KINGDOM TVXQ!

CLOSE 2U
Arualthings

Primera Plana: capitulo 24


9.12

—Entonces, ¿qué sucede cuando sumamos cinco más ocho manzanas?
—¡Obtenemos trece manzanas!

Yoona rió ante la efusividad en la voz de los pequeños que parecían incluso felices, probablemente por que en un par de horas iniciaron las vacaciones por feriado. Y no aguantaban las ganas por escapar de clases que tenían.

—Bien, niños. No olviden hacer su tarea asignada, recuerden que no les he mandado demasiado. Precisamente para que la traigan completa.
—¡Si, maestra!

La campana que marcaba el final de la clase sonó. Y los niños velozmente empezaron a recoger sus cosas, entre platicas y risas por doquier. Planes que se extendían incluso fuera del país.

—¡Que tenga unas felices vacaciones, maestra!
—¡Pásela muy bien señorita Yoona!
—¡Igualmente niños! Disfruten de estos días libres.

Pronto el salón se encontraba vacío. Las pequeñas voces se habían marchado, y las bancas algo desubicadas era de lo poco que quedaban en el salón. Yoona tuvo el instinto de que extrañaría esas aulas por los días que venían.

Dos golpes suaves en la puerta del salón, y ella giró con una sonrisa en el rostro.

—Yunho, ¿qué haces aquí?

Su hermano amplió su sonrisa, levemente asomado en el alfeizar de la puerta.

—Pasaba por aquí y pensé en invitarte a almorzar. El juzgado estaba a más no poder hoy así que decidí descansar un rato.

Yoona terminó por recoger sus pertenencias con una sutil sonrisa en los labios, con esa cartera que colgaba por uno de sus hombros y los cuadernos y carpetas pegadas al pecho.

—Ayer salí a comer con Lin.
—Oh, el famoso profesor de matemáticas.

Yoona torció un poco la boca. –Es mi novio. ¿Por qué sigues llamándolo así?
—Por que es el novio de mi hermanita menor y mientras eso pase. No será digno de que lo llame por su nombre.

Yunho sonrió orgulloso, pero Yoona levantó su mano y desde uno de sus dedos, un pequeño anillo brillaba interesante ante el rostro un poco tímido. Que Jung Yoona rara vez mostraba.

—Me pidió matrimonio ayer.
Yunho entonces se detuvo. —¿Me estás hablando en serio?

Yoona asintió y la sonrisa de Yunho se agrandó, abrazando a su hermana con fuerza, incluso, a pesar de los estudiantes que aún quedaban por la escuela la hizo girar un par de veces. Entre pequeñas risas y gestos efusivos.

—¡Te vas a casar, Yoona! No lo puedo creer. ¿Y dónde va a ser la ceremonia?
—En el centro de China.— Yoona habló sarcástica, arreglando un poco su cabello, sin borrar la sonrisa en sus labios. –No seas bobo, apenas me propuso matrimonio ayer. No hemos planeado nada.

Yunho rió, agitando un poco su mano, dándole por completo la razón a la mujer. Pero de pronto ese ambiente tan relajado, pacífico y feliz. Pareció detenerse cuando Yunho bajó la mirada al suelo y sus expresiones incluso parecieron lamentables.

—Yo…— El silencio de Yunho se propago apenas por unos segundos. –Tengo algo que decirte.
—¿Qué sucede, Yunho?

—Me tengo que ir.
—¿Irte, dónde?
—A Corea.

Los ojos de Yoona se abrieron enormemente. Sorprendida. Como si de pronto el resto hubiera dejado de existir, incluyendo el ruido y la imagen de Yunho poco a poco se volviera etérea.

—¿Qué vas a hacer en Corea? Tenemos una buena vida acá en China.
—Lo siento.

Nuevamente la vista de Yunho fue a dar al suelo. Pero esta vez incluso le dio la espalda, girando por completo, dejándola más angustiada que nunca. Sus pasos trataron de perseguirlo. Entre todo lo que llevaba entre sus manos y los tacones sonando a cada paso.

—¡Yunho!— Pero el mayor no se detuvo, camino hasta la salida, y el cuerpo esbelto y altivo de aquel hombre que lo esperaba fuera, la detuvo. Pudo ver sus facciones, el cabello lacio cayendo un poco por su rostro. No lo había visto antes, y aún así el nombre de aquel hombre afloró de sus labios con total naturalidad. —…Jaejoong.

Y como si la hubiera escuchado Kim la ubicó velozmente, con una mirada de desprecio y una sonrisa confiada en los labios, como si Yunho no pudiera ver esas expresiones. Yoona sintió que el pecho le dolía. No podía dejar que Yunho se marchara con él. ¡No podía! Jaejoong lo destruiría.

—¡Yunho, espera!

Pero en cuanto Jaejoong tomó del brazo a Yunho y también le dio la espalda a ella, todo se volvió oscuridad. Los latidos en su pecho desbocaron. Las lágrimas brotaron solas. En un intento desesperado al sentirse tan impotente. Entre la oscuridad repentina que la rodeó.

—No… ¡Espera, OhDae!

La voz de su padre la llamó, giró su cuerpo por completo. Él estaba ahí, caído en el suelo, con sus manos en alto hacía aquel hombre. Kim OhDae quien sostenía una pistola parado frente a él, con una expresión vacía en el rostro.

La imagen de la madre de Yunho en el suelo, bañada en sangre la perturbó. Pero ella no se movía, y su padre estaba ahí con una expresión absurda en el rostro. Clamando por un poco de piedad que no llegaba.

Yoona entonces soltó los libros en sus manos, corrió hasta ellos, con su rostro desesperado. Con el pulso acelerado y todo dando vueltas a su alrededor.

—¡Papá!

Pero el mortífero disparo llegó primero, y todo se ralentizó a su alrededor. El cuerpo de su padre cayó en el suelo, junto al de su esposa. OhDae bajó el arma. Pero ni siquiera se dignó a mirarla. Las lágrimas bañaron su rostro, cayó de rodillas al suelo. Y nuevamente la oscuridad la rodeó.

Penetrante, fría y terrible oscuridad que hundió su precaria estabilidad en un remolino de odio y desesperación, que no hallaba un final.




Finalmente, luego de incontables horas, Yoona abrió los ojos.

