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Arualthings

Primera Plana: capitulo 23


No.

Cuando Boa finalmente regresó a casa. Su ánimo no había mejorado.

La prensa continuaba llamando, continuaban persiguiéndola, al parecer sin querer detenerse en ningún momento. Atosigándola a cada instante. Pendiente de cada cosa que podía hacer, por eso cuando llegó a casa solo pudo suspirar. Consciente de que al menos ahí no tenía que aguantar miradas curiosas.

Por que al menos dentro, ya todos sabían la verdad.

Se quitó la boina y el abrigo, con la mirada puesta particularmente en el suelo. Charlar con Siwon la había ayudado a relajarse, al menos un poco. Su hermano había entendido, la había escuchado. Y como siempre había estado ahí para ella.

Los pasos fuertes de OhDae bajando las escaleras, la hicieron sentir nerviosa. Su rostro impasible mientras arreglaba las muñequeras de su camisa. Seguramente no había ido a trabajar, y no estaba entre sus planes encontrárselo ahí.

—Creo que tú y yo tenemos que hablar.

Pero Boa no se amedrantó, por supuesto que no. Simplemente asintió, segura. A sabiendas de que en ese preciso momento su relación con OhDae no podía estar peor. Fuera del odio que existiera. La culpa estaba ahí, impregnada al saber que no había sido la forma de dar a descubrir la verdad.

Lo siguió hasta el estudio, la casa estaba silenciosa. Seguramente ninguno de los hijos de OhDae aparecía aún. Y seguramente eso es lo que había malgastado el carácter del hombre. Silencio y parcamente, OhDae se sentó tras el escritorio.

Cansado, con las ojeras bajo su rostro. Lamentablemente Boa había perdido la capacidad de sentir lastimas por él.

—¿Dónde has ido?
—Fui a ver a mi hermano.

Se sentó frente a él, con su voz igual de imperturbable. Entre la elegancia y el decorado que los rodeaba. Tan serios, que Boa por primera vez sentía que en mucho tiempo no estaba siendo hipócrita.

—La prensa, ¿te ha molestado?
—Todo el día.

No era preocupación, las palabras arrastradas de OhDae no eran más que un angustia interior que no mitigaba mientras veía su castillo de papel derrumbarse.

—Es obvio que lo nuestro es irremediable.
—Totalmente.

La respuesta inmediata Boa logró que OhDae posara sus ojos en ella. En esas facciones serias y contraídas de la mujer quien ahora lo miraba atentamente. Como si estuviera dispuesta a asumir cualquier cosa que él estuviera a punto de soltar.

—Destruiste mi familia, Boa. ¿Eres consciente de eso?

Pero ella solo sonrió, bajando un poco la cabeza, con un leve movimiento de su cabeza en señal de negación.

—Pues tú destruiste la mía, cuando alejaste a Minho por completo de mí.

El reproche era claro, conciso. Boa sacó de su costoso bolso un pequeño cigarrillo que puso en su boca lo más rápido que pudo. Encendiéndolo casi con la misma velocidad. OhDae solo arrugó un poco el entrecejo.

—¿Desde cuando fumas?

—Desde que te entregue a mi hijo, pero decidí dejarlo cuando me case contigo y pensé que podía arreglar las cosas, creí que podía amarte de nuevo como lo hice una vez, que incluso podríamos tener un hijo— Dio una larga calada, con el humo dentro de su organismo un rato. —Pero todo siempre fue una estupidez de mi parte ¿no?

Si planeaba decir algo o no, Boa nunca lo evidenció, por que OhDae únicamente se levantó de su asiento. Caminando por un momento, con sus pasos resonando en el silencio casi imperturbable que había.

Curiosamente, Boa encontró angustiante que OhDae no dijera nada. Que sus disculpas hubieran muerto la noche anterior. Aunque claro, ya ahora el hombre era consciente de todo lo que empezaba a derrumbarse a su alrededor. Y esa imprudencia suya, iba a costarles caro.

—Estoy luchando contra las ganas de echarte con todo y maletas de aquí.

OhDae fue cruel, mirándola con desagrado.

—¿Tú?— Boa rió brevemente. —¿Ahora estas ofendido? ¿Ahora en verdad te pesa la vida? Pues ella iba siendo hora.
—¡Quebraste a mi familia! No esperes que te siga teniendo compasión.

—¡Tú no te casaste conmigo por compasión!— Boa se levantó, dejando el cigarrillo sobre el cenicero, aplastándolo con fuerza. Viendo con rabia al mayor. –Tú te casaste conmigo por culpa, por que mi juventud te encandilo y por qué creíste que podrías armar otra vez una familia. Aunque…— Nuevamente, la mujer sonrió sarcástica y con una mueca en el rostro. –En realidad esto jamás ha sido una familia ni de cerca.

La verdad fue dicha en la cara, como si OhDae hubiera preferido por años sencillamente ignorar aquel hecho, que se acrecentó desde la muerte de Rye. Cuando sus hijos comenzaron a desarrollar ese odio desmedido y extraño entre ellos. Enfocados en Minho y su protección solo provocaba más distancia.

De ese amor convenenciero y respeto amortiguado que de vez en cuando demostraban hacía él. Y el hecho de no tener noticia de ninguno de sus cuatro hijos solo lo mortificó un poco más. Por que no sabía como hablar con ellos, y mucho menos como ubicarlos.

Boa lo miró fijamente, sin bajar la mirada y sin siquiera inmutarse por el denso silencio que se habituó repentinamente. Por eso OhDae suspiró. Lleno de algo parecido a la resignación mientras se apoyaba en el escritorio.

—¿Es que no te arrepientes del daño que le hiciste a mis hijos? Ellos adoraban a Rye, ella los cuidó cuando fueron adoptados. Los amó y ellos la amaron a ella. Lo único bueno que podía ver en sus ojos, ahora que son unos adultos, era ese brillo que nacía cuando hablaban de ella o la recordaban, y tú destruiste eso.

—Fuera de cómo han sido tus hijos o no. De la clase de persona que son, sé que no merecían enterarse de las cosas así. Nadie lo merece. Pero no fue enteramente mi culpa.— La memoria de Boa divagaba entre el momento exacto en el que bebió tanto como para perder el control de su boca y su cuerpo. –Además tú me has hecho más daño, que el que yo a ti.

OhDae la miró con algo de aprensión, como si esa brecha entre ellos a cada minuto se hiciera cada vez más distante.

—Seguramente perdía a todos mis hijos, probablemente estén odiándome.
—Tal vez te he hecho pagar entonces, por todas esas personas a las que también has lastimado.

Boa no planeaba seguir con esa conversación que iba en círculos. Tomó su pequeña cartera de nueva cuenta, enderezándose, dispuesta a salir de ahí y ese olor a cigarrillo que se había encerrado.

—Mi abogado te llamará en unos días.

El aviso de OhDae no la tomó por sorpresa, iba implícito a lo que se refería y lo que sucedería después. Pero no se detuvo, únicamente salió del estudio. Directo hasta su habitación.




Había pocas cosas que podían reconfortar el alma de Jung Yunho.
Entre ellas, por más bizarro o contradictorio que sonara, eran sus padres.

El silencio de ese cementerio casi desierto de personas en ese día fue gratificante. Permitiéndole pensar tanto que incluso era agotador. Caminar por entre el verde césped y las lápidas, con esos dos ramos entre los brazos.

