KINGDOM TVXQ!

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Arualthings

Primera Plana: capitulo 27


Abulia.


No sabe cuanto tiempo pasado, si sus pasos han sido demasiado lento o si lo ha pensado demasiado, quizá no fue lo suficientemente hábil a la hora de caminar de regreso a su hogar, probablemente tampoco quería enfrentarlo tan pronto, pero ahora ya era demasiado tarde.

Cuando llegó, ni Minho ni Key estaban ahí, solo la ausencia y el silencio como única bienvenida. Y se preguntaba si llamarlo era lo correcto o no. Sabía de Minho, de sus planes por abandonar la casa en estos días, de esa melancolía arraigada que se había vuelto parte de él.

Pero de Kibum, sabía poco.
Apenas esa reacción extraña de la noche anterior.

No sabía nada más allá de sus labios y sus ojos turbados por el licor que le exigieron que Minho se marchara, no sabía más allá de esa molestia en el estómago por no saber que hacer con Kibum cuando él le pedía casi a gritos terminar con todo.

Desayunó poco, se distrajo demasiado.

Se quedó horas frente al televisor, sin verlo realmente, sin tomarse la molestia de comprender por que la ausencia de Key pesaba como un imán sobre la espalda, uno que abarcaba todo la extensión de su ser.

Y respiraba a ratos con suspiros que se mezclaban, con anhelos apagados y el mando del televisor en la mano ¿Y si lo llamaba? ¿Y si Key le pedía que se vieran? Si tan solo tuviera la seguridad que le hacía falta para verlo a los ojos y aceptar lo que Kim estuviera dispuesto a decirle.

Pero Minho ya había sido suficiente como estaca en su camino, Key era tan distinto, tan fuerte y decidido, que temía por la vida de su pobre corazón si llegara a enamorarse, pensaba entonces, que lo mejor era seguir el ejemplo de Key y dejar que las cosas transcurrieran, como si nada hubiera pasado.

Quizá más tarde no se arrepentiría.




—¡Por acá!

Yoochun sonrió cuando vio a Junsu levantar la mano y prontamente los niños patearon el balón hacía el muchacho, entre pases y veloces carreras lograron un gol, que hizo al montón de personas gritar y reír complacidos.

Desde uno de los laterales, Yoochun permanecía tranquilo, con una sonrisa en los labios, la cámara en sus manos y las fotos grabando cada momento que parecía adecuado. Como si de pronto Junsu se sintiera verdaderamente vivo haciendo aquello.

La gente a su alrededor parecía realmente cálida, con esa sonrisa en los labios y dispuesta a ser amable en cualquier momento, los habían invitado a comer en algún puesto que era el mejor de la zona, un lugar que a todos los turistas encantaba.

Si el tiempo pasaba así de fácil, así de tranquilo, como las manecillas del reloj que sin importancia marcaba las distancias, indiferente a lo que con los demás ocurría. Entonces, tal vez, mucho más adelante ellos también podrían avanzar del mismo modo.




Se le hacía tan difícil de comprender.

Las sonrisas, la alegría, la fugaz espontaneidad.

Tenía entre sus manos las fotografías que se publicarían en sociales, la época de graduación había llegado, y con ella, el tiempo de las despedidas. Y como era de esperarse ya se preparaba la edición de las graduaciones de los hijos de familias importantes. Lo que le hizo recordar que la suya era pronto, probablemente la de Minho también. Y la de Joonghyun…

El nombre llegó entre recuerdos y la vergüenza. Entre las ganas de no volver a verlo y las ganas de aferrarse a él para no soltarlo más. Como una cruel dependencia, un juego absurdo del destino en el que se había convertido, por culpa de Joonghyun, en lo que más odiaba. Dejando que su mente lo ocupara a él, a su situación. Y nada más fuera importante.

—¿Por qué tan concentrado?

Casi gira asustado, con las fotografías en sus manos y una expresión apacible ante la sonrisa magnánima que Heechul le ofrecía en esos instantes.

—Solo pensaba en mi graduación.

—Será pronto, ¿no?— Heechul caminó hasta él, cerca de la cafetera para poder tomar un poco de ese café que airoso se paseaba por la oficina, con esa fragancia deliciosa que acomodaba los sentidos. –Ya nos pidieron que también vayamos a tomar unas fotos para la siguiente edición.

—¿Puedo hacerte una pregunta?— Fue directo, notando la mirada de Heechul sobre su rostro mientras bebía un poco de su café matutino, dándole campo abierto para plantear la pregunta. –Si alguien te gusta mucho. Pero ambos están lastimados y temen hacerse daño, por que falta confianza… ¿Vale la pena intentarlo?

Heechul cerró los ojos por un instante. La juventud rebosante de Kibum justificaba todos sus miedos y errores. Complacía incluso a su iniciativa por pedir un consejo, pero Heechul se sentía terriblemente incómodo al sentirse en la misma situación, al no poder, a pesar de la experiencia, encontrar una salida.