Y lo primero que sus ojos enfocaron fue ese blanco techo, tan limpio y frío que su alma ni siquiera sintió la mínima alusión de paz. La pesadilla había sido desbaratadora, y sin embargo su despertar fue absolutamente leve.

Sus ojos se abrieron lentamente, su respiración ni siquiera se agitó. Le costó un poco que su mirada se enfocara adecuadamente. Podía sentir las agujas en su brazo, seguramente de algún suero. Le dolía el cuerpo, la cabeza y la pierna de manera increíble. Incluso la espalda.

Pero Yoona no se movió, más por la poca voluntad que se sentía por que no pudiera, podía sentir las sábanas cubrir su cuerpo. El cuello ortopédico molestaba y cuando pudo darse cuenta su respiración no era tan regular como debía. Dolía, seguramente por los numerosos golpes que se había llevado.

Recordó la pelea con Jaejoong, el odio desmedido, el desprecio. La discusión con Yunho. Y ese choque tan horrendo que hizo que de solo recordarlo su cuerpo entero sufriera escalofríos.

Luego llegó a su mente ese sueño que había terminado en pesadilla.

Su vida en China si se hubieran quedado allí. Lo idílico que que había sido.

Esa paz que nunca había sentido, esa felicidad, esas sonrisas. Todo tan perfecto.

Una lágrima salió de sus ojos y bajó por su mejilla. Se perdió en la poca piel de su cuello que había expuesta por el cuello ortopédico. Ansiosa por esa realidad utópica que no la tocaba por más que estirara las manos. Y dolió, esa ausencia de amor y felicidad, dolió.

—¡Señorita, Yoona!

La enfermera que acababa de entrar abrió los ojos sorprendida, con la pequeña carpeta entre sus manos, y salió corriendo de inmediato en busca de algún doctor.




Suspiró nuevamente, con la mirada en el suelo y la prensa lejos de aquella sala de espera, por la que la clínica había expresado que no podían alterar a los presentes. El café en sus manos incluso permanecía intacto, y cuando Jaejoong pasó una mano por su cabello, pensó que había repetido esa acción tantas veces, que seguramente ya estaba despeinado.

Desde la tarde anterior cuando le habían notificado del accidente, Jaejoong no se había movido de ahí. La noche entera sin cerrar los ojos más de un minuto. Y las noticias de que alguno de los dos abriera los ojos no llegaba. Jaejoong esperaba, pero esa noticia jamás llegaba.

Cuando vio al hombre a cargo de Yoona y Yunho, sus pasos se apresuraron hacía él.

—Doctor.— El hombre de unos cuantos años demás giró hacia él, con una expresión paulatinamente cansada, seguramente por las horas acumuladas de trabajo. —¿Ha habido alguna reacción de los pacientes?

—Lo siento señor Kim, pero ni su esposa ni su amigo han abierto los ojos. No reaccionan aún. Ha sido un golpe muy fuerte, solo nos queda esperar.

Jaejoong suspiró, apretando el pequeño vaso con café en sus manos, asintiendo un poco. Cuando la puerta de la habitación de Yoona se abrió, y una de las enfermeras salió corriendo sus ojos la enfocaron de inmediato.

—¡Doctor! La señora Kim ha abierto los ojos.
EL hombre pareció borrar un poco el cansancio de su rostro. –De acuerdo, enfermera acompáñame.

Otra de las enfermeras se acercó y entre los tres ingresaron a la habitación que Yoona ocupara, Jaejoong suspiró. Con un pequeño alivio no muy demostrativo, pero su mirada se posó en la puerta a unos metros de él.

Su mano buscó contacto con aquella puerta cerrada donde Yunho permanecía inconsciente aún. Y su mirada reposó en anhelo al ver que las horas de espera al menos habían marcado el despertar de Yoona.

—¿Por qué no despiertas, Yunho?— Cerró los ojos y suspiró. Angustiado, apesadumbrado. Cansado de esperar. –…Me estas preocupando.




Los rayos del sol lo despertaron. Impoluto y majestuoso el sol se encargo de salir aquella mañana fría de diciembre y dar de lleno en el rostro de Minho, los ojos de Kim parpadearon imprecisos por unos segundos antes de captar el lugar exacto donde se encontraba.

Reconoció la habitación, el brazo de Changmin sobre su cintura y la respiración del mayor muy cerca de su rostro. Hacía frío. Mucho. Y estar bajo las sábanas de esa forma era tan placentero, que decidió no moverse por un largo rato.

Sonrió satisfecho, descubriendo que no extrañaba aquel lugar que por tanto tiempo había llamado casa y que sinceramente no anhelaba. Solo deseaba quedarse así por un rato más. Entre ese lugar que guardaba el aroma de Changmin por todas partes.

Era extraño, ese lugar era Changmin. Pero el departamento no era de Changmin. Un pequeño halo de celos reposó en su estómago. ¿Por qué el departamento del amigo de Changmin tenía tanta esencia de él? Pero recordaba sus besos, la confesión de sentimientos que abrumaban pero que luego fue tan absoluto que fue como respirar.

Decirlo por primera costó tanto, que el resto de las veces, pronunciarlo fue tan natural, que incluso sintió que desvariaba. La vida estaba tan llena de primeras veces, que a veces asustaba. Pero Minho estaba ahí, por primera vez en mucho tiempo, tranquilo.

Y sabe que hoy es su cumpleaños. Este día nueve en el que el sol ha salido cándido y el clima frío lo hace unirse más al cuerpo de Changmin quien aún yace presa de Morfeo entre sus brazos. Changmin no debe saber que es su cumpleaños. Y no importa.

Por que Minho espera decírselo cuando estén en la playa, tal y como Changmin lo había planeado repentinamente. Espera que Changmin se asombre por dejar pasar su cumpleaños y que prepare algo repentinamente cursi, y él sonreirá. Por que Changmin no debe saber que es su cumpleaños, pero le gustaría mucho que no fuera así.

Pero están conociéndose, y el tiempo juega a su favor.

—Maldición.— El celular sonó y Minho se levantó cuidadosamente, tomando el aparato tecnológico que reposaba sobre la pequeña mesita de noche. —¿Aló?
Minho…— La voz de Boa sonó débil, cansada y temerosa. Minho en cambio se enderezó. Como si de repente esa voz le helara la sangre. —¿…Estás bien?

