KINGDOM TVXQ!

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Arualthings

Primera Plana: capitulo 25


Dañino.

En ocasiones, su mente cavilaba posibilidades inverosímiles.

Entonces, su ser entero clamaba por un poco de alevosía que le permitiera ubicar el lugar exacto al que siempre perteneció. Por más imposible que eso le resultara y como un niño pretendía que aquello dejaba de importar. Que era demasiado joven como para preocuparse de más.

Luego recordaba, que su entorno no era el de un adolescente normal, y se ubicaba. Era más un adulto que un niño, tenía más cicatrices que sonrisas en su alma. En la de verdad, en la que pocas personas conocían.

Razonaba, y se daba cuenta que no valía la pena.

Que habían cosas más grandes que tenía que solucionar, pero afrontarlas era una posibilidad tan lejana que incluso cerraba los ojos y respiraba profundo. Estaba más solo que decepcionado. No tenía amigos, familia, seres queridos.

Solo estaba ese vacío perenne que se había estacionado ante él desde que Changmin hubiera decidido traicionarlo. Le afectaba más, abrir los ojos y percatarse que estaba verdaderamente solo, que la traición como tal.

Sentado en aquella banca, Minho se preguntaba por que junto a Shim no podía comportarse hipócritamente como con los demás, ¿por qué no podía mentir, fingir? ¿Por qué le resultaba tan difícil?

Si Changmin había jugado sucio, entonces él también podía. Volver a ser el Minho de siempre. Quien obtiene lo quiere cuando quiere y como quiere. Pero asimilaba la situación y se percataba que aquella actitud era lo que lo mantenía así. Solo.

Y era sencillamente más cómodo ser real. Sin mentiras que sostener, sin sonrisas fingidas que entregar. Deseó volver a la cama de Changmin, aquel cómodo juego de almohadas que lo hacía dormir tan apacible, y el aroma de Shim cerca de él. Varonil y desgastado.

Sin embargo, la lógica dictaba. Que eso no era posible.

Finalmente Changmin había jugado en su contra, y le había hecho lo mismo, que él le había hecho a Taemin, Jinki, Kibum y Joonghyun. ¿Así se sentía? Ese dolor que parece atravesar la piel y que luego te sume en un rictus de indiferencia para no llorar.

Se encontraba muy lejos del departamento de Changmin, en una banca, junto a una mujer que esperaba el autobús, los autos se estacionaban cuando el semáforo marcaba en rojo. Y seguían cuando era su turno de continuar. Las horas se acumulaban y el sol empezaba a desaparecer.

La gota de soledad que se acrecentó cuando la mujer se levantó y marchó, fue sutil. No importaba, pero parecía ser significativo. Y Minho suspiró, bajando la cabeza cuando la pila de autos se volvió a estacionar frente a él.

Su mirada se levantó cuando faltaban pocos segundos antes de que el semáforo cambiara y la gente dejara de cruzar la calle. La distinguió de inmediato, aquella moto negra con destellos rojos. La ropa deportiva y el casco combinando con los diseños de la moto.

Los ojos de Joonghyun parecían sorprendidos de verlo.

Los autos empezaron a pitar ante el cambio de luz y por supuesto Joonghyun tuvo que arrancar. Minho se levantó, esperando que se detuviera. No lo había visto desde lo del periódico. Y sus impulsos rogaron por verlo de cerca otra vez.

De entre todos, Joonghyun siempre lo miró de manera diferente.
Siempre trató de mantenerlo en una burbuja de cuidado y afecto que no supo aprovechar debidamente pero que disfruto mientras duró.

Al poco tiempo Joonghyun había dado vuelta a la cuadra y estacionado frente a él, se había quitado el casco y sus miradas se habían encontrado. Minho esperó un golpe, algún grito, algún deje de despecho o rencor, pero contrariamente. Joonghyun solo bajó la cabeza y apretó los puños.




—Nunca entendí por que regresaste, por que preguntaste como estaba, ni por que decidiste ayudarme.

Joonghyun suspiró, sentado frente a Minho en aquella mesa comedor. Kibum había abandonado la casa hace ya varios minutos, el silencio se había esparcido y de pronto Joonghyun parecía demasiado metido en sus pensamientos como para contestar.

Jugaba con el tenedor en sus manos, la mirada posada en la mirada de la mesa. Minho no sabía que terreno tanteaba con él, solo sabía que Joonghyun se había presentado, como una tabla de salvación sin exigir nada a cambio. Y Minho, completamente solo, había tenido que bajar la cabeza y aceptar.

No hablaban demasiado, apenas convivían lo suficiente, como algo meramente temporal.
Como un gesto de lástima al prójimo.

Joonghyun de pronto suspiró, alejando el plato. Con el apetito perdido y una mano pasando por su cabello como única expresión de a frustración que estaba sintiendo en esos momentos.

—Tal vez por que soy muy estúpido.

Minho calló. Tensión y duda que se esparcía en el ambiente, haciéndolo sentir más incómodo. Sin terminar de entender. Por que de pronto Joonghyun parecía tan ajeno a él, y solo lo tuviera junto a él, como mero acto de culpa.

Pero, ¿culpa de qué? ¿Por qué?
Y principalmente, ¿de qué se conocían Kibum y él?




Cuando Changmin volvió a pisar el departamento de Yunho. Solo se sintió incómodo.

La última vez que había estado ahí, había sido durante el efímero rescate por parte de Jung y la discusión de amantes que había presenciado entre el hombre y Jaejoong. La foto de aquella niña, y luego su concentración se había posado en Minho.

Pero Yunho había abierto la puerta con calma, cojeando ligeramente de su pierna derecha, seguramente producto de aquel tremendo accidente que había tenido, y aún no terminaba de recuperarse.

—No terminé de entender el motivo de la llamada.