—Si dices que ya no hay confianza. Entonces créenla entre ustedes.— Sonrió tranquilamente, con esas señas de resignación que Key atrapó como marcos de una experiencia compartida. –Solo no hagas las cosas más complicadas de lo que son. Si se gustan, si tienen miedo. Pero si no lo intentas solo pausas por un rato más el tener que enamorarte de nuevo.

—Dicen que solo se ama una vez.
—Tonterías.— Heechul sacudió un poco su mano derecha. –Tú puedes enamorarte, puedes ser feliz cuantas veces quieras, lo que sucede es con cada golpe, el corazón va aprendiendo.

Key de pronto sonrió con un suspiro paseándosele entre los labios y la mirada fija en algún punto de esa oficina. Sabiendo que a pocos metros de ahí se encontraba Minho, que estaba reunido con Changmin, y que sinceramente le importaba poco lo que sucediera entre esos dos de ahora en adelante.




Había una distancia emocional, tan grande como el anhelo de Changmin pero más amplia que  la resignación que Minho mostraba en sus pupilas, como si pudiera atravesar la poca confianza que Changmin tenía y destruirla solo con una expresión.

Pero sobre todas las cosas Changmin sabía que si Minho estaba ahí, luego de marcharse y desaparecer de su vida de esa manera abrupta, con las causales de su lado y esa expresión dolida que se estacionó en sus pesadillas, es por que el menor, finalmente se había atrevido a analizar su situación a romper las barreras y volver.

Le preocupaba, el tiempo de ese regreso.

La gente le estorbaba esos colaboradores suyos que parecían ensimismados en la edición y publicación de su noticia estrella, las miradas perdidas que parecían reconocer al menor de los Kim, a pesar de su expresión tranquila y distante a la orgullosa que siempre había portado. A pesar de que su cabello hubiera crecido tanto que Minho se sorprendía.

¿Cuánto había pasado?
¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres?

Sus pasos avanzaron en vigilia y Minho pareció dispuesto a dejarlo dar las primeras palabras. Era un silencio extraño, que no era incómodo pero tampoco era apeticible. Changmin deseaba besarlo, abrazarlo, pedirle que no se marchara, luego se preguntaba ¿dónde había quedado su orgullo? Y prefería esperar.

Quizá…
Su orgullo se había ido a esconder al mismo lugar, que el de Minho.

—¿Crees que es lugar para hablar?— No quería interrupciones, no quería miradas, no quería nada más allá que el rostro de Minho y sus palabras que fácilmente podrían otorgarle gracia a su vida. —¿O quieres ir a mi oficina? ¿O…?

—Tu casa estaría bien.

Pareció que un primer momento, a Minho le resultó incómodo recordar que todo ese ambiente que una vez conoció, desde un principio, desde siempre, le perteneció a Changmin y en ese momento al mayor le importó poco asentir, tomar sus cosas y salir ahí.

Que la gente esperara por su autorización para publicar.
Que medio mundo se estancara por que el iba tras los pasos de Minho.

Pero es que nadie más se podía percatar que si el resto del mundo dependía de él.
Justo en ese instante, él solo dependía de Minho.
Como siempre fue, como siempre debió ser.




—¿No has hablado con OhDae entonces?
—Ni siquiera sé si tenga el valor para hacerlo.— Boa llevó un mechón de su cabello tras la oreja. –La verdad es que temo por que al verlo quiera ayudarlo. Soy muy tonta.

Jihoon suspiró, colocando sus manos sobre las de la mujer.

—No lo eres, solo aún tienes resquicios de amor.— Ella sonrió apenas visiblemente, con sus ojos tristes y un suspiro en los labios. —¿Estás segura de que quieres seguir con todo esto?

—Si, no puedo darme el lujo de dar un paso atrás.

En ese momento Rain asintió, sacando de uno de los pequeños cajones la carpeta que contenía varias hojas y hacían los ojos de Boa un poco más tristes. –Ya tengo estructurada la demanda de tu divorcio.

Le cedió la carpeta, y las manos de Boa acariciaron la utilería como si no supiera realmente con lo que se encontraría bajo ese montón de hojas. Como si sola firma pudiera de verdad acabar con todo.

—Vas a estar bien.
—Lo sé.

Y aunque sonaba a inseguridad, Boa sabía que de un modo u otro, a pesar del tiempo que había transcurrido, todo lo que había conseguido como su precaria relación con Minho. Al menos era el momento de dedicarse un poco de tiempo a ella y tratara de alguna manera, volver a ser ella, el eje de su propia vida.




—Envía estos papeles a los de recursos personales, por favor.
—Si, Jinki.— La muchacha sonrió amable, notando como el hombre parecía checar rápidamente algo en su lugar. –Oh, por cierto. ¿Ya te despediste?

Los ojos de Onew se levantaron de la pequeña pantalla, curiosos y un poco confundidos.

—¿Despedir? ¿De quien?
—De Taemin.— Fue como un pequeño golpe del que no había sido consciente. –Hoy es su último día como pasante.