Pensaba en Jaejoong, en OhDae, en su vida actual. En la vida simple que le hubiera gustado llevar, en lo increíble que hubiera sido ser un abogado, tal vez a estas alturas estaría incluso comprometido con alguien. Y Yoona casada con un buen profesor.

Tal vez hasta sería tío.

Los hubiera que jugaban en su mente lo hicieron sonreír, el poco viento que apenas y sacudía su cabello lo guiaba en un camino que él ya se sabía de memoria. Con aquel traje negro impecable.

Siempre pensó que cuando muriera, quería hacerlo en paz. Sin dolor ni sufrimiento ajeno. Le gustaría tener la oportunidad de visitar una última vez a sus padres. Y rezar un poco por ellos. Por esa vida desgastada que les tocó vivir.

No era cuestión de valor, pero Yunho no creía en el suicidio.

Sentarse a esperar por que llegara su momento le tomaba tiempo, y era exasperante. Y esas ganas de vivir que otros si tenían era envidiable. Pero él las había perdido hace mucho. Existía por su venganza. Y luego de eso, había perdido el horizonte.

Cuando regresaron de China, unos años después, luego de mucho papeleo OhDae cumplió con su palabra y trajo los restos de sus padres hasta Corea. Yunho nunca lo consideró una buena idea. Pero OhDae insistió.

Y ahí estaban, aquellas dos tumbas y un suspiro abandonó sus labios.

Mirando con desasosiego aquel lugar ocupado por sus padres. Pensando en lo que hubiera pasado con él si continuaran con vida. Si estuvieran junto a él. Se arrodillo con cuidado y depositó un ramo sobre cada lápida.

Las observó con cuidado. El polvo se había posado en ellas.

Sacó entonces un pañuelo blanco que siempre llevaba, y limpió un poco. El polvo se levantó apenas y Yunho pasó el pañuelo por las letras marcadas, por las fechas y las palabras que los citaban como personas realmente amadas.

Suspiró, sentado en ese césped verde, mirando las lápidas frente a sus ojos y abrazó sus piernas, como cuando era un niño pequeño y los gritos de sus padres llegaban a él. Quiso brindar por el poco tiempo que le quedaba como Jung Yunho, la mano derecha de OhDae.

Tan solo que se sentía más derrotado que nunca.

Y además, su vida carecía de sentido luego de destruir a la familia Kim.




Tenía esa odiosa revista en las manos.

Arrugaba el entrecejo cada tanto. Y por sobre todo no podía deshacerse de esa repulsión que le provocaba que hablaran de ella como si fuera un simple juguete en medio de esa familia, que desde un principio estaba destruida.

Era cuestión de tiempo, ellos solo estaban forzando las cosas.

Cuando la puerta de la casa se abrió, Yoona detuvo sus pasos. Jaejoong apareció, con la ropa mal puesta, jugando con las llaves en sus manos y una sonrisa en los labios, que Yoona no recordaba habérsela visto antes.

Apretó la revista con fuerza y lo miró, a pesar de la poca distancia Jaejoong aún no se percataba de ella. Y tenía esa repulsiva expresión de haber acabado de follar. Lo peor, es que podía poner las manos en el fuego por que Yunho tenía que ver con aquello.

—Oh, Yoona querida.

Inusitadamente Jaejoong sonrió, mostrando sus dientes blancos entre la sonrisa descaradas. Colocando sus manos en las mejillas suaves de la mujer quien se mostró recia al acercamiento. Pero Jaejoong forzó el encuentro de sus labios con la frente de ella.

—Estuve llamándote toda la noche y día. ¿Por qué no me contestabas?
—Estoy vivo. Eso es lo importante, ¿no?

Jaejoong alzó los hombros, con esa sonrisa que no desaparecía. Dispuesto a subir las escaleras. Con ese estupendo buen ánimo por todo su cuerpo, pero Yoona lo tomó por el brazo.

—Pero te desapareciste, pensé que me necesitabas anoche…

—Primeramente…— Jaejoong la interrumpió, colocando su dedo índice en los labios pintados de ella, bajando las escaleras que había empezado a subir. —…No te necesité en lo absoluto. Si soy hijo de Rye o no, ya no me interesa. Hace meses que mi mente solo se ocupa de una sola cosa.

Yoona arrugó el entrecejo.

—Y es evidente, que eso no soy yo.
—Oh, amor. Tú siempre tan inteligente. Casi entiendo por qué eres amiga de Yunho.

El sarcasmo en la voz de Jaejoong fue cruel. Y Yoona lanzó contra sus instintos por cachetearlo en ese momento. La estaba humillando, tanto que ella solo tenía deseos de hundirlo en este preciso instante.

—¿Por qué me casaste conmigo, Jaejoong?

—Por que es mejor tener al enemigo cerca. Y si te dejaba libre seguramente te lanzarías sobre Yunho.— Yoona estuvo a punto de abrir la boca, pero Jaejoong se acercó más. –Y no me salgas con que me amas Yoona. Por que se te nota en la mirada que ya no puedes fingir más. Así que la pregunta aquí es, ¿por qué tú te casaste conmigo?

Los ojos de Jaejoong habían cambiado, ahora la miraban fijamente. Como si buscaran que no le mintiera, de ninguna forma. Pero Yoona solo sonrió.

—En verdad no me conoces, Jaejoong. Yo me casé contigo por amor.
—¡Por favor! ¿Acaso tú y Yunho me creen tan idiota?

Esta vez fue Jaejoong quien tomó a Yoona por el brazo. Con fuerza, acercándola a su cuerpo dejando la seña de sus dedos en aquel blanco brazo. Yoona forzó sus expresiones a no variar. A no demostrar dolor.

—¿A qué demonios estás jugando Jaejoong?

Pero Yoona no pensaba aceptar nada, Jaejoong lo comprendió cuando ella volvió a su postura de soy dulce e inocente. Su mirada traicionare y su voz suave. Rió alto, soltando a la mujer, observando como ella misma sobaba el lugar que él había agarrado.

—Da igual… Tú solo eres un recurso más para él. Ingenua tú que crees que eres importante.

Cuando Jaejoong empezó a subir las escaleras y se perdió por los pasillos del piso superior Yoona sintió que su respiración se agitaba, agachó la cabeza y negó con fuerza. No. ¡No!. ¡NO!

Ella no merecía que ese estúpido la humillara que la tratara de esa forma.

¡NO!

Arrojó la revista al suelo y se odió a si misma por las lagrimas que caían por sus labios, sentía que alguien apretaba con fuerza su garganta y no la dejaban gritar ni respirar. Como si el dolor empezara a consumirla.

Apretó sus labios, debía aguantar. Un poco más.

Yunho se lo había pedido. Un poco de tiempo más.

Ellos pagarían, por la muerte de su padre, por la muerte de la madre de Yunho, por la vida que les tocó vivir, por lo que sufrieron. Por lo solos que estuvieron, por la imagen perturbadora de su padre suicidándose frente a ellos.

Por un momento deseó haberse quedado en China, ser una profesora, seguramente parada frente a un salón. Tal vez con Yunho visitándola regularmente, él siendo un abogando. Sin los lujos que ahora poseían pero definitivamente mucho más felices.