Changmin intentó sonar tranquilo, con sus pasos suaves dentro del lugar mientras Jung parecía ubicar un par de carpetas sobre la mesa que tenía. Curioso, observó el montón de papeles que había y retrocedió, cuando Jung, con un par de carpetas en mano volvió a mirarlo.

—Changmin, ¿sabes que clase de persona soy?— Por ese instante, Shim solo pudo negar un poco con la cabeza. –Soy de esas personas que les gusta tener todo bajo su control. Fue fácil ver en ti algo más que un simple chofer. Fue difícil dar contigo y por eso esencialmente aquel día te ayudé.

Changmin en un primer momento se sintió desubicado.

Mirando a Yunho que parecía tranquilo mientras lo dejaba cavilar las posibilidades necesarias. Pero Changmin aún no quería admitir los hechos, y menos que desde hace algún tiempo, Jung supiera que no era un simple chofer.

—Aquí tienes.

El pequeño grupo de carpetas fue estirado hacía él, Changmin se sintió bravamente confundido, mientras la expresión cansada de Yunho no le daba atisbos o indicaciones de algo.

—¿Qué es esto?

—Son las pruebas necesarias que necesitas para incluso un buen reportaje investigativo. Negocios ilícitos, monopolización, cambio de bienes. Toda la economía ilegal de Kim OhDae resumida en esas pocas carpetas.

Sus ojos se abrieron con sorpresa y casi de inmediato abrió una de ellas, las cuentas y estados financieros, tratados y firmas posadas con los valores respectivos, lo hicieron comprender todo demasiado rápido.

—¿Por qué?
—¿En verdad necesitas esa información?

La sonrisa burlona en el rostro de Yunho lo hizo volver a negar con la cabeza, leyendo ávidamente toda la información reposada en sus manos. En verdad, a Changmin no podía importarle menos la razón por la que Yunho estaba vendiendo y traicionando a su mentor.

—¿Qué quieres a cambio?
—Nada. Solo déjame fuera de esto.

—Tú nombre no aparece por ningún lado.
Yunho sonrió. –Lo sé, solo mantenme fuera de esto.

Changmin recién entonces reaccionó. El departamento parecía estar igual que la última vez que lo vio. Sin embargo había pequeños cambios, había incluso un par de maletas al final del pasillo, que Changmin decidió fingir no haber visto.

—Esto… es demasiado.
—Es un trabajo de años.

Yunho pudo ver en el rostro de Changmin la confusión, la manera en la que fruncía el ceño. Y luego sencillamente prefería callar y no preguntar más. Yunho sintió un poco de alivio cuando depositó aquella información en las manos del menor.

Era la estocada final, un peso menos sobre su espalda y la de Yoona.

Rogaba, internamente. Por su salvación y la de su hermana menor.



El sabor a licor pasó por su boca otra vez.

Con su ropa descuidadamente puesta y el cabello alborotado, Jaejoong alcanzó a servirse otro poco de whisky. Era todo, ya no podía seguir fingiendo que su plan personal continuaba en marcha cuando no era así.

Apretó la copa en sus manos, y junto a la cama pudo ver la foto de Yoona y de él, vestidos elegantemente el día de su boda. Arrugó el entrecejo y caminó dando zancadas hasta ella.

—Todo es tu culpa… Si Yunho se va, tú ya no me sirves.

En ese momento lanzó el portarretrato con fuerza, el vidrio se quebró, y la foto cayó al suelo entre los vidrios resquebrajados y rotos. Jaejoong solo pude ver con molestia los restos de la foto que quedaban y bebió un poco más de whisky.

Perdido en los aires del licor y su propio coraje interno.

La poca razón que acudía a su mente y bloqueaba el raciocinio.




Junsu cerró los ojos, sintió el calor del cuerpo de Yoochun tan cerca, tan abrigadoramente. Las manos de Yoochun acariciaron su rostro con veneración y sus pieles desnudas se encontraron con facilidad.

Siempre le habían gustado los labios de Yoochun, la suavidad con la que llegaban y tomaban los suyos sin exigencias de por medio. Su cerebro entonces dejaba de procesar información, era tan fácil cerrar los ojos y entregarse a ese amor.

—Junsu…

Cuando sus parpados se alzaron el rostro de Yoochun estaba sobre el suyo, cerca, su nariz rozando la suya y su voz ronca resonando en cada parte de su ser. Apretó una de sus manos, entrelazó sus dedos y Junsu se entregó a esa mirada de aceptación que Yoochun formuló.

—Yoochun, gracias.

Sonrió como si no quisiera hacerlo, como si tanto amor no cupiera en el pecho. Y la felicidad ahora pareciera tan lejana que no resultaba verosímil creer que la estaban viviendo. Yoochun apretó su mano un poco más y se deslizó dentro de su cuerpo con suavidad.

El rostro de Yoochun siempre había sido suave. Junsu apreció aquello cuando sus mejillas se encontraron, y un suave gemido salió de sus labios precipitadamente. Su cuerpo se movió al compás de Yoochun y cerró los ojos otra vez.

Dentro de aquel camarote que habían alquilado durante el viaje. Dentro de esas cuatro paredes que los resguardaban y era su escondite perfecto, que los alejaba del mundo errante que alguna vez los acogió y ahora abandonaban.




—Pase, por favor.

Boa siguió los pasos de la mujer frente a ella, que le indicó una de las puertas, la cual abrió cuidadosa, luego de ofrecer alguna bebida que Boa negó, esperando por el abogado que Siwon le había recomendado.

Estuvo agradecida en cuanto escuchó la puerta abrirse nuevamente, el elegante hombre frente a sus ojos le sonrió amable, estirando una mano hacía ella.

—Muy buenas tarde, soy Jung Jihoon. Siwon me comentó que vendría.