Quería poder decirle tantas cosas a la que parecía ser su madre. Cosas como ¿por qué no se lo dijo antes? ¿Por qué le mintió? ¿Por qué diablos le permitió que la tratara así? Era una mezcla de reclamo y arrepentimiento, pero su voz solo salió en un murmullo.

—Estoy bien.

Y el suspiró de Boa se oyó resignado.

Sé que no tengo el derecho para preguntar o exigirte nada. Pero creo que hasta tenido un tiempo prudente para asentar tus pensamientos.— Hubo un corto silencio, un respiro hondo por parte de la mujer al teléfono. —¿Crees que podríamos vernos para desayunar?

Minho observó la espalda de Changmin, quien ya se había acomodado abrazando una almohada y pensó que esa mañana, Shim se levantaría tarde. Y una parte vacía en su pecho le decía que era el momento de madurar y afrontar sus problemas. Solo. De una buena vez por todas.

—Son las siete y quince.— Minho contempló la hora en el reloj de la habitación. —¿Te parece bien a las ocho en la cafetería del Sol, en el centro?
Me parece perfecto. Nos vemos a esa hora Minho.

En realidad, Kim no sabía como llamarla, por eso suspiró y cerró los ojos.

—De acuerdo, adiós.

Cortó la llamada sin siquiera esperar a que le volviera a decir nada. Se sentó en la cama, cuidadoso de no despertar a Changmin y sonrió al mirar una de las fotos que allí había. La tomó con cuidado. Y la sacó del marco. Pensó que sería bueno tener al menos una foto suya en su billetera, solo por costumbre de tenerlo siempre cerca aunque no fuera así.

Y a pesar del frío. Supo que una ducha era buena idea.




La revisión de las cuentas personales de OhDae y toda su familia, siempre ocurrían a principios de cada mes. Pero eran exhaustivas en el último mes del año. Por eso ese día KangIn asistió presuroso a su trabajo agotador pero reconfortante con el pasar de los días.

Conocía a la perfección la economía que la familia Kim manejaba, durante más de doce años que era el tiempo que llevaba trabajando para ellos. Aunque su juventud aún estuviera marcada, él sabía que no había mejor trabajo que ese.

Pero aquella mañana de invierno las cosas fueron diferentes a cada mes. Sus ojos se posaron en la pantalla. En el desfalco, en los negocios que su jefe estaba manejando, las transacciones que estaba realizando, con un descaro tan absoluto que era increíble.

Pero más increíble que todo, era el desfalco monetario que sus ojos presenciaron.

Sabía que debía haber unos cuantos números en rojo debido a la candidatura presidencia a la cual había pretendido lanzarse y que luego de aquella desastrosa fiesta era más que imposible que se llevara acabo, pero era imposible que esos números fueran de la cuenta Kim. Era imposible que OhDae se hubiera descuidado tanto.

La familia Kim no tenía más que unos cuantos billetes en la cuenta.





La época feliz del año parecía no brillar en la residencia Kim.

Ni Minkih ni el mayordomo Lee se habían atrevido siquiera a colgar algún alusivo a la fiestas que estaban por celebrarse en ese mes. Con la situación de la familia, el accidente automovilístico del día anterior. Todo era confuso, y todo parecía colgar de un hilo muy fino.

—El señor ha pedido otra botella de Whisky.

Minkih observó por varios segundos a la joven mucama, que lucía igual de preocupada que varios de los empleados. Pero Minkih solo asintió, cediendo a que la muchacha sacara otra botella de la despensa y se la llevara a OhDae.

Lee desde su lugar se movió incómodo. –El señor OhDae desde la muerte de la señora Rye que no bebe así.
—Es que ahora también ha perdido mucho. A sus cuatro hijos.

La reflexión de Minkih fue certera y Lee prefirió no opinar. Volvieron a sumergirse en el débil silencio que había en aquella casi vacía residencia. Y nada más se escuchó por un largo rato.




—Los batidos aquí son exquisitos.
—Bueno, después de salir a correr tanto, espero que si. Necesito recobrar energías.

Jinki sonrió ante las palabras de Taemin, acercándose a caja para poder hacer el pedido mientras el menor iba a sentarse tranquilo en una de las mesas dentro de la pequeña cafetería del gimnasio.

Se había vuelto una costumbre, una inusual costumbre que de pronto habían adoptado de ir todas las mañanas juntos al gimnasio, un poco antes del trabajo y conversaban y reían. La pasaban bien, antes, durante y después de trabajo. En una comodidad que se estaba volviendo imprescindible.

—Aquí está.
—Se ve muy bien.

Jinki sonrió gustoso al ver como las facciones de Taemin se volvían de genuino gusto al probar la bebida entre sus manos. Le gustaba contemplarlo, ver lo contento que se ponía con las cosas más sencillas, que de repente a él le parecían tan comunes y ahora sencillamente parecían brillar.

—Mañana habrá una obra en el teatro de arte. Es sobre una obra italiana muy famosa.
—Brisas de valentía. Escuché algo en las noticias.

Jinki asintió complacido. —¿Quieres ir? Me dieron dos invitaciones para esta noche.
—Me encantaría.

Y sus salidas que de pronto comenzaron amistosas, ahora palpaban a citas, aunque ninguno de los pudiera darse cuenta hasta ahora.

—¿Onew?— La voz de uno de sus amigos lo hizo girar, incluso levantarse de su asiento. —¡Hombre! Que andas desaparecido.

Los dos hombres que se habían acercado hasta la mesa abrazaron con fuerza a Jinki, aunque Taemin prefirió esperar en silencio. Hasta que claro la corta charla entre ellos de pronto se paralizó, por el comentario del más alto del grupo.

—Oh, ¿y quien es él?
—Lee Taemin, un compañero del trabajo.

—Pero si es muy joven. ¿Cuántos años tienes?
Taemin sonrió un poco, algo intimidado por la atención de los dos desconocidos sobre él. –Soy pasante tengo dieciocho.

—¡Muy joven! Onew tu ya vas a graduarte de la universidad con nosotros.— El de cabello castaño codeó a Jinki pero él solo rodó los ojos. —¿De verdad te gustan jóvenes?
—No seas idiota, es solo un amigo.

Aunque no estuviera muy convencido, el más alto sonrió. Viendo con atención a Taemin, lo suficiente como para que volviera a sentirse ligeramente intimidado.

