Sinestesia.
—¡Eso es Jinki!
Dongchul, desde el asiento donde se encontraba levantó el vaso con whisky que tenía, vitoreando a su amigo que bailaba animadamente con una de sus ex compañeras de universidad. Mientras Kwangmin y el resto parecían verdaderamente entretenidos en pasarla bien.
Y si en un momento Jinki pareció estar distante con respecto a la situación, una vez probó las primeras gotas de licor y la buena música lo arrastró a la pista de baile, de la mano de aquella castaña todo pareció mejorar.
Jinki estaba como en mucho tiempo no estaba, efusivo, divertido, con esa sonrisa radiante en los labios, y él como buen amigo, disfruto de ver su amigo como antes, mucho antes de que Kim Minho interrumpiera en sus vidas.
—Entonces, ¿qué tal la estás pasando?
Jinki le cedió el lugar a la muchacha que había bailado con él, permitiéndole sentarse, y él se sentó junto a Dongchul, acalorado, pero con una sonrisa enorme en el rostro. Sentándose justo junto a él.
—Muy bien, la verdad es que hace mucho que no me divertía así.
Dongchul sonrió. –Lo sé, por eso es bueno verte aquí.
…
…
A Taemin no le disgustaba pasar tiempo con sus amigos, en realidad lo consideraba terriblemente importante, al estar a un paso de la graduación de que por supuesto muchos tomarían caminos diferentes.
Pero la sombra de Minho pesaba tanto, que era asfixiante.
Él, quien había sido la pareja estable de Kim Minho, al menos frente al instituto. Antes de que claro, la verdad de Minho saliera en todos los diarios del país. Y él quedara junto a Jinki y otro muchacho como unos reverendos idiotas.
El lugar estaba abarrotado de personas, en su mayoría mucho mayores a él y su grupo de amigos, pero la idea era disfrutar de que por fin se graduaban, de que las penurias terminaban aunque las personales de Taemin aún no tuvieran fecha de caducidad.
—Escuché que la parejita del año terminó.
—¿En serio? Pero si hasta ayer se veían de lo más cursis.
La platica de sus compañeras le era indiferente. Taemin supo que había sido una mala idea ir cuando se percato que no terminaba de sentirse cómodo en medio de ese ambiente alegre y festivo que no solo sus compañeros tenían sino también las otras personas.
Las risas llegaron sonoras, aplausos y movimientos exagerados de un grupo de muchachos mayores a él, un cantico de cumpleaños que llamó la atención de varios que se encontraban alrededor, Taemin entonces ubicó esos ojos, esa sonrisa.
Jinki estaba ahí, con varias chicas a su alrededor y el resto de muchachos entre risas y empujones festejando a alguno por su cumpleaños. Supo que sus amigos habían continuado caminando y que él se había quedado paralizado ante la presencia de Onew cuando sus ojos se clavaron en él y por un momento sus expresiones se paralizaron.
—Tae, vamos que los muchachos ya encontraron una mesa.
Fue Joon el que lo sacó momentáneamente de su estupor, con un leve golpe en su brazo y una sonrisa en el rostro, pero Taemin solo presintió que ese dolor en su estómago se quedaría un rato más.
—La verdad no me siento tan bien, creo que lo mejor será irme.
—¿Qué?— Joon no pareció conforme, agarrándolo con poca fuerza del brazo. –Pero vinimos todos a festejar.
—Lo sé.— Entonces Taemin se soltó con cuidado. –Pero discúlpame con todos.
Y su partida fue breve, entre la multitud de personas, y lo extraño que se sentía al ver aquel brazo de Onew sobre los hombros de la hermosa mujer que lo acompañaba. Del hueco en su estómago y lo estúpido que se sentía.
Todos caminaban hacía adelante, pero él parecía seguir igual de estancado.
…
…
Esa noche, fue la más tormentosa que puede recordar.
Se encontraba abrazado así mismo, las palmas de su mano sobre sus brazos, el frío permisible que opacaba las ganas que tenía por hacer algo que inultamente podría ayudar, el flequillo de su cabello apenas caía, desordenado sobre su frente.
Hacía frío, pero seguía ahí, con la ropa manchada de sangre y el cansancio visible en sus facciones. Un desastre por completo, ni la sombra de lo que Kim Jaejoong exponía ante los demás.
Tenía cinco minutos, cinco escasos minutos para poder contemplar a Yunho, inconsciente sobre aquella cama, con vendas por toda la extensión de su pecho y aparatos que controlaban su vida hasta que decidiera despertar.
El pitido incesante, molesto y angustiante hacía eco en la habitación blanca. La enfermera revisaba a Jung, sus signos vitales, algo que diera indicios de que el hombre pensaba abrir los ojos y demostrar que estaba un poco más lejos de la muerte. Pero Yunho aún no despertaba, y Jaejoong no se atrevía a acortar la distancia.
Había llorado tanto que se sentía vacío, más vacio de lo usual.
Tenía miedo, desesperación, emociones confusas que desembocaban en una muralla ante el resto del mundo. No le interesaba hablar con nadie más, como si sus palabras se reservaran para él, para el momento en que Yunho abriera los ojos.