Boa asintió, con una expresión tranquila mientras veía al hombre sentarse frente a ella, encendiendo la laptop y aparentemente revisando un par de papeles sobre el escritorio. Boa se movió incómoda.

Era extraño tener que terminar con todo tan de repente.

Visitar abogados y terminar con un matrimonio que se había apagado tan fugazmente que la hacían sentir vacía y tonta, por haber confiado.

—Bien, Boa. Hablemos de su caso.

Rain la miró. Colocando sus manos sobre el escritorio, sus dedos entrelazados. Atento a lo que la mujer tendría que decir. Para ser abogado, en ocasiones también había que ser psicólogo, entender, comprender y conllevar todo aquello, que las propias personas eran incapaces de expresar.

Ella llevó un mechón de su cabello tras la oreja.
Al parecer un poco acongojada aún. No muy decidida todavía, y él pudo percatarse de ello.



—No es posible…

Las manos de OhDae se pasaron por entre su propio cabello, angustiado, sorprendido, aterrorizado ante todo aquello que KangIn acababa de traerle, no era posible, de ningún modo.

—Señor, ¿en qué momento se metió en todo esto?
—¡Es que yo no lo he hecho!

El grito de OhDae fue autentico. Se había levantado de su asiento, miraba con aprensión todas aquellas pruebas, todo ese dinero traspasado de un lado a otro, tan ilícitamente que le daban escalofríos de solo pensarlo.

—Si la prensa se entera…
—¡No seas ingenuo KangIn! ¡Esto podría mandarme a la cárcel!

Los ojos del hombre se abrieron, bajando la cabeza. Arrepentido por no pensar en ello en primer lugar, pero OhDae solo caminó de un lado a otro. Tratando de pensar en algo que suavizara en algo su angustia.

¿Cómo pudo haber pasado algo como eso?
¡Él jamás sería tan estúpido como para…!

Sus ojos se abrieron estupefactos, la sangre bulló agitada en su interior, vio a Lee parado en la entrada del salón y frunció el ceño.

—Llama a Yunho de inmediato, que venga a mi casa cuanto antes.
—Si, señor.

Lee hizo un pequeño asentimiento antes de salir, y OhDae se dejó caer sobre el sillón otra vez. Preocupado. Sofocado.




—¿Recuerdas cuando solías ser divertido, Jinki?

Por un instante, Jinki se sintió impulsado a revirar los ojos mientras jugaba con el plato de su comida, frente a todos sus amigos. La jornada de ese día de trabajo había sido agotadora. Y solo tenía ganas de dormir.

—Estoy cansado, Kwangmin. Solo quiero ir a dormir.

Otro de sus amigos, pareció mirarlo con fuerza. Colocando una de sus manos con vitalidad sobre la mesa.

—Es todo, es un mocoso. ¡Ya olvídate de él!
—No pienso solo en él.

—No, nada más le tienes pena ¿verdad?
—Algo así… Lo de su familia debe ser muy difícil para él.

Esta vez, Dongchul bufó con molestia. –Pues Minho no pensó en ti cuando salió con los demás al mismo tiempo.
—Pero…

—¡Es todo!

Jungmin se levantó de su asiento, arreglando un poco su camisa y mirando fijamente a Jinki. –Vienes con nosotros a la dichosa fiesta de Hyungsae. ¡Es nuestro amigo! Y al menos tienes que hacer gesto de presencia.

Sintió la mirada de los cinco muchachos frente a él. Y suspiró. Tenían razón. Él en algún momento disfrutó mucho de salir con sus amigos, despejar su mente un poco lo ayudaría a evaporar emociones molestas que persistían en existir.

Necesitaba de una vez por todas, liberarse definitivamente. Del fantasma de Kim Minho.

—Está bien, iré.
—¡¡Bien!!

Y el grito a coro de sus amigos, mientras chocaban sus manos, lo hizo reír.




Pasos inseguros.

Apenas se escuchaban dentro del poco bullicio que había, las paredes blancas lo acorralaban y su vestimenta elegante contrastaba. Respiraba incluso a descompás. Con el corazón agitado y una mano en el pecho.

La puerta de aquella habitación estuvo frente a sus ojos otra vez.

La inseguridad se alborotó en su interior. Pero las maletas armadas en su departamento, la visualización de un futuro mejor estaba plasmado en sus planes. No le importaba su futuro propio. Vivía esperanzado de un futuro mejor para ella.

Para la única familia que le quedaba.

Sostuvo el pomo de la puerta por varios segundos, con suspiros que se les escapaban y traicionaban su quietud pasmosa. Pero agarró valor, cuando la puerta se abrió y no hubo oposición alguna.

La habitación estaba iluminada. Y junto a la ventana estaba Yoona. Con una ligera bata blanca, el cabello algo recogido, una expresión vacía y la vista clavada en la ventana. Como si se hubiera cansado de estar tanto tiempo en cama.

Sus ojos oscuros lo capturaron. Ella apenas sonrió, corrió hasta él y lo abrazó. Con tan poca fuerza, que tuvo que abrazarla, con verdadera fuerza. Cerrar los ojos y aspirar un poco de paz. De esa casi extinta que aún a cuenta gotas sobrevivía.

—Lo siento…

La voz de Yoona estaba apagada, ahogada en los trabajos exhaustivos de su mente. Yunho entonces la abrazó un poco más. Y suspiró.

—Está bien, ya no importa. Solo me alegra verte recuperada.
—No quería ver a nadie. Disculpa no haberte permitido el paso.

Yunho negó, aún abrazándola, aún aferrado a ella.

—Yoona tenemos que hablar.

El tono abrupto en el que Yunho empezó a hablar, hizo que la mente de Yoona se confundiera un rato. Lo miró angustiada, pero él la tomó de la mano, la guió hasta la cama, sentándose ambos, frente a frente. Con las manos entrelazadas y perdidas en un tacto infame que no cumplía con las expectativas. Que no aliviaba sus almas.

