a ratos. Muy amable.

Tan lejano. Tan imposible.

Que un suspiró abandonó a sus labios, del mismo modo en que bajaba la cámara y analizaba el poder que OhDae tenía. La vida que llevaba, todo lo que cargaba sobre sus hombres. No era fácil, que OhDae dejara a su esposa radiante y bella, solo por estar con él.

No importaba que Heechul desde que le habló por primera vez hubiera sentido una indescriptible atracción, un poder afianzado en todo lo bueno y esplendoroso que proyectaba el magnate Kim. Todo lo que OhDae era, provocaba en Heechul firme admiración.

Demasiado bueno, para ser real.

Demasiado fantasioso como para confiar a ciegas.

Y se sentía estúpido por que a pesar de todo, su mundo ya había empezado a girar, esperando por OhDae, anhelando por un poco de su atención. Apasionando ante el hecho de que aquel etéreo hombre, todo rectitud, estuviera dispuesto a olvidar sus principios por entregarse a él.

La culpabilidad llegaba a ratos, refulgente y molesta, pero a veces era tan difícil cavilar la posibilidad de enfrentar al mundo juntos. No, cuando OhDae representaba todo lo que la sociedad quería ser. Y aún más ahora que el candidato predilecto a presidente. Era imposible, un poco más que eso tal vez.

—Últimamente se ha vuelto un conflicto dar contigo luego del trabajo, ¿no?

La voz de Donghae, lo tomó desprevenido, el peso de la cámara fue demasiado y sus manos estuvieron a punto de soltarla, provocando incluso que Lee también se agachara para evitar que tocara el suelo.

—Hey… cuidado. Que esto es propiedad de la editorial.
—Me asustaste.

Heechul acomodó la cámara en sus manos nuevamente y pudo sentir la fija mirada de OhDae sobre él, pero Heechul solo fingió que no era así. Elevó discretamente la mirada hacía OhDae una vez más, pero ahora Junsu hablaba con él, con una expresión extremadamente seria, con Yoochun a su lado tratando de mediar la situación al parecer.

—¿Esa no es la esposa de OhDae?— Heechul giró, hacia el lugar exacto en el que Donghae posaba la mirada, lo primero que vio fue a la mujer subir las pocas escaleras de la tarima, torpe y descuidadamente, provocando una sonrisa grande en el rostro de Lee. –Ten lista la cámara, presiento que esto va a ser bueno. Vamos al frente.

Heechul miró preocupado como la mujer tomaba el micrófono, mientras los de seguridad se encontraban embelesados con un par de muchachas. Su primer pensamiento fue la reputación de OhDae. La preocupación que caló dentro de él con fuerza y la voz altanera y preocupante de la mujer.

—¡Hey, gente presente!

Y con esas tres palabras, el desastre comenzó.





—¡Suéltame!— Boa se removía con fuerza de los brazos de OhDae. Golpeando y sacudiendo las piernas, a pesar de que empezaban a bajar de la tarima, con ella siendo jalada a fuerza. —¡Quiero que todo el mundo sepa la basura de vida que me has dado! ¡El demonio que eres! ¡Lo mentiroso, cruel, infame!

Una vez en el piso. OhDae la soltó, pero la ofuscación de Boa continuó. Golpeando el pecho de OhDae con sus puños. Marcando a cada palabra un golpe que lo hiriera, al menos a la mitad de lo dolida y avergonzada que ella se sentía.

—¡Dijiste que también querías un hijo! ¡ME DISTE ESPERANZAS! ¡¡Cuando tú ya no puedes tener hijos por esa estúpida operación!! ¡Maldito!

Taemin observó con aprensión la situación, el rictus molesto en el rostro del mayor. La desesperación en el rostro de Boa, como si toda ese perfección y sonrisas con las que llegaron, de pronto se hubiera marchitado. Onew llegó corriendo, un poco desorbitado con todo. Pero OhDae lo ubicó rápidamente.

—Acaba con toda esta estupidez, no quiero a nadie más aquí.

La orden fue acatada con un leve asentimiento antes de que OhDae se marchara con Boa, jalándola por el brazo. Dejando a la prensa enloquecida tras él. Pero Taemin pudo notar la mirada preocupada en Jinki, esos ojos que buscaban con atención a Minho. Mortificado y ausente. Como si de un muerto viviente se tratara.