Entonces se calmó, limpiando las lágrimas, rogando por que sus ojos no hubieran enrojecido tanto. Subió las escaleras y abrió la puerta de su habitación. Jaejoong estaba ahí, pensaba empezar a desvestirse. Una ducha. Yoona lo supuso de inmediato.

Pero justo ahora tenía el pecho con un corazón latiendo violentamente, ni siquiera pensó más allá, solo caminó a grandes zancadas hasta él, como cuando era una niña y pos su timidez la molestaban. Su fuerza estaba renovada.

No le importaba ser la actriz, modelo, la dama perfecta.

Solo le importó ser Yoona y Jaejoong pudo verlo en sus ojos. Por que abrió sus ojos en demasía, sin la suficiente astucia como para reaccionar a tiempo. Yoona se acercó y una cachetada rompió el silencio. Un golpe fuerte y certero en aquella límpida mejilla.

El rostro de Jaejoong se volteó con fuerza, sus ojos sorprendidos, irradiando una furia repentina. Pero Yoona solo apretó sus puños. Y lo miró con resentimiento, con todo el odio que en verdad sentía. Lejos de máscaras.

—Te odio, Kim Jaejoong. A ti y a toda tú asquerosa sangre. Toda tú familia está maldita, ¿no lo ves? Son solo una pantomima. Un juego para esa asquerosa sociedad que ahora que han mostrado un punto débil los desprecia. Eso es lo que son todos ustedes, ¡simple basura!

Los gritos de Yoona fueron en aumento, Jaejoong ni siquiera midió su fuerza cuando la agarró por ambos brazos, estampándola con fuerza contra la pared. Sus respiraciones alteradas una sobre otra. Compartiendo un aire que no apreciaban.

—Cállate. Vuelve a hablar así de mi o mi familia y juró que te arrepentirás toda tu vida.
—¿Más?— Yoona rió astutamente. –Créeme estoy arrepentida desde que te conocí. Además no seas hipócrita, no justifiques con tu familia, las ganas que tienes por destruirme.

—¿Por qué? ¿Por qué te casaste conmigo?

Pero Yoona volvió a cerrar sus labios y Jaejoong apretó más esos brazos, pero ella no se quejó, solo se hundió un poco más en su lugar. Mirándolo desafiante.

—Jaejoong eres increíblemente destructivo. ¿No te das cuenta? Alguien como tú, JAMÁS podrá tener paz, JAMÁS podrá ser feliz. Al final de esta historia, solo eres alguien  pequeño. Con un disfraz muy grande y costoso.

Jaejoong entrecerró los ojos, ella planeaba herirlo. Era obvio. Pero la soltó, no iba a dejarse manipular por ella. De ningún modo. No.

—Vete. ¡Sal de aquí, Yoona!
—¡No me da la gana! Me pediste explicaciones. ¡Aquí las tienes! Te detesto a ti y toda tú maldita familia, y Yunho lo hace también.

—¡Eso es mentira!— Jaejoong se giró hacía ella nuevamente. Como si aún no pudiera concebir la idea. –Y será mejor que ya cierres la boca.
—¿Tanto te cuesta asimilar que Yunho no siente por ti nada más allá que desprecio?

Jaejoong volvió a tomarla por los brazos. –Tú lo único que estás es herida. Sabes que vengo de estar con Yunho, en su cama, con él. ¿Sabes cuantas veces estuvimos juntos ayer? Te aseguró que más veces de las que tú debes haber intentado meterte en su cama.

Yoona arrugó el entrecejo, sacudiéndose vehementemente para soltarse, pero Jaejoong solo rió.

—¿Qué pasa? ¿También te duele escuchar la verdad?

—¡No seas ridículo! ¡Solo me repugnas!— Gritó con fuerza, no pensaba rebelar que eran hermanos, aún quedaba un poco de raciocinio en ella. –Tú y toda tu obsesión con Yunho me irritan.

—Entonces deja de hablar como si tuvieras el poder para estar por sobre mí, soy más importante para Yunho que tú.
Esta vez fue Yoona la que rió a carcajadas. –Eres patético, después de tanto tiempo y ¿de verdad te has dejado engatusar tanto por Yunho? Hay que ver que sabe muy bien como utilizar sus recursos.

Jaejoong arrugó el entrecejo.

—¿De qué hablas?
—Si hubiera un tipo entre nosotros, dispuesto a dispararnos. Ten por seguro que él me salvaría a mi, tú solo eres un estorbo en su vida.

Y el impulso llegó mortífero y escandaloso. La mano de Jaejoong se levantó ante el rostro de Yoona, se impactó con fuerza, tanto que ella trastabilló hasta caer en el suelo, con su piernas apenas dobladas, el rostro bajo y su cabello cubriendo la locura de rabia y dolor que pasaban por aquellas expresiones en la mujer.

—Yoona…

Jaejoong se acercó, pero no había terminado de agacharse, cuando ella le escupió con saña. Con el rostro completamente enardecido y llena de ganas de cobrar venganza. Casi saltando del suelo se lanzó sobre el cuerpo de Jaejoong y logró hacerlo caer de espaldas.

—¡AGH! ¡Maldito!— Las piernas de Yoona se colocaron a los lados del cuerpo de Jaejoong sus manos buscando herirlo, con puño cerrado directo a su pecho o rostro, en golpes con vehemencia y algo discordantes. —¡Debes morirte! ¡Tú y toda tu arrogante familia!

—¡Cálmate pareces una loca!— Jaejoong trataba como podía de detener a Yoona, agarrar sus brazos o algo, pero Yoona estaba empeñada en lastimarlo, lo golpeaba frenéticamente, casi sin medir el lugar donde caían sus golpes, y los quejidos de dolor de Jaejoong se hacían cada vez más seguidos.

—¡Oh, por Dios!

Minkih apareció en la puerta de la habitación, el escándalo y los gritos habían hecho que los empleados en la casa se alarmaran. –¡Mayordomo Lee, llame a los muchachos!— Minkih se asomó a los barandales de la escalera. Escandalizada por la escena provocada ahí.

Pero Yoona seguía empecinada, llena de odio.

—¡Maldito! ¡MALDITO! ¡Te odio tanto!
—¡Ya quédate quieta, BASTA!

Pero Jaejoong logró atajar uno de los brazos y el cuerpo de Yoona se desequilibró, cayó hacía adelante, golpeando la frente de ambos con fuerza. Un gemido compartido de dolor, justo en el momento en que entraron los empleados para separarlos.

Yoona fue agarrada por Minkih y el muchacho que arreglaba el jardín. El mayordomo y una de las sirvientas ayudaron a Jaejoong a medio sentarse en el suelo. Cuando Boa llegó, colocó una mano sobre su boca. Asombrada. Asustada.

—Pero, ¿qué ha pasado aquí?

La imagen no ayudaba, Yoona estaba despeinada, sudorosa, sacudiéndose un poco aún entre los brazos de quienes la sostenían, su mejilla tenía una marca fuerte y roja que seguramente se convertiría en un moretón con el pasar de los minutos. Y aquel hilo de sangre que corría por la comisura de los labios de la mujer la angustió.

Pero Jaejoong no estaba evidentemente mejor, tenía marcas de severos golpes en su rostro y pecho, con la camisa a medio abrir, seguramente durante la pelea. Los brazos y cuello llenos de rasguños. Hubo un pesado silencio, todos contemplando y asimilando lo que acababa de pasar. Por más que costara demasiado asimilarlo.