—Yunho, ¿qué pasa?
—Acabo de entregarle las pruebas de los negocios a un periodista.

Los ojos de Yoona se abrieron con sorpresa, una sonrisa desconfiada se posó en sus labios.

—Pero se suponía que eso no pasaría hasta que todo hubiera terminado.
—Yoona, ya se acabó. No podemos continuar con esto.

—¡Pero aún no hemos destruido a su familia por completo, sus hijos aún…!
—¡Ya están lo suficientemente heridos! ¡Ya no me importan!— Las manos de Yunho apresaron el rostro de Yoona con suavidad. —¿No lo entiendes? Es hora de detenernos. O acabaremos peor. Ya estamos en el límite.

Yoona se sacudió, se levantó y retrocedió. Mirando incrédula a Yunho y su expresión cansada en el rostro.

—OhDae jamás sufrirá lo suficiente.
—Yoona…

Si Yunho tuvo la intención de levantarse, el grito de Yoona lo detuvo. Esa expresión desesperada en el rostro de la mujer, a compás de su poca intención por entender.

—¡NO!— Ella intentó que su respiración amenguara, que le permitiera un poco de calma. —Planeamos destruirlos por completo. ¡Nada nos iba a detener! ¡Lo prometimos! ¡No me vengas con que ahora quieres abandonar todo a medio camino!

—No es eso Yoona, pero sus hijos no tienen la culpa de lo que él nos hizo. Estaríamos comportándonos justo como Kim OhDae.
—¡Jaejoong es un maldito! ¡Ha hecho mi vida, y tú vida lo más miserable que ha podido!

Yunho empezó a mover negativamente la cabeza, y Yoona se exasperó.

—Es hora de decir basta, Yoona. Por favor. Esto lo hago más por ti, que por mi propia paz. Quiero un mundo diferente para ti, quiero que nos vayamos muy lejos. Que hagas una vida, que olvides. Que te detengas, antes de que todo esto te consuma a ti también.

—Bonitas palabras, Yunho. Pero todas esas buenas intenciones no me quitan el sabor amargo de lo horrenda que fue nuestra niñez y adolescencia por culpa de ese desgraciado. ¡¡He arriesgado tanto por este plan!! ¡No es justo que me dejes sola!

Yunho frunció el ceño, parándose frente a ella, molesto por esas palabras. Por esa desconfianza. Por esos ojos al borde de las lágrimas, que renuentes no paraban de mirarlo con decepción y desprecio.

—Sería incapaz de dejarte sola, ¿por qué no entiendes que quiero un futuro para ti?
—¡Hace mucho que el resto del mundo dejó de importarme, Yunho! Solo quiero vengar a mi padre, hacerle vivir la miseria de vida que nosotros vivimos.

Por primera vez, Yunho captó en esencia esa mirada. Esos ojos oscuros de Yoona que lo atravesaban con arranques sutiles de clemencia. Esa mirada que le demostraba que había algo más entre los planes de Yoona, que él no había podido ver.

—Yoona…

La mano de Yunho viajó hasta la mejilla de ella, suave, y algo tersa. Tratando de descubrir aquello que Yoona era incapaz de pronunciar.

—Él nunca sufrirá lo mismo que nosotros. Por que sencillamente jamás ha visto a alguien importante morir frente a sus ojos.  ¡No ha sentido la desesperación de nosotros al ver a papá y mamá en el suelo! ¡Muertos! ¡No entiende el dolor, la desesperación, la soledad!

—Yoona, basta…

Yunho, temeroso, entendió el poder de esas palabras. Pero ella se agitó con fuerza.

—¡¿Por qué parece que ya no estas de mi lado?!
—Yoona, escúchame.— Sostuvo el rostro de Yoona con fuerza, clavando sus ojos en los de ella. –Eres lo único importante para mí. Por favor, estás un poco alterada aún.

—¡NO!

Las manos de Yoona se colaron por su cintura, se mantuvieron un instante y luego lo empujaron con fuerza, el impacto lo tomó por sorpresa. Su cuerpo trastabilló hasta la pequeña mesita junto a la cama.

Yoona le daba la espalda, y él, un poco aturdido. Apenas sacudió la cabeza y la enfocó otra vez. Sin embargo ella no volvió a mirarlo, solo se mantuvo dándole la espalda, con la respiración agitada y las manos temblorosas.

—Yoona…
—Vete, por favor. Quiero estar sola.

—Escúchame——
—No, solo vete. Por favor. Vuelve después, quiero estar sola.

Desconfiado todavía, Yunho se acomodó la ropa un poco mejor. Miró la espalda de ella, un poco doblada desde aquel lugar a varios pasos de él. No quiso marcharse, menos dejarla sola.

Pero insistir era inútil. Sus escudos se habían levantado ante la impertinente negativa de Yoona, quiso aferrarse al hecho de verla tan vulnerable, no se acercó ni un paso más, suspiró pesadamente y luego de un par de pasos volvió a abandonar la habitación.

Cuando aquello pasó los ojos de Yoona se abrieron intempestivos.

No era justo, de ningún modo. Ambos habían abandonado sus planes de una vida tranquila por vengarse de OhDae, ella se había tenido que casar con un hombre al que no amaba, tantos sacrificios, tantos años de mentiras y engaños. Tantos años soportando.

¡Yunho no podía dejarlo todo a medio camino!
¡¡No podía hacerse simplemente para atrás!!

Y así le tocara resolver las cosas por su propia mano, ella no se detendría.




El aire, empezando a ser viento entraba por la ventana.