Onew estaba preocupado, anhelando poder servir de confort a Minho.

Tan evidente, que Taemin se pudo dar cuenta que había secuelas de su amor por Minho ahí. Por que le afectaba la manera en que Minho se veía desolado. Pero comprendió que ya no era tan fuerte, al menos no como con Onew y de una forma u otra, lo desconcertó.




Esa gente que una vez lo miró con adulación. Esa prensa que alguna vez lo buscó con proyección de ejemplo. Todos ahí ahora solo lo miraban de reojo. A él y a sus tres hermanos. Con susurros crueles que eran aún percibidos.

Murmullos mal intencionados, miradas de lástima. Critica, soberbia, regocijo.

Minho, tenía en claro que no podía mirar hacía ningún lado. Por que se encontraría con toda esa falta de humanidad. Que ahora recaía sobre ellos. Y el aire incluso le faltaba, como si su cerebro aún no le ofreciera la oportunidad de oxigenarse y valorar la situación.

De que su poca y buena realidad, era tan solo una mentira más.

Rodeado de lo que más odiaba, Minho se percató, que hoy más que nunca, ese era el lugar al que asquerosamente pertenecía, el único mundo que conocía y que ahora le daba la espalda. Volviéndolo frágil, tan fracturado que no podía ni siquiera derrumbarse ahí.

—Vámonos de aquí.

Changmin agarró su brazo con fuerza, y apenas pudo reconocerlo por el timbre de su voz. Tenía la gorra de su uniforme puesta en la cabeza, casi cubriendo la mitad de su rostro. No tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir el jalón y que su cuerpo por inercia obedeciera a Changmin.

Su espalda, se enfocó en esa amplia espalda de Changmin. En eso y solo eso, mientras Changmin se abría paso entre la gente y los reporteros, con la cabeza gacha para evitar las fotografías. Como si no escuchara ni viera a los demás a su alrededor a aquellos que se movilizaban sobre él, Minho comprendió y la burbuja interna de Rye con aquella hermosa sonrisa se rompió.

Dejando sombras, dolor y rencor.

Para cuando llegaron al estacionamiento, sus ojos captaron en las manos de Changmin las llaves del auto, y entonces corrió, siendo ahora él quien jalaba de Changmin, tratando de dejar atrás a toda esa prensa que hostigaba en su contra. Abrió el carro lo más rápido que pudo.

Changmin apenas tuvo tiempo de entrar en el carro, cerrar la puerta, cuando el auto ya empezaba a arrancar, y el sonido de las llantas en el pavimento alejaba a los curiosos. Changmin sintió ese desagradable Déjavù de semanas atrás cuando enojado, Minho condujo de la misma manera, tan apresurada e inconscientemente, que volvió a temer.

Por esos arranques de furia, que siempre recaían en el menor.

Y que ponían en peligro su vida, pero él seguí ahí. Estúpidamente junto a él, para él.

…Por él.





Jaejoong caminó torpe y desequilibradamente.

Huyendo lo más pronto que podía de toda esa gente, ya lejos de la mirada y las cámaras, con la mirada desenfocada y una respiración que a veces le faltaba. Sosteniéndose en las paredes a ratos.

Asustado por esa castillo que se acababa de derrumbar ante sus ojos.

Desesperado, de haber perdido lo que tanto había llenado su orgullo en años.

Tropezó y logró medio agarrarse, sin detenerse un solo segundo. Necesitaba salir de ahí, preferiblemente sin que la prensa notara su deploraba imagen. Solo por entre los pasillos de aquel hotel, con uno que otro empleado de ahí mirándolo sin saber lo que le ocurría.

—¡Jaejoong!— Yunho llegó hasta él, agarrándolo por los hombros. Haciendo que lo mirara. Enderezándolo por completo. –Demonios, ¿cómo te escabulliste tan pronto?
—¡No me toques!

Lo empujó con fuerza, con toda la que pudo reunir. Trastabillando Yunho solo se alejó, frunciendo el ceño ante la acción.

—Jae, la prensa te ha de estar buscando. Salgamos de aquí.
—No, yo solo… ¡No!