—Suéltenme…

Yoona se sacudió, limpiando la poca sangre en su quijada mirando con odio a su esposo. Caminando hasta el pequeño mueble, tomando su cartera, sus pocas pertenencias y el celular, caminando pesadamente pro entre toda esa gente dentro de la habitación que la veían impactados.

Salió, desapareció de ahí. Y Jaejoong se quedó hundido en su miseria tocando sutilmente su rostro, en especial sobre aquellas marcas de uñas que ella tan bien había dejado sobre su rostro, en especial aquel rasguño profundo y extenso sobre su mejilla derecha.




Siwon subió los escalones con tranquilidad, con su pequeña maleta a un lado de su cuerpo. Esperaba encontrar a Heechul ahí, o de otro modo en verdad empezaría a preocuparse por que el muchacho tenía horas sin contestarle el celular ni nada.

Cuando al fin estuvo en el piso de Heechul, al menos a unos escalones de llegar pudo verlo, sacando un par de fundas de basura, con el cabello algo largo recogido y la ropa de dormir puesta todavía.

—Heechul, ¿qué estás haciendo?

Kim levanto levantó la mirada, colocando un mechón suelto de su cabello tras la oreja.

—Siwon… ¿qué haces aquí?
—Me tenías preocupado.— Siwon deslizó su mirada por el pasillo y las fundas negras. –Entonces, ¿por qué te dio por limpiar hoy?

—Solo quería limpiar un poco.
—Limpias cuando estás preocupado.

—No estoy preocupado.
—Pero algo te pasa.

Se miraron a los ojos por un momento, hasta que finalmente Heechul se rindió y suspiró, haciéndose un poco a un lado de la puerta.

—¿Quieres pasar?

Siwon asintió, acostumbrado a aquel lugar que tan bien conocía.

—Te puedo ofrecer un poco de agua, ¿quieres?

La voz de Heechul sonó desde la cocina luego de que hubiera cerrado la puerta, sin embargo Choi solo negó. –No, gracias. En verdad estoy aquí, por que no sabemos nada de ti. Ni siquiera avisaste en la empresa que no llegarías a trabajar.

—Si, bueno… He estado un poco enfermo.
Siwon suspiró. —¿Enfermo?— Deslizó su mirada por el lugar y Heechul solamente levantó los hombros. —Pero si prácticamente has remodelado todo el departamento.

—Digamos que necesitaba distraerme en algo y sacar un poco de la basura.

Otro suspiro por parte de Siwon, y cuando Heechul estuvo frente a él, bebiendo un poco de agua de la botella en sus manos, Siwon lo tomó de aquella mano desocupada, logrando que tomara asiento junto a él.

—Escucha, Heechul.— Siwon hizo una pequeña pausa, solo para encontrar las palabras adecuadas. —Cuando conocimos a OhDae en aquella inauguración él te impacto mucho, incluso solías hablarme de él a menudo. Pero un día simplemente dejaste de mencionarlo, como si fuera un secreto. Y ahora, pasa esto de la familia Kim y tú ni siquiera vas a trabajar.

Las manos de Siwon se encontraban sobre las de Heechul, y él de repente lucía impasible, como si no entendiera a lo que se refería. No quería hablar, era obvio, pero Siwon tampoco pretendía dejarlo solo.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, Chul.

Pero Heechul volvió a guardar silencio, bajando un poco la cabeza, con un pequeño suspiro en los labios. No era el momento para hablar, no aún. Sin embargo el contacto de las manos de Siwon era un gran apoyo, apretó un poco el agarre, y sonrió. Regresando su mirada a él.

—Si, lo sé.

Y Siwon correspondió a esa sonrisa. Le tranquilizaba al menos un poco. Saber que Heechul confiaba en él.




Changmin había preparado un poco de pasta.

El aroma era agradable, súbitamente reconfortante dentro del pequeño pero sofisticado departamento. Minho esperaba ya en la mesa, observando la cocina completamente blanca, los platos que Changmin empezaba a poner sobre la mesa, algo costosos seguramente.

Changmin sabía donde estaba cada cosa. Era su departamento, no había otra explicación.

Pero entre más veía el lugar más difícil de creer parecía. Tenía pequeños detalles costosos, que él había visto en las habitaciones de sus amigos, cosas que él hubiera podido comprar sin problemas. Cosas que alguien con el sueldo de Changmin no podía comprar. Ser chofer no podía generarle tantas ganancias.

—Ya está listo.

Changmin depositó la pasta sobre la mesa, en aquel recipiente grande de vidrio, con una sonrisa satisfecha en el rostro y Minho le correspondió. Aspiró con fuerza, y amplió su sonrisa un poco más.

—Huele delicioso.
—No soy tan malo en la cocina.

Shim empezó a servir en los platos, y Minho lo observó fijamente. Hasta ahora no sabía nada de su familia y tampoco pensaba dar señas de vida. Estaba bien ahí, en aquel departamento junto a Changmin, en su ambiente, en ese mundo pequeño que había formado. Vistiendo un poco de su ropa. Admirando cada cosa nueva que descubría en el mayor.

—Creí que prepararías algo más sencillo.
—Me gusta la pasta, y come bien Minho que seguramente no comiste ayer por la noche.

Minho asintió con una sonrisa en la boca mientras tomaba el tenedor para poder envolver en él los espaguetis. El sabor fue exquisito. Seguramente la especialidad de Changmin quien sonrió ante su evidente expresión.

—Bueno, ¿no?
—Si, ¿quién te enseño a cocinar?

—Una vecina de donde yo vivía cuando era joven.— Changmin empezó a servir un poco de jugo en los vasos, distraídamente compartiendo cosas personales con Minho. —Papá murió cuando yo tenía siete, así que mi mamá trabajaba mucho. Y no tenía tiempo para cocinar, yo solo estudiaba, así que un día le pedí a la anciana que vivía junto a nosotros que me enseñara para poder sorprender a mamá. Le parecí extremadamente tierno y accedió. Así que aquí me tienes.

—El perfecto compañero de vida.
—Eso dicen.

Minho sonrió ante la modestia mal disimulada de Changmin. Y continuó comiendo, observando a Changmin que también empezaba a comer. Había algo que no entendía, si en ese entonces Changmin solo estudiaba, ¿cómo había terminado como chofer?

—Este departamento es muy costoso para un simple chofer.

Su pregunta llegó suave, algo desinteresada, buscando que Changmin no lo mal entendiera o se sintiera incómodo, pero Changmin únicamente lo miró antes de beber un poco de jugo y responder.

—No es mío, es de un amigo, sabes que prácticamente vivo en tu casa, solo me pidió que lo cuidara mientras esta de vacaciones.
Minho asintió, empezando a entender poco a poco. —Pues tienes un amigo con mucho dinero.

Changmin sonrió, fingiendo que el comentario pasaba desapercibido. Minho continuó comiendo y él de pronto perdió el apetito. Minho era listo, por supuesto que si, no en vano había ganado tantos premios y había logrado salir con aquellos cuatro muchachos por tanto tiempo sin que ellos se percataran.

Oh, diablos… Recordar aquella etapa de Minho siempre le provocaba un dolor intenso de estómago. Se sentía como en una lucha contrarreloj, angustiado por no saber en que momento Minho se podía aburrir de él, y decidir estar con alguien más.