No se podía morir, la vida de Yunho no podía simplemente extinguirse cuando le había costado tanto tenerlo junto a él, por él y para él. Sabía desde el principio que Yoona solo traería problemas. Pero lamentablemente nunca midió el tamaño de esos problemas.
—Es todo.— La voz de la mujer lo hizo levantar su mirada de él y observar a la azabache que parecía mirarlo con pena. –Temo que ya debe salir señor Kim, cualquier cambio en el señor Jung le avisaremos de inmediato.
Pelear por quedarse un rato más era innecesario, y de todas formas nada cambiaria el hecho de que Yunho abriera sus ojos para él antes de que se marchara, por más que llevara ya horas desde el disparo. Caminó sin desearlo, miró hasta el último momento, y volvió a sentarse en aquella silla frente a la habitación de Yunho una vez más, a esperar quien sabe por cuanto tiempo más.
…
…
Minkih aún estaba nerviosa, sus manos temblaban y las piernas se encontraban débiles, el abrigo que se cerraba sobre su cuerpo todavía no la cubría lo suficiente. Su labio inferior temblaba, sentía los labios resecos y el cabello mal recogido.
Las lágrimas brotaban de su rostro cada tanto y ese pequeño pañuelo en sus manos las secaba cada tanto, una pena brotaba de su pecho y el horror grabado en su memoria como una mala imagen que sería difícil de limpiar en su inconsciente.
La puerta blanca por la el mayordomo Lee había ingresado hace unos momentos volvió a abrirse y por ella salió el hombre con su rostro apesadumbrado y un suspiro en los labios, ajustando los guantes a sus manos debido al frío.
No había casi gente ese día, y el ambiente en la morgue siempre era así de pesado, tanto que Minkih se levantó de inmediato hacía el hombre, con los ojos un poco hinchados de tanto llorar y él solo la miró con pesar.
—Ya está todo listo, se encargaran del cuerpo de la señora Yoona cuanto antes.— Las palabras del hombre eran lentas y algo parsimoniosas. –El señor OhDae me indicó que hiciéramos todo lo más rápido posible y de bajo perfil que se pudiera.
Minkih asintió. —¿Dónde van a enterrar el cuerpo?
—Según me explicó el señor OhDae junto las tumbas de los padres del señor Yunho.
Esta vez Minkih asintió, mordiendo su labio inferior y Lee la abrazó con extremo cuidado, no podía imaginar lo fuerte que tuvo que haber sido para ella presenciar toda aquella escena o la manera en que debe haber repercutido.
Las lagrimas en el rostro de Minkih apoyada sobre el pecho de Lee volvieron a salir y el hombre solo acarició un poco sus cabellos.
—Tranquila, Minkih.— Un susurro conciliador por parte del mayor. –El infierno para ella ya terminó.— En ese momento Minkih se aferró al cuerpo del mayor y sollozó con fuerza. No era justo. Ella, tan joven. Hermosa, llena de vida. No era justo que acabara así.
Pero las palabras de Lee cargaban sobre si un gran peso de verdad.
Y de un modo otro tenía razón. Yoona por fin se había liberado de ese infierno personal que quien sabe por cuanto tiempo había estado llevando sobre la espalda.
…
…
Si los rayos de sol golpeaban en su rostro, era molesto. Aún más si el dolor de cabeza se instalaba como huésped y lo sentía mucho antes de terminar de despertar inclusive, le pesaba el cuerpo y además tenía un calor inconmensurable. Fastidiaba la ropa.
Key había intentado moverse, apenas un poco, solo para que el estómago no se le revolviera, pero solo había logrado encogerse en su lugar. Gritos, golpes, el rostro de Joonghyun… Oh, dios. ¿Por qué no podía simplemente olvidar el ridículo que había hecho la noche anterior y ya?
Suspiró con el mal sabor en la boca, todo el licor ingerido y las molestias propias mientras el silencio que lo acompañaba era abrumador. Cuando por fin se decidió a abrir los ojos, todo estuvo nublado en un principio, fuera de foco y además se mareo aún sin haberse movido de su lugar.
Pero lo peor llegó después, cuando su visión se estabilizó y el cuerpo de Minho, sentado en una silla a unos centímetros de él, fue lo suficientemente clara. Kim Minho estaba vestido, con esa sofisticación que lo caracterizaba, su pierna cruzada y su mirada apostada en el diario sobre sus piernas. Concentrado.
—¿Qué haces aquí?
Y odió como sonó su voz, odió su propia inconsciencia al levantarse abruptamente y que todo el mundo le diera vueltas en un segundo, como si las nauseas se incrementaran y su estomago se revolviera dolorosamente. Pero Minho solo giró hacía él, con la expresión más tranquila que había visto en su rostro.
—¿Cómo te sientes?
—Horrible, ¿no es obvio?
Minho sin embargo solo le extendió un vaso con agua aparentemente fría, Key no esperó que fuera buena idea, pero tenía los labios resecos, mucha sed, y además no podía pensar adecuadamente.
—Joonghyun salió a comprar el desayuno, su madre tuvo que salir temprano al trabajo.
Key asintió, respirando profundo, esperando que esas nauseas se marcharan. Escuchaba la voz de Minho como un eco lejano. Su imprudencia de anoche había sido la peor, sería bueno marcharse y no volver jamás. Olvidar no solo a Minho sino también a Joonghyun en el camino.