—Bueno, digamos que te creo.— El hombre dedicó su atención una vez más en Jinki, y por alguna razón Onew olvidó presentar a sus amigos. La charla se reanudó entre cosas de la universidad y profesores. Hasta que claro unos diez minutos transcurrieron y finalmente estrecharon sus manos. –Entonces, nos vemos en la tarde. Lleva la laptop.

—Si, tendré que pasar por el departamento luego del trabajo pero estaré en punto.
—De acuerdo, nos vemos. Un gusto conocerte, Taemin.

Lee asintió con una sonrisa en su rostro. Tomándolo desprevenido la despedida de los otros dos adultos. Asintiendo un poco, mientras bebía aún un poco de su batido. Jinki volvió a sentarse y el clima espeso desapareció.

—No les hagas caso, les encanta fastidiar.
—No te preocupes, mis amigos son peores.

Taemin aligeró el ambiente tenso que pudiera prolongarse ante las indirectas de los amigos de Onew, pero miró a Jinki varias veces en lo que duró su conversación antes de ir al trabajo.

Preguntándose si en verdad ¿era tan joven para estar con él?

Aunque Jinki había estado con Minho, y de todas formas, había salido herido.

Entonces pensó, que seguramente Jinki no quería volver a cometer el mismo error. Aunque Minho y él fueran completamente diferentes. Luego se recriminó así mismo por andar pensando en tonterías tan temprano en la mañana.




—¿Seguro que no quieres conocerlo?

Junho sonrió, con la maleta entre sus manos. Negando un poco ante la expresión aliviada de Junsu quien seguramente no estaba con muchas intenciones de ver a su padre, al menos no por el momento.

—No, no tiene sentido. Conocerte fue suficiente para mí.

Junsu amplió su sonrisa un poco más. Mirando a su hermano a los ojos y estirando sus brazos para que sus cuerpos se encontraran y un abrazo sellara esa despedida en aquel aeropuerto tan lleno de gente.

—Que tengas un buen viaje.
—Gracias, Junsu.

La mirada de Junho se deslizó hacía Yoochun, cierto era que no habían tenido tiempo de entablar alguna plática como la que tuvo que Junsu, pero al mismo tiempo era su hermanastro aunque la conexión fuera tan mínima que los separaba.

Sin embargo Yoochun se acercó y lo abrazo.

—Ten una vida feliz, Junho.
—Igualmente, cuídense mucho.

La vida de Junho estaba bien, no tenía las complicaciones que ellos tenían. Conocer al resto de la familia, solo le traería sufrimiento al mayor de los hermanos Kim. Teniendo el carácter que tiene, seguramente querría y se preocuparía por cada uno de ellos.

Yoochun quería evitar eso, quería evitar que se oscureciera junto a ellos.

—Nunca me contaste como dio Changmin contigo.
—Eso es un secreto.

Junho guiñó su ojo divertido y Junsu rió un poco, agitando su mano en cuanto Junho empezó a caminar hacía la zona de trasbordo, con la pequeña maleta en las manos y la sonrisa en sus labios que bailaba sincera en su boca.

—Es buena persona.
—Si, me alegra haberlo conocido.

A Yoochun le fascinó escuchar esas palabras en Junsu, por eso tomó su mano con cuidado y sonrió.

—¿Listo para nuestro viaje?
—Por supuesto que si.

Los pasos de ellos dieron fuera del aeropuerto, muy lejos de ahí y las habladurías que pudieran encontrar. Si habían despedidas pendientes no importaba. La verdad, es que les hubiera gustado ver a su padre una última vez. Solo una última.

Pero el corazón herido se los impedía.

Clamaba por liberación, lejos, muy lejos de aquí. Y el tiempo había comenzado a marchar más rápido de lo habitual. Era hora de irse.




Cuando llegó a la cafetería, Minho sintió que algo malo iba a pasar.

Boa esperaba en la mesa junto a un hombre de cabellera negra, correctamente vestido, conversando de nada en particular al parecer. Entonces pensó que hubiera sido buena idea despertar a Changmin y pedirle que fuera junto a él.

—Buenos días.
—Minho…— Boa lució feliz de verlo ahí. –Toma asiento, por favor.

Se sentó frente a ellos, incómodo en verdad. Y Boa pareció notarlo.

—Él es Choi Siwon, mi hermano menor.
Minho arrugó el entrecejo. —¿Choi? ¿Tu apellido de soltera no es Kwon?

Siwon sonrió apacible, dirigiéndose directo al menor.

—Nuestros padres se divorciaron cuando éramos pequeños, madre le cambió a Boa el apellido por el suyo propio. Por eso la diferencia.
—Ya veo…

Una de las meseras dejó frente a Minho una taza con café caliente, el aroma del café recién preparado fue agradable y Minho pudo sentirse un poco más relajado.

—Minho, yo…

Su teléfono comenzó a sonar. Y Minho apurado lo sacó de su bolsillo sin percatarse de lo que había colocado antes allí, en cuanto vio la pequeña foto que había tomado del departamento, se avergonzó de inmediato. La foto de Changmin cayó al suelo y el teléfono seguía sonando.

Trató de agacharse a recogerla pero Siwon amablemente lo había hecho primero, tomando la pequeña foto entre sus manos y entregándosela de inmediato. Hasta que claro esos ojos en Choi parecieron reconocer a la persona de la foto y frunció el ceño confundido.

—¿Conoces a Changmin?

El nombre en los labios de Siwon fue peligroso, Minho dejó de escuchar el celular, fijando su atención en él, como un entretelón a un juego de mentiras.

—¿Lo conoces tú?

El teléfono volvió a sonar, pero esta vez Minho lo apagó, sin siquiera percatarse de quien era la llamada.




La espalda era lo que más dolía. Angustiosamente.

Quejidos de dolor era lo único que salía de su boca a los dos segundos de recuperar el conocimiento y percatarse del lugar donde se encontraba, incluso mover un brazo era doloroso. Y cansado.

Tanto que optó por no moverse demasiado, y quedarse recostado, mientras el mareo que había desarrollado de repente se iba, y trataba de recordar lo sucedido. Tardó un par de minutos y cada una de sus vivencias regresó, como un cruel caminó de no regresar.

Parpadeó un poco, le dolía incluso la mandíbula y se le hacía difícil intentar hablar, pero las drogas estaban haciendo su efecto. Toda esa medicina que seguramente le habían administrado lo tenía lejos de un dolor permanente y tremendo que seguramente debería estar sintiendo.