Ella tironeó un poco su cabeza hacía la derecha, donde el joven muchacho se encontraba sonriente, recibiendo palabras o consejos de varios de los trabajadores. Taemin con su sonrisa liviana y su expresión tímida.

Onew había olvidado que el tiempo del menor en la empresa había terminado.




—Lamento no haber tenido tiempo de organizarte algo.

Onew lucía avergonzado, pero Taemin sonrió. Ambos sentados en la pequeña cafetería a unas calles de la oficina, con esa pequeña taza de café frente a él.

—No importa, sé lo ocupado que has estado últimamente.— Bebió, por que prefería que el tiempo se aletargara entre sus palabras. –Pero gracias por invitarme a salir un rato.
—Es lo menos que podía hacer.

Taemin lo contempló, sus sonrisas, sus ojos rasgados y esa expresión apacible que podía derrumbar cualquier mal momento. Como si las sonrisas de Onew tuvieran esa capacidad, esa que él extrañaría.

—Te vi el otro día.— El comentario fue casual y Onew por un momento no supo a lo que se refería. –Estabas con tus amigos en una disco.
—Oh, ese día. Si, ellos insistieron bastante la verdad.

—Nunca había visto esa expresión en ti. Lucías… tan feliz, tan despreocupado.
—Es que quizá, estoy rearmando mi vida.

Taemin se sintió tan tremendamente débil, que lo único que pudo hacer fue apretar con fuerza la taza. –Te envidio. Yo aún no puedo plantearme la posibilidad de salir con alguien.

—Y no lo he hecho, solo vuelvo a divertirme y pasarla bien. No quiero una pareja, solo concentrarme en mi trabajo, mis amigos y mi familia.
Lee asintió. –Esa es una buena forma de ver las cosas.

Onew pudo percatarse por la sonrisa ambigua, por la mirada baja y el tono decreciente en la voz del menor que algo le ocultaba, que se perdía entre sus palabras ocasionales y sus miradas fugaces.

—Me han aceptado en una universidad.
—Eso es bueno, Taemin. Sabía que lo lograrías.
—Es de internado. Supongo… Que ya no podremos vernos como antes.

Y lo lamentaba, tremendamente como si la ausencia del menor de pronto dejara un hueco que sería imposible de llenar. Como si hubiera llegado en el momento de su vida cuando las cosas no eran tan intolerables y luego hubiera descubierto la calma en sus pequeñas escapadas.

—Podremos vernos cuando sea necesario.

Taemin comprendió, en ese pequeño instante, con la imagen de Onew frente a él, que su corazón aún estaba lastimado, que el de Jinki estaba dando pasos de resurrección, que aún era demasiado pronto para el amor, que quizá más adelante, cuando hayan madurado un poco más, tal vez encontrarían un poco de tiempo para los dos.

No era el momento.

—Te voy a extrañar.

No con el corazón así de lastimado.

—Yo también, Jinki.

Pero si más adelante se les presentaba la oportunidad de vivir, Taemin sería estupendamente feliz de serlo junto a él, que el destino le otorgara la oportunidad que una vez le fue negada junto a Minho y su carencia de amor.

Que si las palabras pesaban y su amor dependía.
Quería que un futuro no muy lejano, fuera de esa imprescindible sonrisa de Lee Jinki, de esos brazos fuertes y su cálido aroma a hogar. A felicidad. A amor.

Y tal vez más adelante, entonces.
Su corazón en proceso de reconstrucción, sería resguardado.




Fue un aviso sofocante de emociones, el entrar de nuevo en aquel departamento. Estaba tal y como lo recordaba. El cuadro de un paisaje que colgaba en uno de los pilares, seguía movido ligeramente hacía abajo. Y el reloj en la pared seguía deteniéndose cuando le daba la gana. Changmin seguía dejando las películas por cualquier parte.

Minho debió suponer, debió saberlo. Ese lugar era tan de Changmin que se sentía a gritos su pertenencia. Tanto, que el poco tiempo que vivió junto a él, le bastó para que su marca quedara registrada y se sintiera tan anhelante a él. Como si la falta de Changmin no fuera suficiente y ahora su departamento le pidiera que regresara.

Se situó en aquel sillón negro, amplio y tan cerca de la ventana. Ahí donde el viento entraba agradablemente, moviendo un poco sus cabellos y recordándole el hecho de que a veces el aire acondicionado no hacía falta. Que la ciudad desde esa perspectiva se veía realmente hermosa. Y el tintineo de las llaves de Changmin solo hacían eco en su cabeza.

—¿Quieres algo?
—Que hablemos.
—Lo sé, me refería a…

—Sé a lo que te referías.— De repente se percató de lo parco que estaba sonando, de lo vacías que sonaban sus palabras. De esos ojos que lo soportaban a pesar de todo. –Lo siento. No quería empeorar las cosas.

El que Minho se haya disculpado hizo a Changmin sentir un vaho de esperanza que solo lo hizo sentirse paralizado. Sin saber como actuar. Así que sonrió, con el peso de la culpa sobre la espalda.