Forjarse de un poco de amor propio, que no fuera por simple egocentrismo. Kibum sentía que de algún modo era momento de empezar a cambiar las perspectivas de su vida. Por que quizá era eso lo que lo había hecho llegar hasta donde se encontraba, en un punto sin retorno que empezaba a despreciar.
Y pensaba y se consumía en ello mientras la imagen de Minho frente a él solo empeoraba el malestar de su cuerpo, mientras Minho parecía calmado pasando las hojas en sus manos, observando sin realmente prestar atención. Como esperando por que él terminara de estabilizarse.
Era tan exasperante, tan incómodo.
Que incluso huir parecía buena idea.
—¿Por qué quieres que me vaya?
Fue repentino, los recuerdos como tal llegaron con esa simple palabra. Él gritando, exigiendo por que Minho se marchara. Por que se fuera del lado de Joonghyun, un lugar que él reclamaba como suyo mientras Minho solo importunaba.
No es como si Joonghyun fuera un ser angustiantemente débil. No es como si no supiera defenderse y su lengua propia de golpes bajo no supiera contraatacar debidamente. Es solo que Joonghyun parecía guardar resquicios de amor por aquel Kim. Y eso solo lo enloquecía.
Pero las respuestas no llegaron, solo la confusión y la vergüenza propia.
El arrepentimiento. Debió alejarse de Joonghyun cuando tuvo la oportunidad.
—Key, seré directo…— Observó los movimientos relajados del muchacho. Su rostro serio hacía él y sus ojos directo a los suyos. –Tú…
—Yo, nada.— Interrumpió a consciencia. Con un suspiro resignado. –El hecho real es que el que salgas de esta casa, no cambia el hecho del por qué te trajo hasta aquí.
Hubo un incómodo silencio, perpetuo y estable. Minho solo lo miró. Y Key respiró hondo, nunca se había amedrantado contra él, ni cuando descubrió el golpe bajo del muchacho ante su orgullo. Por que lo suyo nunca había sido amor, ni siquiera algo parecido. Más bien una convivencia de intereses. Que había terminado en un juego mal hecho.
—Estas enamorado de Joonghyun. Y duele, ¿verdad?— Minho sonrió de soslayo. Las expresiones de su rostro cambiando sutilmente mientras los ojos de Key se aventuraban a abrirse cada tanto un poco más. –No es como si el amor siempre fuera felicidad, pero en tu caso duele más de lo que te ha proporcionado felicidad. Si es que has tenido momento de felicidad y no mera satisfacción.
—¿Cómo puedes afirmar algo que no conoces?
—¿Cómo sabes que no lo conozco?
Las miradas se encontraron directamente, los ojos afilados de ambos mientras hurgaban entre los sentimientos que intentaban ocultarse tras la fiereza que puede mostrar el estoicismo. Tras los matices encerrados de la consciencia. Pero, finalmente Minho sonrió. Calmado, sin ánimos de burla.
—Dile a Joonghyun que muchas gracias, y que sea la razón por la cual se sienta culpable no es necesario que haga todo esto, quizá yo me lo merecía, y con haberme ayudado reivindico cualquier duda que tuviera.
Fueron movimientos gráciles y rápidos. Kibum de pronto lo vio pararse, agarrarse maleta y emprender con pasos leves su salida hasta la puerta principal de la residencia. Aquel lugar donde hace unas horas, él mismo había pisoteado a su orgullo.
—¿A dónde vas?
Sin pretenderlo, su cuerpo se había levantado, la espalda amplia, masculina de Minho a pocos metros de distancia. Todavía sin comprender por qué de pronto Minho quería hacerse a un lado. Tan fácilmente. Y dudaba que fuera por petición suya.
—Lo más lejos que pueda irme. No te preocupes.— Giró apenas un poco para que su sonrisa fuera visible ante los ojos de Kibum y su expresión desenfadada provocara más dudas todavía. –No había tenido la oportunidad antes, pero… Lo siento mucho, Kibum. Por todo lo que te hice, lo lamento en verdad.
No era como si esperara algún día escuchar esas palabras, como si las necesitara o le gustara escucharla. Es solo que habían llegado tan de repente que Kibum no tuvo oportunidad de acogerlas con cuidado. Su expresión se enfrío por un momento y atinó únicamente a asentir.
Con la revelación del supuesto amor de Kibum hacía Joonghyun todavía latente.
Con una sonrisa en los labios, Minho simplemente se marchó.
…
…
Kim Heechul siempre había sido un hombre de recursos.
Su sonrisa, su carisma, su talento.
Todo aquello que hasta el día de hoy le había abierto camino.
Tenía esa facultad representativa de siempre lograr lo que se proponía, y juraba por experiencia propia nunca llegar a enamorarse hasta el día en que conoció a magnate empresario que un día desestabilizó por completo su vida.
Había empezado como una profunda admiración. Sonrisas, alientos, pequeños gestos que lo hacían creer en un patético amor platónico. Pequeñas frases, sutiles roces. Gestos simples que podían evocar en un volcán de sensaciones que más luego Heechul aplacaría con la conciencia de que era un hombre casado, con hijos y un gran prestigio.