—Hasta que despiertas, ya estaba haciéndome a la idea de que entrarías en coma.

La voz de Jaejoong lo hizo fijarse en la ventana de la habitación ahí donde Kim miraba por la ventana, distraído como si su despertar le fuera irrelevante. Su primer contacto luego del incidente, y el nombre de su hermana brotó al instante. Preocupado, desesperado.

—¿Y Yoona? ¿Dónde está? ¿Está bien, la están atendiendo?

Jaejoong sonrió, deseando más que nunca un poco de cigarrillo. –Está viva, despertó hace unas horas. Pero supongo que no ha de querer verme en lo más mínimo. Tú en cambio has dormido casi todo un día.

Yunho suspiró, y eso también dolió. Pero decidió no exteriorizarlo al menos por un instante mientras analizaba lo sucedido y agradecía por que en ambos no hubiera pasado de golpes fuertes.

Ni siquiera sintió rabia ante la alusión de Kim por la pelea que había tenido con Yoona.

Pero Yunho no pudo ver las ojeras en el rostro de Kim, ni lo cansado y terrible que se veían en ese momento.

—Voy a irme muy lejos Jaejoong, lejos de todo y de ti.

Ni siquiera había pensado muy bien en las palabras que acababa de decir, solo podía pensar en lo vacío que se sentía todo a su alrededor. En la soledad, las consecuencias. En que necesitaba un respiro o iba a enloquecer. Pero nadie entendía y mucho menos Jaejoong.

Sin embargo Kim lo observó por un largo rato, impasible, sin variar sus expresiones, solo observándolo con fijeza. Para luego soltar un suspiro y arreglar un poco la ropa que lucía algo desacomodada.

—Haz lo que te de la gana.

La absolución de Jaejoong llego precisa, sin argumentos o palabras intermedias. Yunho lo planteó y Jaejoong lo aceptó tan fácil como eso. Como una herida sin cicatrizar. Luego se escucharon los pasos de Jaejoong al salir. Y Yunho volvió a quedarse solo en la habitación.




—Bienvenidos, sus pases por favor.

La rubia mujer fue amable, con un gesto tranquilo en el rostro dentro de su límpido uniforme, con aquella sonrisa agradable que era una norma en su trabajo. Perfecta en todo sentido.

—Tenga.

Y fue Yoochun quien una respiración honda entregó los pasajes, documentos y pases. Toda una vida resumida en esos pocos papeles. Pudo observar a Junsu, parado junto a él, mirando hacía atrás y la poca fila de gente que esperaba también por entrar.

Como si esperara por ver llegar a alguien, aunque realmente no fuera así. Una única mirada de anhelo oculta, no habían despedidas, no habían más. La única valedera había sido con Junho. Y luego de eso, el resto de personas sencillamente no importaban.

—Perfecto, adelante señores Kim.
—Muchas gracias.

Jaló suavemente del brazo a Junsu, él pareció despertar un momento de su letargo y le sonrió, con la maleta en sus manos, ingresando a la zona del crucero.  El aire frío que no daba para un crucero, luego de un viaje pequeño en avión hasta el país adecuado.

Desde que sus pasos hubieran tocado aquel suelo. Un tinte de nerviosismo se había plasmado en ellos. Trémulamente como si estuvieran ansiosos o nerviosos. Yoochun apretó la mano de Junsu. Tratando de transmitir un poco de seguridad, la seguridad que sus manos unidas le proporcionaba.

—A partir de aquí, no volveremos ver a nadie de nuestro pasado.— La voz de Junsu fue sedosa, tranquila, apretando un poco más su mano. –No me asusta, pero me pone nervioso.
—A mi también. Pero sé que vamos a estar bien.

Fueron los ojos de Yoochun plagados de una confianza entera lo que hizo a Junsu sonreír y apoyarse un poco sobre el hombro de él. Con un suspiro pequeño.

—Vamos a buscar nuestro camarote.
—Si.

Junsu empezó a caminar, con su mano fuertemente sostenido por Yoochun, entre los folletos en sus manos y sus papeles de identificación. Caminando por los pasillos elegantes. Ese último gran lujo que su apellido les había proporcionado.




“Es Choickang Changmin, un compañero de trabajo en la editorial que trabajo. Él y unos compañeros estamos de candidatos para puesto de Editor, aunque en realidad, eso a mi no me importa mucho. No es lo mío. Somos cuatro. Donghae, Leeteuk, Changmin y yo.”


Los pasos de Minho fueron lentos, casi arrastrándolos en el piso, con la cabeza sutilmente agachada y la mirada perdida a cada paso que deba, con el celular en sus manos. Aterrorizado por prenderlo y saber quien lo estaba llamando hace unas horas.

“Donghae se especializa en Sociales, Leeteuk en lo internacional, Changmin en el periodismo investigativo y yo en política y economía. Aunque de vez en cuando me toca cubrir notas sencillas.”

“Pero… ¿Changmin ya no está en la editorial?”

“Justo ahora no, supuestamente está de vacaciones pero es un secreto a voces que está detrás de su gran nota. La que le permita ser el editor de la empresa.”


Había decidido incluso subir las escaleras a pie, no le importaba lo alto que se encontraba, como si quisiera demorar en lo posible su llegada hasta el mayor, como si ver su rostro le resultara peligroso. Como si de pronto se tratara de un desconocido.

“Minho, ¿te sientes bien? Te pusiste pálido.”

“No… ¿Podemos encontrarnos otro día? No me siento bien.”


La puerta estuvo frente a él, y la copia de las llaves que Changmin le había entregado la noche anterior la apretó contra su mano, tanto que incluso hasta dolió. Dejando la seña de llave en su piel, tan profundo y doloroso que incluso sintió que empezaba a cortarle la piel.

“¿Seguro que puedes ir tú solo? ¿Con quien te estás quedando?”

“Si gustas podemos llevarte”

“No, está bien. Estoy cerca, con un… amigo.”


Tragó fuerte, como si el cuerpo entero le pesara de repente, abriendo la puerta. Dentro, el lugar estaba un poco desordenado, habían dos pequeños bolsos listos sobre los sillones, Minho recordó el viaje a la playa. Su cumpleaños. Y Changmin apareció, desde la habitación principal.

Por eso ese departamento tenía tanta esencia de Changmin.