—No eres tú quien debería disculparse.— Llegó a su mente Minho en toda su esencia. La lentitud con la que fue abriéndole paso a su verdadero rostro. Y las mentiras con las que él le retribuía la confianza. –Debí decírtelo a tiempo, cuando tú y yo ya sentíamos esto… Es solo que… no era tan fácil.

—Esa es la parte que comprendo. Soy relativamente un muchacho, apenas tengo dieciocho e ibas detrás de lo que has perseguido toda tu vida.
—Ahora a quien persigo es completamente diferente.— Minho lo miró, tan profundamente que Changmin sintió más seguridad para hablar. –El problema es que este camino es más complicado de lo que parece. Él no me quiere cerca.

—Soy muy joven— Admitió Minho. –No sé muchas cosas y nunca he tenido metas que no estén a mi alcance. Mi padre siempre nos dio todo a mis hermanos y a mí. Eres la primera persona que no está a mi alcance. Todo el tiempo siento que debo rendirme que esta historia es tan difícil que voy a cansarme más de lo que voy a disfrutarlo. Luego recuerdo que no sé esforzarme lo suficiente, que todo lo que me dio papá no compensa todo lo emocional que me hizo falta. Pero estoy tan cansado… Y es horrible sentirse así con apenas dieciocho años.

Changmin sonrió, acariciando un poco el cabello de Minho, su expresión devastada y sus ojos de pronto nublados.

—Mi abuela decía que los jóvenes siempre exageran las cosas. Que cuando terminan una relación les parece el fin del mundo. Pero yo creo… Que solo es el nivel en el que te encuentras. Cuando creces tus preocupaciones son otras y cuando algo te sale mal, también se suele pensar que es el fin del mundo.

De pronto esa caricia bajó hasta el rostro de Minho. Esa piel que tenía semanas sin percibir, su rostro cerca. Sus emociones sucumbiendo ante él.

—¿Si te lo pidiera… detendrías todo?

Changmin cerró los ojos, un escaso segundo. Una respiración profunda.
Un beso corto en los labios de Minho y su mundo volvió a girar en el eje adecuado.

—Me asusta la desconfianza que hay entre nosotros ahora.

—A mi me asustan más cosas, Minho.— Changmin se acercó, lo suficiente como para poder tomar sus manos y apretarlas con fuerza. –Me asusta lo cruel que va a ser el mundo contigo a partir de ahora. Las cosas horribles que podrán decir de los dos. Ese pasado que te atosiga más de lo que puedes aceptar, lo poco que mi familia va entender cuando sepa que es por ti que estoy dispuesto a dejarlo todo. Pero, ¿sabes como intento manejarlo?

Minho solo se vio capaz de mover negativamente la cabeza.

—Mandando todo al mismísimo infierno. Si te tengo aquí, tengo el valor.— Changmin apretó sus manos un poco más. –Tengo esa parte horrible de mí que me hizo falta, tengo el valor para dejarlo todo atrás y comenzar desde cero aunque suene muy idealista. Soy capaz de hacer hasta lo imposible y cuando eso falle irme contigo lo más lejos que pueda. Donde ya nada te lastime y nadie te pueda ver mal. Donde nada te acuse y puedas vivir lo que te fue negado.

Minho se soltó. –Sientes que soy tu responsabilidad.
—Siento que eres parte de mi vida.— Changmin lo volvió a tomar de las manos. —¿Es qué no lo entiendes?

—¿Te enamoraste de un mocoso egoísta con el corazón maltrecho?
—Tú te enamoraste de un controlador y manipulador, con el corazón abandonado.

Minho desvió la mirada, por que era más fácil ver hacía otro lado. Que esos ojos seguros de Changmin que le proclamaban devoción.

—Amor… Esa palabra pesa demasiado.
—Yo apenas la estoy descubriendo. Siempre creí que era un recurso barato.
—No es como si yo la conociera lo suficiente.

—Minho.— Changmin lo tomó por el rostro, haciendo que lo mirara, que dejara de morder sus labios. Rojos por el nerviosismo de su dueño. Fijo de esos ojos grandes y atemorizados que no parecían dispuestos a dejarlo avanzar. –Déjame solo una vez más intentar que esto funcione bien.

—Sería un trabajo de los dos.
—Un trabajo de equipo.

Minho suspiró. –No sé hacer nada aparte de estudiar.
—Yo tampoco, soy un desastre fuera del trabajo.

—Voy a ingresar a la universidad. ¿En qué tiempo nos veríamos?
—Cuadraremos horarios, tú en la universidad, yo en el trabajo.

Changmin se apresuraba en contestar. Que sus respuestas fueran eficientes, que pudieran calmar las dudas y abandonar esquemas.

—¿Y qué vas a hacer con ese horrible mundo que me espera allá afuera cuando hayas publicado lo de mi papá?
—No publicaré absolutamente nada.

—¿Y tu carrera?
—Puede esperar.— Changmin se acercó un poco más. –Lo que no puede esperar es este corazón mal educado e inquieto que no entiende razones.