Entonces se quedaría admirándolo.
Y sonriendo a escondidas sin que nadie notara su amor perpetuo.
Pero la vida parecía haberle sonreído cuando un día OhDae se apareció en su departamento, despeinado y algo angustiado por la expresión que le entregaba, esas fuertes y grandes manos tomándolo por la quijada, presionando sus labios, fundiendo sus precarios sentimientos. Como una desesperación inusitada que hasta el día de hoy podía ser aplacada.
No se conformaba y no quería hacerse cargo del hecho que el hombre jamás lo escogería a él como primera opción. Ni quería tampoco hacerse ilusiones con la promesa de algún día sería solo para él y excluiría a Boa de su vida.
Pero estar enamorado es perder automáticamente parte del raciocinio.
No había creído, pero secretamente había guardado la esperanza.
Sin embargo esa imagen de la que se enamoro, esas caricias, esa voz. Todo en Kim OhDae estaba repleto de mentiras y bajezas que no estaba seguro de soportar de la persona que amaba, no es que su amor estuviera condicionado. Es que una persona no puede ocultar tantos secretos, hacer tanto daño. Y simplemente mostrar un amor, en el que Heechul ya no creía.
Pero ahí estaba con su expresión de mártir, mirando desde lo lejos a OhDae quien estaba sentado en una banca del hospital justo frente a la habitación de Jung Yunho, esperando al igual que su hijo por que hubiera noticias de alguna reacción por parte del hombre.
Pero Jaejoong y OhDae estaban poco más que distanciados, no solo por lo centímetros en lo que el hijo trataba de ni siquiera rozarse con el padre, sino por la mueca de insatisfacción por tenerlo ahí cada vez que la mirada de Jaejoong se deslizaba hacía su derecho. Era un ambiente tenso que se propagaba a pesar de que no cruzaban palabras.
Heechul lo sabía no debería estar ahí, y tampoco deseaba acercarse, había ido hasta el hospital únicamente para velar por ese rostro preocupado y en derrota que era ahora la fiel imagen del patriarca de la familia Kim. No era regocijo, en el fondo, Heechul quería ver que estuviera bien, medianamente bien al menos.
La familia Kim se caía en pedazos y eso no era un secreto para nadie.
Para absolutamente nadie.
Le debía más que la vida a aquel personaje que lo esperaba fuera del hospital en su carro gris, sin hacer preguntas, sin omitir comentarios. Choi Siwon que esperaba con un cigarrillo en la mano apoyado en el auto por que Heechul hiciera lo que debía o quería.
Heechul tenía el mundo en pedazos a su alrededor, pero Siwon estaba ahí, para abrirle camino mientras él recordaba como caminar adecuadamente. Salió con paso ligero del hospital, con un suspiró largo y profundo antes de la sonrisa diminuta de Siwon lo recibiera y él levantara un poco los hombros.
Iba a estar bien, como cada poro de su alma que de a poco iba restaurándose, aún sin que él lo pretendiera.
…
…
—¿Cómo es esto posible?
Wookdae desde siempre había estado de su lado, el jefe de la editorial, siempre había estado de su lado y había creído en él sinceramente. A pesar de su juventud e inexperiencia en sus primeros días Wookdae había creído más que todo, en su talento.
Hoy sin embargo estaba avergonzado de decepcionarlo.
El hombre lo miraba fijamente, con el ceño fruncido y una edición del diario competencia en las manos.
—¿Por qué ellos tienen una exclusiva del intento de asesinato y suicidio en la residencia Kim?— Changmin había optado por bajar un poco los hombros y la cabeza. Wookdae sim embargo solo lanzó la edición sobre el escritorio, tensando aún más a todos aquellos que esperaban fuera de la oficina. —¿Por qué si tengo yo dentro de esa casa a mi reportero estrella?
—Wookdae…
Su voz sonó como un susurro pasivo. Un lamento que no deseaba explicarle razones que en este momento sonaban absurdas cuando era su futuro el que pendía de un hilo, por culpa de un muchacho que difícilmente hace unos días había llegado a la mayoría de edad.
—Dame una buena razón por la que nosotros que somos los lideres no tenemos algo mejor.— La voz del hombre sonó baja, cerca, muy cerca de su rostro. —¿Tienes algo mejor, verdad Changmin? Tú nunca me decepcionas.
Y ahí estaba de nuevo en esa encrucijada sin salida en la que se había envuelto en estos últimos días, frente al hombre que le había abierto todas las posibilidades para un futuro rentable, con el que siempre había soñado y que ahora Wookdae lo ponía a sus pies.
—Si, lo tengo.
La sonrisa de Wookdae hizo aparición entonces, como si resplandeciera de orgullo e incluso pudiera respirar tranquilo ahora.
—Lo sabía muchacho, tú nunca me decepcionas.— El mayor había posado un brazo sobre los hombros de Shim con su pecho inflado de orgullo y tranquilidad. –Los directivos hubieran querido cortarte la cabeza si no nos traías algo mejor que esta noticia. Si es lo suficientemente buena, créeme Changmin que no les quedara de otra que darte el puesto. Lo mereces, más que nadie.