Por eso incluso su ropa era tan costosa. La polo y la bermuda que cargaba, la sonrisa en su rostro, las gafas sobre la cabeza. Minho tenía unas iguales. Esas gafas tan caras, que había comprado hace un par de meses en el centro comercial.

—Minho, ¿dónde habías estado?— Changmin se acercó, tomándolo por el rostro. Compartiendo un corto beso entre sus labios. A pesar de que Minho ni respondió ni continuó el beso. Solo se quedó ahí, contemplando a Changmin. –Te estuve llamando, pero la llamada no entraba. Ya preparé las cosas. Si salimos ahora tenemos tiempo de llegar a la playa para la hora de la cena. A pesar de que por estas épocas demoraremos más de lo normal.

Changmin estaba dispuesto a seguir caminando de un lado a otro, seguramente tratando de dejar cada cosa en su lugar, pero Minho lo sostuvo del brazo. Muy cerca de su cuerpo.

—¿Eres Choickang Changmin? ¿El favorito para ser el nuevo Editor en la empresa para la que el hermano de Boa trabaja?

Los hombros de Changmin bajaron lentamente, como si hubiera perdido la respiración y los ojos de Minho ahora lo atravesaron. No era así. No era así como quería decírselo. Sintió incluso un frío tremendo en el estómago. Su mutismo logró que Minho lo soltara de a poco.

Changmin hubiera deseado abrazarlo y nada más. Pedirle disculpas y no dejarlo ir.

Ni siquiera le importó quien era el dichoso hermano de Boa. Le importo solo la mirada de Minho, y esa sonrisa que de pronto apareció en los labios de Kim, cuando empezó a caminar dentro del lugar.

—Todo esto es tuyo, ¿verdad? El auto, el departamento, ¡todo es tuyo!— Los brazos de Minho se expandieron, mostrando el departamento a su alrededor y Changmin únicamente bajó un poco la cabeza. –Me usaste…

—¡No!
—¡Si! ¡Me usaste para tu maldito reportaje estrella! ¡Por eso entraste a trabajar a nuestra casa!

Changmin apretó los puños. No había forma de decirle la verdad sin que al empezar a hablar las cosas no sonaran mal y Minho no quisiera escucharlo más.

—Minho, por favor déjame explicarte.
—¿No te bastó con todo lo que acabas de presenciar en mi familia?

La indignación brilló en los ojos de Minho, pero de pronto pareció recordar algo. La furia se expandió en su rostro, caminando hasta él. Empujándolo con fuerza. Hasta que el cuerpo de Changmin se estrelló contra la pared.

—¡Maldito! ¡¡De seguro fuiste tú!! ¡Fuiste tú quien vendió mi historia con Joonghyun, Taemin y Onew!— Changmin abrió la boca, dispuesto a negar aquello. Pero Minho volvió a empujarlo. —¡Claro, te vi platicar varias veces con Key! Soy un imbécil. Por eso él no apareció en el reportaje.

Minho bajó la mirada, pasando las manos por su rostro. Pero antes de que pudiera alejarse, Changmin lo sostuvo por los brazos, con fuerza, para que no pudiera escapar. Y aunque el menor se sacudió un poco finalmente optó por mirarlo fijamente.

—Escúchame bien, Minho. YO NO ME ENCARGO DE ESE TIPO DE NOTAS. Por si no lo notaste fue a cargo de Lee Donghae. Fue él quien estuvo a cargo de ese reportaje.
—¡¿Entonces que demonios hacías en mi casa?!

Los gritos de Minho comprimieron el corazón de Changmin, y aún así no lo soltó.

—WookDae me pidió que me encargara de los negocios de tu padre, de sus finanzas. De algún negocio sucio o algo por el estilo. Las cosas personales no me interesan.

Los ojos de Minho se abrieron demasiado, y Changmin comprendió sus propias palabras.

—No me refería a eso… Tú eres importante para mí. Yo…
—¡Ya suéltame!

Minho volvió a sacudirse y cuando Changmin lo vio cerrar los ojos y bajar la cabeza, temió lo peor. Por que los ojos de Minho habían empezado a derramar lágrimas, a pesar de la fuerza con la que se sacudía de su agarre.

—Minho…

Y el agarre de sus manos desapareció, Minho se alejó varios pasos. Pasando las manos por sus ojos, tratando de borrar cualquier tipo de evidencia de que aquello hubiera sucedido.

—Tengo que irme.

Minho estaba dispuesto a marcharse, pero Changmin lo agarró del brazo, girando para poder estar detrás de él.

—¿A dónde vas a ir? Por favor quédate y hablemos.
—No, no quiero nada más de ti. Solo quiero irme.

—¡Minho, demonios! Sé razonable. No tienes a dónde ir.
—¿Y eso tú como lo sabes? Ya déjame en paz. Encárgate de tu trabajo y deja de perder el tiempo con este mocoso.

Pero Changmin no lo soltó. Solo afianzó un poco más de fuerza en la forma que sostenía su brazo y se acercó.

—Minho no estoy jugando, no quiero que vayas a deambular por ahí. Tú no conoces nada fuera de las comodidades a las que estás acostumbrado. Quédate.
—Creí que estaba enamorado de ti.— Minho sonrió nuevamente, mirando a Changmin directo a los ojos. –Pero no se puede amar a alguien que no conoces, ¿cierto?

Entonces volvió a sacudir con fuerza el agarre, y esta vez la mano de Changmin se aflojó. Minho abrió la puerta, dejando las llaves sobre la mesa, pero Changmin salió, viéndolo alejarse por el pasillo.

—Minho, te amo. Lo digo en serio. Lo siento de verdad.
—¿Amor?— Minho giró, con la misma sonrisa y esa expresión despectiva en el rostro. –Tú no conoces esa palabra. Te quedó grande.

En esta ocasión, Minho optó por el ascensor, las puertas se abrieron casi de inmediato para su suerte. Changmin pareció quedarse estático e internamente, aunque Changmin tuviera razón y no tuviera a dónde más ir. Minho rogó por que esta vez no lo hiciera.




Una semana después.


Cuando Yunho salió finalmente del hospital, habían pasado demasiados días. Su cuerpo aún dolía y tenía demasiadas pastillas que aún debía tomar. Pero al menos su estado no era tan precario como al inicio.