Minho entonces se acercó, como si los labios de pronto hubieran estado esperándolo, por demasiado tiempo, en demasiado abandono. Y jugaran a saber perfectamente que extrañarse demasiado únicamente había provocado que se emocionara todavía más.

Y las manos de Minho se deslizaron por ese rostro de Changmin, por sus mejillas y su nuca. Con sus ojos cerrando, su aliento siendo robado, con la poca fuerza que le quedaba, esa que se encerraba en un beso y lo hacía olvidarse de resto.

Solo se preocupaba de las manos de Changmin sobre su espalda, acariciando sutilmente su espalda y apretándolo contra su cuerpo, y su cuerpo respondió irguiéndose ante él. Respondiendo a su contacto. Demostrando lo mucho que le hacía falta sentirse parte de alguien más.

Changmin se levantó y Minho fue quien impulsó los pasos de ambos en retroceso hasta la habitación. No importó si en algún momento su espalda chocó contra alguna pared, si los pies de Changmin tropezaron, o sus manos olvidaron como abrir esas camisas de Shim.

Llegó hasta esa habitación, iluminada apenas por la luz de la tarde, bendecida por ese clima agradable que llegabas hasta los últimos resquicios, dentro de ese beso que le robaba el aire y lo hacia sopesar en la posibilidad de vivir sin aire.

Su espalda contra el mullido colchón y el peso de Changmin sobre su cuerpo, como una vorágine de emociones incomprendidas. Su nariz rozando suavemente su mejilla. La sonrisa de Shim plagada de recuerdos y un susurro compartido que pronto se convertiría en gemidos. Luego en jadeos y en un anhelo codicioso de pertenencia.

Lo había extrañado demasiado.
Tanto, que no sabía como sería su vida durante los próximos años.




No estaba en condiciones, mucho menos en posibilidades.

Pero aún así, su cuerpo y sus impulsos habían podido más. Llegó hasta la tumba de su primera esposa, durante aquella tarde en la que el cementerio se encontraba prácticamente vacío. Con sus pasos lentos y su ropa descuidadamente arreglada.

—Rye…— Fue como un suspiro lamentable, palpando con la yema de sus dedos, ese arrepentimiento que no le era permitido. –Eres… la única mujer que he amado de verdad.— Ya ni siquiera le quedaban lágrimas que botar. –Lamento lo mucho que te hice sufrir… No supe estar a tu altura… Ni siquiera cumplí con tu deseo de hacer feliz a nuestros hijos… Solo los he arrastrado a un sufrimiento perpetuo. Yo, soy el culpable de todo.

Se quedó un rato más, tratando de evocar el recuerdo de aquella bella mujer que un día lo fue todo para él, que camino de su brazo y que quizá si se hubiera quedado, él no se hubiera equivocado tanto. O quizá él hubiera terminado por destruirla.
Finalmente él había destruido todo a su alrededor.
Ya nada le quedaba, y lo poco que le quedaba, su familia, estaba marchita.




Había estado tantas veces en el hospital últimamente, que era lamentable.

Su cuerpo estaba cansado de tantos golpes y su cabeza amenazaba con traicionarlo en cualquier momento, había llorado hasta al amanecer, despertó en una esquina de la habitación con sus piernas recogidas y el rostro seco, unas ojeras tan notorias que parecía tan solo un despojo humano.

No recordaba nada más allá de haberse enterado de la muerte de Yoona.
De su pequeña hermana a la cual le destruyó la vida.

Pensar en ella solo lo hacía encogerse y llorar como si fuera un niño pequeño, como si su pecho no pudiera con tanto dolor y gritar fuera la única solución. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué lo abandonó? ¿Por qué lo dejó solo en medio de todo ese asqueroso mundo?

Yunho solo quería construir un mundo para ella.
Como una casa de muñecas donde ella pudiera ser feliz y sonreír.

En algún momento lo habían trasladado de habitación, mientras arreglaban el destrozo que su rabia había provocado. Ni siquiera recordaba haber hecho todo aquello. Apenas podía respirar hondamente sin que la herida de bala doliera. Su cuerpo estaba pesado, ni siquiera tenía fuerzas para vivir, ni siquiera sabía si quería hacerlo.

Cuando la noche llegó y la oscuridad se apoderó de la habitación. Cuando la enfermera llegó para comprobar que estuviera bien y luego se marchó dejando las luces apagadas por petición suya. Finalmente encontró un poco de paz.

Pero la puerta se volvió a abrir unas horas después. La firme presencia de Jaejoong irrumpió en su paz y lo hizo volver a ese muro de angustias en el que se había convertido.

—Nunca lo entendiste, Yunho.— Se había sentado en la cama, con las manos acariciando su rostro. –Nunca pudiste entender lo mucho que te amo.— Yunho solo se mantuvo con los ojos abiertos, a expensas de ese pequeño beso que Kim depositó sobre su frente. –Eres lo único que me importa.

De pronto Yunho notó el pequeño maletín que Jaejoong traía entre las manos.