Lo merecía, más bien lo necesitaba. Iba a derrumbar sus creencias por ese amor deforme que había construido con Minho, a cambio de algo que al parecer ya no existía. Que carecía de importancia, pero que seguía siendo su meta.
Entre el abrazo filial que le proporciono el hombre, Changmin asintió.
Y plagó una sonrisa en sus labios.
…
…
Un par de días después.
Kwon Boa se encontró así misma caminando del brazo de su hermano por el cortado y verde césped, entre el sol que alumbraba lo suficiente aquel día y el viento fresco que soplaba en la mañana. Entre las personas que caminaban lentamente por el cementerio. Entre las miradas perdidas que iban de un lugar a otro.
Siwon tenía esa expresión seria en el rostro, pensativo por algún motivo por el cual ella ya había preguntado, pero que él solo había respondido con un ‘Estoy bien, solo pienso en el trabajo’ y ella entendía que si él no quería hablar por el momento estaba bien, ella podía esperar.
Tenía días desde que había abandonado el infierno de la residencia Kim, desde que la tranquilidad le pisaba los talones aunque fuera lejos de todos ellos y la manta oscura que ahora los cubría, aunque no dejara de preocuparse por Minho. Y las constantes veces que desviaba la llamada cuando ella buscaba contactar con él.
Sabía que su hijo era lo bastante grande como para valerse por si solo, pero sabía del mismo modo que no era lo suficientemente adulto como para estar demasiado tiempo solo. Quería ir tras él, pero no sabía como vencer del todo esa barrera que las mentiras y el tiempo habían puesto entre ellos.
Lo único que tenía de Minho era un mensaje recurrente de cada tres días. ‘Estoy bien, no te preocupes’ o los usuales ‘Estoy con un amigo, haciendo unos trámites para empezar a estudiar’ no sabía a que tramites se refería y temía que se trataran de una beca que lo llevara muy lejos, donde lo más sano para el menor sería empezar desde cero en otra parte. Minho tenía las calificaciones y la inteligencia para obtener la beca sin problemas. Pero le asustaba que el menor se alejara más, cuando no habían lazos lo suficientemente fuerte entre ellos todavía.
Pero se conformaba con recibir esos mensajes. Con que ahora la llamara por su nombre. Con que al menos, le dejara entrever que se tomaba la molestia de no preocuparla, como si lentamente se fuera haciendo a la idea de que eran madre e hijo.
Pronto habían llegado a lugar, repleto de rosas, velas y cartas sobre la tumba de la que una vez fue la hermosa y deslumbrante Yoona, las letras de su nombre cuidadosamente grabadas y todo el amor de sus fans palpable en cada espacio.
—Se nota que la querían mucho.
—Era un amor de desconocidos, que supongo aplacaba un poco la soledad en la que vivía.
Boa casi habló por experiencia propia, aunque ella no tuviera fama ni fans. Podía entender la angustia que la muchacha vivió durante mucho tiempo, se arrodillo con cuidado frente a la tumba. Se abrió paso entre un montón de regalos que había, recuerdos y expresiones de cariño, para poder colocar sus flores.
Observó la tumba con melancolía, con el poco contacto que había tenido con la menor y las pocas veces que se habían sentado a hablar. Tan triste y solitaria. Lo poco que Boa sabía era lo que se había divulgado en la prensa. Un intento de asesinato hacía Yunho y el suicidio inmediato de Yoona para dolor e incomprensión de sus seguidores.
—¿Has sabido algo de Yunho?
Siwon negó sutilmente, colocando una mano sobre el hombro de su hermano.
—No, pero creo que él aún no sabe lo de Yoona.
—Lo que me dijiste… Lo de que son hermanos, ¿es verdad?
Siwon bajó un poco la voz, colocándose a la altura de su hermana para que solo ella escuchara.
—Changmin va a publicar todo eso en estos días, solo necesitamos su autorización. Todos los secretos de la familia Kim y entre ellos los de la familia Jung.
—Pero, ¿por qué Yoona querría dispararle a su propio hermano?
—Esa es la razón por la que Changmin va a obtener el puesto de Editor y quizá un reconocimiento mundial. El resto de la prensa se equivoca, Yoona no quería asesinar a Yunho, eso fue un error. Probablemente quería asesinar a OhDae o a Jaejoong. Lo de Yunho fue un accidente.
Boa volvió a bajar la mirada, con un suspiro entre los labios.
—Eso no quita el hecho de que la vida de Yoona se extinguiera.
—Esa fue su decisión.
Boa negó. –Yo dudo que ella estuviera en sus cabales en ese momento.
Siwon miró a su hermana contemplar la tumba de la mujer un rato. Su expresión de pena y la mirada perdida entre ese instante y lo que transcurría a su alrededor, como si el peso de los días no fuera suficiente. Como si aún faltaran penas que contar.
…
…
OhDae había decidido tomar ese momento como suyo.
Jaejoong había ido a casa a darse una ducha y cambiarse de ropa. Kim entonces había decidido que era su momento para poder entablar al menos dos frases con el muchacho que hasta hace unos días era como otro más de sus herederos.