La mirada de preocupación que Yunho le envío fue tan legítima que Jaejoong no tenía cabeza para debatirse si era real o no. Solo lo miró. Y se encogió en su lugar. Presa del dolor y la ofuscación, del poco tiempo y la exagerada preocupación que acongojaba su mente, su conciencia y su orgullo.

—Tenemos que irnos, Jaejoong.

La mano de Yunho se estiró hacía él, como si dejara en su única decisión el dejarse llevar una vez más. No importaba el juego, lo dolido que estaba, lo retorcido de su relación, Yunho siempre estaba ahí. Para bien o para mal.

Entonces tomó esa mano. Apretándola con fuerza antes de empezar moverse. Y Yunho comprendió, por que esperó, por una palabra de él. Dio un paso. Un solo paso inseguro, cerca del rostro de Jung.

—¿Quieres calmar mi dolor? ¿Quieres ayudarme en verdad? Por única vez, ¿podrías hacer algo bueno por mí.

Dolorosamente, Yunho tardó en contestar. Con su rostro serio y frío. Observando los ojos de Jaejoong tan hondamente, que parecía querer incluso poder leer su mente.

—Haría cualquier cosa por ti, Jaejoong.

Sabía mentira, cada palabra de su boca, era falsa. Y Jaejoong lo sabía.

—Solo por hoy, quiero saber lo que es hacer el amor. Finge que me amas, solo por hoy. Regálame esta noche a mí.

No hubieron respuestas ni afirmaciones, solo la mano de Yunho apretando con más fuerza la de Jaejoong mientras empezaban a correr hacía la salida. No necesitaba de palabras, al menos Jaejoong no las necesitaba. Bastaba con ese gesto, por que Yunho rara vez tomaba su mano. Y rara vez se aferraba a él con tal fuerza.




—Hay que salir de aquí, antes que los periodistas con sus autos gestionen el transito.

Kangtae sonaba serio, seguro de sus palabras. Dando vueltas al volante a su disposición. Saliendo lo más rápido que podía del parqueadero. Junsu, desde el asiento de atrás miró a Yoochun, junto a él. Perdido en sus pensamientos, apretando los puños con fuerza.

Ese irritado amor que compartían no era ni de cerca parecido al que Kangtae sentía por él.

Kangtae que había jalado de los dos, que estupefactos se habían quedado inmóviles ahí. Los había sacado de esa locura en que la fiesta de la compañía de su padre se había convertido. Preocupado por él, presente para él.

La oscura noche apenas le daba oportunidad de ver a Yoochun, despojada de tantas cosas en un solo momento, Yoochun solo miraba perdido el asiento frente a él, hasta que la luz de la calle los semi iluminó. Y Yoochun pudo ver en esas facciones el descontento, la rabia desesperada por salir. Y un odio impermutable. Aislante y desolador.




—¡Tienes que bajar la velocidad!

Changmin gritó, sostenido apenas de algún lugar en el auto, mirando a Minho, ese perfil angustiado, en una expresión extraña que estaba a punto de dejar salir lagrimas, pero tan furioso como para golpear o estrellarse contra lo primero que encontrara.

—¡Minho!
—¡¡Entonces bájate, maldita sea!!

El auto frenó bruscamente, el cuerpo de Changmin se friccionó hacía adelante con brusquedad, tanta que Minho miró asustado al mayor, estirando su mano hacía él, pero antes de que pudiera hacerlo, su mano se cerró en un puño y desvió la mirada. Esperando por que Shim terminara de bajar.

—No voy a dejarte…— Minho regresó a mirarlo, incrédulo. Con su pecho subiendo y bajando. Con ese dolor más latente ahora que se detenía a pensar. –No sé por lo que estás pasando pero no pienso dejarte.

—¡No lo sabes y no entiendes! ¡La desesperación, yo…!— Minho cubrió su rostro, con una expresión ofuscada y moribunda. –Boa es mi… madre. ¡Yo le hice lo mismo que me hicieron ellos a mí! ¡La razón por la que los odio, es por el odio que ellos impregnaron en mí! ¡Me lastimaron y yo… solo me convertí en un reflejo de mis hermanos! …Lastimando lo que debería ser importante para mi.

La voz de Minho se perdió en cada palabra, con la cabeza baja y su cabello pegado a su frente. Acongojado y perdido. Changmin soltó su cinturón. Acariciando el rostro de Minho con cuidado, para que lo mirara un poco al menos.