—Eres…— Jaejoong parecía hipnotizado contemplando su rostro. –Como un destello de luna.— Se sintió perdido, entre las palabras de Jaejoong y su accionar. –Eras lo único que iluminaba la oscuridad de mi vida, ¡antes de que te fueras! Y volvieras a dejarme entre las sombras.

Jaejoong se levantó, de repente su ceño estaba fruncido. Y caminaba de un lado a otro, como si la evocación de ese recuerdo lo enloqueciera.

—¿Nunca te diste cuenta? ¿Verdad?— La actitud de Jaejoong volvió a cambiar y Yunho solo pudo ver esos ojos grandes y repletos de anhelo. –Fuiste todo para mí. Pero luego cuando volviste… solo fuiste luz artificial.

Jaejoong acarició su rostro una vez más y Yunho se vio tentado a responder, cuando las lágrimas de Jaejoong hicieron aparición. La mano de Jung fue hasta ese rostro, deteriorado por el cansancio y la falta de sueño.

—Tú nunca tuviste la culpa, Yunho.— Los susurros de Jaejoong eran alentadores. –Es solo que no era nuestro momento, no era el lugar. No era esta vida la que nos tocaba vivir juntos.— De repente las palabras de Jaejoong parecían brillar con emoción. –En otra vida, en otras circunstancias, sé que nos hubiéramos podido amar.

—¿Y si no fuera así?

Jaejoong pareció sorprenderse al escucharlo hablar, pero luego solo tomó su mano y la posó sobre su propia mejilla, cerrando los ojos ante el tacto de Jung.

—Yo haría lo que fuera para que sea así.

Breves segundos de contemplación antes de que Jaejoong se enderezara y nuevamente pareciera tranquilo. Sin retazos de dolor o angustia, con su mano de pronto estirada hacía él.

—Ven conmigo, Yunho. Sígueme una última vez.

Jaejoong tenía la mano estirada hacía él, Yunho contempló sus posibilidades.
¿Qué le quedaba ahí?
Entonces su mano se estiró hacía él, y con dificultad se pudo levantar.

—Haré que este amor sea para siempre. Te lo prometo, Yunho.— Por un instante Yunho prefirió callar, mientras Jaejoong pasaba uno de sus brazos sobre los hombros para ayudarlo a caminar, pero luego miró el pequeño maletín y habló.

—¿Y para que es eso?
—Esto.— Dijo Jaejoong alzando un poco el maletín, sus ojos brillando con refulgente vivacidad y apremio. –Es el medio.

Cada paso era como un tormento, la herida todavía dolía y su accionar del día anterior parecía haberlo puesto más delicado aún. No tenía fuerzas para nada, apenas podía dejarse guiar por Jaejoong. Por Jaejoong y su promesa de amor eterno, que de repente sonaba tan celestial.




El celular vibró desde el suelo y Minho solo se agachó un poco para poderlo recoger.
Changmin dormía junto a él, ambos apenas arropados por esa delgada sábana que los cubría, y sabía en cuanto el sonido molesto lo despertó que era hora de marcharse de ahí.

Había anochecido demasiado pronto, la espalda desnuda de Changmin estaba a la vista. Minho apenas se tomó la molestia de abrigarlo mejor y leer el mensaje que tenía como portador a un tal Heechul en la lista de direcciones del celular del mayor.


“¡Changmin! ¿Dónde estás? Quedaste en confirmarme la publicación de la investigación de la familia Kim y sus negocios. ¿Qué hacemos? ¿Lo mandamos hoy a publicación o esperamos otra semana? Recuerda que el jefe solo espera eso para la reunión general con los socios y nombrar al nuevo editor.
Contesta pronto.
Heechul.”


Un suspiro salió de su boca, extenuado y resignado. Sus dedos se deslizaron sobre las teclas con relativa facilidad antes de presionar la tecla de enviar y que el mensaje de ‘recibido’ llegara a sus sentidos. Sin que le pesara la culpa o le genera alguna emoción.

Se volvió a recostar, con la espalda de Changmin a su disposición, abrazándose tranquilamente a él y hundiendo el rostro en esa espalda amplia y masculina como única vía de escapa a su continua destrucción.

Desde el piso en la habitación, donde el celular había ido a parar otra vez, se podía ver aún el mensaje tipiado por Minho y enviado desde el celular de Changmin. Como respuesta al tal Heechul que seguramente había empezado a mover el mundo en la editorial.

Una única palabra como respuesta y una firma que aletargaba el momento.


“Hazlo.”




Tenía horas ahí, sentado sobre su moto.
A la espera de un ser que no se dignaba en aparecer.

Sus ojos pestañeaban a cada momento y tenía la advertencia de su madre de regresar a casa en máximo una hora. Cuando finalmente pudo enderezarse, fue gracias a un auto negro que se estacionó frente a la residencia Kim.

Habían dos sujetos en la parte delantera del auto y Kibum bajaba desde atrás, con una expresión cansada, pero una sonrisa satisfecha en los labios.

—Gracias por traerme.
—Gracias a ti, Key. Por quedarte trabajando hasta estas horas a pesar de ser un pasante.
—No importa, era mi último día después de todo.