Junsu abrió los ojos envuelto entre las finas sabanas y un bostezo abandonando sus labios, con unas pocas lágrimas en los ojos escapando producto del reciente bostezo. Tanteó un poco el lugar, y el cuerpo de Yoochun junto a él le arrancó una sonrisa.

Aunque Yoochun estaba más bien sentado, con las piernas un poco flexionadas y la mirada perdida en la pared, Junsu entonces optó por sentarse también, con una pequeña sonrisa en los labios, una sutil respiración profunda y un beso corto sobre el hombro derecho de Yoochun.

La mano de Yoochun ante aquello se posó sobre su cabeza, y sus dedos se perdieron entre el cabello, en una genuina caricia de reconocimiento, Junsu en ese momento se apoyó un poco en el hombro de él.

—¿Qué sucede?

Esperó por la respuesta de Yoochun, sin embargo esta, no llegó a tiempo. Demoró bastante. Y por sobre todo se alargó hasta el punto de preocuparlo. Su mirada se elevó y capturó el perfil de él.

—¿Yoochun?
—Es solo que…— Esta vez, Yoochun suspiró, bajando un poco la cabeza y con su otra mano, buscando el contacto de Junsu. —…Tengo un mal presentimiento.

Junsu sintió un fragante peso en el estómago, voraz y molesto que lo hizo sostener la mirada en el rostro de Yoochun por un par de segundos más. Suspiró largamente, pasando las manos en un abrazo despreocupado, rodeando la cintura de Yoochun.

No hubo palabras de aliento o promesas rotas en el camino, solo un pesar compartido. En un ocaso extraño que permutó durante bastante tiempo en su interior. Como si la paz, no pudiera jamás golpear a su puerta.




Hace mucho que Yunho no conducía.

Después del accidente, le resultó un poco difícil. Pero ahí estaba otra vez, conduciendo a una velocidad considerable, con el pesar de su relación con Yoona destruyéndose en el camino. Procurando intentar mañana convencerla de que lo mejor era alejarse de todo.

El semáforo en rojo lo hizo estacionarse, entonces recordó el arma que particularmente hoy no le fastidiaba mientras conducía, su mano viajó bajo la chaqueta para poder quitarla y guardarla en algún compartimiento del carro.

Lastimosamente tarde, Yunho se percató, de que el arma ya no se encontraba ahí.

Sus ojos se abrieron en demasía.

Su mano empezó a buscar con desesperación, ni siquiera se pudo percatar del momento exacto en que la luz del semáforo cambió y el resto de autos pitaban tras de él. Él estaba seguro de haberla llevado.

A su mente vino entonces, la imagen de Yoona empujándolo con fuerza desde la cintura. El movimiento brusco y esas pequeñas manos sobre su cuerpo con astucia.

—No… Yoona, no.

Volvió a despertar en la desesperación. Sus ojos agrandados y arrancó a velocidad, olvidando sus miedos, aplacando su temor por otro mucho mayor. Giró en la primera oportunidad que tuvo.

De regreso al hospital el camino se le hizo largo, y apenas se estacionó. Se bajó del auto sin importarle el lugar donde se estacionaba, solo corrió, lo más rápido que su pierna a medio recuperar se lo permitía.

El cabello se agitaba y pegaba a su frente por el sudor, le costaba aún correr, sobre esforzaba su cuerpo demasiado. Pero no se detuvo, abrió la puerta otra vez, y en esta ocasión la soledad del lugar lo recibió.

—Yoona…

No estaba, sus labios temblaron y el aire que sacudió las ventanas, que hace poco su hermana contemplaban lo hizo sentir escalofríos. Yoona no estaba ahí, y tenía con ella, muy seguramente su arma cargada.



—¡Joonghyun!

El grito fue escandaloso, Joonghyun se movió sobre su cama sobresaltado, un poco aturdido ante el reciente sueño que había empezado a conciliar.

—¡¡JOONGHYUN!!

Kibum, esa sin duda era la voz de Kibum, fuera de contexto, fuera de su condensada personalidad parsimoniosa. Se levantó y se asomó por la ventana el muchacho parecía balancearse de un lado a otro antes de golpear la puerta ferozmente.

Decidió en ese momento salir de su habitación, su madre se encontraba ya saliendo también de su propia habitación, preocupada.

—Hijo, ¿quién es…?
—Tranquila, mamá. Ve al cuarto, yo soluciono esto.

—Pero…
—Por favor, confíame en mí.

La mujer lo miró con desconcierto, pero aún así asintió, ajustando mejor la bata a su cuerpo. Y finalmente encerrándose en su habitación otra vez. Minho dormía en el planta baja, en uno de los sillones.

Cuando terminó de bajar las escaleras, Minho ya estaba parado junto al mueble donde dormía, mirando con recelo la puerta que seguía siendo golpeada por Key, Joonghyun respiró hondo, colocando una mano sobre el hombro de Minho.

—Ve a mi cuarto.
—¿Estás seguro?
—Solo sube, yo puedo encargarme de él.

Minho lo miró con desconfianza pero aún así pareció acceder, antes de subir las escaleras y desaparecer de su vista. Joonghyun abrió la puerta y Kibum casi caer directo a sus brazos, el olor a licor fue percibido de inmediato y frunció el ceño.

—Kibum…

—¡Eres un imbécil! Eso es lo que eres.— Kibum lo golpeó con la punta de sus dedos, la mirada perdida y una expresión extraña en el rostro. —¿Por qué metiste a Minho en tu casa? ¿Estás dispuesto a perdonarle todo lo que te hizo, lo que nos hizo?

Esta vez, Kibum se acercó, su cuerpo perdió fuerza y se lanzó sobre él, Joonghyun apenas pudo sostenerlo antes de cerrar la puerta y que ambos cayeran sentados en el suelo. Los labios de Kibum estuvieron de repente cerca y su rostro pareció venerarlo por un instante tan breve, que incluso pensó que se trataba de un producto de su imaginación.