Sabía por la expresión callada de Jaejoong, por sus hombros caídos y sus facciones cansadas que Yunho se encontraba en una pose de no querer hablar con nadie, como si fuera inconsciente al mundo que lo rodeaba y no mostraba señales de querer hablar con nadie o al menos, no con alguien de la familia Kim.
Sus pasos fueron parsimoniosos hasta el interior de la habitación. Yunho ni siquiera se tomó la molestia de tratar de averiguar quien había ingresado en la habitación. Únicamente continúo mirando hacia la ventana dentro de la habitación, con su rostro ladeado hacía esa dirección y la respiración suave.
Tenía la ropa del hospital, la herida de bala tapada por un montón de vendas y pálido todavía a pesar de que ya habían intentado reponer la sangre perdida. Unas ojeras profundas y esa expresión vacía en el rostro. OhDae no podía entender como aquel ser podía verse tan penoso.
—Yunho…
Trató de sonar calmado, pero Yunho ni siquiera así se tomó la molestia de aunque sea darle a entender que lo estaba escuchando. Seguía solamente mirando por la ventana, con su respiración leve y sus brazos caídos. Sentado con sus piernas estiradas sobre aquella cama de hospital.
Si registrara aunque sea un poco ese momento, para encontrar alguno en el que se sintiera la mitad de lo culpable que ahora, OhDae difícilmente lo encontraría. Camino pocos pasos hacia él, y él aún así no se inmuto. Solo lo ignoró y OhDae logró sentarse junto a él. Vislumbrar su rostro y sentir que la respiración se le cortaba por no ser capaz de curar un poco de esas heridas que Jung llevaba en el alma.
Si estaba destruido, si lo había perdido todo. Si sus hijos lo odiaban.
OhDae estaba dando los últimos pasos de su vida, pero Yunho estaba ahí, llenándolo de un remordimiento tan cancerígeno que solo pudo bajar la cabeza y apretar los puños.
—Yunho…
Fue más bien un sollozo. Clamaba por un poco de advenimiento, por un poco de atención que le permitiera explicarse, pero Yunho continuó impasible y OhDae bajó la cabeza, cerrando con fuerza los ojos, tanto que sus pestañas pronto se humedecieron ante las lágrimas. Cayeron sobre la palma de su mano y trató de morder sus labios para no llorar. Para que Yunho al menos saliera de ese mundo en el que se había encerrado.
—Yo viví arrepentido por lo que les hice a tus padres, pero yo nunca quise… que esto terminara así.— Vio a Yunho, su perfil, su rostro carente de expresiones. No parecía escucharlo en verdad. –Por eso fui a buscarte, cuando me enteré que tus padres habían muerto… fue realmente… no soportaba la idea de tener un poco de culpa… Yunho…
Respiró lo más hondo que pudo, la pasividad del menor solo lograba que su desesperación se acrecentara, que sus ojos se llenaran de lágrimas nuevamente.
—Yo ni siquiera sabía que habían recogido a Yoona del orfanato. Nunca quise que las cosas terminaran así. Cuando fui a buscarte… quería ayudarte. Quería saldar un poco de mi culpa. Pero solo empeoré todo. Yunho yo… Lo siento, lo siento muchísimo.
Para ese momento había entrado en lágrimas. Un sufrimiento profundo mientras agarraba al menor del brazo y lloraba sobre su hombro. Un sollozo apagado ante la nula respuesta o desprecio siquiera por parte de Jung.
Estaba consumiéndose por dentro mientras los ojos de Yunho seguían perdidos por el paisaje de la ventana y sus ojos no mostraban ni siquiera un poco de cambio. Cuando la puerta de la habitación se abrió. OhDae solo se aferró un poco más al brazo de Yunho.
—Papá, ¿qué haces acá?
Era la voz despreciativa de Jaejoong, cargada de rencor y furia antes de que escuchara los pasos apresurados de su hijo acercarse a él.
—No lo toques.— Jaló de él, con una fuerza innecesaria, logrando que Yunho se moviera un poco ante el movimiento pero aún así solo acomodara un poco su ropa, vacío como desde un inicio, colocándose inamovible una vez más. –Te dije que no quería lo vieras, ni siquiera que hablaras con él.
Junto a Jaejoong estaba una de las enfermeras, OhDae solo pudo limpiar un poco sus lágrimas y sentir la forma agresiva en la que Jaejoong sostenía su brazo izquierdo. Incluso en el momento en que Jaejoong comenzó a jalarlo hacía la salida de la habitación.
—Señor Jung… ¿Se encuentra bien?
La joven mujer, pudo ver preocupada como su paciente continuaba mirando hacia la ventana, con la misma expresión vacía que tenía desde que se había levantado. Pero esta vez una solitaria lágrima que se le escapaba de los ojos lo traicionaba. Podía estar vacio en sus expresiones pero esa lágrima volvía más tormentosa esa imagen.
Escuchaba los gritos de Jaejoong fuera de la habitación, en el pasillo del hospital. Entonces decidió cerrar la puerta y los gritos al menos un poco se menguaron. Volvió hasta donde estaba el hombre. Su expresión ahora parecía más calmada.