Desde sus lugares, Siwon y Heechul sonrieron. Un pequeño gesto de manos y Joonghyun finalmente se pudo acercar, a pesar de Key parecía sorprendido de verlo ahí mientras el auto arrancaba y se marchaba de ahí.

—Me preocupó no saber más de ti.— Terminó de acercarse y Kibum solo bajó un poco la mirada. En verdad se veía cansado y Joonghyun comprendió que lo mejor por hoy era dejarlo descansar. –Pero me alegra saber que todo esta bien.

—Vi a Minho hoy, él también está bien.
Joonghyun asintió, no era él quien le importaba en ese instante. —¿Crees que podríamos hablar en estos días?

Kibum pareció pensarlo mucho, pero finalmente asintió.

—Yo te llamo.

Entonces esa sonrisa de Joonghyun hizo aparición. Sus brazos se deslizaron por los costados de Kibum y lo abrazaron con fuerza, como si en verdad le hubiera hecho falta ese contacto. Aunque no lo tuviera planeado, al menos no tan efusivamente.

—Gracias.— Kibum susurró su palabra con lentitud. Correspondiendo al abrazo delicadamente. –Gracias por estar aquí.
—Te echaba mucho de menos, Key.

Y solo por un instante, por un leve instante. Sin pasado, ni peticiones, ni vergüenzas. Estar así, fue tan reconfortante para ambos que nada más importó. Joonghyun se iría pronto a casa y Kibum tenía muchas horas de sueño que recuperar. Pero esos breves segundos, fueron más significativos de lo que esperaban.




Yoochun se levantó confundido.
El cuerpo de Junsu se movía agitado sobre la cama, sudaba visiblemente y gemía angustiado dentro de sus sueños. Inmediatamente Yoochun se sentó, sacudió sus hombros, intentó alejarlo de esa pesadilla que lo atosigaba.

—Junsu…— Pero el menor parecía verdaderamente adentrado y eso solo lo angustiaba cada vez más. –Junsu.

—¡Papá!— Los ojos de Junsu finalmente se abrieron, turbados entre la angustia y la desesperación, con las lágrimas como testigos fieles de su sufrimiento. —¡Yoochun, es papá! ¡Él… Él…!

La voz de Junsu se rompía, más lágrimas caían y Yoochun solo podía notar como las manos del menor temblaban y su cuerpo entero parecía alterado. Su pecho subía y bajaba por la respiración entrecortada, como si estuviera a punto de salir corriendo.

—Junsu cálmate, solo fue una pesadilla.
—¡NO! ¡Tú no entiendes!— Junsu tapó su boca, con las manos temblando todavía. –Fue tan real… Yoochun, era nuestro padre… él….

Ni siquiera podía pronunciarlo, sus ojos se llenaban de lágrimas y él sollozaba incontrolable. Rodeado por los brazos de Yoochun que pronto le dieron abrigo, que trataron de darle un poco de calma.



Minkih vivía días de angustia desde que Boa se hubiera marchado.
Como si todo hubiera perdido su equilibrio y las piezas cayeran a cada instante.

Estaba sentada en aquella mesa en la cocina, el resto de las empleadas terminando sus quehaceres en la cocina. Ella bebiendo un poco de te que calmara ese pobre corazón suyo que vivía entre sustos a cada instante. El mayordomo Lee hablaba con la cocinera.

Solo había problemas en la residencia Kim desde hace mucho tiempo.
Y temía por que alguna vez algo repercutiera en ellos.

Había visto a OhDae entrar en el estudio, con esa botella de whisky entre las manos, dispuesto seguramente, como se le venía haciendo costumbre, a contemplar el retrato de Rye mientras se bebía el whisky y mitigaba sus angustias.

Era un ciclo repetitivo.
Que consumía lo poco quedaba de ese hogar.
Aunque nunca lo hubiera sido realmente.

Entonces llegó, como un repique de angustia que hizo eco por toda la gran mansión, que impulsó un silencio mortal que se extendió por segundos antes de que alguien pudiera moverse ante la sorpresa. El sonido de un disparo paralizó a todos, con los recuerdos todavía frescos de aquel incidente de hace unos días, en el mismo lugar del que pareció provenir el ruido.

Todos corrieron apresurados, los pasos sonando contra el suelo mientras Minkih solo caminaba con sus cejas juntas y la expresión de dolor en sus facciones.

—¡Dios!

Poco a poco, como si todo se ralentizara. El mayordomo Lee iba sacando del estudio a las empleadas, pidiendo que llamaran a la policía y a una ambulancia. Dentro, la botella de whisky vacía estaba en el suelo. Desde uno de los sillones los brazos de OhDae permanecían estirados. La sangre se había disparado en varios lugares. Y el arma estaba en el suelo, a los pies del que fue el señor de la casa.

Una herida de bala en la sien.
Sus ojos abiertos y su cuerpo vencido por completo.

Minkih solo sintió su estómago revolverse, las lágrimas agolparse en sus ojos y lo único que pudo hacer fue salir corriendo de ahí. Encerrarse en el baño. Y dejar que sus nauseas y desesperación volcaran terminantemente.