—¿Por qué me haces esto Joonghyun?

Kibum apostó el rostro sobre su pecho, con un suspiro apagado. A Joonghyun le resultó complicado que sus manos respondieran, que una se colocara en la espalda del muchacho y la otra en su cabello.

Ese cuerpo delgado junto al suyo que era tan cálido, que lo hizo suspirar y cerrar los ojos. Lo confundía, lo llevaba de un lado a otro y Joonghyun solo podía hacer su voluntad casi desde el momento en que lo conoció.

—Key…

Y el suspiró de sus labios se perdió en el silencio que de pronto se había creado. Tan débil y prolongado que Joonghyun tuvo que respirar profundo, para retener en sus recuerdos ese momento.

Para intentar entender, por que de repente. Se ahogaba en esa presencia que sus brazos ahora sostenían.




Changmin se sentía como un niño pequeño.

Siwon conducía el auto con habilidad, y él sentado junto al mayor, únicamente miraba el paisaje de camino a la editorial. Heechul sin embargo, en el asiento trasero permanecía en un encallecido silencio. Changmin apretó las carpetas en sus manos una vez más. Y Siwon pudo notar la indecisión en esos ojos.

—Deberías replantearte tus metas, Changmin. No puedes dejar que esto te detenga. Tienes en tus manos a OhDae, es lo que buscabas, lo que necesitabas. Por lo que todo esto empezó. ¿Por qué de repente pareces tan esquivo al reconocimiento que mereces? Que siempre has merecido.

Changmin cerró los ojos con fuerza. Su mente solo visualizó a Minho. El tiempo que tenía sin saber de él. Apretó con más fuerza las carpetas y prefirió guardar silencio. El final de su camino había llegado.

Tenía toda la información, por la que toda su aventura en la residencia Kim había empezado. Publicar, implicaría darle punto final a su historia con Minho. Probablemente no verlo más.

Y odiaba esa debilidad en su interior que lo hacía dudar.

Callado, desde atrás, Heechul únicamente apretó los puños. Procurando no verse afectado, no más decepcionado de lo que estaba. Aquello que Changmin presentaría como su triunfo definitivo era esa parte de OhDae que él jamás había visto.

Que tal vez OhDae jamás le enseñaría.

Golpe tras golpe, Heechul había venido aguantando, decepciones y verdades que le hacían ver lo ingenuo que fue al cerrar los ojos y confiar. De esa herida en su pecho que aún dolía, y rasgaba la poca interfaz de afecto que aún sobrevivía por él.




Fue extraño escuchar el timbre en la residencia Kim a esas horas de la noche.

Minkih caminó apurada hasta la puerta, observó a Yoona entre los ventanales, la muchacha lucía un poco demacrada, con su ropa desordenada y el cabello recogido de una manera poco habitual en ella.

No esperaba que la mujer saliera del hospital hoy, se suponía que lo haría mañana en la mañana. Aún así, tratándose de un miembro de la familia, Minkih abrió la puerta. Y Yoona ingresó, con un paso desgarbado y la mirada un poco cansada.

—Señora, ¿cómo se siente? No esperábamos su salida para hoy.
—¿Y cuando la esperaban?— La voz de Yoona estuvo repleta de sarcasmo. –Si mi flamante esposo jamás me fue a visitar.

Minkih bajó la cabeza avergonzada y apretó las manos, el mayordomo Lee no se encontraba en la casa, puesto que había salido a buscar al joven Yunho y Minkih no sabía muy bien como manejar la situación.

—¿Dónde está Jaejoong?

Esta vez la voz agresiva de Yoona la hizo bajar la cabeza.

—En el estudio, con el señor OhDae. Pidieron no ser molestados… ¡Señora!
—¡No me importa!— Yoona fue agresiva, frunciendo el ceño en el camino. —Ve a hacer tus pendientes.

A Minkih no le quedó más que asentir y verla marchar hasta el estudio, miró aprensión a la mujer y su paso veloz. Suspiró triste y decidió encaminarse otra vez de regreso a la cocina.




—¿A qué te refieres con que no tenemos ni un centavo?

Jaejoong había posado las manos sobre el escritorio, tras él, OhDae masajeó un poco su sien. Con el trago de whisky muy lejos de su alcance, lo suficiente como para que el solo olor a licor le provocara repulsión.

Sin embargo, Jaejoong agravó sus expresiones y frunció el ceño.

—Padre… ¿A qué te refieres exactamente con que no tenemos nada? ¡Es imposible!
—¡Es más que posible, Jaejoong! No hay nada, absolutamente nada. En ninguna cuenta.

Los ojos de Jaejoong se abrieron estupefactos, la mirada variaba, en cada pensamiento que cruzaba por su cabeza tratando de ahondar en lo más recóndito posible de haber llegado hasta ese punto.

Pero cuando la puerta se abrió, y Yoona apareció, el silencio se estableció entre ambos. Contrario a lo que ambos esperaban, la mujer cerró la puerta tras ella y suspiró, con sus facciones cansadas y su físico lamentable. Tan lejano a la maravillosa Yoona que destilaba belleza por cada poro.

—¿Qué haces aquí?

La pregunta sin tacto por parte de Jaejoong hizo que Yoona sonriera. OhDae lo presintió desde el primer momento. La presencia de aquella muchacha no era buena, se levantó de su asiento. Y observó, luego de un rato, como Yoona ahora lo miraba fijamente. Con un desprecio que nunca antes le había dedicado.

—Es curioso, planear tanto… Y terminar haciendo las cosas de la manera más estúpida.

La mirada de Jaejoong era impertinente, molesta. No la quería ahí. Tenía cosas más importantes que hacer, que lidiar con ella. Pero Yoona solo parecía ver a OhDae y caminar con pasos sutiles hasta él.