Además claro, del hecho de que Minho podía descubrirlo, podía darse cuenta y temía por que el menor no quisiera escucharlo. No quisiera escuchar sus explicaciones, de que en verdad se estaba empezando a enamorar de él.

Y por supuesto, estaba aquel brillo en la mirada del menor. Temía que Minho confundiera lo solo que se sentía, con un supuesto amor. No sabía como tomar aquello. Eran tantas cosas en su cabeza, cuando era consciente de que lo único que debía habitar en ese momento, era su puesto como editor. Y nada más.

—No estás comiendo.

Minho ya había terminado su plato y Changmin se mostró sorprendido ante aquello, ¿cuánto tiempo se había sumergido en sus pensamientos que ni siquiera había podido seguir comiendo al ritmo de Minho?

—¿Está todo bien?
—Si, Minho. Solo estaba pensando.

Minho sonrió. —¿En mi?

Cuando el menor cambió de asiento para estar junto a él, Changmin sonrió, apoyando el codo sobre la mesa y la barbilla en su mano. Le encantaba ver el rostro de Minho su expresión sonriente. Que lo contagiaba.

—Más o menos. Pero tú por lo visto solo te concentraste en comer.
—Me dijiste que me alimentara correctamente y eso hice.

Minho sonrió como un niño pequeño que acaba de cumplir con su tarea, y Changmin rió divertido sacudiendo un poco su cabello. En verdad no tenía muchas ganas de comer ya, e iba a levantarse para poder recoger los platos, cuando Minho lo sostuvo de la mano, apoyados ambos en la mesa, con la cabeza baja y un sutil temblor en las manos.

—¿Minho?— Pero el muchacho no levantó la mirada. —¿Qué pasa?
—Te amo.

Changmin lo miró confundido. Tomando asiento nuevamente, tenso. Callado. No estaba preparado para esto. Ni siquiera creía que ocurriría tan pronto. Y sus propios fantasmas lo abrigaron de nuevo. ¿Y si Minho creía amarlo por que estaba solo? ¿Y si su amor era únicamente dependencia? ¿Y si no era amor en verdad?

Las inseguridades se volcaron en él, y él las escuchó, a cada una de ellas.

—Minho… Tú no me amas.
Los ojos de Kim se levantaron asiduos, sorprendidos. —¿Qué?

—No me mal entiendas, es solo que… Tú en realidad te sientes solo, ya no tienes a tus cuatro enamorados, no tienes a tu padre, nunca tuviste a tus hermanos y ahora descubriste que ni siquiera a tu madre y yo soy lo más cercano que tienes al amor ahora, estas confundido… Y no quiero que…

Pero Minho no se quedó a escuchar, soltó sus manos y se quedó frente a él, abrió la boca un par de veces para hablar, tratando de decir algo coherente. Pero solo pudo mirar a Changmin y esa angustia en sus ojos. Sin embargo Minho solo canalizó el rechazo, lo avergonzado que se sentía. Lo ausente de confianza y cariño que se encontraba.

—Minho, escúchame por favor…

Changmin se levantó también. Podía leer en sus ojos que quería irse, y no lo dejaría alejarse una vez más.

—No.— Minho sacudió un poco su cabeza, pero Changmin lo agarró del brazo. –Déjame.
—Minho. Basta, solo escúchame un poco.

Changmin lo rodeó con sus brazos, con fuerza, sintiendo el aliento de Minho en su cuello, pero él solo se tensó ante aquello, como si se hubiera bloqueado por completo.

—Déjame ir por favor, Changmin.— Minho exhaló, casi sin fuerzas. –Esto es muy vergonzoso para mí. Yo nunca antes le había dicho esto a alguien. Dime…— La voz de Minho se entrecortó un poco. –Dime, ¿por qué alguien como tú merece esas palabras? ¿Por qué tu de entre toda la gente?

Los puños de Minho se cerraron alrededor de la camisa de Changmin, pero él solo lo apretó un poco más contra su cuerpo. Changmin decidió hablar, decir todo lo que pasaba exactamente por su cabeza.

—Tal vez por la misma razón que yo no entiendo, por qué estas en mi cabeza a cada momento. Me siento tan inseguro, angustiado. Nunca me había sentido así con alguien. Creo que sería feliz si te quedaras aquí conmigo, lejos de ese tormento que tienes por familia. Minho solo quiero que seas feliz, pero no sé que es la felicidad para ti. No se nada de ti.

Minho empezó a soltarse, con la cabeza baja y una mano pasando por su propio rostro.

—Creo que necesito pensar.
—Minho…

Changmin estiró su mano para volver a tomar su brazo, pero esta vez Minho se movió hábilmente. Evitando que su tacto lo alcanzara.

—No quiero que me sigas, solo por que sabes que estoy solo.

Y aquello sonó a reproche. Changmin se paralizó ante aquello. Eso había sonado exactamente a su temor de ‘No quiero que me ames solo por que estás solo’ lo sabía, interiormente lo presentía. Minho y él compartían los mismos miedos, los mismos temores que los acosaba ante la inexperiencia de vida que poseían.

Cuando pudo reaccionar Minho ya no estaba ahí, y lo único que pudo hacer es agarrar las llaves de su auto. Que Minho no conocía que tenía, y a riesgo de ello, salir corriendo tras él.




—No pensé que querrías verme luego de lo que ocurrió en la fiesta. Lo vi en las noticias.

Junho miró con algo de empatía a Junsu. No conocía a esa gente, su circulo social ni su vida. Y mucho menos entendía, por que aquel hombre que era su padre había hecho todo aquello, seguramente no podía sentir nada parecido a lo que Junsu hubiera sentido la noche anterior, pero al menos trataba de ser equitativo.

Por que sencillamente no conocía a OhDae, ni a sus otros medio hermanos, fuera de Yoochun. Sencillamente no podía desarrollar emociones por personas a las que ni siquiera había visto en persona.

—Si, ya me imagino.

Junsu suspiró, dejando la taza con café sobre la mesa. Mirando el rostro de su hermano. De su verdadero hermano, no a medias. Su hermano gemelo. Y aunque hubieran sutiles diferencias, se evidenciaba un parecido casi aterrorizador.

—Lamento como me comporté la última vez que nos vimos. Es solo que… Fue muy difícil de asimilar que pues… Somos hermanos.
—Lo sé, te entiendo, cuando mamá me lo contó también fue muy difícil hacerme a la idea de que había alguien en alguna parte de Corea, muy parecido a mí. Que compartía mi sangre.

Junho matizó los cambios entre el Junsu de ayer, con el Junsu de esta mañana. Cierto era que tenía un poco más de vitalidad en la mirada. Ya no estaba tan apagado como la primera vez que se vieron. Ahora había algo diferente y no podía comprender el por qué.

—La verdad es que no te conozco de nada, Junho. No sé quien eres, pero ni tú tienes la culpa de nada, y mucho menos yo. Lo que hicieron nuestros padres o no, no nos incumbe. Pero me alegra haberte conocido…

A Junho le pareció que Junsu estaba a punto de decir algo más, algo que completara esa frase, pero Junsu solo cerró su boca y estiró su mano derecha. A lo que Junho correspondió, estrechando sus manos cortésmente.

—Estás enamorado.

La afirmación de Junho lo tomó por sorpresa.

—¿Cómo?
—Se te nota.— Junho señaló su rostro. –Te brillan los ojos. Es algo que se puede detectar con facilidad.