Minho se encontraba ya en aquel taxi que había llamado.

Recorriendo las calles de Seúl a esas horas de la noche. De camino al departamento donde Boa estaba viviendo ahora, a pesar de la hora y de que sentía que dejaba atrás lo más importante que pudo pasar.

Sin embargo. Esa desazón lo volvió a acosar.
Un dolor incesante que se había posado de pronto en su estómago y lo vencía hasta el punto de exteriorizarlo en cada una de sus expresiones.

—¿Se siente bien?

El taxista trató de sonar amable, mirándolo por el retrovisor preocupado, pero Minho solo agitó despreocupadamente su mano.

—Si, no se preocupe. Creo que algo me sentó mal.

Lo extraño de la situación es que Minho no había ingerido alimento alguno desde el almuerzo. Así que quiso creer que era por eso. Que ese malestar, esa incomodidad repentina no era producto de algo más.

No importaba, ya faltaba poco para llegar.
Y mientras, solo quería recostarse en una cama a descansar.




Temprano en la mañana, cuando Changmin finalmente abrió los ojos.
El espacio de Minho estaba ahí.
Y amenazaba con romperle el corazón una vez más, con destrozar una a una sus esperanzas.

Changmin solo pudo quedarse un rato más, esperando a ciegas por que Minho entrar en la habitación en algún momento. Que volviera o que al menos llamara y le dijera que tuvo que salir por algo realmente importante. Que le dijera que no había venido solo a despedirse.

Pero el tiempo pasó, y las llamas de esperanza se apagaron.
Changmin se resignó y solo pudo pasar una mano por su rostro, botar las almohadas lo más lejos que pudo y llorar.

Apenas fueron lágrimas contadas, espacios cortos de sufrimiento antes de comprender en lo que se había convertido. En el eje que era Minho, que ya no estaba y por el cual se sentía perdido, como si hubiera perdido la brújula de su destino y ya nada más le quedara.

Pero un pequeño sonido lo hizo levantar la cabeza y arrimarse contra el borde la cama, ahí desde donde se podía ver su celular en el piso. Pero no era Minho quien había enviado el mensaje, era Heechul. Era su tercer mensaje, y además había registradas cinco llamadas perdidas de Siwon.

Pero antes de que pudiera leer el dichoso mensaje, el celular volvió a sonar.
Otra vez era Siwon.

¡Hey, ¿se puede saber por qué no contestabas?!
—Lo siento, me quedé dormido, ¿qué…?

—¡No importa! Ven ahora mismo a la editorial, el jefe te quiere ver. Tu reportaje es un éxito total. Se están vendiendo como nunca antes. Todo el mundo habla solo de eso.
Changmin frunció el ceño. —¿De qué estás hablando? Yo nunca di mi autorización para que publicaran.

—¿Estás loco? Le enviaste un mensaje a Heechul, ayer en la noche.

No se tomó la molestia de despedirse se quiera, cerró la llamada y lanzó el celular sobre la cama, buscando de un lado a otro alguna noticia de Minho, alguna pista que le dijera que el menor en verdad no había hecho lo que él creía.

Pero ahí estaba junto a la mesita de noche. Pisada por una pequeña cajita, aquella que Minho había comprado cuando visitaron la playa tanto tiempo atrás. Volvió a sentarse, sus ojos con resignación, la letra de Minho tan reconocible como siempre.

“Está bien, Changmin. Ahora ya todo está bien. Yo solo he dejado que las cosas sigan su curso normal. La verdad es que ese mundo allá afuera siempre va a ser más grande que nosotros. No podemos ser tan ingenuos y creer que todo nos será permitido y concedido, Justo ahora somos demasiado débiles y estamos muy propensos a ser destruidos.
Deja las cosas ser, déjame aprender y convertirme en alguien que valga la pena. Tú mientras recibe ese puesto que mereces y sé el mejor editor que haya tenido esa editorial. Cuando nos volvamos más fuertes, cuando seamos realmente fuertes podremos enfrentarnos a ese mundo. Si peleamos ahora, solo terminaríamos por destruirnos a nosotros mismos. Dame tiempo de madurar.
Cuida bien de ti, yo también me mantendré con buena salud.
Solo, vive una vida feliz de ahora en adelante.
Minho


Suspiró como si fuera la última vez que lo haría.

Minho sabía, justo ahora medio mundo estaría buscándolo. Y lo único que lograrían, al igual que con los otros herederos de OhDae, es atosigarlo. Minho era de un mundo tan devastadoramente cruel cuando algo sale mal, que él no podría protegerlo todo el tiempo. El aún no era lo suficientemente fuerte, apenas estaba en camino de ello.

Lo aceptaba, lo reconocía tal vez, pero eso aminoraba el vacío en que se había proyectado. Ni la soledad, ni el dolor que le provenían en el futuro. En esa larga espera que lo atosigaba, que le pisaba los talones y se convertiría en su sombra.

Dentro de ese lado vacío en la cama que Minho había dejado.




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