—No sabías que era tu madre.

—No importa.— Minho negó. –Rye… era lo único bueno en mi vida, ella y mi padre. Y ahora no tengo nada. ¡Estoy solo! Absolutamente solo, parado en la mitad de la nada. Nunca he podido… yo solo… solo quería no sentir odio por un solo día. Quería que alguien a más de mi padre me amara. ¿Es tan difícil que alguien me regale algo que otros desprecian?

Changmin sintió esa punzada en el pecho que es inefable.

—No estas solo, ¿me oyes?— Apretó las mejillas de Minho, buscando que volviera a mirarlo. Una vez más. –Yo estoy contigo. Me tienes a mí.

Los sollozos que empezaron con delicadas lagrimas cayendo por las mejillas de Minho, pronto se convirtió en un doloroso y desamparado llanto, apoyando en el hombro de Changmin, Minho solamente dejó salir todo ese dolor que nadie más allá de su padre había alcanzado a ver.

Ese desamparo total, esos pocos años de vida en los que jamás había obtenido un pequeño gesto de aprobación o amor. De afecto o cursilería innecesaria que él pudiera rechazar por ser mayor. Por ser un casi adulto.

Esas lágrimas que hoy salían, que le robaban la respiración.

—Respira, Minho… Cierra los ojos y apóyate en mí.

Changmin lo abrazó, acomodando su cuerpo a él. Dejando que el cuerpo de Minho que hoy se le sorteaba tan pequeño se pegara al suyo. Con sollozos comprimidos en quejas y rencores del pasado. En historias repetidas y dolores sofocantes, de mentiras que parecían no terminar.




Los besos de Jaejoong viajaban rápidamente, entre el cuello y los hombros de Yunho, con velocidad y pasión, como en cada ocasión, abriendo la camisa de Jung a jalones, esta vez, sin embargo antes de lograrlo. Yunho sostuvo sus manos. Mirando sus ojos, manteniendo estático a Kim.

—Me pediste que lo hiciéramos con amor, ¿verdad?— Jaejoong no se movió, solo dejó que las manos de Yunho sosteniendo sus muñecas se grabara en su mente, con su camisa a medio abrir ante el inmune frío de esa noche. –Entonces, déjate querer.

El primer beso de Yunho llegó, sublime y lento.

Cuidadosamente colocado en lado derecho del cuello de Jaejoong. Los ojos cerrados de Kim, ante su cuerpo estremecido por esa simple caricia. Entregado a esa poca respiración que nuevamente huía fugitiva de su ser.

Como si su pulso se acelerara con esas lentas caricias. Con las manos de Yunho colocándose en su cintura cuidadosamente. Rozando, descubriendo su piel, aprendiendo de su sabor. Inmune a su orgullo, las manos de Jaejoong viajaron al rostro de Jung.

Esa piel algo suave ante la nula presencia de barba. Esos labios finos que ahora se le antojaban. En un beso que jugó a ser el primero. De conocimiento y recuerdos, de sentencia a sufrimiento. Con la palabra amor cruelmente bailando entre sus bocas, como si fuera real.

Casi como una señal de angustia.

Bajo cero, impedido de pensar en algo más. Su piel entera se calentó a pesar del frío, a pesar de la oscuridad que se colaba en la habitación de Yunho. Excelsa y angustiante. En ese beso que por primera vez duró demasiado.

Como si sus piernas se movieran solas, en una danza imaginativa. Hasta que chocaron contra la cama. Y Yunho se tomó la molestia de desvestirlo por completo, con pasividad y sin apuros, sin jalones, sin tirones ni desajustes que dañaran la ropa.

Pero la ropa era lo de menos, Jaejoong lo sabía.

—¿Alguna vez me quisiste?

Cuando quedó desnudo en cuerpo y alma ante Yunho, esos ojos de Jung no volvieron a mirarlo, por que el rostro de Yunho se perdió en su estómago, bajando de a poco, arrancándole suspiros. Como si no fuera necesaria una respuesta.

Ambivalente, Jaejoong no estaba seguro de si quería saberlo o no, de si debía insistir o no. Se sentía perdido, poco concentrado. Con las manos de Yunho acariciando sus muslos, con él cerrando los ojos, y suspiros perdidos en el silencio de aquella habitación.