—¿Cosas de gemelos?
—Supongo.— Junho sonrió levantando un poco los hombros. –Solo puedo ver que estas enamorado, pero no eres feliz. ¿Por qué?

Junsu se removió un poco.

—No importa. Mejor hablemos de otra cosa.

Junho removió un poco el pastel en su plato, con la mirada fija en el postre. Sin hacer mucho caso al cambio de conversación que Junsu planeaba hacer.

—El amor es hermoso, yo aún no me he enamorado. Pero debe ser verdaderamente increíble para que la gente hable tanto de él, y lo busque con tanta intensidad. Si alguien quiere a otra persona sinceramente, ¿por qué otras personas se atreven a opinar sobre él? ¿Por qué se quejan de que dos personas se amen, quien dice que está mal? ¿Ellos? Yo pienso que el amor, en sus diferentes formas es igual de hermoso. Entre más diferente, mejor. Lo diferente lo hace especial. Y luchar a pesar de las adversidades, a pesar de lo complicado, a pesar de lo que el resto crea o diga, solo lo vuelve más hermoso.

Junsu miró a Junho y una difícil sonrisa salió de sus labios, difícil por que de pronto le entraron ganas de abrazarlo y llorar. Sentía que había perdido hermosos años. Que le hubiera gustado vivir en ese pueblo en China en el que Junho decía vivir. Abrir los ojos ante un basto cielo despejado, libre de preocupaciones. Donde no fuera más parte de esa tormenta de familia que lo acosaba.

—Lo es, el amor es…— Junsu cerró los ojos, con una sonrisa en los labios. Rememorando la imagen de Yoochun con fuerza en su cabeza. Con las lágrimas jugando a escaparse. —…Es renacer. En cada momento, en cada beso. Es como ser un novato eternamente. Es paz.

—Curioso… muchos dicen que el amor es cursi.

—Por que no lo conocen en verdad. Por que siguen creyendo que es como en las películas. El amor duele también, por que a veces no es el momento indicado. Pero es grandioso, cuando lo entiendes, cuando lo comprendes. Cuando lo llegas a conocer.

Junho sonrió, complacido con aquello. Bebió un poco de agua y Junsu pareció suspirar brevemente.

—Entonces, Junho. Cuéntame sobre mamá. ¿Cómo era ella?

A Junho parecieron brillarle los ojos solo de recordar y una sonrisa iluminó su rostro. Eso era amor. Esa calidez que te llena el pecho tan solo recordando a alguien. Era amor, fraternal. De ese que Junsu tan poquito conocía. De ese que buscaba, se le impregnara un poco.

Unos asientos más allá, con una sonrisa en el rostro. Yoochun pudo observar con tranquilidad como Junsu y Junho había logrado empezar a acoplarse, y su conversación se hacía divertida, movían sus brazos y reían.

Yoochun sabía que antes de irse, Junsu necesitaba eso. Un poco de verdadero calor familiar, conocer un poco de eso antes de marcharse del todo. Sabía que Junsu lo escucharía, por eso le propuso llamar a Junho y citarlo en esa cafetería.




OhDae bebió un poco más de whisky.

El sabor amargo, el cerebro obnubilado ante todo lo que empezaba a agobiar a su hogar. Si es que alguna vez lo fue. Había escuchado los gritos, el escándalo y finalmente Minkih llamando al mayordomo y pidiendo ayuda.

No sabía de qué se trataba. E incluso había dejado de importarle.

¿Se trataría de Boa?

Sirvió un poco de ese licor en el vaso, descoordinadamente, casi mojando sus manos también. Se encontraba casi acostado en el aquel sillón. Con el cuerpo flojo y sin que tuviera ánimos de lucir al menos decente.

Volvió a beber, y volvió a ver la imagen de Rye en aquel cuadro grande y hermoso.

—Si estuvieras con vida, Rye… ¿Estaríamos así?

Levanto el vaso en dirección al cuadro, pudo escuchar desde el estudio la puerta principal cerrándose con fuerza, seguramente ante la partida de alguien. ¿Tal vez Boa? Suspiró apesadumbrado, bebiendo nuevamente. Sumergiéndose en la inconsciencia que era mejor que esta obtusa realidad.




—Señora…

Minkih observó preocupada como Boa se deslizaba por toda la habitación, con una maleta abierta sobre la cama, depositando en ella pocas pertenencias como ropa, joyas, maquillaje, su celular, distintas cosas que podían servirle a la mujer.

Como si empacara toda una vida en una sola maleta.

—Señora…— Volvió a llamar a Boa, pero ella ya se encontraba cerrando la maleta. —¿Desea que la ayude.

Algo agitada, Boa levantó la mirada. –No, muchas gracias, Minkih.— Y trató de sonreír suavemente, agarrando el bolso y su maleta. –Solo me llevare lo necesario, luego mandaré a ver el resto. Por favor tenlo listo más adelante.

—Como desee.
—Minkih…— La empleada levantó la mirada, atenta a las siguientes palabras de Boa. –Por favor cuida bien de Minho.

Boa depositó la maleta en el suelo, abrazando sorpresivamente a la mujer quien tardó en reaccionar un par de segundos antes de corresponderle adecuadamente.

—Cuídese mucho, señora.
—Igualmente.

Con toda la gracia y elegancia, propia de la señora de casa. Boa tomó de nuevo su maleta, empezando a salir de la habitación. Luego de la adusta y brusca salida de Yoona hace unos minutos. Jaejoong se había encerrado en su habitación furioso. Gritándole a todos que lo dejaran solo, que no se acercaran.

Eso ya no era una opción de vida. Entonces Boa empezó a recoger sus cosas.

Cuando empezaba a bajar las escaleras uno de los empleados se acercó educadamente a ella, solicitando ayudarla con la maleta, pero ella se negó, con una sonrisa en el rostro. Kwon Boa no era más parte de esa familia.

Con sus pasos suaves y delicados, con una maleta en mano y un bolso sobre su hombro. Boa abandonó la residencia Kim, con la cabeza en alto, con la mirada plasmada en ese lugar nuevo que le esperaba fuera de ese infierno.

Y los empleados la vieron marcharse, con algo parecido al respeto y la admiración. La puerta se cerró de la mano del mayordomo Lee, y todos ahogaron un pequeño suspiro. Ante la partida de la mujer. La poca paz y calma que le quedaba a esa casa.




Junsu, luego de varias de platicar y salir con su hermano. Vio partir a Junho en un taxi seguramente para descansar en su hotel. Agitó su mano en señal de despedida, y sonrió satisfecho con ese día que había resultado esplendido.

Junho era tan diferente, tan ajeno a ese mundo que a él lo envolvía.

¿Tendría Junsu esa mirada limpia de haber crecido justo como era la voluntad de su madre? ¿Hubiera sido distinta su forma de amar de haber crecido con su madre y Junho? Seguramente que sí. Pero no se hubiera encontrado jamás con Yoochun.

—¿Todo bien?

La voz oportuna de Yoochun a su lado lo hizo respirar profundo, y el momento en que Yoochun entrelazó sus manos lo hizo asentir con cuidado.

—Todo está perfecto, Chun.
—¿Qué te parece si vamos a comprar algo de ropa para el viaje? Dudo que quieras pasarte por casa.

Junsu sabía, que había ropa que no necesitaba más. Pero Yoochun parecía tan decidido y feliz. Que aceptó de buena gana, caminando entre las calles, tomados de la mano. Sin importar las miradas o los que dijeran a sus espaldas.