Yoona aún tenía un par de días de más antes de que le dieran de alta. Y a pesar de todo, no había podido ir a verla una sola vez, especialmente por que la mujer no había querido que nadie entrara a visitarla.

Jaejoong no volvió.

Desde aquella tarde en la que por fin abrió los ojos y lo encontró cerca de la ventana. Cuando medio cruzaron palabras y él confesó que quería alejarse de todo, con las palabras de resentimiento saboreando sus labios, Jaejoong sencillamente desapareció.

Agradecía mentalmente no haber llevado aquella arma que siempre usaba, aquel día. Hubieran sido muchas complicaciones de haberla tenido en verdad. Pero cuando finalmente firmó los papeles respectivos y su ropa limpia estuvo en su cuerpo. Yunho se sintió aliviado.

La prensa aún andaba rodeando el hospital y no quería de ningún modo tener que lidiar con ella.

—¿Listo?

La voz del muchacho a su lado, con un pequeño bolso en su hombro y una amable sonrisa en el rostro lo hizo asentir y responder de la misma forma.

—Si, gracias

Key había venido en su auto. Había aceptado casi de inmediato cuando lo llamó pidiéndole que lo ayudara a salir del hospital sin que la prensa lo acosara. Y el muchacho había accedido sin problemas. Tal vez en agradecimiento por la ayuda pasada, tal vez con algún interés de por medio. En verdad, a Yunho no le importaba.

Miró una última vez la puerta de Yoona, resignado a que su hermana no quisiera ver a nadie por el momento, pero al menos aliviado de saber que lo de Yoona no pasaría de dolores y hematomas. Siguió a Kibum entre los pasillos y decidió que estaba haciendo lo correcto.

Dejaría a Yoona tranquila por un tiempo. Mientras decidía que hacer con su vida.




—Aquí están las fotografías que me pediste.

Heechul ingresó en la oficina de Siwon, pero la imagen pensativa de su compañero lo hizo detenerse en la entrada de la oficina. Choi tenía la mirada puesta en la pared, ni siquiera lo había escuchado entrar.

—¿Te ocurre algo?

Recién entonces pareció reparar en su presencia.

—Mmh… No. Solo pensaba un poco.

Siwon tardíamente pudo conectar hechos. Recordar las investigaciones que Changmin se planteaba dentro de la familia Kim, el problema radicaba en por que Minho de pronto parecía tan afectado.

—¡Siwon! No me estás escuchando.

Heechul se había sentado frente a él en el escritorio. Visiblemente preocupado ante su mutismo.

—Lo siento, Chul. Es solo que hoy nos encontramos con Minho, el hijo de Boa.— Heechul asintió como si aquello bastara para que comprendiera todo el asunto. –Fue extraño, Minho actúo muy extraño cuando le hablé de Changmin.

—¿El menor de los Kim conoce a Changmin?

Siwon levantó un poco los hombros, tratando de pensar en otra cosa. Tomando el pendrive que Heechul le había traído con las fotos. Pero en ese momento Heechul pareció perderse en sus recuerdos, antes de mirarlo curioso.

—Siwon, ¿recuerdas cuando nos pareció ver a Changmin en el parque de diversiones?— Siwon entonces se detuvo. –El muchacho que andaba con él, era Kim Minho. De eso estoy seguro. ¿Por qué descartamos que el muchacho que lo acompañaba era Changmin?

—Por que supuestamente debería andar averiguando su nota.
Heechul frunció el ceño. —¿Crees que Changmin haya…?

La sola idea hizo que Siwon sonriera. –Imposible, Changmin es siempre muy profesional con sus coas. Minho… es incluso muchos años menor a él.
—¿Y? No encuentro otra razón para que Minho se pusiera extraño cuando lo mencionaste.

Siwon prefirió negar sutilmente. Antes de mirar a Heechul, su expresión seria y las mínimas ojeras que aparecían bajo sus ojos.

—¿Tú como estás Chul?
—Creo que mejor.— Heechul le regaló una sonrisa, una verdaderamente confortante. –Gracias por preguntar.

Siwon sonrió. Mirando por un momento el rostro tranquilo de Heechul mientras parecía entretenerse un momento con las revistas. Y quiso creer, creer en esas palabras del mayor que le decían que ahora todo estaba bien, o al menos así empezaba a ser.




Cuando el mayordomo Lee abrió la puerta, KangIn pareció un poco más aliviado.

—Que bueno que hay alguien en casa. He llamado a OhDae al celular demasiadas veces, pero jamás me contesta. Y aquí en la casa nunca quiere hablar conmigo.

Lee vio al hombre ingresar en la casa, parecía un poco alterado. Y al mismo tiempo nervioso, por lo que decidió cerrar la puerta y regalarle una reparadora sonrisa.

—El señor no está pasando por buenos momentos. Él no desea ver a nadie en realidad.
—Yo sé, pero esto es de extrema importancia. Ya no puedo esperar más tiempo.

Lee se negó, lo más educado que pudo.

—Lo siento señor, pero el señor OhDae nos ha prohibido las visitas de cualquiera fuera de sus hijos.
Esta vez KangIn fue quien negó con la cabeza. –Usted no entiende, es de extrema urgencia. Ya he dejado pasar demasiados días. Tengo las manos atadas. Necesito hablar con él para poder empezar a actuar.

—Señor le repito que…
—¡OhDae lo ha perdido todo! No tiene ni un centavo.

Su grito fue algo suave, sabía que el mayordomo era de extrema confianza. Por eso cuando abrió los ojos sorprendido pareció comprender. KangIn prefirió omitir el hecho de los negocios sucios en los que el nombre de OhDae se encontraba involucrado. Eso era demasiado privado.

—Esperé aquí por favor, trataré de que este sobrio lo antes posible.

KangIn asintió, sentándose en uno de los sillones, dispuesto a esperar lo que fuera hasta ver a su jefe. Con un suspiro en los labios. Una exhalación profunda y rauda.




—No, Minkih… Ya no voy a trabajar para la familia Kim.

Changmin se movió dentro del departamento con algo de desesperación, tratando de calmar su voz para que la mujer al otro lado de la línea ni siquiera sospechara o se alterara ante su salida.

—Entonces, ¿no han sabido nada de Minho en todo este tiempo?— Cuando la voz de Minkih negó con ese matiz materno de preocupación, Changmin cerró los ojos. Más angustiado, preocupado. Impotente de poner dar con él por más que sacudía el mundo entero. –Si, cuídate mucho. Luego veré lo de mi sueldo. Adiós.