—Yoona, ¿qué sucede?
—Sucede, que lo odio tanto. Que estoy al borde la locura.

OhDae frunció el ceño. Yoona ya se encontraba parada junto a Jaejoong, y frente a OhDae al mismo tiempo. A pesar de que su atención estuviera posada en su totalidad en el mayor.

—Linda, creo que no sientes bien, lo mejor será que…
—¡NO ME DIGAS LINDA!

El grito de Yoona fue desastroso, su voz varió demasiado y Jaejoong se sintió por primera vez contrariado.

—Tantos años, tantos planes… Tanto odio acumulado. ¡He dado media vida fingiendo para que todo esto funcionara! ¡ESTO VA A TERMINAR AHORA MISMO, ASÍ TENGA QUE HACERLO CON MIS PROPIAS MANOS!

El arma en las manos de Yoona fue visible en un movimiento rápido. Jaejoong por instinto retrocedió un paso, alejándose un poco de ella. OhDae sin embargo se mantuvo quieto. Observando sin entender lo que estaba sucediendo, por que de pronto Yoona lo amenazaba con una pistola directo al rostro.

—Yoona…
—¡Tú guarda silencio, Jaejoong!

Ni una sola mirada, solo un grito estruendoso. Y Jaejoong decidió quedarse quieto, mientras las manos de Yoona sostenían el arma con tanta naturaleza que fue hasta terrorífico, como si supiera desde hace años como manejarla.

OhDae palideció. Y Yoona sonrió.

—Jung, ese… es mi apellido real. ¿Me recuerda, OhDae?— Dos lágrimas resbalaron por el rostro de Yoona, mientras una bailarina sonrisa aparecía en sus labios. Contradictoria y nefasta. –La hija bastarda, de su mejor amigo. Del papá, del mejor amigo de su hijo mayor. ¡Al hombre al que destruyó y le quitó todo!

Los sucesos inevitables llegaron a su cabeza, y sus manos empezaron a temblar, teniendo que amortiguar el movimiento involuntario, con sus puños cerrados. Aún así, las lágrimas continuaron cayendo por el rostro de la mujer, y la sonrisa repleta de sarcasmo jamás se borró.

—Tenía una vida, al menos el intento de una.— Las lágrimas salieron con más fuerza. –La madre de Yunho empezaba a aceptarme, mi padre nos protegía de ese mundo horrible que nos rodeaba, y Yunho y yo éramos inseparables. Tantos planes, era un mundo solo para nosotros.

—No sabía que ellos te habían…
—¿Recogido del orfanato?

Yoona en esta ocasión rió. Pero OhDae solo podía ver la pistola frente a él, los dedos delgados de la mujer que en cualquier momento podrían resbalar y disparar. Jaejoong intentó moverse, pero Yoona entonces lo miró, severamente.

—Quédate ahí, amor. Necesito que escuches un par de cosas.— Jaejoong decidió alzar las manos y asentir, cediéndole el control a Yoona. –Yunho y yo, vimos a nuestro padre morir. A nuestra madre. Odio, resentimiento, soledad, dolor. Desesperación. ¡¿CONOCEN ALGUNO DE ESOS SENTIMIENTOS?!

La respiración de Yoona empezó a agitarse, sosteniendo con más fuerza el arma.

—¡¡ERAMOS UNOS NIÑOS!! ¡No era justo que sufriéramos así!
—Hablas como si yo los hubiera asesinado.

OhDae se defendió y Yoona de inmediato volvió a mirarlo repleta de odio.

—¡Los empujaste a ello! ¡Los arrastraste a la miseria! Pero tú no entiendes…— Yoona desocupó una de sus manos, limpiando las lágrimas que caían por su rostro. —…Y no vas a entender hasta que pases por un dolor igual. A mi no me basta con dejarte en la miseria y que vayas a la cárcel por negocios ilícitos. Yo necesito que sientas lo que nosotros sentimos años atrás.

Entonces, el arma dejó de apuntar a OhDae.

Como si se tratara de una pesadilla, el hombre vio a la mujer girar, apuntar directamente a Jaejoong, a uno de sus hijos. Los ojos de Jaejoong se abrieron temerosos, retrocedió un par de pasos y su pecho empezó a subir y bajar agitado.

—Yoona, no. Escucha estás actuando equivocadamente, esta no es la forma de solucionar las cosas.
—¡¡CALLATE!!!

Jaejoong cerró los ojos ante el nuevo grito por parte de la mujer. Y mordió su labio inferior.

—Tú no entiendes… Nadie entiende… Solo con un dolor igual. Vas a poder pagar por todo lo que hiciste OhDae; Nunca esperé que fuera Jaejoong, en realidad a esta altura me daba igual, pero fuiste enviado por el cielo Jaejoong, después de tu padre. Eres a quien más odio. ¡Por tu desprecio, tu amor disfrazado! ¡Tu posesividad con mi hermano! ¡No lo mereces! ¡Eres el digno reflejo de tu padre!

El timbre de la casa sonó, y Yoona apretó con más fuerza el arma.

—Yoona es mi hijo… Él no tiene nada que ver con esto. Hablemos tú y yo…
—¡¡NO!! ¡No tengo nada más que hablar contigo!

La puerta del estudio se abrió intempestivamente.

—¡Dios mío!

El grito ahogado de Minkih alertó a los presentes. Yunho sostenía la puerta recién abierta, con su respiración contrariada y su cuerpo cansado, con el sudor por su frente. Cansado y preocupado. Desesperado, con la adrenalina bullendo intensamente en todo su ser.