—Señor Jung, no se angustie más allá de lo debido. Si usted gusta puedo suspenderle las visitas por un tiempo, puedo hablar con el doctor y…
—Yoona.— Estuvo sorprendida, era la primera vez que escuchaba la voz del joven hombre y era la primera vez que miraba a algo que no fuera la ventana y en esta ocasión era a ella. —¿Usted sabe… como se encuentra Yoona? La muchacha que también resultó herida en la residencia Kim.
Si pudiera ocultarle la verdad, Soonri hubiera preferido hacerlo. El paciente la miraba con anhelo, con una vaga esperanza. Como si de pronto hubiera olvidado lo que habría sucedido. Y seguramente inconscientemente, puede que lo hubiera olvidado. Ella no se veía capaz de decirle la verdad. Y mucho menos lo creía conveniente.
—Será mejor que descanse.
Caminó hasta él, con la esperanza de que el hombre se recostara una vez más, pero su acercamiento fue una trampa. Yunho la agarro del brazo. Con fuerza, demasiada tal vez.
—¿Dónde está?— Su voz esta vez estaba cargada de dolor, de angustia y precaria valentía mientras los ojos volvían a llenarse de lágrimas. Soonri solo pudo ver con preocupación al hombre, con miedo y un poco de dolor ante el agarre del que la tenía sujeta. –¡¿Dónde está Yoona?!
—Señor… por favor…
Estaba asustada, los gritos de Yunho haciendo eco en la habitación.
—¡Dime ahora mismo donde está mi hermana!
Los ojos de Yunho la miraban acusadoramente y ella no pudo reaccionar ante aquella acción agresiva, pero él apretó el agarre y ella dobló su cuerpo ante el dolor.
—Me lastima, ¡ya basta!
—¡Dime que pasó con ella!
—¡Está muerta!— Soonri cerró los ojos, temblado de pavor. Poco a poco su brazo siendo liberado y las lágrimas de Yunho invadiendo su rostro una vez más. –Ella… se suicidó. Luego de dispararle, se suicidó.
Los brazos de Yunho volvieron a caer, como si no tuvieran peso y la pena apenas empezara a rozarlo, su cabeza se movió negativamente, sus cabellos sacudidos por sus movimientos que empezaban a ser bruscos, Soonri sin embargo solo pudo alejarse un poco, temerosa. Sobando su brazo lastimado.
—Lárgate.
Ella primero no reaccionó, pero el grito de Yunho bastó para ahuyentarla. —¡Que me dejes solo, carajo!
Sus pies retrocedieron hasta que su cuerpo dio contra la pared, asustada por las reacciones del hombre. En cuanto Yunho empezó a botar todo lo que tenía a su paso. Ella solo pudo salir corriendo de ahí. Con sus manos temblorosas y su uniforme de enfermera algo desarreglado.
—¡¡Quiero que me dejen solo!!
Abrió la puerta y la cerró de inmediato. Luego escuchó más golpes y Yunho cerrándola con seguro por dentro. Fuera Jaejoong y su padre la miraban sorprendidos. El escándalo que se perpetuaba dentro de la habitación era desastroso.
—¿Qué ha pasado?
El bello rostro del hombre frente a sus ojos no era el de antes, lucía cansado y abrumado. Jaejoong no era ni la sombra de lo que alguna vez fue ni de su imagen que se vendía por todas partes. Soonri solo pudo sollozar asustada y encogida en la pared de aquel pasillo.
—Él… me ha preguntado por la señorita Yoona… Y yo… me agarró con fuerza… estaba asustada y…
—¡Estúpida!— Sintió la voz grave de Jaejoong, próxima a la cachetada que el hombre le lanzó haciéndola voltear el rostro por completo. Dejándola pasmada. Con las lágrimas cayendo por su rostro. —¿Cómo vas y le dices las cosas así? ¡¿No ves el estado en el que se encuentra?! ¡¿Qué clase de profesional eres?!
—Jaejoong basta.
Soonri, se quedó inmóvil. Su mejilla roja por el golpe. Escuchando como OhDae alejaba a Jaejoong de ella y ahora ambos discutían; pronto los pasillos se llenaron de gente ante el escándalo.
Dentro, Yunho seguía rompiendo las cosas a su alrededor, con su llanto empedernido y clamando el nombre de su hermano. Pronunciando el nombre de Yoona en un llamado que ya no sería respondido.
…
…
Si Junsu sonreía, así como lo hacía ahora. Cuando los hoyuelos en sus mejillas eran evidentes y sus ojos se achicaban un poco. Si brillaban sus ojos y reía de aquella manera tan fresca, si su boca formaba un puchero y todo ello quedaba eternizado en una fotografía. Así, de esa forma. Yoochun era feliz.
Le gustaba verlo así, con sus pies recorriendo el lugar en el que el barco se había detenido para que sus turistas pudieran conocer y hacer compras. Junsu con aquella bermuda y esa camisa azul, con las gafas y la gorra blanca en su cabeza mirando entusiasmado de un lado a otro. Tomando fotos a todo lo novedoso con lo que se encontraba. Él retratando a Junsu en todas sus expresiones. Él siendo feliz a través de él.
Cuando probaba una comida diferente sus expresiones variaban tanto, las fotos de Junsu eran de los paisajes, de las personas, de los puestos de comida, de los niños jugando futbol, de los ancianos leyendo un libro. De las mujeres trabajadoras. Junsu tomaba recuerdos para atesorarlos.