—Casi siempre lo hago.

Jaejoong se levantó, sentándose. Con sus labios entre abiertos, ante el rostro algo desamparado de Yunho. Como si luciera triste, casi arrepentido, confundido. Casi venerándolo a él, por primera vez solo a él.

La mano de Jaejoong se deslizó por el rostro de Yunho, olvidando que desnudos se encontraban. Como si de pronto hubiera pasado a segunda plana. Como si dependieran más de las palabras.

—¿Y en los otros ratos… me odias?

—Jaejoong…— Yunho cerró los ojos. Perdido en las caricias otra vez. Pronunciando el nombre de él, como si fuera un mantra. —…A veces me pierdo en ti. Pero nuestra historia está lejos de ser real.

—¿Nos falta amor?

—Nos falta entender, nos falta vida, nos falta todo Jaejoong. A veces considero que en esta vida, tú y yo no nos debimos conocer. Por que…
—…Solo sabemos hacernos daño.

Jaejoong negó suavemente, sus propias palabras, su propio razonamiento que lo asustaba. Como si esa vida fuera inservible. Por que no le servía, no así. No si no podía amar, y Yunho no podía amarlo. No servía y él solo deseaba una cosa de verdad.

La mano de Yunho empezó a subir por su pierna, pero él lo detuvo. Abruptamente.

—Te quiero en mí. Quiero tu fingido amor sin juegos de por medio, sin antelaciones.

La boca de Yunho se volvió a posar en la suya, con una mano en su cuello. Con esa acción de sus labios. En sus lenguas provocando a la otra, pudo escuchar el sonido suave del lubricante al ser destapado. Y ni siquiera le importó saber cuando se volvió a acostar.

Ni cuando sus piernas empezaron a levantarse, y aquel frío contacto que hizo temblar su ser otra vez. No importó por que en todo momento Yunho besó sus labios y se apoderó de él. Por que se aferró tanto a esa mentira de Jung. Que a ratos pensó que era verdad.

El primer empujón llegó algo incómodo, molesto y sinsabor de pasión. Separando sus labios y haciéndolo suspirar ahogadamente. Pero Yunho solo elevó sus caderas un poco más, mucho más. Y ese contacto volvió a sus manos otra vez. Apretándolas con fuerza, Yunho aferró sus manos a las suyas. Y Jaejoong abrió los ojos.

Se hundió en esos ojos, en esa mirada incomprensible. Entre las sacudidas de su cuerpo y los labios entreabiertos de Jung que exhalaban aire, en gemidos perdidos y deliciosos. Movimientos que empezaron a repartir placer en todo su ser.

En un vaivén de estragos pendientes.

Jaejoong se hipnotizó al gesto de sus manos unidas, a esos ojos. Y a la expresión entregada de Yunho que se parecía mucho, muchísimo al amor.





No contestó, otra vez, no contestó.

Se cansó de llamar, de esperar. De ser echada a un lado, y con una rabia mal disimulada lanzó el celular al piso del auto. Apretando sus puños, maldiciendo interiormente a todo lo que la rodeaba.

La prensa salía del hotel y el chofer pareció notarlo, por que miró hacía le mismo lugar que ella. Pero Yoona solo bufó con gracia, de brazos cruzados otra vez. Ni Jaejoong ni Yunho daban señas de vida. Y ella no pensaba seguir esperando por una contestación que no iba a llegar.

—Arranca.

Desvió la mirada en cuanto tuvo a esos periodistas golpeteándole la puerta el auto. El chofer ni se tomó la molestia de un segundo, encendió el auto de inmediato y arrancó con velocidad. Sacándola de ahí tan pronto, que Yoona solo pudo sentirse vacía una vez más.




—No tenías que hacer todo esto, en verdad no tenías.
—Ni tú, ni Yoochun. Estaban bien, no podía dejarte solo. Simplemente no podía.

En la puerta de la habitación, Kangtae le regaló una sonrisa. Posiblemente la última que Junsu vería. Y asintió, antes de asirse al cuerpo de él con fuerza, cerrando los ojos y aspirando ese aroma característico en él.

—Cuídate mucho, Junsu. Hagas lo que hagas. Hazlo todo por amor. No importa que la gente te diga que el amor no existe, mientras exista en ti. Tú manda el resto al demonio. El amor duele, pero a ti ya te ha dolido demasiado. Es hora de sonreír, Su.