—Yoona…— Sus pasos fueron lentos, Yoona tembló al verlo, sin dejar de apuntar a Jaejoong. Manteniendo vigilado a OhDae, alterada y contrariada por igual. –Yoona, detente. Date cuenta de lo que estas a punto de hacer. Tú no tienes que pagar por nada… Solo vas a destruirte en el camino. Termina con esto, vámonos… Por favor…

Jaejoong miró de reojo a Yunho, tantas cosas pasando por su cabeza en ese instante.
Yoona en cambio rió.

—¿Es que no te das cuenta, Yunho? Es lo que quiero hacer, terminar con todo.
—¡Si lo matas, te enviaran a la cárcel, maldición!

OhDae apretó los puños un poco más. Yunho se acercaba con pasos pequeños, las manos en alto. Y el sudor empezaba a resbalar por a frente de ella, las manos fuertemente apuntando al rostro de Jaejoong.

—…No te hagas esto, Yoona. No vale la pena. No arruines tu vida por OhDae.— Yunho empezó a bajar la cabeza, una mano en su rostro. Las lágrimas insulsas empezando a salir. –Esto es mi culpa, nunca debí idear este absurdo plan.

—Lo ideamos los dos, Yunho. Los dos. Y no me arrepiento de ello.
—Yoona, te amo. Eres mi hermana. Lo único bueno en mi vida eres tú. No te opaques. No cierres los ojos ante el odio.

Ella negó, las lágrimas cayendo otra vez.

—OhDae tiene que pagar, ¿recuerdas? Por mamá y papá… OhDae tiene que sufrir igual o más que nosotros. Tienes que ver morir frente a sus ojos a alguien tan importante. Que su perdida desgarre el alma.

La vista de Yoona se nubló, las lágrimas bajando a una velocidad impresionante. Pero Yunho la miró, cerró los ojos y negó. Tan cerca de Jaejoong y de Yoona a la vez.

—No te voy a dejar, Yoona. No voy a dejar que arruines tú vida. No más.
—¡No te entrometas, Yunho! ¡Ya te echaste para atrás, entonces déjame terminar con esto!

—¡No más, Yoona!
—¡¡Cállate!!

El silencio fue sepulcral. Yoona cerró los ojos y Jaejoong palideció. El sonido sordo del arma siendo disparada se escuchó, luego el inevitable ruido haciendo eco en el estudio, la bala viajando a velocidad, impactando de lleno en el pecho de la victima.

—¡YUNHO!

El grito de Jaejoong fue lo primero que se escuchó, Yunho cayó al suelo, su pecho sangrante, su boca buscando bocanadas de aire que no llegaban, las lágrimas cayendo más fluidamente que antes, Minkih presa del terror y OhDae corrió junto al cuerpo del muchacho que se había colocado frente a Jaejoong antes de que la bala lo impactara.

Jaejoong se dejó caer en el suelo, sosteniendo la cabeza de Yunho sobre sus piernas.

—Quédate tranquilo, Yunho. Por favor solo aguanta un poco… ¡Minkih llama a una ambulancia!

La empleada salió corriendo. Y Jaejoong tocó el pecho de Yunho superficialmente, manchando sus manos de rojo, la sangre saliendo demasiado velozmente como para que el llanto empezara a ahogarlo.

Yoona cayó de rodillas, la mirada de Yunho la acusaba. Yunho solo la enfocaba a ella, su brazo en el suelo estirado hacia ella, y su otra mano en el pecho. Yoona dejó de escuchar las palabras de aliento de Jaejoong hacia Yunho, dejó de escuchar a OhDae que pedía ayuda.

Solo miró a su hermano morir por sus manos, el arma en su mano derecha fue apretada con fuerza, más lágrimas, más dolor, más pérdida, más sufrimiento. La vista de Yunho empezaba a nublarse y cada que cerraba sus párpados, demoraba más en volverlos abrir.

—¡¿POR QUÉ TE ATRAVESASTE?!

Yoona cerró sus ojos. Con las manos en el piso. Su grito desesperado y la sangre de Yunho formando un charco cada vez más grande a los pies de Jaejoong.

—Yunho abre los ojos. ¡No los cierres!

Jaejoong gritó, sosteniendo las mejillas del hombre, y su piel que empezaba a estar fría. Ni siquiera le preocupó que Yoona siguiera ahí. Ni que OhDae se encontrara junto a ellos también.

—Lo siento… Soy muy egoísta…— El susurro apagado de Yoona se esparció, y aumentó la tensión cuando volvió a levantar el arma. –No puedo verte morir, Yunho. No puedo… Lo siento… Déjame ir antes que tú…

OhDae agrandó los ojos. —¡Yoona, no!

Pero el disparo se dejó escuchar por segunda vez. OhDae cerró los ojos, y Yunho se movió desesperado entre los brazos de Jaejoong.

—Yoo…na… ¡Yoo…na!

El cuerpo inerte de Yoona cayó. La herida de bala en la sien. La pistola en el piso y sus ojos acusando culpablemente a OhDae quien negó asustado. Sabiendo que esa imagen se le quedaría grabada en la retina para siempre.

Yunho se estiró, o al menos trató de hacerlo, su mano estirada hacia ella. Hacía su hermana menor, y la sangre que por el suelo empezaba a quedar, entonces el mareo se hizo más fuerte, la respiración empezó a faltar, sus dedos trataron de alcanzarla. De tocarla una vez más. Una última vez.

—¡Yunho!

Jaejoong se aferró a Jung con fuerza. Sin embargo el cuerpo de Yunho en sus brazos perdió tensión. Los ojos de Yunho se habían cerrado, las lágrimas por sus mejillas era el único rastro que quedaba y el aliento de desesperación en una última palabra que fue el nombre de su hermana. Jaejoong lloró bañado en desesperación y sangre.

—¡¡YUNHO!!

El estudio se llenó de empleados y a lo lejos, algo tarde ya, se empezó a escuchar el particular sonido de la sirena de una ambulancia anunciando su llegada.




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