Lanzó el teléfono lejos.

Una mano por su rostro y unas ganas de salir de nuevo de su departamento, directo hacía las calles de Seúl, recorrer con su carro cada lugar que encontrara. Cualquier lugar que le pudiera dar señas de Minho o su paradero.

Ya iba a ser una semana. Y Minho no aparecía.




Key no sabe que pasa por su cabeza cuando finalmente estaciona su auto frente a la casa de Joonghyun. Ha dejado a Yunho en su departamento hace muchas horas. Sus instintos de supervivencia le gritan que no tiene nada que hacer ahí, pero él terco insiste en llegar hasta él.

De pronto un día las llamadas de Joonghyun se detuvieron.

Aún recuerda incluso la última llamada, fue mientras se encontraba en el centro comercial. Luego de eso, Joonghyun dejó de llamar y Key creyó que de haber contestado al menos una llamada, eso no hubiera pasado.

Pero se suponía que no había nada más allá entre ellos. Nada más allá de su venganza hacía Minho. Nunca hablaron de un futuro y tal vez Joonghyun se cansó y sus aires de mantener a Joonghyun en espera, desaparecieron en cuanto Joonghyun dejó de llamar.

Y ahora estaba ahí, frente a aquella puerta. Sin saber muy bien por qué.

Suspiró asiduo. Con las llaves entres sus manos y finalmente cuando agarró valor. Tocó el timbre. El sonido que se escuchó fuerte y que lo hizo querer regresarse a su auto y huir. Como si de pronto recordara, que luego de la venganza. Joonghyun ya no parecía tan conforme.

—¿Key?— La imagen de Joonghyun lo recibió. El muchacho tenía aún la puerta en su mano, sin permitirle un fácil acceso a su hogar. Key se descubrió extrañando incluso a la efusiva madre de Joonghyun. —¿Qué haces aquí?

De pronto esas palabras sonaron tan cortantes, que Kibum empezó a sentir que había sido un error llegar hasta ahí.

—Bueno… Hace una semana llamabas mucho y pensé que…
—¿Y vienes una semana después de mis llamadas?

Joonghyun sonrió, y Key se sintió un poco más aliviado. Como si la tensión fuera desapareciendo de a poco.

—Estaba ocupado, ¿qué…?
—Joonghyun ya están los platos listos.

Esa voz…

Esa maldita voz la reconocería donde fuera.

Gruesa y suave. Masculina e irritadoramente manipuladora. No importaba cuando odio hubiera o cuanto tiempo pasara. Kibum la reconocería donde fuera. No le importó que Joonghyun siguiera parado en la entrada. Únicamente lo empujó del brazo e ingreso, su camino directo al comedor.

Kim Minho estaba ahí, de espaldas a él, con la ropa de Joonghyun.

Y la sangre hirvió desbocada.

—No encontré la salsa por eso…— Cuando Minho giró, sus cejas se levantaron. Evidentemente sorprendido por verlo ahí. –Key…
Pero Kibum no le dio tiempo de hablar, lo agarró por el brazo con fuerza y frunció el ceño. —¿Qué diablos haces aquí?

Y esta vez Minho arrugó el entrecejo también.

Odiaba que lo agarraran así.

—¿A ti que demonios te importa? Suéltame.

Key sintió tarde la mano de Joonghyun cerrándose con fuerza alrededor de su brazo. Jalándolo de regreso a la puerta principal. Kibum no pudo sentirse más humillado, traicionado… Estúpido.

—¡Déjame!— Por eso se soltó, unos pasos antes de llegar a la puerta. Mirando con resentimiento a Joonghyun, que solo masajeaba su sien. Tratando de hallar las palabras adecuados. —¿Es que no tienes orgullo? ¿Vergüenza? ¡Si quiera ten dignidad Joonghyun! ¡¿Por qué lo has metido a tu casa?!

—Vete de aquí, por favor Key.

Y volvió a suceder, ese dolor directo al pecho, como un sabor amargo en la boca que lo hizo apretar los puños con fuerza. La mirada de Joonghyun era tan fría hacía él. Tanto que le provocaba golpearlo y ya.

—¿Tanto te importa que eres capaz de perdonar lo que nos hizo?
—Es algo que jamás podrías entender.

Joonghyun bajó la mirada y eso fue suficiente para Kibum. No tenía nada que hacer ahí. –Eres un imbécil. Un reverendo idiota.— Y aprovechó pasar junto a él. Empujarlo con fuerza y ocultar el amargo sin sabor que degustaba en ese instante. El dolor posado en su pecho, la molestia en su estómago. Y la traición que no podía terminar de definir rodeándolo a cada instante.

Subió a su auto sin mirar atrás. Pero no era necesario para saber que Joonghyun hace mucho y había cerrado la fuerte. Respiró desordenadamente, con una mano sobre sus ojos. Rabia, coraje, odio. Odiaba a Minho. Lo estaba odiando tanto, por quitarle lo poco que le importaba. Siempre. Todo el tiempo.

—¡Imbécil!

Golpeó el volante con fuerza. Trató de respirar profundo y calmarse. Como si el regocijo que hace unos días sentía sencillamente hubiera desaparecido. Como si quisiera destruirlo para que no se volviera a acercar a Joonghyun. ¡No lo quería cerca de Joonghyun! Pensaba en los dos juntos de nuevo. Y la rabia volvía.

Minho era egoísta, traicionero y manipulador.

Solo jugaba a su favor.

¡¿Cómo es que el idiota de Joonghyun no podía darse cuenta?! ¿Cómo después de tantas cosas? Arrancó lo más rápido que pudo, necesitaba salir de ahí o enloquecería. Joonghyun no valía la pena. Se lo repetía a cada momento. Que jodiera su vida junto a Minho y sin embargo el dolor en su pecho no desaparecía.

Por que le hubiera gustado golpearlo, gritarle, reclamarle.

Por que se suponía que entre los dos estaban evacuando a Minho de su ser. Por que no volverían a caer ante él. Kibum se odió, por haber ido hasta él. Por sentirse así, y creer que Joonghyun lo esperaría y lo recibiría con los brazos abiertos.



0 Comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario \(*O*)/ ♥ ♥
o más bien... deja tus pensamientos pervertidos grabados en esta entrada XD