Era sorprendente la manera que tenía Kangtae para leerlo. Tan claramente que Junsu sentía que en ocasiones, en otra situación, hubieran podido ser buenos amigos, tomó las manos del mayor y suspiró. No necesitaba afirmar nada, bastaba con aquello como despedida.

—Gracias por todo.
—Cuídense mutuamente, siempre.

La puerta se cerró y Junsu suspiró, ante la partida de Kangtae, quiso ser un soporte para Yoochun, pero no sabía cómo, cuando él ni siquiera había asimilado lo suyo con Junho, cuando no había tenido tiempo para pensar, solo para fingir y llenarse de rabia.

Yoochun estaba ahí, sentado en un mueble de la habitación, viendo la noche. Oscurecido en sus pensamientos, con las manos bajo su barbilla. Optó por sentarse junto a él. En silencio, en un mutismo claro de consternación. Como si hubieran perdido ambos el rumbo. Y la pena ya los hubiera atacado tanto y por tanto tiempo, que incluso parecían anestesiados ante él.

Él único movimiento que Yoochun realizó fu estirar su mano derecha hacía él, apoyada en el brazo del mueble, Junsu miró el oscuro cielo, buscó la mano de Yoochun por instinto. Y entrelazó sus dedos, juntando sus manos con fuerza.

Entre el cielo oscuro de esa noche, preludio de su futuro.

Esa noche, solo hubo un sutil y amable silencio.




Minho no sabía donde estaba, suponía que al menos en lo que parecía ser el departamento de Changmin. No observó detalles ni se molestó en hacerlo, mucho menos el lugar donde Shim vivía. Por que su mente justo ahora estaba en otra parte.

El olor del café recién preparado lo hizo sonreír. Nunca lo había percibido así. Arropado con aquella manta que Changmin le había dado, por primera vez se sintió cómodo en un lugar. Esperando por Changmin que se sentó junto a él, con aquella taza en la mano.

—Estás haciendo demasiado por mí, puedo acostumbrarme.
—Independiente de que sea yo, tú estás acostumbrado a que hagan todo por ti.

Minho sonrió, un poco al menos. Y Changmin se sintió aliviado con eso. Pasando una mano por entre el cabello de Minho, ese cabello suave, y algo ondulado en algunas partes. Logrando que su caricia se perdiera.

No quiero llenar ese vacío en ti, no quiero que dependas de mí, solo por que no tienes a nadie más…

Minho lo abrazó, apoyándose en su pecho, como si pretendiera encontrar el sueño apoyado en el cuerpo de Changmin, y casi sin darse cuenta, Changmin se fue acomodando en el sillón. Con el rostro de Minho, muy cerca de su cuello.

No quiero que me ames, solo que estás solo.

Miró su rostro adormecido, despojado de esa desesperación que contempló hace unos minutos, comprendió que esa noche dormirían ahí, contradictoriamente en el lugar más incómodo, tan solo por que Minho había decidido que el latir de su corazón, era lo más cercano a la paz que había encontrado.




El cristal de algo más logró romperse con brusquedad.

El llanto desconsolado de aquella mujer que gritaba a ratos, que atrancada en su dolor y la semi inconsciencia rompía todo aquello que se encontraba en la habitación, como si de alguna forma se mitigara el dolor.

—¡Te odio! ¡Te odio tanto!

OhDae permaneció ahí, apoyado en la puerta cerrada de aquella habitación que compartió con Boa, algo más se rompió dentro. Y cuando el ruido cesó, escuchándose apenas un sollozo desamparado, supuso entonces que las fuerzas de Boa se agotaban, que seguramente se encontraba de rodillas en el suelo.

Cerró los ojos, apoyando la cabeza en aquellas puertas blancas, deslizándose hacía el suelo. Con aquel traje mal ajustado, perdido, por completo entre la absolución y la perdida.

—Lo siento tanto…

Y por primera vez, luego de la muerte de Rye, sus ojos volvieron a dejar que las lágrimas mojaran su rostro, ajeno a sus empleados fieles, que un rincón, miraban con aprensión la situación.

De ese contradictorio instante, tan parecido a la reencarnación y la ausencia.




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