—Mira Chunie, ¿te gusta este abrigo?

Yoochun sonrió divertido viendo a Junsu acercarse a la tienda, entrado inclusive. Era curioso que quisiera un abrigo cuando iban a viajar a una costa, a islas encantadas. Muy lejos de aquí.

Pero ingresó tras él, con pasos lentos, contemplando la imagen etérea de Junsu mientras hablaba con la dependienta sobre el precio de la camisa y los colores. La sonrisa en Junsu era aterradoramente bella. Y Yoochun sintió que verlo así era lo mejor que podía pasarle.

Era la decisión correcta, alejarse de todo y de todos. Era la opción correcta. No había nada más que pensar, solo dedicarse el tiempo necesario y esperar por salir lejos de aquí sin nadie que los atormentara o atosigara.

—¡Mira, Yoochun! ¿Te gusta este sombreo?

Junsu se giró con aquel sombrero en la cabeza y la mirada diferente. Sonreía y estaba repleto de vida. Yoochun asintió gustoso. Caminando hasta él, colocando sus manos sobre las mejillas de un Junsu que parecía ajeno de repente al no comprender lo que pasaba por su cabeza.

—¿Pasó algo?
—Nada, ahora todo está bien, Su.

Y besó sus labios, con premura y emoción contenida. Con un sabor dulce que acompañaba los labios de Junsu en ese momento, que sabía a chocolate y que arrancó una sonrisa final cuando sus ojos se encontraron.




Miró su celular por sexta ocasión.

Aún sentía la impetuosa necesidad de hablar con Minho, saber como estaba. Minho era frágil, muy ausente a las cosas sofocantes de la vida. Pero Jinki luego recordaba lo que les había hecho. Y sentía que en verdad lo conocía.

Pero de todas formas haber pasado por todo lo que pasó aquella noche debería ser tormentoso. Había visto su rostro en la multitud, perturbado, asustado. Luego todo había pasado demasiado de prisa y él lo había perdido de vista.

Cierto es que Minho se había portado mal con él, y que quizá el amor se iba desvaneciendo de a poco. Pero eso no cambiaba las cosas y que quisiera saber que Minho estaba bien, pero después pensaba en que Minho llevaba tiempo sin hablarle incluso desde antes de que todo mundo se enterara de la verdad. Así que no tenía ningún sentido.

Finalmente tomó el celular y marcó un número que había empezado a aprendérselo de memoria.

—Aló.
Taemin, soy Onew… ¿Cómo estás?

—Bien, tranquilo en mi casa, aburrido en verdad.
¿En serio?— Jinki mordió momentáneamente su labio inferior. —¿Te apetece salir un rato? Quiero despejar mi mente un rato.

Minho, ¿cierto?
También, me preocupa un poco por lo que debe estar pasando, pero quiero salir un rato contigo.

La respuesta tardó en llegar, Onew creyó haber dicho algo incorrecto aunque no podía encontrar el qué. Después de unos segundos, Taemin volvió a hablar.

De acuerdo, ven a verme en una hora. ¿Te parece?
—Allí estaré.

Sin darse cuenta Onew sonrió divertido, mirando el celular por un largo rato, antes de levantarse de la cama y empezar a tararear una corta canción mientras se encaminaba a la ducha.




Changmin dio vuelta en una esquina, tenía más de media hora conduciendo, buscando sin encontrar por ningún lado a Minho. ¿Cómo podía saber que dirección había tomado el menor? Lo único que sabía es que a su casa no se dirigía.

Trataba de no alejarse demasiado por la sencilla razón de que seguramente iba caminando, no se había llevado el celular ni la billetera. Andaba con la ropa del mismo Changmin como para llevar alguna pertenencia propia.

Suspiró intranquilo, apretando el volante en sus manos, entre las pocas personas que había en la calle. Hasta que finalmente lo vio, la espalda amplia de Minho mientras caminaba por la calle, con un paso algo apresurado.

Changmin aceleró, hasta lograr ponerse a su lado, bajando el vidrio con cuidado.

—Minho… Por favor entra al auto.

Pero Minho solo se mostró sorprendido.

—¿También te dejó las llaves de su auto? Que conveniente.
—Salió de viaje, ¿qué esperabas? Sube por favor.

Más mentiras, pero Changmin sabía que aún no podía decirle toda la verdad, no cuando su relación ahora más que nunca pendía de un hilo. Pero Minho continuó caminando, y Changmin decidió frenar con fuerza y bajar del auto.

—Hablemos un rato. Fui estúpido y  lo siento.— Tomó de los hombros a Minho, haciéndolo girar, que sus ojos lo miraran otra vez.
—Einstein dijo una vez que hay dos cosas que son infinitas, el universo y la estupidez humana. Y yo, al igual que él, del universo no me siento tan seguro. Así que no te disculpes.

Se alejó unos pasos, cruzado de brazos. Como si la caminata y los minutos lejos de Changmin lo hubieran calmado de repente. Changmin decidió entonces dejar pasar unos segundos en silencio.

—¿En verdad me apresuré al decir que te amo?
—Más que apresurarte, no era el momento adecuado.
—¿Te asusta mi pasado con mis antiguas relaciones, verdad Changmin?

Minho sonrió ligeramente complacido ante lo incómodo que se mostró Changmin ante la mención de aquello, pero luego solo suspiró.

—Pienso que el amor es esto que siento por ti, no lo conozco, pero creo que a si debe ser.— Changmin miró a Minho, la manera en que parecía un poco más pacífico mientras le hablaba. –Eres la única persona que me vio en realidad desde el primer momento. Y si estamos hoy aquí es por que a pesar de todo me conoces en realidad, y me quieres de verdad. Por que no hay nada que pueda ocultarte.

Changmin se sintió terrible, mintiendo y engañando. Sonsacando información de la familia Kim. Mientras a Minho le resultaba tan fácil decir que estaba frente a él sin máscaras.

—¿Por qué me ves así, Changmin? Como si quisieras decirme algo y…
—Yo también te amo.

Lo abrazó, ahogando las palabras de Minho, rindiéndose ante todo. Dispuesto a dejar todo atrás. Quería sacar a Minho de ese infierno más que cualquier otra cosa. Quería poder estar con él, decir sin que sonara a mentira que lo amaba.

Sencillamente por que estaba ahí.

Por que si no fuera por su trabajo, Minho jamás lo hubiera dejado acercarse, y Changmin jamás lo hubiera conocido en realidad. Si Minho decía que lo amaba, le iba a creer, y mañana mismo, cuando estuvieran lejos de ahí, en alguna playa donde pasearon hace unas semanas, decirle la verdad. Toda la verdad.

—Minho vayamos a la playa otra vez.

Minho en cambio parecía no salir de su estupefacción cuando Changmin se alejó un poco y lo miró a los ojos. —¿…Qué?
—Que vayamos a la playa, de esa vez cuando no fuiste al instituto. Vayamos al mismo lugar.

—Pero, ¿por qué?
—Por que tengo que decirte muchas cosas.

Estaba confundido, muy confundido aún, pero de todas formas Minho asintió y Changmin sonrió, como si el peso en su espalda empezara a ser menor. Abrazándolo otra vez, besando sus labios después. Volviendo a repetir que lo quería, solo que esta vez sonaba un poco más real.