Yoochun fotografiaba a Junsu, Junsu y sus sonrisas, sus expresiones, sus sorpresas. Sus momentos de tranquilidad. Para Yoochun su paisaje era Junsu. Era ese oasis perdido que nadie más podía encontrar. Verlo feliz, era su lluvia de estrellas. Lejos del mundo que los conocía, todo estaba un poco mejor.
Junsu tenía esa costumbre de deformar su nombre en mil maneras posibles, pero lograba que siempre sonara especial de sus labios, sus susurros, su voz baja cuando hacían el amor, sus lágrimas que alguna vez también pronunciaron su nombre. Todo en Junsu era especial para él. Sus momentos felices y tristes, sus locuras e incluso sus extravagancias. Sus peleas y tonterías.
Pero más que todo le gustaban esas horas de las madrugadas. Si, esas horas precisas cuando apenas había una luz tenue en la habitación y él abrazaba el cuerpo de Junsu con sutileza, sus respiraciones pausadas se acoplaban y esa imagen era perfecta. Entre la soledad de la habitación. Y sus pieles reencontrándose como siempre, como cada noche.
Para Yoochun no había paz más perfecta.
Lo que había estado esperando. Y cuando analizaba, besaba la espalda desnuda de Junsu y lo abrazaba un poco más. Su paz perfecta había sido encontrada.
Pero él todavía no había olvidado el verdadero motivo de ese viaje.
Debía encontrar ese mundo lejano, esa reencarnación que les hiciera posible empezar desde cero. Donde nada ni nadie, se percatara de su destino.
…
…
Changmin mordió su labio una vez más. Sentado tras su escritorio con las manos cruzadas y el reflejo de la pantalla en sus ojos, con sus letras proclamadas en aquella hoja en la que se había sentado a escribir desde hace horas, la que había corregido más veces de la necesaria. Aquella que poseía su nombre al margen de la hilera.
Tenía esa comezón en el pecho. Ese sinsabor despreciable que aplacaba su indecisión y que lo mantenía sentado allí, con suspiros que se emitían cada tanto y que borraban la imagen que había marcado con el paso del tiempo y que hoy una sola persona derrumbaba.
—Changmin.
Fue Key, con su golpeteo ligero, asomando un poco la cabeza y con una expresión tranquila quien lo sacó de sus pensamientos y Changmin lo supo, el momento había llegado.
—Heechul me pidió que te dijera que fueras un momento a su oficina.
—Si, gracias. Ya iba para allá.
Key asintió, ralentizando por un momento su mirada en él, como si buscara decir algo más y no se atreviera. Con esa tensión entre ambos que todavía no acababa. Pero Key se fue y Changmin tardo un par de minutos más en salir, con la memoria en sus manos y la caminata entre las personas que trabajaban a esa hora en la editorial.
Heechul estaba ahí, con un par de personas, con papeles entre las manos, escogiendo fotografías. Arreglándolo todo, alistándolo todo. Solo hacía falta él. Heechul de inmediato se deshizo de todos y pronto, a puerta cerrada los dos quedaron en aquella oficina, Heechul con su mano estirada hacía él y él todavía dudando en publicar o no.
—¿Estás seguro de esto?
—No, pero debo hacerlo.
Heechul recibió la memoria, su mirada un poco preocupad mientras miraba el pequeño dispositivo. Deslizó su mirada hacia Shim y él había vuelto a aquella expresión melancólica que se le venía haciendo costumbre en los últimos días.
—Changmin.— Siwon acababa de entrar, antes de que Heechul pudiera decir algo más y de que Changmin tuviera la mala fortuna de negarse a aceptar lo obvio. –Minho está afuera, ha venido a buscarte.
Los ojos de Shim se abrieron con fuerza, girando por completo, caminando hasta la salida como si los pies le quemaran, pero girando hacia Heechul antes de abandonar la oficina. –No lo envíes a publicar todavía, yo te confirmo.
No le dio tiempo a Kim de asentir. Salió de aquella habitación tan rápido y tan inseguro en partes iguales que le importó muy poco cuando se abrió paso entre las personas que el día de hoy estaban alborotadas de un lado a otro por el trabajo que tenían ante el reportaje estrella que iría de su mano.
Lo vio a unos pasos del ascensor, contemplando unas publicaciones enmarcadas del diario. Tenía el cabello arreglado hacía un lado, con su ropa sofisticada de siempre. Como si no hubiera olvidado como ser el Minho de siempre. El que él conoció. El que entre ambos descubrieron.
Eran días sin verlo, sin saber de él.
Lejos de él.
—Minho…
Y él giró, con sus ojos grandes directo a su rostro, con un pequeño asentimiento a modo de reconocimiento, con un saludo opaco y una distancia palpable entre ese montón de gente que había. Changmin moría por abrazarlo, por palpar que en realidad se encontraba ahí.
Minho sin embargo solo respiró profundo y lo miró seriamente.
—¿Podríamos hablar un momento?
Changmin sabía, desde el momento en que escuchó su nombre que jamás se negaría a alguna petición suya. Y con un asentimiento, marcó los índices de su despedida.
—Por supuesto.
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