—No puedo creer que hayas accedido a acompañarme a hacer las compras.

Su madre sonrió agradecida y Joonghyun solo esbozó una sonrisa que pretendía ser igual, a pesar del montón de fundas que llevaba entre las manos. Suspiró agotado cuando la vio entrar en el banco un momento. Decidió entonces sentarse a esperar.

Miró su celular por instinto, no tenía una sola llamada de Key, no es como si buscara hablar desesperadamente con el muchacho, pero al menos esperaba que le devolviera una de las tantas llamadas que le ha lanzado durante el día anterior.

Entonces ocurrió, Kibum apareció, salía de una de las tiendas en el centro comercial, con una pequeña bolsa entre las manos, con su andar sofisticado y relajado. Buscó el número de Key con rapidez, e incluso giró hacia donde él se encontraba.

Key se detuvo un momento sacando el celular de su bolsillo observando la pantalla por un instante antes de cortar la llamada y finalmente volverlo a guardar. Joonghyun arrugó el entrecejo, Key había reanudado su paso y se alejaba sin problema.

Lo estaba ignorando, descaradamente.

—Hijo…— Joonghyun giró bajando el celular en su oreja, con una expresión tranquila. —¿Sucede algo?
—Nada mamá. ¿Tenemos que ir a otra parte?

Luego de eso prefirió entretenerse y fingir, que aquello no le había provocado una desazón en la boca del estómago.




Los tacos de Yoona resonaron con fuerza en el cementerio, excepto cuando ingresó en la sección del césped y su desesperación aumentó, por llegar al lugar adecuado cuanto antes, lo más rápido que podía. Lo vio, arrodillado frente a las tumbas.

—Sabía que estarías aquí.

Yunho levantó su mirada lentamente, pero la expresión serena en su rostro se borró de inmediato. Se levantó lo más rápido que pudo, sus cejas juntas. Tocando con temor el morado en la mejilla de ella.

—¿Qué demonios te pasó?

No sonaba a reclamo, solo a preocupación, pero Yoona solo alejó su mano con fuerza, logrando que Yunho se mostrara aún más confundido.

—Ha sido tu adorado tormento, ¿te sorprende? Pues a mi me sorprendió más que te hubieras pasado la noche entera entre las sabanas con él.

Un empujón por parte de Boa, y Yunho frunció el ceño.

—¿Él te hizo esto? ¡¿Fue Jaejoong?!

Boa desvió la mirada, con su rostro molesto. Asintiendo y cerrando los ojos en el intento.

—Si, fue él.

Yunho giró, más que molesto, con un paso tan rápido que Yoona tardó en alcanzarlo, en agarrar su brazo y lograr que se detuviera.

—¿Qué pretendes hacer?
—¡Romperle la cara! Eso pretendo.

Pero Yoona solo lo atajo una vez más. –No te preocupes, ya me he encargado yo de eso.
—¡¿Pero por qué demonios terminaron así?! ¡Yoona falta tan poco y tú vas y le buscas pelea a Jaejoong!

Se soltó con fuerza, logrando que Yoona bufara y riera ente los gritos por parte de su hermano.

—Oh por favor, deja de fingir Yunho que tú y yo sabemos que desde hace mucho yo les estorbo, tú eres el mas indicado para destruirlo

Pero Yunho la ignoró no muy dispuesto a seguir escuchando, únicamente con la imagen de Jaejoong golpeando a Yoona, provocando aquella marca en el rostro de su hermana. Que únicamente le placía ir y devolverle el golpe, tan fuerte que ya no se querría detener.

Yoona subió al auto antes de que Yunho arrancara, a una velocidad considerable, entre la carretera algo vacía de autos. Con la molestia colgada en su alma todavía.

—¡Todo esto es por haber demorado tanto en comenzar con todo! ¡Te dije Yunho que deberíamos apurarnos!
—Ya transferí todo el dinero de OhDae, lo metí en negocios sucios sin que él se percatara. ¡Esto no tenía que pasar! ¡Perdiste la frialdad que habíamos acordado!

—¡¿Cómo pretendías que me calmara cuando el imbécil ese me restregaba en la cara que se habían follado toda la maldita noche?!

Yunho giró por instinto hacia Boa, sin soltar el volante. Pero asustado con lo horrible que había sonado esas palabras de la boca de su hermana.

—Dime que no es verdad Yunho…

—Creo que debemos detenernos, esta venganza terminara por consumirnos si no nos detenemos. Ya destruimos a OhDae y su familia ante la vergüenza publica. Ya vámonos, Yoona. Solo vámonos y olvidémonos de Jaejoong. Lejos de Corea, solo los dos. Olvidémonos de los Kim de una vez por todas.

Yoona se quedó estupefacta, con los ojos muy abiertos, mientras el auto continuaba andando.

—No… No, ¡tú no estás diciéndome que abandonemos todo ahora cuando yo ya me casé con él!— Yoona golpeó con fuerza el brazo de Yunho. —¡¿Tienes idea de todo lo que hemos pasado?! ¡¿POR QUÉ DIABLOS TE QUIERES HACER PARA ATRÁS?!

Boa gritó, desesperada, con su respiración fallándole.

—¡¿No te das cuenta?! ¡Terminaremos como ellos si no nos detenemos ahora!
—¡MENTIRA! ¡Estás traicionándome! ¡Por Jaejoong!

Yunho giró indignado hacía ella. —¿Te has vuelto loca? Yo jamás te dejaría sola.
—Pues eso no es lo que parece, ¡yo acabaré esto contigo o sin ti! La muerte de mi padre no va a quedar impune.
—¡¿De qué demonios estás hablando?!

Pero antes de que Yoona tuviera la oportunidad de hablar, el claxon acelerado y desesperado de un carro que venía frente a ellos en dirección contraría los hizo girar, Yoona tapó por instinto su rostro y Yunho trató de girar a tiempo el volante.

—¡Yunho!

El grito de Yoona fue el último en escucharse, el auto que los hermanos compartían giró con demasiada fuerza, pronto perdió el equilibrio y dio dos vueltas completas en el aire, levantándose mínimamente del suelo pero chocando violentamente contra el suelo, arrastrándose aparatosamente sobre él.

El conductor del otro auto bajó asustado. Observando el carro de los dos muchachos alejarse metros incluso mientras los vidrios se rompían en cada impacto. El hombre se acercó corriendo, llevó una mano a su boca en cuanto vio la imagen presente una vez el auto se hubiera detenido, de cabeza sobre el asfalto.

La imagen era terrible, ambos se encontraban inconscientes, la mujer se encontraba bañada en sangre y el hombre presentaba un fuerte corte en la frente, además de uno de las partes del carro fuertemente impactado contra sui hombro derecho, sangre por todas partes.

Sacó velozmente su celular, tratando de llamar a una ambulancia que se acercara a auxiliarlos cuanto antes. En algún momento aquella pareja se había cambiado de carril, y no se habían percatado de ello. Angustiado logró dar los datos y trató de ver que hacer por los dos jóvenes en la camioneta.

Uno de los celulares, ya en el asfalto comenzó a sonar, el hombre apenas pudo leer el nombre de ‘Jaejoong’ sin embargo cuando finalmente lo agarró. La llamada se había cortado y por suerte un par de autos que empezaron a circular frenaron cerca de ellos, probablemente dispuestos a ayudar.




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